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Capítulo 13: Una Última Pieza


Terminaron en el inmenso jardín de la Reina Aleena, en donde podría despejar sus ideas. Nunca se había sentido tan avergonzado como en ese momento. No era su costumbre llamar la atención, menos el de las damiselas de la corte. Shadow aún sentía su rostro enrojecer al recordar la mirada fijas de todas las damiselas.

–Realmente me engañaste– habló la eriza captando su atención –Eres un excelente bailarín.

–No fue adrede– respondió Shadow desviándole la mirada, avergonzado.

Shadow había recordado algo de su vida pasada nuevamente. Un baile, uno en donde yacía sentado muy aburrido mientras todos festejaban por algo que no estaba seguro qué era, y junto con esa memoria, tediosas y exigentes clases de baile. Si él realmente era un asesino ¿por qué es que había tomado algo como clases de baile? Su pasado ahora se miraba aún más confuso que antes.

–Fue perfecto– habló María sosteniendo su mano con fuerza, recordándole que aún la sostenía.

–Lo sient...

–No– pidió ella sin dejarlo soltarse de su agarre. –Me gusta.

–María...

–¿A ti no?– interrumpió María su alegato. Shadow desvió la mirada ante su pregunta.

–Te vas a casar– le recordó –No importa si me gusta o no– indicó sonrojado. No era importante lo que su tacto ocasionara en él –Suéltame por favor.

María se quedó en silencio. Asintió con la cabeza dejando ir su mano lentamente mientras un cumulo de lágrimas pronto se almacenaron en sus ojos. Ella no había decidido casarse con aquel erizo que le era totalmente un desconocido. Si pudiera elegir, hubiese elegido a alguien diferente, alguien fuerte y a la vez dulce, alguien que se preocupara por ella, alguien con quien pudiera contar siempre... alguien como él. María lo vio a los ojos nuevamente, unos que insistían en evadir su mirada.

–¿Así es cómo ves?– preguntó María con un dejo de tristeza en su voz –¿Cómo la prometida del Príncipe Arturo?

–No te entiendo ¿Cómo deseas que te mire?– cuestionó Shadow para verla arqueando una ceja.

–¡Como una damisela más!– respondió dejando las lágrimas libres –¿Si yo fuera una damisela más me darías tu mano? ¿O bailarías conmigo?– preguntó ella para luego fijar su vista en la distancia –¿O saldrías conmigo a escondidas a ver el reino?

–¿De qué hablas?

–Como lo hizo Arturo con la dama del lago...– musitó sintiendo el aire acariciar su rostro y jugar con su cabello –Si yo fuera una más del montón, entonces... ¿podrías verme como él la ve a ella?

Shadow la vio con aquel labio tembloroso mientras las lágrimas mojaban sus mejillas a través de aquel antifaz. No entendía ¿acaso a ella le gustaba el príncipe? ¿estaba celosa de Amelia? Shadow sintió algo extraño en la boca del estómago, un sentimiento cálido y desbordante muy parecido al enojo y a su deseo de poseer algo con fuerza. Shadow bufó molesto intentando disimular su creciente enojo.

–Por supuesto que no– espetó molesto, provocando que ella lo viera con una inmensa tristeza en sus ojos, al igual que sorpresa. –Si fueras una damisela más yo...– calló ante la imagen que cruzó por su mente. Sonrojándose con intensidad.

–¿Tú qué?– preguntó María acercándose a él y dejando sólo un paso de distancia entre ambos. Sus ojos zafiro brillaron en la noche estrellada; sus lágrimas resplandecieron bajo la luz de la luna provocando en él un palpitar acelerado.

–...Te vería como la más hermosa criatura del planeta– completó sonrojado –Me permitiría tomar de tu mano– indicó sosteniendo su mano con suavidad acercándola a él como en aquel vals de minutos atrás –Acariciar tu cabello sin temor– habló con su otra mano apartando uno de los mechones que cubrían parcialmente su rostro –Y...

Ginebra se puso en puntitas para acercar sus labios con los de él en suave beso, sintiendo una onda eléctrica recorrer su cuerpo. La princesa lo vio con los ojos entrecerrados viendo como él se dejaba llevar, haciendo que ella rodeara su cuello con sus brazos afirmando su agarre y pegándose aún más a él. No le importaba lo que sucediera después, ni lo que su padre había dicho o lo que podría decir el Rey Uther si los encontrará. Por una noche, ella se daría el permiso para sentir lo que quisiese sin pensar en las consecuencias.

María se separó de él con lentitud, aún sintiendo el suave tacto de sus labios sobre los de ella viendo aún aquella expresión de asombro y mejillas sonrojadas del erizo negro.

–Hoy soy una damisela cualquiera– murmuró la eriza tomando apenas el suficiente espacio.

–No, no lo eres– le recordó retrocediendo un par de pasos percatándose de lo que acaba de permitir que ocurriera –Y yo no soy lo que tú crees que soy.

–Pero...

–Lo lamento María– interrumpió. Shadow la vio una última vez suspirando con pesar. Esto se estaba complicando más de lo que le gustaría –Me iré mañana por la mañana.

–¡No!, por favor no lo hagas– suplicó la eriza dorada.

Shadow le desvió la mirada ante su suplica, había permanecido demasiado tiempo ya.

–Lo lamento, yo...

–Si yo te prometo enamorarme del Príncipe Arturo, y ser feliz a su lado ¿te quedarías conmigo?– preguntó María sintiendo sus ojos humedecerse nuevamente –Si te prometo no decir nada sobre hoy... ¿permanecerías a mi lado?

Shadow chasqueó la lengua en señal de molestia halándola hacia él para abrazarla con fuerza. No, no quería eso, pero sabía perfectamente que tampoco podía tenerla. Shadow cerró los ojos, maldiciéndose en sus adentros por aquellas emociones que empezaban a recorrer cada fibra de su ser.

–Hago esto por tu bien– habló el erizo negro sin soltarla –¿Acaso no lo vez?

–Quiero estar contigo, no me interesa cómo– murmuró María.

Shadow la tomó de los hombros separándola un poco de él para verla a los ojos, aquellos ojos inocentes y húmedos.

–¿No lo entiendes?– inquirió con una falsa molestia –Soy una sombra, ninguna luz me alumbrará nunca, ni siquiera la tuya– habló con un claro dejo de dolor en su voz –Si me sigues, jamás verás la luz del día... sólo oscuridad y desgracia por tu camino.

María tomó el faldón de su hermoso vestido estrujándolo con fuerza. Eso no podía se cierto, no conocía a nadie más noble que él.

–Perdóname...– murmuró María –Pero me enamore de una sombra, y si he de vagar en las tinieblas para que mi corazón sienta la calidez de tu mano... Entonces que así sea.

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Se quedó un tanto sorprendida, debido a que los habitantes del Reino de Tolosa estaban en guerra con el de Bragas, el reino de la Princesa Ginebra. ¿Estaba bien que él estuviera aquí? Nimue buscó con la mirada a Shadow, se sentía insegura, algo en sus adentros le decía que corría peligro, sin embargo, no pudo ubicarlo en ningún lado.

–Imagino que se preguntará ¿qué hace alguien como yo aquí?– preguntó el caballero de armadura de metal.

–Este... yo...

–Lady Nimue no tiene que temer– dijo el erizo plateado con una sonrisa galante –Al igual que Sir Shadow, he huido del Reino de Tolosa en busca de refugio de la guerra.

–¿Eh?– exclamó con asombro. ¿Cómo sabía que Shadow pertenecía a ese reino, acaso lo conocía? –Tú... ¿Conoces a Shadow?

–De vista– respondió sonriente. –Por eso me impresionó verlo por aquí.

–Sí... es el guardián de la Princesa Ginebra.

–Eso explicaría su presencia en el castillo– habló con un tono de voz divertido –¿Y por qué él aceptaría un trabajo tan bajo como ese?

