16. DIECISÉIS
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—Aproximadamente otras dieciséis personas han muerto en los últimos tres días. Sin contar las veinte de la semana pasada —Stiles dejó un papel encima de la mesa ratona del salón— Bien podríamos decir que la funeraria de Beacon Hills nunca se ha visto tan llena de trabajo.
Lydia miró con fijeza la superficie blanca de los documentos que había traído del hospital, sintiéndose impotente de alguna forma. Una semana y cinco días ya habían pasado y continuaban sin tener ningún avance.
Justo detrás de ella, Malia se encontraba apoyada con sus codos en el respaldo del sofá, mirándola como si esperara que fuera a decir algo. Sin embargo, fue Scott quien habló desde el otro extremo de la habitación.
—Uno de ellos fue la esposa del entrenador Finstock —dijo, sin separar sus ojos del suelo. Ninguno de sus amigos lo veía directamente, pero podían jurar que su expresión era sombría— Al parecer, murió apenas unos días después de recuperar a su hermana muerta... ¿No se les hace tan curioso que las personas fallecidas siempre tienen algún tipo de parentesco con las sombras?
—Es la única manera que tiene la muerte para recuperar sus almas perdidas. —agregó la de apellido Martin, echando su cabeza hacia atrás para apoyarla sobre los brazos de la mujer coyote— les quita algo a las que se marcharon, como precio de su desobediencia.
—¿Y qué hay sobre Allison?
Lydia frunció el entrecejo:
—¿Qué sobre ella?
—Volvió de la muerte ¿Argent no debería haber recibido alguna llamada sobre un supuesto pariente que murió?
—A menos que sea él —murmuró Malia, provocando que los tres se quedaran mirándola con horror— Es una posibilidad ¿Sabían?
Scott apretó los ojos y luego sacudió la cabeza como si deseara espantar la molestia que se había quedado en ella.
Se suponía que esa tarde debía llamar a Annie y preguntarle cómo iba todo por St. Davis. Sus ausencias se iban acumulando cada día más, y a ese paso, probablemente tendría que repetir el año.
¿Llegaría el momento donde podría pasar un semestre sin complicaciones?
—Tenemos que buscar a Deaton —oyó decir a Stiles— Aunque Isaac se niegue, es el único que puede ayudarnos.
—Entonces sabrás que él no puede estar enterado de esto —advirtió— como quiera que sea, es la vida de su hija la que está en peligro y no está dispuesto a correr ningún riesgo. Sobretodo no después de lo que los druidas le hicieron a la madre de Aimee. Es algo por lo que todavía se culpa.
—Allison tampoco puede saber —Lydia los miró a ambos, levantándose del sofá como un resorte— Se ha encariñado mucho con la bebé y no creo que esté de acuerdo en ocultarle algo así a Isaac.
—Entonces todos estamos de acuerdo en no decirles nada. Asunto resuelto —concluyó Malia, y justo cuando estuvo a punto de desviar sus pasos hacia la puerta para salir, el tono de llamada de su móvil la detuvo.
Scott intentó agudizar su vista hacia la pantalla cuando la vio quedarse momentáneamente congelada, tan solo alcanzando a ver que se trataba de un número desconocido. Lo cual lo hizo sospechar de quién podría ser.
—Vuelvo en un minuto —murmuró la castaña, dirigiéndose hacia el porche.
Estando allí, se aseguró de que nadie más la hubiera seguido, tomó una profunda respiración y presionó en el ícono para contestar.
—¿Lucas?
—¿Cómo supiste que era yo? —su voz sonaba insegura, pero sin perder ni una pizca de seriedad.
—No lo sé. Intuición quizás —ella respondió, escuchándolo carraspear desde el otro lado de la línea.
—Muy bien, tengo una propuesta que hacerte.
—¿Cual?
—No puede ser por teléfono —la interrumpió— Encuéntrame esta noche junto al Nemeton. Allí hablaremos.
