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Capítulo 000.0-I

Capítulo 000.0-I

La cacería del último Zorro Negro

04/05/1997

Los sonidos de Kingslash indicaban el despertar de un nuevo día con rayos solares que iluminaban los edificios, haciéndolos resaltar.

Incluso, brillaba un edificio Sombrío  que estaba oculto por su aislamiento y frialdad.

Sobre este, se encontraba una mujer de unos veintitres años, era albina con ojos color ambar.

Leía a gusto un libro mientras bebía su  té. De pronto, una tos por parte de su invitada la hizo prestarle atención.

Se fijó en una mujer mayor, con el cabello y los ojos rosados, brillantes y vivaces.

A pesar de tener una piel arrugada y quebradiza, su apariencia la hacía transmitir sabiduría y juventud.

—Y bien, Layla, ¿estás lista? —dijo la mujer mientras acomodaba sus brazos en la mesa para recostarse un rato. Por su parte, Layla solo la vio con una mirada desinteresada.

—Como sea, abuela —Se recostó en su asiento con su mirada en el cielo.

》Hoy hace un buen clima para que la suerte le sonría a la muerte. —suspiró y volvió a ver a la Matriarca de las hadas sin interés—. Qué pena que no seré a quien le sonría.

La fría actitud de Layla hizo que la abuela le regalase una mirada entrecerrada de sospecha ante esta distante actitud.

Por su parte, Layla mordió su labio inferior, sus ojos se nublaron y sintió un nudo en el estómago.

—Puedes engañar a ese mago espiritual que tienes por marido, Layla, pero no a la abuela. Conozco todo de ti, incluso los pañales  —Layla se sonrojó por la vergüenza ante la mención de algo que quisiera olvidar.

Aun así, aunque quería responderte con desdén, solo se levantó suspirando para calmarse.

—Si quiere saberlo, se lo diré. Temo que mi hija Metatrón se vuelva como yo, es una bebé de un año, muy linda y pura, no quiero que sea contaminada con mis peculiaridades.

—¿Cómo? —preguntó la matriarca con los ojos abiertos por la impresión. Bebió un poco de su té antes de seguir con la charla—. Pero si eres una ternura.

Layla frunció el ceño y su rostro se volvió rojo.

—Abuela, ¿no recuerda que ayer me pasé una hora "examinando" a Tsumo y a Ruth porque quería "comparar" tamaños? —Hizo como si tocase unos pechos con ansias, pero con vergüenza en sus ojos.

—Pues, dijiste que querías ver si no tenían algún problema —defendió, pero Layla pegó un grito y se sujetó la cabeza con desespero.

No comprendía por qué la abuela no tomaba en serio ese comportamiento. Con frustración, Layla exclamó:

—¡Abuela! ¡sabe que eso es una vil mentira! ¿Quién en su sano juicio examinaría a sus amigas?

—Hmm, sí, pero eso lo podemos arreglar con ayuda psicológica. Por cierto, ¿no has pensado en recibirla?

—Abuela, estamos hablando de mi hija, no de mí. Yo puedo esperar —exclamó con un tono más tranquilo tras haber respirado profundo y negó con un dedo levantado.

De pronto, un escalofrío recorrió su cuerpo. No era miedo, eran nervios.

Sabía que algo importante estaba por suceder. Había estado tras la pista del líder de los Zorros Negros durante años y hoy era el día.

La matriarca rió con suavidad y se acercó a Layla. Con un gesto de cariño, le acarició la cabeza para calmarla.

—No te olvides, mi niña, tarde o temprano deberás aceptar que a veces, uno debe cuidar de sí mismo. Soltar la cuerda para que otros la jalen por ti mientras duermes en un prado de flores.

—Abuela, sus refranes se me hacen muy difíciles de entender —dijo mientras se apartaba la mano de la abuela.

A pesar de que le gustaban sus mimos, debía ser seria por el bien de la misión.

—No es necesario que los entiendas, sino que los percibas en tu ambiente.

Con esas últimas palabras, ambas salieron de la azotea a la calle.

No tardaron mucho en llegar a su destino, solo caminaron tres cuadras mientras observaban fascinadas el paisaje urbano.

Llegaron a una avenida llena de múltiples restaurantes de comida rápida. pizzas, pollos asados y hasta hamburguesas, eran una variedad de restaurantes y cada uno a unas calles del otro.

Todos esos locales hacian agua en la boca de Layla, quien, con timidez, vio a la matriarca.

—Abuela, luego de la misión, ¿podría dejarme invitarle una pizza? Ha pasado un buen tiempo.

—¿No decías que eran comida para niños? —Le dio una sonrisa burlona y una mirada de curiosidad mientras recordaba cómo Layla odiaba comer cosas que no fueran un sándwich de atún.

—Sé lo que dije, pero no viva en el pasado —Acarició s nuca con una sonrisa avergonzada—. Anciana, qué cambie de opinión significa que mi estado mental está bien, ¿no?

—Hmm, no se si la pérdida de memoria sea sana, pero en fin  —Se detuvo frente a una pollería de dos pisos.

Con determinación, abrieron las puertas con una llave de rubí.

Al entrar, fueron recibidas por un suelo rojo como sus cristalizadas paredes.

Este lugar era el tribunal de Nostradamus, un lugar sagrado usado para reuniones importantes por parte de los hechiceros líderes de la sociedad maga, especialmente, ilusionistas.

Al adentrarse más en el pasillo, los pasos de Layla hicieron eco.

Sin embargo, a falta de un segundo eco por parte de su compañera, se dio la vuelta para ver a la abuela, quien le regalaba una sonrisa con un toque de lástima.

—Layla —dijo con nostalgia. Desde que rescató a Layla de morir en el mar a sus seis años, nunca dejó de preocuparse por ella—. No te dejes ganar, te quiero mucho.

—Abuela —Le dio una sonrisa egocéntrica mientras se sujetaba la cintura con la mano derecha. Dejó que su cuerpo se relaje un poco, dejando que sus hombros caigan—. No seas tan melosa. Claro que ganaré, nadie debe preocuparse por mí.

Su respuesta y actitud radiante calmaron el corazón acelerado de Mandarina, la matriarca, quien solo suspiró sintiéndose calmada.

Creía que no debía preocuparse si Layla no se preocupaba, pero aun así, no podía quitarse la intranquilidad.

—Esa es la actitud. Tan honorable como un samurai.

—No abuela, no un samurai, una maga del purgatorio.

Sin más que decir, Layla hizo una reverencia y se despidió de la abuela, quien le dio su última sonrisa cálida antes de que las puertas se cierren.

Ya sola en el pasillo que se bañaba de una luz carmesí, sintió un calor sofocante, pero no le hizo caso.

Aguantando, fue hacia una sala, la última del pasillo. Esperaba entrar, ocultarse y escuchar todo lo que se hablaría.

Sin embargo, había algo raro, sus ojos recorrieron cada centímetro de ese pasillo.

Una extraña presión en su pecho y manos sudorosas la tensaron ante un aroma familiar que la hizo sentirse nerviosa.

—¿Y ese olor a nuez? —murmuró, recordando que ese olor lo había sentido minutos antes en casa.

A pocos centímetros de tocar la puerta a la que se desplazaba, unas voces de hombres indignados protestaban ante una voz burlona de mujer algo áspera.

—Tengo el cariño de los Talismanes y soy la más querida por la comunidad maga, pero... —Se escuchaba un tono de melancolía.

Layla no perdió tiempo y retrocedió cuando vio una ligera vibración en la perilla de la puerta.

Con pocos segundos para reaccionar, se hizo explotar en una lluvia negra, dispersando las gotas por todos lados.

A la vez, un poderoso estruendo, de la puerta que voló en pedazos, tragó el sonido de esa explosión.

En ese instante, una cortina de humo se alzó, dejando ver varias siluetas del otro lado.

De entre la cortina de humo salió una mujer de cuerpo más curvilíneo que el de Layla, pero con cabello rosado, como sus ojos afilados.

Tenía a dos hombres a cada lado con cabello blanco, ojos totalmente blancos y piel muy rosada, eran ilusionistas.

La mujer fue hacía la mitad del pasillo con los brazos cruzados bajo sus pechos y dio un pisotón, esperando alguna respuesta por parte de alguien, pero solo obtuvo un silencioso pasillo.

—¡Slaider! ¡sal de tu escondite! —A la mente de Ruth, la mujer que tenía el ceño fruncido, vinieron las veces que ambas jugaban con sus hechizos.

Como siempre, Layla se escondía entre las sombras.

》¡Ya no somos niñas! ¡Eres tan inmadura!

—¡Al menos no me volví una zorra! —De lo más profundo del pasillo, salió una sombra que comenzó a tomar la apariencia de Layla.

Ahora, frente a su objetivo, su corazón se llenó de  impotencia, sentía ganas de llorar y gritar a los siete vientos.

El monstruo que buscaba resultó ser su mejor amiga, la persona con quien compartía techo.

Aún bajo los efectos de la fuerte impresión, sus piernas se debilitaron  porque debía enfrentarse a alguien que consideraba familia y su única amiga.

Ruth, aún indignada por lo que dijo, exclamó:

—Somos los "Zorros", no "Zorras".

—Me vale tres hectáreas. Eres mi amiga, mi hermana. Tal vez los recuerdos de niñas no significan nada ahora, pero créeme, no dejaré de luchar por nuestra amistad.

En ese instante, Layla creó dos esferas negras que estaban por ser disparadas, si no fuera por un grito por parte de Ruth:

—¡Desintegración Sensorial! —De inmediato, Layla sintió  sus manos congelarse.

De pronto, por dentro, la maga sintió como un líquido negro salió de todas sus cavidades. Todo su cuerpo le ardía haciéndola compararlo con estar en el infierno.

Con poca fuerza, cayó de rodillas gritando, pero estos gritos fueron ahogados por una extraña sensación que trepaba por su garganta, hasta que al final, vomitó mucho de esa sustancia pegajosa.

En shock, sintió que su corazón y cerebro fueron consumidos por el líquido negro. Con ese final, Layla quedó muerta con los ojos en blanco.

Con esta victoria, los magos solo soltaron risas de gozo por una derrota fácil. Sus pechos se agotaban ante lo que alguna vez pensaron que sería difícil.

El cascarón vacío de Layla quedó ahí, tirado sobre un charco de líquido negro. Sin embargo, hubo algo que no le gustaba a Ruth, sabía que no podía ser tan fácil.

Después de todo, conocía a Layla, la maga de la purga y un Talismán, ese título lo tenían solo magos extraordinarios como ella.

Por lo cual, si la atacaban, ya debía tener cinco planes en funcionamiento.

Con una mueca de disgusto, se acercó al cadáver para darle una patada que rompió el cráneo tan fácil, que se dio cuenta de lo que pasaba.

—Un clon de tinta —murmuró con rabia en sus ojos. Los demás no comprendían qué pasaba, hasta que unos aplausos de ovación se hicieron presentes en un eco inquietante.

—¡Bravo! —Detrás del grupo, una sombra emergió como un fantasma. Layla yacía con una sonrisa de oreja a oreja  sobre una mesa larga desde donde les regalaba un ceño retador—. Me sorprendieron, pero no soy idiota. Tengo planes para enfrentar a tipos como ustedes.

—¡Vayan! —Ruth impuso a sus hombres, quienes no tardaron en apuntarle a Layla con sus respectivos hechizos que volaban rápido.

Ante esto, Layla quiso esquivarlos, pero todos los conjuros volaban en forma de vientos huracanados que no lograba evitar tan fácilmente, a pesar de que saltaba  y se  contorsionaba de maneras imposibles.

Por un momento, pensó que podría desviarlos, pero de pronto, un potente derechazo por parte del mago del tacto la dejó aturdida. Antes de poder recuperarse, un segundo golpe directo al abdomen la hizo traspasar una pared.

No solo sintió que su estómago explotó, sino también miles de fracturas en su columna y, luego, un tercer golpe, del mismo mago, la marcó con un ardor de piel infernal que la hizo gritar.

Su piel se había vuelto tan sensible que sufría mucho. Quiso ponerse de pie, pero un murmullo inentendible la hizo abrir los ojos y entrar en pánico al no poder hacer nada.

Solo podía sufrir por el ardor insoportable cuando, de pronto, frente a ella aparecieron los cuatro magos, quienes cargaron de frente.

Sin embargo, el recuerdo de una bebé le dio la fuerza a Layla para usar Geo Traslado y así  cambiar de lugar con una taza que fue destrozada por el mago del tacto.

La maga apareció en la cocina del tribunal. Con el corazón acelerado y la respiración agitada, Layla quiso llorar, pero se contuvo, solo reía aguantando el llanto.

Había sido salvada por un hechizo que consideró cobarde, pero eso le dio tiempo. Sentía humillación, pero era lo que debía hacer.

Con el tiempo contado, se calmó y, tras cerrar sus ojos, pudo ver un pedazo de la taza, así que volvió a usar Geo Traslado para volver a la arena.

Su presencia llamó la atención de todos, pero solo se mantuvieron alejados con temor  mientras el mago del tacto daba un paso al frente con mucha confianza.

Layla estuvo por crear un hechizo, pero sus manos explotaron. El dolor era demasiado. "No puede ser", pensó mientras trataba de mantener la calma. "Debe ser una ilusión. Sí, debo usar un hechizo defensivo oral".

—E-El Pua...¿Eh? El Pua, Pua, ¡Pua! —Su cuerpo se tensó y su ceño se frunció cuando no pudo decir su hechizo. Quería decir "El Purga", pero no podía. De pronto, la habitación se llenó de una neblina tan espesa que parecía sólida.

Solo pudo tomar algo de aire para calmarse, pero, de pronto, un extraño dolor en todo su cuerpo la hizo darse cuenta de que había recibido diez golpes en tan solo tres segundos.

En ese tiempo, miles de agujeros profundos se manifestaron en ella. Layla no resistía más, y sin darse cuenta, su visión se fue cuando un martillo, desde el cielo, le dio en la cabeza.

Su cabeza explotó en una onda de sangre y pedazos que chocaron con todo el lugar.

El hombre que logró la hazaña fue el mago del gusto, tras vomitar ese martillo. Se acercaba con pasos lentos, con sus manos intentó quitar un poco del desastre, pero no podía quitar las manchas de sangre que secaron de inmediato.

Los magos se reunieron nuevamente a su alrededor, disfrutando de su victoria. Sintieron que eran invencibles. La sala, que una vez fue silenciosa, se llenó de sus risas vanagloriosas.

Sin embargo, Ruth, al igual que antes, se mantuvo escéptica y alejada, esperando el siguiente movimiento de Layla.

Fin del Capítulo 000.0-I...

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