Capítulo 21: De Retorno al Reino
Yacía sentado a la par de su cama como cada día desde que habían regresado al castillo; María aún no abría los ojos. El halcón verde suspiró con pesadez para así tocar su mano con gentileza, maldiciéndose por lo bajo por permitir que esto pasara.
Aún recordaba la pelea con el erizo plateado y como lo había mandado a volar sólo con el deseo de su mente. Lamorak había escuchado la historia de un caballero con poderes asombrosos que estaba al servicio del príncipe de Tolosa, aunque le sorprendió mucho no verlo durante la guerra contra el mismo; siendo uno de los elementos que lo habían ayudado a ganar dicha batalla, pues la verdad era que hubieran tenido muy poca o nula probabilidad de derrotar a Lancelot si alguien como el guerrero plateado se hubiera presentado.
–¿Aún no despierta?– preguntaron para adentrarse dentro de la habitación de la futura reina. Era su institutriz, Wave.
–No– negó el halcón sin despegar su mirada del rostro apacible de la eriza –Todo por ese erizo mal nacido– masculló entre dientes.
–Oh sí... Shadow– asintió Wave pensativa.
–¿Quién rayos es Shadow?– inquirió el halcón para verla confundido.
–El que tomó tu lugar– respondió alzando los hombros en señal de desinterés –Lancelot– puntualizó.
–¡¿Cómo dices?!– exclamó Lamorak para ponerse de pie en un salto, sulfurado por las palabras de la golondrina.
–Alguien tenía que ser el nuevo caballero de su majestad y ella lo escogió a él.
–¡¿Por qué demonios lo escogería a él, por qué no a Storm o...
–No lo sé– interrumpió la golondrina su arrebato de emociones, cansada de la discusión –Pero he decirte que hizo un gran trabajo– señaló –Realmente le devolvió la sonrisa que se le arrebató a su majestad cuando tú te fuiste– indicó con un dejo de preocupación en su voz, volteándola a ver.
–Eso no... eso...– balbuceó irritado, desviándole la mirada.
Lamorak no podía conciliar la idea de que ella pudiera tener cualquier tipo de relación con el causante de la guerra, sin embargo, recordaba que cuando había irrumpido en aquella casa en busca de su majestad, Lancelot la protegía con su cuerpo ante el ataque del erizo plateado.
–Además– continuó Wave, regresándolo al presente –Creo que se enamoró.
–¿Amor?– repitió el halcón con sorpresa para voltear a ver a la eriza inerte –¿De quién?– inquirió.
–De su caballero– murmuró Wave con una sombra de sonrisa y una expresión de aflicción.
–¡ESTÁS LOCA!– explotó el halcón, viéndola sulfurosa –¡Él seguramente sólo la estaba usando para sus planes de guerra y muerte!
–No puedo decirte que no es así, pero sé que ella realmente tenía sentimientos muy fuertes hacia él– puntualizó para recordar de la extraña unión que ambos poseían –Y ahora que sepa que él no está, estará devastada– soltó con un pesado suspiro.
–Ella estará bien– espetó el halcón –Mucho mejor ahora que él no se encuentra– habló Lamorak con resentimiento en su mirada.
–Ojala tengas razón– dijo la golondrina para caminar a la salida –Porque si no es así, tu trabajo será ir por él y hacer a su majestad feliz– estipuló –No me importa qué debas hacer para que se quede a su lado, pero estoy segura que sin la presencia de Shadow a su lado, ella morirá de desamor– completó para así salir de la habitación.
Lamorak regresó su mirada a su majestad frunciendo el ceño. Odiaba la idea de que Lancelot ahora significara tanto para su princesa, pero odiaba más la idea de que ella pudiera perecer por la ausencia de él en su vida.
–Maldita sea...
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Llevaba seis días en busca de la dama del lago y parecía que la tierra misma se la había tragado. Percival deambuló por diferentes áreas hasta encontrar una pista de la dama del lago, la cual parecía haber prestado un corcel en la aldea cercana al incidente y luego perderse entre uno de los bosques del área suroeste del reino; casi tres días de camino a caballo.
