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O9. NUEVE

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Con mucho cuidado, Melissa trató de no perder la concentración en lo que hacía, a pesar del rápido movimiento del hospital. Al mismo tiempo, también era observada por un mareado Stiles, quien creía que en cualquier momento caería al suelo por ver tanta sangre en una herida tan corta.

Malia emitió una mueca de dolor cuando la sintió dar otra puntada en su abdomen, maldiciendo internamente para no tener que alzar la voz.

—Si te quedaras quieta acabaríamos más rápido —le reprendió la señora McCall, mirándola con severidad.

—Lo haría si no doliera tanto —ella encogió los labios— es como si ser humana aumentara la molestia mil veces peor que antes.

—Pues nada de esto estaría pasando si no te hubieras embarcado en una misión suicida tú sola —habló Stiles, provocando que su amiga volteara su vista hacia él— Y no quiero que me pongas esa cara, Tate. Sabes que digo la verdad ¿Pero sabes qué? La culpa fue mía al permitírtelo. A la próxima, seré el primero en alertar a Scott de la burrada que estés a punto de cometer.

—Que no será la última —murmuró la mayor.

—Melissa.

—¿Qué? No ha dicho nada que no sea cierto. Entiendo perfectamente que este chico haya sido tu amigo, pero el tiempo ha pasado, Malia. Él cambió, y es peligroso —la voz de la señora McCall sonaba tan exasperada, que por un momento la castaña temió que fuera a tirar de uno de los puntos por el enojo— Mira nada más lo que te hizo... No vale la pena que te expongas ni a tí ni a la manada por un caso perdido.

—Lucas solo está cegado por el poder porque es a lo único que pudo aferrarse cuando se quedó solo. Cree que yo lo abandoné y por eso actúa así. Él necesita ayuda...

—Bueno, solo espero que sepas que ahora eres completamente vulnerable —le recordó, apenas terminando con la sutura— das un paso en falso y puedes acabar en una sala de hospital.

—Lo sé.

—Pues parece que no.

Una sola mirada de arrepentimiento por parte de la mujer coyote hizo que la enfermera se sintiera mal por lo que acababa de decir. Quizás sí que estaba siendo demasiado dura con ella, pero no sabía de qué otra forma podría mostrarle lo arriesgado que era todo ahora que ni siquiera contaba con su fuerza para enfrentarse a la amenaza que se avecinaba.

De solo imaginársela acabando peor que en ese momento le puso la piel de gallina.

—Lo siento —suspiró— solo... intenta ser más cuidadosa de ahora en adelante ¿Sí?

Malia asintió con resignación, sonriendo a medias cuando ella le acarició la mejilla.

Desde la pared, Stiles también se mostró felíz por esto. Pensando que, a lo mejor, las discrepancias de hacía un año ya estaban quedando atrás. Lo cual era genial, pues, solo él era testigo de lo mucho que sufrió su amiga al creer que los había perdido tras su partida.

El silencio se vio interrumpido cuando Scott llegó, extendiéndole una caja que traía en las manos a su madre.

—Toma. Dijeron que son estériles.

—Finalmente —dijo la pelinegra, al tiempo que cortaba un trozo de gaza con una tijera para colocarla encima de la herida de Malia.

Ella levantó sus ojos de lo que sea que Melissa estuviera haciendo para mirarlo a él, en medio de todo ese vacío que los separaba, aunque Scott pudiera estar más interesado en chequear el estado del corte en su abdomen. Seguía preocupándose ferozmente por ella, y eso era algo que ni el tiempo ni las peleas podían disipar.

En algún momento, sus lastimeros ojos marrón conectaron con los suyos, y Malia sintió que su pecho le dolía.

Los recuerdos del día anterior estaban en su cabeza, repitiéndose como un disco rallado. La forma en la que él miró a esa chica, a Allison, era tan genuina que, por un mísero instante, quiso ser ella quien desapareciera.

Una vez él la había mirado de la misma forma.

—¿Cómo estás?

—Cansada —respondió, apoyándose seguidamente en la pared tras la camilla metálica. Su rostro transmitía toda la exhaustividad que estaba sintiendo— solo me apetece tomar un baño e irme a dormir. Esto de ser humano no mola.

