O9
— Ah, sí? —susurro. Mi boca se seca todavía más, mi corazón golpeteando en mi pecho.
¿Por qué está vestido así? ¿Qué significa? ¿Todavía está enojado?
—Así es. —Su voz es suave como un gato, pero está sonriendo con suficiencia cuando camina a zancadas más cerca de mí.
Santa Mierda, él luce caliente, con sus jeans colgando de esa manera, de sus caderas. Oh, no, no me voy a distraer por el Señor Sexo.
Intento calcular su humor mientras camina hacia mí. ¿Enfadado? ¿Juguetón? ¿Lujurioso? ¡Bah! Es imposible de decir.
—Me gustan tus jeans —murmuro, él sonríe con una desarmadora sonrisa lobuna que no alcanza sus ojos.
Mierda, aún está enfadado. Está usando estos para distraerme… se detiene frente a mí y soy chamuscado por su intensidad. Me mira, con amplios ojos indescifrables quemando en los míos. Trago saliva.
—Entiendo que tienes asuntos, Sr. Wang —dije sedosamente, y saca algo de su bolsillo trasero. No puedo apartar mi mirada de la suya pero lo escucho desdoblar un pedazo de papel.
Lo sostiene en alto, y mirando brevemente en su dirección, reconozco mi correo electrónico. Mi mirada regresa a la suya, y sus ojos resplandecen con rabia.
—Sí, tengo asuntos —susurro, sintiéndome sin aliento. Necesito distancia si vamos a discutirlo.
Pero antes de que pueda dar un paso atrás, él se inclina y desliza su nariz a lo largo de la mía. Mis ojos revolotean hasta cerrarse cuando le doy la bienvenida a su toque gentil e inesperado.
—También yo —susurra contra mi piel, y abro los ojos ante sus palabras.
Él se endereza y me mira fijamente una vez más.
—Creo que estoy familiarizada con tus asuntos, Wang Yibo. —Mi voz es irónica y él entrecierra los ojos, suprimiendo la diversión que destella ahí momentáneamente.
¿Vamos a pelear? Doy un paso atrás por precaución.
Debo distanciarme físicamente de él, de su aroma, su mirada, su distractor cuerpo en aquellos sexys jeans. Él frunce el ceño cuando me aparto.
—¿Por qué volviste de Shangai? —susurro. Terminemos con esto.
—Sabes por qué. —Su tono carga un tono de advertencia.
—¿Porque salí con Xue?
—Porque fuiste en contra de tu palabra y me desafiaste, poniéndote a ti mismo en un riesgo innecesario.
—¿Fui en contra de mi palabra? ¿Así es como lo ves? —jadeo, ignorando el resto de su oración.
—Sí.
Mierda. ¡Hablando de sobre-reaccionar! Empiezo a poner los ojos en blanco pero me detengo cuando él me mira seriamente.
Calmate Zhan, inhala, exhala... Cuenta, uno, dos, tres...
—Debí haber llamado, pero no quería preocuparte. Si lo hubiera hecho, estoy seguro que me habrías prohibido ir y había extrañado a Xue. Quería verlo. Además, aquello me mantuvo fuera del camino cuando Jack estuvo aquí. Ren debería haberlo dejado entrar. —Esto es tan confuso.
Si Ren no lo hubiese hecho, Jack todavía estaría por ahí.
Los ojos de Yibo brillan salvajemente, luego se cierran, su rostro apretándose como si estuviera en agonía. Oh, no. Sacude su cabeza y antes de que lo sepa, me ha atrapado en sus brazos, empujándome duro contra él.
—Oh, Zhan Zhan —susurra mientras aprieta su agarre en mí, de modo que apenas puedo respirar—. Si algo te pasara… —Su voz es apenas un susurro.
—Pero no fue así —me las arreglé para decir.
—Pero podría haberlo sido. Morí mil muertes hoy pensando en lo que pudo haber pasado. No puedo recordar estar así de enfadado… excepto… —Se detiene de nuevo. ¿Oh?
—¿Excepto? —espeto.
—Una vez en tu viejo apartamento. Cuando Ilya estuvo ahí.
Oh. No quiero pensar en eso.
Estamos de pie en el medio del gran salón, atrapados en nuestro abrazo, simplemente sosteniéndonos uno al otro.
—Ven a la cama —susurra, después del cielo sabrá cuánto tiempo.
Oh, mi…
—Yibo, necesitamos hablar.
—Después —dice suavemente, con urgencia.
—Wang Yibo, por favor. Habla conmigo.
Suspira.
—¿Sobre qué?
—Ya sabes. Me mantienes en la oscuridad.
—Quiero protegerte.
—No soy un niño.
