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O3. TRES

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En el salón de la casa de los McCall quedaban Scott, Chris, Isaac y Stiles; Melissa se había retirado a la habitación de su hijo para ver cómo seguía Malia y los había dejado a los cuatro solos para que pudieran hablar.

Stiles se encontraba recostado en el sofá con los brazos juntos sobre las rodillas y una expresión de nerviosismo, que acompañaba con un movimiento iterativo de su pierna derecha. Isaac estaba a su lado, con el monitor de bebés en la mano. Mientras que Scott y Chris estaban de pie, con los brazos cruzados  y la mirada fija en el recién llegado.

Stiles sabía que tenía que dar una explicación porque los demás no eran unos tontos; habían visto la condición en la que había venido Malia: Inconsciente, herida y… humana.

Ella era ahora humana.

Incluso a él, que conocía el motivo, lo había tomado por sorpresa. Nunca esperó que Lucas Gallardi fuera capaz de llegar a aquel extremo. No después de todo lo que Malia y él habían vivido juntos.

—Vale, les daré la historia corta. —Soltó tranquilamente— Madre adolescente muere en el parto, padre se da a la fuga y el bebé va a parar a un orfanato. A partir de ahí, pasa años de un hogar en acogida a otro. Todas las familias lo acaban devolviendo porque el chico es raro; no habla, apenas duerme y, cuando algo le molesta, puede tornarse muy agresivo. Así que, básicamente, esa fue la infancia de Lucas Gallardi hasta que cumplió los siete años. Entonces descubrió que podía transformarse en esta adorable, pero, a la vez, aterradora bestia de cuatro patas y terminó huyendo al bosque.

— ¿Lobo o coyote?—preguntó Chris con una ligera sorpresa.

—Coyote—explicó Stiles—Y dos años después de eso, bueno, hizo una amiga.

—Malia—murmuró Scott y se pasó una mano por la nuca, un poco inquieto.

—Fue Lucas quien la ayudó a adaptarse a la vida en el bosque; la enseñó a cazar, a esconderse, a buscar refugio durante el invierno. Prácticamente la enseñó a sobrevivir.

—No lo entiendo—Scott hizo una mueca mientras se sentaba en un sillón— ¿Por qué ella nunca lo mencionó?

Stiles lo miró a los ojos. Sabía que haría esa pregunta porque él mismo se lo había preguntado muchas veces.

—Pensó que estaba muerto. —Contestó—Los cazadores los persiguieron un día y se vieron obligados a separarse. Malia no volvió a saber de él desde entonces y creyó que lo habían matado. Pero, aparentemente, Lucas regresó a su forma humana y se convirtió en un delincuente juvenil a los trece años. O, al menos, eso fue los que nos dijo tu padre.

Ante eso último, Scott se quedó un poco perplejo.

— ¿Mi papá sabía de esto?

Stiles asintió.

—Hace un año, el FBI de San Francisco comenzó a seguirle la pista a un asesino en serie. Había algo raro con las víctimas, todas tenían marcas de garras en su abdomen. McCall pensó que podría tratarse de algún asunto sobrenatural, así que me buscó. De inmediato, me di cuenta de que alguien había estado usando las garras de Belasko para robarle los poderes a ciertas criaturas y luego matarlos.

Chris se movió más cerca del sofá.

—Pero la última persona en tener las garras de Belasko fue…

—Malia—repuso Stiles recordando cuando ella tuvo que usarlas para defenderse de su madre biológica: La Loba del Desierto. —Al día siguiente de instalarme en San Francisco, se apareció en la puerta de mi apartamento y me contó toda su historia con Lucas. Dijo que él se las había robado y que lo estaba buscando para intentarlo hacer entrar en razón.

— ¿Hacer entrar en razón a un asesino?—Scott preguntó incrédulo. Luego se dio cuenta de algo y volvió a pararse del sillón—Espera un momento, si esto que nos estás contado sucedió hace un año, entonces significa que fue por eso que…

—Malia se marchó de Beacon Hills. —Stiles completó la frase por él y bajó la cabeza, avergonzado—Cuando empezó a trabajar con McCall y conmigo en el caso, nos hizo prometer que no te diríamos nada. Y, bueno, para ninguno de los dos fue difícil aceptar, la verdad.

