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24. VEINTICUATRO


—Y... ¿Cómo lo estás llevando? —Allison esperó el ataque de Malia, casi como si pudiera leer sus movimientos mejor que ella misma, y la esquivó cuando esta intentó apartarla de una patada.

La castaña estaba furiosa. No hacía falta ni que ella ni Lydia se acercaran a preguntarle para saberlo, con solo verla actuar era suficiente.

Sus respiraciones iban y venían erráticamente, a pesar de que ella intentaba controlarlas en medio de su pelea. Tenía los puños alzados a la altura del rostro como un boxeador, y también el cabello desordenado a causa del fuerte viento que esa mañana azotaba la copa de los árboles. No quería ni siquiera pensar, solo luchar.

—¿Llevar el qué? ¿Que de todos nosotros soy la más débil? ¿O que una fulana de tacones rojos se ha mudado a Beacon Hills para acosar a Scott? —respondió con la voz seca y exhausta.

La cazadora rió, contraatacando en un movimiento rápido, que le permitió doblarle un brazo hacia atrás. Malia soltó un gruñido de molestia.

—No veo que Scott tenga un cartel que ponga “Propiedad Privada” —le dijo bromista.

—No es a eso a lo que me refería —protestó, dándole un codazo en las costillas.

Allison se echó para atrás, adolorida, pero no vencida. Rápidamente ambas volvieron a sus posiciones iniciales, dando vueltas en círculos sin perder de vista a la otra.

—¿Entonces qué querías decir con eso?

—Odio cuando me hacen ese tipo de preguntas.

—Oigan ¿Les importaría hacer menos ruido? —a solo unos metros, Lydia Martin volteó su cabeza hacia ellas. Con una mano sostenía el móvil contra su oreja y con la otra se frotaba el codo— Estoy hablando con Hanako, mi compañera de cuarto, y no me gustaría darle explicaciones de por qué mis amigas están peleándose en medio del bosque.

—Lo siento, Lyds —dijo Malia, apartándose rápidamente cuando un objeto puntiagudo pasó por su lado a la misma velocidad de un rayo— ¡Eh! Más cuidado con esas flechas, Allison.

La pelinegra frunció el entrecejo con confusión, mostrándole sus manos para que viera que no traía su arco consigo.

—Yo no he sido.

Extrañada, la mujer coyote comenzó a mirar hacia todos lados en busca de la procedencia del arma, percatándose justo a tiempo de la figura que se iba acercando sigilosamente a la joven Argent desde atrás, pero no pudiendo advertirle a tiempo porque otro grito se escuchó de fondo.

—¡Malia cuidado!

Esa fue Lydia, quien, a pesar de casi reventarle los tímpanos, logró avisarle con el tiempo suficiente para que Malia reaccionara y pudiera esquivar el ataque de uno de los hombres.

Pronto, lo que había sido su zona de entrenamiento se convirtió en una arena.

Ya no solo eran ellas tres, sino varias personas que aparecieron de la nada para emboscarlas. Muchos de ellos armados con diferentes cosas, desde rifles hasta cuchillos de filo largo.

—¿Qué son? —murmuró la mujer coyote, chocando espalda con espalda con la cazadora. Allison resopló.

—Sombras.

De un solo movimiento, detuvo el golpe de uno de sus atacantes y lo pateó en las costillas, provocando que este cayera de rodillas.

—No todos lo somos —masculló casi sin aire.

Por unos segundos, ella se quedó mirando fijamente al desconocido, con sus ojos destilando la confusión que por los de él no aparecía. Había algo en sus profundidades que no llegaba a ser oscuro. No como lo que encontraba en los suyos cuando se miraba al espejo.

Distraída como estaba, no pudo saber que alguien venía desde atrás, poco faltando para que le atravesara la cabeza con una bala de no ser porque un grito ensordecedor lo mandó a volar lejos de ella.

Lydia respiraba frenéticamente, exhausta por el esfuerzo del sonido que atravesó su garganta, con su cabello desordenado y sus mejillas coloradas.

