D I E C I S I E T E | C O N F E S I O N E S 🪩
«No quería perderla y sabía que acabaría perdiéndola por mi ignorancia cuando la conocí»
Zev Grimaldi.
Nunca creí que volvería a pisar Segovia, mucho menos volver a España y conducir en las carreteras que tantas horas de mi vida llegué a pasar junto con mis padres.
Aquí no hacía mucho frío, también estábamos a principios de marzo y parecía haber una ola de calor en un mes que no era lo normal. También era cierto que el cambio climático cada año estaba más intensificado y ser humano era el responsable de todo ello.
Estaba nerviosa, también estaba echa un manojo de nervios después de lo que había vivido en Las Vegas, lugar que esperaba no volver a pisar nunca después de lo que habíamos vivido allí. Después de presenciar en directo la muerte de un ser querido para mí.
Era muy resiente, apenas habían pasado 2 días y mi mente repetía en bucle el rostro de él cuando le disiparon por la espalda. Sabía quienes habían sido pero no me atrevía a pronunciar su apellido en mi mente.
Zev estaba a mi lado, observaba los lugares del noroeste de Segovia mientras conducía un coche que habíamos alquilado hacía unas horas desde que nuestro avión había aterrizado. Nos dirigíamos a un municipio de Ayllón, donde yo me había criado, donde viví parte de mi vida y donde disfruté de mis padres durante años. Aunque no los suficientes como deseé en un momento.
Mi marido me había cuidado aquellos 2 días que nos habíamos quedado en aquella casa que él tenía no muy lejos de la ciudad del pecado. Me había cuidado con cariño a pesar de que yo todavía era incapaz de mediar una sola palabra después de lo que presencié. No dejaba de pensar en cuanto habría sufrido Sebastian y en lo poco que pude hablar con él, en el poco tiempo que me dio para decirle que había sido un hombre increíble.
A pesar de que ir en avión era llamar la atención a aquellas mujeres lo hicimos porque el tiempo no estaba a nuestro favor. Trataríamos de estar lo más alejado de todo, pasar desapercibido como podríamos y no llamar la atención. No sería fácil, pero podríamos conseguirlo. Despistarlas era el objetivo.
Mi preocupación porque Zev y Angela le ocurriesen algo se incrementaba cada día más y ahora más después de lo que había sucedido hacía 2 días. No dejaba de darle vueltas y eso no era bueno para lo que había vivido en Portugal, que parecía que lo revivía nuevamente. Todo se juntaba y lo único que sentía era enfado porque mi padre me ocultase todo aquello.
Zev llevaba rato que no dejaba de mirarme con preocupación. Sabía muy bien que estaba igual que yo, aunque él trataba de ocultarlo, pero lo notaba extraño. Quizás tenía miedo a que me ocurriese algo como cuando acabé en el hospital. Pero juntos no nos ocurriría nada.
—Estoy bien, Zev.
Sabía que mi rostro y mi actitud trasmitían todo lo contrario. Zev era mi marido, me conocía bastante bien, ¿cómo no iba a saber que mentía cuando mi rostro decía lo contrario?
—No lo estás... Esto te está matando y odio que estés así... —respondió siendo totalmente trasparente conmigo. No aparté la mirada de la carretera mientras lo escuchaba—. Estoy seguro que ahora, cuando descubras lo que te escondía tu padre, posiblemente no seas la misma persona que antes.
Tenía razón cuando lo dijo y asentí.
—No lo sé...
Tan solo continué conduciendo hacia el pequeño pueblo donde vivía en mi pasado con mis padres, dirigiéndome hacia la casa donde viví tantos años.
Tenía muchas incógnitas y muchos miedos respecto a lo que descubriría. Sabía que lo sabría en esa casa. Quizás mis respuestas estuviesen ahí o, quizás, sería Sunam quien me explicaría absolutamente todo. Mis manos parecían gelatina.
—¿Echas de menos tu hogar donde vivías con tus padres?
La pregunta de Zev me pilló por sorpresa. Eran las 3 de la tarde y el sol daba de lleno en el coche. Cuando miré fugazmente a Zev antes de mirar hacia la carretera.
—Me trae buenos recuerdos.
—¿Como cuales?