—Yo llevo siéndolo por más de veinte años y no me ha ido mal —resaltó el apellidado Stilinski.

—Y yo sigo diciendo que eso ha sido pura suerte.

Todos rieron ante su comentario, —todos menos Stiles—, al mismo tiempo que un hombre de bata blanca atravesaba la puerta con una expresión agitada y preocupante.

—Melissa, necesitamos tu ayuda en la sala de urgencias. Tenemos otro infartado.

—Oh, demonios —exclamó la mujer, rápidamente deshaciéndose de sus guantes en el cesto de basura junto a la puerta.

Stiles, quien no había dejado de fruncir el ceño desde que escuchó al doctor, se giró hacia ella:

—¿Otro infartado?

—Si. Con este ya van siete desde ayer en la noche —respondió— la morgue está repleta.

—Es bastante extraño.

—Como sea, tengo que ocuparme de esto —señaló— ¿Vosotros chicos se encargarán de llevar a Malia?

—Puedo ir perfectamente sola —protestó la aludida, pero tan pronto como quiso ponerse en pie, de su garganta escapó un leve quejido y se vió obligada a sostenerse de Scott cuando este se acercó para no caerse.

Melisa la miró mal:

—Ya veo ¿Recuerdas lo que te dije?

—Ser cuidadosa. Captado —masculló con molestia.

—Vale, nos vemos en casa —la señora McCall se despidió de los chicos con un sonoro beso en la mejilla y luego desapareció por el pasillo, dejándolos atrás.

Scott aprovechó esto para rodear la cintura de Malia con una mano y pasar su brazo por encima de sus hombros, ignorando las quejas de la castaña.

—Supongo que hemos acabado por aquí —dijo, dirigiendo su atención a su mejor amigo— ¿Stiles?

—¿Eh? —este pareció reaccionar en medio de su trance, posando los ojos en la silueta de sus amigos.

—Hora de irnos. Alguien necesita una siesta para aligerar el mal humor.

Malia entornó los ojos, tratando de caminar hacia la salida.

Mientras tanto, la mente de Stiles continuaba dando vueltas ante las palabras de Melissa, pues se le hacía muy extraño que tantas personas estuvieran muriendo en un período tan corto de tiempo y de la misma forma.

Quizás era solo un juego de su imaginación, pero igualmente, no dejaba de pensar que esto quizás tenía algo que ver con la llegada de las sombras y los estragos que estaban haciendo en el mundo de los vivos.

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Ella se miró una vez más al espejo.

Sus párpados seguían un poco caídos, dando muestra de su estado anímico con un solo vistazo. Además de que las bolsitas bajo los ojos no lo disimulaban menos.

Allison intentó no preocuparse por eso, y arregló su cabello sujetándolo en un moño alto. Luego se colocó la chaqueta de su padre por encima de la blusa que había tomado prestada del armario de Scott, analizándose nuevamente como si fuera posible encontrar algún desperfecto.

Después de todo, era una aberración traída al mundo de los humanos por accidente.

Mientras se veía, ella realmente quiso encontrar algún rasgo que le recordara a la chica que había sido antes. Pero por más que trataba, no lo lograba.

Lucía tan pálida. Ya sus pómulos no eran sonrosados. El espíritu enérgico que antes la llenaba fue sustituido por un corazón ensombrecido, fuera de tiempo, que ni ella misma podía comprender.

Una solitaria lágrima amenazó con ser derramada por sus cristalizados ojos, pero ella la secó con brusquedad, y salió de la habitación para reunirse con Lydia en el Centro Comercial.

Necesitaba distraer su mente, no pensar en que solo unos días atrás había sido un alma más en el limbo, por lo que pasar tiempo con su mejor amiga era la cura perfecta.

Sin embargo, cuando iba a bajar las escaleras, el sonido de unas risas infantiles la detuvieron en medio del pasillo.

Estas venían del cuarto de invitados, y cuando Allison miró por la puerta, vencida por la curiosidad, descubrió a la bebé sujeta de los barrotes de la cuna.