A pocos metros, Malia se lanzó sobre las demás sombras sun vacilaciones, apenas dándoles tiempo a reaccionar ante su ataque. A veces el miedo al saberse inexpertos en la lucha podía tener ese efecto de dejarlos en un estado de congelación momentáneo, el cual le sirvió a la castaña para tomar la delantera.

Sus puños descendieron sobre el rostro de uno de los atacantes, haciéndolo soltar un quejido por el dolor que causó el jorobarle el tabique. Los demás se echaron para atrás, alejándose como si hubieran perdido el sentido de sus acciones hasta desaparecer.

Las tres chicas intercambiaron miradas entre ellas, como si aún estuvieran procesando todo lo que acababa de suceder.

—Muy bien, imbécil. Hora de decir quién carajos eres. —Malia sujetó a aquel que Allison había noqueado y tiró del cuello de su camisa hasta dejarlo de rodillas en el centro.

Este alzó la cabeza, enfrentándolas sin miedo alguno, como si quisiera hacerles saber que no lo harían hablar por nada del mundo.

Harta de esperar por una respuesta, Malia volvió a tomarlo del cuello con fuerza.

—Supongo que habrá que sacarte las palabras de otra forma —hizo una seña hacia Allison, quien tras un asentimiento, se acercó dispuesta a poner en práctica todos los métodos de tortura que había aprendido en sus entrenamientos como cazadora.

Algo en su expresión hizo que el rostro del mayor se llenara de miedo, lo que lo llevó a acabar escupiendo las cosas.

—¡Douglas! —gritó— Douglas Whittier. Trabajo en la gasolinera junto al centro comercial.

—Dice la verdad —Lydia suspiró. Por un largo rato se había mantenido muy pensativa en su sitio— Lo veía cada vez que mi madre iba a buscarme al instituto.

—Es humano —dijo la de apellido Tate, esto sonando más como una pregunta que una afirmación— ¿Cómo?

—Fue debido al Nigromante —habló Douglas, paseando sus ojos miedosos por cada una de ellas. Se tomó unos segundos para respirar profundamente, y luego agregó:— Él me dió todo lo que más quería al traer a mi querida Marlee de vuelta.

Lydia ladeó un poco la cabeza, cuando de repente varios puntos en su cabeza hicieron click al igual que los engranajes de un reloj.

—Es por eso que lo está apoyando —murmuró— Porque revivió a su esposa muerta.

—No solo soy yo. Muchas personas en Beacon Hills también lo están haciendo —siguió— Todos nos rehusamos a perder a nuestros seres queridos de nuevo, y por eso nos unimos a su ejército. Es la única forma...

—¿Por qué? ¿Qué sentido tiene? —Allison lo interrumpió con voz recia, enojada— La mayoría de esas personas ya están muertas... vagamente somos el sinónimo de un fantasma.

—¿Alguna vez ha amado, señorita? Póngase en mi lugar y piense si sería capaz de seguir viviendo cada día después de haber perdido a la persona que más quiere en el mundo. Solo así sabrá lo que siento yo al pensar que vosotros quieren arrebatarla de mi lado otra vez.

Súbitamente, las palabras que le había dicho su padre en días anteriores volvieron a su cabeza, y Allison sintió un enorme vacío creciendo dentro de su pecho.

No se había puesto a pensar en lo que significaría volver a desaparecer, tanto para los demás como para ella ¿Estaría lista en algún momento para dejarlos atrás? ¿Estaría dispuesta a volver a dejar a Isaac? ¿A Aimee? ¿A su familia?

¿Cómo es que ahora su realidad se le hacía más difícil que antes?

Malia refunfuñó, empujando al desconocido lejos de ellas.

—Vete. —espetó, viéndolo levantarse para echarse a correr despavorido. Ella entornó los ojos luego de esto— Menuda tontería.

Allison se volteó en dirección a la banshee, quien se mantenía absorta mirando el lugar por el cual Douglas Whittier había desaparecido

—¿Lydia? ¿Sucede algo?

La rubia fresa asintió con lentitud:

—Temo que... Beacon Hills termine convirtiéndose en el reflejo de otro Kendall Hills —dijo en apenas un hilo de voz— Temo que pronto seamos nosotros los que terminen siendo fantasmas.