—Estoy totalmente al tanto de eso, Sr. Wang. —Desliza sus manos por mi cuerpo y ahueca mi parte trasera. Flexionando sus caderas presiona su creciente erección contra mí.
—¡Yibo! —lo reprendo—. Habla conmigo.
Suspira una vez más con exasperación.
—¿Qué quieres saber? —Su voz es resignada mientras me libera. Me desinfló… no quise decir que me soltaras. Tomando mi mano, se estira para recoger mi correo electrónico del suelo.
—Muchas cosas —murmuro, mientras lo dejo guiarme al sofá.
—Siéntate —ordena. Algunas cosas nunca cambian, medito, haciendo lo que me dice.
Yibo se sienta a mi lado e, inclinándose adelante, pone su cabeza en sus manos.
Oh, no. ¿Es demasiado duro para él? Luego se levanta, pasa ambos manos por su cabello y se da vuelta hacia mí, expectante y resignado con su destino.
—Pregúntame —dice simplemente.
Oh. Bueno, eso fue más fácil de lo que pensé.
—¿Por qué la seguridad adicional para tu familia?
—Jack era una amenaza para ellos.
—¿Cómo lo sabes?
—Por su ordenador. Tenía detalles personales de mí y el resto de mi familia. Especialmente de Hyan.
—¿Hyan? ¿Por qué él?
—No lo sé todavía. Vamos a la cama.
—¡Yibo, dime!
—¿Decirte qué?
—Eres tan… exasperante.
—También tú. —Me mira con seriedad.
—No reforzaste la seguridad cuando te diste cuenta por primera vez de que había información de tu familia en la ordenador. Así que, ¿qué sucedió? ¿Por qué ahora?
Yibo entrecierra sus ojos hacia mí.
—No sabía que él iba a intentar incendiar mi edificio, o… —Se detiene—, cuando estás bajo el escrutinio público, las personas se interesan. Eran cosas al azar: reportes de noticias de mí de cuando estaba en Harvard, mis peleas, mi carrera. Reportes de Hyan, siguiendo su carrera, siguiendo la carrera de mi mamá… y algo también de Yue y Jia.
Qué extraño.
—Dijiste “o” —espeto.
—¿O qué?
—Dijiste: “intentar incendiar mi edificio, o…” como si fueras a decir algo más.
—¿Tienes hambre?
¿Qué? Le frunzo el ceño, y mi estómago gruñe.
—¿Comiste hoy? —Su voz es más severa y sus ojos congelados. Soy traicionado por mí vergüenza.
—Como pensé. —Su voz es cortada—. Sabes cómo me siento porque no comas. Ven —dice. Se para y estira su mano—, déjame alimentarte. —Y cambia de nuevo… esta vez su voz está llena de una sensual promesa.
—¿Alimentarme? —susurro mientras todo al sur de mi ombligo se licúa.
Demonios. Está es una diversión tan típicamente volátil de cuando hemos estado discutiendo. ¿Es eso? ¿Es todo lo que obtendré de él por ahora?
Guiándome hacia la cocina, Yibo agarra un taburete y lo levanta hacia el otro lado del pasillo.
—Siéntate —dice.
—¿Dónde está la Sra. Lee? —pregunto, notando su ausencia por primera vez mientras me siento en el taburete.
—Le he dado a ella y a Taylor la noche libre.
Oh.
—¿Por qué?
Me mira por un latido, y su arrogante diversión está de vuelta.
—Porque puedo y quiero.
—Voy a volverte loco —susurra bajó.
Sus manos agarran mis caderas, y se mueve hacia abajo, quitando mis boxers, mientras sus manos se deslizan por mis piernas. Volverme loco… guau.
—Levanta tus pies, uno a uno. —Me obligo y me quita mis boxers primero, y luego cada pantufla a su vez.
Suavemente agarrando mi tobillo, tira suavemente mi pierna hacia la derecha.
—Da un paso —dice. Esposa mi tobillo derecho a la cruz luego procede a hacer lo mismo con el izquierdo. Estoy indefenso, extendido en la cruz.
De pie, yibo camina hacia mí, y mi cuerpo se baña en su calor una vez más, a pesar de que no me toca.
Después de un momento agarra mi barbilla, inclina mi cabeza hacia arriba, y me besa castamente.
—Algo de música y juguetes, creo. Te ves hermoso como éstas, Sr. Wang. Puede que tome un momento para admirar la vista. —Su voz es suave.
Todo se aprieta en mi interior. Oh joder.
Después de un momento, tal vez dos, lo escucho palmear silenciosamente arcón y abrir uno de los cajones. ¿El cajón de traseros? No tengo ni puta idea.
