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V E I N T E | P A S I Ó N D E S C O N T R O L A D A 🪩

«Eran mi familia y como mi familia, los protegería de cualquier manera»

Olivia Lara.

OLIVIA LARA

El sudor corría por mi frente mientras esquivaba otro golpe de Luna. Tres semanas de entrenamiento intensivo habían mejorado mis reflejos, pero Luna seguía siendo un oponente formidable. Su puño pasó rozando mi mejilla y aproveché la oportunidad para contraatacar con una patada baja.

—Bien, Olivia —dijo Luna, bloqueando mi patada con facilidad—. Estás mejorando. Pero recuerda, en una pelea real, tu oponente no se contendrá.

Asentí, recuperando el aliento.

—Lo sé. Es solo que... es difícil imaginar que realmente tendré que usar esto algún día.

Luna me miró con una mezcla de compasión y determinación en sus ojos.

—Espero que nunca tengas que hacerlo. Pero si llega el momento, estarás preparada.

Desde el otro lado del gimnasio improvisado en aquel bosque en el cual convivíamos todos juntos, Sunam observaba nuestra sesión de entrenamiento con ojos críticos. Su presencia era a la vez reconfortante e intimidante. Sabía que, bajo su mirada atenta, cada movimiento que hacía estaba siendo evaluado y analizado.

Lo conocía muy bien.

—Tu postura ha mejorado —comentó Sunam, acercándose a nosotras—. Pero aún telegrafías demasiado tus movimientos. Un oponente experimentado podrá leer tus intenciones antes de que ataques.

Suspiré, frustrada conmigo misma.

—Lo siento. Es que... hay tantas cosas en las que pensar al mismo tiempo. La postura, el equilibrio, anticipar los movimientos del oponente... Han pasado años desde que no entreno, Sunam.

Sunam asintió, su expresión suavizándose ligeramente.

—Es normal. El combate no es solo físico, es mental. Con el tiempo, estos movimientos se volverán instintivos. Por ahora, concéntrate en...

Sus palabras fueron interrumpidas por el sonido de la puerta abriéndose. Ginevra entró en la habitación que era un gimnasio con un pequeño lugar donde entrenar lucha, y su presencia imponente como siempre. Pero había algo en su expresión, una tensión en sus ojos, que me puso inmediatamente en alerta.

—Olivia —dijo Ginevra, su voz controlada pero con un toque de urgencia—. Necesito hablar contigo. En privado, si es posible.

Miré a Luna y Sunam, quienes asintieron en comprensión.

—Tomaremos un descanso —dijo Luna, recogiendo sus cosas—. Sunam, ¿quieres practicar algunos movimientos mientras tanto?

Sunam asintió y ambos se alejaron, dándonos espacio a Ginevra y a mí.

Me acerqué a Ginevra, la preocupación creciendo en mi pecho.

—¿Qué sucede, Ginevra? ¿Está todo bien?

Ginevra miró a su alrededor, asegurándose de que estábamos solas antes de hablar.

—Tengo noticias, Olivia. Noticias sobre... Sally.

El nombre cayó entre nosotras como una piedra en un estanque tranquilo, enviando ondas de tensión a través del aire. Sally, el amor perdido de Ginevra, una herida que nunca había sanado completamente.

De tan solo imaginármelo, no podía dejar de pensar en Zev y en si ya se lo habría dicho cualquier noticia de ella, ya que era su madre.

—¿Qué tipo de noticias? —pregunté suavemente, temiendo la respuesta.

Ginevra tomó una respiración profunda antes de continuar.

—Tengo pruebas. Pruebas de su asesinato.

Sentí que el aire abandonaba mis pulmones.

—¿Cómo...?

—Tenías razón... Akkerman no le estaba gustando nada lo que Sally hacía en privado —dijo Ginevra, su voz tensa con emociones contenidas—. Akkerman le parecía bastante atractiva Sally y ella se estaba dejando ver demasiado por lo que estaba investigando. La prueba que tengo es un vídeo de ella caminando hacia el hotel en el que íbamos a quedar esa noche y un hombre siguiéndola tras bajarse de un coche de la pertenencia de Akkerman. Esos vídeos se borraron, pero un amigo los pudo conseguir.

