Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

c u a r e n t a y d o s

Entró a una a una especie de sala de juntas con Haymitch detrás de ella, había una enorme mesa al centro con varias sillas a su alrededor y una pantalla en medio de ésta, donde estaban transmitiendo las revueltas de los distritos. En la cabecera se encontraba una mujer canosa, Maia supuso que era la presidenta Coin, tenía un aspecto cansado, además de la cara larga. De sólo verla entendió por qué Snow la odiaba. Junto a ella estaba Plutarch Heavensbee, quien le dedicó una sonrisa.

Haymitch la acompañó hasta su asiento a un lado de la presidenta y con Plutarch enfrente. Finalmente el rubio tomó asiento junto a Plutarch.

—Señorita Cresta, ¿cómo está? —preguntó la presidenta Coin, haciendo reír a Haymitch.

—Es una respuesta obvia, ¿no cree? Además, no hace falta que sea amable conmigo, vayamos directo, usted busca algo y la respuesta es no —dijo, recordando su conversación con el presidente Snow.

La mujer la miró sorprendida mientras Plutarch y Haymitch parecían divertidos.

—Vaya, me habían advertido sobre su actitud aunque jamás pensé que no tuviera el más mínimo respeto por la autoridad.

Maia soltó una carcajada.

—¿Autoridad? Es usted presidenta de un distrito en ruinas, ¿cuánto lleva sin ver la luz del sol? ¿Meses, años?

—Suficiente —interrumpió Coin—. ¿Desea que las cosas sean así? Bien, yo intenté portarme amable con usted.

—Ya se lo dije, presidenta Coin, me importan muy poco sus modales. Ahora escucharé su oferta, sólo para poder reírme más tarde.

Coin la miró ofendida, pero no se inmutó.

—Tengo entendido que el presidente Snow tenía cierta preferencia por usted, quiero saber a qué acuerdo llegaron.

Maia rió.

—Es usted más tonta de lo que creí. ¿Qué le hace pensar que estaba en posición de exigir un acuerdo con Snow? No sé si lo recuerde, pero hasta hace unos días yo estaba en una celda siendo torturada. ¿Por qué Snow me ofrecería un trato teniendo mi vida en sus manos?

Coin tragó saliva, Maia la había dejado sin palabras.

—Bien, señorita Cresta, si se niega a cooperar...

—¿Qué hará? ¿Torturarme hasta que hable? Eso no la haría muy diferente del presidente Snow, ¿no lo cree?

La presidenta miró a Plutarch en busca de apoyo y el hombre simplemente se encogió de hombros.

—Yo te lo advertí —se justificó.

Coin suspiró.

—Si quiere que esta revolución triunfe necesita cooperar, señorita Cresta.

—No creo que mi cooperación cambie algo, ¿no es obvio? Ya ganamos. ¿Quiere un consejo? —preguntó antes de ponerse de pie—. Invada el Capitolio cuanto antes y póngame en el pelotón principal. Con permiso.

Antes de salir, Maia volvió a mirar a la presidenta.

—No vuelva a amenazarme —advirtió—. Tiene una manada de lobos —dijo haciendo referencia a los demás tributos—, no sería una sorpresa si alguno volteara y la mordiera.

Soltó una carcajada.

—Cuidado con los supervivientes, Coin —dijo sin mirarla—, ellos saben que pueden sobrevivir. ¿No ha escuchado eso? Es una frase bastante famosa.

Coin no respondió y Maia no intentó agregar nada, con eso era más que suficiente.

Cerró la puerta con fuerza y se encaminó a su habitación, no tenía mucho qué hacer, seguramente María no tardaría en aparecer, lista para su sesión del día.

Sin embargo, cuando llegó a su habitación se sorprendió.

—Katniss.

La chica la esperaba sentada en su cama, mantenía la cabeza gacha y los ojos llenos de lágrimas.

—Necesito tu ayuda.

Maia sonrió.

—Algo me dice que estás por cometer una locura. Cuenta conmigo.

—Voy a matar a Snow —afirmó Katniss.

La castaña encarnó la ceja.

—¿Qué necesitas?

—Hablé con Johanna, enviarán provisiones al frente hoy a medianoche. Puede cubrirnos mientras subimos al avión.

Maia asintió.

—Bien, chica en llamas, iré contigo. Pero necesito armas.

Katniss asintió y dejó ver lo que había detrás de ella, Maia sonrió. Había dos espadas enormes, además de cuchillos de diferentes tamaños y su hacha. Pensó en Snow, no sabía cómo, pero él tenía algo que ver con eso. También había un traje de combate color negro con unas botas de cuero.

