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18. DIECIOCHO

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Ser la nueva niñera de Aimee era la tarea más sencilla y divertida que Allison habría podido adoptar desde su regreso al mundo de los vivos. Especialmente porque recién descubría que se le daba muy bien tratar con niños, y ambas se llevaban de las mil maravillas.

Mientras la sacaba de su cuna para sentarse en el suelo a jugar con algunos cubos de colores, Allison se mantuvo pensando sobre cómo era esa conexión tan oblicua entre ellas dos. Sobretodo porque después de haber visto la foto que Isaac guardaba en su billetera de la madre de Aimee sosteniéndola, le había quedado muy probado las diferencias que existían entre ella y Michelle Duval. Y sabía que la bebé también podía notarlas.

Allí donde su madre era todo luz, Allison era oscuridad, y aún así la había elegido; cosa que todavía continuaba sorprendiéndola. No sabía cómo, pero ella se había ganado su corazón sin esfuerzo alguno, al igual que el de sus amigos, quienes estaban dispuestos a todo con tal de cumplir su promesa de protegerla.

Era increíble pensar que aquella era la realidad en la que ese pequeño ser tenía que vivir, tan cruda y difícil como se mostraba.

—A ver ¿Qué haremos el día de hoy, señorita? —canturreó, colocándose delante de ella para sujetarla por debajo de los brazos.

Una sonrisa corta se dibujó en sus labios cuando Aimee comenzó a reír después de que ella se cubriera la cara con las manos y la sorprendiera exclamando un gracioso «Ta-da!».

El sonido de sus alegres gorgoteos llenaron la habitación, y Allison tuvo la súbita creencia de que así se escuchaba el sonido de la verdadera y pura felicidad.

Chris Argent, quien solo unos segundos antes había pasado por la habitación, dió tres suaves toques sobre la puerta para interrumpirlas.

Knock knock ¿Puedo pasar?

—Ya lo has hecho —Allison respondió, levantándose del piso y cargando a la bebé para acercarse— Aimee y yo solo estábamos pasando el rato mientras Isaac y Scott acompañan a Melissa al supermercado.

—Puedo verlo. Ella luce muy cómoda contigo —resaltó el cazador— Recuerdo que cuando eras pequeña también te gustaba acaparar toda la atención. Le agradabas a todos. Eras una bebé muy bonita.

Al escuchar la nostalgia en su voz, la cazadora fue consciente de que se había perdido en el pasado otra vez. Porque de pronto, lucía demasiado concentrado en sostener la diminuta manita de la bebé como si esta le hiciera recordar algo.

—Realmente estoy aquí, papá —dijo, provocando que la mirada del mayor se concentrara en ella otra vez— Puedes verme, tocarme, oírme... No tienes que actuar como si fuera a desaparecer en cualquiera momento ¿Cuál es la preocupación?

Lo vió tragar grueso, apartando su vista hacia el suelo mientras decía:

—Supongo que aún no me acostumbro. Perderte me destruyó, cariño. Y aunque tenerte de nuevo es el mejor regalo que el universo me ha dado... no es nada fácil afrontarlo sin pensar en la posibilidad de que algo te arrancará de mi lado otra vez.

Ella se relajó en su lugar, agachando la mirada tristemente. No tenía hijos, pero se imaginaba la angustia de Isaac al pensar que alguien amenazaba con llevarse a Aimee lejos de él, y eso la hizo estremecerse de miedo.

Además, nadie mejor que ella para saber lo mucho que es extrañar a otra persona que ya no está.

—No me iré a ningún lado ¿Sabes? —murmuró.

—Eso espero.

Ambos miraron nuevamente a la bebé, quien había encontrado entretenimiento enredando los mechones de cabello oscuro con sus manitas.

—Isaac está haciendo un gran trabajo.

—Es un gran padre —Allison habló con orgullo— Pero sigo sin entender ¿Para qué los druidas la querrían si ya el mal está hecho? Es una niña, no creo que pueda representar ningún peligro.

—Una niña con un poder inmenso... y ambos ya sabemos lo que termina siendo eso en este mundo. Nunca es seguro en quien confiar a estas alturas.

—Menos mal que Scott aceptó ayudarle.

—Y hablando de él... —continuó su padre— ¿Vosotros han tenido algún tipo de conversación sobre lo que quedó entre ustedes antes de... ya sabes?