–Esto es imposible– habló la gata para secar el sudor de su frente y ver con desanimo la arboleda que la rodeaba. Percival buscó el mapa que la reina le había entregado, visualizando así las hectáreas de bosques sin explorar del mismo. –Si ella está escondida en algún lugar, debe de ser aquí– dijo trazando una X en otra área del mapa. Llevaba tres días recorriendo el bosque en busca de la eriza rosa y para ese momento sólo le hacía faltaba sólo la zona sureste del mismo.
Guardó aquel mapa para cabalgar nuevamente. La Reina Aleena le había solicitado, a petición del Príncipe Arturo, buscar a la dama del lago, que según él había dejado en el mismo lugar donde había encontrado a la Princesa Ginebra, sin embargo, al llegar encontró el lugar sin rastros de nadie. Sabía que no podía regresar sin ella, Arturo la colgaría si le decía que la sucesora de Merlín había desaparecido.
Percival siguió su camino mientras miraba como el sol empezaba a ocultarse, no parecía haber nada, o al menos eso creyó cuando logró vislumbrar algo a la distancia. Conforme se fue acercando un cuerpo de agua azulado se dejó ver, y en el medio de éste, lo que parecía una pequeña isla con una construcción rocosa. –"¡Bingo!"– pensó la felina formando una sonrisa triunfante, aumentando la velocidad con su corcel y así llegar a las orillas del lago, desmontando el caballo.
Percival buscó en diferentes direcciones algo que pudiera acercarla a aquellas torres que ahora se miraban más lejanas que nunca. Nadar no sería una opción y cruzar parecía imposible. El pueblo más cercano estaba a casi medio día de distancia a caballo.
Soltó un suspiró en señal de frustración, pues estaba segura de que si había un lugar en el mundo donde ella pudiera estar sería ese. La felina revisó el lugar con la mirada hasta que en un punto distante de la orilla pudo distinguir lo que parecía ser un bote; corrió hacia el mismo para esbozar una sonrisa triunfante y correr hacia el mismo y ver con alegría su boleto de ida. Percival tomó los remos lista para iniciar el viaje cuando sintió una extraña aura a su alrededor; vio sobre su hombro para así distinguir una sombra que se movía velozmente hacia ella. La gata dio media vuelta protegiéndose con ambos remos sintiendo como una espada golpeaba contra ella, distinguiendo así un erizo plateado.
–¡¿Qué haces aquí?!– preguntó el caballero aumentando la fuerza, forzándola a retroceder un par de pasos.
–¡Mi trabajo! – respondió Percival empujando a su adversario obligándolo a retroceder soltando los remos que la había protegido, y así desenvainar su espada fijando su mirada en su contrincante –¡¿Quién eres?!
El erizo plateado se abalanzó sobre la felina con espada desenvainada, quien apenas pudo sostener el ataque debido a la fuerza de su oponente. Con gran precisión, el erizo dio una estoqueada tras otras, obligándola a defenderse lo mejor que pudo de su diestro contrincante; no sabía quién era, pero sin lugar a duda era un sagaz caballero, digno lacayo de un rey... al igual que ella lo era.
Percival logró desviar una de las estoqueadas del erizo para darle el suficiente tiempo de dar un ataque sorpresa. La felina formó una bola de fuego en su mano lanzándola contra su oponente quien ahora corría en su dirección con la intención de volver a atacarla. La llamarada impactó sobre el costado del erizo, quien al recibirla cayó con pesadez, exclamando un gemido de dolor y así sujetar su costado con fuerza.
Percival lo observó con cierta sorpresa, pues estaba segura que la armadura tendrían que haberlo protegido de las brazas, ya que no pretendía con ese ataque nada más que ganar un poco de tiempo para contraatacar. La gata lo vio abrazar su costado con fuerza mientras un mohín de agonía se pintaba en su rostro; él estaba seriamente lastimado para que un ataque como ese lo hubiera dejado incapacitado.
