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T R E I N T A | A R T E M I S A 🪩

«Había encontrado la paz que hacía años que no tenía. Y solo quería que así siguiera siendo»

Olivia Lara.

7 meses después;

El suave viento de Kansas despeinaba un poco mi cabello suelto que llevaba en ese momento.

Podía sentir el hermoso olor de aquella naturaleza en la que me encontraba rodeada, en aquel rancho a las 3 de la tarde. Gracias al sombrero que tenía puesto y que era de Zev, la cual ahora me había adueñado, conseguía no despeinarme demasiado.

Acaricié el sombrero con cariño recordándolo mientras que Artemisa parecía mover la cabeza ante lo que tenía en mi mano.

—¿Que? ¿No te convence? —le pregunté a la yegua que estaba mirando el dibujo que estaba haciendo.

Me levanté algo costosa de mi asiento y me acerqué a Artemisa, la cual ya tenía la confianza suficiente para dejarla tocarla. Giré mi cuaderno de dibujo para mostrarle la página en la que la estaba dibujando a ella a lápiz y ella hizo un sonido que me arrancó una risa del fondo de mi garganta.

—¿No?

Ella negó con la cabeza mientras el viento movía su cabello.

—Quizás... —Miré el dibujo que me estaba quedando espectacular y le cuestioné. —¿Una nariz más pronunciada?

Ella negó nuevamente, haciendo que sus narices se moviesen demostrándome que eso era lo que no quería.

Reí por lo alto mientras sujetaba el sombrero de Zev con amor.

—Mm... Pues no sé... —Dudosa arrugué mi frente cuando ya supe lo que quería—. ¡Ah! Tu lo que quieres es el cabello más largo, ¿verdad?

Entonces, Artemisa movió la cabeza de manera afirmativa y reí mientras volvía a sacar mi lápiz de dibujo y hacía unos suaves trazados. Me concentré mientras observaba el dibujo que estaba disfrutando hacer mientras que escuchaba a Artemisa a un metro de mi.

7 meses.

7 meses habían pasado desde el último suceso estresante. Desde la muerte de Ginevra... Desde que Zev me dejó. Y cada día era doloroso, pero ahora podía recordarlo sin soltar tantas lágrimas como antes, aunque por las noches aún miraba por la ventana de nuestro dormitorio de aquel rancho y tenía la esperanza de que volviese. De que todo aquello fuese una maniobra de él para salvarnos, para terminar de arreglar las cosas que habían quedado expuestas.

Tenía la esperanza de que lo veía entrando por aquella puerta del rancho, donde estaban las letras en grande del rancho "Artemisa" y caminaba con paso decidido mientras que yo, tras abrazarlo, le gritaba porque había hecho eso y había fingido su muerte. Pero no pasó y no iba a pasar. Ni siquiera podía visitar su tumba porque estaba a muchos kilómetros de Chicago y porque supuestamente Olivia ya no debía existir. Kansas era mi lugar seguro y así lo había demostrado todos estos meses y estaba feliz dentro de lo que cabía. Aunque me faltaban las personas que más quería.

Angela ahora estaba bajo mi tutela y, aunque me costó días poder irle diciendo poco a poco lo que le ocurrió a Zev, con el tiempo pudo hacer una vida como una persona de su edad, yendo al colegio y conociendo amigos sin el temor de que nadie, ningún padre, se involucrase en sus hijos creyendo que era la hija de un hombre como Giulio. Habíamos empezado de 0 y Angela ahora era feliz. Aunque nos faltaba y mucho Zev y Ginevra.

Suspiré mientras continuaba trazando los trazos del cabello de Artemisa bajo aquel sol del lugar.

No volví a contactar con Delia y era normal. Debía pasar más meses antes de que volviésemos a contactar, al menos, por carta y el embarazo ya estaba bastante avanzado. Daba las gracias a la ayuda de Marta y Oliver, pero sobre todo de Marta porque estaba ahí hasta cuando más mal estaba de embarazo.

Toqué con dulzura el vientre ya pronunciado mientras que ya sabía el sexo del bebé desde hacía un tiempo. Suspiré, deseando haberle contado al menos a Zev que iba a ser padre, como ya me había comentado alguna vez que él deseaba serlo.

Artemisa hizo un sonido como deseando saber el resultado y le dije entre risas;

—Tranquila, al artista no puedes darle prisa. Me faltan los detalles —respondí, acariciándola en su rostro y consiguiendo que se quedase quieta mientras parecía gustarle mi roce.