Me quedé en silencio por un momento, procesando la información. Parte de mí quería ofrecer consuelo, otra parte quería hacer preguntas, buscar más detalles. Pero mi mente estaba nublada, dividida entre el shock de esta revelación y los pensamientos persistentes de mi propio dolor, el divorcio que aún pesaba sobre mí como una sombra.

—Ginevra, yo... Si necesitas mi ayuda, solo tienes que pedirla —dije finalmente, las palabras saliendo automáticamente.

Ginevra me miró con una mezcla de gratitud y preocupación.

—No, Olivia. Agradezco tu oferta, pero no. Tú tienes que concentrarte en tu propia seguridad, en tu entrenamiento. Las Smirnov siguen ahí fuera, y necesitas estar preparada.

Asentí distraídamente, mi mente aún dando vueltas.

—Sí, tienes razón. Es solo que... es mucho para procesar.

Y era cierto. No solo por el tema de Sally, ya que sospechaba de Akkerman y su fraudulenta empresa. Sino por lo que había pasado en los últimos meses, con lo de Mattia, las pistas, el saber la verdad de mi pasado, ser consciente de que me persiguen unas sanguinarias y, sobre todo, el divorcio con el hombre al que amo.

Eran muchas cosas y poco tiempo.

Cuando estaba así, llegaba por la noche a casa y me acostaba en la cama con Zev, olvidándome de todo lo demás. Ahora me iba a la cama totalmente sola, deambulando mis pensamientos más oscuros, los fantasmas que revoloteaban por mi interior.

Lo echaba jodidamente de menos. Muchos más de lo que en mi vida me había imaginado.

Y en la mirada de Ginevra vi comprensión.

En ese momento, Delia entró en la habitación, tan elegante como siempre, ya sin aquello en su brazo, pero si todavía adolorida por la herida de bala que recibió en su hombro. Su presencia siempre era bienvenida. Nos miró a ambas, captando la tensión en el aire.

—¿Akkerman contratando a un tipo para asesinar a la madre de Zev? —preguntó, contoneando las caderas y acercándose con cautela.

Ginevra negó con la cabeza.

—Esto es conversación privada, Marković.

Pero Delia, la cual empezaba a conocer mucho más, se colocó cerca de nosotras, mostrando su voluminoso pecho embutido en ese vestido y dijo;

—Esas conversaciones son las más interesantes.

Preferí no decir absolutamente nada, solo escuchar a ambas mujeres, las cuales parecían tener sus grandes diferencias y debían trabajar, a pesar de todo, codo con codo para ayudarme. Aquello me hacía sentir mal porque me estaban ayudando por cosas que la familia de mi padre había hecho en el pasado. Y eso me hacía sentir culpable.

—El caso de Sally salió en todos los noticieros posibles —respondió Ginevra, con cierto rostro triste de imaginarse aquel escenario del pasado.

—Lo sé, la noticia saltó por todas las familias del mundo —respondió Delia—. Y tu familia fue la más sospechosa de todas.

La sombra apareció en los ojos de Ginevra que no le gustó esa mirada acusatoria.

—En mi vida se me ocurriría hacerle daño a Sally.

Delia sonrió de aquella manera tan suya y negó con la cabeza.

—Cualquier familia que tenga la mínima experiencia, sabe que tu familia no fue. Pero desde ya te digo que por muchas pruebas que encuentres, no creo que Akkerman le diese tiempo a matar a Sally.

Aquello dejó totalmente mal a Ginevra, la cual se había pegado más de 1 mes y medio en buscar pruebas sobre ello.

Ginevra frunció el ceño.

—¿Por qué lo dices? Las pruebas apuntan claramente en esa dirección.

Delia se movió incómoda, como si estuviera a punto de decir algo que sabía que no nos gustaría oír.

—Bueno, si estamos hablando de motivos... —Nos miró a ambas para luego responder. —Honestamente, suena más como algo que haría Giulio Grimaldi.