Él saca algo y lo coloca en la parte superior, seguido por otra cosa. Los altavoces vuelven a la vida, y después de un momento los acordes de un piano sólo tocando una melodía suave, cadenciosa llena la habitación.
Es familiar, Mozarth, creo, pero no sé qué pieza es. Algo acerca de la música me hace aprensiva. Tal vez porque la música es demasiado fría, demasiado alejada. Frunzo el ceño, tratando de comprender por qué de cierta forma me inquieta, pero Yibo toma mi barbilla, sorprendiéndome, y tira suavemente de modo que puedo liberar mi labio inferior.
Sonrío, tratando de tranquilizarme.
¿Por qué me siento inseguro? ¿Es la música?
Yibo pasa la mano por mi barbilla, a lo largo de mi garganta, y hacia abajo hasta mi pecho. Hace un bajo, apreciativo tarareo en su garganta y besa mi cuello.
Sus labios siguen el camino de sus dedos sobre mi pecho, besando y chupando todo el camino. Sus dedos se mueven a mi pezon izquierdo. Gimo cuando desliza su pulgar a través de mi pezón izquierdo, y sus labios se cierran alrededor del derecho, tirando con suavidad y provocando hasta que ambos pezones están duros.
—Ah.
Él no se detiene. Con un cuidado exquisito, lentamente aumenta la intensidad en cada uno. Jalo infructuosamente en contra de mis limitaciones mientras punzadas agudas de placer van de mis pezones a mi ingle. Trato de retorcerme, pero casi no puedo moverme, y hace que la tortura sea aún más intensa.
—Yibo —imploro.
—Lo sé —murmura con voz ronca—. Esto es lo que me haces sentir.
¿Qué? Gimo, y comienza de nuevo, sometiendo a mis pezones a su dulce y agonizante toque y otra vez, me lleva cada vez más cerca.
—Por favor —lloriqueo.
Él hace un sonido primitivo en su garganta, luego se levanta, y dejándome desprovisto, sin aliento, y retorciéndome en contra de mis limitaciones.
Pasa las manos por mis costados, una pausando en mi cadera, mientras que la otra viaja hacia abajo a mi vientre, acariciando la base de mi pene.
—Vamos a ver cómo lo estás haciendo —canturrea en voz baja.
Suavemente, ahuecando mi sexo, cepillando su pulgar sobre mi glande y haciéndome gritar.
Su mano ahora se mueve hacia mi entrada. Poco a poco, inserta uno, luego dos dedos dentro de mí.
Gimo y empujó las caderas hacia atras, deseoso de encontrar sus dedos y la palma de su mano.
—Oh, Zhan Zhan, estas tan apretado —dice.
Gira sus dedos dentro de mí, dando vueltas y vueltas, mientras que su índice me acaricia la próstata, de ida y vuelta, una vez más.
Es el único punto en mi cuerpo en el que me está tocando, y toda la tensión, toda la ansiedad del día, se concentra en esta parte de mi anatomía.
Mierda… es intenso... y extraño... la música... comienza a construirse...
Yibo se remueve, su mano todavía se mueve contra mí, y oigo un zumbido.
—¿Qué? —jadeo.
—Silencio —apacigua, y sus labios están en los míos, efectivamente silenciándome. Doy la bienvenida al más cálido, intimo contacto, lo besó vorazmente.
Rompe el contacto y el zumbido se acerca.
—Esto es una varita, bebé. Vibra.
Lo sostiene en contra de mi pecho, y se siente como una gran bola, como un objeto que vibra en mi contra. Me estremezco cuando se mueve a través de mi piel, entre mis pezones, a través del primero, luego el otro pezón, y estoy inundado con la sensación, sensación de hormigueo en todas partes, sinapsis disparándose como oscuras, oscuras piscinas de necesidad en la base de mi vientre.
—Ah —gimo mientras que los dedos de Yibo continúan moviéndose dentro de mí. Estoy cerca… toda esta estimulación... Inclino la cabeza hacia atrás, gimo en voz alta y Yibo detiene sus dedos. Toda sensación se detiene.
—¡No! Yibo —ruego, tratando de empujar las caderas hacia atras por algo de fricción.
—Quieto, bebé —dice mientras mi inminente orgasmo se derrite. Se inclina hacia adelante, una vez más y me besa.
—¿Frustrante, verdad? —murmura.
—¡Yibo! —chillo.
—Frustrante, ¿sí? —murmura contra mi garganta—. Justo como tú. Prometiendo una cosa y luego… —Su voz se va apagando.
—¡Wang Yibo, por favor! —suplico.
Presiona la vara contra mí otra y otra vez, parando justo en el momento vital cada vez. ¡Ah!
—Cada vez que paro, se siente más intenso cuando vuelvo a empezar. ¿Verdad?