En cuanto a mi carrera, conseguí acabarla hacía 2 meses y ahora ya, oficialmente, ya había cumplido con mi carrera. Podía dedicarme a hacer una galería de arte como deseaba y seguir pintado y vendiendo algún cuadro. Pero ahora no era el momento, más porque el embarazo no lo estaba llevando bien y en poco tiempo tendría a mi primer bebé, después quería disfrutar la maternidad antes de meterme de lleno en un negocio.

Pero... Aunque sentía un vacío en mi interior por la falta de Zev, por no tenerlo aquí y que él fuese feliz después de todo lo que había vivido en su vida, yo seguí las palabras de Delia y continué con la mía. En aquel rancho, haciendo lo que me gustaba, rodeada de naturaleza y animales.

Entonces, cuando acabé de pintar, giré mi libreta de dibujo y le enseñé el resultado.

—¿Ahora? ¿Que te parece? —pregunté divertida.

Artemisa empezó a hacer ruidos sonoros y a mover sus largas patas, hasta terminar quedándose de 2 por unos segundos antes de volver al suelo y mover su cabeza de manera afirmativa.

Reí por lo alto mientras miraba el dibujo y tocaba mi vientre mirando aquel dibujo.

Llevaba un vestido largo y cómodo en aquel lugar junto con unas botas al más estilo Kansas.

Pero fue ahí cuando levanté la mirada de mi libreta cuando vi a Artemisa algo distinta, como si estuviese más nerviosa y empezó a moverse dejándome totalmente preocupada.

—Artemisa, ¿que ocurre?

Estábamos al aire libre, con ella tras la valla circular que había frente al rancho. Oliver había sacado a pasear a Hércules, Marta estaba haciendo unas compras en el pueblo más cercano y Ángela estaba jugando con Rocky en algún lugar de la casa. Al ver que empezaba a moverse por todo el espacio y luego mirar hacia la puerta, giré mi cabeza y, sin poder evitarlo, mi cuaderno de dibujo y mi lápiz resbalaron entre mis manos, cayendo al suelo lleno de hierba.

Como si de la misma cámara lenta se tratase, con el viento en mi contra y sintiendo que el mundo se detenía en ese momento, vi aquellos ojos negros que vi por primera vez en aquel despacho tan caro, en aquella mansión mientras su mirada en aquel entonces parecía de odio. Ahora, esos mismos ojos me miraban con amor, deseo, felicidad y... Cuando aquellos ojos negros empezaron a bajar, su boca se entreabrió y vi aquella sorpresa que siempre deseé ver en su rostro.

Sin que las palabras salieran de mi boca, sin poder reaccionar ante lo que estaba viendo, ese hombre del que me había enamorado, del que me había casado 2 veces y del que iba a tener un bebé, me observaba bajo aquella puerta donde ponía "Artemisa".

No sabía ni cómo reaccionar, ni si iría corriendo hacia él o directamente le gritaría, pero estaba bloqueada. Ni siquiera sabía si eso era un maldito sueño o una pesadilla. Una pesadilla porque era lo que más ansiaba en la vida y, una vez despertara, viese que todo había sido producto de mi imaginación.

Él empezó a caminar lentamente hacia mí, como si temiese ponerme más nerviosa del que me estaba poniendo y entrase en cualquier momento en pánico, pero sus manos estaban deseosas de abrazarme, de tocarme, de demostrarme que él estaba aquí y estaba vivo. El muy idiota, estúpido, cabrón estaba frente a mi y no sabía si era real o un efecto del embarazo, pero temía la respuesta. La temía realmente.

Él continuó caminando hacia mí, viendo como en su hombro sujetaba una mochila enorme y su otra mano estaba libre. Estaba algo más peludo con un cabello algo más largo y tenía barba de unos días, pero aún así estaba muy irresistible. Podría decirse que su cuerpo estaba un poco más delgado, pero seguía teniendo esa musculatura e, incluso, más. Quizás se había metido de lleno en el gimnasio más que nunca, pero seguía sin creerme que estaba ahí. Seguía sin creérmelo.

Apenas era capaz de articular nada, ni siquiera sabía como caminar, parecía que mi mente lo había olvidado y lo único que podía escuchar era a Artemisa totalmente feliz de ver a su dueño volver después de tanto tiempo.

Cuando nuestros cuerpos estaban a tan solo 2 metros de distancia, la sonrisa de Zev se ensanchó un poco, con unos ojos brillantes y algo rojos, como si hubiese deseado este momento desde hacía meses. Casi tanto como yo.

—Ese es mi sombrero, vaquera —susurró con aquella voz que me derretía.

Pero en ese momento era incapaz de reaccionar. Era incapaz de hacer absolutamente nada.

