15. QUINCE
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Cuando Allison llegó a la casa de los McCall, se sorprendió mucho de encontrarlo todo sumido en un quieto silencio. Por lo que, al subir las escaleras lo primero que hizo fue ir hacia el cuarto donde Aimee jugaba tranquilamente en la cuna para asegurarse de que todo estuviera bien.
Un suspiro de alivio atravesó su garganta.
Ya hacía media hora que sus amigos se habían ido a ese pueblo del que Lydia les habló, pero ella había optado por quedarse.
Puede que Scott tuviera razón después de todo y realmente le temía a la idea de descubrir algo sobre su existencia que no le gustara. Pero Allison prefería mantenerse al margen hasta que pudiera volver a encontrar su fuerza.
Ella sonrió cuando la bebé se volteó hacia ella y comenzó a estirar las manitas para que la cargara.
—Te extrañé mucho. Ven aquí, ven aquí —le dijo en tono meloso, acercándose y sacándola de la cuna.
La pequeña rubia gorgoteó, pataleando con emoción mientras la cazadora la paseaba alrededor de la habitación, mirándolo todo mientras la arrullaba cantando una vieja nana francesa. Suponía que desde su llegada nadie la había sacado ni siquiera a mirar el Sol, lo cual era bastante triste, sus mejillas estaban tan pálidas.
—Apuesto a que hace días no sientes la luz del Sol en tu cara —murmuró, acomodándola mejor en su cintura— No me importa lo que digan, voy a sacarte de esta prisión.
Tuvo que asegurarse de que Melissa y Chris se habían quedado profundamente dormidos para enfundar a Aimee en un gran abrigo y llevarla a dar un paseo por los alrededores.
Parecía ser que desde hacía mucho tiempo los ojos azules de la niña no disfrutaban de una vista tan agradable como la de las calles de Beacon Hills, puesto que se maravillaba de cualquier cosa que veía pasar. Ya fuera un auto o niños jugando en el jardín de sus hogares.
La mañana a su vez, no era la más soleada de todas, pero había luz suficiente como para saber que no volvería a llover en lo que quedaba de día.
Allison la llevó a un pequeño parque, no muy lejos de casa. Le mostró todo como si ella realmente pudiera entender el tipo de lugar en el que estaban, y la mesió en uno de esos columpios para bebés donde Aimee no paró de reír ni un segundo. Arrancándole una sonrisa de dicha.
—Ahí vienes otra vez—le dijo, mientras la balanceaba de adelante hacia atrás. Acto seguido, volvió a alzarla en sus brazos cuando una ráfaga de aire fresco las golpeó, justo a tiempo para colocarle su gorrito.
Por un instante, se quedó observando la carita regordeta de Aimee. Impresionándose de que no hubiera llorado en ningún momento porque extrañara a su padre. Sino todo lo contrario, pues parecía muy a gusto compartiendo ese momento con ella.
Allison no recordaba la última vez que se había sentido tan en paz consigo misma, a pesar de no estarlo del todo. Ya ni siquiera pensaba en todo el asunto del Nigromante, ni en el por qué estaba allí. Mucho menos en la muchacha que todos los días veía en el espejo sin reconocerla.
—Ya no me siento sin esperanzas cuando estoy contigo —murmuró, esperando que ella pudiera entenderla de alguna forma.
Pero cuando abrió los ojos y miró a la bebé, esta estaba acurrucada en su pecho. Podía ver en su rostro que ella también lo sentía. Ella también se alegraba de estar allí con su sola compañía, como si fuera todo lo que necesitaba.
Y Allison, de repente, se sintió completa de nuevo. Sin toda esa oscuridad luchando en su interior para destruirla. Simplemente siendo solo eso... Allison Argent.
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Lydia se dedicó a analizar el lugar al que habían llegado, sintiendo que una sensación extraña recorría sus huesos dentro de su cuerpo, como electricidad. Pero de la peor forma posible.
Sus amigos salieron del auto después de que ella y Stiles rodearan el jeep, quedándose igual o más perturbados que ella.
