23. VEINTITRÉS
A la mañana siguiente, los miembros de la manada se encontraban de vuelta en el salón de la casa McCall, exhaustos tras una noche bastante entretenida.
Lydia tenía la cara escondida en el regazo de Stiles, quien le acariciaba el cabello suavemente mientras la escuchaba carraspear a cada segundo debido al ardor que sentía en la garganta, producto a que apenas pudo separarse de la taza del vater en toda la madrugada.
Seguidamente estaba Malia, que dormitaba en completo silencio junto a Derek en el sofá. El hombre lobo había ido a buscarla esa mañana, trayendo consigo un par de gafas de Sol, las cuales había robado de la guantera de Peter, y ahora ella las llevaba para aliviar un poco la molestia de la luz que entraba por los ventanales.
Nada más ver la gravedad del asunto, Melissa se vió obligada a aguantar la risa y se fue a la cocina a prepararles un remedio para la resaca. El cual la mujer coyote escupió apenas probarlo.
—Esto sabe horrible —murmuró, intentando no elevar la voz.
—Bueno, disculpa cielo. Pero no tengo experiencia haciendo té para las borracheras dado a que me hijo nunca experimentó ninguna.
—En ese caso, creo que yo soy el experto —agregó Scott, desviando su mirada bromista hacia su madre— ¿Recuerdas aquella noche que saliste con las enfermeras y...
—¡Scott Gregorio McCall! —Melissa advirtió rápidamente, cargando a la pequeña Aimee en su cintura— No es necesario que manches mi imagen delante de todos tus amigos.
—Ni tanto. Recuerdo perfectamente que vomitó la parte trasera de mi jeep —agregó Stiles.
De fondo se escucharon algunas risitas que hicieron que el rostro de la señora McCall se coloreara ligeramente.
—Mejor me voy a la cocina antes de que vosotros dos sigan despellejando mi vida. —espetó— ¡Chris!
Argent se levantó de un salto:
—¿Si, cariño?
—Ayúdame a lo que sea que se me ocurra hacer para desayunar.
Isaac y Allison intercambiaron una mirada graciosa, sentados en el sofá con sus manos entrelazadas.
Esa mañana al hombre lobo le fue imposible no darse cuenta de cuan oscura lucía la cabellera azabache de la cazadora y cuan bondadosos parecían ser sus ojos; Y no es que antes no lo fueran, sino que esos rasgos parecieron intensificarse ese día más que nunca.
De vez en cuando, ella lo atrapaba mirándola en silencio y sonriendo, justo como en ese momento.
—¿Qué pasa? —preguntó con un dije de gracia en su voz—¿Por qué me estás mirando así? ¿Tengo algo raro en la cara?
Isaac simplemente negó:
—No hay nada malo en tí. Te estoy mirando por eres hermosa y porque verte sonreír hace que me sienta afortunado de tenerte conmigo otra vez.
Ella pudo sentir un revoloteo involuntario en la boca de su estómago, como la misma sensación de un millón de mariposas haciendo una revolución dentro de su cuerpo.
Suavemente se inclinó y unió su frente con la de Isaac, quien tan solo se separó un instante para dejar un tierno beso en su rostro. Permaneciendo así por lo que pareció una eternidad como si nada a su alrededor importara más.
Malia los vió desde su lugar, suspirando porque algo dentro de ella se sentía feliz por Allison, y feliz por Isaac claro está. De alguna forma, era muy evidente notar que ambos eran el uno para el otro.
Memorias de la hoguera esa noche en el bosque vinieron a su mente, haciéndola pensar que, al parecer, aquella guerra estaba uniéndolos también en muchas formas que ninguno de ellos se esperaba al inicio.
El asiento a su lado se hundió de pronto, y ella vió a Scott tomar el lugar que antes había ocupado Derek de no ser porque este se había apartado para conversar con Argent sobre algo.
Un brillo singular asomaba en las pupilas del verdadero alfa, como dos estrellas en la oscuridad de la noche, y Malia tuvo la súbita creencia de que lo estaban haciendo por ella.
—Tu y yo necesitamos hablar —le dijo, y la piel de la chica se crispó.
—¿Sobre qué?
—Lo de ayer.
—Pues... creo que tendrás que recordármelo porque no estoy muy clara sobre las cosas que dije.
Scott solo sonrió, ignorando los lamentos que se escucharon de Lydia porque la luz allí dentro la estaba dejando ciega.
—Será un placer hacerlo... —pero cuando iba a comenzar a hablar, alguien llamó a la puerta.
Los miembros de la manada se miraron extrañados entre ellos, poniéndose todos en pie en caso de tratarse de una amenaza. Quienquiera que se encontrara del otro lado, parecía ser bastante insistente.
Scott se acercó sin vacilaciones y tiró del picaporte hacia atrás, llevándose la sorpresa de su vida cuando sus ojos chocaron con los de la persona en la entrada.
—¿Annie?
Ella sonreía como un rayo de Sol, abriendo los brazos para saltar sobre él y llenarle la cara de besos.
—¡Sorpresa! —exclamó emocionada, separándose tan solo un instante del alfa para dar pequeños saltitos— Apuesto a que no me esperabas...