Cuando era lo que más había deseado, pero... Lo había visto morir, viví su entierro... Me habían dicho todos que lo habían enterrado cerca de sus madres y yo... Yo me lo creí como una estúpida de mierda. Todos me habían mentido a la cara, incluido mi marido el cual lloré su muerte por meses y ahora... Ahora estaba frente a mi.

Sentía una mezcla extraña de felicidad, entusiasmo y enfado.

Cuando él vio que no respondía, suplicó;

—Dime algo, por favor...

Lo miré y, por primera vez en ese momento, di 3 pasos hacia él hasta que nuestros cuerpos estaban lo suficientemente cerca como para que mi vientre redondo rozara el suyo plano. Levanté mi mano izquierda y la posé sobre su mejilla, rozando hasta su mandíbula, la cual ahora tenía bastante barba. Quería tocarlo, asegurarme de que esto era verdad. Totalmente cierto.

Y la yema de mis dedos sintieron esa electricidad que tenía con él siempre que nos tocábamos. La sentí después de tantos meses sola, abrazada a mi misma y durmiendo con una camiseta vieja de él para sentirme más cerca de Zev. Y ahora estaba ahí, observándome de esa manera llena de desesperación con una arruga en su entrecejo.

—Te vi morir... —susurré con la voz temblorosa—. Te vi... ¿Como...? —Empecé a negar para luego alejarme de él dando 2 pasos hacia atrás sin comprender absolutamente nada—. No, no, no... Esto debe ser un sueño del que voy a despertar y me pondré mucho peor que nunca...

Escuché los zapatos de Zev caminando sobre aquella hierba húmeda y se acercó a mi, a la vez que me daba mi propio espacio.

—No es ningún sueño, Liv.

Negué mientras volvía a mirarlo a los ojos, sin entender absolutamente nada.

Estaba tan atónita que ni siquiera las palabras salían de mis labios. No podía hablar, apenas moverme y empecé a sentir que la herida que tenía en el corazón la cual estaba rota, empezaba a dar señales de vida y no sabía si por el enfado de una mentira o porque volvía a estar conmigo. Porque estaba vivo.

Quería gritar, decirle que lo amaba, pero el bofetón que me dio la vida en ese momento me impedía hacer eso.

—Zev... Te vi morir allí, joder... ¿No sabes lo que me costó decirle a Angela lo que te sucedió a ti y a Ginevra? —cuestioné mientras Zev me observaba como si él también estuviese tan dañado como yo—. Por culpa de que tenía que fingir estar muerta no pude estar presente en tu entierro.

—No quería que fueras tampoco —respondió él rápidamente—. Era todo falso y no quería que estuvieses peor.

Aquello me dejó con miles de dudas más.

—Que...

—Sé que ahora me odias, que ahora estás totalmente cabreada conmigo. —Se apresuró en decirme. —Pero era necesario hacer creer de mi muerte para que las Smirnov ni ninguna otra mafia continuara haciéndonos la vida imposible.

Entonces el nombre salió de mis labios como reacción ante lo que mi mente estaba pensando.

—Ginevra...

A Zev se le oscureció la vista y negó con la cabeza.

No, ella no fue actuado, su muerte había sido real, tan real como la vida misma. Y aquello me apenó completamente.

—Ella... Sabía lo del plan que hicimos Delia, Nikola e Ian, pero ella...

Se le quebró la voz mientras que las hormonas me tenían totalmente alborotada y, dándole al espalda, empecé a llorar por lo que estaba viviendo en ese momento. Por el reencuentro con mi marido, el cual creía muerto y el recordar a Ginevra. Negué con la cabeza mientras que Zev caminaba nuevamente hacia mí y trataba de tocarme y lo dejé. Sentirlo fue como ponerle remedio a una herida y lo agradecí completamente.

—Lo siento —susurró un Zev que estaba igual de destrozado que yo y se le notaba en su rostro.

Se notaba que había pasado un eterno tormento todos estos meses, como si el no verme a mi ni a Angela y hacernos creer que ya no lo volveríamos a ver le doliese mucho más.

Pero las dudas, el enfado, la decepción de haberme mentido todos... Aquello seguía ahí.

Cuando las lágrimas cesaron él observó mi vientre y, aunque era más que obvio, él trató de hablar;

—Estás...

Mi enfado habló;

—Déjame recomponerme, joder...

Lo retiré, empezando a caminar por el lugar mientras que era incapaz de mirarlo a la cara en ese momento. Cuando me giré, volví a ver a Zev ahí, de pie, vivo como llevaba deseándolo desde hacía tiempo. Y cuanto deseaba abrazarlo.

—¿Me estás diciendo que fingiste tu muerte y me lo hiciste creer?

