Capítulo 22: Seeing you Again
Sus tropas empezaron a retirarse y poco a poco la guerra que el mismo había iniciado empezó a sucumbir. Aunque estaba casi seguro que el Rey Uther no atacaría de regreso, no podía decir lo mismo de los demás reinos. Cada uno intentaría vengarse de sus acciones, o al menos eso pensaba, pues eso sería lo que él eso hubiese hecho en su lugar.
Shadow soltó un pesado suspiro para así dejarse caer sobre su trono de oro. Llevaba seis días sin descansar, coordinando el retiro de sus tropas y dando explicaciones a todos los miembros de su castillo y demás reinos del porqué del fin de la guerra.
–Olvidaba lo aburrido que esto podía ser...– murmuró el erizo negro para sí, fijando su vista a través del cristal en mosaico, y a su vez, al paisaje surrealista del exterior.
Cuando él había estado con Nimue la vida parecía un poco más emocionante, sin responsabilidades pesadas, únicamente descubriendo el mundo que lo rodeaba. Eso lo hizo pensar nuevamente en Nimue. No había sabido nada de ella desde su fallido intento de fuga del castillo, pero por lo que Arturo le había dicho, ella creía que podía cambiarlo todo pues es lo que había influenciado al erizo azul a liberarlo ¿Aún seguiría molesto con él?
–Espero estar haciéndolo bien... Amelia– susurró el erizo negro con nostalgia.
–¡No puede pasar! – escuchó la voz de Vector recorrer el pasillo, alertándolo. –¡Su majestad no...
Las puertas del salón se abrieron de par en par para así dejar ver al intruso que su consejero había intentado detener. Shadow se puso en pie al reconocer al halcón que había intentado terminar con su vida y casi lo había logrado. Colocó la mano sobre la empuñadura de su espada, listo para una nueva batalla viéndolo desafiante.
–¡Con que aquí te escondes! – provocó el halcón para dejarse entrar con aires de grandeza. Shadow chasqueó molesto colocándose en posición de batalla a la espera del primer ataque –No vengo a pelear contigo– soltó de pronto, ocasionando que el erizo negro lo viera confundido –Vengo en nombre de la Princesa Ginebra.
–¿Eh? ¿María? – reaccionó al fin, relajando su postura.
–Debes de regresar– murmuró de mala gana –Ella...– acalló desviándole la mirada.
Shadow corrió hacia él para tomarlo por sus ropajes, impaciente –¡¿Ella qué?!– retomó al no soportar el silencio del halcón.
–Ella te quiere... a su lado– masculló Lamorak de mala gana para empujarlo, obligándole a retroceder –Vengo en su nombre, no porque yo así lo desee– explicó irritado –Si fuera por mí te mantendría tan lejos de mi princesa como sea posible.
–¿Ella te mandó? – inquirió Shadow intentando entender.
–No– negó le halcón –Pero su condición no es...– silenció por unos segundos –Favorecedora– murmuró con cierto desánimo, provocando que Shadow abriera sus ojos de par en par. –Ella ya despertó si eso te preguntas, y lo único que hace desde entonces es hablar de ti y sobre el gran erizo que eres– recordó rodando los ojos –Wave cree que si te ve ella mejore más rápido– confesó con fastidio –En lo personal yo no creo que tu presencia le haga ningún bien a nadie... en ningún lado– dijo rencoroso –Pero si eso ayuda a María entonces...
–Partiremos de inmediato– ordenó Shadow, sin perder más tiempo.
–¡E-Espera! –dijo Lamorak, febril –¿Sólo así? ¿No tienes una guerra que concluir o algo?– preguntó para que el erizo tuviera un mohín pensativo por tan sólo unos instantes y luego dirigir su mirada a uno de sus lacayos.
–Vector – llamó al cocodrilo que se había mantenido en el marco de la puerta observando todo en silencio, para que él correr hacia el erizo negro –Ya sabes qué hacer, encárgate de los detalles. Yo regresaré tan pronto como me sea posible.
–Sí, su majestad– reverenció el cocodrilo.
–Lamorak, andando– ordenó Shadow tomando dirección a la salida.
–Que te quede claro que no sigo tus ordenes– señaló irritado, siguiéndolo –¡Y que tú harás como yo ordene!
–Sí, sí, sí, como digas, andando.
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Galopaba a paso firme cuando un escalofrío invadió su cuerpo. Nimue detuvo el trote alzando su vista al cielo despejado de aquella mañana. –Habrá una tormenta pronto...– murmuró –Será que mejor encuentre refugio antes de verme atrapada– dijo para espolear al corcel e iniciar su cabalgata al pueblo más cercano.