Scott continuaba en shock, con los ojos tan abiertos como los de una lechuza.
—Pues... la verdad es que no.
Detrás de él, sus amigos se quedaron congelados. Todos excepto Isaac, quien se había cruzado de brazos y ahora observaba la escena con algo de incomodidad.
La quijada de Stiles pudo haber llegado al piso, de no ser porque Lydia lo obligó a cerrar la boca para que no le entrara ninguna mosca. Al tiempo que Allison, apenada, miraba la expresión estupefacta de Malia. La cual parecía combinar emociones de tristeza y rabia a la vez.
—Ejem —carraspeó el apellidado Stilinski, llamando la atención de la chica nueva, quien parecía no querer desprenderse del brazo de su mejor amigo— Disculpame por mi atrevimiento, pero estoy un poco confundido ¿Quién eres tú?
—Soy Annie Jensen —respondió la pelinegra al instante— La novia de Scott.
Silencio otra vez.
Todas las miradas fueron a parar de vuelta al alfa, como si le estuvieran pidiendo una explicación. Incluso Melissa, Chris y Derek; quienes habían estado al margen de tal visita, se quedaron de piedra cuando la escucharon decir esto.
Scott tragó grueso, tratando de formular algún argumento que lo sacara de aquella situación tan incómoda.
—¿Qué haces aquí, Annie? —preguntó.
—Bueno, no quería decir nada que pudiera arruinar la sorpresa y por eso no te lo dije por teléfono, pero... ¡Mi madre y yo nos mudamos a Beacon Hills! ¿No es genial? Así estaremos más cerca el uno del otro y también podré ayudarlos con todos sus problemas sobrenaturales.
Se escuchó un gruñido de fondo y el sonido de algo al romperse.
—Necesito otro trago —masculló Malia con enojo, saliendo por la puerta seguida de Derek.
A pesar de que Allison y Stiles quisieron detenerla, no les fue posible hacerlo a tiempo debido a que ella no se los permitió. Salió de allí hecha una bala, con la seguridad de que realmente necesitaba estar sola en esos momentos.
Tras esto, la mirada fulminante de la cazadora fue a parar con la de su ex, haciéndolo sentir más idiota que nunca.
El resto de ellos se quedaron allí, callados, permitiendo que el silencio volviera a hacerse con la atmósfera del salón.
—Bueno... —comenzó a decir la señora McCall— ¿Alguien más quiere té?
●●●
Allison dejó a Aimee jugando en su cuna.
La pequeña rubia parecía entretenerse con uno de los cubos de colores con los que se había acostumbrado a jugar todos los días. Los apilaba unos encima de otros y luego los dejaba caer, cosa que lejos de molestarla la emocionaba tanto que comenzaba a aplaudir.
En uno que otro segundo miraba hacia la cazadora, como si quisiera asegurarse de que estaba allí acompañándola y le pareciera tan divertido como a ella.
Isaac la abrazó por detrás, apoyando el mentón en su hombro a la vez que los dos observaban el reguero de cubos que la bebé tenía sobre ella.
—Isaac...
—¿Aja?
—¿Puedo preguntarte algo?
—Lo que sea —respondió el hombre lobo, permitiéndole voltearse entre sus brazos para mirarlo a la cara mientras le hablaba.
Los mechones de cabello negro se colaron delante de su cara, siendo apartados por él cuidadosamente.
Allison se mordió los labios, nerviosa.
—¿Qué clase de relación exactamente tuviste con la madre de Aimee?
Él la miró, deseando saber qué estaba pasando por su cabeza en ese preciso momento. Solo que en lugar de seguir divagando, simplemente le dedicó una sonrisa sincera.
—Michelle era mi amiga —respondió— Mi mejor amiga. La única que me ayudó cuando me ví a mí mismo solo y sin nadie más con quién contar una vez que tu padre tuvo que regresar de Francia.
—¿Ella... crees que ella y yo tengamos algo en común?
—¿Por qué lo preguntas? —el rubio frunció el entrecejo con confusión.
—No lo sé —negó— Es que... me gustaría saber cómo era.
Ella lo vió asentir lentamente, como si estuviera pensando profundamente en algo, y a la vez considerando si decirlo o no.
—¿Sabes que tienen Michelle Duval y Allison Argent en común? Que ambas aman ferozmente a esa pequeña niña de allí —señaló— y están dispuestas a dar su vida por ella, sin importar nada más.
—Sabes que no dejaría que nada malo le pasara.
—Lo sé, lo sé. Por eso lo digo —siguió, concentrando toda su atención ahora en su pequeño rayo de luz— Han pasado muchos días y ella sigue sin mostrarse ajena a Beacon Hills.
—Quizás porque sabe que este es su nuevo hogar —respondió Allison, yendo a por ella para cargarla sobre su cintura— Solo la veo sonriendo y mirando todo como si fuera una maravilla. Creo que realmente le gusta. Se siente como en casa.
Isaac estiró un brazo hacia su hija para tomar su manita, y en respuesta, Aimee hizo un sonido gracioso con su voz y se lanzó sobre él, riendo a la par que ambos adultos.
—Ella tiene toda una familia ahora. Una manada —agregó Allison.
●●●
Annie se quedó hablando toda la tarde con Scott, contándole la mayor parte de las cosas que habían sucedido durante su ausencia esas tres semanas en la UC Davis. Le habló de todas las buenas mentiras que se le habían ocurrido para que su padre perdonara sus faltas, y de cómo su madre accedió a mudarse al pueblo después de verla tan triste esos días que él no estaba cerca. Ahora tendrían un lugar donde quedarse en caso de regresar a Davis, y otro en Beacon Hills cuando algún problema se presentara de repente.
Cada segundo que Scott pasaba escuchándola hablar con tanta alegría y emoción era como un puñal que iba directo a su pecho, haciéndolo sentir como todo un imbécil. Y más porque aún así, no dejaba de preguntarse cómo estaría Malia. Si acaso lo odiaría ahora más que nunca...
Sabía que no era correcto pensar en ella con Annie justo delante, pero todo había sido tan sorpresivo que aún le estaba costando demasiado asimilarlo.
—Y recuerda, esta noche debes ir a cenar conmigo y mi madre. Preparé comida italiana que es mi especialidad, así que no puedes dejar de ir ¿De acuerdo? —cuestionó la chica, recibiendo un asentimiento por su parte.
—Allí estaré.
—Genial —ella dejó un rápido beso en sus labios. Acto seguido, bajó las escaleras del porche con sus relucientes tacones rojos para ir hacia su auto, desde donde agitó una mano en su dirección— ¡Nos vemos en la noche!
Scott intentó corresponder a ese gesto, pero lo cierto es que solo le salió una forzada sonrisa que se borró justo en el instante que la vió desaparecer por el final de la calle.
De regreso al interior de la casa, se dejó caer encima de uno de los sillones y pasó una mano por su cara con exhaustividad.
Estaba jodido... y mucho.
—Cariño... —escuchó una voz femenina que venía desde el umbral de la cocina— ¿Podemos hablar?
Típico de Melissa McCall siempre aparecer en los momentos más adecuados, como si fuera una bendición. Scott no dejaría de agradecer nunca por eso.
—Adelante —la invitó a sentarse a su lado, justo como había hecho muchas otras veces en el pasado.
Melissa apoyó una mano sobre su hombro.
—¿Algo que me quieras decir con respecto a esa chica? ¿El por qué dice que es tu novia y tu no pareces muy entusiasmado de que por fin la conozca?
—Es Annie. Te había hablado de ella antes, pero supongo que no te comenté que habíamos iniciado algo serio hace algún tiempo...
—Oh —la mujer asintió, entendiendo— Entonces ¿Estás enamorado de ella o... ?
—No. —se apresuró en decir— Yo aún amo a Malia. Pasar este tiempo aquí me hizo darme cuenta de que todavía tengo sentimientos por ella.
Melissa sonrió inconscientemente, en parte contenta porque su hijo acabara de aceptar lo que era realmente obvio, pero también preocupada por ese algo mas que acababa de dejar su casa en un coche rojo último modelo...
—Bueno, supongo que tendrás que hacer algo al respecto y aclarar con esa tal Annie lo que sientes.
—Lo sé, pero es difícil. Sobretodo porque no sé cómo decirle —suspiró— Ella es una buena chica y no quiero hacerle daño.
—Scott, créeme cuando te digo que es mejor actuar ahora que seguir dudando. Porque al final, lo quieras o no, siempre habrá alguien que terminará con el corazón roto.
Él intentó asentir, asumiendo que tenía razón.
Su madre se inclinó para dejarle un beso en la frente, como esos que solía darle cuando era niño, cada vez que se lastimaba o era víctima de un ataque de asma.
—Sé que harás lo correcto, cariño. Siempre lo haces.
Scott quiso creer en sus palabras, pero lo cierto era que... tratándose de sus sentimientos, él acostumbraba a ser un completo desastre.
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—¿Todo está listo? —cuestionó la voz siniestra desde el otro lado de la línea, y los labios de Lucas Gallardi se curvaron ligeramente.
—Justo como querías. El ataque se efectuará dentro de dos días, solo necesito que me des la señal.
—La tendrás —acordó, aclarándose la garganta tras esto— No me falles, Lucas. Te lo advierto desde ahora.
—No me atrevería. Tienes mi entera lealtad.
—Pues entonces aprovecharemos esta nueva distracción para acabar con ellos —concluyó— Estate al tanto de mi próxima llamada.
Tras colgar, el hombre coyote guardó el móvil dentro del bolsillo de su pantalón.
La noche era fría y el aire parecía cortar su rostro con la misma fuerza del filo de una navaja, pero él no se estremeció.
Lentamente, se fue girando sobre sus pies, y vio ante él a su imparable Ejército de Sombras. Fantasmas que se le habían escapado a la muerte, y que ahora lucharían a su lado si es que deseaban permanecer más tiempo caminando por el mundo de los vivos.
Solo tenían que hacer algo, y ya sabían bien de qué se trataba.
Una sonrisa maliciosa asomó por la comisura de sus labios.
—Es el final de Scott McCall.
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