Él asintió.

—Si...

—¿Por que? ¿No confiabas en mi para decírmelo? —cuestionó. —Hubiésemos sufrido menos.

—Era más seguro para ti así —respondió. —Créeme, no quería hacerte eso, Olivia. Y ahora no lo verás, pero fue lo mejor.

Los nervios, el momento, el calor, todo acumulado, empecé a sentirme algo mal. Quizás por el embarazo, pero Zev se asustó. Levanté mi mano para decirle que estaba bien, cuando empecé a sentir unas fuertes patadas de mi bebé en mi vientre que me hicieron tocar mi estómago tan rápido como lo sentí. Varias patadas sentí en esa parte y cuando quise darme cuenta, ya Zev estaba pegado a mi, colocando sus manos sobre las mías en el estómago asustado.

—¡Joder, Liv! —gritó, como si temiese que me hubiese provocado el parto en ese momento, pero sabía que eso no era así—. Voy a llevarte a un médico, hay uno a 20 minutos de aquí. Si te llevo rápido...

—Estoy bien. Fueron varias patadas del bebé.

Él resopló del susto.

Y en menos de 2 segundos, Zev estaba arrodillado frente a mi, sobre la hierba mojada que Oliver se había encargado de cuidar y negué rápidamente con la cabeza.

—¿Que haces? Levántate, Zev. La hierba está mojada y no quiero que te pongas enfermo.

Pero mi marido era un idiota que me ignoró por completo en ese momento.

—Déjame explicártelo todo, pero por favor... No levantes un muro frente a nosotros. Por favor, Olivia.

Apreté la mandíbula y le hice un gesto para que se levantase. Cuando estuvo frente a mi, mirándome con temor de que me alejase de él, no pude aguantarlo más.

Lo abracé como si fuese mi talismán, como algo que había perdido y había vuelto a reencontrar después de tanto tiempo, cayendo así mi sombrero sobre la hierba. Lo abracé como si me fuese la vida en ello y lo que me dejaba mi vientre poder tocarlo. Y Zev, sorprendido, no tardó mucho en devolverme el abrazo y empezar a respirar con tranquilidad, como si hubiese estado aguantando la respiración desde que nos habíamos reencontrado.

Bajo el sol de Kansas, en aquel rancho que tanto nos encantaba y donde teníamos toda la paz necesaria, ambos nos abrazamos. Unos antiguos amantes que llevábamos meses sin vernos y del cual íbamos a ser padres muy pronto. Suspiré al sonreír y conseguir que mis lágrimas empezaran a resbalar por mis mejillas de tenerlo totalmente cerca, de estar ahí, de poder tocarlo, olerlo, sentirlo.

Todo.

Estaba aquí.

Zev estaba vivo y esta vez todo iba a ser distinto, nuestra vida sería distinta y mil veces mejor.

Sentí sus manos sobre mi espalda y como olía mi cabello rizado, como si así estuviese en su casa. Como si yo fuese su casa. Sus manos empezaron a temblar y noté como Zev enterraba su rostro en mi cuello, agachándose lo máximo que podía para poder hacer eso. Y ahí empecé a notar como mi cuello se humedecía por lo que me imaginaba que serían las lágrimas de él cayendo sobre mi piel.

Cuando me separé de Zev, lo encontré con los ojos enrojecidos y traté de recomponerme para decirle;

—Artemisa está deseando que la saludes. Estaré esperándote en el porche de casa.

Le di la espalda, tratando se sacar el aire que tenía en mis pulmones y buscar un soplo de aire fresco, para poder llevar esa conversación con mi marido. Toqué el anillo de casada y el de prometida y caminé hacia el porche de casa, sentándome en la silla que había del comedor que teníamos para almorzar o cenar alguna que otra vez frente a la naturaleza en ese espacio abierto.

Ahí fue cuando vi a Zev saludando a Artemisa, feliz de verle. Así estaba yo en el fondo, peor necesitaba recomponerme, más ahora con el embarazo y él parecía tener mucho más cuidado conmigo por ese mismo motivo. Cuando se giró para caminar hacia mí, se le veía nervioso y desde luego observaba mi vientre más que vistoso. Y me pregunté si Delia se había guardado ese secreto durante tanto tiempo, si ni siquiera se lo había dicho ni a Zev en esa ausencia.

Luna lo sabía desde hacía unos meses, después de que se mudase a un pueblo cercano de mi rancho, que estaba a bastantes minutos en coche y había sido una gran ayuda para mi, pero Zev parecía haberse llevado una sorpresa al verme. Y se le veía feliz de esa sorpresa.