El nombre cayó entre nosotras como una bomba. Giulio Grimaldi, el padre de Zev, el hombre que había estado en el centro de tantos conflictos. El que decía haber amado a su esposa. Si, hubo un tiempo que sospeché de él, pero luego esa idea se fue extinguiendo con el tiempo. Ahora ya no estaba segura de absolutamente nada.

Y más si Giulio vendió la media confianza de su propio hijo diciéndole a las Smirnov donde íbamos, poniendo en peligro a Zev y a Angela.

—¿Giulio? —repetí, mi voz apenas un susurro. —Explícate.

Delia suspiró profundamente antes de continuar.

—Piénsenlo. Si se tratara solo de negocios turbios, un empresario podría haber encontrado otras formas de silenciar a Sally. Pero un asesinato... Eso suena más a una cuestión personal. Y si hablamos de motivos personales después de que su marido la pillara con otra persona —respondió. —Hemos trabajado codo con codo con Giulio y no hay hombre más rencoroso y vengativo que Giulio Grimaldi.

—Estás insinuando que fue por celos —dijo Ginevra con su voz tensa.

Delia asintió lentamente.

—Exactamente.

Sentí que mi cabeza daba vueltas con esta nueva información. ¿Giulio? Si, era algo que me esperaba de él. Pero sin pruebas...

Tampoco sabíamos si había sido algo premeditado, si también estaba Akkerman en el asunto o si Sally estuvo en el momento y el lugar incorrecto.

—Pero... ¿qué pruebas hay de esto? —pregunté, tratando de mantener la calma y la objetividad.

Delia se volvió hacia mí, sus ojos llenos de una mezcla de compasión y determinación.

—No tengo pruebas concretas, Olivia. Solo... años de conocer a Giulio, de ver cómo opera. Su obsesión por el control no era un secreto en ciertos círculos. Y si descubrió que Ginevra amaba a Sally...

¿Cómo Delia sabía eso? Ginevra solo me lo había contado a mí. A no ser que eso no fuese un secreto.

Ginevra tenía la misma mirada que yo.

—Podría haber actuado por celos —completé la frase, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

Ginevra se había quedado en silencio, su rostro una máscara de emociones contenidas. Cuando finalmente habló, su voz era apenas un susurro.

—Me lo imaginé. Siempre me lo imaginé.

—Puede que ambas cosas estén relacionadas —sugirió Delia suavemente—. Tal vez Sally descubrió algo sobre Giulio durante su investigación y todos sabemos que Giulio y Akkerman son aliados en el pasado. Algo que él no quería que saliera a la luz.

El silencio cayó sobre nosotras, pesado y cargado de implicaciones. Mi mente daba vueltas, tratando de procesar toda esta nueva información. Giulio, el padre de Zev, posiblemente implicado en un asesinato por celos.

—Necesito descansar un rato. Perdónenme —dije finalmente, mi voz temblando ligeramente.

Aún no estaba para nada bien después del divorcio y apenas pegaba ojo por las noches. Lo último que quería era meterme más problemas en la mente.

Ginevra asintió, su rostro una mezcla de emociones contradictorias.

—Lo entiendo, Olivia. Tómate el tiempo que necesites. Pero recuerda, tu seguridad sigue siendo la prioridad. No podemos perder de vista la amenaza de las Smirnov.

Asentí mecánicamente, agradecida por el recordatorio pero aún abrumada por todo. Me alejé unos pasos, necesitando espacio para respirar, para pensar.

Mientras Ginevra y Delia continuaban su discusión en voz baja, me encontré mirando por la ventana, observando el mundo exterior que parecía tan ajeno a los oscuros secretos y conspiraciones que acabábamos de desenterrar. En aquella cabaña, en mitad del bosque, a kilómetros de distancia de Chicago.

Muy, muy lejos de Zev y Angela.

¿Cómo había llegado mi vida a este punto? Hace solo unas semanas, mi mayor preocupación era mi matrimonio con Zev, nuestro amor, recuperarme de las heridas que Mattia había dejado en mí. Ahora, estaba en medio de una red de mentiras, secretos y posibles asesinatos. Y Zev... ¿qué pensaría él si supiera lo que acabábamos de descubrir sobre su padre?

Escuchando como el viento soplaba tras la ventana en aquel bosque, el sonido de pasos acercándose me sacó de mis pensamientos. Era Luna, su expresión una mezcla de preocupación.

—Olivia —dijo suavemente—. ¿Estás bien? Pareces... perturbada.

Intenté sonreír, pero estaba segura de que salió más como una mueca.

—Estoy... tratando de ser fuerte, Luna... De continuar mi vida.

Luna asintió, comprensiva.

—Lo entiendo. Pero recuerda, sea lo que sea que esté pasando, no estás sola en esto. Estamos aquí para ti, para protegerte y ayudarte en lo que necesites. No solo soy tu guardaespaldas.

Sus palabras me reconfortaron más de lo que esperaba. Tomé una respiración profunda, sintiendo cómo parte de la tensión abandonaba mis hombros.

—Gracias, Luna. Realmente lo aprecio.

Luna sonrió levemente.

—¿Quieres continuar con el entrenamiento? A veces, un poco de actividad física puede ayudar a aclarar la mente.

Consideré su oferta por un momento. Parte de mí quería esconderse, rumiar sobre toda esta nueva información. Meterme en la cama y llorar horas por estar tan lejos de Zev. Pero otra parte, la parte que había estado creciendo y fortaleciéndose durante estas semanas de entrenamiento, sabía que Luna tenía razón.

—Sí —dije finalmente, con más firmeza en mi voz—. Volvamos al entrenamiento.

Mientras seguía a Luna de vuelta al área de entrenamiento, eché un último vistazo a Ginevra y Delia, aún sumidas en su intensa discusión. Fuera lo que fuera que descubrieran, sabía que tendría que estar preparada. No solo física, sino también mentalmente.

El entrenamiento continuó, cada golpe, cada bloqueo, cada movimiento una afirmación de mi determinación. No sabía lo que el futuro me deparaba, pero estaba decidida a enfrentarlo con toda la fuerza que pudiera reunir.

—Concéntrate, Olivia —La voz de Luna me sacó de mis pensamientos—. Tu mente está en otra parte.

Sacudí la cabeza, tratando de despejarla.

—Lo siento, Luna.

Luna detuvo el entrenamiento, mirándome con una mezcla de preocupación y comprensión.

—Recuerda, en una situación real, no tendrás el lujo de distraerte. Tus pensamientos pueden ser tu peor enemigo en una pelea.

Asentí, sabiendo que tenía razón.

—¿Cómo lo haces, Luna? ¿Cómo mantienes la mente clara cuando hay tanto en juego?

Luna sonrió levemente.

—Años de práctica, Olivia. Y la comprensión de que, a veces, pensar demasiado puede ser tan peligroso como no pensar en absoluto. En el calor del momento, tienes que confiar en tu entrenamiento, en tus instintos.

Sus palabras resonaron en mí confianza en el entrenamiento, en los instintos. Pero, ¿cómo podía confiar en mis instintos cuando todo mi mundo parecía estar de cabeza?

—Luna —dije, mi voz más baja de lo que pretendía—. ¿Crees que alguna vez volveré a tener una vida normal? ¿Sin tener que mirar constantemente por encima del hombro, sin tener que aprender a defenderme de amenazas invisibles?

Luna me miró por un largo momento antes de responder.

—La normalidad, Olivia, es relativa. Lo que era normal para ti hace un mes, puede no serlo ahora. Y lo que es normal ahora, puede cambiar mañana. La clave no es buscar la normalidad, sino adaptarse a los cambios.

Suspiré profundamente.

Luna colocó una mano reconfortante en mi hombro.

—Es natural extrañar lo que teníamos, Olivia. Pero recuerda por qué estás haciendo esto. Por qué todos estamos aquí, ayudándote. Es para que puedas tener un futuro, sea cual sea la forma que tome ese futuro.

Asentí, sintiendo una nueva determinación crecer dentro de mí.

—Tienes razón. No puedo cambiar el pasado, pero puedo prepararme para el futuro. Cualquiera que sea ese futuro.