Era como regresar a los días de la Cacería Salvaje, al pueblo de Canaan, donde todo parecía ser sacado de una historia de fantasmas. Sin embargo, tampoco podía decirse que Kendall Hills fuera del todo horripilante. Sí, las calles eran pobres y las edificaciones algo descuidadas, pero al menos habían personas viviendo allí.
La presencia de estos hacían que sus sentidos se relajaran. Porque, de alguna forma, sabía que nada malo podría ocurrir.
—¿Esta es la casa del anciano? —escuchó cómo una voz preguntaba a sus espaldas. Era Isaac— Pues está horrible.
Stiles y Scott intercambiaron miradas entre ellos, y no tuvieron nada más que hacer que darle la razón. Porque estaba en lo cierto.
La parte frontal era de color gris —o quizás de un color blanco que llevaba demasiado tiempo sin retocar—, pero estaba pelada. Las dos chimeneas que tenía lucían inestables, y el tejado parecía hundido. Las ventanas estaban colocadas de manera irregular, y la mayoría parecía como si no hubieran sido lavadas en años.
Malia tan solo se dedicó a mirar en silencio, sin opinar. Porque si lo hacía probablemente acabaría ofendiendo al inquilino que se acercaba. Ella nunca había visto una casa tan deprimente en su vida.
Lydia fue quien se acercó hacia el hombre. Este tenía cabello castaño, acumulado en una corta barba. Su edad rondaría por entre los cuarenta o cincuenta años.
—Hola ¿Puedo ayudarlos en algo? —saludó muy cortésmente, regalándoles una cordial sonrisa.
Algunos de los miembros de la manada se miraron entre ellos, como si estuvieran esperando a que alguien respondiera.
Lydia, como siempre, fue quien dió el primer paso.
—Mi nombre es Lydia Martin. La chica que habló con usted esta mañana —hizo una pausa— Mis amigos y yo estamos aquí porque realmente nos urge saber más sobre lo que sucedió en 1920, y usted dijo que podría contarnos de su bisabuelo, señor...
—Gruber —contestó este con un asentimiento— Mark Gruber. Y sí, mi abuelo me contó muchas cosas sobre aquel tiempo.
—¿Cree que haya algún inconveniente si nos pueda compartir un poco de esa historia?
—En lo absoluto. Venid, pueden pasar.
Isaac se aseguró de escanear la expresión de Scott antes de seguir a sus amigos, quien a su vez, lucía algo distante e inseguro. Como si el solo hecho de estar allí ya fuera algo extraño para él. Como si temiera que algo estuviera a punto de pasar.
Esa paranoia la había ganado gracias a su experiencia, y esta le estaba diciendo a gritos que siempre se mantuviera alerta, ya fuera en situaciones tan simples como esa.
Prevenir era mejor que luego lamentarse.
Uno a uno, todos se fueron acomodando en el pequeño salón, donde no pudieran evitar fijarse en lo que ya era obvio. El lugar parecía una caverna, estaba muy oscuro, y todo lucia en mal estado, desde la tapicería de las sillas, hasta la alfombra y las plantas.
Malia pasó un dedo por uno de los compartimentos de la estantería en la que se apoyó, descubriendo que estaba cubierto de polvo.
Incómoda, le dedicó una mirada de horror a Scott, recibiendo una respuesta a través de sus ojos: «Solo serán unos minutos».
El hombre preguntó si deseaban algo de beber, y cuando todos respondieron que no al unísono, se dejó caer sobre un viejo sillón que desprendió una inmensa nube de polvo.
—Mi bisabuelo acababa de regresar de la guerra por aquel entonces cuando todo ocurrió, y sus padres murieron a causa de la ola de muertes que comenzó a llevarse a la mayoría de los habitantes del pueblo —comenzó a contarles, recibiendo la completa atención de la manada— Al principio creyeron que se trataba de alguna enfermedad como la peste o la fiebre amarilla, solo que actuaba más rápidamente. Pero él sabía que no era así. Tantas personas muriendo a causa de ataques cardíacos no podía ser normal.
La de apellido Martin elevó un poco la cabeza, con expresión curiosa, tomándose las manos por encima de su falda.