—Por favor —gimoteo. Las puntas de mis nervios están gritando por la liberación.
El zumbido para y Yibo me besa. Pasa su nariz por la mía.
—Eres el hombre más frustrante que he conocido nunca.
No, no, no.
—Yibo, nunca prometí obedecerte. Por favor, por favor…
Se mueve enfrente de mí, agarra mi parte trasera y presiona sus caderas contra mí, haciéndome jadear, su ingle frotando la mía, los botones de sus jeans presionándome, apenas conteniendo su erección.
Con una mano me quita la venda y agarra mi barbilla, y parpadeo a sus abrasadores ojos.
—Me vuelves loco —susurra, flexionando sus caderas contra mí una, dos, tres veces más, causando que mi cuerpo explote, preparado para arder.
Y otra vez me lo impide. Lo quiero tan terriblemente. Lo necesito tan terriblemente. Cierro los ojos y murmuro una plegaria. No puedo evitar sentir que estoy siendo castigado. Estoy indefenso y él es despiadado.
Lágrimas brotan de mis ojos. No sé cuán lejos va a llevar esto.
—Por favor —murmuro una vez más.
Pero me mira, implacable. Sólo va a continuar. ¿Durante cuánto tiempo?
¿Puedo jugar este juego? No. No. No. No puedo hacer esto. Sé que no va a parar. Va a continuar para torturarme. Su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo una vez más. No… y la presa explota, toda la aprehensión, la ansiedad, y el miedo del último par de días abrumándome otra vez mientras las lágrimas brotan de mis ojos. Le doy la espalda. Esto no es amor. Es venganza. Y odio la sensación.
—Rojo —susurro—. Rojo. Rojo.
Las lágrimas fluyen por mi cara.
Se queda quieto.
—¡No! —jadea, asombrado—. Dios, no.
Se mueve rápidamente, desenganchando mis manos, sujetándome por la cintura e inclinándose para desabrochar mis tobillos, mientras pongo mi cabeza en mis manos y lloro.
Es tan frustrante, odio este sentimiento.
—No, no, no. Zhan, por favor. No.
Levantándome, se mueve a la cama, sentándome y acunándome en su regazo mientras sollozo. Estoy abrumado… mi cuerpo está tenso hasta el límite, mi mente en blanco, y mis emociones diseminadas por el viento. Él se estira detrás de mí, arranca la sábana de satén de la cama de cuatro postes y me cubre con ella.
Las frías sábanas se sienten extrañas y no bienvenidas contra mi sensibilizada piel. Me envuelve con los brazos, abrazándome, meciéndome suavemente hacia delante y atrás.
—Lo siento. Lo siento —murmura Yibo, su voz cruda. Besa mi cabello una y otra vez—. Zhan Zhan, perdóname, por favor.
—Lo siento —dice otra vez.
—¿Por qué has hecho eso? —Mi voz es apenas audible mientras trato de procesar mis pensamientos y emociones confundidas.
Sacude la cabeza tristemente y cierra los ojos.
—Me perdí en el momento —dice poco convincentemente.
Le frunzo el ceño, y suspira.
—Zhan, la negación del orgasmo es una herramienta estándar en… Tú nunca… —Para. Cambio de postura en su regazo, y se estremece.
Oh. Me sonrojo.
—Lo siento —murmuro.
—Tus labios son siempre tan suaves cuando has estado llorando —murmura.
—Nunca prometí obedecerte, Yibo —susurro.
—Lo sé.
—Asúmelo, por favor. Por el bien de los dos. Yo intentaré y seré más considerado con tus… tendencias de control.
Parece perdido y vulnerable, completamente a la deriva.
—Lo intentaré —murmura, su voz quemando con sinceridad.
Suspiro, un largo y tembloroso suspiro.
—Por favor hazlo. Además, si hubiera estado aquí…
—Lo sé —dice y palidece. Tumbado de espaldas, pone su brazo libre sobre su cara. Me acurruco a su alrededor y pongo mi cabeza sobre su pecho.
Los dos yacemos en silencio durante unos pocos momentos, es apacible y es todo lo que necesito.
No te olvides de votar y comentar que os pareció el capítulo.
Le invente cositas al cap xq algunas escenas no sea veían en la película.
Jejejejeje tremendo momento, cuando Zhan dice *Rojo* es la palabra de seguridad que asumen los sumisos y que únicamente pueden decir cuando sienten que ya no pueden o que el Dom se pasó del límite.
Por eso Yibo reaccióno así, porque lo único que un Dom no debe hacer es lastimar al Sub.
Gracias por los +3k de ojitos sois los mejores.
Nos seguiremos leyendo~
SkyMin🐣
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