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O N C E | L O S S M I R N O V 🪩

«Mi mayor temor era que le ocurriese algo a mi esposa y esta vez no llegar a tiempo»

Zev Grimaldi.

Miré anonadada todo lo que había escritos en aquellos documentos, sobre todo en aquellas fotografías tan desagradables, duras de ver que nunca, ni en mis peores pesadillas, creí que vería.

La gran mayoría de fotos eran de pueblos masacrados, envueltos en llamas mientras que las familias se marchaban huyendo con lo puesto. Muchas de esas fotos estaban sacadas desde lo alto de un sitio, alejados, o incluso desde un helicóptero. Pero lo peor vino cuando en los documentos, escritos por la propia Sally, hablaban sobre quien hacía tales desgracias para quedarse con el terreno y crear negocios sobre aquellos pueblos ya destrozados.

Me tapé la boca al ver el nombre de aquella persona que estaba detrás y no me sorprendía. Ahí fue cuando empecé a entender muchas cosas, cosas de las que ya me las nombraba mi propio marido incluso antes de casarnos.

Zev, tan asombrado como yo, estuvo mirando cada imagen, cada documento sin apenas pestañear.

—Esto lleva muchos años aquí... ¿Como he sido tan idiota de no abrirlo?

Cuando levanté la mirada para poder mirar a mi esposo, este seguía revisando cada palabra de aquellos documentos, los cuales nos hizo ver que la muerte de Sally era algo más que una infidelidad. Quien fue era cada vez una incógnita, pero quizás aquellos documentos eran los necesarios para saber quién había decidido hacer tales cosas.

En ese momento, cuando en uno de los documentos vi una carta escrita a mano, de lo que me supuse que sería la propia Sally.

«Esta caja espero que nadie la abra, por el bien de esa persona. Pero, si aún así estás leyendo esto, significa que yo ya estoy muerta.

Todo lo que verás a continuación son pruebas, testigos, todo documentado de los negocios horrendos de Josh Akkerman y por el cual podría acabar bajo cárcel de salir a la luz.

Si esto no ha salido a la luz, es por el simple motivo para conseguir que Akkerman nunca sepa que he sido yo la que ha estado detrás de esta investigación. Y poder enviarlo a un medio de comunicación con el cual tengo muchos contactos.

Si en los próximos 3 meses esto no sale a la luz, significa que yo ya no estoy aquí. Pero dejaré pruebas a un contacto de ese medio de comunicación. Y, si aún así sigue sin salir a la luz, les dejo por aquí varios contactos que espero que sigan en el mundo del periodismo.

Ten cuidado con todo lo que verás aquí. Esto es algo muy peligroso, más por quienes están detrás, por todas las cosas que pueden pasar... Y si sigues adelante, ten cuidado por donde pisas. Porque lo que has abierto es la caja de Pandora.

Sally Hepburn.»

—Zev... Esto es muy peligroso. No puede verlo cualquiera y hay que ir con pies de plomo —murmuré.

Zev, colocando todo nuevamente dentro de la caja, me observó y contestó;

—Ahora esto es muy fácil colocarlo en la red. Podría contratar a un hacker, que haga el trabajo sucio y hablar con medios de comunicación... Si el cabrón de Akkerman asesinó a mi madre, créeme que disfrutaré viéndolo pagar entre rejas —respondió, volviendo a guardar la caja en su sitio.

Pero, asombrada por lo que estaba escuchando, me acerqué a él, muy preocupada por lo que él pretendía.

—¿No pretenderás meterte tu solo en esto? Zev, es muy peligroso.

—No lo entiendes, Olivia. Mi madre era una mujer de un mafioso... Pero yo soy el mafioso —contestó él como si nada.

Negando, coloqué mi mano bajo su barbilla e hice que me mirase a los ojos. El sonido de la música de la discoteca continuaba sonando, retumbando las paredes de aquel lugar tan recóndito en el que Sally tenía escondido las mayores pruebas de una de las familias más poderosas que había. Y pruebas que implicaban delitos.

—Esto es algo mucho más grande que una infidelidad... Tu madre estaba investigando a escondidas lo que Akkerman hacía. —No dejé de pensar mientras pensaba en lo que acababa de leer y fue ahí cuando me vino a la mente a Ginevra—. Mancini... Ella debía saber en que estaba metida Sally.

Los ojos de Zev se le iluminaron y juré que por fin, después de tanto tiempo, había conseguido dar con la tecla para ir directo hacia los culpables del caso de Sally.

Tomé la caja nuevamente a pesar de que Zev me estaba diciendo que no, y lo volví a colocar sobre la mesa que estaba antes. Cuando me giré, miré a mi marido que me observaba con cierto enfado en su mirada.

—Cualquiera no puede saberlo. Si esto sale a la luz muy pronto, acabaremos como ella —contesté.

—Por encima de mi. Te aseguro que tu vas a vivir una vida bien larga con muchos hijos... Aunque sea sin mi —murmuró Zev.

La mirada de él parecía mucho más oscura que nunca. Sus tatuajes brillaban sobre las luces tenues del lugar y la intimidad de momento era única. Pero las palabras de Zev, lo que me estaba diciendo, no me gustaba absolutamente nada. Porque ambos nos habíamos demostrado que nunca nos dejaríamos solos. Que estaríamos para lo bueno y para lo malo, aunque casi siempre terminásemos discutiendo.

—¿Que? Zev, no lo estés diciendo de esa manera.

Grimaldi dio varios pasos hacia mí.

—Olivia, te demostré que haría cualquier cosa por encontrarte... Y seguiré demostrándote que sería capaz de todo por tenerte a salvo —contestó con una voz bastante grave—. Pero de esa caja vas a estar bien alejada, porque no pienso dejar que te ocurra absolutamente nada.

—No puedes mantenerme en una maldita bola de cristal —respondí cabreada.

Pero él negó.

—No pretendo eso, ricitos... Pero si juegas con fuego, te acabarás quemando.

Entonces, fui yo quien dio 2 pasos, quedándome pegado al duro torso de ese hombre.

—Pues lo haremos ambos. Como un equipo.

Zev, para nada conforme, se quedó callado mirándome mientras que yo me cruzaba de brazos, no ayudándolo a evitar que mirase cierta anatomía mía mientras los minutos pasaban. Colocando 2 dedos sobre su pectoral, empecé a darle toquecitos molestosos sobre él, haciendo que empezara a poner un rostro de molesto por los toquecitos.

—Te vas a llamar a Ian, van a venir Luna y Benjamin y vamos a hablar de esa maldita caja y lo de Miami.

Pero Zev se apresuró en decir;

—Lo de Miami está zanjado.

Empecé a chasquear la lengua ante su respuesta.

—No, cariño —contesté con una voz delicada, haciendo que él no parpadease mirándome—. Yo no he dicho que se haya acabado lo de Miami.

Él no comentó nada más sobre lo de Miami, pero si se quedó mirándome con ese rostro serio que solía poner cuando no estaba de acuerdo conmigo. Pero yo tenía mucha paciencia y tranquilidad, por lo que podíamos estar de esa manera mirándonos toda la maldita noche. Era igual de terca que mi propio marido, incluso mucho más que él.

Mientras los minutos pasaban, podía notar el malestar de Zev porque en ese momento era yo quien llevaba los pantalones en la relación. Y lo que ocurriese fuera de ahí era insignificante. Íbamos a ser un equipo ambos, pasara lo que pasara.

—Tenemos toda la noche, cucaracha.

Sin poder aguantar ni un minuto más, se dio la vuelta y llamó a Ian con un tono de voz bastante elevado, notándose enfadado. Sonreí delicadamente mientras que Zev colgaba el teléfono prehistórico y volvía hacia mí.

—Esta conversación no se ha acabado —contestó él.

Pero, ignorándolo, empecé a caminar hacia la puerta de salida para subir hacia la discoteca y le dije en voz alta;

—Súbete la caja, cariño.

Mientras salía, podía escuchar un tono de fastidio de él, haciendo que me divirtiese por ello.

🪩

—Pero... ¿Esto es en serio? ¿Tan repugnante es ese hombre?

Ian tenía varias fotos de dicha caja mientras que su rostro se podía ver lo sorprendido que se encontraba, tal cual estábamos nosotros en cuanto encontremos aquella caja que llevaba años allí abajo, cayéndole polvo durante mucho tiempo.

La música enérgica de aquella discoteca en la que era el dueño mi marido, se podía sentir desde aquel despacho en el que nos encontrábamos todos.