Nimue continuó su caminó para reconocer un lugar familiar, era el mismo pueblo en donde Shadow había conocido a la Princesa Ginebra. El recuerdo la hizo esbozar una sonrisa y así direccionar su mirada al horizonte, provocando que aquel mohín de felicidad empezara a desvanecerse. No sabía si Shadow había podido lograr su cometido, ya que una vez concluida la pelea no había vuelto a verlo. Nimue aún recordaba el estado crítico del erizo negro luego de la batalla ¿estaría bien? ¿Qué pasaría si su condición lo había imposibilitado de volver y ahora yacía moribundo en alguna aldea de la misma forma como ella lo había encontrado tiempo atrás?
La eriza sintió las comisuras de sus ojos empezar a llenarse de lágrimas, percibiendo como el aire empezaba a faltarle. Cerró sus ojos con fuerza para que gotas fugases se dispersaran en la atmosfera, sacudiendo su cabeza bruscamente. Debía de confiar en que él estaría bien y que podría lograr cumplir la profecía de Merlín, por ahora, no podría hacer nada más.
Un relámpago la hizo aterrizar sobre su realidad, recordándole qué era lo que hacía ahí.
Nimue alzó su vista al cielo y tal como había predicho la tormenta se desataría en pocos minutos. Buscó con la mirada un lugar que pudiera recibirla y mientras con su mirada recorría cada pequeña morada hasta donde su vista alcanzaba, reconoció una casa familiar, la misma casa de ladrillos que una vez la albergó a ella y a Shadow. Aunque estaba segura que esta vez no habría nadie.
–No sería apropiado que entrara solo así, pero...– sus palabras se cortaron al lluvia dejarse caer con fuerza para que cientos de truenos y relámpagos acompañaran a la misma. Ventiscas invernales sacudieran la tierra y el granizo empezó a lastimar su cuerpo. La tormenta que ella había predicho se había desatado. –¡Rayos! – exclamó, mientras su corcel saltaba errático, asustado por la tempestad que los acechaba. –¡Andando! – espoleó nuevamente para obligar al equino a correr en dirección a la casa y así buscar un establo para poder albergar a su caballo.
Sujetó a su caballo en un pequeño cobertizo y luego dirigirse a la casa intentando protegerse del azote del clima inclemente. Llegó a la entrada y sin pensarlo más, abrió la puerta para darse paso a la morada. Nimue cerró la puerta a sus espaldas dejando a la tormenta afuera, soltando un suspiro de alivio.
Nimue vio sus ropas yacer empapadas, al igual que su cabello; cerró sus ojos para respirar profundamente, concentrándose en cada gota de agua que yacía sobre su cuerpo, y con un suave movimiento de manos separar las gotas de agua que escurrían de ella, secándose al acto, provocando que éstas cayeran a su alrededor en un círculo perfecto.
–¡La dama del lago! – un grito se escuchó para que Nimue abriera sus ojos de golpe y ver así a un halcón verde observándola con asombro –¡Es un honor! – exclamó, reverenciándola.
–Ah... ¡L-Lo lamento mucho! – se disculpó la eriza apresurada para caminar hacia él y reverenciarlo en un intento absolverse por el allanamiento de morada–¡Necesitaba un lugar para protegerme de...– Nimue silenció al reconocer al halcón frente a ella, ella lo conocía. Era el guardián de la Princesa Ginebra. –Tú eres el caballero de la Princesa Ginebra, ¿no es cierto?
–Lamorak, a sus ordenes– se presentó formalmente.
–¿Acaso ella se encuentra aquí? – inquirió para buscar a la eriza dorada con la mirada.
–Negativo– respondió con una expresión de consternación –He venido aquí porque...–. La puerta principal se abrió de golpe, interrumpiendo la explicación del halcón, dejando ver a un erizo negro, que al igual que ella, estaba empapado de la cabeza a los pies. –Te dije que no podríamos viajar durante la tormenta– reclamó Lamorak para verlo con molestia.
–¡María necesita que...– el príncipe silenció al ver a la eriza rosa parada en medio del pasillo, viéndolo como él a ella, con un mohín de sorpresa –Amelia– soltó al reconocerla.
–¡Shadow! – exclamó Nimue con alegría para correr hacia él y así abalanzarse sobre el erizo quien a penas pudo sostenerla por el intrépido abrazo –¡Estaba tan preocupada! – habló para que sus ojos se llenaran de lágrimas.
Una sombra de sonrisa se posó en su rostro, llevaba tiempo sin escuchar ese nombre, Shadow. Un nombre ajeno a los horrores que sabía muy bien que Lancelot podía y quería cometer, casi como un ente aparte. Shadow le regresó aquel abrazo un poco dudoso, no estaba en su naturaleza mostrar cualquier muestra de cariño.
–Estoy...– calló un par de segundos, pues sabía que no podía decir bien, no era así –No te preocupes por mí– logró decir.
–¡Pero la pelea! – le recordó la eriza para soltarse de su abrazo –¡Silver terminó tan mal herido y tú...
–¿Silver? – repitió Shadow arqueando una ceja. Ahora que lo pensaba sólo él y María habían regresado al castillo después de la pelea. Arturo jamás le habló sobre el destino del erizo plateado –¿Sabes que le pasó a Galahad?
–Ah...– murmuró retrocediendo un par de pasos con una sonrisa nerviosa –Él está bien– respondió vagamente. –Nos alcanzara después– dijo en tan baja voz que esperó que nadie más allá de ella lo escuchara.
–¡¿Cómo dices?!– vociferó el erizo negro para verla con reproche.
–¡No es lo que piensas! – defendió Nimue velozmente, para que Shadow intensificara la mirada hacia ella –Él ha cambiado, no es el mismo erizo de antes– explicó –Todo lo que necesitaba era alguien que le diera una segunda oportunidad– dijo con una expresión de dulzura.
–No lo entiendes, ¿verdad? – inquirió Shadow con un semblante frío –Nadie que fue un monstruo puede cambiar realmente– sentenció.
Amelia lo vio con una mirada llena de consternación, casi como si pudiera ver a través de sus crudas palabras el acto que había cometido contra su general.
–Tú lo hiciste– musitó la eriza con un dejo de reclamo, provocando que él le desviara la mirada.
–Escucha, yo...
Un estruendo sacudió la casa para así sentir como una ráfaga de viento entraba a la pequeña sala. Una rama había quebrado una ventana, dejando entrar parte de la tempestad.
–¡Resolverán sus problemas después! – gritó Lamorak para correr hacia la ventana –¡Ahora tenemos que arreglar esto antes de que la tormenta tire esta casa abajo!
Ambos erizos asintieron para así buscar tablones que pudieran controlar los vientos incesantes. Una vez que pudieron arreglar el pequeño percance, Nimue les explicó que la tormenta no se detendría hasta mañana por la mañana y que no podrían continuar su curso a Camelot hasta ese momento. Sin más opción, tanto Lamorak como Shadow aceptaron pasar la noche.
Lamorak les indicó donde podrían pasar la noche cada uno y que sería lo mejor descansar antes de continuar. Shadow observaba la habitación elegantemente decoraba, no era tan ostentoso como su alcoba en su castillo, pero aún así tenía bastante lujo. Bufó molesto. No podía conciliar el sueño en un lugar como ese, tal vez porque le seguía recordando su título de príncipe, algo que estaba empezando a aborrecer.
Shadow salió de sus aposentos, seguramente conciliaría mejor el sueño en un duro sillón que en una ostentosa cama de plumas; con eso en mente se dirigió a la sala, y al llegar se llevó una sorpresa al ver en ésta a la eriza rosa, quien se encontraba de pie frente a una de las ventanas que aún yacían intactas con su mirada perdida sobre éstas, observando como las gotas de lluvia golpeaban suavemente el cristal.
–¿Amelia? – llamó el erizo negro, provocando que ella lo viera por el reflejo del cristal.
–Me gusta que me llames así, y no Nimue– habló con un amago de sonrisa, sin voltearlo a ver –Me recuerda cuando éramos sólo tú y yo, sin tantas complicaciones– murmuró apagando su mohín de felicidad.
–Supongo que podría decir lo mismo– asintió el erizo para caminar en dirección a la chimenea, donde podía ver el fuego crepitar con la escasa leña, para así alimentarlo un poco más –¿No deberías de estar descansando?
–No puedo conciliar el sueño– respondió sin verlo en ningún momento –Mañana por fin nos reuniremos y yo...– silenció mordiendo sutilmente su labio inferior.
–¿Hablas de Arturo? – curioseó.