–¿Tan bajo?– repitió Nimue sintiéndose cada vez más incómoda. No sentía que era correcto hablar sobre Shadow con un desconocido –Creo que no entiendo.

–Sabes quién es él, ¿no es cierto?

–Él... él es un soldado de guerra– respondió Nimue a baja voz.

–¿Soldado?– repitió Silver confundido –¿Él ha dicho eso?

Nimue vio de reojo a sus espaldas en busca de ayuda, de quien fuera. Algo le decía que no debía de hablar con él respecto a Shadow, pero a la vez él podía llegar a saber sobre el misterioso pasado del erizo negro. Nimue lo vio nuevamente intentando pronunciar las miles de preguntas en su cabeza, pero acallando nuevamente, tal vez no era una buena idea.

–Tienes preguntas para mí, ¿no es cierto?– inquirió Silver esbozando una cálida sonrisa. –Adelante, pregunta.

–No es eso... es que...– murmuró indecisa. Nimue suspiró resignada asintiendo con la cabeza. Era una buena oportunidad para indagar en el pasado de él –Bien... ¿Sabes tú quién es él?

Silver se acercó a su oreja con aquella sonrisa pintada en sus labios y actitud cordial –...¿Hablas de Lancelot?– susurró en su oído cual secreto provocando que un escalofrío recorriera su espalda. Silver tomó distancia de ella nuevamente viéndola con aquella expresión tranquila y serena. ¿Cómo sabía su verdadero nombre? Aparte de ella, nadie más conocía el nombre real de Shadow.

–¿Cómo tú...

–¿Por qué Shadow?– cuestionó él interrumpiéndola –Por tu expresión sé que sabes que ese no es su nombre, entonces ¿por qué Shadow?

–Deberás de preguntárselo tú– respondió evasiva –Él lo eligió.

–Entiendo...– murmuró Silver pensativo –¿Y dime, qué tipo de información buscan aquí con la princesa?

–¿Eh? ¿Cómo sabes...

–¡Lamento la tardanza!– interrumpió el erizo azul la platica. –Yo... Oh, lo lamento, ¿Interrumpo algo?– preguntó Sonic al ver al erizo plateado.

–Su majestad– dijo Silver con una reverencia –No, sólo hablábamos de la maravillosa fiesta de compromiso– le sonrió divertido –Por cierto, me gustaría conocer a la Princesa Ginebra ¿sabe dónde se encuentra ahora?

Nimue lo vio extrañada, esa no había sido su tema de conversación. ¿Acaso no quería que Sonic supiera sobre lo que hablaban? ¿Eso la convertía en cómplice de algo?

–Ah... no, creo que salió un momento al jardín– respondió Sonic.

–Oh, ya veo. En fin, disfruten la fiesta. Con su permiso.

Nimue lo vio perderse entre la multitud y ahora cientos de preguntas venían a su cabeza. ¿Cómo él sabía sobre la información que él y ella habían venido a buscar? ¿Quién era él? Ni siquiera podía preguntarle a Shadow ya que aunque fueran conocidos como él afirmaba, sabía que Shadow no lo recordaría.

–¿Está todo bien?– preguntó el erizo azul al notar la mirada perdida de la eriza rosa.

–Sí, es sólo que... no, no importa– dijo moviendo su cabeza sutilmente de un lado a otro.

–¿Deseas que te deje a solas con él?

–¡Por supuesto que no!– respondió rápidamente sonrojada –De hecho me alegra que hayas venido, me sentía un tanto incómoda.

–¿La gran dama del lago incómoda?, no lo creo– expresó Sonic con una sonrisa.

Esta será la última pieza de esta noche, por favor, todos tomen sus parejas– escucharon ambos decir. Ambos se vieron a los ojos sonriendo casi involuntariamente.

–¿Qué dices, serías mi pareja esta noche?– preguntó el erizo azul estirando su mano a manera de invitación.

–Sólo si prometes hacerme pasar una noche inolvidable– le sonrió ella divertida dándole la mano.

Sonic le sonrió de regresó sosteniendo su mano con un agarre firme asintiendo con la cabeza. –Es una promesa– susurró con una mirada de dulzura en su rostro. Amy se sonrojó intensamente ante el dulce gesto ampliando su sonrisa.

Sonic sujetó su mano con fuerza sintiendo como él la rodeaba con sus brazos posicionándose prontamente en medio del salón, todos le daban espacio al príncipe y a su misteriosa pareja. El suave vals le dio a él la partida de inicio meciéndose suavemente siguiendo ella su ritmo en un principio un poco torpe, pues era la primera vez que ella bailaba algo como un vals, o algo en general. –Sólo déjate llevar– le indicó haciendo que sus músculos antes tensos se relajaran poco a poco. Sonic la pegó a su cuerpo haciendo que su cabeza descansara sobre su pecho meciéndose suavemente con la música. Cerró sus ojos dejando que él guiará sus pasos según los acordeones tocaban exquisitamente aquella pieza de música. Sonic la separó delicadamente de él sonriéndole con dulzura. Nimue giró sobre sí misma guiada de la mano de él sobre su cabeza sintiendo por un instante que ambos se encontraban solos en aquel enorme salón. Nimue sonrió ampliamente entiendo de mejor manera el baile que llevaban acabo y pronto fluir maravillosamente junto a su compañero. No era únicamente mover el cuerpo de determinada manera, era poner tu corazón en la danza que se llevaba acabo.

–¿Ves? No es difícil– habló él tomando su cintura nuevamente.

–Tengo un gran maestro– dijo la eriza sonrosada –Esto es muy hermoso...

–¿Acaso no tenían bailes de donde vienes?

–No realmente– negó con la cabeza. –Gracias por invitarme– le sonrió –Extrañaré esto cuando tenga que irme...– recordó entristeciendo la mirada.

–¿Irte?– preguntó él con asombro.

–Sonic, yo debo de hablar contigo– pidió con un mohín de seriedad –El día en el estanque yo...

La música se detuvo dando por concluida la melodía haciendo que los invitados aplaudieran a la gran orquesta, interrumpiendo lo que tenía por decir.

–Ahora, el Príncipe Arturo tiene unas palabras que decir a su prometida.

Sonic abrió su ojos por completo con sorpresa ante la noticia de su padre. Todos voltearon a verle, sintiéndose repentinamente incómodo. Amy retrocedió un par de pasos, desviando la mirada. Recordando su lugar en ese baile de máscaras –Ve... tu prometida querrá escucharte– murmuró la eriza caminando fuera del lugar. Sonic estiró su mano en un intento de pararla, pero una mano firme sobre su hombro lo hizo detenerse. Era Percival, quien lo miraba con tristeza –Su majestad– dijo dándole a entender que el Rey lo esperaba. Sonic suspiró pesadamente asintiendo con la cabeza. Inventaría algo en el camino, no sabía que debía de proclamar su "amor" a la desconocida que sería su esposa.

Sonic llegó donde sus padres estaban, sin embargo, su prometida no parecía estar en ningún lado, hasta que Gawain llegó apresurado al salón y detrás de él la eriza de púas doradas quien caminaba desganada.

–Ahora sí, hijo, tus palabras– insistió su padre haciéndolo molestar.

–Bien, gracias a todos por venir– sonrió Sonic forzadamente –Este matrimonio representará una alianza que terminara con la guerra y...– calló al ver a Amy de espectadora. Desde su lugar lograba distinguir la mirada triste que aún permanecía en sus ojos. Sonic vio de reojo a su madre quien le sonreía disimuladamente, alentándolo –... y quiero decirles a todos, que sin lugar a duda no he conocido a una eriza más especial como la que tengo hoy enfrente de mí– sonrió imperceptiblemente llamando la atención de la eriza rosa, quien entendió pronto a quién iban dirigidas esas palabras, sonrojándose –Podría enumerar a detalle cada una de sus cualidades que la hacen ser la increíble damisela que es, pero creo que no hace falta. Desde que la conocí supe que había algo especial en ella y doy gracias al cielo por poder honrarme con su presencia– habló con una gran sonrisa.