—¿Él... supo de algo que podría estarlo causando?
—Hay algo, pero... —el Sr. Gruber negó— Olvídenlo, es demasiado loco.
—¿Qué? —insistió Stiles, y cuando el silencio se adueñó de la habitación, supo que había algo más detrás de aquella historia.
—¿Saben? Mi bisabuelo me contaba un montón de historias raras, y no dudo que la edad lo haya afectado lo bastante como para inventarse historias de ultratumba.
—Y cuando habla de ultratumba se refiere a...
—Él decía que a medida que mas personas iban muriendo, otras volvían en su lugar. Personas que antes habían estado muertas. —les dijo, liberando una risa graciosa después— Lo sé. Demasiado loco para creerle.
—Mark ¿Acaso tu abuelo te contó por qué sucedió esto? —se aventuró a preguntar Lydia después de unos segundos— Quizás ¿Algo que lo estuviese provocando?
El mayor se mantuvo pensativo por unos segundos, hasta que al fin, algo pareció llegar a su cabeza.
—Él mencionó algo sobre... una cosa llamada Nigromante —habló con voz dudosa— Dijo que debido a esta criatura los muertos se estaban alzando para perturbar la paz de los vivos.
—¿Y cómo lograron detenerlo?
—No pudieron. Alguien vino y robó el poder del Nigromante del pueblo. A causa de eso todos los muertos volvieron a desaparecer, pero los vivos no regresaron.
Stiles tragó grueso, haciendo un reconocimiento alrededor de todos los rostros que habían en el salón. La mayoría demasiado callados, a excepción de uno.
El chico de apellido Lahey se había quedado mirando un retrato en blanco y negro que estaba encima de una mesa, cerca de la ventana. Allí aparecía un hombre similarmente idéntico al que tenían delante, solo que este llevaba un uniforme de la armada estadounidense con varias medallas.
—¿Este es él? —preguntó curiosamente— Tu bisabuelo, me refiero.
—Sí, lo es.
—Luces bastante parecido... —murmuró.
Scott pudo intuir la interrogante que se estaba formando en la mente de su amigo. Por eso se acercó, y comprobó por él mismo la veracidad de sus palabras.
Isaac estaba en lo cierto, pero su entrecejo fruncido daba a demostrar que todavía no había salido por completo de su duda.
—¿Me puede decir la fecha de nacimiento de su bisabuelo?
Mark Gruber no tardó en responder:
—1901.
—Interesante porque... según mis cálculos, tu bisabuelo tendría 117 años en el momento de su muerte en 2018. Una edad bastante avanzada.
—¿Qué estás insinuando? —cuestionó el mayor, y tanto el alfa como su beta lograron notar que algo en su rostro estaba cambiando. Ya no parecía ser la persona cordial que los había recibido, sino otra mucho más oscura.
—¿Quién es usted en realidad? —dijo Scott, causando que todos se pusieran en pie.
Entonces, lo que menos esperaron sucedió.
El hombre se levantó bruscamente y con sus manos levantó la mesa hasta mandarla a volar. Lydia trastabilló sobre sus tacones, cayendo sobre los brazos de Stiles cuando este fue hacia ella para sostenerla.
Varios objetos de cristal se rompieron en miles de pedazos, que se esparcieron como lluvia sobre ellos.
—¡Malia! —la banshee gritó al ver que la mujer coyote se había llevado la peor parte, pero esta se quitó los vidrios de las piernas como si no fueran nada. El dolor era insoportable, pero no podía darle esa satisfacción.
Lo más importante era encargarse del impostor que tenían delante, y que claramente ya se iban haciendo una idea de qué rayos era.
—¿Sabéis vosotros que es lo mejor de ser una sombra? —una sonrisa malévola se coló por entre los labios de Mark Gruber— Que también tenemos algo de lo sobrenatural en nosotros.
—Scott... —la voz de Stiles sonó entrecortada cuando miró por la ventana— Los vecinos nos están rodeando de una forma muy extraña.
El alfa se enderezó, gruñendo por lo bajo. Tanto él, como Isaac y Malia miraron amenazantes hacia el hombre.
