HACE 8 AÑOS
HACE 8 AÑOS
La mafia captora de Kai Roux lo mantuvo en una celda con apenas agua y comida para debilitarlo hasta el límite de una muerte, su vida había sido miserable por dos años, aunque según supo jamás exigieron un pago a cambio, ni lo habían matado para enviar el mensaje, solo le tenían torturado con un dos vasos de agua y una comida al día como si quisieran mantenerle hasta su fallecimiento; sin embargo, de haberlo querido eliminar, no le darían sustento, estaba seguro de que buscan solo debilitarlo hasta dejarle en los huesos, pero aun luego de cuarenta y ocho largos meses no había encontrado la razón para ello.
Lo único seguro para él era que estaba en un recóndito lugar de Rusia, apenas les entendía, pero distinguía algunas frases completas en aquel idioma donde hablaban de las nevadas permanentes en un lugar de ese país, casa de la mafia roja.
—Señorito —anunció una voz conocida, la última vez que la había escuchado fue cuando se lo llevaron de Francia, una voz con acento español era indistinguible pues nadie más le hablaba así—, te ha llegado la hora.
Se regodeó en sus palabras y estas lograron apabullar a Kai, pensó en por fin recuperar la libertad aun en la muerte pues era mejor eso que un día más de aquella vida miserable. Abrieron la celda para sacarlo, así como los eslabones de la cadena atándole, esta le permitía un escaso movimiento dentro del espacio pues estaba alrededor del cuello con un circulo con clavos apuntados a la garganta para evitar movimientos
—¿En dónde me matarán? Háganlo aquí —espetó Kai con ira.
—¿Quién habló de matarte, mocoso? —la burla paseaba por el tono de su voz cuando lo haló del antebrazo para ponerlo en pie y sacarlo a empujones de la celda, caminaba lento, con pasos aletargados por la desnutrición severa, sentía la garganta como un desierto y el frío se le colaba por la escasa ropa en su cuerpo.
Caminaron hasta salir del pasillo escaleras arriba en donde el panorama cambiaba a un lugar de blanco impoluto por los cuatro costados, un lujo ante sus ojos que solo habían visto tres paredes de tierra y una reja por tanto tiempo, donde los a su criterio, colaboradores de la mafia se secreteaban entre ellos al verlo pasar como si supieran de algo oculto para él hasta llevarlo al final del pasillo tirándole del cuello por la cadena. Arrastraba los pies con cansancio y se agitaba cada tantos pasos por la debilidad hasta caerse de bruces, sus condiciones había sido deplorables desde el inicio y solo deseaba acabar con el sufrimiento pronto, pero ellos se aseguraba de no apagar la llama de su vida, solo la mantenían débil.
Algo querían con eso, estaba seguro, no solo torturarlo, buscaban tenerlo en los huesos para un propósito, pero aún no sabía cuál era, ninguno bueno, eso estaba claro. Con frecuencia se preguntaba cual era la finalidad de los rusos en tenerlo ahí sin matarlo y sin cobrar una recompensa por su libertad. Pronto llegaron a una sala de luz blanca y una camilla en el centro del espacio con correas de manos, pies, así como cintura, sobre esta una luz como de odontólogo, pero más grande y potente, enseguida quien lo traía avisó al Boss para que observara el "espectáculo", porque era una realidad, su secuestro no era exactamente extorsivo, sino vengativo, esa resultaba ser la única explicación lógica para semejante incoherencia. Sin tardanza lo engancharon en la camilla con las correas ajustadas como si quisieran asegurarse de que él no tenía formas de escapar, pues hasta la frente se vio atada.
Allí, en medio en las luces frías y el olor a desinfectante industrial como de hospital lo supo: había caído en la perdición. Desde caer en sus manos fue su peor pesadilla hecha realidad, Kai Roux sabía el riesgo por ser hijo de un militar poderoso, pues el peligro siempre le rodeaba, pero jamás imaginó el tipo de agresión física y no monetaria. Sin espera entró un grupo con batas para rodearlo y el resto se volvió borroso, le pusieron algo entre los dientes hasta sentir el electroshock en sus sienes, sus gritos no tardaron en llegar, llenándole los oídos a todos de una alegría pues todo querían verle sufrir, en especial el Boss quien no perdía detalle desde el balcón de observación tras un cristal.
—Primera descarga —escuchó una voz a lo lejos, aunque en realidad estuviera a su pie, mencionaba voltios, pero no estaba claro.
—Preparada la segunda —mencionó otra voz igual de lejana, identificó la situación como TEC (1)* clásica para tratar afecciones en el siglo XX; sin embargo, él no sufría de nada ni era paciente psiquiátrico, dada aquella circunstancia solo quedaba una opción para lo sucedido: buscaban debilitarlo o por lo menos, hacer daños en su cerebro.
En total fueron cinco repeticiones hasta dejarle desorientado, confundido, sudoroso y con un intenso dolor de cabeza insufrible, todo para ser llevado de nuevo como perro a tirones a otra sala de blanco reluciente donde volvieron a atarlo con correas. En medio de su mente nublada podía apenas recordar a su familia, sobre todo a Klaus quien siempre fue su mayor protector y pensaba en cómo los mataría a todos de poder hacerlo solo por tocar a su hermanito. Una vez allí acostado fue inoculado con algo, se sintió a su parecer como un coágulo entrando en su torrente sanguíneo por el cuello.
Luego de unos cinco minutos que parecieron más en su cabeza enredada, lo soltaron para hacerlo caminar una vez más, esta vez, con un picor casi con vida propia en el sitio de la inserción, pero cuando daba sus pasitos inestables el Boss se atravesó en su camino para tomarlo por la barbilla fuerte con un apretón poco amigable.
—Ay, mocoso, no sabes qué te espera en este lugar —se regodeó con viveza con un intenso acento del norte de Rusia—. El maldito de tu padre pagará por la muerte del mío a través de ti.
Kai era incapaz de responder algo, su debilidad era ya muy evidente y por ello en lugar de regresarlo al lugar lúgubre y frío que había sido su hogar por cuarenta y ocho meses, le llevaron a un cubículo de hospital donde lo mantuvieron vigilado 24/7 con guardias armados además de estar sujeto a las barandas con esposas en pies, así como en las manos, aunque al final era innecesario, apenas podía respirar por su cuenta... horas después despertó aun más desorientado, le costaba recordar ciertos detalles, aunque mantenía la imagen de su familia y el afecto hacia ellos. Se sentía en medio de una bruma espesa que no se disipaba con nada, ni siquiera con estar despierto agitado.
El corazón le latía fuerte como una locomotora a máxima potencia; no obstante, no lograba salir del aletargamiento, sobre todo, no se disipaba el ardor del punto de inserción, no paraba de preguntarse el porqué de un coágulo en sangre exponiéndole a un trombo, a menos que aquella cosa extraña se deshiciera una vez dentro de la sangre o algo similar, pensó en ello pues le gustaba leer artículos científicos sobre compuestos, sustancias y estudios médicos, aunque nada como eso en su cuerpo. Pronto escuchó voces fuera de la puerta donde estaba la habitación y al entrar el rostro del Boss de la mafia rusa asomó por el agujero con otra jeringa de aguja descomunal, solo entonces lo entendió, era el conejillo de indias de algún desquiciado, pero ¿Qué puede tener la mafia en rusia más allá del tráfico? Se preguntó en la mente.
—¿Qué tal mocoso? ¿cómo te sientes?
—¿Importa?
—No, en realidad no, solo eres un medio para un fin sin más, ahora, una muestra de gases arteriales —replica el hombre, su juventud había pasado, aunque la vejez aun no aparecía, tendría unos cuarenta años como máximo, si acaso menos, sus ojos claros destellaban con maldad y su cabello oscuro estaba casi al ras haciéndole ver más su expresión malévola—. Solo cállate.
De inmediato la misma joven rubia de ojos azules, que le había llevado comida a escondidas por dos años, se acercó a él con expresión de pesar en su mirada, de seguro por la situación de alguien con apenas diecisiete años en medio de un sufrimiento por venganza. Pronto le tomó la muestra de la parte interna de la muñeca para marcharse y dejarle solo por las próximas horas.
Quiso dormir; no obstante, se lo hizo imposible, cayó en cuenta que aquello inoculado en su cuello parecía hacer ruido interno, tal vez eran impresiones suyas, pero le sentía moverse por todo su cuello como algo con vida propia infectándole hasta la más recóndita célula en su cuerpo.
¿Qué diablos le habían inyectado y por qué la imagen de su familia se desvanecía?
La respuesta no llegaría hasta que fue demasiado tarde.
No supo cuanto tiempo pasó en una duerme vela cuando la joven entró, a escondidas, estaba claro, pues miraba a los lados, se acercó a él para darle algo de agua, cosa que agradeció, su boca estaba seca como desierto, pero no alcanzó a beber lo suficiente, el Boss entró con una patada en la puerta hasta abrirla de par en par.
—¡Lo sabía! Tú le das alimentos al cabroncete —espetó mientras se acercaba amenazante hacia la joven—. ¿Qué mierda estás pensando? —la toma de los hombros y la sacude con violencia—. ¿lo prefieres sobre nosotros?
—¡Es injusto! —lloriquea ella—. ¡él no ha hecho nada, si tienes cuentas con su padre cóbrasela a él, no a Kai!
La respuesta del Boss es una garnatada que la deja en el suelo con el labio reventado.
—¡Déjala en paz! —balbuceó Kai, pero estaba débil y atado de pies y manos a las barandas de la cama, no pudo hacer mucho por la única que le había mostrado bondad. Dentro de su mente se sentía inútil, no podía defenderse a sí mismo, mucho menos a ella y eso le atormentó, sobre todo cuando vio como el hombre la arrastraba sujeta del cabello hacia fuera despotricando en ruso.
Las cosas empeorarían para él y aún no podía imaginarlo.
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