–¿No estás nervioso por volver a verla? – indagó ella al fin para encararlo y verlo con angustia –La guerra está terminando ¿no es cierto? – preguntó la eriza observándolo ansiosa. Shadow arqueó una ceja ante lo que parecía ser el inició de un ataque de pánico. El erizo negro asintió suavemente con la cabeza –Eso significa que ya no seré necesaria, y si es así, significa que sólo me quiere para poder bendecir su boda con la Princesa Ginebra y yo no puedo... es decir, no quiero...yo...– sintió un nudo en su garganta que le imposibilitaba de continuar su discurso errático.
Nimue no había querido regresar a Camelot porque sabía que una vez que Shadow logrará conciliar la paz entre los reinos ella ya no tendría un lugar al lado de Sonic, después de todo, él estaba comprometido con una princesa, no era ninguna ingenua, una vez que la paz prevaleciera en Inglaterra ambos se casarían y ella quedaría como un mero espectador o peor aún, quien los uniría en matrimonio.
–Él no se casará con ella– espetó Shadow, irrumpiendo los pensamientos erráticos de su mente. Nimue lo volteó a ver con sorpresa por la seguridad en sus palabras. –Yo no lo permitiré.
La eriza lo vio con asombro y acto seguido suspirar pesadamente, sin reaccionar a su enunciado. Nimue caminó desganada hacia las llamas que ahora abrigaban su adolorido corazón y así, sentarse en el suelo, frente a las flamas que bailaban en su presencia.
–Desearía que fuera algo tan sencillo como pedir un deseo– murmuró con una mirada apagada, la cual observaba el fuego arder frente a ella –Pero no es así– pronunció abrazándose suavemente. –Es casi una maldición– continuó sintiendo sus ojos humedecerse nuevamente –Todos aquellos que son importantes para mí dejan mi lado... nadie permanece. Es como si estuviera condenada a una vida de soledad autoimpuesta, como si todos a mi alrededor pudiera probar la magia de la felicidad a excepción de mí– completó apretando sus labios con fuerza mientras una lagrima traicionera se deslizaba por su mejilla. Odiaba ese sentimiento de soledad, odiaba sentir que todo aquello que le importaba le era arrebatado de sus manos, pero lo que más odiaba, era pensar que lo único que alguna vez en serio había anhelado a su lado se iría para siempre.
Shadow se sentó a su lado, sin realmente reaccionar a sus emociones desbordadas, como siempre había actuado desde que se conocieron.
–Al final hiciste lo único que te dije que no podías hacer...
–¿Cómo dices? – inquirió la eriza volteándolo a ver, arqueando una ceja sin comprender.
–Te enamoraste del futuro rey– explicó al fin.
Su rostro empezó a adquirir un tono rojizo para que su mirada antes apagada se llenara de brillo, abriendo sus ojos completamente al ser descubierta. La eriza empezó a balbucear algo que él no logró entender en un fallido intento de poder defenderse de sus verídicas palabras.
–Ni lo intentes Amelia– interrumpió el erizo negro el balbuceo sin sentido –Desde que fuiste a su búsqueda en un pueblo borrado del mapa por la guerra pude percibirlo.
–¡Tú te enamoraste de una princesa! – se defendió cual niña pequeña, viéndola con una expresión de molestia.
–Yo soy un príncipe– espetó, sin inmutarse por sus palabras.
–¡Pues... pues...– acalló atragantándose con sus palabras, avergonzada.
–No te estoy juzgando– continuó el erizo negro, para que ella suavizara la expresión de su rostro –, pero aunque Arturo no estuviera comprometido, tú no sabes si él puede elegir a la futura sucesora de Merlín como su esposa o si su padre accedería a dicho compromiso.
Nimue dirigió su mirada a las brasas nuevamente, entristeciendo su mirada. Shadow tenía razón, aunque Sonic fuera un erizo sin compromisos ella no sabía si él la escogería o si su padre, el actual rey, estaría de acuerdo con dicha decisión. Algo le decía que no sería así. Nimue abrazó sus piernas a través del pesado vestido para hundir su cabeza entre sus rodillas, acongojada.
–Si pudiera pedirle cualquier cosa a la vida– murmuró sintiendo sus ojos humedecer nuevamente –Sería poder pasar el resto de mi vida con el erizo que amo...
Shadow la vio consternado, él conocía ese sentimiento mejor que ningún otro y conocía el dolor de la incertidumbre y más aún de la anticipación de la perdida. Se acercó a ella para así rodear con su brazo su pequeño cuerpo provocando que Nimue recostara su cabeza sobre su pecho y sollozar suavemente. Ambos permanecieron en silencio, escuchando el crepitar del fuego mientras aquellos sentimientos de desolación y desesperanza se consumían junto a los leños que los calentaban aquella noche.
