Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

V E I N T I S É I S | L U Z A N T E S D E L A O S C U R I D A D 🪩

«Sabía lo que deparaba esto. Quería vivirlo al máximo, disfrutarlo con toda mi familia... Porque no sabía que podría pasar después y quien saldría perjudicado»

Olivia Lara.

—Bueno, ahora que volvemos a estar casados y quieres cambiarte el apellido, lo correcto sería que llevases el apellido de mi madre, Zev Lara —contesté divertida mientras todos disfrutaban en aquel momento de la celebración.

A Zev parecía divertirle, pero estaba segura de que no quería pensar en cosas de esas en nuestra celebración de bodas.

—Ya lo pensaremos en otro momento. Ahora solo quiero disfrutar de esto contigo, Olivia.

El sol de Kansas se hundía en el horizonte, pintando el cielo con tonos de oro y rosa mientras Zev y yo nos encontrábamos rodeados de nuestros seres queridos en la hermosa casa rural que habíamos elegido para celebrar nuestra boda y quienes eran los dueños Marta y Oliver cuando no tenían que cuidar del rancho Artemisa.

El aire estaba impregnado de risas, música suave y el aroma de las flores silvestres que decoraban las mesas.

Mi corazón latía con una felicidad que apenas podía contener. Después de semanas de separación, de un divorcio doloroso y del constante peligro que representaban las Smirnov, por fin estábamos aquí, verdaderamente casados. El vestido de novia que llevaba puesto se sentía como una segunda piel, suave y etéreo, un símbolo tangible de nuestro nuevo comienzo. Y era yo misma, no era otra Olivia, la que debía casarse con el heredero de los Grimaldi. Era Olivia Lara, la que se casaría con Zev, el verdadero Zev que no se escondía tras los muros que había construido.

Zev se inclinó hacia mí, sus labios rozando mi oído mientras susurraba;

—No puedo esperar para llegar al rancho y quitarte ese vestido yo mismo. —Su voz era como miel cálida, enviando escalofríos por mi columna.

Solté una risita, sintiendo el rubor subir a mis mejillas que juraría que cualquiera podría verme en ese estado.

—¿Ah, sí? ¿Y qué te hace pensar que te lo voy a permitir tan fácilmente, Zev? —bromeé, disfrutando de este nuevo juego entre nosotros.

Sus ojos brillaron con diversión y deseo.

—Oh, tengo mis métodos, señora Lara —respondió con su tono juguetón pero cargado de promesas.

Estaba a punto de responder cuando Marta y Oliver, los cuidadores del rancho que se habían convertido en una especie de abuelos adoptivos para Zev, se acercaron a nosotros. Sus rostros estaban iluminados por sonrisas cálidas y, sorprendentemente, a pesar de lo poco que los conocía, me hacía sentir que podía confiar en ellos como unos abuelos que nunca llegué a conocer.

—Es hora del primer baile —anunció Marta, sus ojos brillando con emoción mirando hacia mí.

—¿Baile? —pregunté, casi horrorizada, acordándome del primer baile con la otra boda falsa y de la que tanta vergüenza me daba.

Zev y yo intercambiamos una mirada. Técnicamente, ya habíamos tenido nuestro primer baile meses atrás, en nuestra boda falsa. Pero esto... Estp era real. Zev tomó mi mano, sus dedos entrelazándose con los míos como si hubieran sido hechos para encajar perfectamente.

Me guió hasta el centro de la pista de baile, un suelo de piedra rodeado de guirnaldas que brillaban suavemente bajo el cielo estrellado de Kansas. La música comenzó a sonar, una melodía suave y romántica que parecía flotar en el aire nocturno.

Zev me atrajo hacia sí. Una mano en mi cintura, la otra sosteniendo la mía contra su pecho. Comenzamos a movernos al ritmo de la música con nuestros cuerpos en perfecta sincronía que me hizo derretir en ese mismo instante por lo bien que me sentía al lado de ese hombre que ahora era mío por completo. El mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse, hasta que solo quedamos nosotros dos, moviéndonos bajo las estrellas.

Sei la mia anima gemella, il mio tutto —susurró Zev en italiano, su aliento cálido contra mi piel.

Mi italiano aún era rudimentario, pero entendí lo suficiente para que mi corazón se hinchara de amor al saber que me había dicho "eres mi alma gemela, mi todo".

Ti amo, Zev —respondí, las palabras saliendo de mis labios con una naturalidad que me sorprendió.

Bailamos hasta que la música se desvaneció, nuestros cuerpos aún meciéndose suavemente incluso después de que la última nota se hubiera desvanecido en la noche.

