O8. OCHO
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A la mañana siguiente, cuando Stiles bajó las escaleras hacia la cocina, su padre ya lo esperaba sentado en la mesa con una taza humeante de café negro en la mano. Parecía tranquilo, con la vista fija en la ventana hasta que reparó en su presencia.
Por algún rincón de la casa se escuchaba la radio prendida, y la voz de Elton John cantando Moon River.
No sabía que ese viejo trasto todavía funcionaba.
—Buenos días, hijo. —lo saludó el sheriff, y aunque este llevaba puesto su uniforme, todavía no había espabilado del todo.
El ahora agente del FBI le devolvió el saludo con una mueca somnolienta, antes de dejarse caer sobre la silla y pegar la frente a la superficie de la mesa.
—Desearía que realmente lo fueran.
Noah Stilinski se mantuvo observándolo. El día anterior había estado lleno de sorpresas, y después de que tuviera que regresar a la comisaría, ambos no habían tenido mucho tiempo de hablar sobre las cosas que estaban pasando recientemente.
—No me avisaste que regresabas. Cuando recibí tu llamada me preocupé bastante.
—Lo sé, y lamento lo de ayer.
—¿Te refieres a lo de Allison? —sus ojos se abrieron mucho de solo recordarlo, pero no lucía impresionado. Por lo menos no como otros lo hubieran estado en su lugar— Tienes razón, me llevé un susto de muerte, pero estuve pensando toda la noche y ahora lo que realmente necesito es saber qué rayos está sucediendo.
—Es una historia larga.
—Cuéntame la parte importante.
Stiles tuvo que tomar una profunda bocanada de aire para volver a abrir a boca:
—¿Recuerdas a Isaac? ¿el chico de las bufandas? Pues resulta ser que ahora es padre, y la niña, Aimee, le dió el poder a una criatura conocida como el Nigromante para resucitar a todos los muertos, crear su propio ejército de zombies y así dominar el mundo.
Era algo loco, pero a pesar de lo increíblemente extraño que podía sonar, no estaba muy lejos de la realidad. Noah tuvo que tragar en seco, asimilar toda la información detenidamente y, después de unos segundos, reaccionar con toda la normalidad que le fuera posible.
—Vaya, eso es... una historia muy pintoresca.
—Y no hace más que empeorar —resopló— Lucas Gallardi sigue escondido en algún rincón de Beacon Hills, y solo sabe Dios a cuantas criaturas sobrenaturales ha atacado para arrebatarles su poder al igual que hizo con Malia.
—Puedo imaginar la carga que tienes encima, hijo. Pero estáis todos los de la manada juntos otra vez ¿No es así? Vosotros siempre se ayudan unos a otros en situaciones como esta. Todo se arreglará.
Él asintió, aunque no estaba muy seguro de que eso fuera a funcionar.
A decir verdad, la manada se encontraba en su peor momento. Todos desunidos, atravesando por duras batallas personales y viéndose como si fueran desconocidos solo por la vergüenza de no aceptar que en algún punto del camino se habían equivocado.
Ese solo pensamiento lo hizo suspirar con pesar, justo cuando su padre posó una mano en su hombro en señal de apoyo:
—De todas formas, Parrish y yo estamos al tanto de cualquier movimiento sobrenatural en el pueblo. No dejaré de ponerlos al tanto si algo extraño sucede.
—Gracias, papá —él lo miró— Por cierto, he invitado a Malia a quedarse con nosotros ¿No te importa verdad?
—¿Bromeas? Ella siempre es bienvenida —sonrió— Ahora lávate esa cara y termina de tomarte el café, hoy vienes conmigo a la comisaría.
En ese momento, el celular del sheriff vibró con insistencia, y este respondió bajo la atenta mirada de su hijo.
—Stilinski —la voz del otro lado de la línea era rápida, pero Stiles no pudo descifrar nada de lo que decía más allá del entrecejo fruncido de su padre— ¿Otro más? ¿Dónde?... Vale, voy de camino.