Se sentó en la silla que tenía al lado y, tras un largo rato en silencio, decidí hablar;

—El día de tu entierro supe que estaba embarazada.

Zev me observó abriendo los ojos por completo de la sorpresa y luego preguntó;

—¿Lo sabía alguien más?

Asentí.

—Delia.

Hizo un gesto con la boca que me hizo reír pero que a él no le hacía gracia.

—¡Joder! Si... —gritó mirando hacia algún lugar del rancho—. Si ella me lo hubiese dicho, si me lo hubiese dicho te lo habría dicho poco a poco para no darte este susto —susurró totalmente angustiado.

Entonces coloqué mi mano sobre la suya, la cual descansaba sobre la mesa del comedor del porche y murmuré;

—Estoy bien.

Él negó.

—No... Fui un idiota. No quería preocuparte pero...

—Zev... Mírame —respondí y cuando lo hizo, continué. —Estoy muy feliz de que estés aquí conmigo, de que hayas vuelto. Es lo que más he deseado y Angela también. Pero, ¿no pensarás que no tenga dudas? ¿Que no esté enfadada porque fuese todo un secreto? Tan solo dame uno minutos y déjame recomponerme, pero me lo vas a contar absolutamente todo.

Él asintió y, cuando vi que observaba mi vientre, como is deseara tocarlo, tomé esa misma mano y la puse sobre mi estómago redondo. Zev abrió mucho más sus ojos y empezó a tocar ese vientre, totalmente feliz por la noticia que acababa de descubrir.

—Vamos a ser padres... —susurró feliz.

Asentí.

—Llevaba meses pensando si estarías feliz o no.

Él me miró como si estuviese loca y respondió;

—¿Que? Soy el hombre más feliz del mundo ahora mismo.

Elevé la ceja bromeando;

—No me has preguntado si es tuyo.

Zev se quedó totalmente pálido mientras me observaba y luego empecé a reír por ello.

Aquello parecía no hacerle gracia pero a mi si.

—No me hagas esas bromas. Sé que es mío —respondió. —¿Ha sido mucho trabajo para ti el rancho estando embarazada? Si lo hubiese sabido hubiese venido mucho antes. Hubiese trabajado día y noche y te acompañaría a las citas médicas y...

Al ver que empezaba a hablar rápidamente, traté de frenarlo;

—Zev...

—Podría darte masajes en los pies.

—Zev...

—Y podría...

—Zev, escúchame —dije riendo—. Marta y Oliver han sido como unos padres para mi ayudándome en todo. Han estado aquí siempre que lo he necesitado y he ido acompañada por Marta a las citas con la ginecóloga. He estado muy bien cuidada.

Y la tristeza en él se hizo evidente.

—Pero me hubiese gustado ser yo el que estuviese ahí, cuidándote.

Levanté mi mano nuevamente y toqué su rostro, viendo como él cerraba sus ojos como si sintiese cada toque mío como algo que era parte de si mismo. Disfruté ese momento como nunca y deseé probar nuevamente esos labios, pero necesitábamos hablar.

—Nunca es tarde —susurré.

Zev me preguntó;

—¿Sabes si es niña o niño?

Y sonreí.

—Primero dime que es lo que ha pasado, desde principio a fin.

Zev asintió mientras que los minutos pasaban y tan solo podía mirar a ese hombre con esa felicidad que tenía en mi rostro después de tantos meses, de lo que luchamos para estar aquí, de sufrir, de un divorcio, de 2 bodas... Y muchas cosas más. Pasaron tantas cosas en poco tiempo que era incapaz de pensar en otra cosa que no fuese ahora la paz. Y es que ahora vivíamos en un sitio donde estábamos rodeado de monotonía, aburrimiento, paz, tranquilidad y felicidad. Y eso era lo que quería.

—Nikola me dijo que el plan era fingir mi muerte con un juego de humo y cosas que Ian encontró —comenzó a hablar, dejando que lo escuchase—. Cuando vi a Mattia, sentí arder en mi interior por lo que te había hecho y empezamos a pelear. Conocía ese lugar porque estuve alguna vez en una reunión con Ginevra, cuando nos llevábamos mal hacía tiempo atrás. Justo había una puerta que me llevaba a un túnel subterráneo y puse aquella distracción. Mattia se buscó su propia muerte él solo. Fue la oportunidad perfecta para hacerles creer que había muerto.

—Pensé que habías sido tu... —respondí con la mirada perdida.

Pero él negó con la cabeza para acercarse a mi y tomar mi rostro con amor.

—Estoy aquí. Por y para ti.

No supe por cuanto tiempo estuvimos así, hasta que susurré;

—Es una niña.

Los ojos de él empezaron a brillar mucho más y alguna lágrima empezó a caer. Su sonrisa se ensanchó y luego, sin yo esperármelo, se levantó para colocarse frente a mi, de rodillas para tocar mi vientre y dejar varios besos sobre mi estómago.

—Hola, pequeña... —susurró. —No me conoces porque he estado ausente, pero soy tu padre... —murmuró consiguiendo que me derritiese por completo—. Acabo de saber que seré padre y ya estoy deseando verte el rostro... —Entonces Zev me miró a los ojos con ese amor que tanto me había demostrado durante mucho tiempo y respondió. —Creo que vas a sacar el mal genio de tu madre.

—Oye —respondí indignada.

—Y sin conocerte, ya te quiero —murmuró.

Sonreí jurando que mi corazón se había recompuesto en poco rato después de meses teniéndolo esparcido por diferentes lugares.

—Nunca te he imaginado como padre —bromeé.

—¿Como se llamará? —cuestionó mi marido.

Y negué.

—Todavía no lo sé.

—Encontraremos el nombre juntos, porque... Puedo estar presente en la vida de nuestra hija, ¿verdad? —preguntó temeroso sin levantarse del suelo de madera.

Moví los ojos en un semicírculo y negué con la cabeza ante las estupideces que decía ese hombre que tanto amaba.

—Mira que eres idiota, cucaracha —contesté haciéndolo reír—. Por supuesto. Te amo, eres mi marido y aunque seas un idiota y ahora esté enfadada contigo, te quiero en mi vida, siempre.

Y por fin, fue en ese momento en el que lo besé con amor y él me devolvió ese hermoso y dulce beso después de tanto tiempo sin vernos, después de tanto tiempo creyendo que no volvería a verlo nunca más. Creyendo que no volvería a escuchar esa voz con ese acento italiano.

—He cambiado mi apellido —respondió él.

—¿A si? ¿Y cual llevas ahora?

Él sonrió para susurrarme;

—Zev Lara Hepburn.

Sus ojos brillaron y supongo que fue por le rostro que puse. Había sustituido el apellido de Giulio por el mío, por el apellido de mi madre; Lara.

Sonreí feliz y no hizo falta responderle absolutamente nada, porque mi expresión lo decía todo.

—Y quiero que mi hermana también se apellide así. No quiero saber nada más del apellido Grimaldi.

Asentí, de acuerdo con él, dándole un casto beso en los labios.

Y cuando me separé, dije;

—Voy a llamar a Angela.

Con la ayuda de Zev, me levanté de la silla y vi lo nervioso que estaba ese hombre al nombrar el nombre de su hermana. Me acerqué a la puerta de la casa para llamarla.

—¡Angela! ¿Puedes bajar?

Un buen rato después, escuché los zapatos de Angela bajando las escaleras de madera para luego verla con un dibujo entre manos y un rostro triste, para decirme;

—Oli... Me quedé sin el color azul, ¿tienes...? —Pero las palabras quedaron en el aire en cuanto vio a su hermano.

La reacción fue exacta a la mía.

Se quedó totalmente callada, mirándolo, pensando si era real o no, luego me miró a mí con la sonrisa que yo tenía en ese momento, y al comprenderlo, empezó a correr hacia él, a la vez que se le notaba enfadada. Pero tan pronto como ocurrió, se le pasó y su enfado se esfumó. A mi me costaría un poco más.

Zev la levantó del suelo haciendo que diesen vueltas y luego la dejó nuevamente en el suelo. Angela habló;

—Estás aquí.

—Si. Estoy aquí y no pienso irme nunca más.

En ese momento, me sentí mal por Ginevra y por Sally, quienes no tuvieron ese final, pero sé que tuvieron grandes momentos juntas. Y aunque la vida era injusta, todos terminaban pagando las consecuencias de sus actos. Al mirar a Zev y todo lo que sufrimos por meses, ver que ahora estábamos a salvo en un lugar seguro, alejado de todos y donde nadie sabía donde encontrarnos, pude ver esa felicidad en el rostro de mi marido.

Pero pronto se sumó otro integrante más de la familia, quien Rocky empezó a correr con la lengua fuera mientras se tiraba encima de Zev, quedándose a 2 patas feliz de tenerlo cerca nuevamente. Y yo tan solo reí mientras me tocaba el estómago.

Poco después, tanto Angela como Rocky empezaron a jugar en el espacio abierto del rancho cuando Zev se acercó a mi y me preguntó;

—¿Que haremos esta noche? ¿Dormiré en el sofá o me ganaré el poder estar a tu lado?

Sin dejar de mirar la hermosa escena, tan solo susurré;

—Aún tengo que pensármelo.

🪩

Ni en mis mejores sueños me vi de esta manera, con Zev en el baño que teníamos en nuestro cuarto de aquel rancho mientras que yo me cambiaba de ropa.

Tomé una camiseta vieja de mi marido, la cual era completamente negra exceptuando por el logotipo de los Rolling Stones que estaba algo borroso de tantos años. Me lo terminé de colocar para luego soltarme el cabello de la coleta que me había hecho para la cena de aquella noche. Al dejar que mi cabello rizado se colocara empecé a caminar hacia la ventana de aquel cuarto, donde podía ver lo hermoso de rancho a esa hora de la noche, con las estrellas decorando el cielo y los pinos de aquel lugar como si fuese digno de una postal.

Me fascinaba ese lugar y desde que me había venido a vivir aquí, no había dejado de pintar, sobre todo yendo al lugar secreto que Zev me había pedido matrimonio por segunda vez, en aquel hermoso lago.

Mi mente no dejaba de pensar en la escena cuando llegaron Oliver y Marta, asombrados al ver a Zev. Parecían como unos abuelos jóvenes para él, abrazándolo, sobre todo con Marta llorando a mares de verlo. La cena que hicimos fue increíble, perfecta, aunque yo apenas pude comer por las nauseas que me daba del embarazo. Y es que eso de las nauseas matutinas era tan falso como el que lo escribió. Porque desde que tenía poco de embarazo, no podía comer cualquier cosa sin que lo terminase echando y solo algunas comidas podía comérmelas. Ni siquiera podía oler el café sin que pusiera cara de asco.

Fue una tarde muy intensa en el que Angela apenas se alejaba de Zev y Rocky parecía mucho más feliz que nunca, como yo. Y aunque en el fondo estaba enfadada porque me ocultasen tal cosa por tanto tiempo, mi felicidad esta tan latente que no recordaba la última vez que había sido así de feliz.

Y ahora que me encontraba aquí, sabiendo que Zev estaba vivo, a mi lado... Tenía muchas esperanzas. Muchas y podríamos formar juntos esta familia. Pero quizás era porque era muy pronto después de tanto tiempo que aún no podía creérmelo.

Sin más, empecé a caminar hacia la puerta del baño que estaba abierta y ahí lo vi. Tan solo con un pantalón deportivo puesto que le colgaba por sus caderas dejando muy buenas vistas. Sin duda, había hecho mucho más gimnasio que nunca y sus abdominales estaban mucho más marcados que meses atrás, pero su cuerpo parecía un poco más flaco que antes y esperaba que se recuperase. Me imaginaba que sería como yo, porque aunque estuviese enfadada con él, al ponerme en el lugar de Zev me imaginaba que hacer eso no era nada fácil y si fuese él, apenas podría comer o dormir tranquila.

Él me miró sonriente para luego continuar afeitándose la barba. Aunque aún le faltaba un buen corte de cabello, era tan guapo y tan perfecto que sentía aún que no era real.

—Estás más flaco que antes... —susurré preocupada.

Él me miró unos segundos, con la mitad de la espuma en el rostro para responderme;

—No ha sido fácil estos meses separado de ustedes... Y saber que te sentirías culpable por algo que no era real era lo que más me tenía angustiado —respondió. —Encerrarme horas en el gimnasio era lo único que me ayudaba a no pensar tanto.

Suspiré sin poder dejar de mirarlo y solo esperé que pronto se recuperase, como yo. Y cuando él me miró nuevamente, dijo;

—Olivia, no te preocupes por mi. Con unas cuantas cenas y almuerzos más como los que prepara Oliver y ya habré recuperado el peso de antes —contestó. —Tienes el mismo rostro que tenía yo cuando te vi totalmente pálida y con kilos de menos cuando te saqué de aquel casino tras una semana secuestrada —susurró con una mirada oscura al recordar aquello.

—Eso es pasado.

—Aún sigo teniendo pesadillas pensando que no voy a encontrarte. —Se sinceró.

Moví mi cabeza mientras lo miraba y algo nuevo me llamó la atención. Un nuevo tatuaje que él se había hecho en su pectoral izquierdo donde estaban los nombres de Angela y mío, cosa que nunca creí ver. En su costado derecho tenía los nombres de sus caballos, su perro que había perdido hacía unos años y el de Rocky. Sorprendida por ello, lo miré y él me pilló mirándolo, regalándome esa sonrisa que tanto me encantaba de él y que tan chulesco era.

