Capítulo 30: Avance
“Jamás te dejaré solo. No puedo deshacerme de ti”.
—Shaddy.
Los días aumentaban y no había conocimiento del asesino de Katrina e Ivy. Nadie sabía cómo avanzaba la investigación policial ni si tenían algún sospechoso en el punto de mira. Toda aquella agonía e incertidumbre era una larga espera que nunca parecía acabar.
Vincent perdió los ánimos para volver a su puesto de trabajo como psiquiatra de Hellincult, se veía incapacitado y, cada vez más, notaba cómo perdía la cordura frente a la situación adversa que le preparó la vida. Llegó a un punto en el que solamente se sentía a gusto con Shaddy y la pequeña Baby Doe, aislándose del resto de humanidad. Cabe mencionar que Shaddy vivía en su mente y, el hecho de sentirse familiarizado con un ser que nadie más podía ver, era todo un hecho que el hombre no comenzaba a estar bien de la sesera.
El golpe en su cabeza que recibió cuando su mujer fue asesinada, lo dejó peor de lo que imaginaba.
Sin embargo, para la infante, Vincent Krood estaba bien. Veía en el caballero la figura paterna que había perdido y que añoraba tener. Aunque a veces se le fuera la cabeza hablando con lo que la niña no podía visualizar, Baby Doe lo tomó con naturalidad, cual rasgo de su extraña personalidad.
«—Yo también hablo con mis juguetes y tengo amigos imaginarios. Está bien si tú tienes uno, Vincent» —solía decirle la pequeña cuando presenciaba su comportamiento.
Cuando Shaddy se le presentó la primera vez, el hombre evitaba hablar en público con él, como también solía esconderse para charlar con el monstruo. Pero aquella sensación se fue perdiendo, quedando así a un señor que hablaba solo cual loco de camisa de fuerza.
—Shaddy tiene hambre. ¿No hay galletas? —preguntó sentado frente a él.
—No —respondió, cabizbajo.
Su tono de voz apagado interesó al monstruo.
—¿Por qué estás tan triste?
—¿Cuándo no dejo de estar triste? Esa sería la pregunta correcta.
—Todo se solucionará, Vincent. Sé paciente.
—Los días avanzan y yo estoy muerto en vida. El mínimo de esperanza que tengo, me está abandonando. Todos terminan dejándome solo en este mundo lúgubre y sombrío. Temo que tú también lo hagas.
—Jamás te dejaré solo —le aseguró el monstruo—. No puedo deshacerme de ti.
Él levantó la vista para observarlo.
—¿Nunca? —inquirió, dubitativo.
—Nunca.
La pequeña Baby Doe se presentó en el salón de la casa. Solía deambular por la vivienda, inspeccionando curiosa todos los rincones.
—He arrancado alguna mala hierba del patio —comentó la niña—. Es divertido.
Él le sonrió, a pesar de no tener ganas, la niña se merecía todas las sonrisas del mundo.
—¿Te diviertes?
—¡Sí! Me gusta esta casa y me gusta estar contigo y con Shaddy. Está con nosotros ahora mismo, ¿verdad?
—Siempre lo está.
La pequeña niña supo de la existencia del monstruo cuando a Vincent no le quedó más remedio que contarlo con naturalidad. Al ser una infante de tan corta edad, no reaccionó mal. Ya podía decirle que el cielo era rosa que ella lo creería si él se lo decía.
—Buscaré alguna flor para Shaddy. En el patio no están todas secas.
Dicho aquello, Baby Doe se puso en la búsqueda del obsequio.
—Oh, ¡qué ricura! A Shaddy le gustan las flores —comentó el monstruo.
La inesperada interrupción de alguien llamando a la puerta ocasionó que la pequeña Baby Doe se quedara con la flor en mano, mirando a Vincent dirigirse a la puerta.
El hombre no esperó encontrarse nuevamente a los dos inspectores que llevaban tanto el caso del crimen de Ivy Varley, como el de Katrina Voclain.
—Hola, señor Krood —saludaron.
—Hola, caballeros. ¿Puedo ayudarles en algo?
La actitud de los varones era un tanto seria y parecían seguir juzgando a Vincent con la mirada, a pesar de carecer de pruebas que lo incriminaran.
—Señor Krood, lamentamos interrumpir en su morada. La razón por la que nos hemos presentado, es porque tiene usted que acompañarnos a declarar. Tenemos que hacerle algunas preguntas.
El hombre apretó su mandíbula, furioso de oír aquello. Había estado imaginando que aquella terrible tragedia terminaría pronto y, al parecer, seguían volviendo al mismo punto: Vincent Krood.
—No puedo marcharme. La niña no puede quedarse sola —dijo.
—Puede ir con usted. Estará bien.
Él le hizo un ademán a la pequeña para que agarrase su mano al caminar. Baby Doe estaba asustada de aquellos hombres de gabardina y sombreros fedora. Sentía desconfianza, pero Vincent le tranquilizaba.
🗝️
Un inspector guió a Vincent para que entrara en una pequeña sala donde solo había una mesa y dos sillas. La infante se quedó fuera, tomando asiento en un sofá de espera junto a la presencia de otro varón que la cuidaba mientras él era interrogado.
Shaddy siempre acompañaba a Vincent a todos los lugares y, en parte, eso a él le brindaba fuerza. El monstruo era elocuente y muchas veces le animaba a actuar de una forma diferente para que así no fuera tan juzgado de lo que ya era.
El inspector posó unos documentos sobre la mesa de madera. Dedujo que se trataba del caso que investigaba. Aunque no entendía porqué razón debía declarar.
—Bien, señor Krood —rompió el silencio el caballero—. Como ya sabrá la señorita Katrina Voclain fue asesinada del mismo modo que su mujer Ivy Varley. Tengo constancia de que Katrina fue su paciente en Hellincult. No solo atiende a los niños, sino también a adultos.
«Pon una postura relajada. No estés tenso», le aconsejó Shaddy.
—Sí, fue mi paciente —afirmó.
—Pero usted perdió la memoria. ¿Cómo sabe que lo fue si sucedió cuando estaba bien?
—Leí los documentos de mi despacho —dijo—. Entre ellos estaba el expediente de Katrina. Si quiero recuperar la memoria, para mí lo mejor es saber quién fui antes de que la tragedia llegara.
—¿Tenía una relación fuera de lo profesional con la señorita Katrina Voclain? —interrogó.
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—La gente del pueblo dice que lo ha visto en algunas ocasiones paseando con ella. De hecho, la recepcionista de su psiquiátrico Hellincult añadió que Katrina era una señorita de la noche y que usted frecuentaba los barrios bajos.
«La recepcionista... ¡Dichosa mujer mete problemas!», pensó.
—Eso no es cierto. La única vez que frecuenté los barrios bajos fue para aconsejar a Katrina que dejara ese mundo. Tenía constancia de que no se estaba tomando su tratamiento por su actitud nerviosa. Era una chica demasiado joven, no merecía vivir de ese modo. Me preocupo de mis pacientes.
—¿Por esa razón le dio trabajo como limpiadora en su psiquiátrico?
—Sí.
—¿Solamente erais amigos?
—Exacto.
El inspector sacó de sus documentos dos retratos de su difunta mujer y Katrina. Posicionó las fotos de manera que Vincent pudiera observarlas y dijo:
—Ambas fueron asesinadas del mismo modo. ¿Tenían relación las víctimas entre ellas?
—Que yo sepa, no.
—¿Cree que usted es el motivo de sus asesinatos?
A Vincent se le humedecieron los ojos. Ver las fotos de ambas y, sobre todo, la de Ivy, ocasionó que sintiera mucho pesar en su pecho. Un nudo tremendo se formó en su garganta, impidiéndole tragar saliva con facilidad.
—No podría llegar a entender por qué yo sería el motivo de sus crímenes —murmuró—. No puedo... comprenderlo.
El inspector estuvo expectante de su lenguaje corporal.
—La nota hallada en el crimen de Katrina no coincide con su letra, señor Krood. Por esa razón sospechamos que tiene usted un enemigo que le está intentando incriminar. ¿Quién cree que lo detesta tanto como para causar todo esto?
—No tengo una respuesta congruente con la que poder afirmar, inspector. Tan solo puedo decirle que todo comenzó cuando mi amada quiso descubrir el paradero de la familia de Baby Doe.
El hombre lo anotó en un pequeño cuaderno.
Vincent sentía mucha necesidad de confesar algo que creía que, si se lo callaba, sería mucho peor. No tenía nada que perder, su vida le importaba bien poco y solo quería que se descubriera la verdad, así que, decidido, dijo:
—El cadáver de mi mujer no está enterrado en el cementerio.
El inspector alzó la mirada, asombrado. El hombre siguió hablando.
—Puede que la pena o el dolor de no dejarme ver su cadáver ni asistir a su entierro me provocó hacer un acto irracional, pero tuve la corazonada de que ella no se encontraba ahí abajo. Créeme cuando le digo que, en vez de a Ivy, colocaron a otra mujer distinta.
—¿Por qué no lo dijo antes?
—Por miedo, inspector. Todos me señalan con el dedo y ustedes fuisteis los primeros en juzgarme. Ya no tengo nada que perder. No tengo esperanzas, no tengo miedos, no siento nada. Si algún día se descubre, comprenderá que todo este tiempo señalasteis al hombre equivocado. Y si tengo que morir por un crimen que no cometí, entonces me entregaré a la muerte sin resistencia alguna.
El caballero notó sinceridad en sus palabras. Veía a un hombre desesperado y abatido por la terrible situación en la que se encontraba.
Shaddy colocó su huesuda mano en el hombro de Vincent en signo de consuelo. Tambien sentía orgullo de su manera de expresarse, pues ocasionó que el inspector dudase más fuerte de que él fuera el culpable.
Ya no estaba tan seguro de que Vincent Krood fuera el asesino.
Pero sí empezó a sospechar de otra persona.
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