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Finnick observó la pantalla con nerviosismo, ese día terminaban los juegos, no le cabía duda. Quedaban apenas cinco tributos: el chico del uno, la chica del dos, Maia y Thomas y el chico del siete.
Cuatro de ellos habían demostrado ser tributos brutales. El chico del uno era rápido y muy fuerte; la chica del dos era enorme, había sido la causante de más muertes, no tenía escrúpulos; Maia era fría, rápida y calculadora, no titubeaba al matar a nadie, aunque después del primer día sólo había matado a una chica y herido de muerte a otro. El del siete era una máquina, su fuerte era el combate cuerpo con cuerpo. Y después estaba el pequeño Thomas, a quien Maia había protegido como si se tratara de su propio hijo, no estaba herido ni tampoco había matado a nadie.
Maia tenía un corte en la mejilla, el cual había tardado bastante en dejar de sangrar, algunos cortes superficiales en los brazos y el cuerpo lleno de moretones; fuera de eso estaba ilesa.
Finnick no había parado de temer por su vida; sin embargo, confiaba en ella, el Capitolio la adoraba y era fuerte. Ganaría.
Los juegos apenas llevaban una semana pero el rubio sabía que ya era hora de que llegaran a su fin. El día anterior no había habido ninguna muerte o enfrentamiento, todos los tributos se encontraban en su refugio.
—Los juegos terminan hoy —escuchó decir a Maia, ella también lo sabía.
La chica se había preparado, iba forrada de armas, había comido bien y miraba distraídamente por la ventana.
A esas alturas de los juegos los Vigilantes acostumbraban a crear algún tipo de evento para reunir a los tributos y que lucharan a muerte. Finnick no tenía idea de que harían ese año, pero estaba seguro de que sería algo diferente. Seneca Crane estaba mostrando su valía con esos juegos.
El Capitolio estaba encantado, los juegos habían sido rápidos, salvajes e inolvidables. Además de que Maia acostumbraba hablar con Thomas por las noches, conversaciones que transmitían en vivo, enloqueciendo a sus admiradores.
La verdad es que, aunque le costara reconocerlo, había disfrutado enormemente de esas conversaciones, le habían permitido conocer muchas cosas sobre la castaña, cosas que ella nunca le habría contado. Por ejemplo, su padre la había entrenado, eso no lo sabía; tampoco sabía que su color favorito era el blanco o que le daban miedo las alturas. Tampoco sabía que sus ojos solían ser verdes pero que con el tiempo se habían tornado grises; o que su comida favorita era el salmón. Eran cosas tontas, lo sabía, pero le gustaba saber ese tipo de detalles sobre ella.
Había subido al piso del Distrito 4, junto a los estilistas y Hada, con los juegos a punto de terminar ya no había patrocinadores y quería poder ver el final en privado.
Todos en el salón se mantenían callados, mirando expectantes.
Mostraron tomas de todos los tributos, cómo se preparaban y miraban nerviosos a su alrededor. Todos estaban en buenas condiciones, sólo tenían heridas de poca importancia, nada que les impidiera luchar.
Entonces ocurrió.
Escuchó el grito de Maia y vio a Thomas correr hacia la puerta. Del baño del apartamento donde se encontraban había salido una persona, pero no cualquier persona, se trataba del tributo del Distrito 11 aunque no parecía él. Su aspecto era aterrador, aún tenía el cuchillo que le había clavado Maia en el pecho, sus ojos estaban fuera de órbita.
Vio el miedo reflejado en la cara de Maia pero rápidamente cambiaron de toma. Ahora estaba el chico del siete, quien corría por su vida, detrás de él venían dos chicas con la misma apariencia del tributo del once.
Después aparecieron los Profesionales, quienes también corrían hacia la Cornucopia. Detrás de ellos venían unos seis chicos.