Desde hacía media hora, tanto Ian, Luna y Benjamin, se encontraban ahí, frente a nosotros, revisando cada documentación de lo que había en esa caja que habíamos subestimado demasiado. Mientras, también le había hablado sobre la carta de mi padre, y aunque Zev y Benjamin estaban de acuerdo en que no era buena idea, y más ahora que era reciente lo de Mattia, Luna e Ian estaban de acuerdo conmigo.

Realmente necesitaba ir a Miami, encontrar aquellas pistas que había dejado mi padre y entender que demonios estaba pasando. Que era realmente lo que se me estaba escapando, que era lo que la mafia búlgara parecía estar tan interesado en mi. Quería salir de dudas, comprender más a mi padre y saber porque mierda me había ocultado tal cosa así.

Por mucho que me dijese que era por mi seguridad, quería saber el fondo de todo aquello.

—Espera, espera... —Empezó Luna hablando mientras dejaba aquellos documentos y me miraba a mis ojos—. Ahora hablamos de la caja... Señora Grimaldi, ¿su padre pertenecía a alguna familia o algo? ¿Quizás esa caja la ha recibido ahora por lo que le ocurrió con Mattia?

Ante la pregunta y el estar imaginándome que quizás mi padre era un hombre adinerado de alguna familia italiana... O que quizás iba más allá, como si él fuese el jefe de una mafia. Tenía mil dudas, quería entenderlo y saber porque me había ocultado todo.

¿Por que ahora? Después de más de 10 años...

—No lo sé... Pero pienso averiguarlo —contesté apoyada en la pared mientras que Zev ya tenía tan solo puesto su camisa remangada y sin varios botones abrochados.

Sus pantalones, tan perfectos en sus caderas, le daba aquel toque que siempre tenía el muy cabrón.

Tan rápido como me escuchó, se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia mí.

—Ni lo pienses.

Pero yo, sin levantar mucho la voz mientras que los otros 3 estaban mirándonos, estaban bien callados.

—Voy a ir a Miami contigo o sin ti.

Zev, con sus manos en sus caderas, contestó;

—He dicho que no vas a ir y punto.

Ambos nos miramos, y podíamos notar que las chispas saltaban por todos lados.

A pesar de que ese hombre era mi marido, de que me sacaba de mis casillas y de que a veces deseaba ponerle la mano de collar, me hacía poner excitada en cualquier momento. Y no era el momento delante de todos, no ahora.

Pero a pesar de ello, la cercanía, las miradas, la química que ambos poseíamos cuando estábamos juntos, era abrumadora. Y si pudiese en ese momento, le hubiese quitado la ropa y le hubiese demostrado quien era su dueña. Sin importar nada más.

Y supe que él también sentía lo mismo que yo en ese preciso momento.

Pero alguien nos hizo despertarnos de la realidad.

—Tortolitos... —La voz de Ian nos hizo mirarlo con cara de pocos amigos.

—Vuelve a abrir esa bocaza y romper esa ventana contigo va a ser un auténtico lujo —respondió Zev con aquel tono que siempre ponía.

Ian levantó las manos inocentemente, pero más riéndose de él que de otra cosa.

—Señor, con mi debido respeto... Pero creo que si Olivia no investiga esto, puede que sea mucho peor.

—Ni se te ocurra seguir por esa línea, Luna.

—Solo digo...

—No —respondió mi marido empezando a caminar por el despacho con un enfado descomunal.

Negué con la cabeza mientras empezaba a tratar de descifrar cada cosa que mi padre había escrito en aquella carta.

En ese momento se hizo el silencio. Tan solo la música de la discoteca, las luces de neón azules y rojas, iluminaban aquel despacho mientras que no dejaba de pensar porqué ahora me estaba enviando aquellas pistas... Porque ahora y no antes.

—¿Y si hay alguien más detrás tuya? ¿Y si ahora, después del secuestro, todas las familias tienen puesta la vista en ti? —Inició Luna, sorprendiéndome ante lo que estaba diciendo. —Quiero decir... Has estado en las sombras toda tu vida, pero si esa carta te llegó ahora, es porque es la hora de que sepas quien eres realmente, Olivia. —Me tuteó Luna—. Quizás tu padre lo preparó todo por si un día te ocurría esto, para protegerte...

Entonces, caí en la cuenta.

Quizás los métodos de mi padre no eran los más efectivos. Era mil veces mejor que me lo hubiese dicho antes, pero sus motivos tendría. Quizás era mucho peso para llevarlo yo sola o cualquier otra cosa... No lo sabía, pero necesitaba descubrirlo.

Y Miami era mi ticket de entrada para conocer ese mundo oscuro que rodeaba a mi padre.

—Las familias... ¿Los Rinaldi y los Mancini saben quien soy yo? O... ¿Se lo esperan? —Miré a Zev quien me observaba a escasos metros.

Empecé a notar que me miraba de una forma distinta, más distante, precavido. Sentía que él sabía algo más que se me escapaba entre los dedos. Y necesitaba saberlo absolutamente todo. Solo esperaba que él fuese sincero conmigo, como lo habíamos prometido hacía unos meses, antes de casarnos. Cuando él se había enfadado conmigo por no contarle ciertas cosas que me ponían en peligro.

Y podía notar su preocupación en su mirada.

—Creo que si. Al menos, hará hace como 1 o 2 meses que sospechan que eres la llave al poder.

¿Poder?

La respuesta de mi marido me dejó mucho más patidifusa de lo que ya estaba.

¿Acaso era la hija de un mafioso? No... Mi padre nunca había mostrado esa personalidad como los estaba conociendo últimamente. Mi padre no sería capaz de hacer las barbaridades que esta gente era capaz de hacer.

No... Me negaba a pensar que eso fuese cierto.

—Pero... ¿Quien mierda soy para que estén tan interesados en mi?

Entonces vi que Zev había algo que no me estaba contando. Lo podía ver en su mirada.

Sin dudarlo, empecé a caminar hacia él dudosa, queriendo que él fuese cien por cien sincero conmigo. Más si ambos estábamos en peligro.

—¿Que no me estás contando? —cuestioné muy lentamente a medida que me alejaba de la pared para acercarme a él—. ¿Que sabes, Zev?

Pero sus ojos se dulcificaron un poco, me observó directamente a los ojos y, cruzándose de brazos, bajó los hombros, como si hubiese estado en tensión. Sus cejas simétricas empezaron a bajar y podía ver aquella angustia que tenía. La misma angustia que tenía yo de que a él le ocurriese algo.

Con su cabello corto algo despeinado y con aquellos tatuajes que mostraba por todo lo alto, contestó con una voz algo más baja de lo normal en él.

—No quería decírtelo.

Mi rostro empezó a cambiar y le advertí;

—Zev...

Su mandíbula se apretó y, quedándose mirando para mis ojos un largo rato, negó rápidamente.

Mientras, Luna, Benjamin e Ian miraban la escena como si fuese el de una serie. Pero ambos, mi marido y yo, los ignorábamos olímpicamente. Necesitaba tener esta conversación con él, ahora mismo.

Entonces, vi que su mirada era como recordar algo del pasado que le dolía y demasiado. No sabía que estaría pensando, pero se podía notar lo duro que le parecía. Y me recordó al día que se derrumbó frente a mí cuando desperté del hospital tras la herida, tras estar desaparecida tanto tiempo.

—Cuando estabas desaparecida, vinieron la mafia búlgara para protegerte. Según ellos, saben quien eres, pero como le debe una bien grande a tu padre, su deber es protegerte sin que sepas quien eres —murmuró sin apenas pestañear.

Sabía que estaban ahí para ayudarle a los Grimaldi a encontrarme pero... ¿Que ellos sabían quien era mi padre? Si ellos lo sabían, es que hay muchas más cosas que Zev no me había contado.

—¿Y no me lo habías contado?

—Pensé que era mejor. Eso es lo único que sé.

Negué ante ello.

Me giré, dándole la espalda mientras caminaba por el largo despacho de mi marido, a la vez que la música retumbaba por todo el lugar, y como las luces empezaban a cambiar de otros colores, iluminándonos a nosotros en nuestras pieles.

Pero la voz de Zev sonó por encima de la música.

—Lo peor es que, por lo que tengo entendido, tu padre tenía muy mala fama. —Me giré en cuanto escuché aquello y sentí que lo que me iba a decir en ese momento, me iba a destruir más—. Ahora estás en el punto de mira de una familia muy sanguinaria, los peores, los que menos te esperas... Son lo peor en este mundo y son capaces de hacer sufrir a quien sea por mínima cosa.

Sin apenas poder pestañear, tan solo pregunté con un hilo de voz, muerta de miedo;

—¿Quiénes?

Y no dudó ni un segundo en contestar. Pero su mirada demostraba el mismo terror que tenía yo.

—Los Smirnov.

—Oh, joder... —susurró Ian, casi cayéndosele los papeles entre las manos.

Mirando a mi propio marido, tan solo pude contestar en apenas un susurro;

—¿Van... Van a por mi? No les he hecho nada.

Zev negó, bajando sus hombros de la tensión y notándose que era una ignorante en ese mundo tan oscuro, lleno de sombras.

—Pero la familia de tu padre si. Y quieren destruir cualquier descendencia de ellos...

Me olvidé donde nos encontrábamos, que estábamos rodeados de 3 personas más, de que estábamos discutiendo si ir o no a Miami. Pero no me esperaba encontrarme con este tema, que Zev me hubiese ocultado información cuando tan solo quería que fuese sincero conmigo, como lo prometidos aquella noche, hacía meses.

—¿Por que no me lo dijiste?

Noté lo atormentado que se le veía, y su mirada trasmitía algo más. Parecía pedirme perdón con tan solo mirarme, pero eso tan solo no me servía.

—Porque creí que cuanto menos supieras era mejor para ti.

Negué enseguida en cuanto lo escuché.

—Eres como mi padre. Ocultándome cosas solo harás que camine a ciegas ante un camino de cristales rotos y termine desangrándome —contesté bastante enfadada mientras que Zev ni siquiera era capaz de pestañear ante lo que le decía. —¿Me ocultas algo más? ¿Sabes algo de mí que yo no sepa?

Él negó, pudiendo ver que en su mirada lo que yo le decía era totalmente cierto. Que a ciegas no conseguiría protegerme absolutamente nada.

—No. Lo siento... No sé nada más y ojalá lo supiera, joder... —contestó con rabia—. Ojalá supiera quien mierda eres realmente y quien fue tu padre. Porque de ser así, podría protegerte mucho mejor.

Negué varias veces sin poder creérmelo.

Mientras, todos los demás en ese despacho seguían mirando la escena, sin decir absolutamente nada.

—Lo siento... —murmuró Zev.

De pronto, uno de los guardaespaldas de Zev entraron sin avisar al despacho, enfadando a Zev, el cual parecía mucho más molesto que de costumbre, aunque ya ellos acostumbraban a hacer esa entrada. Quizás porque estábamos en una conversación importante, pero el rostro de Zev se mostraba totalmente lleno de rabia.

—¿Señor?

—¡¿Que?! —gritó Zev a su guardaespaldas.

Pero su guardaespaldas ni se inmutó.

—Hay un hombre que necesita ver urgentemente a Olivia.

Me giré para mirar a dicho guardaespaldas y me asusté de tan solo escuchar aquello.

Pero Zev fue el que preguntó;

—¿Quien?

Su guardaespaldas, mirándome esta vez a mi, respondió;

—Un tal Sunam Saelim.

El mundo cayó conmigo debajo y juré que sentí un sendero de espinas clavándose en mi espalda.

Escuchar aquel nombre era como recordar buenos momentos del pasado, pero también los malos. Y tan solo deseaba saber porque se había esfumado cuando más lo necesitaba, cuando más falta me hacía. Quizás fue uno de los motivos por el cual me sentí sola durante mucho tiempo.

Me quedé en blanco, sin saber que decir, pero podía sentir la mirada de mi marido sobre mi y preguntó a su guardaespaldas;

—¿Quien?

Y entonces murmuré;

—Sunam...

Un hombre unos casi 10 años más que yo entró, algo mas cambiado, más adulto, con su cabello mucho más largo que la última vez que lo vi.

Y sentí que la calidez volvía a mi corazón nada más verlo. Y, a pesar del vacío que sentí en mi pecho hacía mucho tiempo, al verlo sonreí. Pero Sunam tampoco se quedó atrás.

—¿Quien eres? Olivia, ¿lo conoces? —Me preguntó Zev acercándose un poco a mi.

—Si... —susurré, dando un paso hacia él—. La mano derecha de mi padre... Mi entrenador personal... —Y lo último lo dije sintiéndolo de verdad—. Un hermano para mi.

Corrí hacia él y me abalancé hacia ese hombre, recibiendo el mismo abrazo por su parte y juré que me derrumbé sobre su hombro mientras me daba igual que todos me mirasen en esa escena. Que me reencontrase con alguien 10 años después de verlo por última vez, justo el día de mi cumpleaños, era mucho pedir y juré que la felicidad me empezaba a inundar mi pecho.

Apenas nos separamos mientras que Sunam seguía abrazándome con ese cariño que siempre me había tenido.

Tenía miles de dudas, pero ahora eso pasaba a un segundo plano.

—Fuiste tu, ¿verdad? Tu me enviaste la carta —pregunté mientras me bajaba al suelo y él asentía.

Pero podía notar que su rostro trasmitía algo que me desconcertaba, como si hubiese preocupación en él.

—Si... Tuve que estar todo este tiempo oculto, por el plan de tu padre.

—¿Quien dice que debo fiarme de ti? —preguntó Zev enfadado.

Sus pasos resonaron sobre la música y podía notar que estaba enfadado, y no sabía si era tan solo preocupación, enfado o eran celos.

De él no tenía que ponerse así, porque lo consideraba un hermano a pesar de que no pertenecíamos a la misma familia.

Pero Sunam, con su contundente voz, respondió;

—El que lo sabe todo de Olivia.

Todos se quedaron callados ante aquello, pero la única que habló fue Luna.

—Pues ahórranos meses de investigación y dilo; ¿quien es Olivia? —contestó Luna de brazos cruzados.

Al mirarlo, supe que él no iba a decirme nada de mi pasado, de quien era mi padre, de que familia pertenecía. Si es que él estuvo en negocios turbios. Quería saberlo todo, pero Sunam no iba a decirme absolutamente nada.

—Si pudiera, lo haría. Pero no puedo, debe ser ella quien lo descubra.

—¿Que? Sunam, que mierda de juego es este —contesté enfadada alejándome de él—. ¿Por que no puedes decirme nada?

—Porque si te lo digo ahora, sería ponerte una diana en la cabeza.

Negué rápidamente mientras lo observaba.

—Ya la tengo.

Pero fue Sunam el que se le notaba agotado, el que negó repetidas ocasiones, el que iba a decirme cosas que no me iba a gustar. Lo conocía a la perfección.

—Tu padre así lo quiso. No es solo el apellido que hay detrás, Olivia. Sino que lo que eres te puede caer de lleno en la cara y créeme, cuando lo descubras no volverás a ser la misma de antes —murmuró. —Mejor que lo vayas sabiendo poco a poco. Ni yo tampoco sé todo, solo tu padre. Y él lo dejó todo preparado para que lo descubrieses.

No fui capaz de decir nada. Era todo una sorpresa que ese hombre reapareciera tras despedirse de mi aquel día en el puerto, dejándome sola con mi madre, antes de que ella falleciera meses después de un cáncer.

Pero entonces Luna volvió a hablar con su voz tan dura.

—Hay que ir a Miami.

—Digo lo mismo. —Se unió Ian de brazos cruzados.

Benjamin también se unió, después de que fuese el único a favor con Zev de no ir a Miami porque podría ser demasiado peligroso para mi. Pero el único que estaba en contra fue mi marido, que observaba la escena no muy contento.

—No. Acaba de salir de un suceso traumático, no dejaré que nada le ocurra —contestó Zev caminando hacia Sunam.

—Grimaldi, si no se va a Miami, los Smirnov la encontrarán rápidamente —respondió el que fuese mi entrenador personal de defensa—. Chicago no es un lugar seguro ahora para ella y lo sabes bien.

Zev negó rápidamente.

—No si puedo protegerla. Mattia anda por ahí, el único sitio al que no puede ir es a Chicago.

—Olvídate de Mattia... Es solo un azucarillo que si lo mojas desaparece —contestó Sunam, pareciendo que conocía bien a todas las familias—. No funciona así con los Smirnov. Su padre hizo esto porque, si se marcha, el rastro será difícil de detectar y ellas le costarán encontrarla.