Tras verlo colgar, rápidamente interrogó:
—¿Y bien?
—Era uno de nuestros oficiales. Al parecer, otra persona fue atacada y ahora está en el hospital.
—Solo pudo haber sido Lucas —dedujo, muy seguro de lo que decía— Iré a llamar a Scott. Tenemos que hablar con él... cuanto antes mejor.
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—¿Sabes? Ayer estuve conversando con mi padre. No está contento, pero igual va a ayudarnos. —habló la chica de ojos verdes, los cuales parecían brillar incluso a través de la pantalla—. Le dije que tenías una buena excusa para regresar a casa, y que era un problema de familia. Aunque puede que lo haya puesto un pelín más complicado que la mentira que inicialmente iba a decir.
Scott sonrió, sosteniendo el teléfono con su mano derecha para no perder de vista el rostro de Annie. Ella no ocultaba su felicidad por verlo, y lo demostraba al no perder ni un solo segundo esos oyuelos que se le hacían con aquella reluciente sonrisa.
El resto de los inquilinos de la casa no parecían tener intenciones de bajar hacia el salón, por tanto, ellos podían hablar libremente sobre todo lo que se les ocurriera. Por supuesto, Annie le preguntó sobre Isaac y Aimee, se interesó por saber de su madre, y luego resaltó que tomaría una captura de pantalla solo para no perder la imagen de lo guapo que se veía.
El alfa no podía hacer nada más que reír ante cada palabra dicha por su voz musical.
—Eres increíble, Annie Jensen.
—No lo sabrás tú —dijo ella con altanería, y luego su rostro se tornó más serio— ¿Cómo va todo por casa?
Por supuesto, con esa interrogante Scott pensó que no debía contarle demasiado para no involucrarla en todo ese embrollo. Lo último que quería era que saliera lastimada, y conociendo a Annie, ella no dudaría en ofrecerse para ayudar.
—Siendo honesto, mucho más difícil de lo que creí.
—Oh —saltó— Supongo que no es algo que puedas decirme ahora mismo.
—Exacto —el tono de una nueva notificación se interpuso entre ellos, y Scott pudo reconocer de quién se trataba nada más ver la foto de contacto— Oye ¿te importa si terminamos esta charla luego? tengo a mi mejor amigo en la otra línea.
—Stiles ¿no es así? —adivinó— Envíale un saludo de mi parte. Hasta pronto, lobito.
—Adiós.
De cierto modo, la interrupción de su mejor amigo había sido un alivio. Realmente no se veía enfrentándose a la curiosidad de Annie, menos ahora que debían ser muy cuidadosos con las personas en las que escogían confiar.
Rápidamente se colocó el móvil cerca de la oreja.
—¿Qué pasa? ¿Sucedió algo con Malia?
—Hola ¿cómo has amanecido? también me alegro de oírte, cariño —habló el apellidado Stilinski— ¿Te mataría saludarme así? Porque comienzas a parecerte a Derek. La universidad te ha cambiado, macho.
—Stiles...
—Vale. Voy de camino al hospital, a mi padre le avisaron esta mañana y otra persona fue atacada.
—¿Crees que haya sido Gallardi?
—Estoy más que seguro, Scott.
Su tono había pasado de ser bromista a destilar cierto miedo, lo cual hacía del asunto mucho más serio. Necesitaban moverse, y rápido.
—Espérame allá.
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Scott se había asegurado de que todo estuviera en orden cuando abandonó la casa, que fue apenas diez minutos después de que Stiles lo llamara, contando con otra razón para hacerlo prácticamente volar el camino con dirección al trabajo de su madre.
Al llegar a urgencias, se encontró con su mejor amigo esperándolo en la entrada, acompañado de la ex mujer coyote.
—¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó en dirección de la castaña— Todavía tus heridas están sanando...
—Antes de que sigas con el regaño... —lo detuvo— No iba a dejar que Stiles viniera solo. Soy humana, pero no minusválida.