—Usted no es nieto de Mark Gruber I ¿No es así? —interrogó el beta, siendo seguido por la rubia fresa.
—No, no es su nieto. Él es el verdadero Mark Gruber, que murió en 1920 junto a los demás habitantes del pueblo.
El mencionado volvió a asentir.
—Chica lista.
De repente, se empezaron a escuchar golpes sobre la madera, y cuando menos lo esperaron la puerta cayó ante sus pies. Varias personas pasaron al interior, sosteniendo objetos en sus manos entre cuchillos, mazos y armas de fuego.
Todos fueron conscientes entonces de lo que eso significaba.
Aquel era otro pueblo lleno de fantasmas.
—No dejaremos que interfieran en los planes del Nigromante —masculló Mark, sacando una escopeta de debajo de su silla— Ya hemos estado muertos por mucho tiempo.
Cargó el arma con una rapidez sorprendente, y para cuando los demás se dieron cuenta, ya él había disparado. La bala rebotó contra la pared, y rozó el brazo del chico Lahey en el proceso.
—¡Isaac! —Scott alzó la voz, al tiempo que era rodeado por un grupo, y automáticamente sus ojos brillaron con un color rojo sangre. Un rugido ensordecedor atravesó su garganta, dándoles la señal a sus amigos para que comenzaran a pelear.
El rubio fue contra Gruber, arrebatándole la escopeta de un solo golpe, mientras Malia intentaba proteger a Lydia con su cuerpo, sirviéndole de escudo a la vez que intentaba poner en práctica sus habilidades como humana. Las gotas de sudor corrían por su frente, pero ella no se amedrentaba ante ninguno, e incluso cuando hicieron el intento de rodearla, esta recibió ayuda del alfa. Quien rápidamente embistió con toda su fuerza sobre sus atacantes.
Al mismo tiempo, mientras veía a sus amigos enfrentarse al enemigo valiéndose de sus poderes sobrenaturales, el apellidado Stilinski se preguntó qué podría hacer en ese momento donde se maldecía internamente por haber sido tan malo en las clases de lucha cuerpo a cuerpo de la academia de Quantico. Pero cuando algunas de las sombras comenzaron a acercarse con sus armas de fuego a sus amigos, no le quedó de otra que alzar su pistola y comenzar a disparar.
Todos ellos estaban muertos desde hacía años después de todo, y la manada de Beacon Hills no se dejaría vencer tan fácilmente, menos ahora que estaban más juntos que nunca.
—Tenemos que salir de aquí —la banshee tragó grueso, poniéndose en pie rápidamente y advirtiéndole a Malia de que se cubriera los oídos.
Ella volvió a sentir ese familiar cosquilleo en su garganta, y esta vez, no fue un grito normal lo que dejó su boca, sino un sonido alto, horrible y escalofriante. Ese que sus amigos no habían escuchado en mucho tiempo, pero que igualmente provocó la misma sensación de miedo e impresión en ellos.
Algunas de las sombras salieron suspendidas por las ventanas y las puertas, con sus orejas sangrando debido al impacto de su voz.
—¡A los vehículos! ¡Apresúrense! —gritó Scott, tomando a su mejor amigo por el cuello de la camisa para arrastrarlo con él hacia el jeep.
El cabello de Lydia se movió violentamente con el viento cuando corrió hacia el Camaro de Argent y se sentó en el asiento del copiloto con Isaac al volante.
De un salto, Malia se agarró de la puerta y se metió por la ventana como pudo, cayendo encima de Stiles y causando que al humano casi le diera un ataque cardíaco.
—¡Cuidado con la pintura que es nuevaaaaa! —chilló justo en el momento que su mejor amigo puso un pie en el acelerador y el vehículo salió disparado por la carretera.
La mujer coyote suspiró, girándose de a poco en los asientos traseros para ver como aún algunas de las personas del pueblo corrían detrás del auto, sin éxito. ¿Tantas ganas tenían de matarlos como para eso?
Sus ojos se encontraron con los de su líder a través del espejo retrovisor, y este se comunicó con ella mediante su expresión, que le preguntaba sin necesidad de palabras si se encontraba bien.