—Sí —asintió— Hablamos, y tanto Scott como yo estamos bien. Simplemente nos dimos cuenta de que ya no nos vemos de la misma forma que antes. Él está enamorado de alguien más.

—Lo sé. Pero ese chico ya tiene a Melissa para que le tire de las orejas si hace falta. De quien estoy preocupado ahora es de tí.

Allison rió.

—Estoy bien, si eso te hace sentir más tranquilo.

—De hecho, me gustaría saber qué te hizo cambiar —preguntó con curiosidad— Despertaste y has visto como el paso de seis años se materializa delante de tus narices, alejando los últimos recuerdos que tienes con todos nosotros. Entiendo que lo tomaras con calma cariño, pero ¿Qué te hizo ver las cosas de otra forma?

Con un leve encogimiento de hombros, Allison le dió a entender que ni siquiera ella misma sabía qué estaba sucediendo dentro de su corazón en esos momentos. Era como tener un huracán de emociones, la mayoría de estas dormidas en alguna parte.

Otra risita se escuchó de fondo, esta vez infantil.

—Mira nada más, encontré la respuesta —ella llevó sus labios a la frente de la niña, y los mantuvo allí por unos segundos—. ¿Sabes, papá? —Allison lo miró— Realmente nunca pensé que una persona tan pequeña pudiera enamorarme tanto. Ella es toda la diferencia que necesito para entender que, independientemente de mí, la vida continuó su rumbo.

Argent asintió, comprendiendo lo que esto quería decir. Antes se había sentido orgulloso de que la visión de su hija siempre hubiera sido tan clara, pero ahora lo sabía, Allison era mucho más sabia de lo que ninguno de los suyos jamás sería. Ella veía al mundo como era, y sin embargo, no se lamentaba por lo que pudo o no ser, sino que lo aceptaba con todo y sus cambios.

En ese momento, una figura se materializó delante de la puerta. Tenía el cabello rubio algo alborotado, y por su aspecto, parecía tan exhausto como si Melissa lo hubiera obligado a recorrer el mercado con ella encima del carrito.

Isaac sonrió hacia los Argent, provocando que Allison se sonrojara ligeramente, y Aimee comenzó a dar saltitos a la vez que hacía gestos con sus pequeñas manitas para que fuera a por ella.

—¿Quién es ese que ha llegado, Aim? —preguntó la cazadora en un tono emocionado— Es papá. Dile hola a papá, vamos.

Y para sorpresa de todos, Aimee lo hizo:

—Pa- pa.

Fue como si de repente hubiera caído un cometa del cielo. Los tres adultos se quedaron congelados por un corto período de tiempo, anonadados, para luego comenzar a reír como locos.

—¡Lo ha dicho! ¡Ha dicho papá! —Isaac no cabía en su felicidad, yendo rápidamente hacia las dos chicas y alzando a la menor en sus brazos.

—Con cuidado, Isaac. Vas a asustarla—resaltó la pelinegra, todavía sin alejarse demasiado.

—¡Mi hija dijo su primera palabra! —repitió por tercera vez, como si aún no se lo pudiera creer. Allison negó, sorprendida de que a Aimee todavía le pareciera gracioso el súbito arrebato de su padre.

El apellidado Lahey las abarcó a ambas en un abrazo y pensó desde lo más profundo de sí, con lágrimas en los ojos, que Michelle sería muy feliz si hubiera estado allí para compartir ese momento con ellos. Quizás hubiera conocido a sus amigos, y se habría vuelto una más del grupo, porque valentía y coraje nunca le faltaron. No obstante, tenía la certeza de que donde quiera que estuviese, estaba velando por su hija de la misma forma que ellos en la Tierra lo hacían.

Por otro lado, Argent se fue desplazando silenciosamente hacia el umbral y se quedó mirándolos con ternura. Aquello era una perfecta panorámica familiar si se ponía a pensarlo, y de haber tenido su teléfono móvil, probablemente les habría sacado una foto para guardarla en un álbum.

No lo aceptaría en alto, pero algo en su interior estaba ansioso por saber en qué acabaría todo eso.

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—¡Estaba en el refrigerador! Obviamente lo tomaste tú. Sueles comerte todo lo que tocas.