Cuando él acabó, quitándose el resto de la espuma de su rostro, apagó la luz de baño y se acercó a mi mientras yo me acercaba a la ventana.

—Estás hermosa —murmuró Zev.

Y yo sonreí, porque al mirarlo, sabía que era ese momento de dar nuestra típica broma. Al menos, para que el ambiente fuese menos denso. Lo necesitábamos, sobre todo él en ese momento.

—Y tu pareces que sobreviviste a un ataque zombie —respondí, haciéndolo reír por primera vez en ese día.

Y rio feliz, de verdad. No para hacerme la pelota, sino porque le nacía realmente esa risa, esa hermosa risa que llevaba meses deseando volver a escuchar y creí que no lo volvería a hacer.

Una vez cerca de mí, su rostro cambió y tomó mi rostro para decirme;

—No ha habido noche que no haya pensado en ti, en dormir a tu lado, abrazado a ti y poder despertarme viéndote a ti.

Y deseé que eso sucediese siempre, para siempre.

—Ahora puedes —respondí.

Zev analizó la ropa que llevaba y se notaba un brillo intenso en sus ojos.

—Te queda perfecto ese suéter.

Reí dulcemente para murmurarle;

—Lo he utilizado como pijama cada noche, junto con 3 suéteres más tuyos.

Pero mi rostro cambió al ver lo cerca que estaba él de mi, después de sentirme sola durante tanto tiempo, creyendo que no lo volvería a encontrar. Sería repetitiva, pero apenas podía creerme que él estaba ahí y el hacerme a la idea de que estaba vivo y podíamos vivir nuestra vida como deseábamos...

Necesitaba tragar todas palabras que me había contado Zev y volver acostumbrarme a él, aunque sabía que me volvería a acostumbrar rápido.

—No dejo de pensar en lo que has sufrido todos estos meses, estando embarazada y tu creyendo que criarías sola a nuestra hija —murmuró él.

—No he estado sola. —Mi susurro se fue desvaneciendo.

Y él me leyó la mirada.

—Pero no es lo mismo.

Mi labio inferior empezó a temblar y estaba cansada de estar tan sensible en estos momentos, por el embarazo, las hormonas, lo que había pasado, el temor a cómo sería yo de madre y ahora ver que Zev estaba vivo y no iba a alejarse de mí.

Él lo notó y o se alejó ni un milímetro de mi. Ni uno solo y le confesé;

—Admito que he estado aterrada todo este tiempo. Y creer que no volvería a verte...

Sin más, me abrazó, sin preguntarme y cuanto lo deseaba. Cuanto deseaba que ese hombre me abrazara de esa manera, con esos brazos fuertes que gritaban "hogar". Lo amé, lo amo y lo seguiría amando y quería esto, lo quería realmente.

Estaba a mi lado, abrazándome y junto a él el tiempo parecía detenerse. Y todo era perfecto.

Lloré en su pecho mientras que los brazos de él me abrazaban con ese amor que nos habíamos demostrado muchas veces y que nos seguiríamos demostrando durante mucho, mucho más.

—Te prometo que me esforzaré para disculparme por haberte hecho creer que estaba muerto —susurró él.

Pero yo lo abracé más fuerte y le respondí;

—Ahora solo quiero que me abraces toda la noche.

No lo miraba, pero podía sentir que él sonreía de esa manera, ahora con mucha más dulzura mientras me sentía totalmente en mi hogar entre sus brazos.

—Eso no hace falta ni pedírmelo, ricitos.

Me quedé callada, tan solo quería disfrutar de ese momento y que fuera eterno, junto a mi marido, al padre de mi hija, al hombre al que amaba.

—Te amo, Liv —susurró Zev notando como su corazón corría igual que él mío, latiendo de la misma forma como si fuésemos uno.

Y si nuestro inicio de relación no fue la más ideal, ni la más perfecta posible, ni todo lo que sucedió después, era nuestra historia. Solo nuestra y era solo el principio de una historia bastante larga.

Solo era el preludio de nuestra historia y quería seguir viviendo y compartiendo muchos más capítulos con Zev.


***

Guarden los tomates por ahora, más por todo lo que ha sucedido al final de esta increíble historia.

¿Que les ha parecido?

¿Zev?

¿Olivia?

¿El rancho?

¿La familia que formarán?

Este fue el último capítulo, pero queda el epílogo, así que el próximo sábado les subiré el tan esperado epílogo tan importante para poder concluir la historia de Zev y Olivia. Y saber qué le debo despedir (por ahora) de Olivia y Zev es duro.

Y todo esto, esta novela, no sería posible sin ustedes :')

Nos leemos el sábado con el epílogo de SHADOWS.

Patri García

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