Ginebra lo vio extrañada, no creía que realmente su futuro esposo pensará eso. Notaba su mirada fija en un punto exacto mientras hablaba viendo a la eriza rosa sonreír con dulzura al escucharlo hablar elocuente.

–... Es por eso– murmuró para sí.

–Un brindis, por ti– habló el erizo tomando una copa de vino y elevándola al aire –Por el fin de la guerra– concluyó viendo a Ginebra al fin, dándole a entender que eso último si iba dirigido hacia ella.

–Por el fin de la guerra– asintió ella seriamente.

–¡Por el fin de la guerra!– gritaron los invitados al unísono.

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El equidna había llegado a interrumpirlos, llevándosela lejos de él. Shadow agradecía al cielo que no hubiese llegado antes, o sabía que se hubiese metido en muchos problemas, por no decir que seguramente lo hubieran colgado o torturado por meterse con la futura esposa del erizo azul.

–Así que ahora eres caballero, ¿eh, Lancelot?– escuchó una voz a sus espaldas sintiendo un sudor frío recorrer sus sienes volteándose al acto. Recostado en el marco de la puerta vio a un erizo plateado vistiendo una armadura de metal. –¿Por qué?– preguntó frunciendo el ceño viéndolo con intensidad.

Shadow vio aquellos ojos intensos, esa mirada... él conocía esa mirada.

–¿De dónde te conozco?– logró preguntar el erizo negro, confundido.

–¿Uh?– exclamó viéndolo extrañado –¿No sabes quién soy?

Shadow le desvió la mirada, él sabía que lo conocía, o al menos su otro yo lo conoció. Era el erizo que tenía tan presente en aquel vago recuerdo. El que lo miraba con una expresión de odio puro y aquella espada sangrienta en su mano, aquella frase que aún recorría su mente "¡¿Quién te crees tú para decirme qué hacer ser inferior?!" recordó "¡Tú castigo será la muerte!". Era él, estaba seguro que era él a quien había sentenciado en un pasado distante.

–Mmm... ¿será acaso que haz perdido la memoria?– preguntó Silver divertido. El erizo negro le desvió la mirada ante sus palabras dándole a entender su respuesta –Wow, no lo puedo creer– habló divertido –Entonces, ¿A qué has venido aquí?– cuestionó –¿O simplemente quieres un poco de oro del rey?

–¡Claro que no!– respondió con rapidez –Tuve un accidente tiempo atrás– explicó de mala gana –No tengo recuerdos mi pasado... no los necesarios– indicó con una clara expresión de molesta –Pero tú pareces conocerme bien.

–No realmente– negó Silver con la cabeza –Verás, yo conocí a Lancelot, pero no sé quién es este Shadow– dijo con una falsa expresión de tristeza –Sin embargo, me intrigas y aunque no lo creas tu cabeza tiene mucho valor en el mercado...– indicó sonriendo con maldad –¿Debo de matarte ahora o después?

–¿Acaso buscas venganza?– inquirió Shadow para verlo con prepotencia –Si no mal recuerdo te vencí una vez– habló con una sombra de sonrisa.

Silver abrió sus ojos de golpe cambiando aquella expresión divertida por una de enfado e ira desmedida.

–¡No te atrevas a subestimarme!– gritó alzando una mano haciendo que sus ojos brillasen con fuerza lanzando al erizo negro por los aires. –Yo te enseñare a...– calló de golpe al notar una presencia a sus espaldas, sabiendo que su tiempo había terminado –¡Bien!– gritó Silver molesto viéndolo chocar contras una de las estatuas de mármol –Parece que mi tiempo aquí terminó– dijo con una expresión de molestia –Nos veremos después Lancelot, más pronto de lo que imaginas...


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