c u a r e n t a y t r e s
Se sentó frente a Katniss en el avión de carga, el cual no paraba de sacudirse, arrullándolas hasta quedarse dormidas.
En cuanto el transporte aterrizó, las dos se prepararon para bajar, llevaban la cabeza gacha, pero Maia sabía que eso no le impediría a la gente reconocerlas.
Apenas lograron caminar unos metros antes de que todos se dieran cuenta de la presencia de ambas chicas. Todos se habían reunido a su alrededor, Maia sabía que era para observar a Katniss, no era que ella gozara de mucha popularidad.
Las personas que estaban ahí les mostraron los tres dedos y Maia los observó asombrada. Realmente estaba ocurriendo.
—Creí que estabas en el hospital —dijo un chico alto dirigiéndose a Katniss.
—Sí lo estaba —respondió la aludida.
El chico, cuyo nombre era Gale, las guió a través de la multitud y las presentó con una mujer morena, la comandante Paylor del Distrito 8.
La mujer dio un discurso frente a todos los soldados, explicando qué había ocurrido con el Capitolio. Los Agentes de la Paz habían sido enviados a proteger el Centro de la Ciudad, los habitantes habían sido evacuados y ahora todas las calles eran un campo minado de trampas y artefactos mortales llamados "vainas", invenciones sádicas para matarlos. Si lograban pasar por todo eso, llegarían a la mansión del presidente Snow, haciéndose, finalmente, con el control de Panem.
Todos aplaudieron entusiasmados, aunque Maia no sentía mucha emoción, era casi un suicidio.
Se reunió con Katniss en una especie de casa de campaña, ambas guardaron suministros en silencio, pensando en lo que podía suceder.
—¿Pelotón 451? —preguntó Gale entrando a donde estaban—. Parece que no te faltará comida —dijo refiriéndose a Katniss.
—Sólo quiero estar preparada.
—No me mientas, hemos cazado juntos durante toda la vida. Sé cuando vas a irte por tu cuenta.
Maia estaba al tanto de eso, de hecho, se había ofrecido a acompañarla. Matar al presidente Snow era una idea bastante atractiva.
—Hawthorne, Everdeen, Cresta —los llamaron desde fuera—, vengan a conocer a su pelotón.
Se acercaron a los demás, la mujer que les dio la bienvenida era de piel cetrina y cabello oscuro.
—Soy la teniente Jackson, quiero presentarles a su pelotón —dijo con voz seca—. Él es el teniente segundo, Mitchell, el mejor tirador de Panem —dijo refiriéndose a un hombre de cabello negro y expresión aburrida—; ellas son las hermanas Leeg, primera división de combate —ambas eran rubias y corpulentas—. Y él es cabo Holmes —dijo presentando a un hombre de barba.
Los tres asintieron.
—¿Finnick? —escuchó decir a Katniss.
Su corazón se detuvo al verlo con su típica sonrisa y los ojos mirando de un lado a otro; llevaba las manos cruzadas en la espalda mientras caminaba hacia ellas.
—¿Estás con nosotros? —preguntó Katniss antes de abrazarlo.
—Eso parece.
Miró a Maia con una sonrisa.
—Sabes, Maia, es de mala educación dejar a un hombre en tu cama y huir sin dejar una nota.
La chica rodó los ojos y después lo abrazó.
—No debiste venir —susurró.
—Tú tampoco pero aquí estás.
Maia sonrió, aunque odiaba la idea de que Finnick pudiera resultar herido, le daba gusto tenerlo a su lado.
—Acérquense —dijo un hombre moreno con voz grave.
Maia y Finnick se integraron al círculo.
—Pelotón 451, son mi unidad, la teniente Jackson es la segunda al mando. Cada uno de ustedes sobresale en alguna forma de combate, pero no somos una unidad de combate. —Maia bufó, idea de Coin seguramente— Estaremos algunos días detrás de las líneas del frente.
—Serán los rostros de la invasión en pantalla —explicó una mujer rubia, tenía el cabello rapado de un lado—. El pelotón estrella. Se decidió que son más efectivos ante los ojos de las masas.
—¿No vamos a pelear? —preguntó Gale.
—Harás lo que se te ordene —respondió el moreno—. No te corresponde hacer preguntas.
Maia rió divertida, ganándose una mirada asesina del líder.
—¿Te parece divertido? —preguntó el hombre.
—Algo, sí.
—Veamos si sigues riendo en unos días.
Maia sonrió.
—Le aseguro que sí.
El hombre ignoró su respuesta para seguir explicando el plan.
—Debemos filmar propaganda en las calles en ruinas, se les eligió para intimidar a sus tropas e inspirar rendiciones. Aunque trabajemos en calles abandonadas, lejos del frente, les garantizo que no es seguro. Es una zona de guerra, probablemente hallaremos vainas activas y Agentes de la Paz —hizo una pausa—. El Capitolio los considera muy valiosos. En caso de captura, se les entrega una píldora Jaula de Noche, un veneno que actúa de inmediato. Teniente Jackson, repártalas.
La mujer les entregó una píldora a cada uno, Maia la miró con curiosidad antes de guardarla.
—Ya hablamos de las vainas —siguió diciendo el moreno—, les recuerdo: están en cada calle. Nos dieron un holo —dijo mostrando un aparato, no era muy grande pero tampoco lo suficientemente pequeño para guardarlo en el bolsillo—, contiene un mapa detallado del Capitolio y una lista de las vainas conocidas. Las vainas pueden activar lo que sea, desde bombas o trampas hasta mutos. No podemos movernos sin este dispositivo. Nuestra base de datos no está completa, podría haber algunas vainas nuevas. No queremos que los Vigilantes sepan que tenemos esta información, puede autodestruirse: accionan el interruptor, dicen 'jaula' tres veces y explota junto con todo en un radio de tres metros. No se separen del pelotón. Aún con el holo es posible que haya vainas nuevas y, lo que sea que contengan, está hecho para matarlos.
El hombre se quedó callado mientras miraba a los integrantes del pelotón, como si intentara descifrarlos.
—Damas y caballeros, bienvenidos a los Septuagésimo Sextos Juegos del Hambre —susurró Finnick en la oreja de Maia, haciéndola sonreír.
Perdón que hasta ahorita, no miden la cantidad de tarea que tengo. Espero les guste<33.
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