–Estás herido– espetó la felina bajando su espada lentamente –No debes de propiciar una pelea que no estás en condiciones de equiparar, caballero– completó Percival guardando su espada y ver con cierta arrogancia al erizo plateado.
Silver le lanzó una mirada iracunda para así empezar a enderezarse con dificultad, lo cual, le fue más tortuoso de lo que imaginó, ya que el ataque de la felina había impactado justo en la herida que aún no terminaba de sanar por completo. Gracias a la pelea contra el halcón y Lancelot, se había fracturado varias costillas, fractura que ahora le dificultaban respirar correctamente.
–¡N-No necesito de...– pero un intenso dolor en su costado derecho lo obligó a silenciar. Una expresión de sufrimiento se grabó sobre su rostro.
–¡Espera! – exclamó la felina alarmada al percatarse de su estado, acercándose rápidamente hacia él –¡Déjame...
–¡Aléjate! – exclamó el erizo para que una onda telepática la empujara con fuerza lejos de él, barriéndose sobre la tierra por el impacto.
Percival perdió su casco y su espada por el sorpresivo ataque, lastimando su cabeza gracias a éste. La felina se levantó aturdida por el ataque, para así lanzarle una mirada molesta al erizo plateado ante su agresión. El caballero borró de pronto aquella expresión de pocos amigos para que una de sorpresa tomara su lugar, extrañándola.
–Eres uno de los caballeros del Príncipe Arturo– señaló Silver, observándola con cierto asombro.
–¿Cómo sabes...
–¡Galahad! – un grito interrumpió la conversación entre ambos. Percival vio salir de entre la arboleda a la eriza rosa para correr hacia el erizo plateado, quien aún yacía de rodillas en el suelo. –¡Te dije que no hicieras ningún movimiento brusco! – regañó para que él rodara sus ojos en señal de exasperación.
–Mi trabajo es protegerte– susurró desviándole la mirada –Y ella intentaba acercarse demasiado– explicó para regresar su vista hacia Percival.
–Lady Nimue– saludó la felina con una reverencia, provocando que la eriza rosa la viera con asombro.
–¿Percival?
–El Príncipe Arturo mandó a buscar por ustedes en el punto de reunión que acordaron hace seis días– explicó con un dejo de reclamó en su voz.
–Sonic– murmuró la eriza sonrojándose sutilmente. –Yo, lo lamento– se disculpó con una reverencia –Dile que me encuentro bien y que no ha de preocuparse– explicó con una amplia sonrisa –Pero...– silenció entristeciendo su mirada.
–¿No irás? – inquirió Silver metiéndose en la conversación –Lo único que haces es hablar sobre él y sobre lo mucho que lo extrañas y...
–¡N-No es cierto! – interrumpió Nimue sonrojándose intensamente –Es.. es...– balbuceó dubitativa y así regresar su mirada a Silver –Tú aún estás herido– explicó –No creo que un viaje largo sea prudente para...
–Lady Nimue– cortó la felina –Con Lancelot fugitivo y sin saber sus verdaderas intenciones referente a la guerra, ahora más que nunca el príncipe necesita que usted se encuentre a su lado.
–Pero yo no...
–Yo cuidaré de su caballero– insistió Percival con una intensa mirada. No aceptaría un no por respuesta.
–¡Espera, ¿qué?!– exclamó Silver viendo a la felina inconforme.
–Tome mi caballo mi lady y diríjase con su majestad– continuó Percival, ignorando al erizo –Yo me encargaré de todo aquí.
–¡No necesito que me cuiden! – señaló Galahad molesto –Además, mi trabajo es proteger a la dama del lago, así deba de arrastrarme, iré con ella.
Percival lo volteó a ver, endureciendo su mirada, provocando que la ira del erizo plateado se congelara ante la misma.
La felina caminó hacia él inspeccionándolo brevemente con la mirada y así colocar con suavidad una mano sobre su armadura, provocando que Silver la viera expectante, sintiendo la cercanía del caballero de su majestad.