Malia entornó los ojos mientras hojeaba una revista que había encontrado encima del sofá.

—Por última vez, Peter. Yo no me tomé tu yogurt dietético.

—¡De arándanos y moras! —el aludido la señaló con un dedo acusador— Te advierto niña de que si averiguo quien fue, aquí correrá la sangre.

—¿Vas a matarme como a tu sobrina?

El ex alfa puso cara de pocos amigos, como si estuviera pensando exactamente lo que ella en ese instante «Eso fue un golpe bajo».

Acto seguido, procuró endulzar su voz lo más que pudo y se sentó a su lado.

—Sé que fuiste tú. Puedes decirlo cariño, prometo que no te castigaré tan fuerte.

—¡Ya te dije que yo no fui!

—Si están hablando del yogurt que había en la puerta del frigorífico, lo tomé yo —Derek fue bajando las escaleras con tanta paciencia como el mar en calma, al tiempo que a Peter parecía reventarle un volcán por dentro.

Sin embargo, no dejó que la ira lo dominara. La Dra. Fletcher —la vieja amargada que tenía por psicóloga— aseguraba que esos eran los más propensos a hacerlo decaer de nuevo. Así que en lugar de formar un berrinche, se levantó poniendo su mejor cara de indignación, y caminó hacia la cocina a prepararse algo más.

—¿Es que acaso nadie me considera en este cuchitril de cuarta planta? —pronunció antes de desaparecer por la puerta.

—Perdiste ese derecho hace mucho tiempo —dijo Derek.

—¡Vete a la mierda!

De un tirón, Malia dejó que la revista cayera donde antes había estado, de todas formas no le gustaba ver a tantas modelos anoréxicas desfilando trajes raros o multicolores.

—Me voy —anunció, y automáticamente el entrecejo de Derek se arrugó.

—¿A dónde?

—¿Vais a ponerme un rastreador ahora? —dijo a modo de protesta, pero luego suavizó su actitud— A reunirme con los chicos en la veterinaria. Stiles dijo que las muertes están en aumento y que hay un ejército de sombras que se está reuniendo en Beacon Hills. Scott asume que Lucas es quien los está dirigiendo en contra de nosotros, así que decidimos ir tras las espaldas de Lahey para ver a Deaton.

—Un plan muy elaborado —respondió el pelinegro. Malia pensó que lo decía a modo de broma, pero no había ni una gota de sarcasmo en su voz— ¿Qué hay del bebé?

—Nadie sabe que está escondida en la casa de los McCall. Así que estará bien... o eso espero.

—No pareces muy segura.

La castaña suspiró, volteándose antes de llegar a la puerta.

—Confío en la manada y confío en mi alfa. Sé que hará lo que esté en sus manos para que ninguno de nosotros salga lastimado.

Malia pensó sobre la noche en la que Stiles la llevó a la casa de los McCall, en la preocupación en los ojos de su líder cuando la vio despertar. Había estado velando por ella desde que perdió sus poderes, no solo por ser una más de su equipo, sino porque la seguridad de todos significaba más para él que cualquier otra cosa.

Y quizás eso podía ser un problema.

Al atardecer, cuando el Sol ya se estaba ocultando tras el horizonte de California, ella lo encontró bajando de su moto cuando aparcó el auto delante de la clínica veterinaria. Llevaba puesta una sudadera blanca, cubierta por su chaqueta de mezclilla oscura y el cabello mojado, probablemente porque había tomado una ducha antes de venir.

—Hey ¿Cómo te sientes? —le preguntó, y ella solo resopló a modo de respuesta.

—Adolorida después de la paliza que me diste ayer.

—Querías que luchara en serio.

—Si, pero... ejem... tampoco era para que me dejaras hecha trizas —se quejó— En serio, tengo un moretón en la espalda baja que me duele horrores.

—¿Dónde? ¿Aquí? —preguntó con preocupación, llevando su mano hacia la zona que ella había mencionado y provocando que la mujer coyote pegara un brinco por el súbito contacto de sus dedos sobre la tela de su blusa.

—Si, si. Ahí mismo. Pero no toques —advirtió— No me gusta que me toquen.

El alfa alzó ambas cejas, confundido por su humor, pero para nada impresionado. Era de esperarse que Malia siendo Malia actuara así de nerviosa luego de su último encuentro. Cosa que si ella hubiera sabido que estaba pensando le habría hecho estamparle el puño en las costillas.