Cuando nos separamos, fui inmediatamente atrapada por Delia, su sonrisa brillante y sus ojos chispeantes.

—¡Mírate! —exclamó, tomando mis manos entre las suyas—. Radiante no alcanza a describirte. La felicidad te sienta bien, Olivia.

La sonrisa de modelo que poseía Delia me hacía hasta pensar que esa mujer debía tener al sexo masculino y femenino haciendo cola por salir con ella. En estas últimas semanas me hizo sentir bien, incluso no sentirme tan sola como estaba, junto con Luna, quienes las estaba empezando a sentir como amigas, a pesar del momento y de las circunstancias.

Luna no esperó ni un segundo en acercarse a mi para felicitarme en persona mientras tenía la misma sonrisa que Delia.

Sonreí, sintiendo una oleada de afecto por esta mujer que se había convertido en una amiga tan cercana.

—Gracias, Delia y Luna. Me siento... completa.

Y en parte era cierto. Por fin me sentía completa, aunque era extrañamente de explicar.

—Se nota —asintió Delia—. Y no te preocupes por las Smirnov. Todo saldrá bien, pero esta no es noche para hablar de eso. Esta noche es para celebrar la familia.

Antes de que pudiera responder, sentí un tirón en mi vestido. Bajé la mirada para encontrarme con los grandes ojos de Angela.

—Olivia —dijo Angela con una voz llena de emoción contenida—. Estoy tan feliz de que hayas vuelto a ser de la familia. Siempre te he considerado como una hermana.

Sonreí por ello.

Me agaché para estar a su nivel, mi corazón derritiéndose ante su sinceridad.

—Yo también estoy feliz, Angela. Muy, muy feliz... Aunque sigo teniendo una espinita por lo que pasó... Por alejarme.

Angela arrugó su frente y negó con la cabeza, abrazándome con cariño casi haciéndome hasta un poco de daño por la fuerza que parecía tener.

—Estaba enfadada contigo, pero estás aquí. Sabía que volverías, sino no te hubiese dejado mi peluche favorito.

Entonces, cuando la miré al rostro tras separarse, vi algo en su mirada, algo que pareció dudar por un momento antes de preguntar en voz baja;

—¿Es cierto que Ginevra es mi madre? —Soltó de golpe, dejándome más K.O que un boxeador—. ¿Lo es, Oli?

La pregunta me tomó por sorpresa, y por un momento me quedé sin palabras. Miré hacia donde estaba Ginevra, charlando animadamente con Zev. Los segundos parecieron estirarse mientras consideraba cómo responder.

Algún día debía de saberlo, aunque no sabía si era correcto decírselo yo. Pero tampoco quería mentirle, ni ocultarle nada. Aún estaba pendiente el tema de Giulio que debíamos decírselo poco a poco.

Finalmente, volví mi atención a Angela y asentí suavemente.

—Sí, cariño. Ginevra es tu madre —confirmé en voz baja.

Los ojos de Angela se iluminaron y, sin decir una palabra más, salió corriendo hacia Ginevra, envolviéndola en un abrazo que tomó a la mujer por sorpresa. Vi cómo Ginevra miraba a Angela con confusión, para luego buscar mi mirada. Le di un pequeño asentimiento, y vi cómo la comprensión y la emoción inundaban su rostro.

Zev se acercó a mí, rodeando mi cintura con su brazo.

—Creo que va siendo hora de irnos al rancho —murmuró, su voz ronca de deseo. Me miró el escote que me hacía el vestido y, sin retirar la mirada de ahí, susurró. —No aguanto más las ganas de quitarte ese vestido.

Sentí un escalofrío de anticipación recorrer mi cuerpo.

—Entonces, ¿qué estamos esperando? —respondí, mi voz apenas un susurro.

Nos despedimos de nuestros invitados entre abrazos, besos y buenos deseos.

Sabiendo que podía irme tranquila que Angela se quedaría con Marta y Oliver y Ginevra, mientras que los demás parecían querer seguir con la fiesta en otro lado, quizás en algún bar del pueblo más cercano que había por esta zona, empezamos a caminar juntos de la mano hacia la camioneta de Zev.

Finalmente, subimos a la vieja camioneta de mi marido, tan diferente del lujoso Ferrari que solía conducir en Chicago. Pero mientras nos alejábamos por el camino de tierra, con el cielo estrellado sobre nosotros y el aire fresco de la noche entrando por las ventanillas abiertas, no pude evitar pensar que prefería mil veces esta versión de Zev, este hombre sencillo y auténtico que había descubierto lejos de la opulencia y las expectativas de su antigua vida.

El trayecto hacia el rancho fue un viaje a través de un paisaje de ensueño. Los árboles se alzaban a ambos lados del camino, sus siluetas recortadas contra el cielo nocturno. La naturaleza nos rodeaba, salvaje y hermosa, sin el menor rastro de la civilización que habíamos dejado atrás. El cielo era un espectáculo en sí mismo, un manto de terciopelo negro salpicado de diamantes brillantes. Sin la contaminación lumínica de la ciudad, las estrellas parecían más cercanas, más brillantes, como si quisieran ser testigos de nuestra felicidad.

Era el lugar perfecto, tranquilo y en el que poder alejarse de todo cuando todo se desmoronaba.

Era ese lugar en el que uno poder refugiarse cuando todos te señalaban, cuando todos te creaban una falsa reputación que era difícil cambiar. Un lugar donde nadie te conocía, donde poder empezar de cero.

Fue en ese momento en el que la vieja camioneta empezó a sonar ciertos ruidos extraños, como si se quisiera parar en cualquier momento, pero no pasó, continuó, aunque el sonido no dejó de hacerlo mucho más tarde.

—No es el Ferrari —respondió Zev mientras parecía algo preocupado por el viejo trasto.

—Me encanta este coche. Es más tu —respondí divertida.

Aunque no lo miré, podía notar los ojos oscuros de mi marido sobre mi.

—¿Por qué es viejo y está echo una mierda como yo en este momento?

Giré mi rostro para mirarlo y, en efecto, me estaba mirando de esa manera que me hacía desear quitarle la maldita ropa y hacerle cualquier tipo de perversión ahí mismo, sin importar donde nos encontrásemos.

—Porque demuestra lo que es. Es acogedor y sé que siempre estará ahí. El Ferrari no era así —contesté, volviendo mi mirada hacia la ventanilla del coche. Pero por el espejo podía ver que él seguía echándome pequeños vistazos.

Fue ahí cuando sentí los largos dedos de mi marido sobre mi mano y la tomó mientras continuábamos por ese camino, por esa carretera solitaria, enamorándonos más después de todo lo que estábamos y habíamos pasado juntos.

—¿Has pensado alguna vez en tener una galería de arte?

La pregunta me tomó por sorpresa mientras nos dirigíamos hacia dicho rancho, el lugar donde era tan tranquilo y donde me sentía con ganas.

Cuando lo miré al hermoso rostro relajado de mi marido, susurré;

—Si, siempre lo pensé pero es costoso y no es fácil atraer a artistas.

Entonces, como si nada, me dijo;

—A mi me encantaría ver tus obras expuestas algún día —contestó sin soltarme la mano, con una hermosa sonrisa en sus labios que me dejó totalmente enamorada.

Cuando finalmente llegamos al rancho, mi corazón latía con anticipación. Zev detuvo la camioneta y rodeó el vehículo para abrirme la puerta. Estaba a punto de bajar cuando, de repente, sentí sus brazos a mi alrededor y me encontré siendo levantada en el aire para que mi cuerpo quedase sobre el hombro de mi marido con el culo en pompa, cerca del rostro del idiota de Zev.

—¡Zev! —exclamé, siendo totalmente ignorada. Sorprendida y un poco asustada susurré. —Tu hombro...

Él soltó una risa suave con sus manos disfrutando de mi trasero cubierto con el vestido blanco, dejándome más caliente que al principio.

—Este es mi hombro sano, cariño. No te preocupes, puedo llevarte sin problemas.

Me relajé, aunque no mucho porque era una posición incómoda y deseé estamparle los 5 dedos en su glúteo derecho bien definido, pero lo ahorré porque a saber que iba a darme él de castigo. Aunque pensándolo bien... No era tan mala idea. Permitiéndome disfrutar del momento Zev me llevó hasta la puerta del rancho, donde se detuvo por un momento.

—Bienvenida a casa, señora Lara —dijo suavemente, antes de cruzar el umbral conmigo sobre su hombro.

El interior del rancho estaba iluminado por la suave luz de velas, creando una atmósfera íntima y romántica. Zev me bajó suavemente, pero mantuvo sus brazos alrededor de mi cintura, manteniéndome cerca.

—Te amo, Olivia —susurró, su frente apoyada contra la mía—. Más de lo que jamás creí posible amar a alguien.

—Y yo te amo a ti, Zev —respondí, mi voz cargada de emoción—. Con todo mi corazón.