—Técnicamente... —carraspeó el tercero con incomodidad, provocando que esta lo mirara mal.
—¿De qué lado estás?
—Si ni siquiera me dejaste terminar.
Con una profunda respiración, el alfa tuvo que resignarse a la idea de que ella no lo obedecería aún si le ordenara regresar a casa por su propio bien, haciéndolo cuestionarse el cómo podría protegerla si ni siquiera era capaz de quedarse quieta cuando le decía. Grave error, porque a Malia nadie nunca sería capaz de controlarla.
—Me preocupa que puedas hacerte daño otra vez, eso es todo. Sabes que no es como antes, no posees la misma fortaleza.
—Pues muchas gracias por seguírmelo recordando. —bufó, y echó a caminar hacia el interior del hospital.
El humano y el hombre lobo intercambiaron una mirada larga, solo hasta que el primero le propició una palmada en la espalda al segundo.
—Vamos.
Después de descubrir el nombre del testigo y mentir en cuanto a un supuesto parentesco, los tres tuvieron que preguntarle a una enfermera cuál era la habitación donde se encontraba, tan solo para darse cuenta de que el hombre tras aquella puerta parecía tan perdido como si acabaran de lavarle el cerebro.
Este no respondió a ninguna de sus preguntas, ni siquiera para decir un escueto «Sí». Los miraba con desconfianza, dejando que la enfermera fuera quien les explicara lo sucedido con su brazo roto.
—Algo no me gusta —murmuró Scott una vez estuvieron fuera de la habitación.
Stiles había ido abajo a por más información, y Malia ahora se encontraba a su lado, mirando a través del cristal.
—¿De qué hablas?
—No es un ser sobrenatural... ¿Con qué interés Lucas habría querido atacarlo?
—Quizás hayan sido las sombras.
—agregó ella, escondiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros desgastados.
Ambos volvieron a observar el rostro perdido de Victor desde su posición, mientras que la mente del alfa comenzaba a llenarse de nuevas interrogantes.
—¿Por qué?
Sus ojos se encontraron en medio de aquel pasillo, cual de los dos más confundido que el otro. Malia quería preguntarle muchas cosas, pero suponía que ese no era ni el momento ni la hora para hacerlo. A la vez, él se debatía sobre si pedirle que le contara más acerca de Lucas, o solo ignorar el hecho de que ella nunca le había hablado de su existencia hasta ese día.
—Chicos —ellos se voltearon cuando vieron llegar a su amigo, con el semblante más pálido que de costumbre— Acabo de enterarme de algo, y puede que esto los haga alucinar.
—Dudo mucho que logres alarmarnos después de lo de ayer.
Stiles negó repetidamente:
—No, escuchen. El verdadero Victor Snate está muerto. He visto a su esposa abajo, y no deja de repetir que su esposo murió de un infarto hace cinco años.
Tras esta revelación, las expresiones de Malia y Scott cambiaron. Ya no solo había incertidumbre y confusión en ellos, pues algo muy parecido al temor pasó a esconderse en el brillo de sus pupilas, haciendo que tragaran grueso al mismo tiempo.
La de apellido Tate se volteó hacia su líder, expectante a que dijera algo con sentido, pero Scott estaba tan perplejo como ella.
—Él no es una víctima... —su garganta se sintió seca al hablar—, es otra sombra.
De repente, y sin siquiera verlo llegar, el verdadero alfa sintió cómo un dolor ácido atravesaba la piel de su espalda al igual que una navaja de doble filo. Él dejó escapar un jadeo, seguido de un gruñido que hizo saltar a sus amigos.
—¡Scott! —escuchó el grito de Stiles, pero algo había tirado de él hacia atrás hasta hacerlo colisionar contra la pared.
Malia se quedó de hielo, tratando de llegar a él, pero al mismo tiempo, sin poder apartar la vista del chico que estaba delante de ellos.
