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Capítulo 23: Declaración de Amor


Abrió sus ojos con pesadez para ver a la amable equidna que siempre llegaba a ayudarla a cambiar sus vendajes y a revisar su estado de salud, el cual, ella no sentía que mejoraba de ninguna manera. Ginebra soltó un suave suspiro para así admirar la ventana frente a su cama y así ver a las avecillas revolotear en el cielo despejado. Una imagen que por alguna razón la llenaba de paz y felicidad.

–Debe de descansar su majestad– pidió Sor Tikal al terminar con la curación de ese día, con una mirada llena de consternación, una que parecía que empeoraba a cada visita.

–¿Cuánto tiempo más durara esto? – inquirió Ginebra sin apartar su vista del cielo azulado.

–¿Durar?– repitió sin entender su pregunta.

–¿Cuánto tiempo más me queda? – reformuló con un mohín de tristeza.

–Es difícil saberlo– murmuró la equidna con un dejo de preocupación en su voz –Es decir, puedo ver como su cuerpo lucha por...

–¿Cuánto tiempo? – insistió la soberana para así voltearla a ver con una dura expresión en su rostro, haciéndola estremecer.

–Mmm...– murmuró Tikal apretando sus puños con fuerza, desviándole la mirada –Días... semanas tal vez, no puedo calcularlo con precisión– respondió con pesar la sacerdotisa.

–¿Crees que sea suficiente para verlo una vez más? – inquirió la eriza dorada para que una sonrisa forzada se pintara en sus labios mientras sus ojos empezaban a albergar sus verdaderos sentimientos, sentimientos de desesperanza y desolación –¿Crees que viva para poder hablar con Shadow una última vez? – preguntó mientras una lagrima fugitiva se resbala por su pálida mejilla.

–No lo sé– respondió Tikal observando su aspecto demacrado gracias a la vida que empezaba a apagarse poco a poco. Una verdad que su prometido le había ordenado ocultarle, pero era más que obvio que ella no era ninguna tonta, ella misma podía percibirlo. La equidna soltó un pesado suspiro por la noticia que daría a continuación, pues no encontraba razón alguna para seguir manteniendo el secreto –Majestad– llamó suavemente –Está muriendo– soltó sin reparo –Y no hay nada que mi medicina pueda hacer para salvarla– confesó con pesimismo.

Ginebra apretó sus labios suavemente intentando no quebrarse ante lo que era ya una verdad indiscutible. Ocultó su mirada entre sus mechones sueltos, dejándola en penumbra, para así responderle: –Gracias por tu honestidad– murmuró a callada voz. La equidna pareció alarmarse por su nueva actitud provocando que palabras de consuelo salieran de su boca en un intento de confortarla, sin éxito alguno.

–Todo está bien– interrumpió la eriza al murmullo desorganizado de la sacerdotisa –Pero si no te molesta me gustaría estar sola ahora.

–Yo– silenció la equidna sintiendo la pesada culpa sobre ella, sin saber qué decir para cambiar la expresión de desconsuelo de su princesa –Existen cosas que aún se pueden hacer– continuó –Las esmeraldas podrían...

–Por favor– interrumpió la princesa para verla con seriedad –Retirarte– dijo cual orden.

Tikal asintió con pesadez, soltando un pesado suspiro; con una reverencia silenciosa se despidió de ella y así salió de la habitación, o eso asumió, pues su vista se volvió a desviar a la ventana frente a ella, restándole importancia a la sacerdotisa. Escuchó la puerta cerrarse y una vez se encontró en soledad un sollozo silencioso se pronunció de sus labios para tapar su rostro con ambas manos, dejándose envolver en los sentimientos que ahora la carcomían.

Lágrimas desbordadas bañaban sus blancos guantes, sintiendo un vacío creciente en su pecho.

Aunque no era sorpresa su muerte anunciada, el saberlo con certeza dolía por la impotencia de su situación, y en particular, porque no podría despedirse de él. Moriría sola, rodeada de extraños para ella, sin Jet o Shadow para poder apaciguar sus últimos momentos.

–¿Puedo pasar? – escuchó una voz familiar apartando sus manos de su rostro y así ver a un erizo negro yacer dubitativo en el marco de la puerta, observándola consternado.

–Shadow...– musitó con sorpresa al reconocerlo. Una sensación cálida recorrió su pecho para que sus ojos se iluminaran ante su presencia, ignorando cuánto tiempo podría llevar ahí observándola –¡Shadow! – exclamó nuevamente Ginebra para que el brillo en su mirada iluminara su rostro empalidecido –¡Haz vuelto! – dijo con gran emoción. –¡Pasa, pasa! – pidió ansiosa.