Nuestros labios se encontraron en un beso tierno que rápidamente se volvió apasionado. Las manos de Zev encontraron el cierre de mi vestido, sintiendo el temblor al sentir sus dedos sobre mi piel desnuda, y sentí cómo lo bajaba lentamente con sus dedos dejando un rastro de fuego sobre esa piel.

Di gracias que Rocky se encontraba con Ginevra y compañía y no aquí, viendo el espectáculo que ambos íbamos a dar a las paredes del rancho.

Mientras el vestido caía al suelo, formando un charco de seda blanca a mis pies, no pude evitar pensar en todo lo que habíamos pasado para llegar a este momento. Las mentiras, los peligros, las separaciones... Todo parecía un sueño lejano ahora.

Aquí, en los brazos de Zev, en este rancho que se había convertido en nuestro refugio, me sentía segura, amada y, por primera vez en mucho tiempo, verdaderamente en casa. El futuro aún era incierto, con las amenazas de las Smirnov aún acechando en las sombras, pero en este momento, nada de eso importaba.

Esta noche era nuestra, un nuevo comienzo, una promesa de amor eterno sellada bajo el cielo estrellado de Kansas. Y mientras Zev me llevaba en brazos hacia nuestra habitación, supe con certeza que, pasara lo que pasara, enfrentaríamos juntos cualquier desafío que la vida nos presentara.

Porque ahora éramos uno, unidos no solo por un anillo o un papel, sino por un amor que había sobrevivido a las pruebas más duras y había emergido más fuerte que nunca. Y ese amor, estaba segura, sería nuestra fuerza y nuestro refugio en los días venideros.

—Estás pensando mucho... Y te necesito bien despejada para lo que vamos a hacer —susurró mientras metía su mano debajo de mi sujetador, rozando con delicadeza mi pecho izquierdo.

—Quizás me estás aburriendo, cucaracha —respondí juguetona.

Entonces, Zev elevando la ceja, me miró con esa mirada tan chulesca tan típica de él que no quería que la cambiase en la vida y dijo;

—No debiste decir eso, ricitos.

Sin darme tiempo a nada, me dio la vuelta mientras él se sentaba en el sofá, aun bien vestido de novio el muy idiota y me sentó sobre su regazo, mientras empezaba a bajar con muy poca delicadeza mis bragas.

Con su enorme mano tocándome las nalgas, empezó a hacer ciertos movimientos en ciertas zonas que tan solo me hizo suspirar. Y, sin esperármelo, me dio la primera nalgada que me dejó más caliente de lo habitual, luego me dio otra y murmuró;

—Adoro como se te encoge las nalgas cuando te hago esto —respondió, volviendo a hacerlo nuevamente.

—Te gusta fastidiarme.

—Y a ti joderme, ricitos —contestó con ese tono que me encantaba.

Me tomó, abrazándome yo a él mientras que Zev empezaba a subir las escaleras del rancho, llegando a nuestra habitación para luego acostarme con delicadeza en la cama. Con mis dedos, empecé a desabotonar los botones de su camisa para quitársela de una vez, dejándome verle ese espléndido cuerpo que poseía mientras veía aún la venda que tenía sobre su hombro.

Con delicadeza, lo rocé para luego notar como los labios de Zev se posaban sobre mi mejilla y me dejaba un delicado beso que me hizo suspirar. Con su ayuda, conseguí quitarle de una vez los pantalones, hasta que se liberó de aquella tela, viendo lo espectacular que era ese hombre frente a mi y, sin hacerme esperar más, se colocó sobre mi y entró de una mientras empezaba a moverse ágilmente en mi interior.

Gemí mientras que él continuaba con sus movimientos de caderas, entrando y saliendo de mi, frotándose como me encantaba, haciéndome susurrar cosas sin sentido mientras que notaba la mirada de Zev sobre mi.

El sudor empezaba a salir mientras que ambos hacíamos lo nuestro en aquella cama, en aquel lugar en el rancho, solos y amándonos como lo hacíamos desde hacía meses.

Tan solo disfruté de este momento antes de que las cosas empeorasen.


***

Aquí tenéis un nuevo capítulo de Olivia y Zev.

Quedan ya 6 capítulos, por lo que la cuenta atrás ya está más que lista y no puedo estar mas emocionada por ello, a pesar de que los echaré mucho de menos después de 1 año trabajando en la historia de ambos.

¿Que les ha parecido este capítulo?

Sé que ha sido un capítulo rápido y simple, pero las estoy preparando para lo que se viene.

¿Queréis saber más?

¿Olivia y Zev?

Nos leemos el sábado

Patri García

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro