S E I S | N O M E D E J E S 🪩
«Era todo real... No había sido parte de mi imaginación... Era él realmente»
Olivia Grimaldi.
ZEV GRIMALDI
—Por aquí —dijo Ginevra mientras uno de sus empleados le abría la puerta que nos adentraba a unas escaleras del casino.
Cansado ya de las gafas, me las quité y se las entregué a Ginevra mientras bajábamos las escaleras e Ian se preparaba por si había que sacar el arma.
—¿Estará por aquí? —preguntó mi amigo.
Con el estómago revuelto, nervioso por si todo fuese una trampa, por si Olivia no se encontraba allí y ya Akkerman se la estaría llevando, solo sé que dije;
—Espero que si... —susurré, deseando realmente que estuviese a escasos metros de ella y pudiese llevármela lejos de allí, a salvo.
Faltaban varios escalones para bajar, cuando escuchemos el sonido de un disparo que me heló la sangre.
Fue tal, que ninguno se movió, pero cuando pude reaccionar, dije;
—Olivia... —murmuré y bajé el resto de los escalones corriendo.
Abrí la maldita puerta gris, cuando encontré la peor pesadilla que podía tener a mitad del pasillo, desangrándose, tirada en el suelo y con un rostro muy pálido.
Olivia estaba apoyada en la pared, tratando de taparse la herida de bala que tenía en la pierna, pero su hemofilia le hacía que la sangre fluyese mucho más rápido de lo normal que cualquier otra persona. Y no esperé ni un maldito segundo más.
—¡OLIVIA! —grité como si me fuese la vida en ello.
Ni lo dudé.
Empecé a correr hacia ella, pero parecía que el pasillo se hacía cada vez más largo y sentía que mi querida Olivia se me iba de las manos. No quería, necesitaba tenerla, tener una nueva oportunidad de lo mal que lo hice la semana pasada con ella, de lo mal que lo hice todos estos meses atrás.
Me arrepentí de cada cosa mala que le hice a mi esposa y cuando por fin llegué a su lado, lo que vi me horrorizó.
Estaba totalmente flaca, mucho más. Su rostro estaba pálido y no sabía si era del disparo o ya se encontraba en ese estado antes. Empecé a temblar cuando toqué su rostro y estaba helada. No pude evitarlo y las lágrimas empezaron a caer mientras ella me observaba feliz de verme, como si no se esperase que estuviese a su lado.
Sus ojos empezaron a brillar y me dio la sensación de que ella ya estaba en otro mundo, que no se creía que estaba a su lado. Toqué sus mejillas con dulzura y susurré;
—Liv, por favor... Sigue conmigo, mi vida... —Le dije sin aguantarlo ni un segundo más—. Te amo. No puedes hacerme esto ahora —susurré con las lágrimas cayendo hacia mis mejillas y una de ellas cayó sobre su mejilla, haciendo que se le cerrase los ojos con rapidez, pero volviese a mirarme.
De lejos observe al sinvergüenza de Mattia, tirado en el suelo, tratando de volver a tomar su arma, y le grité a Ian.
—¡Que no se te escape!
Volví a dirigir toda mi mirada hacia mi querida Olivia, pero ella empezó a resbalarse, alejándose de mis brazos y estaba muy débil. Rápidamente la tomé, tratando de que no se hiciera daño en el suelo y luego observé la herida, recordando su hemofilia.
Noté que Ginevra se ponía a mi lado y empezaba a decirme que había que parar la hemorragia. Me quité la maldita chaqueta con las manos temblorosas, rompí la manga y luego le hice un torniquete en el muslo, tratando de evitar que la sangre saliera más rápido de lo que a ella le salía.
Y me prometí que si ella salía de esta iba a tomar medicamento si o si para su hemofilia. Y me daba exactamente igual lo que ella me dijese.
—Vamos a llevarte al hospital, mi vida... —susurré a Olivia que me miraba, tratando de tocarme, pero su brazo no tenía fuerza y no llegaba a mi mejilla.
La tomé de su delicado cuerpo y al levantarla, me di cuenta de que había bajado mucho peso. Apenas pesaba y una sensación de horror me invadió el cuerpo. ¿Que mierda le había hecho ese hombre a Olivia? La había tenido sin comer muchos días y sus labios se los vi secos, indicios de que apenas había bebido agua.