Notaba la mirada de mi marido sobre mí mientras giraba para dirigirme hacia mi pueblo, el cual parecía estar tal cual lo dejé aquel día, un día antes de irme a estudiar un corto tiempo en Portugal, donde el idioma portugués me costó aprenderlo y lo tengo bastante oxidado.
—Casi todos son con mi madre... Mi padre a veces se pegaba semanas fuera del país, haciendo quien sabe... —murmuré observando las calles—. Con ella nos pegábamos noches viendo películas, charlando, disfrutando del día... No era solo mi madre, sino también mi mejor amiga. —Sonreí orgullosa de ella.
Pero la tristeza de que por fumar se fuese más rápido de este mundo fue uno de los muchos motivos para enfadarme, por arrebatarme una de las personas que más quería.
—La echas mucho de menos.
Zev no dijo nada, pero su mano se posó sobre la mía donde descansaba sobre el cambio de marcha y acarició con cariño.
Bajé la velocidad en una calle al doblar, acercándome a lo que fue mi casa y, sin dejar de mirar hacia la carretera, murmuré con un hilo de voz;
—Mucho.
Lleguemos allí, en un lugar lleno de verde, casas algo antiguas pero bien cuidadas y personas totalmente simpáticas por la calle. En una calle, vi mi casa, llena de ladrillos y una entrada perfecta, donde daban ganas de quedarse.
—Esa era mi casa. Aún sigue siéndola, pero llevo años sin pisarla.
Aparqué el coche de alquiler frente a lo que fue mi casa.
Seguía estando hermosa aunque la había dejado de lado tantos años. Quemaba todavía pensar en la última vez que cerré aquella puerta, quemaba más todavía pensar lo dolida que estuve cuando mi madre murió y decidí seguir hacia adelante con mi vida teniendo que dejar ese lugar por todos los recuerdos que habían.
Ambos nos bajamos del coche, con Zev bajando las maletas que solo eran 2.
Empecé a buscar la llave bajo una de las macetas, ya secas y tomé la llave que había ahí debajo de la maceta, pegada con cinta. Zev parecía sorprendido.
—¿Escondes la llave debajo de una maceta? Un truco muy viejo.
Sonreí, pero no llegué a los ojos.
—Pero funciona —contesté.
Abrí la puerta y, cuando volví a ver mi casa, muchas imágenes llenas de recuerdos me vinieron como flashes. Con todo lleno de polvo, pero tal cual lo había dejado, juré que me estaba viendo a mi misma abrazando a mi madre. Entristecida, entré caminando con pasos lentos y escuchando los zapatos de mi marido detrás.
Con el olor a polvo, le hablé;
—Hace años que no vengo aquí, así que no hay nada limpio.
—Olivia, no me tienes que decir nada —murmuró, pero no me giré para mirarlo. Estaba bastante afectada de estar ahí—. Eso no me importa.
Escuché como cerró la puerta y como dejaba las maletas en lo que me imaginaba que era una esquina. Me acerqué al salón tan rústico que estaba tal cual. Para cuando me giré, vi a mi marido mirando fotos mías de cuando era pequeña.
El muy cabrón parecía tener una sonrisa de oreja a oreja de esas chulescas que solía tener.
—Se veía que eras peleona, como ahora que pareces un grano en el culo.
Elevando la ceja, respondí;
—Ja, ja.
Me acerqué a aquellas fotos y miré una de ellas, la cual estaban mi madre, mi padre y yo juntos en la misma foto. Y que recuerdos de aquel día.
—Esta es de las pocas que mi padre se dejó sacar. La recuerdo bien. Fue un año antes de que lo metieran en la cárcel... —El recuerdo del pasado parecía una daga clavándose en mi estómago—. Tengo muchas más fotos con mi madre.
Él no dijo nada, solo sentía sus ojos oscuros sobre mí.
Al mirarlo, le dije con una sonrisa;
—Ven. Te enseño la casa.
Haciendo un tour por toda mi casa, Zev parecía tener bastante interés por mi cuarto de mi pasado. Observando algunos pósters que aún seguían pegados, algún que otro premio que tenía guardado y libros viejos que estaban acumulando polvo. Parecía gustarle saber que cosas me gustaban y descubrir más de la antigua Olivia. Tras aquello, nos acerquemos al jardín y vi que todo estaba tal cual, con la hierba mucho más crecida, todo algo más descuidado y más crecido.
Mi árbol favorito seguía ahí, viviendo y más grande que antes. Mi saco de boxeo estaba a un lado, al igual que mis cosas de entrenamiento personas que las había dejado de lado cuando mi padre murió y Sunam no lo volví a ver. Me acerqué a aquel árbol, para luego tocarlo con cariño y cerrar los ojos al sentir lo robusto y los recuerdos que se amontonaban en mi mente.
Noté a Zev a 3 metros detrás de mí.
—Este era mi árbol favorito —inicié la conversación sin dejar de mirar aquel árbol—. Siempre me sentaba debajo para leer, o para esconderme... Cuando estaba triste me ponía aquí a llorar para que nadie me viese, hasta que venía mi madre y me preguntaba que me ocurría... Siempre estaba ahí para lo bueno y para lo malo.
Me senté allí, colocando mi espalda sobre el árbol y cerrando los ojos. Fue ahí cuando Zev se sentó a mi lado, bajo aquel árbol y no dijo nada. Tan solo me dejó unos minutos tranquila, dejando que pusiera mis ideas en orden.
Hasta que me dijo;
—Te prometo que vas a volver a tener una vida tranquila, mucho más tranquila.
Decidí no contestar. No estaba de humor para pensar en mi vida a futuro. No veía futuro con esa mujeres sanguinarias a mis espaldas, buscando mi rastro. No sabía ni que sería de mi más adelante o que podría hacer yo para ello. Tan solo acaricié el collar de mi madre con amor, el que había encontrado Zev después de tanto tiempo sin poder encontrarlo.
Suspiré mientras mis miedos cada vez salían más y más a la luz.
Las horas fueron pasando y, en ese momento, ambos nos encontrábamos haciendo la cena aquella noche. Yo me encontraba en la isla de la cocina picando verduras y mi marido haciendo comida italiana en la cocina tras limpiar un poco por encima juntos la casa. Cada día me sorprendía lo bien que nos llevábamos, haciéndonos bromas mutuamente, picándonos y mostrando que podríamos tener una vida de lo más monótona posible juntos.
No podía dejar de pensar en la luna de miel en aquel rancho y en lo feliz que seríamos allí, junto con Angela y Rocky. Y quien sabe, quizás con algún hijo que tuviésemos juntos. Pero cada día veía mucho más lejos esa posibilidad. Cada día lo veía mucho más lejano que nada.
Después de lo sucedido en Las Vegas e, incluso, antes, a Zev lo notaba extraño, más distante y serio. Pensaba que era normal, quizás todo lo que estábamos viviendo, o quizás porque él me había dicho antes de salir de Chicago que no era buena idea. Pero Zev me dijo hacía 2 días que la mejor opción era seguir aquellas pistas, así que seguramente sería simple preocupación.
—¿Cuando te dijo Sunam que venía? —pregunté.
—Mañana por la noche.
Suspiré.
—Se me hará eterno... No sé para que es. Para otra llave no es. Ya están todas.
Noté las enormes manos cálidas de Zev colocándose sobre mis caderas. Su mentón lo pegó sobre mi hombro, enterrando su cabeza sobre mi cuello.
—Todo se solucionará. Pronto volveremos a Chicago y voy a ponerte más protección.
—No hará falta.
—No hay discusión —contestó él, besando mi cuello y haciéndome cosquillas por ello.
A las horas de cenar, de estar un buen rato juntos, estábamos juntos en la cama después de haberlo estado haciendo en mi viejo cuarto. Nos encontrábamos totalmente desnudos en mi antigua cama y no paraba de mirar hacia un punto fijo de mi cuarto, donde se hallaban las 3 llaves descansando sobre el escritorio. Las manos de Zev estaban sobre mi cuerpo, abrazándome en la posición de la cuchara. Estaba durmiendo y lo escuchaba respirar. Estaba totalmente descansado y relajado y no quería despertarlo aunque yo era incapaz de pegar ojo aquella noche.
Decidí levantarme, con sumo cuidado de no mover a Zev y tomar la camiseta que él había tirado por algún lugar de mi cuarto. Observando el cuerpo atlético de mi marido desnudo, con tan solo una sábana tapándolo un poco por debajo de la cintura, bajé al salón tras tomar las llaves y las empecé a analizar.
Sabía que el problema estaba en los llaveros, no en las mismas llaves, así que empecé a unirlas, hasta que conseguí dejar una sola y empecé a pensar para que sería o que es lo que abriría. Era otra llave más y eso fue lo que me extrañó. Pero lo que más me llamó la atención fue la frase que había detrás; Omnia vincit amor.
Sin pensarlo 2 veces, subí al despacho de él, donde siempre se pegaba horas y horas encerrado, haciendo lo que fuese que haría ahí metido. Abrí la puerta en aquella madrugada y me metí allí. Parecía tan extraño que estuviese todo tal cual lo había dejado... El sitio era pequeño y parecía más el cuarto de un universitario lleno de libros y papeles que de un hombre adulto. Pero los libros eran sobre antiguos reinados, historia europea. También habían libros ficticios de mafia o de historia antigua. Parecía que todo tenía una relación pero no le daba importancia. Ahí, en el cajón de su escritor, vi una forma de llave extraña y, de pronto, me percaté que era la llave que junté.
Sin hacer nada más, abrí la llave y vi que encajaba a la perfección. Al abrirla, me sorprendí al encontrar un anillo extraño, cubierto de oro y que parecía tener un valor incalculable. Pero quizá será falso y era una muy buena imitación. Dejé el anillo sobre la mesa y saqué otro objeto que había dentro de cajón, lo que parecía ser el diario de mi padre. Sobre él, había un papel pegado con un clic.
«En este diario encontrarás todas las respuestas a tus dudas. El anillo es para que vivas el resto de tu vida sin preocuparte por el dinero. Vale millones, pero eso no se lo digas a nadie.»
ND.
¿ND? ¿Que demonios era eso? ¿Por que mi padre firmaba de esa manera?
Me guardé el anillo asombrada por su valor, metiéndolo en mi mochila y luego miré el diario con las manos temblorosas.
¿Así que esta era la diferencia de seguir siendo inocente sin saber quien era a saberlo? Leer esto significaba que pronto descubriría quien era... Pero, ¿porque tantos viajes y tantas llaves para descubrirlo? ¿Tanto miedo tenía que la gente lo leyese?
Tomé el diario, pero no me atreví a leerlo.
🪩
A la mañana siguiente, sobre el ruido del televisor que me había costado poder encenderlo después de tanto tiempo sin hacerlo, sentada en el sofá y con el diario de mi padre descansando sobre la mesa que había frente al sofá, continuaba viendo la televisión sin verla. Llevaba 4 horas con ese diario ahí y era incapaz de poder abrir el maldito diario y leerlo, no podía... Simplemente, no podía. Sabía que todas mis dudas se solventarían leyéndola, pero estaba enfadada con mi padre, no sabía si podría soportar lo que descubriría.
Fue ahí que un soñoliento Zev bajó sin camisa, solo con los pantalones de pijama puestos, frotándose los ojos. Me vio al bajar las escaleras y empezó a caminar hacia mí con el cabello más que despeinado.
—¿Cuanto llevas ahí? Quería despertarme a tu lado.
Estaba bastante desganada, seria y juré que se me notaba bastante en la cara.
—Llevo toda la noche aquí. Mirando ese diario y pensando si debería leerlo o no.
Fue ahí cuando miré a Zev, que juré que parecía que había visto un fantasma. Totalmente quieto y despejado después del sueño mirando aquel diario. Arrugando mi frente, no entendí porque se comportaba de esa manera últimamente.
—¿El diario de tu padre? Puede tener todas las respuestas a tus dudas.
Lo sabía, pero no le respondí. No me encontraba bien para ello.
—¿No vas a leerlo?
—No —contesté sumamente enfadada con mi padre.
—¿Por que?
Lancé un fuerte suspiro que se escuchó por todo el salón y puse el silenciador a la televisión. Al mirar a Zev, tan solo sentía que no me apetecía leer ese diario por todo lo que habíamos estado viviendo.
—Porque estoy decepcionada con mi padre. No me contó nunca la verdad y ahora quiere que lo lea.
Y entonces, la respuesta de mi marido fue;
—Te estaba protegiendo.
Reí por lo bajo al escucharlo y negué en repetidas ocasiones mientras miraba hacia el diario. Un diario bastante viejo, pero cuidado, lleno de escritos y que sabía que tenía cosas de valor dentro. Pero, ¿de que me servía?
—Las cosas se cuentan, Zev —respondí y le pregunté. —¿Como te sentirías si yo supiese algo de tu pasado que llevas tiempo sin saber? De pronto te vienen gente diciendo que lo sabe pero no te lo cuenta, ¿estarías decepcionado conmigo por no confesártelo antes?
Zev se lo pensó unos segundos antes de decirme;
—Si estabas protegiéndome, lo entendería.
Volví a negar cabreada ya con mi propio padre.
—Esto no es proteger. Es ir a ciegas a una muerte segura. —Mi respuesta pareció afectarle y mucho a mi marido, que parecía no parpadear mientras me seguía mirando—. Proteger es cuando alguien corre peligro y haces lo posible para ayudar a esa persona, hombro con hombro. No ocultándole algo.
Y entonces preguntó;
—¿Odias a tu padre?
Arrugando mi frente, negué mientras pensaba en la pregunta.
¿Odiarlo? No... Lo quería. Era mi padre. Siempre me daba buenos consejos y era un gran padre, a su manera. Pero que me ocultase algo que me hacía correr peligro... Si, eso si me decepcionaba de él. Odiar y estar decepcionado con una persona eran 2 cosas muy distintas.
—Odiar es una palabra horrenda. Solo estoy decepcionada, enfadada y cansada con él —respondí. —No sé si podré perdonarlo algún día... —Me quedé callada y cuando lo volví a mirar, la luz de la bombilla de mi cerebro se encendió—. Dime una cosa... Cuando vi a la familia búlgara, estaban muy unidos con Giulio... ¿Giulio sabe también mi pasado?
Zev se quedó callado unos segundos para decirme;
—No lo sé. Posiblemente.
—No me estés mintiendo, Zev.
—Quizás... No lo sé —balbuceó y aquello me extrañó.
¿Zev Grimaldi balbuceando? Algo no iba bien... Había algo que no me estaba contando y no me estaba gustando nada por donde iba este camino. Tan solo lo ignoré, tomé el diario para mirarlo unos segundos y luego volverlo a tirar sobre la mesa. Tapando el rostro, negué rápidamente sacudiendo mi cabeza, cansada... Muy cansada.
—No soporto más esto... Quiero irme lejos, muy lejos y no saber nada de nada.
Zev, muy callado, se sentó en la mesa cerca de mí y lo noté mucho más extraño que nunca.
¿Estaba ocultándome algo y no lo sabía? ¿Acaso era...?
—¿Que te ocurre?
Él se quedó largos segundos callado cuando habló;
—Ese diario te dirá la verdad... Pero hay algo que me pesa dentro. No puedo escondértelo más aunque sé que me vas a odiar para el resto de tu vida.
—¿De que hablas, Zev?
Volvió a callarse y me empezaba a oler lo peor. Recordando lo que nos dijimos cuando nos conocimos sobre la fidelidad mutua.
—¿Has estado con otras en nuestro matrimonio?
Aquello pareció asquearle porque cambió su rostro arrugándolo como nunca. Y negó, tranquilizándome.
—No, por supuesto que no. No he vuelto a estar con nadie más, solo contigo. —Suspiré por ello, hasta que lo que me dijo me hizo quedarme callada—. Pero lo que te contaré hará que me odies.
Silencio y silencio.
Aquella mañana parecía trágica. No entendía el motivo, pero había algo en el ambiente que empezaba a cambiar, como una carga pesada que era agobiante. Y no entendía porque, lo que Zev me estaba ocultando no me iba a gustar. Para nada.
Empezó a rascarse la nuca con fuerza para comenzar hablar;
—Cuando Giulio me dijo que me casaría con una esposa, no quería saber nada del tema. Pero me pasó el informe y era un informe muy, muy detallado, Olivia. —Me miró y juré que me estaba justificando algo—. Decía lo que viviste en tu pasado, lo de Portugal, que estudiabas... Pero habían muchas más páginas de las necesarias para un informe.
Ya no me estaba gustando aquello, por donde iba mi marido. Por eso mismo, tan solo le pregunté;
—¿A donde quieres ir a parar?
Miró el diario y luego me miró a mi. Juré que mi corazón dejó de latir unos segundos antes de que Zev continuase hablando.
Las agujas del reloj parecieron pararse y mis ojos apenas eran capaces de pestañear al mirarlo. Algo en el centro de mi estómago no estaba bien y sabía que era por lo que estaba a punto de decirme Zev.
—Esas páginas era sobre el secreto de tu padre. Sobre tu familia por parte de él... Quien eres realmente.
Sin habla. Me quedé totalmente sin habla, sin poder mediar ni una sola palabra.
Escuchar las palabras de lo que creía que era mi marido diciéndome que todo este tiempo sabía mi pasado y que me lo había estado ocultando era mucho más doloroso que haber estado viviendo lo que hemos vivido este último mes.
Tan solo lo miré, sin ser capaz de hablar y solo deseé que hubiese un buen motivo para que él hiciera aquello. Uno de los grandes.
—Quizás fue eso lo que me hizo querer casarme contigo, no por otra cosa, sino por el tema de negocios... —susurró y aquello me dolió—. Al principio estaba poco interesado, pero cuando vi tu foto las cosas fueron cambiando. Eso fue antes, el idiota de Zev de antes de conocerte.
Y entonces, esperando que yo le dijese algo, logré preguntar a medias;
—¿Sabes todo...?
Y sin dejar de mirarme, asintió.
—Si.
Ya ni hablé.
Era incapaz de poder hacerlo, más cuando la persona que amaba y que creía que contaba conmigo para todo, sabía mucho más de mi pasado que yo o cualquier otra persona. Eso era doloroso, que estuviese ocultándome cosas que a mi se me escapaban. Que llevaba meses sabiéndolo y que no fuese capaz de decirme absolutamente nada.
—Tu padre no se llamaba Marcelo Berruti, sino Niels Dupont —comenzó, aclarándome una duda que me dejó totalmente quieta, petrificada—. De ahí como firmaba en aquella carta con la ND... Y no era un hombre de la mafia ni nada... Pero su familia, los Dupont... —Se quedó callado unos segundos para mirarme.
Todavía no era capaz de asimilar todo aquello en una simple mañana, con el diario de mi padre descansando sobre la mesa del salón.
Zev no dejaba de mirarme y no sabía porqué, lo que me iba a contar no me iba a gustar absolutamente nada. Pero nada.
—Olivia, por tu sangre corre sangre real... Perteneces a una familia de monarcas, duques, príncipes... Los Dupont fueron una familia muy poderosa en Europa, que se juntaban también con mafias y hacían cosas muy dudosas, pero eran los más poderosos que nadie —respondió sin dejar de mirarme—. Tu padre, Niels, fue un duque, el cuarto hermano, hijo último de los reyes de un país impronunciable. Todo, empezó cuando tu padre estudiaba en su primer año de universidad... Tu abuelo, el rey, mandó a un clan para quitar de en medio a unas personas de una familia contraria, porque eran un verdadero peligro. Se equivocaron de familia y dieron con las Smirnov... Las mujeres de esa familia eran mucho más poderosas y empezaron un baile de sangre entre ellos.
Con los ojos empezando a nublárseme, fui incapaz de moverme del sofá.
Tan solo era capaz de escuchar la palabra "real", "reyes", "duque"... ¿Que demonios era todo esto? ¿Por eso la mujer Marta Reyes que vi en Miami había dicho que debían arrodillarse ante mi?
Todo empezaba a temblarme y esperaba no desmayarme antes de tiempo.
—Todo se vino abajo cuando empezaron por los reyes, luego por los hermanos de tu padre y luego por familias con sangre real. Acabaron con todos, hasta que solo quedaba tu padre. Niels escapó, hizo su carrera con otro nombre en Italia, no quería saber nada de su familia. Nunca quiso ser duque, ni rey, nada... Odiaba los negocios de su familia. Entonces conoció a tu madre y años después te tuvieron a ti. Las Smirnov descubrieron todo, les buscaron e hicieron lo posible por quitar el apellido Dupont. Pero no lo consiguieron. De ahí a que tu padre acabase en la cárcel y al poco, muerto —susurró con un hilo de voz—. Cuanto menos supieras, menos idea tenías de lo que realmente fue tu familia y menos te buscarían... Pero tu padre tenía un plan por si algo sucedía.
Seguía sin poder hablar.
Mientras, él tenía muchas más cosas que decirme;
—Ese diario seguro que te dice todo esto mucho más completo. Te prometo que no lo hice por dinero, ni por nada... Me fui enamorando de ti, siempre he estado enamorado de ti —contestó con los ojos tristes—. Por ti dejaría todo y me iría al rancho sin un dólar, trabajaría desde cero y lucharíamos por vivir juntos.
Lo último simplemente, no pude pensar en ello. Tan solo pensaba en todo lo que me decía.
—Esto... Ser descendiente de los Dupont... Te convierte en reina de ese reinado, Olivia... Eres la reina en este juego.
Sin poder moverme, no dije nada. Volví a mirar el diario.
Pero Zev... Zev parecía mucho más afectado y preocupado que yo.
—Lo siento, Liv... Por favor, lo siento por no contártelo antes.
No escuché nada.
Mis manos temblaban. No dejaba de pensar en las barbaries que había hecho personas de mi misma sangre y lo asquerosa que me sentía.
Cuando él me dijo;
—Por favor, dime algo...
Cuando fui capaz de mirarlo, mis ojos ya eran un mar de lágrimas. Acumulándose, hasta terminar cayendo como cascadas por mis mejillas.
Con la voz totalmente afónica, logré hablar;
—¿Todo este tiempo, lo has sabido? Por eso no querías que siguiera las pistas —murmuré con un hilo de voz—. Giulio... Puedo entenderlo de Giulio pero... ¿Tu?
Él no hizo ningún gesto, pero se le notaba desesperado.
—No sabía como decírtelo.
—Estas pistas nos la hubiésemos ahorrado de contármelo antes —contesté elevando mi voz afónica.
—Liv...
Se le veía realmente afectado y sus ojos empezaron a teñirse de rojo mientras yo me levantaba del sofá, buscando aire, buscando un sitio donde no me sintiese de esa manera.
—Soy una maldita... —Apenas podía nombrarlo en voz alta. Parecía una maldita broma—. Heredera al trono... ¿Y me dices que no te interesaba? Soy una pieza clave según todos, hasta tu padre lo decía, Zev.
Zev era incapaz de mirar hacia otro lado, empezando a levantarse del sofá para acercarse a mí, pero lo frené. No quería que se acercase para nada a mi.
—¡Joder! ¡Tu padre lo lleva diciendo todo este tiempo que era mucho más importante de lo que me imaginaba y me dices que no te interesaba económicamente! Esto era la pieza que faltaba para que la empresa de tu padre, vuestro imperio, prosperase. ¿Un Grimaldi casado con una Dupont? —pregunté llorando por descubrir que me había estado ocultando algo tan importante como aquello—. Eso era una bomba en ese asqueroso mundo. Lo llevas sabiendo todo este tiempo y aún así, ni cuando nos casamos, ni cuando empezaste a sentir cosas por mi, ni cuando volvimos a casa tras estar secuestrada, me lo dijiste...
Y Zev solo fue capaz de decirme;
—Lo siento...
"Lo siento"... Un simple "lo siento" que no me creí en lo absoluto.
—¿Esperaste ahora en esta casa, con el diario de mi padre delante para decírmelo? ¿Acaso me lo ibas a decir algún maldito día?
Se quedó totalmente callado.
Y yo llorando por la decepción de descubrir esto ahora mismo y no antes.
Estaba totalmente rota. Descubrir que la familia de la que venía mi padre eran unos sanguinarios, poderosos por pertenecer a reyes de un país que ni sabía de su existencia y que habían hecho mucho daño a muchas personas. Estaba rota y podía escuchar como mi corazón empezaba a romperse y quedarse añicos.
Pero al mirar a Zev, cual las lágrimas me impedían verlo, Zev empezó a llorar, con sus lágrimas saliendo de sus ojos oscuros ahora totalmente brillantes y tristes. Pero me estaba dando mi espacio... Mi maldito espacio.
—Hemos estado en peligro, Zev... Te has puesto en peligro por mi... —Decidí callarme con ello mientras que Zev hacía gestos con sus labios, el cual hacía cuando estaba totalmente triste y aguantaba las lágrimas—. Solo buscan a las personas con mi apellido, el Dupont, ¿verdad?
Estaba decepcionada con mi marido, pero lo amaba... Y si esto era verdad, si solo me buscaban a mi por tener el apellido Dupont, era la única solución que había. La única.
—Si... —susurró.
Pensé en Angela y me quedé tranquila si no la buscaban a ella. Por eso Zev estaba tranquilo de que su hermana no le ocurriría nada. Solo me buscaban a mi, solo a mi. No le interesaban a nadie más. Y me quedé tranquila yo de que Angela estuviese a salvo.
—Por eso has estado tan tranquilo de que tu hermana no le ocurriría nada, ¿verdad? —pregunté y él no hizo ningún gesto—. Lo has sabido siempre... Y me duele que mi marido, la persona que amo, no me lo haya dicho... Puedo entender que al principio no. No nos conocíamos, pero llevamos meses juntos, Zev. Estamos en marzo joder, hemos vivido muchas situaciones, has tenido tiempo de contármelo y has decidido esperar al día de hoy a ser sincero...
Ahora era Zev quien no hablaba.
Y entonces, encontré la solución perfecta. Era lo mejor, aunque Angela me odiase, aunque Zev creyese que no lo amaba. Aunque lo amaba más que a nadie... Era lo mejor.
Esas mujeres solo me buscaban a mi... Solo a mi, a nadie más. Y cuanto más cerca estuviese Zev de mi o Angela, peor para ellos.
La mejor opción era seguir yo por mi camino y que ellos estuviesen alejados de mi para que no le ocurriesen absolutamente nada. Nada por mi culpa, por tener el apellido Dupont, aunque no lo tuviese legalmente.
Zev no dejaba de analizarme y parecía totalmente dañado, roto por contarme aquella verdad.
—Lo único que me alegro es que Angela y tu estéis a salvo —susurré. —Que no estéis en el punto de mira y haré lo posible para que siga siendo así. Pero yo... Yo soy el problema.
—Olivia, no digas eso.
Lo frené rápidamente.
—Recoge tus cosas y vete de aquí.
—¿Que?
Señalé su maleta.
—Que recojas todo y vete. Tu hermana te necesita. Yo iré más adelante a recoger a Rocky.
Él negó rápidamente.
—No voy a dejarte sola.
—No te lo pienso repetir. Vete ahora mismo, Grimaldi.
Sabía que no estaba de broma y esto no era un simple enfado.
Necesitaba que se alejase de mi, de esa casa, para que aquella mujeres me buscasen solo a mi y dejasen a los Grimaldi tranquilos. Era la mejor opción. Y esperaría con Sunam para saber que podría hacer, que podría hacer para luchar.
—Olivia, lo siento...
—Tienes 30 minutos para irte. —Me dirigí hacia la puerta de salida y, sin girarme, sin poder atreverme a mirarlo, respondí. —Cuando vuelva espero no encontrarte aquí.
Y sin decir nada más, cerré la puerta para empezar a divagar por las calles de mi pueblo, tratando de calmarme, tratando de poner en orden todo y de poder aceptar lo que Zev me había dicho.
Lloré totalmente desconsolada por lo que tenía en mente. Pero era la enorme opción seguir sola a partir de ahora para que él no le ocurriese absolutamente nada. Para que ni Angela ni Ze sufriesen las consecuencias de mi apellido. Sobre todo por Angela... Traté de aceptarlo, pero todo en su momento justo.
Lo hacía por ellos, aunque Angela me odiase después de ello.
***
Aquí tenéis un nuevo capítulo.
¿Se lo esperaban?
¿Que les ha parecido?
¿Sus teorías han sido resueltas?
¿Que ocurrirá ahora?
¿Habrán más problemas ahora para el matrimonio?
¿Y Olivia?
¿Que Zev se lo hubiese ocultado?
Nos leemos el sábado :3
Patri García
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