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C I N C O | P U E R T A A Z U L 🪩

«Cualquier mínima pista era importante para conocer el paradero de mi esposa. Y llegaría hasta el final de todo»

Zev Grimaldi.

OLIVIA GRIMALDI

Había conseguido dormir apenas 3 horas después de varios días sin poder pegar ojo.

Mi vista estaba cansada, al igual que mi cabeza. Era extraña esta sensación, aquella sensación de no poder dormir, de sentir los párpados muy, muy cansados, pero era imposible dormir. Traté de conseguir dormir algo después de tanto tiempo, pero juraría que había envejecido unos años en apenas días por la falta de comida, la sed y el sueño que tenía.

Volví a intentar sacar mi horquilla, ya gastada de aquella pintura negra por lo mucho que lo usaba para intentar abrir aquella maldita cerradura de mi cadena en mi pierna. Era imposible abrirla y no sabía ni como conseguirlo. Tampoco sabía si lo lograría o que ocurriría.

Empecé a temblar y no sabía si era por el frío, por la falta de energía, el hambre o la sed... No lo sabía. Ya estaba perdida y había perdido las esperanzas de que Zev consiguiera encontrarme.

—Vamos, joder... —susurré al saber que sería de mi futuro aquel maldito sábado.

Hacía un rato que Mattia había entrado, nuevamente con aquella chulería, para avisarme que en las próximas 5 horas, Josh Akkerman se acercaría a recogerme, pero lo suavicé ahora mismo. Mattia se creía que era una maldita poderosa y que una familia quería vengarse por mi pasado. No entendía nada.

—Joder... Por favor... Mamá, papá... Ayúdenme —supliqué como último remedio, aun a sabiendas de que ninguno de ambos me escucharían.

Mis lágrimas empezaron a empañar mis ojos, imposibles de ver algo mientras que la horquilla, aquella horquilla que era lo único que guardaba mis esperanzas, trataba de abrir la primera cadena para mi libertad. Aquella libertad que jamás había echado de menos porque no pensaba en todo aquello, y que ahora echaba de menos hasta pagar las malditas facturas.

El sonido de aquellas gotas todavía seguían ahí y estaba haciendo un hueco enorme en el suelo de tantas veces que caía. Apreté la mandíbula mientras trataba de buscar un hueco en aquella cerradura, donde mi tobillo ya estaba dañado de lo apretado que estaba.

—Por favor... —susurré, escuchando como mi horquilla se dañaba más y solo esperaba que aguantase un poco más antes de romperse.

Cuando creí que la horquilla empezó a doblarse del todo el uso que estaba teniendo, escuché un maravilloso sonido que me hizo dar años de vida. Mi corazón empezó a latir con fuerza después de estar tan debilitada por tanto tiempo y mis ojos dejaron de llorar por unos segundos.

Tan solo por unos segundos.

Había conseguido abrir la cerradura que me impedía moverme.

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ZEV GRIMALDI

Llamé rápidamente a Ian en cuanto pasaron unas horas, desesperado por alguna explicación mientras salía del piso de Ginevra tras pasar toda la noche en vela, haciendo llamadas, escuchando los micros que Mancini había dejado en el móvil de Akkerman y en el despacho de ese vejestorio.

Estaba desesperado y había sobrevivido a base de puro café en toda la noche. Aunque Ginevra estuviese preocupada por mi, me ofreciera dormir un rato en el sofá, no lo había querido.

Por lo que tenía entendido, Ginevra había dejado atrás su casa en la mansión Mancini hacía meses para irse a vivir sola, ya que quería alejarse de su hijo. No me decía nada, pero podía verlo culpable que se sentía de que su hijo fuese de aquella manera y no consiguiera criarlo de una buena manera.

Quizás siempre ha sido así el asqueroso de Mattia, quizás esa vida lo hizo más cruel... Quizás el padre de Mattia le había hecho ser como el psicópata que todos conocíamos a día de hoy. Pero Ginevra no podía culparse por ello, porque no era realmente su culpa de tener un hijo de esa manera.

Mientras, yo no paraba de darle vueltas al anillo de boda que Olivia me había puesto a final del mes de noviembre, hacía ya casi un mes de nuestro primer mes de bodas. Y no estaba a mi lado...

En cuanto Ian me contestó, enseguida le pregunté;

—¿Has visto algún movimiento, Ian?

Se podía escuchar el sonido de los coches pasar al lado de él y era porque él estaba haciendo vigilancia desde dentro del coche con Luna, a quien la estaba escuchando comer por el sonido de sus dientes masticando lo que parecía un paquete de papas fritas.

Ya me estaba imaginando a mi amigo Ian subiéndose por las paredes por tener a Luna acompañándolo.

—No, Zev, todavía no he visto absolutamente nada. Entra y sale gente y Benjamin está en el edificio de enfrente, uno abandonado, para ver desde ahí la puerta trasera del casino —contestó mientras se seguía escuchando el sonido de Luna masticando—. ¿No te has saciado ya? Llevas 3 horas así.

Sabía que se refería a Luna, pero no escuché ninguna respuesta de ella, solo que empezó a masticar más continuamente.

—Ian, por favor. Desde que sepas algo, me llamas enseguida —respondí desesperado.

Colgué y empecé a caminar desesperadamente por todos lados.

Eran las 3 de la tarde de un sábado, y solo esperaba que Olivia estuviese en aquel casino para poder volver a recuperarla, para que fuese libre y estuviese a mi lado.

—¿Estás seguro que está ahí? —preguntó Ginevra, dándome otra taza de café.

—Seguro que si... Tu marido me encerró en un cuarto asqueroso con una puerta roja allí mismo, en el sótano del casino... —murmuré mientras Ginevra, escandalizada pareciendo que no lo sabía, me observaba—. Un sitio repugnante donde no sabes si es de día o de noche, que día estás, cuantas horas llevas allí... Y la de torturas que me hizo ese hombre... Solo espero y deseo que Olivia este bien... Pero conociendo a Mattia...

Me derrumbé nuevamente, tapando mi rostro, esperando que no volviese a llorar delante de ella mientras que a la vez ya estaba desesperado y no pensaba con claridad.

¿Y si no llegaba a tiempo?

Giulio me había llamado y me había dicho que Mattia estaba en la mansión, tenían a más personas vigilándolo desde fuera de dicha mansión, por si aparecía Akkerman. Tomaría el primer coche que viese y correría hasta dicho lugar, pero mi instinto me decía que estaba encerrada en aquel cuarto de ese casino... Estaba cien por cien seguro.

—Zev, no sabía eso...

Cuando miré a los ojos a Ginevra, vi realmente que estaba desubicada, que no sabía la información que le estaba dando y le seguí diciendo.

—Hace años... Cuando busqué venganza por mi madre. Me retuvo allí, recuerdo que había una puerta roja algo oxidada...

Entonces se quedó callada, pensativa y a los pocos minutos contestó;

—Sé cual es esa puerta. Pero ya no es roja —contestó ella. —Hice una remodelación hace 3 años de la parte de abajo, porque justo arriba están los baños de los empleados y había una fuerte gotera en ese cuarto. Creo recordar que se pintó de azul... —murmuró pensando.

Negué mientras solo esperaba una llamada. Por mucho que fuese allí, no me servía de nada. Podían verme, podían conseguir echarme, pero encontraría la forma.

Solo esperaba que ella estuviese bien.

De pronto, sonó mi móvil prehistórico, así como lo llamaba Olivia y no dejé que sonase un tono más, contesté;

—¿Giulio? ¿Sabes algo?

—Acaba de salir Mattia con un Lexus. Lo están siguiendo.

Miré a Ginevra que no sabía que estaba pasando y me levanté enseguida del sofá.

—Gracias.

Colgué, tomé mi chaqueta y empecé a salir de su piso mientras le decía;

—Acaba de salir Mattia de la mansión Mancini.

Ginevra, sin responderme nada, tomó su chaqueta y salió de allí conmigo, bajando a la calle para subirnos al Ferrari. Arranqué lo más rápido que me podía dejar el maldito coche y apreté el acelerador mientras le daba mi móvil a Ginevra por su recibía una llamada de Ian o de Giulio, por si cambiaba de dirección Mattia.

—Vamos a encontrarla, Zev. Esta noche estará a tu lado, ya verás. —Trató de calmarme Ginevra, pero hasta que Olivia no estuviese a mi lado, no estaría totalmente tranquilo.

No había nada que saciara mi sed de venganza y estaba deseoso de que todo esto acabase y de que todos pagasen por ello. Y cuando decía todos, eran absolutamente todos.

Pero ahora mi prioridad era encontrar a Olivia sana y salva y protegerla con mi vida a partir de ahora. Al igual que ella había hecho conmigo la noche en la que casi me matan y me salvó gracias a su experiencia en defensa.

Apreté tanto el volante que ya no sentía los dedos y me vi obligado a parar en un semáforo debido al maldito tráfico que había en ese momento. Empecé a tocar el claxon como si me fuese la vida en ello y busqué salidas, pero no podía creerme la mala suerte de eso en ese jodido momento.

Otra llamada nos sacudió y tomé el teléfono enseguida.

—¿Diga?

La voz de Ian no se hizo esperar.

—Acaba de llegar Mattia. Se aparcó en la zona trasera según Benjamin y entró en las puertas de atrás.

Sin pensármelo 2 veces, le di el móvil a Ginevra e hice una maniobra, subiéndome por la acera, donde nadie paseaba en ese momento mientras algunos coches empezaban a insultarme, tocándome el claxon o llamándome estúpido.

Me podían limpiar el culo todos ellos, porque en ese momento me importaba Olivia y nadie estaba pasando por ese lugar en ese instante.

Volví a la carretera y apreté el acelerador lo máximo que me dejaba aquel Ferrari. No me hizo falta mirar a Ginevra para saber que se estaba agarrando al asiento de Olivia con uñas y dientes, asustada por la velocidad que podía tener este cacharro.

Tras varias curvas, logremos llegar a ese enorme casino de Ginevra, con las letras enormes por toda la entrada. Aparqué delante de Ian, que me observó y me daba prisa para bajarme del coche. Si estaba así ese que él también se olía que Olivia debía de estar ahí dentro.

Me di cuenta que había una ambulancia aparcada allí, descansando y esperando su siguiente llamada, el cual nos miró las personas que trabajaban en esa ambulancia unos segundos extrañados por la prisa que llevábamos.

Cuando crucemos la carretera, mi corazón empezó a dar largos latigazos porque sabía que estaba ahí, estaba tan cerca, pero tan lejos... Tenía que estar ahí y yo solo quería abrazarla después de tantos días.

—Zev, no te van a dejar entrar así —contestó Ginevra, parándome en seco mientras Ian se acercaba a nosotros, Luna se quedaba en la parte de fuera, vigilando por si venía Akkerman y Benjamin no lo vi, pero me imaginé que estaría en la parte trasera del casino por si salía Mattia.

—¿Y como cojones voy a entrar?

Me dio unas gafas de vista que me hicieron marearme y luego me dijo;

—No te separes de mi, ¿entendido?

Asentí viéndola borrosa y entremos al lugar.

Varios guardaespaldas me miraron, pero al ver que las gafas tenían algo de color, como si fuesen algo amarillas, no vieron mi cicatriz. Tampoco es que ellos me conocieran, pero lo cierto es que mi cicatriz era algo bastante llamativo y Ginevra era la antigua jefa de aquel casino, por lo que todos la saludaron a ella encantados.

Una vez dentro, quise quitarme las gafas, pero ella no me dejó, no hasta que llegásemos a un sitio seguro sin cámaras, cosa difícil en mitad de un casino lleno de máquinas, de personas deseosas de gastar sus ahorros y arruinarse.

—Sígueme para ir a ese cuarto en el sótano —contestó Ginevra.

Ian nos siguió a una distancia prudente mientras podía sentir que el corazón me iba bastante violento porque estaba a punto de encontrarla.

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OLIVIA GRIMALDI

Masajeé el tobillo el suficiente tiempo como para poder sentirme un poco aliviada después de tener un fuerte dolor en el tobillo y una marca tras estar días con aquella maldita cadena.

Observé dicha cadena suelta y tiré por algún lugar la horquilla ya rota que no me servía de nada. Junto con los restos de platina de los bocadillos que me había tirado Mattia. Miré la cadena, no tan larga, pero lo suficiente como para hacerme pensar bastante.

Fue ahí cuando el sonido de las cerraduras quitándose me hicieron alarmar, creyendo que ya sería la hora y me asusté, pensando que al otro lado encontraría al que me había comprado. Al ser más repugnante y asqueroso que existía. Me quedé quieta, escondiendo mi tobillo ya libre, junto con la cadena a mis espaldas para evitar que me hicieran daño físicamente.

Pero cuando la puerta azul se abrió, Mattia apareció solo, cerrando la puerta tras de sí.

Sus manos, metidas en los bolsillos como si nada fuese con él, era lo único que llamaba la atención y deseé volver a escupirle en la cara como la última vez, aunque por ello me gané aquel día sin poder comer, ni beber nada. Suspiré mientras podía sentir que mi cuerpo pesaba menos, me imaginé que habría bajado peso en una semana de lo mal nutrida que me encontraba, pero era esta mi oportunidad. Debía de serla.

Debía sacar todas las fuerzas que me quedasen y no iba a vivir de rodillas para nadie. Moriría luchando, como me había enseñado mi padre hacía muchos, muchos años.

—Bueno, en 2 horas vendrá Akkerman, así que no quiero que te vea sucia, con esa ropa podrida y oliendo mal —contestó el muy podrido mientras se agachaba para mirarme cara a cara y su sonrisa seguía de aquella manera, burlándose de mi—. Los Smirnov ya saben que estas viva. No sé qué les hiciste, pero están bastante enojados. Te dejaré que uses un baño privado. Te ducharás, te peinarás y maquillarás —respondió haciéndome temblar.

Pero no iba a pasar aquello. No iba a dejarme pisotear, a pesar de que estaba sin fuerzas, apenas podía mantenerme en pie y mis piernas estaban muy débiles. Pero lograría marcharme de allí, pero no con Akkerman.

—¿Tienes algo que decir?

Me acerqué a Mattia delicadamente.

Podía sentir mis labios secos de la poca agua que había bebido, sedienta y deseosa de poder probar un vaso de agua. Pero a pesar de todo ello, no me quitaron las ganas de decirle;

—Si... Puedes besarme el culo, tu y tu muñeca Akkerman. —Solté, a sabiendas de lo que iba a caerme en ese momento por ese psicópata.

¡Zas!

El bofetón que me dio Mattia me hizo temblar toda mi cabeza y sentí arder mi mejilla, pero a pesar de ello, a pesar del fuerte dolor, una risa amarga empezó a salir de mi garganta mientras que él empezaba a insultarme, decirme de todo y se levantó, dándome la espalda.

—Zorra... Las mujeres solo servís para ser compañía y ser sumisas, no para...

Me levanté, colocándole la cadena en su garganta y empecé a apretarlo como más podía, con las energías que me quedaban mientras que Mattia empezaba a hacer movimientos con sus brazos, pero al ser tan ancho de hombros, apenas podía llegar a mi.

No le dije nada, pero al ver el arma que tenía en la parte trasera de su pantalón, lo tomé sin pensar y solo sé que era o mi vida o la de él. Elegí la primera.

Coloqué el arma en la espalda antes de que él me empujase y me hiciera algo horrible y disparé sin pensarlo.

Este paró, cayendo poco a poco al suelo mientras la sangre empezaba a salir de su cuerpo y yo solo vi la puerta azul cerrada, pero sin ninguna llave puesta.

Juré que vi el cielo abrirse.

El arma se me resbaló de las manos, pero no me daba tiempo a recogerlo, no tenía fuerzas y sabía que terminaría derrumbándome en un momento dado. Y no iba a ser en ese momento. Tenía que salir, buscar aire y encontrar la libertad antes de que aquellas 2 horas se cumpliesen.

Empecé a correr, como pude, que eran pasos más rápidos de lo que mi cuerpo y la falta de comida me dejaban, hasta que llegué a dicha puerta. Al abrirla, mi corazón dio un vuelco y sentí que era la mujer más feliz del mundo. Pero al girarme, vi que Mattia se estaba moviendo desde el suelo.

No tenía tiempo.

Cerré la puerta una vez fuera del pasillo y muchas luces blancas me cegaron la vista. Parecía que llevaba un año sin verla maldita luz, de estar a oscuras a tener toda la luz posible en mi vida. Mi cabeza empezó a doler más, mis ojos apenas podían abrirse, pero debía seguir mi camino.

Arrastrándome, pegándome a la pared sin poder dar un paso correcto, seguí caminando y frente a mi, como a unos 20 metros, se encontraba a una puerta gris, donde ponía "dirección casino". Tenía que ser la salida de mi prisión. Debía de serla.

Continué con mi camino cuando escuché la maldita puerta a mis espaldas y la voz de Mattia enfadado, arrastrándose por el suelo y diciéndome;

—¡Zorra! De aquí no te vas sin mi permiso.

El sonido de un disparo resonó por todo el pasillo blanco, impactando fuertemente en mi pierna izquierda, en la parte superior de mi muslo, haciéndome caer al suelo. Enseguida la sangre empezó a salir rápidamente como un río de agua debido a mi hemofilia y supe que ese sería mi fin. Que ya no volvería a ver a Zev, a Angela... A mi querido Rocky.

No los volvería a ver y solo escuchaba que Mattia decía cosas, pero era incapaz de poder moverse del suelo.

Resbalé por completo en el suelo, apoyando mi espalda en la pared mientras trataba de parar la hemorragia como podía con mis pequeñas manos, pero no servía de nada. Solo era cuestión de minutos que todo acabase y mis lágrimas empezaron a salir.

Miré la puerta desde el suelo, aquella puerta que sería mi libertad... Mi salvación.

Tan cerca, pero tan, tan lejos...

Quería volver a salir, saber lo que era la libertad, vivirla al máximo para siempre, pero aquello no iba a poder ser... Lo intenté, pero al menos no viviría de rodillas para un vejestorio como Akkerman.

Empecé a ver todo borroso, las luces se visualizaban mucho más que antes, hasta que la puerta de la libertad se abrió, escuchando todo el barullo de fuera hacia el pasillo y 3 personas aparecieron en mi campo de visión.

No logré saber quienes eran, sé que uno de ellos gritó;

—¡OLIVIA!

Y el ruido de unos zapatos empezaron a correr hacia mí como el mejor atleta del año.

Cuando quise verlo, juré que Zev estaba aquí y estaba tan guapo como nunca, aunque más flaco, más triste... No había rastro de su sonrisa ni de su chulería.

Quise creer que era él de verdad, que me estaba tocando el rostro, que me susurraba cosas que jamás creía que él me diría.

—Liv, por favor... Sigue conmigo, mi vida... Te amo. No puedes hacerme esto ahora —susurraba con lágrimas en los ojos y una de esas lágrimas cayó sobre mi mejilla.

Empecé a resbalarme de la pared, pero Zev me paró.

Tenía que ser algo de mi imaginación... Pero parecía tan real... Olía a él, era su toque, la manera de hablarme, su voz... Moriría tranquila de que al menos mi imaginación me hiciera verlo, deseando volver a verlo después de días sin saber nada de él.

Quise levantar mi mano, pero estaba muy débil y Zev empezó a quitarse la chaqueta mientras que un hombre empezó a correr hacia Mattia, pero no supe que ocurrió. Juré que también estaba Ginevra por su melena pelirroja, pero mi vista solo estaba puesta sobre la de Zev y quise grabarla en mi memoria hasta lo que me quedase de vida.

Su chaqueta la rompió por la manga y luego me hizo un torniquete en el muslo que no sentí dolor. No sabía porque no sentí dolor... Quizás ya estaba muerta y todo esto era un producto bien diseñado de mi cabeza. Pero los fuertes brazos de Zev se colocaron sobre mi cuerpo, levantándome del suelo y empezando a caminar para dejar de ver aquella claridad de aquel pasillo tan lleno de luz blanca cegadora.

Salimos por aquella puerta y subimos unas escaleras, hasta que tras un poco, lleguemos a lo que parecía un casino.

Me dio igual. Yo solo sé que estaba cómoda en el hombro de Zev, aunque fuese todo falso, aunque no fuese real. Aunque sabía que Zev no me amaba, pero que en mi imaginación él me lo dijera... Si, podía irme en paz.

—No me dejes, ricitos. Tienes mucho por delante —susurraba el Zev de mi imaginación mientras me llevaba a lo que creía que era la calle.

Y ahí, o si... Ahí volví a sentir el dulce aire de la libertad.

Y mi imaginación dejó de aparecer, cerrando mis ojos por completo con una sonrisa por pensar en Zev y sentir esa libertad en mi mente, volviéndose todo negro.

***

Ya llegó el sábado y con ello un nuevo capítulo de SHADOWS.

¿Que les ha parecido?

¿Que Olivia no se rindiese hasta conseguir quitarse aquella cadena?

¿Que el equipo esté unido para encontrar a Olivia?

¿Y que fuese Olivia la que saliera por su propio pie?

¿Lo que le hizo a Mattia?

¿Se esperaban que estuviese en el casino?

¿Y qué Zev le dijese "te amo" a Olivia en ese momento?

¿Llegarán a tiempo para salvar a Olivia?

Nos leemos el sábado :3

Patri García

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