— ¡¿Qué demonios, Stiles?! ¡No tenían derecho a tomar esa decisión por mí!

Scott no acostumbraba a dejar que sus emociones sacaran lo peor de él, pero el asunto era demasiado serio. ¿Cómo podía ser que ni siquiera su propio padre hubiese pensado en contarle lo que estaba sucediendo? ¿Cómo es que no había sentido, ni una sola vez, la necesidad  de decirle que sus amigos estaban en peligro? ¡Su maldita manada! Y, mientas tanto, lo había dejado vivir en una falsa realidad que no iba más allá de una ilusión.

Pensó en todas las veces que lo visitó en Davis y la mano se le cerró en un puño. Volvieron a su mente todas esas tardes en las que lo miró a los ojos y fingió que todo estaba bien. Scott quería tratar de entender por qué lo hicieron, pero no podía menos que sentirse verdaderamente enojado con su padre, Stiles e, incluso, Malia.

—Queríamos protegerte. —su mejor amigo lo miró cegado por las lágrimas—Finalmente estabas a punto de irte a la Universidad. No parecía justo que te arrastráramos  de vuelta a otro dolor de cabeza sobrenatural.

—Sí, bueno, al final, no sirvió de mucho ¿verdad?— dejó salir Scott con una nota ácida—Solo para que Malia acabara en mi habitación, inconsciente y humana.

—Pensamos que podríamos ocuparnos nosotros solos.

— ¡Claramente no pensaron bien!

Stiles bajó la vista, disgustado y abochornado de sí mismo. No le importaba que el alfa le gritara, él tenía razón. Había querido creer que, todo ese tiempo, estuvo haciendo lo correcto al ocultar la verdad de Scott, y lo único que consiguió fue poner en riesgo la vida de Malia y perder la poca confianza que su amigo aun le tenía.

Apoyó su cara sobre su puño y suspiró. Después del incidente con Lydia, no estaba muy sobrado de esa confianza precisamente.

—Lo siento. —murmuró sin mirarlo.

Los ojos azules, casi grises, de Chris se posaron sobre él.

— ¿Cómo es que Malia acabó siendo humana?—preguntó, mientras Isaac seguía escuchando la conversación en silencio. De alguna forma, creía que si decía algo solo iba a conseguir empeorarlo todo. Ya hablaría con Scott cuando las cosas estuvieran más calmadas.

—Lucas la llamó hace una semana y aceptó reunirse con ella para hablar—contestó Stiles—Rafael y yo le advertimos que podría ser una trampa, pero ya saben cómo es, acabó yendo de todas formas.

— ¿Así que simplemente la dejaron ir sola?—Scott lo miró entornando los ojos— ¿Con un psicópata que ha estado asesinando criaturas sobrenaturales para robarle sus poderes?

— ¡Mira, Scott, no es como si estuviera orgulloso de ello! ¡¿Vale?!—Stiles sacudió la cabeza, molesto. Entendía que su amigo estuviera enfadado con él, pero su paciencia también tenía un límite—Además, estaba convencido de que Lucas no le haría daño. En su forma retorcida, él se preocupa por ella.

— ¡Le robó sus poderes y la envenenó con acónito!

— ¡Pero está viva! El resto de sus víctimas no pueden decir lo mismo.

— ¿Y se supone que eso me haga sentir mejor?

Stiles sintió que se ahogaba. ¿Qué podía decir para que Scott dejase de mirarlo sin darle la impresión de que acababa de abofetearlo? Cerró los ojos, sintiéndose muy cansado. Había pasado muchas cosas la última semana, muchas noches en vela preocupado por Malia. Lo único que quería en ese momento era tirarse en una cama y dormir por el resto del año.

—Con seguir discutiendo no vamos a conseguir resolver nada. —dijo Chris, advirtiendo el intenso cansancio de Stiles—Deberíamos ir todos a dormir y ya mañana, cuando estemos más calmados, veremos qué hacer con este asunto.