–Un caballero herido es tan útil como el peso muerto– habló la gata –Lady Nimue debe de estar allá lo antes posible y no puedo esperar a que te arrastres para llegar– dijo severamente, provocando que un trago pesado atravesara su garganta –Por lo mismo, yo te acompañaré y me asegurare que llegues sin problemas al castillo, pero ella deberá de adelantarse–explicó –Ese es su trabajo, imagino que lo entiendes– concluyó con aquella mirada estoica.
Silver no supo por qué, pero toda su ira y altos mecanismos de defensa se ablandaron. La mirada intensa e inexpresiva le parecía algo cautivante. No era común conocer una damisela que pudiera infundir el nivel de respeto que ella lo hacía sentir en se momento. Bufó con una falsa expresión de molestia para responderle a regañadientes:
–Que así se entonces.
–Ahora ve– ordenó Percival para que Nimue se sobresaltara ante su mandato –Su majestad espera por ti.
Nimue le dio una última mirada al erizo para sonreírle dulcemente, asintiendo con la cabeza. Dio media vuelta para ubicar al caballo de la felina, quien tomaba agua de su lago. Era momento de regresar al lado de Sonic.
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Llegó a Tolosa para ver lo que alguna vez fue un reino próspero y rebosante de vida ahora una ciudad en ruinas. Negocios cerrados con tablones que habían llegado a la bancarrota o bien, habían tenido que protegerse de la guerra que él mismo había causado.
Shadow galopó más aprisa para digiriese a su castillo, necesitaba saber cuál era el estatus de la guerra y lo más importante, detenerla. Se lo debía a María. Detuvo su carrera para admirar las afueras de lo que alguna vez fue su hogar, el cual ahora parecía tan distante y ajeno a él.
Bajó del corcel que Arturo le había prestado para así adentrarse al castillo, el cual se miraba descuidado más de lo normal. Shadow caminó en silencio para así escuchar a la distancia lo que parecía voces, voces que él conocía. –¡El salón de guerra del castillo! – exclamó cual epifanía. El erizo negro corrió por los pasillos para ver las puertas altas de madera talladas, que él mismo había mandado a construir, cerradas. Del otro lado yacía el comité de guerra, seguramente planeando la siguiente estrategia para derrocara a Arturo. Apretó sus puños con fuerza para así abrir las puertas de golpe y ver así, a los que fueron alguna vez sus consejeros y a quien era su general al mando, ahora sentado en lo que sería su trono.
–¡Su majestad! – exclamaron los presentes en la sala, a excepción del general quien lo vio con sorpresa por su aparición.
–Vaya, vaya, miren quién regreso de entre los muertos– habló el general con sarcasmo –¿Qué te trae por aquí?
Shadow frunció el ceño con molestia por su desacato. En otra época de su vida lo hubiera mandado a la horca. Caminó con imponencia dentro del salón para que los presentes retrocedieran, dándole pasó al verdadero regente de esa región.
–Vengo a terminar la guerra– expresó Shadow para verlo con autoridad –Scourge– completó.
–¿Y cómo piensas hacer eso? – inquirió el erizo verde poniéndose de pie –Tú ya no reinas aquí– explicó con una intensa mirada para caminar hacia el erizo negro –Ahora yo soy el Rey de Tolosa y tú no eres más que molesto recuerdo para la gente de este lugar.
–¡¿De qué demonios estás hablando?!– exclamó el erizo negro sin entender.
–Durante la guerra contra Bragas todo tu ejército fue masacrado, incluso tú, según nuestros espías informaron– explicó Scourge –Alguien tenía que tomar el mando y dirigirnos a la victoria, y ese alguien soy yo– alardeó esbozando una sonrisa retorcida –A cada batalla que he ido he triunfado y esta guerra no será diferente.
–¡¿Has perdido la cabeza?!– explotó el erizo negro.
–Por supuesto que no– habló divertido –Tú por otra parte– silenció para desenvainar su espada –Estás a punto de perderla.