—Exactamente —dijo Luna con una sonrisa de aprobación—. Ahora, ¿lista para continuar?

—Lista —respondí, poniéndome en posición de combate.

🪩

DELIA MARKOVIĆ

Retiré con cierta molestia la gasa que tenía pegada en la zona de la herida. Necesitaba cambiarla tras haberme dado una ducha larga.

Me observaba desde el espejo de mi diminuto cuarto, entre esas cuatro paredes cubiertas de madera, con una hermosa ventana donde podía ver el exterior. Lo cual tenía unas vistas increíbles del bosque y aquel lago que estaba a más de 50 metros de distancia. El amanecer se podía ver a la perfección mientras los pájaros se escondían en sus árboles para descansar para el siguiente día.

El olor a pino inundaba todo el lugar y, aunque era reacia a estar aquí, admitiré que fui acostumbrándome a estar en un lugar tan tranquilo como este.

Con tan solo una toalla envuelta en mi cuerpo desnudo, terminé de retirar aquella gasa, tirarlo en la papelera que tenía cerca de mí y verme la herida de bala desde el espejo. Lo cual sería un maldito y constante pensamiento de que era una cicatriz del día en el que murió Stefan por mi culpa.

No paraba de pensar en que podía haber hecho algo más, que quizás estaría aquí con todos nosotros dándonos órdenes y leyendo aquellas revistas rosas de chismes que tanto le gustaban. Ahora, se había convertido en cenizas.

Mi rostro parecía triste al verme en el espejo y pensar en lo que podía haber hecho. Suspiré mientras trataba de no hacerme sentir mucho más culpable de lo que ya me sentía. Pero lo que peor llevaba era que Nikola estaba pasando su peor momento y había perdido a su padre. Desde que me desperté en aquel hospital, él no se había separado de mi, pero de igual forma...

Me sentía tan culpable que podía sentir las sombras de mi mirada en el espejo.

Rocé con cuidado la cicatriz todavía bastante reciente y sentí que me dolía un poco. Quizás era porque era muy nuevo. Negué con la cabeza, cuando de pronto la puerta de mi cuarto se abrió y mi rostro de enfado se dirigió hacia el idiota arrogante y pijo que la había abierto.

—¡¿Eres idiota, Valkov?!

Nikola, con su cabello suelto tan rubio como el oro, me miró a los ojos. Independientemente de que estuviese semidesnuda con tan solo envuelta en una toalla, se metió dentro de mi cuarto, cerró la puerta y caminó hacia mi.

En ningún momento bajó su mirada hacia mi cuerpo, hacia la toalla rosa que llevaba puesta, ignorando mis piernas totalmente expuestas y que se podía ver un poco más de mis pechos de lo que nadie se imaginaba. Tan solo caminó sin dejar de mirarme, para luego parar hacia la cicatriz demasiado reciente que tenía y que estaba libre, sin nada.

—Ya te dije la última vez que me llamases para colocarte la gasa, Delia. —Me miró de manera fría, pero podía ver angustia en sus ojos tan azules como el cielo.

Carraspeé, notándome algo nerviosa ante su presencia. Y aquella tensión sexual que siempre teníamos parecía hacerse cada vez más fuerte a medida que más tiempo pasábamos en Chicago, y ahora más en esa maldita cabaña.

—Sé colocarme una maldita gasa por mi cuenta.

Me giré, dándole la espalda tratando de ignorarlo, pero él seguía detrás de mi.

Cuando traté de colocarme la gasa, la mano de él me la arrebató, con aquella altura mucho más alto que yo y eso que yo era una mujer más alta de la media, se acercó a mi, demasiado. Mucho más de lo que podía imaginarme.

Nikola, que era un hombre de muy pocas palabras, no me dijo nada y yo me alejé enfadada. No estaba de humor para nuestros jueguecitos.

—Estoy desnuda, Nikola. —Sujeté con fuerza mi toalla, como si me fuese la vida en ello.

—Tu me has visto más veces desnudo, Delia y no me he quejado en ninguna de ellas.

En aquello tenía razón y desde la primera vez, no había dejado de soñar eróticamente con poder poseerlo para mi sola. Porque ese hombre, aunque tratase de negarlo, me volvía loca. Completamente loca y necesitaba follármelo en algún momento de mi vida.

Traté de ser distante, pero él se acercó a mi, empezando a colocarme la gasa, colocando sus desnudos dedos sobre mi piel delicada. Aquello me hizo temblar y juré que él lo notó por la mirada que había puesto.

—¿En que piensa esa cabeza tuya?

Y ahí estaba la maldita pregunta.

Por si fuese poco las ganas que le tenía, ahora quería indagar en que es lo que estaba pensando.

Pero dejé de mirarlo y no podía dejar de pensar en lo que le prometí a Stefan, en que ya no volvería a verlo y en lo que había perdido Nikola. Por mi culpa.

Y se lo expresé en palabras.

—En que, por mi culpa, tu padre no está aquí.

La arruga de él, esa que decía yo tanto odiar, apareció nuevamente en su entrecejo por mi respuesta. Ante su negativa, contestó;

—No fue tu culpa, Delia. —Su voz, tan grave como el sonido de un motor, me hizo clavar mis ojos sobre los suyos.

—Podía haber reaccionado antes y no lo hice.

Nikola, acabando de colocarme la gasa, se acercó mucho más a mi con aquella altura tan descomunal que tenía y respondió;

—Stefan, a pesar de las rivalidades de nuestras familias, te admiraba. Decía que ya era hora de que una mujer tuviese los pantalones en los Marković —murmuró, sorprendiéndome por lo que me estaba diciendo. —Siempre has tenido grandes talentos de defensa y encima con un vestido de gala puesto. A veces, cometemos errores o nos despistamos... Delia, ni se te ocurra pensar en esa estupidez de que fue tu culpa.

Ignoré sus palabras. No podía dejar de pensar en la lucha que tuvimos aquel día en su despacho y en como cayó desplomado, para luego ver que estaba herido y yo no podía haber hecho algo más para salvarlo.

—Lo fue.

Bajé la mirada, ocultando mis ojos tras mis largas pestañas.

—No fue tu culpa. Esas Smirnov siempre han estado detrás de nosotros, pero no pueden ir a Bulgaria porque sabe que les cae las de la ley. Siempre nos han odiado.

—Pero... murió...

Era incapaz de mirarlo directamente. Me sentía avergonzada y creía que él me odiaba, no de aquella manera que nos odiábamos, sino de la forma en la que no quería volver a saber nada más de la otra persona. Había perdido a su padre y yo estaba delante. Podría haber hecho algo más y no lo conseguí... No lo conseguí.

Su mano, colocándose bajo mi barbilla, hizo levantarme la cabeza para que lo mirase directamente a los ojos y ese roce, esos dedos sobre mi piel, me quemaron, deseándolo más.

Pero lo que vi en sus ojos, totalmente angustiados a pesar de su seriedad, me sorprendió mucho más que ninguna otra cosa.

—Y yo a ti casi te pierdo también —respondió con una voz mucho más fuerte que antes—. Estuve 5 malditas horas para que los médicos me dijesen algo. 2 días deseando que despertases y otros 2 sin separarme de ti allí. Noches sin dejar de pensar en todo este tiempo que hemos sido enemigos y no hemos hablado como era debido.

Arrugando mi frente sin entender a lo que se refería, parecía mirarme no... Admirarme. Sus ojos no dejaban de obsérvame a mis ojos y luego a mis labios, lego volvía a mis ojos. Y aquello, ese movimiento, era lo que me estaba poniendo totalmente nerviosa.

No ayudaba a que yo también bajase mi mirada hacia los labios de ese hombre y desease saborearlos de todas las formas posibles. Primero besándolos, luego sintiéndolos en mis pechos, y luego haciéndome maldades entre mis piernas.

No, no ayudaba en lo absoluto.

Porque si por mi fuera, no saldríamos de aquel cuarto en 2 malditos días.

—Somos enemigos, Nik. ¿De que cojones quieres hablar? —cuestioné enfadada.