—¿Y quién me asegura que no será una trampa?
—Tendrás que confiar en mí —hubo un corto silencio, que se prolongó lo suficiente para que él liberara una pequeña risa— Vamos Malia, hazlo por los viejos tiempos. Además, lo que quería de tí ya lo obtuve ¿Para qué perdería mi tiempo pidiendo verte?
«Para chantajear a mi manada, quizás» pensó ella por dentro, pero no dijo nada. Su mente se estaba debatiendo entre la inseguridad de no creerle o la posibilidad de ir y enfrentar lo que sea que tuviera para decirle.
Puede que todo fuera una trampa, o puede que no. No lo sabría hasta estar delante de él.
—Vale —contestó.
—Te veo allí entonces —se despidió Lucas, agregando segundos antes de colgar— No llegues tarde, vieja amiga.
Malia guardó el móvil en su bolsillo, sintiendo que un vacío asfixiante comenzaba a presionar su estómago. Una vez más, no tenía idea de si acababa de cometer otra de sus increíbles metidas de pata, pero quizás el destino le estaba dando un nuevo chance para hacer cambiar la visión de Lucas Gallardi. Y ella iba a tomarlo porque sabía que era lo correcto.
Dando un giro sobre sus pies, la castaña se estremeció de pies a cabeza cuando vió quien la esperaba a sus espaldas.
—¡Por Dios, Scott! Esto es demasiado —exclamó sobresaltada, llevándose una mano al pecho para controlar los latidos de su corazón— Tienes que dejar de perseguirme a todos lados como si fueras un maldito acosador.
—Si tuviera la certeza de que puedes cuidarte por tí misma dejaría de hacerlo, pero no es el caso —espetó este, su entrecejo frunciéndose con cierta molestia— No perderé mi tiempo preguntando con quién hablabas, puesto que escuché todo...
—Eso se llama invasión a la privacidad ¿Te lo han dicho?
—Lo que significa que iré contigo —continuó diciendo, ignorando por completo lo que decía y causando que ella negara rotundamente.
—Ni hablar.
—Lucas no te dió ninguna advertencia sobre no llevar a nadie más contigo. Lo que significa que claramente espera que lo haga. Sabe que no te dejaría ir por ti misma al bosque.
—Precisamente por eso no vas a ir —ella dió un paso al frente, sosteniendo su mirada con completa seriedad— Lucas quiere tus poderes. Si vienes conmigo, probablemente intente atacarte otra vez.
—Bueno, tampoco voy a permitir que vayas sola.
Malia resopló, aquella se había convertido en otra discusión de las que últimamente se montaban por casi cualquier cosa. Y es que desde que habían vuelto a poner un pie en Beacon Hills, no hacían más que discrepar por todo. Estaba exhausta de eso.
Un profundo suspiro se abrió paso por su garganta, y Malia sintió que se cuerpo se sentía pesado. Otra de las desventajas de ser humana es que se cansaba demasiado rápido.
—Detesto pelear contigo —dijo, dejando sus hombros caer— Así que vale, puedes ir conmigo.
—¿Sucede algo más que no me estás contando?
«Probablemente que te extraño más de lo que mi orgullo se permitiría aceptar» pensó, pero en lugar de decir nada para darle menor importancia, prefirió mantenerse callada.
En ese momento, el auto del sheriff aparcó delante y ambos se voltearon para verlo llegar a casa, saludándolos con una sonrisa amarga.
—Hola chicos ¿Cómo van con la búsqueda del Nigromante?
Scott y Malia de miraron entre ellos, sin saber qué decir.
—Pues, la verdad es que no tan avanzada como esperábamos.
Noah Stilinski asintió, algo en su rostro denotando cierta decepción.
—Más personas han estado muriendo —murmuró— Yo solo... esperaba que ustedes pudieran tener una idea de lo que está sucediendo.
—Estamos trabajando en ello, sheriff.
De repente, la expresión del mayor pareció iluminarse cuando vió a su hijo aparecer por la puerta, acompañado de una cabellera rubio fresa.
—¡Lydia! —exclamó y la banshee se acercó para saludarlo con un abrazo que este correspondió— Ni siquiera he tenido tiempo de saludarte con todo este lío ¿Cómo marcha todo con la universidad?
—Bastante bien, Noah —ella le regaló una cálida sonrisa. El sheriff le apretó el hombro con cariño.
—Tengo una idea ¿Por qué no vienes a cenar y así me cuentas con más detalles? Quiero saberlo absolutamente todo.
La cara de Stiles era un poema en esos momentos mientras le hacía señas a su padre desde atrás para que no siguiera metiendo la pata. Pero el sheriff lo ignoraba olímpicamente.
—Bueno, supongo que una cena estaría bien —respondió Lydia, aunque se notaba que estaba algo incómoda con todo eso, y también sus amigos.
Pero Stiles... Stiles estaba pensando en cómo rayos sobreviviría a esa noche. Al mismo tiempo que ideaba un plan para matar a su padre sin necesidad de ir a pedírselo personalmente al Nigromante.
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—¡Esto es abuso físico contra tu propia descendencia! —se quejó Malia, cuando cuatro horas después se encontraba en medio del bosque, entrenando con su primo mientras Peter Hale los evaluaba de lejos.
Sus pies ya le dolían un montón, también los brazos, y el mal humor que últimamente se cargaba iba subiendo sus grados a medida que le daban paliza tras paliza.
¡Era obvio que le ganarían todas y cada una de las veces que pelearan! Ellos eran más rápidos y más fuertes. A su lado, ella se encontraba en completa desventaja, y ni siquiera convirtiéndose en un coyote samurái sería capaz de superarlos.
Peter alzó ambas cejas, simulando estar impresionado mientras trasteaba en su celular.
—Yo veo que vas bastante bien.
—¡Eso dijiste de las últimas cuatro veces!
—Y has mejorado bastante desde entonces. Principalmente en tu habilidad de besar el piso.
Enojada, estresada y cansada, la castaña estuvo a punto de protestar cuando un golpe seco de Derek la hizo echarse para atrás en un intento por salir ilesa. Luego esquivó todos los que pudo, y trató de hacer lo mismo con él, pero solo consiguió caer de culo al suelo nuevamente.
—Y... esos son cinco para Derek y cero para tí —resaltó el mayor, haciéndola gruñir por lo bajo.
El hijo de Thalia extendió una mano para ayudarla a levantarse y ella la aceptó.
—Quizás para la próxima puedas trabajar más con tus reflejos, están...
—Oxidados —masculló, entornando los ojos— Sí, ya me lo han dicho. No tienes que repetirlo.
—Vas a mejorar, Malia.
Ella pensó que quizás lo había dicho como una frase de consuelo para darle ánimos, porque de lo contrario veía muy perdida la posibilidad de que pudiera enfrentarse ante cualquier ser sobrenatural. Aunque si iba a ayudarlos dentro de aquella guerra, más le valía ponerse las pilas y dejar de quejarse tanto.
—¡Maravilloso! —exclamó Peter de repente— Ha llegado la caballería.
Cuando Derek y Malia se voltearon hacia el sendero que el mayor estaba señalando, vieron a las dos figuras que se acercaban. Una un poco más alta que la otra, de piel aceitunada. Mientras que la segunda tenía una abundante melena oscura como la noche.
Scott y Allison.
A la chica coyote se le revolvió el estómago de verlos allí, una sensación que no llegó a ser tan fuerte como la cara de asombro que pusieron su padre y primo cuando vieron a la joven Argent viva.
—Allison —la voz de Derek sonaba entrecortada e impresionada, todo a la vez— ¿Estás...?