Ni que él no supiera por qué actuaba de esa forma.

—Lydia y Stiles nos deben estar esperando adentro, vamos.

Pero cuando pasaron al interior, se quedaron algo extrañados al ver a sus amigos con una expresión larga y pálida en sus caras. El de apellido Stilinski tenía los brazos cruzados sobre el pecho, y la banshee se mantenía sentada en una silla, mirando el suelo con el cabello tan brillante como si estuviera tejido de hilos de seda.

Al frente estaban dos personas: Deaton —quien suspiró al verlos llegar— y otro hombre que ninguno de ellos conocía.

La mujer notó que su cabeza estaba cubierta por una boina, y este llevaba un abrigo hecho de algodón, como el que llevan los ancianos en las fiestas navideñas.

—¿Qué está pasando? —se atrevió a preguntar Scott, pero ella tenía otra interrogante preparada:

—¿Quien es usted?

No podía decir que odiaba ser directa, porque esa era una de las cualidades (o defectos) de los que más orgullosa se sentía. Pero en ese instante, eso solo hizo que el silencio dentro de aquel sitio fuera más incómodo.

El afroamericano fue quien carraspeó por lo bajo, dirigiéndose a los jóvenes:

—Él es Alaric Northan, un viejo amigo mío.

—Y un druida —pronunció Stiles con voz ruda, demostrando que estaba molesto.

Ninguno de ellos podía reprenderlo la verdad, su confianza se había visto traicionada por una de las personas a las que habría seguido con los ojos cerrados. Scott, sobretodo, estaba muy furioso. Sus facciones se habían endurecido y sus ojos cafés eran como el filo de una navaja. Malia nunca los había visto brillando con tanta ira.

—Confiamos en ti —espetó— Dijiste que no le contarías a nadie. Lo prometiste.

—Scott, no es lo que piensas...

—¿Entonces qué debo pensar? Ni siquiera conocemos a esta persona, no podemos saber si va a traicionarnos.

Stiles se posicionó al lado de su mejor amigo, dispuesto a actuar en caso de que perdiera el control.

El desconocido se aclaró la voz:

—No vine para buscar problemas. Estoy aquí en son de paz.

—Por favor, solo déjenlo hablar —insistió el veterinario.

Con lentitud, Lydia se levantó de su asiento y caminó hasta quedar delante de sus amigos. A diferencia de ellos, lucía bastante tranquila.

—Vamos a oír lo que tiene para decirnos —les dijo— No perdemos nada si lo hacemos.

Al escuchar la seguridad en su voz, los miembros de la manada que estaban presentes parecieron dudar, pero seguidamente relajaron la tensión de sus hombros. El silencio fue absoluto, ninguno de ellos dijo nada mientras Alaric Northan daba un paso al frente y miraba con fijeza a cada uno.

—Nos hemos dado cuenta de que el Ejército de las Sombras ha aumentado demasiado su número en un tiempo bastante corto. Por lo que matar a la bebé ahora no serviría de nada.

Scott se tensó ante la mención de la hija de su amigo.

—¿Qué es lo que propone entonces?

—Unirnos para luchar contra el Nigromante.

—¿Cómo? —fue Lydia esta vez quién preguntó— Hemos averiguado sobre todo. Esta criatura es inalcanzable, ni siquiera sabemos quién es realmente.

—Pero lo sabremos. En algún momento tendrá que abandonar las sombras para hacernos saber qué es lo que quiere y ahí será el momento.

—Y... ¿Qué tenemos que hacer para vencerlo? —Stiles cuestionó, haciendo que la atención del druida se concentrara en él.

—La única forma de eliminarlo es matando a este con una daga que tenga una gota de sangre de la niña.

—Pero al hacerlo... —Deaton apoyó sus manos sobre la camilla de metal—, todas las sombras desaparecerán.

La banshee tragó en seco, entreabriendo los labios como si quisiera aspirar todo el aire de la clínica.

Ella intercambió miradas con sus amigos, descubriendo la misma angustia en los ojos de cada uno cuando escucharon las últimas palabras del druida.

—Incluida Allison.









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Otra actualización para que vean que no me olvido.

😍😍😍

❪ ❥ capítulo dedicado a aristxr

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