Con un nudo en la garganta, la banshee trató de sostenerse a sí misma y comenzó a buscar su celular por el suelo, ignorando las miradas desentendidas de las otras dos.

Ella pensó que este tuvo que haberse caído en medio del ataque, por lo que cuando Malia lo encontró a solo unos pasos, no le extrañó que este estuviera ahora lleno de lodo.

—¿Qué vas a hacer?

—Llamar a Stiles —pronunció entrecortadamente— Los demás también deben saber.

●●●

Cenar con Annie y su madre al principio fue algo agradable, luego se fue volviendo un poco incómodo.

La casa que habían comprado estaba en un vecindario muy cercano al instituto de la ciudad, y tenía un aspecto victoriano que no muchas edificaciones poseían en los alrededores. Era de notarse, además, que su familia era de muy buena posición por la cantidad de muebles extravagantes con los que había decorado el interior.

Annie Jensen era así, le gustaba todo rojo brillante y salpicado con algo de glamour por las esquinas.

—¿Quieres otra rebanada de pizza, Scott? —preguntó la pelinegra, señalando el magnífico platillo italiano que ella misma había horneado esa noche.

Scott, tan o más callado que la señora Jensen, simplemente se dedicó a negar.

—No gracias. Así estoy bien.

—¿Seguro? Has adelgazado desde que volviste a este sitio. Que dicho sea de paso, es bastante pintoresco ¿No es así, mamá?

La señora Jensen le dedicó una sonrisa a su hija, sin apenas mover los labios para pronunciar un “Tienes razón, cariño” y luego concentrarse en su comida.

Scott se percató de que no era muy comunicativa, pero claramente tan bonita como Annie hasta el punto de parecer su hermana. Ambas tenían los ojos verdes saltones y los labios pequeños, junto con otras características que las hacían muy parecidas.

Salvo porque claro, Annie no se callaba ni un segundo.

Se había pasado toda la cena hablando sobre la universidad, y los planes que tenía a futuro, algunos de los cuales también lo incluían a él.

Cada segundo que pasaba Scott sentía como si fuera a atragantarse con la comida. Esperando que después Annie pudiera dedicarle un momento a solas para hablar sobre ciertas cosas.

—Mama ¿Podemos hablar un segundo? —preguntó la joven después de unos minutos, dejando su servilleta a un lado cuando la mayor asintió y ambas se levantaron de sus lugares— Nada importante, cosas de chicas ¿Crees que estarás bien hasta que volvamos?

El alfa le dedicó un asentimiento.

—Por supuesto.

—¡Genial!

Annie se acercó para dejarle un beso en la mejilla, de paso susurrando cerca del lóbulo de su oreja

—Espero hayas dejado espacio para el postre.

Si no se apresuraba, probablemente saldría disparado por esa puerta sin esperar a que ellas regresaran.

No se sentía bien ocultándole la verdad sobre sus sentimientos a su novia, sobretodo porque eso ligado a la presión y la sobrecarga de la situación comenzaban a abrumarlo.

Necesitaba un faro de ayuda, algo que lo sacara de aquel aprieto, y esto no tardó mucho en aparecer.

Pronto, su celular comenzó a vibrar con insistencia. Iluminándose la pantalla con el anuncio de una nueva notificación:

Estamos esperándote en la clínica de Deaton. No tardes.

Stiles.

●●●

Estando todos allí reunidos, las chicas explicaron lo que había sucedido esa mañana en el bosque, su enfrentamiento con las sombras y la confirmación de que ahora muchas personas en la ciudad estaban dispuestas a unirse al Ejército del Nigromante con tal de no perder a sus seres queridos otra vez.

El veterinario había llamado incluso a su amigo Alaric Northan para que estuviera presente, quien como druida tenía conocimientos mucho más profundos que él en cuanto al uso de la necromancia. Él sabía cuanta oscuridad podía ocultarse tras todo ese misterio, así como también suponía que los objetivos de su causante eran claros, a pesar de serles desconocidos.

A sus propias palabras: “Nadie hacía un pacto con la oscuridad sin querer nada a cambio.”

