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v e i n t i n u e v e

—Johanna Mason —dijo Maia, acercándose a la mencionada.

—Maia Cresta —respondió la chica burlona, antes de abrazarla.

Johanna, la tributo del Distrito 7, llevaba un aspecto ridículo: parecía una especie de árbol, utilizando una especie de corset oscuro y un traje con la textura de los troncos. Sus ojos estaban maquillados con sombras negras y pestañas largas, el negro cabello lo llevaba atado en una larga coleta. Maia rió al verla.

—No te burles —dijo Johanna antes de reír.

—Es bastante original eso de los árboles —se burló la castaña.

—¿Y qué hay de ti? ¿De tu vestido sale una caña de pescar? O quizá una sirena, ya no se sabe.

Maia soltó una carcajada.

—Creo que esta vez el espectáculo es vernos desnudos.

Y era cierto, Maia llevaba tanta piel al aire que no sabía por qué Wanda se había molestado en hacer un atuendo, más sencillo hubiera sido arrojarlos desnudos.

—Al menos su estilista saca a relucir su potencial —se quejó Johanna—. Vamos, Maia, demuéstrales de qué estás hecha.

La chica sonrió antes de subir al carruaje donde Finnick ya la esperaba; procuró hacerlo con movimientos marcados, haciendo que el rubio se tensara a su lado. Maia rió.

—Nada que no hayas visto ya, Odair —dijo mientras el carro comenzaba a moverse.

—Uno nunca se acostumbra —respondió Finnick con una sonrisa ladeada.

La multitud enloqueció al verlos, Maia sabía que pronto serían opacados por los tributos del Distrito 12, quienes habían sido los ganadores del año anterior, haciendo historia en los juegos, ya que nunca habían salido victoriosos dos tributos; sin embargo, lo que más gustaba de su historia era que estaban "enamorados", convirtiéndose en los "trágicos amantes" del Distrito 12.

Disfrutó de su momento de atención, manteniendo la vista al frente y observándose en las pantallas, ambos lucían increíbles. Si fuera un concurso de belleza estaba segura de que Finnick y ella ganarían por mucho.

Como bien había previsto, no tardaron en ser olvidados, la multitud enloqueció al ver a los vencedores del Distrito 12. A Maia le parecía ridículo pero era una de esas historias que gustaban en el Capitolio, dos chicos enamorados que habían sido arrojados a la arena y habían sobrevivido, «trágico e inolvidable».

La chica ni siquiera prestó atención al resto del desfile, era lo mismo de todos los años y ya había pasado por eso una vez, nada de lo qué sorprenderse.

En cuanto bajaron de los carruajes, Maia observó a su alrededor. Los tributos del Distrito 1, Cashmere y Gloss, eran bastante llamativos, hermanos y ganadores en años consecutivos; de los favoritos del Capitolio. Después estaban Brutus y Enobaria del Distrito 2, no gozaban de mucha popularidad pero eran bastante letales. Del Distrito 3, Wiress y Beetee, sus aspectos no daban para alardear sobre ellos, sin embargo, eran bastante inteligentes. Después estaba Johanna del Distrito 7. Y, finalmente, los trágicos amantes del Distrito 12. No conocía a los demás tributos aunque tampoco era que tuviera interés de hacerlo.

—Maia Cresta, bonita y brutal —escuchó decir a Haymitch, el mentor del Distrito 12.

La castaña volteó y lo saludó con la mano, el rubio le correspondió, ganándose una mirada confundida de sus tributos.

Maia subió al ascensor junto a los tributos del doce, Haymitch y Johanna, quien no paraba de quejarse de su estilista mientras se desvestía. Maia y Haymitch la miraron divertidos mientras Peeta parecía entre sorprendido e incómodo; Katniss ni se diga, estaba furiosa.

En cuanto llegaron al piso cuatro, Maia se despidió.

—Nos vemos mañana —dijo con una sonrisa, recibiendo un guiño por parte de Haymitch.

Maia lo sabía, todos los Vencedores, incluyéndola, estaban locos de atar. Y no podía esperarse más de ellos, habían sobrevivido los Juegos del Hambre, además de haber pasado largas temporadas con los habitantes del Capitolio, era imposible salir cuerdo de eso.

Se duchó y se vistió con ropa cómoda, una sencilla blusa gris con unos pantalones negros ajustados.

Todavía faltaba un rato para la cena, así que se quedó acostada en su cama, intentando relajarse; aunque, dadas las circunstancias, probablemente no volvería a hacerlo hasta que su foto estuviera en el cielo.

Cuando Hada la llamó para la cena, Maia no sabía cuánto tiempo llevaba dormida. Tenía el cabello alborotado y se sentía somnolienta.

Finnick y Mags ya estaban ahí, ambos comían en silencio, el rubio con una sonrisa dedicada a Mags. Maia se enterneció al verlos, Finnick llevaba una relación bastante estrecha con Mags, era una especie de madre para él y con razón, Mags lo había visto ganar los juegos cuando el rubio tenía catorce años, se habían vuelto una familia desde entonces.

Tomó asiento junto a Finnick, ya que Hada ya había ocupado el lugar junto a Mags.

—¿Qué les parecen los otros tributos? —preguntó Hada con su clásica voz cantarina.

Ese año llevaba el cabello plateado, lo cual la hacía ver de mayor edad, ya que parecía tener canas. Su maquillaje, a diferencia del cabello, era tan extravagante como siempre, utilizando desde tonos rosados hasta amarillos brillantes.

—Pues... —comenzó Maia.

—Hay mucha competencia —completó Finnick.

Maia sabía que esos juegos serían diferentes por la revolución que se estaba formando, sin embargo, no estaba enterada de los planes, sólo sabía lo que ella tenía que hacer: acércate a Peeta Mellark —el chico del doce—, haz que confíe en ti para ser aliados y él convencerá a Katniss, la otra tributo del Distrito 12. Protégelos a toda costa.

Nada difícil de memorizar, pero ejecutarlo... era completamente diferente.

Después de la cena se dirigieron al salón para ver el resumen del desfile, sólo podían resaltarse los Distritos 1, 4 y 12; los demás apenas si habían recibido atención. No obstante, ni ellos ni el Distrito 1 tenían nada qué hacer frente al fenómeno que eran Katnis Everdeen y Peeta Mellark.

A Maia no le caía bien Katniss, le costaba creer que fuera la imagen de un levantamiento, carecía de carisma y su forma de ser era arisca. Agallas no le faltaban, eso podía reconocerlo, sin embargo, le parecía una farsa. Maia no creía en la mentira que era Katniss Everdeen, pero si eso los ayudaba a librarse del Capitolio, podía besarle los pies en público.

Al final sólo quedaron ella y Finnick en el salón, ambos estaban en silencio y con la mirada al frente.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el rubio al cabo de un rato.

—Extraña —dijo después de pensarlo—. Como si nada de esto estuviera pasando.

Finnick asintió y la miró, Maia no supo qué significaba esa mirada, no podía decir si estaba enojado o decepcionado, quizá triste. Últimamente no tenía ni idea de qué ocurría con Finnick.

—Te entiendo —murmuró—. Supongo que nunca pensamos que la historia volvería a repetirse.

Maia sonrió sin ganas.

—No se repite —masculló—. Esto es aún peor que antes.

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