Este era alto, con el pelo oscuro y un rostro atractivo, pero frío. Sus ojos brillaban intensamente de color azul, mostrándoles a su vez los afiliados colmillos a modo de amenaza.
Desde esa posición, ella pudo atisbar las garras de Belasko en su mano derecha.
—Al fin nos vemos las caras, Scott McCall.
El aludido rugió en respuesta, recuperándose a una velocidad increíble; o era solo su furia la que lo hacía reaccionar. Ninguno de ellos sabía.
A tientas, se levantó del suelo para enfrentarlo. Lucas Gallardi fue quien dió el primer ataque.
Sus garras descendieron sobre el alfa, pero este logró esquivarlo exitosamente, atestándole un golpe en la espalda que lo hizo trastabillar.
—No puedo decir que sea un placer —jadeó.
Malia tuvo el instinto de correr e ir a ayudarle, siendo detenida por el hijo del sheriff, quien tiró de ella hacia atrás, protegiéndola con su cuerpo al ser el único que ni por un segundo había olvidado cual era su nueva condición.
Mientras tanto, la pelea delante de ellos iba haciéndose cada vez más intensa. Lucas y Scott seguían luchando sin dar señales de querer rendirse, a pesar de que los moretones de los golpes ya comenzaban a notarse.
En medio de todo esto, Scott pensó que la fuerza de su oponente era inmensamente increíble, mucho más si contaba con todo el poder robado que guardaba en su sistema. Pero él... él era un verdadero alfa.
De un solo movimiento, su puño se estrelló contra la mejilla de Lucas, alejándolo entre gemidos y maldiciones bajas. Claramente, esto lo había hecho enojar.
Con sus ojos verdes destilando rabia, el hombre coyote se abalanzó sobre él, pero su pierna fue atravesada por el impacto de una bala, y cuando este se volteó, Stiles todavía lo estaba apuntando con su pistola.
Gallardi estaba consciente de que no resultaría. Con el hombre lobo por un lado, y su camarilla de aliados por el otro, le sería muy difícil salir de allí con la victoria en la mano.
Quizás había sido un error venir sin su ejército como apoyo. Ahora no se las vería tan difíciles por su cuenta.
—Ve preparándote para la caída. Esto no se quedará así. —dijo, volteándose hacia el alfa con expresión determinante. Acto seguido, tomó al humano por las solapas de su chaqueta y lo mandó a volar.
La espalda de Stiles colisionó contra la máquina de chuches, haciéndolo soltar todo el aire que contenían sus pulmones.
Sin embargo, en el momento que estuvo a punto de escapar, otra persona se interpuso en medio de su camino. Ella lo miraba con sus ojos suplicantes, como si estuviera de rodillas y no allí de pie.
—Lucas, no lo hagas. —le pidió con voz entrecortada— sé que no eres así, nunca fuiste este tipo de persona.
—No sabes nada sobre mí.
—Te equivocas —insistió— ¿Recuerdas cuando éramos solo tú y yo en el bosque luchando contra todo? Desde el inicio no dudaste en ayudarme, y ahora nosotros podemos ayudarte a tí. Por favor, solo escúchame.
Malia sentía retorcer su estómago de pánico, pero él no quería oír nada. Ella estaba jugando con sus emociones, buscando sus debilidades. No podía volver a confiar en alguien que lo dejó solo.
—¡Aparta! —bramó, empujándola lejos de sí para poder escapar de aquel sitio.
La castaña hizo una mueca cuando una de sus heridas se abrió y la sangre comenzó a manar, manchando su blusa blanca con el color oscuro escarlata
—Malia. —Scott se agachó a su lado, viendo su rostro palidecer. Ella lucía débil y exhausta como nunca antes.
—Estoy bien. Es solo un corte.
Pero obviamente no era solo eso.
Rápidamente le lanzó una mirada a Stiles, apenas rompiendo su postura y moviéndose como relámpago a través del pasillo para gritar a toda voz:
—¡Necesitamos un médico!
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