v e i n t i o c h o
Maia rompió un vaso contra la pared al escuchar las palabras del presidente Snow: "Como un recordatorio de que ni siquiera los más fuertes pueden vencer el poder del Capitolio. En estos Juegos del tercer Vasallaje de los Veinticinco los tributos serán elegidos de entre el grupo de Vencedores de cada distrito".
Volvería a la arena. Y no lo haría sola, claro que no. Iría con el mismísimo Finnick Odair. A veces le sorprendía lo obstinado que era el destino, quien los juntaba una, y otra, y otra vez. Las posibilidades de ir a los Juegos del Hambre con Finnick Odair eran nulas y, de alguna manera, eso iba a ocurrir.
Cuando Finnick le había dicho el día anterior que serían parte de una revolución jamás imaginó que eso significaría participar en los Juegos del Hambre, de nuevo.
Annie lloraba desconsolada mientras su madre miraba al suelo sin expresión alguna. Maia estaba cansada, Annie no paraba de "sufrir" cuando bien sabía que Maia se sacrificaría por ella, de nuevo, y su madre no servía para nada que no fuera ser un adorno. No eran más que un teatro.
Finnick le sonrió cuando pasó junto a ella, haciéndola rodar los ojos.
—¿Te parece divertido? —preguntó la chica.
—Creo que es bastante cómica la situación, sí —Finnick se acercó a ella, susurrándole al oído—. Creo que eso de alejarte de mí no te está funcionando.
Maia sonrió burlona.
—¿Y quién dijo que quería alejarme? —dijo rozándole la oreja con los labios, haciendo que Finnick se estremeciera.
La tensión creció entre ellos, tal como sucedía siempre que estaban cerca. El cuerpo de Finnick aún rozaba el suyo y ninguno de los dos parecía querer hacer nada para alejarse; de sobra sabía que ambos vivían para esos momentos "accidentales".
Fue Annie quien interrumpió, llorando casi a gritos y acercándose a abrazar al rubio, quien medio retrocedió. Su hermana casi se colgó del cuello de Finnick, haciéndola apretar los dientes mientras desviaba la mirada a cualquier otra parte, topándose con su madre. La mujer la miraba molesta, hecho que Maia ignoró. Quizá en esos juegos ocurriría lo que debió pasar en los suyos y nunca más volvería a ver a nadie ahí.
Salió de la casa sin despedirse. Annie continuaba llorando y gritando, como si fuera ella quien participaría, incluso su madre lloraba mientras intentaba consolarla, diciéndole que Maia se ofrecería por ella. Las odiaba tanto.
Vio que Finnick salía unos minutos después que ella, ambos se miraron a lo lejos y Maia se preguntó si había manera de cortar la cuerda que los ataba. Quizá sí pero, como bien sabía, ninguno de los dos lo haría.
• • •
—¡Annie Cresta! —gritó Hada durante la Cosecha, haciendo que la pelirroja enloqueciera en llanto.
Maia dio un paso al frente, ofreciéndose como voluntaria. Le molestaba cumplir con lo que su madre quería pero sabía que no le quedaba otra opción, eso era mucho más grande que sus problemas familiares.
Hada la miró con tristeza y Maia le sonrió ligeramente, intentando restarle importancia. Los miembros del Distrito 4 igual los veían nostálgicos pero Maia sabía que en el fondo todos se alegraban de estar a salvo.
Finnick pasó al frente y Hada los presentó como los tributos del Distrito 4 de los Septuagésimo Quintos Juegos del Hambre.
El rubio sonreía de una forma encantadora a las cámaras, sonrisa que había ensayado durante años. Maia se dedicó a mantener su faceta desinteresada, actuando como si nadie la mereciera, se veía real porque ella lo creía así.
Los llevaron al Edificio de Justicia para que pudieran despedirse, el enojo inundó a Maia cuando vio entrar a su madre sola. Uno, no quería despedirse de ella. Dos, ¿en serio Annie había ido a despedirse de Finnick cuando había sido ella quien le salvó la vida?
—¿En serio es tan malagradecida como para ir a despedirse de Finnick? —masculló—. Debí dejar que participara ella.
Su madre la miró dolida y Maia la ignoró, ella no entendía, nadie ahí lo hacía.
—Está enamorada —dijo su madre en un susurro, ganándose una mirada asesina por parte de su hija.
—Enamorada —repitió Maia furiosa—. Sí, ella tiene tiempo de enamorarse, mientras yo la paso de cama en cama y como si eso no fuera suficiente, ¡ahora quieren matarme otra vez!
Su madre la miró con tristeza y Maia deseó no haberla visto, había lástima en los ojos de su madre y la chica no podía tolerar que sintieran lástima por ella. La mujer intentó acercarse para abrazarla y la castaña retrocedió unos pasos.
—Ni lo pienses, madre. No vengas a abrazarme como si te doliera perderme que bien sabes me perdiste hace mucho.
Salió de la sala donde estaba dando un portazo, alcanzó ver a Annie y a Finnick a lo lejos, quienes se giraron a mirarla al ver el escándalo que había hecho. Maia ni siquiera miró a Annie, no podía hacerlo. Finnick medio alejó a su hermana para alcanzar a Maia pero, de nuevo, Annie tenía que ser la protagonista, comenzó a llorar y a perseguirla escandalizada.
—¡Maia! —gritó Annie mientras intentaba alcanzarla—. ¡Maia!
Maia ni siquiera volvió la mirada, le importaba poco o nada despedirse de su hermana. Escuchó los chillidos de Annie a lo lejos y eso la enfureció aún más, no dudaba que fuera una actuación. Se subió al auto sin mirar atrás, ignorando a su hermana y a su madre, quienes habían intentado llegar a ella.
La comida en el tren fue tremendamente incómoda, la tensión podía cortarse con un cuchillo. Maia estaba furiosa, con los ojos brillantes y los dientes apretados; Finnick se notaba entre triste y molesto. Mags, quien sería su mentora, se mostraba triste. Y Hada estaba pensativa, cosa que no era usual en ella, ya que tendía a hablar y hablar hasta que todos terminaran de comer.
Maia fue la primera en pararse y dirigirse a su habitación, estaba segura de que acabaría por crear una escena si no escapaba rápido.
—Maia —la llamó Finnick, antes de que ésta entrara a su habitación.
La chica volteó furiosa.
—Lo siento —dijo el rubio.
—No tienes por qué, no hay razón para que te importe —respondió molesta. Quizá Finnick no hubiera hecho nada en ese momento, sin embargo, los odiaba a todos por igual.
Finnick la miró dolido.
—Pero me importa —dijo con voz pausada.
Maia lo miró y después soltó una carcajada, antes de encerrarse con un portazo.
Gracias, gracias por leer la novela, comentar y votar<33, alegran mi día.
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