Al terminar de decir eso, Chris vio a Melissa asomarse en la escalera mientras descendía con el cazo de agua hervida entre las manos. Scott se le quedó estudiando unos segundos, tratando de leer si su expresión era buena o mala.

—Se pondrá bien—Melissa le sonrió de un modo tranquilizador y eso bastó para que finalmente dejara escapar todo el aire que había estado reteniendo—Logré suturar la herida y no parece que haya riesgo de infección. De todas formas, me quedaré con ella esta noche para vigilar que no le de fiebre.

—No, tú descansa—dijo Scott rápidamente—Yo cuidaré de ella. ¿Sigue inconsciente?

—Sí, pero eso es algo bueno. Dormir le vendrá bien.

De pronto se oyó el sonido de un llanto proveniente del monitor de bebés que Isaac llevaba en la mano. Tal parecía que Aimee se había despertado y comenzaba a echar de menos a su papá. Stiles miró hacia los otros, dudando si él era el único que había encontrado eso extraño. Pero el llanto era cada vez más insistente e Isaac no tardó en levantarse y subir corriendo la escalera.

— ¡El deber me llama!—gritó, antes de desaparecer de la vista de los demás.

Stiles se reclinó hacia atrás en el sofá, algo confundido.

— ¿Desde cuándo tenemos un bebé?

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El hombre lobo se situó muy recto, cerca de Scott. Podía ver en su rostro cómo el alivio y la rabia se disputaban el control de sus pensamientos. Todavía estaba furioso por la discusión con Stiles, pero mientras observaba a aquella chica dormir, cualquier atisbo de furor se disipaba, dejando espacio solamente para la preocupación. Isaac se fijó en eso y, sin más, comentó:

—Estoy confundido. ¿Con cuál de las dos estás saliendo?

—¿A qué te refieres?—preguntó Scott.

—¿Cuál chica es la que te gusta? ¿Esa tal Annie de Davis o la chica coyote?

El alfa fijó sus ojos marrones en Isaac. No se esperaba escuchar una pregunta como aquella y tampoco estaba seguro de tener una respuesta.

—Todavía hay mucho que tengo que contarte—suspiró con cansancio—Pero, de momento, solo diré que Malia es parte de mi manada y era mi deber protegerla. Detesto verla así.

—Los dos sabemos que nada de esto es tu culpa, Scott. No vayas a pulverizarte la cabeza con eso.

El apellidado McCall se quedó en silencio unos segundos, mirando a Malia descansar sobre las sábanas blancas de su cama. Era tan extraño cómo todo había cambiado entre ellos. Un año atrás ella no hubiera dudado en contarle nada. Pero ahora, ni siquiera estaba seguro de que lo siguiera viendo como un líder. O, simplemente, un amigo.

Se preguntó en qué momento la había perdido.

El monitor de bebés lo arrancó de sus cavilaciones. Aimee no estaba llorando y, sin embargo, podía sentirse un movimiento extraño alrededor de su cama. Para cuando Scott miró a Isaac, este ya había salido volando hacia la habitación contigua a la suya.

Fue corriendo detrás de él y se preparó para luchar. La poca luz del cuarto no le permitió visualizar los detalles, pero había alguien allí. Una figura encapuchada, que tras advertir la presencia de ambos, logró escabullirse por la ventana.

— ¡Iré a avisarle a los demás!—Scott tenía intenciones de salir del cuarto, pero Isaac lo detuvo.

—Creo que era él, Scott—se acercó a la cama y alzó a Aimee entre sus brazos. El verdadero alfa notó que ahora tenía una pequeña marca, en forma de media luna, sobresaliéndole en su hombro derecho—Creo que era el nigromante.

Scott fue hacia la ventana y miró hacia abajo, por donde había salido corriendo el intruso. Ya no había rastro de él.

—Entonces, ¿qué sucede ahora?—su voz había adquirido cierta inquietud.

Isaac le dedicó una larga mirada.

—Los muertos se levantarán de sus tumbas.




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