t r e i n t a y s e i s
En cuanto oscureció comenzaron a caminar hacia el árbol, Maia iba delante de Finnick con Beetee al frente. Todos se mantenían en silencio, abstraídos en sus pensamientos, los cuales fueron interrumpidos cuando sonó el himno y comenzaron a mostrar las fotos de los tributos muertos: Cashmere, Gloss, Wiress, la chica del cinco, la chica del seis, Blight.
Tardaron sólo unos minutos más en llegar al árbol.
—Comencemos —dijo Beetee—. Usualmente, un rayo contiene cinco mil millones de joules de energía —explicó mientras amarraba el cable al tronco del árbol—. No queremos estar cerca cuando caiga.
Hizo una pausa.
—Ustedes tres —dijo refiriéndose a las chicas—, vayan juntas. Tomen —le tendió el cable a Katniss—. Desenrédenlo con cuidado, que todo el rollo esté dentro del agua. Luego vayan al árbol en la franja de las dos, allá nos vemos.
Maia y Johanna asintieron, pero Katniss se veía dudosa.
—Las acompañaré para cuidarlas —dijo Peeta.
—No, tú te quedarás a protegerme a mí.
—No, tengo que ir con ella.
—Hay dos profesionales vivos, necesito dos guardias.
—Finnick puede protegerte.
—¿Por qué no se quedan Finnick, Johanna y Maia y Peeta me acompaña? —preguntó Katniss.
Maia la miró mal.
—Acordaron mantenerme con vida hasta la medianoche —respondió Beetee acercándose a ella.
—Es su plan, lo aceptamos —dijo Johanna mirando a Katniss.
—¿Hay algún problema? —preguntó Maia.
—Excelente pregunta —corroboró Beetee.
Katniss negó.
—No, no hay ningún problema.
Se acercó a Peeta para despedirse con un beso en los labios, haciendo que todos voltearan la mirada hacia otra parte.
—¡Bien, vámonos! —exclamó Johanna.
Finnick se acercó a Maia, plantándole un beso en la frente, a lo que la chica respondió con un beso en la comisura de los labios.
—Quizá eso te haga volver —murmuró con una sonrisa, recordando las palabras que le había dicho Finnick antes de sus primeros juegos.
El rubio sonrió.
—Nunca me he ido.
Maia le guiñó el ojo antes de caminar hacia Johanna, quien la esperaba con una sonrisa en los labios.
—Di una palabra y juro te haré aparecer en el cielo —amenazó Maia.
—A ver, hazme volver, Maia —se burló la chica.
Ambas soltaron una carcajada aunque no se estaban divirtiendo, quizá eran los nervios.
Maia miró a Finnick una última vez antes de comenzar a internarse en la selva, el rubio le sonrió. Quería recordarlo, esa perfecta sonrisa con los ojos más hermosos que había visto nunca.
Johanna llevaba la delantera con Maia apenas unos pasos más atrás mientras Katniss caminaba detrás de ellas, sosteniendo el hilo.
—Vamos, no quiero morir electrocutada —dijo Johanna acelerando el paso.
Maia se detuvo al ver que Katniss jalaba el cable.
—Está atorado con algo —dijo sin dejar de sacudirlo.
La castaña se tensó al ver cómo se rompía el hilo y Brutus aparecía a lo lejos.
Johanna golpeó a Katniss en la cabeza para después sacarle el dispositivo de rastreo del brazo.
—Es hora —masculló Maia.
Se sacó uno de los cuchillos del cinturón, tirándoselo a Brutus, quien lo esquivó con facilidad.
—¡Corre! —le gritó Johanna.
Ambas se internaron en la selva, dejando a Katniss tirada en el suelo mientras intentaban alejar a los Profesionales.
—¡Maia! —escuchó gritar a Finnick.
—No es momento —dijo Johanna.
Maia asintió, corriendo detrás de ella. No tardaron en chocar con un hombre moreno, cayendo ambos al suelo.
La chica lo miró, lista para atacar, pero el hombre le mostró las manos en señal de rendición.
—Corre —indicó al hombre.
Antes de que el moreno pudiera levantarse, Brutus lo acuchilló en la espalda. Maia gritó, tirándose encima del enorme tributo del Distrito 2, clavándole la espada directamente en el pecho. Sonaron dos cañonazos.
Johana luchaba con Enobaria a un lado, pero la pelea se vio interrumpida por una especie de explosión. El techo del estadio comenzaba a caer en pedazos.
Intercambió miradas con Johanna sabiendo lo que eso era: el final.
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