Capítulo 29: Alivio.
«Saber protegerse es tan importante como saber atacar».
Vincent deambulaba por el pueblo de Villa Lamentos de la mano de la pequeña Baby Doe. No sabía cuánto rato llevaba el hombre caminando sin rumbo fijo, pues la muerte de Katrina lo había dejado apesadumbrado. Sentía parte de culpa. Se echaba la responsabilidad por haberla metido en su vida, por dejar que la joven quisiera ayudarlo. La pobre chica tuvo la desgracia de ser asesinada en manos del mismo psicópata que arrebató la vida de Ivy. Las muerte empezaba a rondarle y detestaba que cada persona que estuviera a su lado acabase perjudicada.
Temía por la pequeña Baby Doe. Era lo único que le quedaba, lo único que protegía como su misma vida. Ambos desamparados en un funesto pueblo, sin la ayuda de los habitantes. ¿Qué iban a hacer? ¿A dónde irían esta vez? Empezaba a sentir repulsión por el psiquiátrico. Ni siquiera se sentía seguro allí. Poco a poco detestaba todo aquello que le provocaba infelicidad. Estar en Hellincult no tenía sentido para él sin la calidez que le brindaba cada mañana su querida mujer.
Bajo las farolas de la noche, Vincent se detuvo inspeccionando la casa que compartieron Ivy y él. La estructura gótica y elegante, el patio repleto de flores muertas a causa de no regarlas. Dios, ¡Cuánto extrañaba su casa!
—¡Se acabó! Vuelvo a mi hogar. ¡Es mi maldita casa! Nadie puede echarme del lugar en el que vivo. Estoy harto de achantarme por personas que no debería sentir un ápice de aflicción.
La niña alzó la mirada sin comprender qué estaba diciendo. Shaddy, el monstruo, estaba a su lado para decirle:
«¿Seguro que quieres tomar esa decisión, corazón? Recuerda que la madre de Ivy te hizo espachar de allí».
—Es mí casa... ¡Nuestra casa! —sentenció.
Y con eso, el caballero aproximó sus pasos con rapidez para abrir la puerta. Recordó que no tenía llaves cuando se las hizo entregar a su ex suegra, así que entró por la ventana. Forcejeó la cerradura y, al cabo de algunos minutos, pudo entrar en su vivienda.
—¿Esto está bien? —inquirió la niña con recelo. Ver a un adulto allanar una casa que desconocía le resultó desconfiado.
La niña sonrió con timidez. Vincent sostuvo su cintura para subirla a través de la ventana.
—Perfectamente bien, cariño. Este es mi hogar. Aquí estaremos protegidos.
La casa estaba muy oscura. Había una vela en el salón y Vincent la encendió con una cerilla para alumbrar la negrura. No quería llamar la atención de aquellos que se esmeraban en verlo caer. Los vecinos no eran bondadosos cuando se trataba del repudiado Vincent Krood, así que cuanto menos ruido hicieran, mayor sería la discreción.
Las paredes decoradas con retratos pintados de la pareja hizo que él se entristeciese. Cuántos recuerdos podían resguardar una casa y qué vacía se sentía cuando uno de los miembros ya no estaba. La vajilla que tanto adoraba cuidar su amada, yacía intacta, como si aún siguiera dispuesta a preparar unos de sus ricos platos. Era muy triste echar en falta incluso una de sus comidas. Llegó a recrear en su cabeza cómo sería volver a casa y verla allí con su cabello dorado cual cascada de oro, con su sonrisa primorosa capaz de ahuyentar todos los males.
—¡Mira, Vincent! Es la señorita Ivy —exclamó la pequeña señalando unos de los retratos.
—Preciosa, ¿verdad?
—De mayor quiero ser como ella. ¡Es tan guapa!
Él esbozó una sonrisa amarga.
—Tú ya eres muy bonita, Baby Doe. No necesitas parecerte a nadie.
Ella soltó una risita dulce. Vincent envidiaba la felicidad que en ocasiones sentía los niños, ajenos a la cruda realidad que existía. Esa inocencia tan pura y bonita con la que le miraba un infante resultaba espléndida. Cuánto más mayor te haces, más se pierde la sonrisa.
—Te prepararé la cama —dijo.
Tenían una habitación de invitados que en un futuro Ivy pensó reformarla cuando formasen una familia. No tuvo ocasión de cumplir su deseo.
Él deslizó las sábanas para que la niña se metiera. Baby Doe se acomodó y Vincent la arropó.
—Me gusta esta casa —comentó la niña.
—Me alegra que te guste. Descansa, pequeña.
Besó su frente y le deseó las buenas noches.
Cuando él se marchó de la habitación y entró en el dormitorio de ambos, Vincent abrió la cómoda donde se hallaba la ropa de su amada, la inhaló, se tumbó en la cama y lloró hasta quedarse dormido.
Shaddy yacía a su lado, abrazándolo y reconfortándolo entre sus brazos.
🗝️
A la mañana siguiente, Vincent se despertó temprano y oyó al niño que repartía el periódico de las mañanas. En la casa de este no lo dejaron ante la ausencia de miembros, así que todos los vecinos lo podían leer menos él. Como eran las seis y cuarto de la mañana, Vincent salió a hurtadillas para leer si la noticia de la muerte de Katrina había sido escrita. La prensa era muy rápida y estaba seguro que ya debían saberlo.
«Mujer es asesinada en su vivienda. ¿Quién es el asesino? A las cuatro y media de la madrugada, la policía llegó al hogar de la susodicha después de que un vecino declarase haber oído unos gritos de auxilio. La víctima fue encontrada muerta en la cama, con varias apuñalada en su abdomen y pecho. Todo parece indicar un modus operandi, ya que hace unos meses, Ivy Varley fue asesinada de la misma forma. No había huellas en la escena ni indicios de forzar la cerradura. El culpable fue meticuloso a la hora de matar. ¿Estamos frente a un asesino en serie?».
Tuvo que dejar de leer la noticia cuando se percató que la casa frente a él estaba abriendo la puerta para salir a por el periódico. Huyó de allí metiendo en su vivienda antes de que se dieran cuenta.
«Me van a culpar de su asesinato. ¡Van a creer que soy yo!», pensó aterrorizado.
«No tienes nada que temer si tú no eres el culpable», le dijo Shaddy.
Había un telefono de sobremesa, marcó al psiquiátrico Hellincult para hablar con su hermano Alexander. El hombre no tardó mucho en contestar.
—Psiquiátrico Hellincult, ¿quién llama?
—¡Alexander! ¿Has visto la noticia del periódico? ¡Katrina ha sido asesinada!
—¿Vincent? ¿Desde dónde me llamas? No has venido a trabajar.
—No me encuentro bien. Todo esto me sobrepasa. ¡La gente está muriendo!
—Tranquilízate. ¿Cómo estás? —Alexander sabía que su hermano no estaba bien a raíz del fuerte golpe que sufrió en su cabeza—. Tómate unos días si los necesitas. Últimamente estás muy decaído. Lo de Katrina es horrible...
—Hay un asesino suelto y nadie está haciendo nada.
—Lo encontrarán, Vincent. Lo están buscando.
—¿Cómo lo sabes? ¿La policía ha ido esta mañana a Hellincult?
—Han venido para tomar declaración al personal. Katrina trabajaba de limpiadora aquí. Querían hablar contigo, pero les dije que aún no habías llegado.
«No te escondas. Si lo haces, parecerás sospechoso de algo que no hiciste».
—Hablaré con ellos.
—Será lo mejor. Tengo que irme. Espero que te mejores, Vincent.
Dicho aquello, cortó la llamada y observó por la ventana. Los agentes con gabardina y sombreros fedora parecían rondar la casa de Vincent. A continuación, ambos caballeros se aproximaron al porche e intentaron llamar a la puerta.
—¿Señor Krood? ¿Se encuentra en casa?
«¡Los odio, los odio, los odio!», pensó para sí mismo.
Tuvo que dar la cara.
—Buenos días.
—Ha vuelto a casa —dijo uno de ellos.
—Así es. Es mi casa, ¿no? No tendría ningún sentido irme de esta.
—¿Dónde se encontraba usted a eso de las diez de la noche?
—En mi hogar.
—¿Sabe que Katrina Voclain ha sido asesinada?
—Sí —respondió melancólico.
—¿Era cercana a la víctima?
—Éramos amigos. Yo le di trabajo en Hellincult.
—¿Podría escribir su nombre en este cuaderno? —propuso el inspector.
Él asintió y lo escribió. No sabía para qué era, pero cuando los dos hombres se miraron cómplices entre sí, Vincent dijo:
—¿Qué ocurre?
—No es su letra —murmuró a su compañero.
Cuando Katrina fue asesinada, el culpable escribió una nota al lado de su cadáver para que Vincent lo viera. No había pensado que al hacer aquello, la policía sabría que el señor Krood no poseía la misma letra que el susodicho. Un atisbo de esperanza se prolongó en él.
—Muchas gracias por su colaboración, señor Krood.
Los inspectores se marcharon y Vincent respiró aliviado. Shaddy colocó su huesuda mano en el hombro de él y comentó:
—¿Lo ves Vincent? El mal no siempre gana. Estamos más cerca de descubrirlo todo.
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