Las lágrimas empezaron a empañarse en mi vista y tenía que llevarla ya para que la curasen, no había tiempo de irme directamente a Mattia y matarlo con mis propias manos ahora que estaba débil. Olivia me necesitaba y primero era Olivia.
Subimos las escaleras mientras que notaba como ella se acomodaba en mi hombro y susurraba cosas incoherentes que no entendía, pero estaba a mi lado y la angustia porque se me volviese a escapar de las manos por esa maldita herida de bala era la que me tenía pendiente de un hilo.
Lleguemos al casino, donde varias personas nos miraron extrañados por la situación, ella llena de sangre, sucia, muerta de frío y pálida. Mientras que mis manos estaban cubiertas de sangre, al igual que mi camisa y me daba igual. Lo primero era Olivia.
—No me dejes, ricitos... Tienes mucho por delante —supliqué mientras la llevaba a la calle tratando de ir cada vez más rápido como me dejaba.
La ambulancia seguía aparcada en la calle y cuando vi a Benjamin y Luna, que observaron a Olivia temerosos, les hice una seña para que entrasen a buscar al cabrón de Mattia.
Lleguemos a la ambulancia, quienes los trabajadores actuaron rápidamente y les supliqué, mientras Ginevra me seguía;
—Por favor, ayúdenla... Lleva una puta semana secuestrada ahí dentro, seguramente no ha comido casi nada, ni bebido agua y le han disparado en la pierna... —susurré mientras me atendía un hombre.
Una mujer sacó una camilla y la coloqué sobre ella, viendo que Olivia había cerrado los ojos y me asusté.
Tan rápido como la vi así, le dije;
—Sufre de hemofilia... No...
—Está en buenas manos, joven —contestó el hombre mientras metía la camilla con Olivia dentro de la ambulancia.
Ginevra se acercó a mi y me dijo;
—Déjame las llaves de tu coche. Vete tu con ella al hospital, yo les sigo desde el Ferrari y llamaré a todos para que sepan que ya la hemos encontrado —contestó afectada al ver que su propio hijo había hecho aquello.
Asentí, dejándole las llaves del maldito Ferrari y me metí dentro de la ambulancia, tomando la pequeña mano de Olivia.
Mientras la ambulancia ponía las sirenas, la tarde empezaba a caer, nublándose encima y empecé a observarla. Estaba visiblemente débil, cansada, llena de moretones en su cuerpo y tenía la marca de un bofetón en su mejilla. Aquello me rabió por completo al saber que eso debía de haber sido Mattia.
Me acerqué al rostro de mi esposa y susurré;
—Ya estás a salvo... Estás conmigo —murmuré y después dejé un dulce beso eterno en la frente de ella.
No supe cuanto tiempo estuve dándole ese beso, pero me costó horrores separarme de ella. Cuando la volví a mirar, acaricié su cabello rizado totalmente despeinado y le volví a susurrar;
—Lo siento tanto...
Cerré los ojos en cuanto dejé que mi frente se posara sobre la suya mientras la ambulancia iba rápido hacia el hospital más cercano de la ciudad de Chicago. Ahí fue cuando noté la mano del paramédico sobre mi hombro y al levantar mi cabeza, me entregó 2 anillos.
Eran los anillos de prometida y casada de Olivia, los cuales no me había fijado que seguían en su dedo después de una semana y me los entregó. Al observarlo, los guardé en mi bolsillo como mi bien más preciado, ya que eran de ella y volví a acercarme a mi dulce Olivia mientras llegábamos al hospital.
La ambulancia frenó y los trabajadores empezaron a bajar la camilla, teniendo que bajarme primero para que pudiesen salir.
Guiando la camilla y ayudándolos, no me separé ni un segundo de Olivia mientras nos dirigíamos dentro del hospital.
Ahí apareció el médico ya vestido para una operación con 2 enfermeros, cuando una de las enfermeras me frenó, mientras la camilla se iba de mis manos.
—Debe quedarse en la sala de espera, señor —contestó la joven.
—Es mi esposa...
—Ahora déjenos hacer el trabajo —contestó, guiándome a la sala y dejándome solo mientras se iba corriendo hacia el quirófano.