Vio tomas de los cinco tributos, cómo todos corrían hacia la Cornucopia. Maia mantenía a Thomas junto a ella, al chico del once se le habían unido otros tres. Por suerte, las criaturas demostraron no ser muy hábiles ni tampoco rápidas, aunque Finnick no quería descubrir qué ocurriría si los atrapaban.
Maia chocó contra el chico del siete, quien rápidamente la tomó del cuello y comenzó a ahogarla. La castaña luchó por liberarse pero el tributo era demasiado fuerte para ella. Fue Thomas quien la defendió, clavándole un cuchillo al chico de lleno en la espalda. No tardó en caer muerto, escuchándose el sonido del cañón.
—¡Thomas! —gritó Maia abrazándolo.
Después corrieron hacia la Cornucopia para intentar subir y huir de las criaturas, que ya estaban demasiado cerca.
Maia le dio otro cuchillo a Thomas, quien tenía la mirada perdida, parecía estar en estado de shock. La castaña lo sacudió por los hombros.
—¡Thomas, tienes que reaccionar! Falta poco, muy poco. Pronto vas a estar sano y salvo.
El niño asintió, aunque Finnick dudaba que hubiera escuchado alguna palabra.
Maia se vio arrojada hacia atrás, profiriendo un aullido de dolor.
—¡Thomas, sube! —alcanzó a gritar, antes de que una de las criaturas la mordiera en el hombro.
Maia chilló y Finnick sintió el impulso de hacerlo también, las demás criaturas se acercaban con rapidez y el tributo la tenía bien agarrada. Si alguien no intervenía, Maia moriría.
El rubio soltó un suspiro de alivio al ver al tributo del uno cortándole la cabeza al monstruo, para después tenderle la mano a Maia y ayudarla a ponerse de pie.
Maia sangraba a chorros del hombro pero pareció no darse cuenta.
—Thomas —murmuró.
La chica volteó hacia arriba, viendo a la chica de dos subiendo la Cornucopia.
—¡No! —gritó.
Corrió detrás de ella pero las criaturas le cortaban el paso, Maia cortó dos cabezas, pero eran demasiados. El rubio estaba junto a ella, acabando con los mutos como podía.
—Vete —le dijo el chico del uno y Maia lo miró incrédula—. Vete, Maia, salva a Thomas.
El del uno le abrió paso, atacando a los monstruos, dejando un pequeño hueco para que Maia huyera.
—¡Ahora!
Maia alcanzó a darle un apretón en la mano, antes de correr y subir deprisa la Cornucopia. Se escuchó el cañón. El chico del uno se había clavado su espada, evitando morir a manos de los mutos. La chica soltó un gemido. No sabía qué clase de pacto tenía con el tributo del uno pero le había salvado la vida dos veces.
La castaña gritó al ver caer a Thomas al suelo, la chica del dos lo había acuchillado en el pecho. Maia se arrojó sobre ella son tanta fuerza que la tiró al suelo; la tributo del dos era enorme, no tardó en tener a Maia a su merced. Pero no contaba con que la chica ya había previsto eso, una de sus manos estaba libre, permitiéndole clavarle una navaja directamente el cuello.
La chica del dos cayó al suelo ahogándose con su propia sangre pero a Maia no le bastó eso.
Finnick pudo ver el terror reflejado en los ojos de la enorme chica, quien miraba a Maia como una niña asustada, y también se fijó en la castaña, quien ese momento estaba fuera de sí misma. Su semblante se había oscurecido al igual que sus ojos, los cuales estaban vacíos, carentes de emoción.
—Esto es por Thomas —dijo antes de tomar el hacha y cortarle la cabeza.
Se escuchó el cañonazo.
Maia se acercó a Thomas, quien aún respiraba.
—Vas a volver a casa, Thomas —dijo en apenas un susurro.
Miró hacia el frente, Finnick pudo leerle los labios: 'lo siento'.
Y antes de poder darse cuenta, Maia se clavó la espada en el pecho.
—¡No! —gritó Finnick, poniéndose de pie y volcando la mesa.
Sonó el cañón.
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