Malia asintió.
—Esos animales han destrozado el capó —se quejó el de apellido Stilinski, con el corazón a punto de salirse de su pecho.
Al mismo tiempo, el auto de Argent pasó por su lado, desde donde sus amigos se asomaron por la ventana y les dedicaron una mirada de alivio.
Habían alcanzado a escapar todos... apenas. No sabiendo si esa sería la última vez en la que se enfrentaran al ejército de las sombras.
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Eran ya las ocho en punto de la noche cuando ambos pusieron un pie sobre el felpudo de la casa McCall, acabando en la muerte de Scott sobre el sofá del salón sin siquiera probar la cena que Melissa había preparado, simplemente porque no les sobraba energía para nada más.
Aún exhausto, lo primero que hizo Isaac apenas cruzó la puerta de la entrada fue subir a su habitación para ver cómo se encontraba su hija. Quedándose sorprendido por la imagen que encontró delante de sus ojos al pasar al interior del cuarto.
Allí estaban las dos. Allison y Aimee, durmiendo pacíficamente en su cama. Esta primera cubriendo con su cuerpo a la pequeña, al igual que un escudo para protegerla del mundo.
Una corta sonrisa se dibujó en el rostro del rubio, admirando lo bonito de la escena, y sintiéndose culpable de ser él quien llegara para perturbarla.
Suavemente, se inclinó para tomar a la bebé en brazos, lo que causó que por instinto o reflejo la cazadora despertara con un estremecimiento. Moviéndose al creer que alguien había llegado para llevarla lejos de ella.
No obstante, al ver el rostro de Isaac ser iluminado por la claridad que entraba por la ventana, algo dentro de ella se relajó.
—Hola. —sonrió con timidez, y él hizo lo mismo.
—Hey —ambos se miraron mutuamente por unos segundos, hasta que sus ojos azules volvieron a posarse en su hija— Podrías haberla dejado en la cuna.
Allison agachó la cabeza y observó a Aimee dormir. Liberando uno que otro suspiro de vez en vez.
—Yo solo... tenía miedo de alejarme y que se sintiera sola.
Isaac le regaló una media sonrisa, queriendo demostrar que comprendía bien sus palabras, y luego llevó a la bebé hacia la cuna que Argent había comprado.
La pelinegra se quedó sentada en su lugar, viendo cómo el chico arropaba tiernamente a la pequeña, cuyo rostro durmiente la hacía lucir como una muñeca de porcelana, tan linda que era imposible no sentir como su corazón se ablandaba solo por eso.
Entonces, en un intento por romper el silencio, Allison se aclaró la garganta para preguntar:
—¿Cómo les fue en el pueblo?
De más estaba decir que la expresión del hombre lobo le dijo todo:
—Catastrófico.
Él se sentó a su lado en la cama y comenzó a contarle todo lo que había sucedido cuando estuvieron en Kendall Hills, como casi mueren aplastados por una mesa, o asfixiados por un ejército de muertos vivientes que deseaban aniquilarlos a todos.
En ningún momento la cazadora dejó de tener aquella expresión entristecida que comenzaba a causar cierta angustia en el pecho de Isaac. Haciéndole preguntarse por qué era así, hasta que ella le dijo con voz rota:
—Lo siento tanto, Isaac.
Este frunció el entrecejo con confusión, mirándola directamente bajo la poca luz que entraba en la habitación.
—¿Por qué te disculpas? Todos regresamos de una pieza y a salvo.
—Si yo no hubiera regresado, las personas no estarían muriendo —ella lo interrumpió— Niños no estarían perdiendo a sus padres, ni ancianos estarían conmocionados por ver partir a sus hijos antes que ellos.
Así que de eso se trata todo, pensó él interiormente, y la verdad, es que no le gustaba verla así. Tan deprimida y frágil. No lucía como la chica que él conocía de cuando era joven.
Aquella chica era intrépida, de una de belleza imperial, y que tenía agallas. Pero sobretodo, nunca se dejaba vencer por ninguna sensación negativa. Ahora, sin embargo, parecía que esta se había apagado.