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El sol despejó los nubarrones de tormenta, indicándoles que un nuevo día se había pronunciado. Tal y como Amelia le había dicho, la tormenta había cesado y por fin podrían continuar con su camino. En ese momento lo único que quería era llegar con María y estar a su lado, era casi como su presencia pudiera darle la paz que había perdido.
Shadow observó de reojo a la eriza rosa que aún yacía durmiendo sobre el sofá profundamente. Luego de sollozar de manera casi inconsolable se había quedado dormida sobre él. La había colocado en lo que alguna vez pensó sería su lecho para dormir esa noche y así descansar en el suelo a la par de la chimenea. La primera buena noche que había tenido desde que había recordado quién era.
–¿Listo? – escuchó la voz del halcón –No podemos seguir perdiendo el tiempo.
–Lo sé– asintió volteando a ver a la eriza –Yo la despertaré y nos marcharemos en seguida.
Salieron de aquella casa para continuar su camino por las horas venideras, y cuando menos lo sintieron, por fin habían llegado.
Vieron el castillo imponente frente a ellos, sintiendo como el estómago empezaba a revolvérsele ante la ansiedad que ahora la carcomía. Nimue vio de reojo al erizo negro, quien ignoraba las cientos de reglas y normas que Lamorak insistía en dictaminarle. Si conociera a Shadow realmente sabría que no habría regla que él acatara a menos que él así lo quisiera. Ese pensamiento la hizo sonreír, captando la atención del erizo negro. Nimue amplió su sonrisa divertida para que él se acercara un poco más ella, ignorando al halcón que ahora tomaba la delantera con su corcel.
–¿Estás lista? – preguntó Lancelot en susurró, mientras la voz de Lamorak se escuchaba a la distancia cual implacable regaño.
–No – negó, sin borrar su sonrisa –, pero el que estés aquí me hace sentir mejor ¿sabes?
–¿En serio? – inquirió con un mohín de verdadero asombro –¿Por qué?
–Porque terminaremos lo que empezamos juntos– respondió con una triste mirada –Gracias a ti pude conocer la verdad sobre Merlín y gracias a ti la guerra está por terminar para que el reino vuelva a estar en paz– explicó a suave voz.
–Cosas que se pudieron evitar si yo no...
–Debes de perdonarte– interrumpió Amelia anticipando su enunciado –Ahora eres diferente– señaló ampliando su sonrisa para que él le desviara la mirada, recordando nuevamente su espada atravesando a su general. Él mejor que nadie sabía que eso no era así, deseaba con todo su ser que lo fuera, pero nada podía estar más lejos de la realidad. –No te preocupes– continuó la eriza, irrumpiendo sus pensamientos fatalistas –Siempre me tendrás de tu lado, Lancelot– enfatizó con una sonrisa.
–Shadow– espetó, tomándola por sorpresa por el radical cambio en su expresión –No me llames así.
–Oh...– exclamó confundida –Pensé que preferirías...
–Shadow– insistió con un mohín de pocos amigos.
–Bien, bien, Shadow– accedió la eriza alzando los hombros al aire, restándole importancia a sus palabras –Shadow o Lancelot, tienes una amiga donde quiera que vayas.
Shadow observó la amplía sonrisa de la eriza y una sensación de sosiego lo inundó. Era reconfortante saber que ella aún creía en él, más de lo que él lo hacía. Aquella noche que la vida cruzó sus caminos nunca imaginó que desembocaría en el desarrollo de una amistad más perdurable que cualquier título que alguna vez poseyó. Ese pensamiento esbozó una sombra de sonrisa en su rostro, de forma imperceptible.
–... Tú también– musitó a penas audible, desviándole la mirada.
–Llegamos– indicó Lamorak, interrumpiendo la conversación. –Es hora.
Realmente este capítulo no planeaba terminarlo aquí, pero me extendí demasiado y el capítulo quedaría muy largo. Mi plan es que el siguiente sea el final, pero siendo honesta dependerá de cuánto expanda. ¡En fin! Debo de decir, que este capítulo me gustó mucho la relación que Nimue y Lancelot han desarrollado <3 Me gustó mucho todos los momentos de ellos dos y como su amistad ha florecido de una muy extraña manera.
Pronto todo concluirá y esta fiction tiene una o dos sorpresas más por brindarles, así que estén preparados porque el final de esta historia por fin llegará. Hasta entonces, su autora se despide. Kat fuera.
¡GrAcIaS pOr LeEr!
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