—Si. Lo estoy —ella sonrió, apoyándose en su brazo para terminar de subir la empinada colina— Me alegro de verte también.
—Debes ser una de las sombras que trajo de vuelta el Nigromante —supuso Peter sin mucha convicción— Vuelvo y repito ¿Será que alguien puede permanecer muerto en este pueblo?
Su hija resopló:
—¿Realmente quieres que te demos una respuesta?
—No. Quiero que entrenes —advirtió, girándose esta vez hacia el apellidado McCall— Toda tuya, Scotty. A ver si consigues que deje de renfunfuñar.
El aludido puso sus ojos sobre la castaña, a tiempo para verla entornar los suyos con fastidio. Llevaba entrenando toda la mañana y el día anterior, sin mucho tiempo para descansar.
—Quizás sea hora de dejarla tomar un respiro —intervino Allison— Malia lleva demasiado tiempo peleando.
—Pero si quiere sobrevivir siendo una chica ordinaria necesita despertar sus sentidos para la lucha. Cada segundo es importante.
—Sigo aquí ¿Sabían? —la castaña alzó una mano, llamando la atención del hombre lobo y la cazadora— ¿Qué pasa, Scott? No me digas que te da miedo luchar conmigo ahora.
—No es eso. Yo solo...
No pudo terminar lo que estuvo apunto de decir, porque ella ya lo había empujado con fuerza. Alzando su mentón en señal de desafío mientras sonreía con sorna hacia él.
—Golpéame —apremió, alzando los puños a la altura de la cara.
Scott cruzó ambos brazos sobre el pecho.
—Puedo hacerte daño —le dijo seriamente, pero eso solo logró que la sonrisa de Malia se extendiera mucho más.
—Yo creo que no —el alfa bufó, relajando un poco su postura.
—Si acabas mordiendo el suelo no quiero oír tus quejas.
Comenzó siendo solo un par de golpes, los cuales la chica logró esquivar y frenar con éxito, luego todo se volvió mucho más rudo. Ella arremetía contra él de forma que parecía querer arrancarle la cabeza, pero el alfa era más rápido. Por lo que sabía perfectamente como reaccionar ante sus ataques.
Derek y Peter observaban la escena divertidos, imaginando lo que se avecinaba. Sin embargo, mientras más los veía Allison, más se daba cuenta de que había algo escondido allí.
En un momento, Malia llegó a ser mucho más ágil y aplicó una llave que le habían enseñado, utilizando el peso y la altura de su oponente para derrotarlo.
Scott estaba ahora tendido sobre el césped, con la sandalia de Malia en su cuello. Pero cuando sus ojos se cruzaron a través del espacio que los separaba, logró ver un pequeño destello de suficiencia en las pupilas de la chica que consiguió sacarle una breve risa.
—¿Por qué te ríes? Te acabo de ganar —cuestionó la apellidada Tate con molestia.
—¿Lo hiciste? —antes de que ella pudiera reaccionar, Scott había dado una vuelta sobre sí mismo y la había volcado, dejándola atrapada entre su cuerpo y el césped.
Estando así, este le regaló una sonrisa victoriosa, provocando que ella volviera a resoplar.
—Eres un tramposo.
—Y tú tienes que practicar más —le indicó, poniéndose de pie y extendiendo su mano para ayudarla después.
Mientras escuchaba las bromas por parte de los Hale, Allison observó fijamente como ambos se miraban, al igual que si una chispa se hubiera escondido detrás de las pupilas de cada uno, hipnotizándolos.
Creía reconocer esa mirada. La había visto antes, la primera vez que se conocieron... pero ahora él se la dedicaba a otra persona.
Y la cazadora se descubrió a sí misma estando sorprendentemente de acuerdo con ello.
Ese era el resultado de avanzar... dejar ir aquello que ya no le pertenecía, sino a alguien más.
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Después de una borrachera de los mil demonios, aquí estoy para dejarles el primer capítulo del año.
😅
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