Shadow frunció el ceño, era obvio que terminar la guerra no sería tan sencillo como imaginó, si es que algo como eso alguna vez pudo pasar por su cabeza. Si quería terminar la guerra, primero debería de ganarse su reino nuevamente y la única forma de hacerlo era eliminando al rey de turno.
–Si crees que puedes deshacerte de mí tan fácil– murmuró Shadow desenvainando su espada –Estás muy equivocado– retó el erizo negro, provocando que su adversario cambiara su expresión divertida por una iracunda.
Scourge atacó sin aviso alguno, provocando que Shadow evadiera su ataque, por poco, sintiendo como la cuchilla afilada de la espada cortaba sutilmente su rostro. Scourge se abalanzó contra él con todo lo que tenía para que él se escudara con su espada; ahora recordaba por qué lo había elegido como el general de todas sus tropas, su arte para la guerra era increíble.
Scourge atacó sin piedad obligándolo a cada ataque a retroceder. Si llegaba a acorralarlo sería todo para él. Observó la mirada iracunda de su oponente y la sed de sangre y de muerte de su adversario –¡Muere! – vociferó Scourge para atacar con toda su fuerza, bloqueando su ataque velozmente. Shadow sintió la adrenalina recorrerle por sus venas para que sus movimientos se agilizaran y así una emoción conocida, y que durante mucho tiempo repudió, vino a él. La emoción de una batalla a muerte.
Lancelot esbozó una sonrisa divertida para empezar a aumentar sus ataques de manera aguerrida, viendo como su oponente retrocedía logrando apenas protegerse de su fiereza. –¡¿Qué sucede?!– exclamó el erizo negro ampliando su sonrisa –¡Pensé que me harías perder la cabeza! – señaló prepotente para ver a su víctima con arrogancia. El erizo verde no respondió ante sus palabras, pues con suerte podía hacer algo como seguirle el paso.
Lancelot dio una última estoqueada para que el sonido chirriante del metal resonara por todo el salón y así despojara de su espada al erizo verde. Apuntó el filo de su espada al cuello del Scourge haciéndole entender que todo había terminado.
–¿Algunas últimas palabras? – masculló Lancelot con sus ojos color sangre sobre su víctima.
–¡Su majestad, por favor! – escuchó decir de pronto, para que el trance hambriento de poder y sangre se disipara, haciéndolo reaccionar. –¿No cree que es suficiente? – murmuró un gran cocodrilo, caminando hacia él temeroso. Era uno de sus consejeros de guerra.
Shadow lo volteó a ver para distinguir aquella mirada llena de terror en el reptil, una mirada que todos sus súbditos tenían cuando se dirigían hacia él. Shadow pronto notó el estado vulnerable de su general, para así retroceder horrorizado. Volteó a ver al cocodrilo, quien tragó pesado, seguramente porque en otro momento haberlo interrumpido en una batalla como esa hubiera sido razón suficiente para enviarlo a los calabozos.
Caminó hacia el, percatándose de la mirada ansiosa del cocodrilo, quien retrocedió un par de pasos al verlo acercársele, obligándolo a parar. No quería causarle más temor. Shadow soltó un imperceptible suspiro y con desánimo decirle: –...Arréstenlo– murmuró fijando así su mirada a la espada que aún sujetaba con fuerza. Pensaba que había dejado todo despojo de lo que alguna vez fue al despertar en el castillo de Nimue... pero estaba equivocado.
–Como ordene, su alteza– enfatizó el cocodrilo, dándole a entender que lo reconocía nuevamente como su rey.
–Y Vector– habló nuevamente para elevar su mirada al cocodrilo –Lleva el mensaje, la guerra ha terminado– indicó al fin –Nos retiramos.
–S-Sí...– musitó Vector incrédulo –Yo le diré...
–¡ESTO AÚN NO HA TERMINADO! – vociferó Scourge interrumpiendo el diálogo.
Shadow dio media vuelta y así ver al erizo verde correr hacia él con espada en mano y esta vez dirigirse a él con toda su furia en ésta.