Shadow se acercó a la eriza quien tenía una amplía sonrisa pintada sobre sus labios, buscando con desespere tocar su mano hasta que logró alcanzarla, y así, sentir su frío tacto envolver el suyo. Sus mejillas antes sonrosadas habían desaparecido, dejando unas tan blancas como la nieve de invierno; pesadas y oscuras bolsas habitaban bajo unos ojos aún cristalinos por las lágrimas previas, y su cabello que antes brillaba como el oro, ahora yacía opaco, marchitándose junto con ella.

–Pensé que no te vería nuevamente– murmuró la eriza sujetando su mano con un poco más de fuerza – Yo...

–¿Estás muriendo? – interrumpió bruscamente el erizo negro para fijar sus ojos color carmín sobre ella, borrando su sonrisa previa –¿Es acaso eso cierto? – preguntó con un mohín de terror. Ginebra le desvió la mirada para así soltar su mano con sutileza. Mordió su labio inferior sintiendo aquel vacío en su pecho consumirla nuevamente, sin ser capaz de responderle. –Esto es culpa mía, ¿no es cierto? – soltó de pronto para que su vista se dirigiera a él cual rayo.

Ginebra observó al erizo negro apretar sus puños con fuerza mientras una expresión culpable e iracunda empezaba a consumirlo, una expresión que nunca había visto en él.

–¡Por favor no! – gritó ella de pronto para abalanzarse como pudo a él, y sujetarse débilmente de sus manos empuñadas –¡No te culpes de nada! – suplicó con sus ojos llorosos –Me hace muy feliz saber que el erizo que amo no sólo está bien, sino que cumplió con su palabra– dijo a prisa, para que el mohín previó de él cambiara de enojo a uno de sorpresa, sin Ginebra entender el por qué; observándolo confusa por su reacción.

–¿El erizo que amas? – repitió Shadow, observándola perplejo.

Un intenso rubor bañó sus mejillas blancas para así soltarse de él, refugiándose en las sabanas donde yacía envuelta. Ginebra le apartó la mirada mientras un intenso tamboriteo resonaba en sus oídos, para sentir un intenso cosquilleo en la boca de su estómago; una sensación cálida y embriagante la abrazó en el más hermosos de los consuelos, una que deseaba que permaneciera para siempre... por primera vez en su vida, ella se sentía viva.

–Supongo que ya no importa si alguien más lo sabe– habló la princesa al fin a baja voz –Yo te amo, Shadow the Hedgehog– confesó al fin para ver a los ojos al erizo que había robado su corazón desde que la había rescatado de aquellos bandoleros en aquel pueblo que había sellado su destino; erizo que ahora abría sus ojos de par en par ante su confesión, ruborizándose intensamente por sus palabras.

Lancelot escuchó sus palabras cual refrescante brisa fresca en una tarde calurosa de verano, una sensación extraña lo envolvió con fuerza, un sentimiento que parecía desbordarlo. Ahora más que nunca deseaba permanecer a su lado por el resto de su vida, pero esa idea desapareció al escucharla toser con fuerza para dejarse caer sin energía sobre los almohadones.

–¡MARÍA!– exclamó con horror para abalanzarse hacia ella y tocarla con la delicadeza que se toca un lirio en invierno, uno que con el más mínimo de los tactos moriría en sus manos. –Yo...– murmuró el erizo negro para ver como los ojos de ella, antes vivaces, ahora volvían a opacarse gracias al manto de muerte que ahora la cubría.

Lancelot mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo como la tristeza empezaba a acumularse en las cuencas de sus ojos en forma de lágrimas indeseadas. El cálido sentimiento que alguna vez lo albergó, ahora se disipaba, dejando que el dolor y la culpa que ahora quemaba su alma, empezaran a atormentarlo.

–¡Lo lamento tanto!– vociferó Lancelot sin poder darle la cara, mientras la desesperanza y la impotencia comenzaban a consumirlo –¡Si tú nunca me hubieras conocido esto no...

Un beso intrépido por parte de María lo hizo callar; Shadow sintió de nuevo los tersos labios de ella sobre los suyos ocasionando que una cálida sensación lo acobijara, una que parecía darle cura a su alma herida. María se separó de él con una sombra de sonrisa y una expresión cansada en su mirada. De los ojos de él lágrimas silenciosas empezaron a brotar ante la imagen que tenía frente suyo, la de una mujer enamorada, pero resignada en perderlo.

–Jamás me arrepentiré de conocerte– soltó la princesa de pronto ampliando su sonrisa –Has sido mi mejor historia Shadow the Hedgehog, y la leería mil veces más aunque ésta tenga este mismo final–. Sus Lágrimas cayeron en silencio, sin poder responder a sus palabras, palabras que ahora se grabarían en su corazón. –Escribe una historia hermosa y vívela por ambos– continuó María para recostarse exhausta, entristeciendo su mirar –... una llena de aventuras y sobre todo, de libertad– pidió con una sonrisa.

Quiso darle forma a los sentimientos que ahora arremetían en su pecho con las más hermosas palabras jamás pronunciadas, pero no pudo hacerlo, no sabía cómo expresarle todo lo que ahora sentía, toda la felicidad que ella le había brindado y sobre todo, todo el dolor que su perdida hacía en él.

–Ma...

–¿Príncipe Lancelot? – escuchó decir a sus espaldas, interrumpiéndolo.

Shadow borró sus lágrimas traicioneras con su antebrazo con brusquedad para voltear a ver sobre su hombro, y percatarse de la presencia de la equidna en el marco de la puerta. –Ella debe de descansar ahora– indicó la sacerdotisa, consternada.

El príncipe asintió con la cabeza ante sus palabras regresando su mirada hacia María, quien le sonrió a forma de despedida. Shadow se acercó a ella febril, y así con un suave movimiento besar su frente con delicadeza, sorprendiéndola por la inesperada muestra de afecto por parte de él, ruborizándose ante ésta.

–Volveré– le susurró cual secreto para así alejarse de ella y dirigirse a la salida.

–Princesa– se despidió la equidna.

Tikal lo acompañó a la salida, cerrando la puerta de la habitación de tras de ella, percatándose de la expresión desahuciada del erizo y por sobre todo, la culpa que ahora habitaba en sus hombros; recordando su breve encuentro que los había llevado a ese momento.

Tikal lo había visto esperar afuera con impaciencia cuando ella salió de la habitación de la futura reina, tomándola por sorpresa; en su rostro pudo distinguir un mohín de angustia y consternación. Él ya lo sabía. Shadow la apartó con delicadeza para así tocar la puerta y del otro lado escuchar lo que parecía un llanto ahogado. Al percatarse, Tikal lo incitó a entrar con la esperanza que eso pudiera dar un poco de consuelo a la eriza; aunque ahora no sabía si había cumplido su cometido.

Tikal se acercó a él con una expresión serena en su rostro para así tocar su hombro con delicadeza.

–Lo lamento su majestad– murmuró la equidna –Yo sé que ustedes dos...

–Tú mencionaste que había una forma de salvarla– interrumpió volteándola a ver con una mirada intimidante, alejándose de su tacto –Algo en relación con las esmeraldas.

–¡Ah, eso!– exclamó con asombro Tikal retrocediendo un par de pasos –No, no, es decir, creo que no me di a entender bien– habló nerviosa –Se sabe que las esmeraldas tienen propiedades místicas y si se juntan todas frente a la Master Emerald se puede pedir un deseo, pero...

–Entonces eso haremos– interrumpió para encaminarse.

–¡E-Espera!– pidió la equidna corriendo tras de él –¡No es tan sencillo!– dijo interponiéndose en su camino –Si bien puedes pedir algo, al momento de hacerlo perderás algo a cambio– explicó severamente –El costo por algo como eso sería condenar a toda tu gente. La desgracia y la hambruna arrasarían con todo tu reino y...

–¡No me interesa! – vociferó –¡Si ella está bien podremos sobrellevar lo que venga!

Tikal lo vio con severidad guardando silencio por sus osadas palabras, el cual no pareció tener ningún efecto en él, pues no se retractó de su enunciado. Soltó un suave suspiro, suavizando su mirada y así replicar:

–Sabes que si ella sobrevive se casará con Arturo y no contigo, ¿verdad?

Su enunciado lo dejó helado. El mohín de molestia se desvaneció para que uno de asombro tomara su lugar ante las sabías palabras de la equidna.

–No lo permitiré– murmuró el erizo desviándole la mirada.

–No es tú decisión– continuó –Mientras ella viva es casi un hecho que se casará con Sonic. El Rey Uther jamás te dejará ponerle una mano encima a la princesa de un reino tan poderoso como lo es Bragas y además...

–Eso lo veré después, una vez María ya esté bien– interrumpió sus palabras que no hacían más que irritarlo con su veracidad –Dijiste que necesito todas las esmeraldas para dicho propósito ¿no es cierto?– inquirió para que la equidna soltara un suspiro en señal de resignación, asintiendo con la cabeza –Sé que aquí tienen 5 de ellas, pues pensaban usarlas contra mí en la guerra; María trajo la suya y yo...– silenció para sacar su esmeralda verde y verla con esperanza –Ahora sólo necesito que Arturo me conduzca a donde se encuentran el resto.

–Pero...

–Guíame a él, ahora.

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Caminó lentamente por los pasillos mientras admiraba los retratos colgados en las paredes de estos. Varios miembros de la familia real se podían apreciar, pero por sobre todos, retratos del siguiente soberano, el Príncipe Arturo. Nimue se detuvo frente a un oleo del erizo, quien tenía una capa aterciopelada mientras sostenía una elegante espada con su vista en el horizonte. Un esbozo de sonrisa se pintó sobre sus labios, realmente se le veía muy atractivo "Te enamoraste del futuro rey" recordó las palabras de Shadow, sonrojándose con fuerza desviando su mirada a sus pies. No quería aceptar esos sentimientos, pues sabía que nada bueno vendría de ellos.

–...Él nunca podrá estar a mi lado– murmuró con tristeza.

Necesitamos más provisiones en el área de Bragas, mientras Ginebra no esté en condiciones yo me haré cargo– escuchó la eriza decir no muy lejos de ella –Haz lo que tengas que hacer para que no pasen hambre–. Esa era la gentil voz de Sonic.

Nimue siguió el sonido de su voz, cual melodía encantada, para así ver una habitación con la puerta parcialmente abierta en donde pudo distinguir a un camaleón purpura tomando apuntes mientras Sonic daba instrucciones concretas de cómo ayudar a los aldeanos del Reino de Bragas. Una sonrisa se dibujó en su rostro al presenciar tal acto de amabilidad. Esa era el alma pura y noble que le había robado el corazón desde la primera vez que habían cruzado miradas.

–Así será, su majestad– habló el camaleón para despedirse con una reverencia y tomar camino a la salida.

Sonic lo vio partir para así percatarse la presencia de la dama del lago, quien yacía observándolo con una sonrisa parada en el marco de la puerta. En silencio. –¡Amy!– exclamó con una amplia sonrisa para ponerse en pie en un salto y así correr hacia ella.

–Hola So...– su saludo se vio interrumpido al sentir como el erizo la atrapaba entre sus brazos para abrazarla con fuerza. Amy se sonrojó intensamente al sentir la calidez de su cuerpo rodearla y a su vez, por la inesperada muestra de cariño.

–Estás bien...– le susurró al oído con alivio. Amy asintió tímidamente para regresarle el abrazo, acurrucándose sobre su pecho. –Lamento no haber podido llegar por ti– habló separándose lo suficiente para verla a los ojos.

–No te preocupes– dijo con una sonrisa –Todo está bien, Silver ha sido de gran ayuda durante este tiempo– expuso entusiasta –Ahora que tengo mi propio caballero para ...

–Espera, espera– interrumpió para retroceder un par de pasos y verla conmocionado –¿Silver? el mismo erizo que secuestró a Ginebra y casi mata a Lancelot, ¿Ese Silver?

Nimue le sonrió nerviosamente, olvidaba que Silver aún era visto como un villano. Soltó un pesado suspiro para así narrarle cómo había tomado la decisión de convertirlo en su caballero y que ahora ella le daría la oportunidad que todos a su alrededor le habían negado. Sonic no parecía satisfecho con su respuesta, pues su mirada endurecida le hacía saber que no confiaba en sus decisiones.

Nimue frunció el ceño ante la actitud del erizo azul, después de todo, él se casaría con alguien más y seguiría con su vida. Ella por su lado debería de velar por sí misma y Silver podría sin lugar a duda ser de gran ayuda.

–No estoy pidiendo tu permiso para tomar esta decisión– enfatizó la eriza ante el prolongado silencio.

–No te estoy prohibiendo nada– repuso Sonic, una tanto sorprendido por las palabras toscas de la eriza –¿Pero sabes cuál es el estado de Ginebra?– preguntó sombrío –¡¿Tienes una idea de lo preocupado que estaba por ti al saber que estaba a solas con alguien como él?!

–¡No hay nada de malo con él! –declaró molesta –Hay bondad en su corazón ¿cómo no puedes confiar en mí?

–¡No eres tú Amy, es él!– retomó el erizo azul –¡No puedes confiarle tu vida a él!

–¿Entonces qué? Debo de permanecer sola el resto de mi vida sólo porque tú no lo apruebas.

–No estarás sola– replicó Sonic para tomar sus manos con firmeza para verla con seriedad –Yo no permitiré que...

–¡Tú te casarás! – interrumpió la eriza con molestia, para soltarse del agarre del erizo –¡Vivirás tu vida con alguien que vele y se preocupe por ti mientras que yo...– acalló sintiendo sus ojos aguarse, para que la previa expresión de enojo de Sonic cambiara a una de asombro. Nimue le desvió la mirada para empuñar sus manos con fuerza en un intento de guardar las lágrimas que se acumulaban –Mientras que yo tendré que verte ser feliz con alguien más sin poder decir nada– murmuró con pesar sintiendo como se formaba un nudo en su garganta –Desde la distancia...

–Amy, no, eso no...

–¿Me dices que si Ginebra se recupera el Rey Uther te absolverá de este compromiso y te dejará elegir a quién tu desees? – interrumpió para alejarse de él y así tomar rumbo hacia el ventanal tipo mosaico en el extremo opuesto de la habitación –¿O qué te opondrás ante tu padre, abandonando así a tu pueblo si el rey no cede?– continuó con su mirada perdida en el reflejo del cristal –Explicádmelo Sonic, ¿en qué tipo de mundo tú y yo podremos tener un felices por siempre?– preguntó para verlo con su mirada endurecida –¿Existe siquiera un mundo así?– concluyó para que lágrimas rodaran libres por sus mejillas mientras una sonrisa forzada se pintaba sobre sus labios.

Sonic permaneció en silencio, observando el rostro de la eriza cubrirse en un manto de lágrimas mientras un dolor creciente tomaba lugar en su pecho. Como deseaba responderle de manera positiva a alguna de las preguntas que ella acababa de decirle, pero no podía. Sonic se acercó a ella, quien mantenía su mirara taciturna para así abrazarla con fuerza, en silencio. Era incapaz de mentirle y aún más de confesarse a sí mismo la cruda verdad.

–...Yo te amo– le susurró Sonic al oído para que ella se tensará ante sus palabras y así se separara de él para verlo con asombro –Esa es la única verdad que me importa en este momento– murmuró con un semblante entristecido –Pero mi pueblo...

Amy se paró en puntillas para así besarlo suavemente, acallando su enunciado. Sonic la vio conmocionado para que así ella le esbozara una sonrisa entristecida. Sus ojos brillaban en la tenue luz de aquel día nublado para que su mirada cristalina resplandeciera en la penumbra.

–Lo sé– respondió Nimue al fin, abrazándolo con suavidad colocando su cabeza sobre su pecho –Esa es la razón por la cual yo te amo– musitó para que un par de lágrimas traicioneras brotaran de sus ojos –Mi corazón siempre mantendrá un vacío que nadie más que tú podrá llenar– confesó con su voz quebrantada –, pero mi alma estará en paz al saber el tipo de rey que Camelot tendrá.

El erizo azul la abrazó con fuerza para que de sus ojos la tristeza fluyera en silencio. Nimue le regresó aquel abrazo, sin decirse nada, casi como una despedida silenciosa, una demasiado dolorosa para articular, pero necesaria para poder proseguir.

Shadow observó la escena sin emitir palabra alguna desde la puerta que yacía entreabierta, junto a Tikal, quien al igual que él apreciaba la escena sin pronunciar sonido alguno. La equidna fijó sus ojos sobre el erizo, quien ahora mantenía una mirada entristecida.

–Andando– susurró el erizo negro para dar media vuelta.

–Pero yo pensé que tú...

–Dije, andando– insistió autoritario sin detener su marcha.



¡Lamento muchísimo la tardanza! Realmente mi plan era tener el capítulo finalizado para diciembre, pero no logre terminarlo a tiempo y luego me fui de viaje un mes fuera del país y al regresar empecé la universidad y bueno, hasta esta semana logre conseguir respirar un poco. Una de las razones por la cual no actualiza (adicional a las anteriores) es que este capítulo resultó ser más largo de lo que esperaba (de hecho esa es la razón por la cual esta fiction no la he concluido pues no quise resumirlo en un único capítulo final con un gran resumen de lo que pasa) por eso mismo tome la decisión en separar el último capítulo en dos, pues la verdad fue demasiado largo como para dejarlo en único capítulo. 

Muchas gracias a todos los que me estuvieron mandando mensajes sobre la actualización que tenía pendiente, pero el final ya está casi completo y realmente espero tenerlo para este viernes. ¡Así que espero leerlos para saber sus opiniones! Hasta entonces, su autora se despide, Kat fuera.

¡GrAcIaS pOr LeEr!

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