—Creo que estamos listas —dijo Maia tomando la espada. Perfecta.

—Vendré a buscarte en unas horas para irnos —dijo Katniss antes de ponerse de pie y salir de la habitación.

Maia se encargó de esconder todo debajo del colchón, María estaba por llegar y no sería buena idea que descubriera el plan. En cuanto se recostó, apareció la enfermera.

—¿Cómo te encuentras?

La castaña rodó los ojos, no respondió.

—Hay alguien que quiere hablar contigo.

—¿Ah, sí? Pues que hagan fila.

María la miró mal antes de dejar entrar a Finnick a la habitación. Maia tragó saliva, sintiendo los latidos del corazón hasta la garganta.

—Finnick —murmuró.

La enfermera sonrió levemente antes de salir y cerrar la puerta detrás de ella.

El rubio se sentó frente a ella.

—¿Cómo estás? —Maia suspiró exasperada—. No me interesa si te han hecho esa pregunta cientos de veces, necesito saberlo.

La chica respiró con fuerza.

—Pues... supongo que bien.

Finnick negó con la cabeza.

—Ya te lo dije, Maia, sé cuando mientes y no sabes lo agotador que es intentar descifrarte, así que si pudieras ser honesta por una vez en tu vida me vendría bastante bien.

Maia sonrió sin ganas antes de comenzar a hablar.

—Estoy furiosa, Finnick, el odio inunda hasta la más mínima parte de mí y no sé cuánto tiempo más pueda contenerlo. Te odio a ti, a Annie, a mi madre, al Capitolio, a la patética presidenta Coin, odio este lugar también. Y también estoy cansada, ¿sabes por cuántas cosas he pasado? ¿Sabes cuántas horas duré siendo torturada sólo por el mero placer de verme sufrir? ¿Sabes cuántas cicatrices tengo?

Hizo una pausa.

—No sabes lo que viví, nadie lo sabe.

—¡Porque tú no se lo dices a nadie! Te alejas, te guardas las cosas, aparentas ser fuerte, todos aquí somos pedazos, Maia, no tienes por qué aparentar no serlo.

La chica se quedó callada unos instantes, antes de levantarse la bata y dejar que Finnick le observara los brazos, la espalda, las piernas. Todo su cuerpo estaba repleto de distintas cicatrices por quemaduras, puñaladas, mordeduras, toques, entre muchas otras cosas que habían ideado para lastimarla.

El rubio la observó con detenimiento, como si estuviera intentando memorizar cada una de sus cicatrices; sin embargo, no había ni miedo ni tristeza en sus ojos, nada de eso: la miraba con admiración, con deseo.

—Me convirtieron en un monstruo, Finnick, maté a dos Agentes de la Paz frente a Annie.

El rubio no dijo nada, simplemente se acercó a ella y la abrazó. Maia sintió cómo comenzaba a revivir, como si Finnick le estuviera llenando los pulmones de aire, borrándole las cicatrices y el pasado, quitándole el dolor.

Lo abrazó con fuerza por el cuello, lo necesitaba, necesitaba a Finnick para poder aferrarse a la poca humanidad que le quedaba, el rubio era la razón por la que existía esa parte de ella.

—Nunca había conocido a nadie tan valiente como tú —habló Odair finalmente sin dejar de mirarla.

Maia sonrió a medias mientras las lágrimas le mojaban el rostro, Finnick se las limpió con delicadeza.

—No me importa lo que hayas hecho, May, lo único que me importa es que estás aquí.

La castaña se acercó a él y le rozó los labios con suavidad, sabía que se estaba despidiendo aunque Finnick no tuviera idea de eso. El rubio le acarició el rostro mientras sus labios se deslizaban sobre los suyos. Maia se dejó envolver por la calidez del cuerpo de Finnick y, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentirse segura. Él la protegería, no le cabía duda.

—Lo siento, Finnick —murmuró la castaña con la frente pegada a la del rubio.

Finnick negó levemente con la cabeza.

—No tienes por qué hacerlo, soy yo quien debería de sentirlo —hizo a una pausa—. Se lo dije a Annie, le dije que te amo.

Maia lo miró sin poder creer lo que acababa de escuchar.

—Te pertenezco para siempre, Finnick, siempre lo he hecho —susurró, antes de volver a besarlo.




Me hicieron muy feliz con sus comentarios<33, me alegro que les esté gustando la historia, falta poco para el final.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro