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Capítulo 4: Shaddy nunca miente.

🗝️

Vincent entró con suma cautela al hospital donde se encontraba La Morgue, esperando que nadie de allí lo reconociera o le obligaran a marcharse por ser tachado de sospechoso en la investigación de Ivy. Ya tenía suficientes problemas como para que encima no le dejaran reconocer el cadáver de su novia, o siquiera verla por última vez.

Se sentía nervioso, apresurado de corroborar la afirmación de su fiel amigo Shaddy. Ya ni siquiera estaba seguro qué era la verdad. Para él no tenía ningún sentido que alguien quisiera afanar el cadáver de ella. Sin embargo, sabía que algunos seres humanos son muy macabros y enfermos. Son capaces de hacer cualquier cosa para eliminar toda huella de crimen, aunque fuera disolver a Ivy en algún químico para que nunca más sea descubierta.

Todos aquellos pensamientos funestos invadían su mente, haciendo que sintiera un vaivén de nervios y empezase a encontrarse muy mal. Llevaba dos días controlándose las ganas de vomitar, podía estallar en cualquier momento, más con los insectos y las alucinaciones que le provocaba su compañero. Sabía que todo era psicológico, que el miedo y los pensamientos le provocaba malestar. Trataba de controlarse, pero sólo con el hecho de estar en aquel lugar, le era imposible apaciguar sus temores.

Cuando encontró la habitación, entró con lentitud. Se llevó una sorpresa cuando vio a una pareja llorando desconsolados. La señora poseía un pañuelo blanco sobre su puño, para limpiar sus lágrimas que caían sin previo aviso. El marido acariciaba el brazo de su mujer, tratando de aliviar su llanto, pero ni él mismo podía evitarlo. A su lado estaba Alexander, su hermano mayor que él no podía recordar. Le dedicaba reconfortadas palabras y el pésame a ambos.

Vincent no podía ver el cadáver de Ivy con tres personas en medio, tapando su delicado y pálido rostro. Solo pudo observar sus piernas.

De pronto, la mujer giró sobre su eje al percatarse de la presencia del varón. Empezó a fruncir el ceño y a señalarlo con el dedo.

—¡¿Qué hace ese bastardo aquí?! ¡Fuera! ¡Lárgate!

Su suegra lo despreciaba. ¡Su suegra lo tachó de asesino!

Las lágrimas inundaron sus ojos. Recuerdos. Muchos recuerdos de aquella amada familia.

Su marido no dijo nada. Ni siquiera miró a Vincent.

—Yo... Yo... —murmuró, sin saber qué decir.

La mujer siguió gritando, caminando en su dirección para propinar varias cachetadas en su mejilla, seguido de empujones y maldiciones. Alexander detuvo a la señora con melancolía.

El muchacho sollozó sin entenderlo. Notaba las fuertes manos de su ex suegra, que lo agredió con mucha rabia. Su corazón se hizo añicos. Deseó morirse.

—¡Fuera! ¡No mereces estar aquí! ¡Vete, Vincent! —vociferó ella.

Tardó varios segundos en marcharse de la habitación. Los miraba con pena, deseando comprender por qué la familia que un día amó lo tachaba de asesino, como las demás mentes cerradas del pueblo. Todos estaban siendo iguales. Juzgando a la única persona que estuvo con Ivy.

Finalmente, se marchó exasperado, sin mirar atrás. Oyó a su hermano llamarlo, pero no dijo nada más.

🗝️

Cuando salió al exterior estalló por dentro. Se escondió en una sucia callejuela para llorar de impotencia. Su respiración estaba tan acelerada que era lo único que podía oirse en las estrechas y mugrientas paredes. Se tiró de rodillas al suelo, con las palmas sobre su rostro, escondiéndose de sí mismo. Una mano huesuda fue colocada en su hombro y de inmediato se sacudió con hastío. Clavó sus marinos ojos en la cara de Shaddy.

—¡Me has mentido! —exclamó con la voz quebrada.

—¿En qué te he mentido?

—¡No te hagas el idiota! Dijiste que el cuerpo de Ivy había desaparecido. ¡Mentiroso! ¡Jodido mentiroso!

—Nunca te mentiría, Vincent.

—¡Y una mierda! —bramó. Se puso en pie para estar a la altura del monstruo —. Su familia estaba en La Morgue. ¡Creen que la maté!

—Allá ellos con sus creencias. Tú estás seguro que no lo hiciste.

—Yo ya no estoy seguro de nada...

—Vincent, lo que te acaba de ocurrir era una experiencia que tenías que pasar. La familia de Ivy tarde o temprano vendrían juzgándote. Te di las alas para ser más rápido.

Tenía una actitud tan sosegada y pacífica que era todo lo opuesto a Vincent. El joven estaba alterado, sin saber que hacer ni qué decir. Solo estaba absorto en toda la desagradable situación.

—Me has mentido. ¡Vete por donde viniste y déjame en paz! —repitió.

Shaddy lo abrazó. Él trató de zafarse de su huesudo cuerpo.

—Tranquilo, corazón. Shaddy te protegerá de todo.

—¡Suéltame! ¡Monstruo!

—Te he dicho que nunca te mentiría. Las cosas a su debido tiempo, Vincent.

Por alguna razón, aquel siniestro monstruo era capaz de apaciguar sus demonios internos. Lo reconfortó de tal manera que su estado irritado se había desvanecido. Su respiración dejó de ser pronunciada, su cuerpo no temblaba y ya siquiera sentía ganas de vomitar.

Sintió ganas de descubrir la verdad. De defenderse de todas las formas posibles, ser su propio abogado.

—Soy la única cosa que está dispuesto a ayudarte. Experimentarás varios acontecimientos desagradables, situaciones en las que desearás suicidarte. Nada en esta vida es fácil, Vincent. Es prioridad que te vuelvas más fuerte, o sino serás sucumbido en una gran depresión. Tú sabes que no lo hiciste, entonces no dudes de ti mismo.

Él tardó unos segundos en contestar.

—¿Quién eres, Shaddy? ¿Qué demonios eres?

—Aceptame en tu vida y descubrirás el por qué de todo.

Nunca pudo imaginarse quién era Shaddy ni del por qué podía verlo. Quería comprender todas aquellas dudas, pero su monstruo las evitaba. No quería contar nada hasta que el muchacho lo aceptara como era debido. Los continuos rechazos tampoco era algo que a Shaddy le molestase. No obstante,  Vincent debía de asimilar con moderación que ese ser podía ser muy importante en su investigación. Que quizás, las alucinaciones que le provocaba eran mensajes subliminales, e incluso pistas que él pasaba desapercibido. Podía ayudarle.

Verse en una situación como la del varón, era un tanto complicada y difícil de asimilar. En ocasiones, deseó apretar su cuello con una soga y saltar desde lo alto para que todo terminara de una vez. Pero, Shaddy ya le dijo que nada era fácil, que desearía quitarse la vida a la mínima oportunidad que tuviera. Por eso quería brindarle confianza, porque Vincent no estaba solo. Jamás lo abandonaría. Ambos se necesitaban.

Su hermano Alexander lo descubrió escondido en aquella callejuela cuando trató de intentar localizarlo. Otra vez pronunció su nombre y él no contestó. Lo vio acercarse, con una expresión que denotaba melancolía. Su cabello bien peinado era todo lo contrario a Vincent: Él lo llevaba desordenado sobre su frente, con algunos mechones que querían adueñarse de su rostro, escondiendo sus preciosos marinos ojos.

Las ojeras del varón y su descuidado aspecto no pasó desapercibido. Lucía tan demacrado, con los ojos rojos de haber estado llorando desconsolado. Él observó la gabardina suya, que se había manchado de mugre tras echarse minutos atrás al suelo.

—¿Vincent?

—No para de repetir mi nombre, sin añadir nada más. Me pone de los nervios.

—No me dejas decirte nada; siempre sales huyendo despavorido. ¿Podemos hablar?

—¿Hablar de qué? ¿De cómo la gente me juzga por creer que maté a Ivy? ¿Por cómo me tachan de psicópata y enfermo mental? ¿O acaso quiere hablar de la situación en las que mis propios suegros prefirieren creer lo primero que se le cuenta, cuando la información no es verídica?

—Los padres de Ivy están en todo su derecho de sospechar de ti. Vivíais juntos. Es normal que lo estén pasando mal y seas el primero que quieran culpar.

—¿Cómo cree que estoy yo? ¿Piensa que no lo estoy pasando mal? Todo lo bueno que tenía en mi vida lo he perdido. Ivy ya no está y ustedes no hacen más que juzgarme. ¡No maté a mi novia!

—Cálmate, por favor. No estés a la defensiva conmigo. No me hables de "usted", soy tu familia.

—¡No le recuerdo! ¿No ve que he perdido la maldita memoria? ¡Nadie decente quiere creerme!

Alexander hizo una pausa de silencio, enterrando su mirada en sus propios zapatos. Eso lo enervó y quiso finalizar la conversación. Le dio a entender que su propio hermano también estaba sospechando de su persona. No le creía.

Cuando el varón lo esquivo, tratando de chocar con su hombro, éste lo agarró de la mano y dijo:

—Hoy será el funeral de Ivy. Su familia no quieren verte allí. Me han pedido que te lo diga. Lo siento mucho, Vincent.

—Gracias por nada —espetó.

Dicho aquello, se marchó de la callejuela poniendo paso firme a su dirección.

🗝️

Estuvo un buen rato sentado en la silla de su escritorio cuando se percató de la hora que era. Sabía que el funeral de su novia comenzó a las cinco de la tarde y ya eran más de las seis. Había contenido las ganas de presentarse allí, dar el pésame a toda la familia y si hacía falta lloraba lágrimas de sangre, besando sus pies. Pero, por mucho que hiciera y demostrara sabía que no iban a creerle. Le habían puesto una cruz, para siempre.

Miraba por la ventana, viendo a todas aquellas personas que asistieron al funeral con rostros melancólicos y en cierta parte con hipocresía.

Shaddy la comentó que Ivy fue la envidia de muchos. Su relación era tan estable, demostrando cada tiempo cuánto se querían. Ambos vivieron como reyes; con sus trabajos bien pagados y un futuro prometedor.

Ya no existía futuro. Nada era prometedor.

No quiso preguntar cómo su monstruo sabía todos aquellos datos, pues estaba claro que Shaddy afirmaba todos los hechos y vivencias que Vincent experimentó.

—Acude al cementerio. Todos se han ido —Le dijo.

Vincent observó las flores que Katrina le había obsequiado horas atrás. Agarró un par y las llevó consigo. Al menos podía llevarle aquellas flores sin que nadie lo echara del cementerio, como si fuera la peste del pueblo.

Cuando llegó allí, observó la tumba de Ivy. Se quedó mirándola con desasosiego, acarició la piedra con su nombre completo, su fecha de nacimiento y la de su muerte. Contuvo las lágrimas y el nudo de su garganta.

«Siempre en nuestros corazones serás recordada», decía escrito su epitafio.

Le hubiera gustado poder estar ahí, asistiendo en su funeral y dedicarle unas memorables palabras, con la esperanza de que su presencia estuviera escuchándole. Ya que no tuvo la oportunidad de expresarse, habló en voz alta para ella.

—Lo siento mucho Ivy. Te prometo que encontraré al culpable de todo esto —murmuró, de cuclillas sobre la tierra.

—Ella no está ahí abajo, corazón —bisbiseó Shaddy.

Vincent giró sobre su eje para observarlo.

—¿De qué estás hablando?

—Su cadáver no está enterrado. Lo han afanado.

—¡¿Otra vez con esa estúpida broma?!—bramó con hastío.

Shaddy soltó una baja risa, a su lado había una pala oxidada con la que sepultaron. La agarró y se la tendió al muchacho.

—Shaddy nunca te mentiría. Compruébalo tú mismo.

Vincent se apresuró en comprobar si aquello era verdad. Agradeció no ver ningún testigo de lo que haría a continuación. Sabiendo la reputación que ya tenía.

Clavó la pala en la tierra y la apartó a un lado. Respiró con dificultad en el proceso, nervioso de ver si ella yacía en su ataúd. No podía imaginar quién querría robar su cadáver ni con qué fin. Deseaba que al menos estuviera dentro, para dormir para siempre, sin que nadie le haga daño nunca más. Merecía estar en paz.

Fueron varios los minutos que clavó cuando por fin la pala chocó con la madera del ataúd. El joven se puso de cuclillas, apartó, tierra de encima y buscó la forma de abrir la caja.

Exhaló con fuerza cuando al abrirla ella no yacía dentro. ¡Shaddy tuvo razón!

—Te dije que nunca te mentiría.

Vincent no pudo responder. Se limitaba a observar la vacía caja, sin poder comprender dónde estaba su cadáver.

—¿Señor Krood? —preguntó dubitativa, una voz femenina que ya había oído antes.

El varón giró su cabeza con lentitud y observó la cara de Katrina Voclain, con una expresión confusa y temerosa. En sus manos traía flores para dejarlas en la tumba de Ivy.

Vincent tragó saliva sin saber cómo explicar la situación.


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