No pensó realmente lo que hizo a continuación; sujetó el mango de su espada y con la velocidad que siempre lo caracterizó dio lo que sería una última estocada a su contrincante, quien no pudo predecir o defenderse de la misma. La punta de su espada atravesó el pecho del erizo verde y acto seguido su corazón. Terminando por fin con la pelea. Un silencio sepulcral ensordeció a Shadow quien observaba como la mirada del erizo verde empezaba a apagarse poco a poco al igual que su vida. Scourge cayó a sus pies con sus ojos sobre él, soltando así un último suspiro.
Shadow retrocedió un par de pasos, aterrado, soltando su arma al fin mientras miraba a Scourge yacer inerte a sus pies. No había podido evitarlo, su cuerpo había reaccionado por su cuenta.
–Otro más que muerde el polvo, ¿eh? – dijo Vector con una sonrisa forzada y un dejo forzoso de diversión en su voz.
–Yo no...– murmuró Shadow sin poder despegar su mirada del acto atroz que había cometido –Yo no quería que... es decir, él atacó por detrás... yo no...– silenció sin saber cómo justificar lo injustificable.
–¿Su majestad? – inquirió con intriga el cocodrilo por lo que parecía una expresión de arrepentimiento de su tirano rey.
–Yo no soy...– balbuceó el erizo negro con horror dirigir su mirada a sus manos temblorosas. No importaba que tanto quisiera ser ese erizo que María creía que era, muy dentro de él seguía siendo el mismo rey mercenario que se encontraba hambriento de sangre. –Es decir, yo...– silenció nuevamente pensando cuánta sangre más correría por sus manos.
–¿Príncipe Lancelot? – llamó Vector, provocando que el erizo negro por fin lo viera.
–Sí... es lo que siempre seré aquí ¿no es cierto? – murmuró con una mirada entristecida para así ver su reflejo en uno de los escudos pulidos del salón –El Príncipe Lancelot.
–Pues, ahora que derrotó a Sir Scourge, usted es de nuevo nuestro gobernante– señaló el cocodrilo cual hecho obvio –Hasta el día de su muerto o al menos que claudique, así será– indicó con aquella mascara de falsa fidelidad que Shadow conocía tan bien de todos sus subditos.
–Lo sé...– musitó fijando su vista de nuevo en su general. Odiaba lo que era, pero ahora, había prioridades más grandes que su batalla interna entre lo que era y lo que podría ser. –Limpien todo– ordenó recobrando la compostura –¡La guerra termina hoy!
Debo de decir que durante los años que estuve en Hiatus tuve varios lectores que estuvieron recordándome que debía de seguir con esta fiction, sin embargo, tuve un lector en particular que nunca perdió la fe en mí y cada vez que publicaba una nueva historia o hacía mención de un nuevo proyecto siempre me recordaba que le debía un final, y por eso, Tony de Robles, ¡¡¡este capítulo te lo dedicó a ti!!!
Ahora bien, referente a este capítulo, les comento que este no es el capítulo final. Una de las razones por las cuales no había podido actualizar durante tanto tiempo era porque no sabía cómo darle el cierre que merecía, y aunque tenía una vaga idea de cómo quería el final, no la había condensado correctamente. Debido a esto tuve que pensar mucho en qué haría para que no se viera como un final apresurado, pues realmente he odiado como algunos autores hacen eso con tal de no terminar en hiatus, pero arruinan una buena historia por lo mismo. Así que les comento que esta historia tendrá uno o dos capítulos más (Yeiii XD). La escena de la batalla de Scourge y Shadow realmente disfrute mucho escribirla, no tenía planeado que fuese de esa forma, pero ame el resultado final; siendo honesta, no sabía si meter a Scourge o no en la fiction pues cuando lo hago él tiende a tener más protagonismo, pero realmente no pensé quien mejor que él para poder seguir una guerra sanguinaria XD.
El siguiente capítulo trae muchas sorpresas por sí mismas y por fin una última reunión que no traerá más que lagrimas y decisiones difíciles provocaran un cambio en la historia. Capítulo 22: Seeing you again. ¡Hasta entonces, Kat fuera!
¡GrAcIaS pOr LeEr!
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