Aquello me dejó totalmente patidifusa.

—¿Ellas? —pregunté sin entender nada.

Sunam se calló, sin decirme nada, pero fue Zev quien se acercó a mi con aquellos ojos tan negros y brillantes que tenía. Su cicatriz apenas era perceptible por todas las luces de la discoteca, pero fue el único que contestó a mi pregunta;

—La familia Smirnov son todas mujeres, Olivia.

IRINA SMIRNOV

Observé mi té ya frío, sin estar a la temperatura perfecta que me gustaba a mi y lo dejé a un lado, enfadada por el mal servicio que estaba teniendo últimamente. Sin poder evitarlo, me levanté caminando hacia la ventana, papel en mano mientras veía la nieve caer en la ciudad.

Sin tocar nada más, volví a bajar mi mirada hacia dicho papel, los documentos que pedí, sobre aquella joven que tan solo necesitaba encontrar para vengarme.

Sin duda, era hija de aquel estúpido de Niels Dupont, de la familia Dupont... Y cuanto los odiaba. A todos ellos, empezando por el cabeza de familia que ahora descansaba en una urna en algún lugar recóndito del mundo.

Mi rostro se trasparentaba en la ventana que tenía frente a mi y podía ver lo enfadada que estaba por ello. Cuando volví a mirar hacia la foto de esa mujer, pude ver lo hermosa que era. Digna de alguien como ella. Solo le faltaba estar vestida para la ocasión.

Si el mundo supiera, si tan solo su pueblo supiera que vivía, que todavía quedaba descendencia, eran capaces de hacer todo lo posible para que volviese, para que siguiera con el trabajo Dupont.

Pero nunca lo sabrían. No si yo estaba para no permitirlo.

La puerta se abrió, cabreándome por no llamar y, cuando me giré, vi que mi hija mayor de 32 años me observaba. Se notaba todo el ejercicio que hacía, la defensa, la mujer fatal que era gracias al entrenamiento exhaustivo que las hacía tener a todas mis hijas. Pero la descortesía no lo permitiría.

—¿Que mierda haces que no llamas? ¿Cuántas veces te he dicho a tus 32 años que llames?

—¿Tienes que decir siempre en voz alta mi edad?

Elevando la ceja, le susurré;

—Quitándote 5 años no hará que tu piel rejuvenezca 5 años. —Sin moverme de mi sitio, dije. —Sal, cierra la puerta, y vuelve a tocar.

—Pero... ¿En serio?

—El respeto es lo último que se pierde, Anastasia.

Su cabello rubio dorado impecable se movió al girarse y pude escuchar una palabrota en voz baja.

Con la puerta cerrada, tocó la puerta y dije;

—¿Quien es?

—¿En serio? —contestó tras la puerta—. Tu hija mayor.

—Pasa.

Volvió a entrar, cerrando la puerta y se cruzó de brazos ante aquel recto cuerpo, el cual se notaba el entrenamiento militar que tenía gracias a mi.

Mirando el papel donde estaba la fotografía de esa mujer, preguntó;

—¿Que culpa tiene ella?

Observando aquel rostro, dejándolo clavado en mi mente, murmuré;

—Si te metes con los Smirnov, tu familia paga los platos rotos. Así es este negocio.

—¿Sabes donde está?

Sonriendo, respondí;

—Prepara las maletas, Anastasia. Llama a tus hermanas y que hagan lo mismo —susurré. —Nos vamos a Chicago. Y ya sabes que es lo que tienes que llevar.

Anastasia, sonriendo, asintió dejándome sola nuevamente mientras cerraba la puerta.

Me acerqué a la chimenea y tiré dicha fotografía, deseosa de seguir el plan de la matriarca de los Smirnov.

No sabía nada de esa tal Olivia, solo que pertenecía a los Dupont. Pero pronto me conocería a mi y las cosas no se iban a quedar así, sin más.

En lo absoluto.


***

Y aquí está un nuevo e intrigante capítulo de SHADOWS.

¿Que les ha parecido?

¿Lo de Sally?

¿Se esperaban la narración de una de las Smirnov?

¿Les intriga esta familia nueva?

¿Y el pasado de Olivia?

¿Que haya vuelto Sunam?

¿Se irán pronto a Miami?

Nos leemos el próximo sábado ;)

Patri García

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