—Allison, nada de lo que está sucediendo es debido a tí. Tu solo has sido otra víctima más. Lydia ya lo dijo.
—No, no lo soy —ella suspiró, con su mirada perdida en algún punto del paisaje detrás del ventanal— Siento que cuanto más estoy aquí, más recuerdo de dónde vengo, y eso me hace pensar en que quizás ya no soy la chica a quien solían conocer.
Por unos segundos, el silencio reinó, y Isaac pudo sentir cómo un espacio vacío y frío la separaba del mundo. Incluso de él, que estaba a solo unos centímetros.
Los ojos oscuros de la cazadora estaban ahora cristalizados, pero ella se secó las lágrimas con brusquedad.
—Me gusta pensar que mientras estuve muerta, solía observarlos a todos ustedes desde donde estaba. Como si fuera un sueño donde todo era cálido y feliz —dijo tras emitir un sollozo, en apenas un hilo de voz— Creo que estaba en paz... pero ahora temo no ser más que otra sombra.
—No lo eres.
Sus palabras habían salido tan apresuradas, tan certeras, que ella tuvo que voltear su cara para verlo directamente y darse cuenta de que estaba siendo completamente honesto. Pues el azul de sus ojos no mentía, y en esos instantes estaba brillando con fuerza.
—Eres más que eso —dijo finalmente, atreviéndose a tomar a su mano de encima de su regazo— Tú sigues siendo tú, Allison. Y aquí todos te amamos antes y lo seguimos haciendo ahora sin importar qué. Como mismo lo haremos siempre, estés donde estés. Ya sea en la Tierra o en el más allá. Eso nunca va a cambiar.
Cuando terminó de decir esto, Allison pudo ser consciente de como las emociones de tristeza, impotencia, cariño, gratitud y amor se mezclaron unas con otras dentro de su corazón, y ella no pudo parar las lágrimas cuando se deslizaron por sus mejillas, ni a sí misma cuando se dejó caer en los brazos de Isaac. Aferrándose a él como si tuviera miedo de romperse.
Y él se mantuvo firme. Sosteniéndola. Recogiendo cada uno de sus pedazos mientras sentía la calidez de su cuerpo y la humedad de sus lágrimas en su ropa. Susurrándole que todo estaría bien. Abrazándola.
No obstante, curioso sería pensar que después de unos minutos dejando que el llanto se llevara todo aquello que tenía atorado dentro, Allison se diera cuenta de que, en realidad, ya no estaba perdida. No más.
Tomó algo de tiempo para darse cuenta, pero estando allí, segura en los brazos del que había sido su segundo amor, ella tuvo la certeza de que el destino le estaba regalando una nueva oportunidad para hacer las cosas bien.
Un nuevo comienzo y una nueva vida no era algo que se le otorgara a todos, por eso debía aprovecharlo. Estaba decidida a hacerlo.
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Ya sé que tardé un poco con esta actualización. Pero en mi defensa, estaba decidida a terminar una de mis historias originales y para eso necesitaba centrarme solo en esa. Aunque, por supuesto, no podía dejar que terminara el 2021 sin darles una última actualización de Shades❤️.
Para muchos este año ha sido desastroso, y me incluyo yo misma en esa lista, por eso espero de todo corazón que este 2022 sea mejor para todos.
Doy un agradecimiento especial a esas buenas personas que he conocido, y los amigos que han sido la magia y todo el apoyo que he necesitado este año que está a punto de acabarse. Y sí, entre esos también me refiero a (mxrcem), (aristxr) y (DreamsGraphics). Quienes, a su propia forma, me han ayudado mucho con esta historia. Ya sea con ideas, gráficos o sus mensajes que siempre me alegran el alma.
Deseo que este 2022 esté lleno de cambios y cosas nuevas, así como oportunidades al igual que las que tiene Allison ahora en la historia. Espero que les vaya gustando por dónde va, porque yo amo escribirla.
Feliz Fin de año a todos! Nos leemos próximamente,
Debbie❣️.
P.D: La canción de arriba me inspiró para escribir las escenas de Allison. Espero les guste.
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