Enfadado con todo caminé desesperado por todo el lugar, no pudiendo pensar en otra cosa, muerto de miedo porque Olivia no reaccionara y se quedase allí. Que le ocurriese algo y todo fuese mi culpa. Me senté en una de las sillas, tapando mi rostro y empezando a derrumbarme nuevamente mientras mi esposa se debatía entre la vida y la muerte.
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—Mattia logró escapar, Zev —contestó Ian con varios golpes en el rostro.
Luna y Benjamin estaban igual que él, con la diferencia de que Luna parecía echa polvo por lo que le había ocurrido a Olivia.
Enfadado y viendo como Ginevra trataba de calmarme, me levanté y lo tomé del cuello de su camiseta tan hortera y le dije;
—¿Me estas diciendo que el psicópata de Mattia logró escapar estando herido de bala?
Estaba cegado. Llevábamos más de 2 horas eternas esperando una respuesta de los médicos, deseando saber el estado de salud de mi querida Olivia. Poder volver a verla, besarla, tocarla, abrazarla... Llevaba una jodida semana sin saber de ella y ahora que la había encontrado...
No, no podía dejar pensar en lo malo. La había encontrado, estaba a salvo de esos cabrones... Daría mi vida por ella si hacía hacía falta.
—Señor, Grimaldi... Vinieron 6 de sus guardaespaldas. Como comprenderás, fue difícil mientras nos defendíamos, 2 de sus hombres consiguieron llevárselo —respondió Benjamin.
Giulio, caminando hacia mí, me tomó de las mejillas y me dijo seriamente;
—Ahora mismo Mattia es lo de menos. Es el objetivo número uno en Chicago gracias a la mafia búlgara, así que Olivia estará a salvo —contestó, teniendo razón, pero las inmensas ganas de poder torturar a mi gusto a ese desgraciado no se fueron—. Lo que importa ahora es que ella se recupere y esté con todos nosotros.
Asentí, pero no del todo contento sabiendo que Mattia seguiría por ahí. Aunque tenía razón, ya que ahora sería objetivo número 1 y no podría vivir en Chicago si quería vivir. Pero allá a donde fuera, yo iría a encontrarlo. Me costase lo que me costase.
Lo que le había hecho a Olivia iba a pagarlo hasta la última gota de su sangre.
Mirando a los 3 que estuvieron a mi lado aguantándome, machacados por los guardaespaldas de Mattia, dije;
—Gracias... Benjamin, Luna... Vayan a casa a descansar, os lo merecéis después de todo. Siento si he sido un idiota todo este tiempo con ustedes —contesté, pero ninguno de los 2 quería marcharse sin saber el estado de Olivia.
—No nos iremos sin saber el estado de ella —contestó Luna.
No quise decirles nada, tan solo asentí mientras observaba a Ian y este parecía estar acostumbrado a mi personalidad y sabía manejarme bien. Aunque Olivia me manejaba mucho mejor que ninguno de los que estaba presente. Y joder... Cuanto la echaba de menos.
Ian vino a abrazarme y, aunque no le devolví el abrazo porque no tenía ni fuerzas para mantenerme, él continuó, dándome algunas palmadas en la espalda para luego decirme;
—Saldrá de esta, amigo —respondió, alejándose para hablar con los 2 guardaespaldas de Olivia.
Suspirando, noté que Giulio no quería acercarse a Ginevra, a pesar de que le había contado sobre mi unión con ella para poder encontrar a Olivia. Por sus pocas palabras hacia ella, sabía que no quería tenerla en ese mismo sitio. Pero ella había sido mi mayor apoyo después de todos estos días. La única que logró conseguir más información que nadie gracias a su alianza con Josh Akkerman.
Al menos no dieron ningún espectáculo ninguno de los 2 en la sala de espera del hospital. Pero por falta de ganas no fueron. Giulio prefirió optar por el silencio.
Fue en ese momento en el que el doctor salió del quirófano, quitándose la gorra que llevaba puesta y todos nos levantamos. Por el rostro que tenía todos mis temores se hicieron realidad y solo esperé que la última vez que ella me mirase no fuese en el pasillo de aquel asqueroso casino y totalmente herida.
Por favor, por favor, por favor...
