D I E Z | R I T M O 🪩
«Iba a hacer lo imposible para conseguir saber quien era realmente. Todos me ocultaban algo, pero todos parecían saber quien era... Y no sabía si me gustaría descubrirlo»
Olivia Grimaldi.
Observé al portero enorme que había en la entrada de aquella discoteca Paradise repleta de gente para entrar.
Estaba nerviosa. Era la primera vez que me adentraba a un lugar como este de incógnito, sola y teniendo cuidado de por donde pisaría. Miami era un lugar desconocido para mi y aquello me aterraba. Estábamos muy lejos de Chicago, el hogar donde me había acostumbrado a vivir durante muchos años.
Suspiré, tratando de calmarme y haciendo esto para descubrir quien era. Era hora de seguir adelante, ser más fuerte y no mirar atrás todas las cosas malas que me llegó a pasar, incluyendo lo de Mattia.
—Nombre y edad —respondió cortante el hombre tan alto y pareciendo un mueble.
Teniendo que elevar mi cuello para poder mirarlo, respondí;
—Grimaldi. 24 años.
El hombre de la discoteca se quedó mirándome.
La calle estaba cerca de la playa, con imponentes palmeras que decoraban el lugar, siendo tan famoso en Miami. Las mujeres que estaban a mi espalda charlaban entre ellas, deseando entrar a la discoteca y casi podía notar que alguna hasta me empujaba, queriendo ser ellas las primeras que entrasen.
Sabía que ayudaba mucho el tema de la vestimenta, ir lo más ligera posible de ropa para que el portero nos dejase entrar. Cosa que les costaba mucho más a los hombres. Quizás a muchas aquello le funcionaba, pero a mi no me hizo falta a pesar de llevar un vestido rojo llamativo y bastante ceñido a mi cuerpo, dejando ver más carne que vestido.
El portero me observó de arriba abajo, sorprendido por el apellido que le acababa de dar para luego ponerme una pulsera rosa en mi muñeca derecha y abrirme el paso para entrar hacia aquella enorme discoteca que Zev tendría que envidiar y bastante.
Sin saber que demonios hacía aquí o como me había atrevido yo sola a entrar, escuché la música demasiado más alta de lo normal, mientras en el centro muchas personas se encontraban bailando al son de aquella canción de reggaetón mientras que otras simplemente estaban sentadas en asientos cómodos bebiendo y charlando.
Frente a todo aquel bullicio, traté de mirar desde la zona alta todo el panorama. Encontrar lo que mi padre había escrito en la carta, que sería mi próxima pista para encontrar que es lo que me haría descubrir quien era realmente.
No vi nada rojo desde un principio, pero tampoco sabía que era lo que buscaba.
—Deberías acercarte a un tío y ligar con él —contestó Ian en mi oído mientras escuchaba a alguien gruñendo de fondo—. Quizás así consigas entrar.
Zev no tardó en contestar;
—Como un hombre se atreva a tocarte lo dejaré sin lengua.
Elevé la ceja, aun sabiendo que Zev no estaba para nada de acuerdo que entrase sola a ese lugar.
—Me las sé apañar, cariño —ironicé mientras caminaba por el lugar, mezclándome con la gente.
Llevaba una mini cámara en un botón decorativo de mi vestido impecable rojo, mientras que en mi oído derecho llevaba un pinganillo para escuchar lo que me decían mis guardaespaldas, mi marido y el inspector Ian Santos.
Nerviosa, miré la cantidad de gente, lo enorme de aquella discoteca y seguí buscando para encontrar el rojo.
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2 semanas antes;
Sola en la ducha, dejé que el agua me atravesara por todos lados, pensativa en la carta de mi padre, en las discusiones que tuve con mi marido Zev para poder ir a Miami y en las pesadillas que he tenido últimamente encerrada en aquel maldito lugar.
Sabía que lo mejor para mi para poder pasar página, continuar con mi vida, era ir a Miami, hacer equipo con Zev y así saber que misterios tenía mi padre... Que es lo que tanto me decía que era especial, que no era la mujer que creía que era y que tanto me había ocultado.
¿Por que se tomaría tantas molestias en hacerlo imposible para que no supiera quien era yo? ¿Por que siempre prefería mantenerme oculta? ¿Por que me había llegado ahora esa caja y no antes o después?
¿Por qué ahora?
Pensativa mientras el chorro de agua continuaba cayendo por mi cuerpo, cerré los ojos mientras el sonido del agua me relajaba bastante. Pasé mis manos por mi cuerpo desnudo mientras me terminaba de quitar el jabón que todavía se esmeraba por quedarse en mi piel.
Hasta que sentí unas manos grandes sobre mi vientre, estremeciéndome mientras el agua seguía y seguía cayendo.
Cuando intenté girarme, él no me dejó. Pero por la forma de tocarme, los músculos de su torso desnudo pegados a mi espalda... Sabía quien era perfectamente.
Sonreí mientras que los labios de él se pegaron sobre mi oído.
—No sabes la de tiempo que llevo deseando follarte, Olivia... —murmuró él.
Mientras, una de sus manos ascendió hasta mi pecho izquierdo, acariciándolo mientras su boca bajaba hasta mi cuello, succionándolo a la vez que me hacía gemir por ello. Pero, no contento con ello, mientras el agua nos mojaba por completo, su mano libre la bajó hasta mi intimidad, con la ayuda de sus piernas me separó las mías y teniendo más accesibilidad, colocó sus dos dedos en mi sexo, empezando a dar pequeños círculos mientras que a mí ya me perdía.
Grité al notar que llegaba justo en ese lugar tan delicado para luego seguir torturándome de aquella manera.
—Me has dejado casi 2 malditos meses sin sexo y ¿ahora me torturas de esta manera, Grimaldi? —cuestioné mientras seguía notando como me hacía sentir aquel idiota.
—En el amor todo vale.
Lo observé como pude, ya que él me tenía sin poder moverme y respondí;
—Pues fóllame ya, Grimaldi.
Él pegó mi cuerpo frente a la mampara, que empezaba a empañarse por el agua y noté como mis pechos se pegaban en ese sitio mientras que las manos de Zev se posaban sobre mis caderas, echando hacia atrás mis caderas para notar la dureza de ese hombre pegada a mi piel.
Suspiré, hasta que de una él entró, embistiéndome en ese lugar solos.
Gemí al notarlo dentro de mí, hasta que Zev empezó a dar grandes embestidas dentro y fuera, haciendo que la mampara empezara a moverse por la rapidez de ese hombre. La mano de él se colocó sobre mi cabello mojado, haciendo un nudo frente a su mano para luego echarme hacia atrás mi cabeza y empezar a moverse con más maestría.
—Zev...
—Shh... Hoy no quiero que hables. Quiero escuchar como chocan nuestros cuerpos —respondió Zev con un tono distinto, más vulnerable mientras continuaba con su labor, moviendo sus caderas y embistiéndome a una velocidad de vértigo.
Esta eran las ganas que nos teníamos desde hacía tiempo. Más del que hubiese deseado y quise más, mucho más de ese estúpido que era mi marido.
Y era cierto. El sonido de nuestros cuerpos chocándose era increíble, mezclado con el agua de la ducha que resonaba mucho más en el eco del interior de aquella maravillosa mampara. Mientras mis pechos estaban aplastados, teniendo unas vistas maravillosas si alguien estuviese fuera, Zev continuó mientras que yo ya estaba más que perdida.
Apenas estaba aguantando más que otras veces. Quizás por todo este tiempo sin sexo, por las ganas que nos teníamos, por el tiempo separados. Que en 3 embestidas más, llegué al clímax, gritando como nunca en aquel cuarto de baño, amortiguando mi voz en aquella maravillosa mampara mientras que Zev necesitaba más tiempo hasta que acabó por completo.
Sin apenas poder moverme, escuché el agua de la ducha apagarse y la mampara abriéndose. Zev me tomó el cuerpo, levantándome completamente desnuda mientras salíamos de allí.
Me acurruqué en el cuello de mi impecable marido, el cual se notaba que estaba recién follado y se secó los pies con la alfombra. Pero nuestros cuerpos seguían empapados y, sin entender el motivo, él nos llevó fuera de su baño, cruzando el pasillo de su apartamento, para luego llegar al cuarto que compartíamos.
Acostándome con delicadeza en la cama y cerrando luego la puerta, encendió una pequeña lámpara que compartíamos para luego colocarse aquel perfecto cuerpo lleno de tatuajes sobre mí. Apoyado en sus codos, empezamos a empapar la cama de agua mientras que las gotas sueltas del cabello de Zev me empapaban el rostro.
—¿Ya estás cansado, Zev? —Le provoqué con cierta sonrisa irónica.
—Cariño, estás muy equivocada si piensas que he acabado contigo —contestó sarcástico, posando sus labios sobre los míos y dejándome completamente seca por el maldito beso que este hombre me estaba dando.
Empezó a succionar mis pezones hasta que legó a mi ombligo, lamiéndolo con su lengua,m disfrutando de ese tour que solo él sabía darme. Me estaba torturando nuevamente, aunque no me quejaba en lo absoluto. En aquel cuarto, sobre aquella cama en la noche de Chicago, ambos volvíamos hacerlo después de tanto tiempo sin llegar a más.
Entonces, desesperada por otro momento con Zev, lo empujé sobre la cama, me senté sobre él y haciéndole lo mismo que él me estaba haciendo en el cuarto de baño, me apoderé de su miembro para empezar a frotarlo con mi mano ante la atenta mirada de mi marido, quien empezó a perder el control, siendo sumiso en ese momento frente a mi.
Hasta que me suplicó.
—Por favor...
Elevando la ceja, le pregunté dulcemente;
—Por favor, ¿que?
Zev posó sus manos sobre mis caderas y suplicó;
—No me hagas agonizar más.
Sonriendo por mi triunfo, coloqué su intimidad frente a mi entrada y empecé a bajar, sintiéndome llena por ese hombre que gimió ante mi descaro. Mientras colocaba mis manos sobre el cabecero de la cama, Zev, acostado en la cama dominado por mi, observó cada movimiento que hacía, cada movimiento de cadera mientras que él tan solo me miraba con los ojos bien expresivos, sus labios entreabiertos y sus dedos clavándose en mi piel.
Y como disfrutaba de esa maldita sensación con mi marido.
En aquella cama, haciendo todo el ruido que fuese necesario en la intimidad y solos en nuestro apartamento, nuestros gemidos fueron amortiguados en aquel cuarto mientras el frío invierno de Chicago calaba fuera de esas paredes. Cosa que dentro no ocurría y hasta sudor es de lo que nos empapamos en ese instante efímero.
Cuando lleguemos al final, me desplomé sobre él empapada del agua de la ducha y del sudor del momento, para apoyar mi cabeza sobre el duro pecho de ese hombre. Las manos de Zev se colocaron en mi espalda, acariciándome con dulzura, hasta que le escuché decir;
—Feliz cumpleaños, ricitos.
Arrugando la frente sin saber qué hora era, levanté mi cabeza hacia el reloj, para contestarle;
—Todavía quedan 3 minutos para las 12 de la noche.
Él me tomó del rostro para asegurarse de que lo miraba y lo escuchaba, y me recalcó;
—Feliz cumpleaños, Liv... Quiero ser el primero en felicitarte este año y todos los que vengan —respondió claramente.
Sus ojos oscuros mostraban cierto interés en mi, acariciándome el cabello con cariño mientras que yo tan solo lo miraba con felicidad.
Posando mis dedos sobre la cicatriz de él, consiguiendo que Zev cerrase los ojos disfrutando de mi toque, me relamí los labios antes de hablar.
—No quiero que me regales nada. Sobre todo, nada de cosas que valgan muy caras... No me gusta lo caro... —susurró.
Zev, sin contestarme a la primera, esperó unos segundos antes de decirme;
—Vas a recibir un regalo por tus 24 años, Liv.
—Zev...
Él rio por ello.
—Créeme, para ti ese regalo tiene un valor incalculable.
En todo ese momento de aquella conversación, el reloj marcó las 12, cambiando el día a aquel 2 de febrero, siendo ahora si, oficialmente el día que cumplía años.
Hacía mucho tiempo que no lo celebraba. Y aunque estaba segura que Zev iba a celebrarlo, yo no sabía si estaba preparada para ello. Después de la muerte de mis padres, todo cambió en mi vida y ya ni recordaba la última vez que había celebrado un cumpleaños.
—Solo te pido que no me hagas fiestas... Ya ni recuerdo la última vez que celebré este día —confesé, haciendo que Zev me observase intrigado.
Sus manos no dejaban de acariciarme mientras que me observaba de aquella manera, ya no ocultando lo que sentía por mi.
—No debería decírtelo, pero Angela ha preparado una fiesta con la ayuda de Ginevra. Lo hemos preparado en casa de Luna y sabes que a Angela no se le puede decir que no —contestó Zev.
Lo observé en silencio, sin decir nada.
No dejé de pensar en ello, en que no era un día muy feliz para mi después de estar tanto tiempo sola, sin compañía de familia. Así que esto me resultaba doloroso, pero la sonrisa de Zev, el como hablaba de Angela y lo que me habían preparado, me hizo sonreír delicadamente, pero no logré sonreír del todo.
Necesitaba descubrir lo que mi padre me había escrito, lo que quizás era para mi algo importante, el descubrir quien era realmente y los misterios de la carta de mi padre.
Las manos de mi marido se posaron sobre mi rostro, acariciándome mientras no dejaba de admirarme desde su posición.
—Si quieres irte luego de la fiesta, lo entenderemos. Pero al menos intenta ir —sugirió.
Y, tras meditarlo un rato, asentí.
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Al día siguiente, me encontraba frente al espejo del cuarto que compartíamos Zev y yo.
Extrañamente me encontraba de buen humor. Quizás por las secciones de sexo de anoche con Zev, quizás porque ya empezaba a tomar algo de confianza al salir, quizás porque empezaba a pensar que aquella fiesta de cumpleaños no iba a ser mala idea.
Fuese lo que fuera, estaba de buen humor.
Me había puesto algo bastante simple para una fiesta de cumpleaños, que era una falda con medias, un jersey y el cabello recogido. En ese momento, me estaba maquillando frente al espejo, tratando de no salirme mientras me hacía los labios. Hasta que noté cierto movimiento a mi derecha.
Cuando giré la cabeza para mirarlo, me encontré con un Zev algo juguetón, apoyado en la pared con sus manos en los bolsillos con aquella ropa tan irresistible que el muy idiota solía ponerse. Me observaba como si fuese lo único interesante que hubiese en su campo de visión en aquella tarde noche.
Elevando la ceja sin decirle nada, volví a mirarme al espejo para acabar de pintarme los labios.
—Me encanta cuando tus labios se entreabren al maquillarte —susurró Zev algo embobado al mirarme.
Traté de no sonreír para no salirme, pero era complicado cuando el heredero de una de las familias más temidas de Chicago te decía tal cosa como esa.
Cuando acabé, guardé mi maquillaje y me giré, apoyando mi cadera sobre la mesa que había bajo el espejo y me encaré con él.
—¿Tengo que ensayar mi cara de sorpresa? No soy muy buena actriz que digamos —contesté divertida.
Zev, quitándose de la pared, no sacó sus manos de sus bolsillos y empezó a caminar hacia mí. Sus manos salieron de su escondite y se posaron sobre mis caderas, haciéndome girar hacia ese hombre que tenía frente a mi, para mi sola. El rostro de él estaba demasiado cerca del mío y no podía ni imaginarme todo lo que íbamos a vivir desde el día que nos conocimos en el despacho de su padre.
Grimaldi elevó mis caderas, pegándolas sobre su pelvis y haciéndome sentir ardiente desde que sintiese cierta zona de él con la que me gustaba jugar y mucho. Me mordí el labio delicadamente al bajar la mirada hacia los labios de ese hombre, y creo que a Zev no le gustaba que lo hiciera, porque colocó su mano bajo mi labio inferior y me los retiró de mis dientes.
—Si te muerdes el labio solo conseguirás que acabemos encerrados en este cuarto durante los próximos 4 días.
Sonriente ante ello, le provoqué;
—No me parece tan mala idea, cucaracha.
Feliz de escucharme decirle como lo llamaba en la privacidad, acercó su rostro al mío para besarme, pero lo paré.
Coloqué mis manos sobre su duro torso y le contesté;
—Si me besas de esa manera tan tuya, terminarás con los labios llenos de carmín y yo tendré que volver a maquillarme. Y no queremos eso, Grimaldi.
Divertido y chulesco, bajó su mano por mi falda hasta llegar a meterse dentro y subir levemente hasta llegar a mi ropa interior, pero sus juguetones dedos se colocaron por esa zona íntima y empezó a hacer círculos mientras que yo trataba de no hacer ni un solo movimiento para que no viese que me excitaba ese hombre por cualquier cosa.
—Pues este será mi beso, señora Grimaldi —contestó mostrando aquella sonrisa juguetona. —Y no acabaré hasta no escucharte gemir.
No ayudó en lo absoluto a que supieses mover sus dedos y que, encima, acabase tocándome esa zona tan sensible, el cual me hizo soltar un leve gemido. Pero el muy idiota terminó y se separó de mi.
Lo miré con cara de enfado.
—Vámonos o si no llegaremos tarde.
Cuando se giró, podía notar la diversión en su rostro y empezó a marcharse de nuestro cuarto mientras que yo lo miraba enfadada.
—Gilipollas.
Negando con la cabeza con cierta sonrisa, tomé mi bolso y caminamos juntos fuera del apartamento, bajando por el ascensor y llegando a la calle, para observar aquel Ferrari que estaba ya listo y aparcado frente al edificio.
Llevaba más de 2 meses sin subir a ese estúpido coche incómodo, más porque Zev quería verme cómoda hasta que me recuperase de todo de las heridas físicas que Mattia había hecho, sobre todo de la herida de bala y ahora veía aquel coche rojo frente a ese sitio. Quizás me caía mal ese coche, pero en el fondo hasta lo había echado de menos subirme en él y enfadarme con Zev por cualquier cosa que hiciera.
Zev, abriéndome la puerta del copiloto, se retiró para ayudarme a subir y juré que podía notar cierta sonrisa de chulería.
—¿De nuevo con el diminuto coche, Grimaldi?
—Ci sono usanze che non cambiano mai, riccioli.
Elevé la ceja ante su respuesta y negué al empezar a entender cosas que el muy idiota me decía, y sabía que me estaba diciendo que había costumbres que nunca cambiaban.
Me gustaba y mucho cuando me hablaba en italiano con ese acento tan marcado de él.
Cuando subí con la ayuda de Zev, supe que no había echado nada de menos subirme en esta porquería de coche tan bajo que me tuve que sujetar la falda para que nadie viese lo que llevaba debajo. Aunque sabía que Zev tenía unas vistas espléndidas de mi trasero.
Una vez subidos, lleguemos a uno de los distritos de Chicago algo más humildes, aunque mucho mejor cuidado de donde yo había vivido durante años en este lugar y nos bajamos, viendo que era el edificio donde vivía mi guardaespaldas Luna.
Cuando subimos, Zev me estuvo advirtiendo que no dijera nada a Angela de que sabía lo de la fiesta y se lo prometí. Pero en cuanto me abrieron la puerta y salieron varias personas que conocía de ahí, juré que todo me había dejado sorprendida. Quizás porque llevaba años sin celebrar mi cumpleaños, quizás porque Ahora empezaba a ver que había gente que me importaba y que yo les importaba a ellos.
Quizás era una mezcla de lo sensible que me encontraba todavía después de lo que me había pasado, pero ahí estaba yo, con una sonrisa mientras Angela se acercaba hacia mí.
—¡Felicidades, Oli! ¿Te gusta? —preguntó Angela feliz mientras que yo observaba el lugar con una enorme sonrisa por la fiesta que habían preparado.
—Me... Me encanta —respondí abrazándola con cariño.
Todos vinieron a abrazarme, hasta Ginevra que se encontraba allí, pero el único que no veía era a Giulio y hasta agradecí que no estuviese porque siempre había algo en él que no me gustaba y ahora, después de lo que sucedió en mi regreso, mucho menos.
Estuvimos un buen rato allí, disfrutando de todo, tomando tarta y charlando. Hasta me lo pasé realmente genial allí, aunque en el fondo echaba y mucho de menos a mis padres y la forma tan trágica de perderlos.
Aquel 2 de febrero lo disfruté como hacía tantos años que no lo celebraba con una familia que había elegido. Y ahora podía sentir que era mi familia, aunque no sabía lo que me depararía el futuro cuando llegase mayo, donde Giulio había prometido que firmaríamos el divorcio. No sabía si significaba que si no lo firmaba me iba a chantajear para hacerlo, para alejarme o que es lo que pretendía. Temía realmente que es lo que haría, pero faltaban 4 meses para ello y no quería pensar en lo absoluto todo aquello.
No ahora.
—¿Quieres tomar aire? —preguntó Zev posando su mano sobre mi espalda y asentí.
Ambos subimos a la azotea, donde se veía una parte de la ciudad de Chicago, muy de lejos de veían los edificios enormes donde uno de ellos sería el edificio de Zev. Estábamos en un distrito más alejado de la ciudad en si, donde los edificios eran más bajos, habían casas y algo más de tranquilidad.
Apoyada en ese lugar en aquel frío de Chicago, Zev se colocó a mi lado y me preguntó;
—¿Pasa algo?
Negué ante ello.
—Sé cuando me mientes.
Lo observé unos segundos y luego murmuré;
—¿Que pasará en mayo?
—¿A que te refieres?
Suspiré nuevamente.
—Cuando acabe el contrato de nuestro falso matrimonio.
—Olivia... Ya hemos hablado de esto. Nuestro matrimonio no es falso.
—Cuando nos casamos si lo era —respondí. —Aunque ya no lo sintiéramos, era falso... Y Giulio está muy extraño últimamente y no sé si cuando llegue mayo me chantajeará, hará algo para que firmemos el divorcio o que...
Él negó rápidamente y podía incluso notarlo hasta enfadado.
Me obligó a mirarlo a los ojos cuando sus dedos se posaron bajo mi barbilla y contestó;
—Por eso no te preocupes; lo tengo todo controlado.
Quise creerlo, realmente quise hacerlo porque conocía a mi marido. Y sabía que era capaz de todo para que estuviésemos a salvo. Lo sabía. Pero Giulio era un hombre extraño, muy misterioso, lleno de sombras y que se camuflaba bajo un antifaz de hombre simpático y lleno de falso cariño ante su familia.
Entonces, él metió su mano bajo su chaqueta y me entregó una cajita azul entre mis manos.
—Por tu cumpleaños... Esto te pertenece.
—Te dije que no quería regalos...
Zev elevó su ceja y me contestó;
—No considero un regalo algo que ya te pertenecía, Liv.
Cuando abrí la caja, lo que descubrí dentro me dejó completamente patidifusa.
Dentro había un colgante que conocía a la perfección. Bien colocado para poder tomarlo.
Consistía en una estrella de luna, con una piedra brillante en la estrella que brillaba bajo la luz de la luna. Todo el collar era color cobre y lo conocía muy bien porque era un collar muy parecido al que mi madre tenía siempre. Pero un día, años después de su muerte cuando me lo quedé, lo perdí y nunca supe de él.
Cuando lo miré, le dije;
—¿Como... Como sabías que mi madre tenía uno igual a este? —Parecían que las palabras me fallaban y eso era porque no me esperaba para nada esto.
Él negó.
—Ese colgante era el de tu madre, Liv... —respondió dejándome totalmente patidifusa—. El idiota del que fue tu casero te lo robó y yo... Bueno, digamos que lo recuperé educadamente.
Me tapé la boca con la mano y me giré, dándole la espalda para que él no me viese.
Tener semejante collar tan significativo para mi, el colgante que mi padre le regaló a mi madre y que ella había llevado toda mi vida hasta que me lo entregó días antes de morir... Las lágrimas no tardaron mucho en salir y cuando giré aquel colgante para saber si era ese realmente, estaban las iniciales de los 3. Era el verdadero colgante, mi colgante que tanto sufrí cuando lo perdí y que el idiota de aquel hombre me había robado.
Zev se puso frente a mí, limpiándome las lágrimas para hacerme mirar a los ojos.
—Siempre te pertenecerá este colgante, Liv.
Me besó la frente antes de ayudarme a colocarlo en mi cuello, el cual había estado durante mucho tiempo.
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—Pasaremos un momento por la discoteca. Tengo que recoger unos documentos antes de volver al apartamento —respondió Zev aparcando el coche frente a la abarrotada discoteca que poseía.
Cuando nos bajamos, él me ayudó a bajar para luego entrar a la discoteca, tomándome de la mano para que no me separase demasiado de él.
La discoteca, abarrotada de personas, bailaban animadamente aquel viernes en el que parecía no haber fin en ese lugar. Las luces de neón rojas y azules daban un toque en ese lugar amplio, con una canción bastante animada que daban ganas de imitarlos a todos.
Zev pasó de todos ellos y cuando creí que subiríamos al despacho de él, me guió por otro lugar más desconocido. Donde las personas no pasaban ya que había guardaespaldas para evitar que nadie interrumpiese en el paso si estaba borracho o para hacer cosas privadas. Extrañada por el cambio de rumbo, sujetando el collar de mi madre, lo seguí hasta que entremos en lo que sería un sótano lleno de bebidas alcohólicas, cajas y hasta una silla en mitad del lugar, algo solitario.
Extrañada, lo miré mientras que él se separaba de mi para tomar aquellos documentos.
—¿Se puede saber por qué estamos aquí? Parece un lugar donde haces cosas... No muy legales.
Zev me observó para decir;
—Mejor que nunca preguntes que se ha hecho aquí, Olivia. —Se dirigió hacia una caja para luego mirar unos documentos—. Quiero investigar donde se ha podido meter el psicópata de Mattia y hubo una época que lo investigaba, posibles casas que se había comprado. Así que voy a tomar esos documentos.
Asentí por ello mientras se escuchaba muy de fondo, en la parte de arriba, el sonido de la música de discoteca.
—Quiero ir a Miami. —Solté de golpe.
Zev dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme.
—No vas a hacer eso, Olivia. Esa carta puede ser falsa.
—Conozco a la perfección la letra de mi padre y el trébol que era un símbolo, a parte de la frase en latín que solo nosotros sabíamos, nadie más... Te digo que ha tenido que ser él. Estoy muy segura.
Zev negó ante ello y no me contestó,
—Voy a ir, contigo o sin ti. Así que no me toques las narices, cucaracha.
—Olivia, acabas de salir de un suceso horrendo. No pienso dejarte a la intemperie de algo tan peligroso como irte a Miami, en una discoteca donde se encuentra la familia Reyes —contestó.
Negué.
—No vamos a discutir esto, Zev. Voy a ir y punto.
Él gruñó con fuerza y luego me ignoró dirigiéndose de nuevo hacia la caja llena de papeles.
Caminé hacia una caja que me llameo la atención entre muchas otras. Ahí ponía "cosas de Sally" e, intrigada, lo acaricié mirando que parecía no haberse abierto nunca.
—¿Esta caja era de tu madre?
Zev levantó la cabeza aún con rostro de enfado y asintió.
—Si. Quería que le guardase esa caja cuando empecé en este negocio.
—¿Y nunca la has abierto?
Él negó.
—Mi madre dijo que en mi vida abriese esa caja. No sabía que habría, pero era algo privado de ella y siempre lo respeté.
—¿Y si hay cosas que pueden clarificar su caso? —pregunté.
—Dudo que haya documentos que expliquen cosas ahí.
Me quedé unos segundos en silencio y luego cuestioné;
—¿Puedo abrirla?
Zev, quien me miró unos largos minutos como pensándolo, si estaba bien o mal, al rato dijo;
—Si, ábrela. Pero si ves cosas no aptas no me digas nada, por favor.
Sonreí por ello y abrí la caja con ayuda de unas tijeras que había cerca. Cuando lo abrí, estaba todo lleno de documentos extraños, fotografías y pruebas que harían temblar a cualquiera. Pero sobre todo a una persona que empezábamos a conocer algo mejor, y el cual yo casi tuve que conocer a la fuerza.
Me quedé totalmente asombrada por ello, por lo que estaba viendo, por las pruebas que había allí que pondrían en un grave aprieto a uno de los empresarios más importantes del país.
—¿Que pasa? ¿Has encontrado cosas que no puedes decirme? —preguntó Zev.
Pero entonces, cuando me giré y le puse la caja frente a él, Zev lo observó y se quedó igual de callado que yo. Dejando sus documentos, tomó las fotografías que había dentro y se quedó totalmente asombrado por lo que había.
—Zev... Creo que este fue el principal motivo de lo que le ocurrió a tu madre.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo de esta intensa novela.
¿Que les ha parecido?
¿Les gustó el inicio del capítulo?
¿Que sucederá en Miami?
¿Y Olivia y Zev?
¿La fiesta de cumpleaños?
Nos leemos el próximo sábado :3
Patri García
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