Pero él parecía estar mucho más enfadado por mi respuesta.

—No te hagas la tonta, porque lo sabes a la perfección.

Mirándolo sin entender nada, susurré;

—No sé de que...

Nikola estampó sus labios sobre los míos, pegándome en aquel mueble que había frente al espejo donde estaban el resto de gasas y yo casi perdí el equilibrio, sino fuera porque Nikola me sujetó firmemente con sus enormes manos. Sentí sus labios sobre los míos y fue mil veces mejor de como me lo imaginaba y no ayudaba en lo absoluto a sentir su duro cuerpo esculpido por el gimnasio en mi cuerpo.

Con mi mano que estaba bien, la coloqué sobre su cabello rubio, uniéndolo para poder sentirlo mucho mejor aquel sedoso cabello que poseía. Con el brazo que tenía herido, la coloqué sobre su duro torso. Pero él no se quedaba atrás, colocando sus enormes manos sobre mis glúteos, apretujándolos como más deseaba él y hasta podría decir que tenía una obsesión de mi trasero escondida al igual que yo lo tenía con su miembro.

La toalla empezó a resbalarme de mi cuerpo desnudo, acabando en el maldito suelo de madera y él ayudó en ese proceso para poder tenerme totalmente expuesta y a su merced.

Y me puse más cachonda por ello de lo que debía.

Me levantó de suelo, colocándome sobre aquel mueble, sentando mis glúteos desnudos cerca de aquellas gasas mientras que Nikola se acomodaba entre mis piernas, sintiendo la dureza de él en mi sexo desnudo.

Solté un largo gemido en cuanto él me dejó, para luego volver a colocar sus labios sobre los míos, comiéndome la boca con más ímpetu, deseoso de ir a más, metiendo su lengua en mi boca y buscando la mía para danzar juntas. Necesitaba tocarlo, sentirlo más, mucho más y poder ir de una vez a esa parte que ambos parecíamos haber estado guardando por muchos años.

Él se separó apenas, para quitarse aquella camiseta que llevaba puesta, dejándome ver los abdominales totalmente trabajados y esos pectorales esculpidos por los mismos dioses. Su cabello totalmente suelo, llegando por debajo de sus hombros y esos ojos azules que no paraban de mirarme una y otra vez.

En esta pasión descontrolada que ambos llevábamos escondiendo muchos años.

Me mordí el labio, consiguiendo escuchar de sus labios;

—Joder, Delia.

Volvió a estampar sus labios sobre los míos y su miembro erecto tras aquellos pantalones lo empezó a restregar entre mis piernas, notando como mi clítoris se sentía hinchado y excitado por ese jodido hombre que tenía para mi sola en ese momento.

De arriba abajo, él empezó a restregarse, notando ambos las ganas que nos teníamos y continuando mientras empezaba a notar como el placer llegaba cada vez a más, mientras mis pechos voluminosos se aplastaban en los pectorales duros de él.

—Nikola... —gemí mientras continuaba con su tortuoso movimiento, hasta que conseguimos llegar al final, corriéndome en sus pantalones vaqueros que llevaba y él parando, colocando su frente sobre la mía.

Suspiramos ambos y en ese momento me di cuenta que necesitaba mucho más de él. Mucho más que simplemente frotarnos. Necesitaba todo. Y cuando lo decía todo, era jodidamente todo.

—A esto me refiero —respondió Nikola algo enfadado.

Se agachó, dejándome con ganas de más y dándome la toalla rosa para que me la pusiera. Se llevó consigo su camiseta y se largó, sin decirme nada más.

Cerró la puerta, dejándome totalmente sola en mi cuarto, cachonda y desnuda, sin hacer nada más.

El muy capullo.


***

Aquí un nuevo capítulo de SHADOWS ;)

¿Que les ha parecido?

¿Olivia?

¿Su entrenamiento?

¿Lo de Sally?

¿La teoría de Delia?

¿Delia y Nikola?

Nos leemos el sábado y pronto, muy pronto, subiré la sinopsis de la tercera novela donde conoceremos los próximos protagonistas de la tercera novela de esta saga ;)

Patri García

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