—Buenas tardes —comenzó hablando él y yo aguanté la respiración hasta que se puso frente a nosotros—. Hemos extraído la bala perfectamente, y llegaron a tiempo aunque su hemofilia hiciera que el proceso fuese mucho más rápido. Dentro de lo malo, tuvo suerte de que la bala no rozara la vena femoral, pero necesitará reposo —aclaró, consiguiendo traerme de vuelta a la realidad, consiguiendo que respirase con tranquilidad de saber que lograría ponerse bien—. También le hemos puesto un suero y hemos visto que esta desnutrida. Cuando despierte, deberá comer despacio, ¿vale?
Asentí rápidamente y, con el corazón en un puño, respondí;
—Gracias doctor.... ¿Puedo ir a verla?
El hombre asintió pero antes me dijo;
—Deje que las enfermeras la preparen en la habitación y podrá quedarse allí. —Ahí vi que el doctor me miraba de arriba abajo y me contestó. —Pero debería cambiarse de camisa, joven. Está asustando a los pacientes con la sangre y no quiero que entre a ver a la paciente de esa manera.
Arrugando mi frente, pareciendo que estaba en otro mundo, bajé mi mirada hacia la camisa y la vi llena de sangre. Era sangre de Olivia y negué con la cabeza diciéndole;
—No es mía...
No sabía que más decir, cuando Ian se apresuró.
—Creo que tengo una camisa extra en mi coche. Ya vengo —contestó Ian, marchándose rápidamente de la sala de espera.
El doctor asintió y luego se dirigió a todos los que estábamos ahí por Olivia.
—Los demás deberán irse a casa. Solo una persona podrá quedarse aquí con la paciente todo el día. ¿De acuerdo? —Todos asintieron por ello y continuó. —Mañana el horario de visitas será a las 11, podréis venir.
Fue ahí cuando Giulio se acercó al doctor y le preguntó;
—¿Podemos hablar?
Sabía muy bien que es lo que le iba a decir.
Para camuflar todo lo de las bandas familiares, la mafia y lo que había ocurrido para evitar que otras policías que no estuviesen compradas por Giulio o otras familias, empezaran a investigar. Y en ese instante me daba exactamente igual entrar en la cárcel... Solo quería que Olivia estuviese a salvo, se recuperase y estuviese protegida y feliz.
—Claro —contestó el médico.
Nervioso y deseoso de volver a verla, de estar a su lado y cuidarla, me quedé de pie esperando a que me avisaran para poder entrar a la habitación donde estaría Olivia, cuando Ginevra me dijo;
—Deberías pedirle perdón y demostrárselo.
Arrugando la frente, ya que no le había dicho nada a Ginevra sobre lo que nos había ocurrido a Olivia y a mi, le pregunté;
—¿Como...?
—Lo llevas escrito en la cara. Y conociéndote, estoy seguro de que más de alguna vez la has hecho llorar —murmuró Ginevra, negando—. Si la quieres, no le hagas sacar ni una lágrima, Zev. Sácala de quicio o sonrisas, pero las lágrimas una vez caen no se vuelven a recuperar y son cicatrices que quedan dentro de uno —concluyó, haciéndome que pensar.
Y volviendo a esperar, tan solo me quedaba la esperanza de que volveríamos ha hablar Olivia y yo.
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La enfermera me guió hacia la habitación en la que se encontraba Olivia.
Una vez, tras cambiarme de camisa, dejándome Ian una camisa azul demasiado calurosa, de esas que parecían más un abrigo y no era para nada mi estilo, se lo agradecí.
Nervioso, entré, cerrando la puerta de la habitación, pasando un diminuto pasillo donde se encontraba un pequeño baño y la noche ya había caído, teniendo una tenue luz blanca por encima de la cama donde se encontraba Olivia.
Y la vi...
Verla tan vulnerable, sin moverse, totalmente quieta y dañada, me hizo plantearme mil cosas que hice mal y quise arreglar para siempre.
Una ventana que se veía la ciudad de Chicago en la noche estaba a escasos metros de Olivia, con un pequeño sillón. Pero mis ojos volvieron a dirigirse hacia Olivia, acostada con aquella bata de hospital, con una vía puesta. Tenía una de aquellas cosas que le ponían en la nariz a los pacientes mientras que ella parecía descansar después de tantos días que me imaginé que ni siquiera podría dormir.