Esta parecía entretenida balanceándose de adelante hacia atrás, con tanta emoción que por un momento la pelinegra temió que pudiera caerse. Pero Aimee reparó en ella apenas la vió pasar, y ahora le sonreía.

Una sonrisa llena de luz.

A Allison se le hacía difícil creer, ahora que la tenía delante, que aquella criatura pudiera ser la causante de todo ese mal.

La pequeña rubia siguió mirándola, y viceversa. Hasta que una voz las interrumpió:

—¿Pasa algo? —la joven Argent dió un salto cuando descubrió a Isaac detrás de ella.

Él parecía extrañado de verla allí en su habitación, especialmente porque ninguno de los dos se había dirigido la palabra desde su regreso.

—Yo... hum... pasé y ví que estaba sola. Parecía ansiosa.

—Eso es porque ya casi es hora de su biberón.

Él pasó al interior y tomó a la pequeña en sus brazos con absoluta naturalidad. Cosa que a ella seguía pareciéndole increíble. Nunca imaginó a Isaac en un papel como el de ser padre, pero resultaba hasta atractivo.

—Es impresionante como el tiempo cambia tanto las cosas —murmuró, perdida en sus recuerdos— Veo a todos vosotros y solo puedo decir... Wow. Melissa y papá, Stiles y Lydia. Y tú ahora eres padre.

—Pues sí —asintió, suspirando— En caso de que aún no las hayan presentado, ella es Aimee Jane.

Allison sonrió ligeramente.

—Hola, Aimee.

Y como si hubiera podido entender, la pequeña dió un saltito en los brazos de su padre, lo cual los hizo reír.

—Me he perdido de tanto —susurró en un hilo de voz—. Siento como si fuera una extraña ahora mismo.

El ojiazul vió que su expresión se marchitaba con cada palabra, y por un instante, trató de ponerse en su lugar. Solo para darse cuenta de que ella tenía razón.

Era como recibir un golpe de la realidad tras pasar muchos años en un eterno coma. Nada era como solía ser.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería todo si las cosas hubieran ocurrido de manera diferente?

—Más de lo que te puedes imaginar —ambos se miraron mutuamente.

—Siento tanto haberte dejado solo.

Y tenía razón. Después irse a Francia, él siguió sintiéndose perdido por mucho tiempo. Hasta que finalmente pudo encontrar su propio camino.

—Da igual —negó— no es como si hubiéramos durado mucho después de todo.

Allison alzó la cabeza al oírlo hablar con tanta seguridad.

—¿Qué te hace pensar eso?

—No me pidas que te lo recuerde ahora —espetó Isaac, pero la mirada confusa de ella lo descolocó aún más.

¿Cómo es que no podía recordar? ¿Cómo es que podía olvidarse de que antes de morir le había roto el corazón en miles de pedazos?

—Pensé que teníamos algo especial, pero entonces dijiste que solo lo habías amado a él —habló segundos después, sintiendo que sus palabras quemaban— Quizás para tí no tuvo el mismo significado... pero para mí fue la cosa más especial que pudo sucederme en aquel entonces.

«Y tú la arruinaste» se dijo a sí misma, percibiendo el sabor amargo de la culpa recorrer su garganta.

Isaac había estado allí cuando ella agonizaba, y sin embargo, no pudo siquiera recibir una sola mirada o una corta despedida. Ella lo había sido todo para él cuando nadie en el mundo, ni siquiera su padre, llegó a importarle tanto... y ahora eso era solo un doloroso recuerdo.

—Iré abajo. Aimee necesita su biberón —anunció, intentando romper ese incómodo silencio que los rodeaba.

Pero incluso cuando se quedó sola en la habitación, Allison no se movió de su lugar.

Apenas un mísero momento le bastó para darse cuenta de que se había equivocado, muy profundamente. Y lo peor de todo... es que no sabía qué hacer para remediarlo.

«Bien hecho, Allison. Espero que estés satisfecha con tus errores» se regañó internamente, poniéndose en pie para salir allí.











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Este capítulo va dedicado a DreamsGraphics, la talentosa editora que hizo la nueva portada de esta historia. ❤️✨ Gracias hermosa.

Espero a ustedes les haya gustado tanto como a mí.

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