v e i n t i c i n c o (e12)
Los juegos estaban por llegar a su fin, todos lo tenían claro. Quedaban cinco tributos: Marie, Johanna —la chica del siete—, la chica del dos y los dos del once. Era la primera vez que había más mujeres que hombres en la final de los juegos.
Marie y Johanna resultaron ser buen equipo, sus habilidades se complementaban y tenían una buena relación: confiaban la una en la otra. La táctica de Johanna era bastante buena y Marie encajaba a la perfección, ambas lucían indefensas y a ningún tributo parecía importarles mucho su presencia, la atención estaba concentrada en los tributos del Distrito 11 y la chica del Distrito 2, quienes se creía podían ganar.
Todos los integrantes del equipo del Distrito 4 se encontraban en el piso viendo los juegos, sabiendo que en cualquier momento los Vigilantes reunirían a los tributos.
Finnick estaba sentado junto a Maia, no habían intercambiado palabra en todo el tiempo que llevaban reunidos, ambos estaban tan concentrados en la pantalla que ni siquiera miraban a su alrededor.
Primero mostraron a la chica del Distrito 2 corriendo, después a los del 11 y finalmente a Johanna y a Marie, sin embargo, no se alcanzaba a distinguir de qué huían. Podían escucharse sus gritos y las respiraciones agitadas.
Marie iba unos pasos más adelante que Johanna, fue la primera que consiguió subir a la Cornucopia para después tenderle la mano a su compañera. Ambas intercambiaron miradas asustadas mientras cada una empuñaba su arma, Johanna un hacha y Marie un cuchillo largo.
Nadie las había visto combatir nunca, ya que no se habían enfrentado a nadie en los juegos, pero Finnick sabía que el fuerte de Marie no era el combate cuerpo con cuerpo. Por la tensión de Maia supo que la chica pensaba lo mismo.
Los primeros en llegar fueron los tributos del once, quienes intercambiaron miradas entre sí antes de acercarse a las chicas. Johanna fue la primera en atacar, clavando su hacha en la pierna del chico y esquivando la espada con la que intentaba atacarla. Mientras tanto, la morena se acercaba a Marie, quien había comenzado a retroceder unos pasos. En cuestión de tamaño y musculatura la chica del once era superior, la única esperanza de la castaña era ser más rápida.
Marie estaba casi al borde de la Cornucopia y aún no se decidía a luchar, Johanna, en cambio, aún peleaba con el tributo del Distrito 11, también se había unido la chica del dos, quien era bastante hábil con la espada.
Vio a Marie cerrar los ojos por unos segundos y respirar con fuerza, la tributo del 11 aprovechó para atacarla y la chica alcanzó a esquivarla, haciendo que ésta cayera de la Cornucopia por la fuerza con la que se había arrojado sobre ella. En ese momento pudieron ver qué los esperaba a los pies del cuerno: lobos. Los animales no se arrojaron al instante sobre la chica, la miraron por unos segundos mientras se relamían la boca y dejaban ver los enormes colmillos; colmillos que, por el tamaño, no pertenecían a dichos animales.
Marie se acercó a donde peleaba Johanna a muerte con los otros tributos, todos intentaban atacarse entre sí. A lo lejos se escucharon los gritos de la tributo del Distrito 11 y pasaron una toma de cómo los lobos se habían arrojado sobre ella, mordiéndola por la mitad del cuerpo y acabando con su vida al cabo de interminables segundos.
La chica del dos fue la primera en atacar a Marie, Finnick supo que hacía eso para que Johanna se deshiciera del tributo del Distrito 11 mientras ella acababa con la "presa" más sencilla.
Notó que Maia no paraba de mover la pierna con nerviosismo mientras transcurría la escena, Marie esquivaba los golpes pero la chica del Distrito 2 era una máquina, no descansaba ni un segundo antes de volver a embestir. Alcanzó a herir a Marie cerca del hombro y Maia ahogó un grito, estaba claro que su tributo no tenía posibilidades.
La chica del dos aprovechó que Marie sangraba y alcanzó a tirarla, cerca del filo de la Cornucopia. Los lobos se habían colocado debajo de ellas, esperando a su siguiente presa mientras gruñían. Marie forcejeaba pero la tributo del Distrito 2 era mucho más fuerte, consiguió clavarle la espada en el estómago y al instante comenzó a brotar sangre.
Marie lloraba mientras perdía la vida y sintió que se le partía el corazón, no sólo por ella, sino por Maia, quien miraba a la pantalla con los ojos bien abiertos y llenos de lágrimas.
El rostro de Marie se cubrió de sangre y pasaron una imagen de Johanna, quien había clavado su hacha en el cuello de la tributo del Distrito 2, arrojándola hacia los lobos. El cañón sonó de inmediato.
Johanna se arrodilló junto a Marie, quien apenas respiraba. La chica del Distrito 7 le acarició el cabello a su compañera y después se inclinó para abrazarla, dejando su cuerpo cubierto de sangre: la sangre de Marie.
—No lo hubiera logrado sin ti —se alcanzó a escuchar que decía Johanna, colocando a su amiga de nuevo en la Cornucopia.
Johanna se quedó junto a Marie, acariciándole el cabello y con lágrimas en los ojos mientras la castaña lloraba a mares, mezclando sus lágrimas con su sangre.
—Duele mucho —murmuró Marie y Johanna se soltó a llorar, agarrando la mano de la chica que agonizaba frente a ella.
—Aquí estoy —susurró Johanna sin soltarla.
Marie tardó alrededor de dos minutos más en morir, minutos donde se había visto que Johanna dudaba entre si ayudar a su amiga a que finalmente dejara de sufrir o dejar que se desangrara. Acabó eligiendo la segunda opción mientras lloraba y tomaba la mano de quien había sido su aliada.
Sonó el cañón y Johanna Mason del Distrito 7 fue declarada como vencedora de los Septuagésimo Segundos Juegos del Hambre.
Maia no dijo nada, aún miraba a la pantalla con los ojos llorosos. Al cabo de unos segundos, se puso de pie y arrojó uno de los fruteros de vidrio que había en la mesa, el cristal se hizo añicos contra la pared mientras la chica salía del lugar, encerrándose en su habitación con un portazo.
• • •
Maia lloró hasta quedarse dormida, se sentía impotente y un fracaso por no haber podido salvar a Dan ni a Marie, quienes ahora estaban muertos. Las escenas de sus muertes no paraban de repetirse en su cabeza, ambos habían sufrido y llorado mientras morían, sus ojos suplicaban piedad y el Capitolio veía eso como un espectáculo. Los odiaba, los odiaba muchísimo.
No soportaba la idea de no haber podido hacer nada para salvarlos, lo único que había hecho era observarlos desde una pantalla, verlos desangrarse y morir sin poder evitarlo.
Se odió a sí misma a sabiendas que el culpable de eso era el presidente Snow, quien ejercía un control absoluto en Panem, revolución que iniciaba, revolución que era suprimida a base de violencia y miedo. Ni siquiera estaba segura de que revelarse fuera una opción, el presidente tomaría represalias contra todos, de nuevo, aunque no alcanzaba a imaginar qué podía ser peor que los Juegos del Hambre.
Dejó de llorar al cabo de un rato, sus sentimientos se habían bloqueado y se dedicaba a mirar hacia la pared mientras pensaba en todo lo que había perdido en los últimos años o, mejor dicho, a quienes había perdido. Primero estaba su padre, a quien adoraba y admiraba como a nadie, el Capitolio se lo había arrebatado. Después Thomas, quien también había sido arrebatado por el Capitolio. Max, Dan, Marie... incluso su hermana, quien cada día lucía más pálida y delgada, se le podían ver los huesos marcados cuando utilizaba vestidos.
Pensó en ella, el Capitolio también la había lastimado de todas las formas posibles, tanto física como mentalmente. La había hecho sufrir y rabiar hasta lo insoportable, sin poder hacer nada que no fuera resignarse a que así eran las cosas. Pensó también en Finnick, a quien había visto llorar siempre que volvía de la mansión presidencial. Los habían destruido a todos y, aún así, los exponían como si fueran una maldita exhibición, no veían personas en ellos, veían entretenimiento.
Decidió que si algún día se presentaba la oportunidad sería la primera en comenzar una rebelión.
• • •
Maia Cresta se acercó a la ganadora de los juegos cuando la multitud se dispersó, procurando estar solas.
—Johanna —dijo a manera de saludo, llamando la atención de la chica.
Los ojos de Johanna se clavaron sobre los suyos, por lo que había visto en las entrevistas y en los juegos, la ganadora era una chica fuerte, valiente e imprudente. Las palabras salían de su boca antes de pasar por su cerebro, sin embargo, le gustaba, le gustaba que se atreviera a decir lo que todos ahí callaban.
—Maia Cresta —respondió la chica, correspondió el saludo.
—Gracias... —hizo una pausa— por Marie.
Johanna asintió y Maia no supo qué más decir, los ojos de la chica se habían cristalizado y los suyos también. Simplemente se acercó y abrazó a Johanna, quien de inmediato le correspondió el abrazo y se soltó a llorar.
Se abrazaron por unos segundos, segundos donde ambas lloraron, supieron que se entendían y que, probablemente, eran lo más cercano que tendrían a una amistad en ese lugar.
—Lamento no haber podido hacer nada —susurró Johanna.
—¿Nada? La mantuviste a salvo hasta el final.
—Pero no pude salvarla —dijo en apenas un hilo de voz.
—Nadie aquí hemos podido salvarnos —acabó por decir Maia en un murmullo—. Grabátelo bien, no fue tu culpa.
Dejaron de abrazarse y ambas se sonrieron levemente mientras se limpiaban las lágrimas. Maia fue la primera en irse, despidiéndose de Johanna con la mano y con los ojos llenos de lágrimas.
Muchas gracias por sus votos y comentarios<33.
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