Cuando me senté en la diminuta silla que había al lado de la cama de Olivia, observé más detenidamente, sin ese miedo de antes, su rostro ahora palidecido. Se notaba que había bajado peso y quise matar al cabrón de Mattia por haberla dejado sin comer por días.
Negué mientras veía como su pecho subía y bajaba tranquilamente, significando que respiraba. Suspiré, pero no tranquilo del todo. Sus ojos parecían estar algo oscuros, estaba seguro que apenas había dormido y de ahí esa ojeras que antes no tenía, pero con reposo y descanso volvería a ser la Olivia alegre y divertida de siempre. Pero necesitaba mucho apoyo y mucha ayuda. Y yo estaría ahí para ella.
Sin pensarlo ni un segundo más, tomé su mano con cariño y lo acaricié, me acerqué para dejarle un delicado beso y luego volví a mirarla, sin separarme de su mano.
—Estoy contando los segundos para volver a ver esos ojos verdes... —murmuré, como si ella me escuchase, aunque no fuese así—. Han sido tan duros estos días y no me quiero ni imaginar la de cosas que has vivido con ese desgraciado... Pero estás aquí, conmigo... Volverás a casa pronto... A nuestra casa —susurré, refiriéndome a nuestro apartamento en el centro de Chicago.
Porque aunque llevásemos poco tiempo casados y poco tiempo viviendo juntos, era tan mío como el de ella.
Ella seguía sin despertar, quieta, tan solo se centraba en respirar mientras su cabello rizado estaba despeinado. Necesitaba escucharla hablar, que me insultase, que me dijese algo... Lo que fuera. Me merecía todo lo que ella podría decirme.
—No soy bueno en hablar de mis sentimientos... Nunca lo he hecho. —Negué, sin dejar de darle vueltas y vueltas a lo que ocurrió en nuestra luna de miel—. Ojalá volviésemos atrás, esto no hubiese pasado y aquella tarde, mientras tu estabas sobre mi, te hubiese dicho que habías sido lo mejor que me había pasado y no aquellas idioteces que te dije... Nuevamente, mi miedo a sentir lo que siento por ti me hizo decirte eso y no es justificable.
Ella seguía sin despertar.
Suspiré, acercando mi rostro al suyo para dejar un delicado beso en su mejilla. Puse mi mano sobre su otra mejilla y la acaricié con amor mientras esperaba alguna respuesta de ella, pero no hubo ninguna. Necesitaba más tiempo. Necesitaba recuperarse y le daría el tiempo que le hacía falta.
—Te amo, Olivia.
Carraspeé, esperando a ver como despertaba, sin pestañear para saber la reacción de ella. Pero tardaría más. Volví a acercarme para volver a dejar un delicado beso eterno en la mejilla y luego solté su mano, levantándome de aquella silla para acercarme a la ventana al ver algo que no esperaba.
La nieve empezaba a caer y cuando me acerqué a la ventana, vi el reflejo de mi rostro tras ella.
Mi cabello estaba mucho más rizado de haber tenido 2 días duros. Mis ojeras caían por no dormir, como Olivia y ahí vi el reflejo de mi esposa. Cuando me giré, aunque me dolía verla de esa manera, estaba tranquilo porque estuviese en un sitio a salvo, y ya no estaba sufriendo en aquel mugriento lugar.
¿Por que no me di cuenta antes? ¿Por que no pensé antes que Mattia la había llevado a ese dichoso casino?
Suspiré mientras las luces de los edificios de Chicago iluminaban el lugar y la nieve seguía cayendo fuera, decorando toda la ciudad de blanco.
Aquella noche no iba a dormir. No lo haría para saber si Olivia estaba bien o necesitaba algo. Ella necesitaba descansar, yo podría hacerlo más adelante. Me daba igual lo demás, solo me importaba la persona que estaba a escasos metros de mí.
Cuando escuché una dulce y bajita voz que conocía a la perfección que dijo;
—Zev...
***
Y aquí tenéis un nuevo capítulo de esta historia ;)
¿Que les ha parecido?
¿Ya queréis saber qué ocurre más adelante?
¿Que Zev ya se muestre vulnerable frente a Olivia?
Nos leemos el sábado :3
Patri García
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