El ambiente dentro de la veterinaria era cada vez más gris. Los miembros de la manada se encontraban cansados de caminar a ciegas, sin hallar respuestas ni caminos que les sirvieran de escapatoria dentro de aquel laberinto de Dédalo.

De todos, Scott se sentía como si él fuera Teseo, buscando incansablemente los rastros del minotauro, pero sin tener éxito alguno.

Él apretó los ojos mientras se masajeaba el puente de la nariz. Mientras más escuchaba, más se daba cuenta de lo desesperado que estaba por salir de allí.

—Cada día es una nueva interrogante, otro problema, otro misterio, otro conflicto ¿Cuánto más tendremos que seguir así? —cuestionó el de apellido Lahey, con sus manos apoyadas fuertemente sobre la camilla de metal.

Stiles se encogió de hombros:

—A veces me pregunto si deberíamos detenernos y esperar a que nos caigan las cosas del cielo. Sería la cosa más fácil de hacer, pero ¿Y si estamos cometiendo un error? ¿Por qué simplemente mientras más buscamos más parecemos estancarnos en el mismo sitio?

—No es tan sencillo, muchacho —pronunció el segundo druida, haciendo que todos lo miraran con escepticismo— Llevo años estudiando la rama oscura de la necromancia, y todavía hay cosas que no sabemos del todo. Muchos afirman que este tipo de magia nunca ha funcionado, otros que sí, pero jamás se había llegado a probar. No como en estos momentos. En las viejas escrituras, se requiere de muchas cosas para llegar a dominar esta clase de poder, entre rituales y otros métodos un tanto desagradables...

Tras escuchar sus palabras, Lydia Martin arrugó su entrecejo con molestia, para luego caer en un estado de completa hipnosis que la hizo rememorar todos los hechos sucedidos en los últimos días.

Muchos de ellos ni siquiera perteneciendo a su propia memoria.

Vió una sombra en una habitación, escuchó el llanto de un bebé y experimentó el primer aliento de vida que llenó el cuerpo de Allison Argent como si fuera el suyo propio.

El aire en sus pulmones le ardió al igual que si fuera veneno, mientras su mente repetía una y otra vez que algo no andaba bien con todo eso.

—Allison ¿Cuando dices que despertaste en aquel túnel?

La pelinegra, quien se encontraba apoyada en el hombro de Malia, alzó el semblante como si acabara de despertar de un sueño.

—Esto... no recuerdo bien, pero creo que fue el 18 de febrero ¿No? Porque regresamos al pueblo el 19.

—Ya veo —asintió la banshee, volteandose esta vez hacia el rubio— Isaac ¿Me podrías decir cuando fue que el Nigromante tuvo contacto con Aimee?

—No sé a qué vendrá eso al caso, pero fue el día antes de que vosotras regresaran.

—O sea, que el Nigromante obtuvo el poder de la pequeña el mismo día en el que las Sombras regresaron. —dedujo, y por un instante, creyó descubrir una brecha dentro de aquel misterio— ¿No les parece sospechoso? Es decir, que todo fuera tan de repente.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Scott.

—Allison regresó la noche del 18, pero el Nigromante entró a la habitación también esa misma noche.

—¿Eso significa?

—¡Que es imposible que pudiera despertar a los muertos el mismo día en el que obtuvo el poder para traerlos a la vida! —exclamó eufórica, como si acabara de resolver el problema matemático de su vida— El Nigromante tuvo que haber estado en contacto mucho antes con Aimee. Antes siquiera de aquella noche en la que Isaac y Scott lo vieron en el cuarto...

Automáticamente, la atención de todos se concentró en ambos druidas, como si esperasen algún tipo de confirmación por su parte.

Alaric Northan de aclaró la garganta.

—La señorita Martin tiene razón... pero hay una falla en todo esto que ha dicho.

—¿Cual?

—No solo basta con uno —interrumpió Deaton— sino que hace falta dos contactos para que el Nigromante obtenga su poder. Así que, si tus suposiciones son ciertas, este debió haber estado cerca de Aimee antes de que todos vosotros regresaran en Beacon Hills.







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Reviso errores mañana, hoy estoy muerta y tratando de superar este bloqueo.

Saludos.

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