HACE 5 AÑOS
HACE 5 AÑOS
MOSCÚ, INMEDIACIONES DEL KREMLIN
GAEL
Las cadenas del joven habían caído porque ya no era él mismo. Llovía a cántaros como si el cielo quisiera romperse en miles de pedazos en medio de rayos y truenos estridentes, la ciudad estaba sumergida en agua por completo, mientras él aguardaba en un auto la señal para bajar. Dentro el frío se colaba por las rendijas a pesar de estar encerrado, ello lo hacía titiritar a pesar de la calefacción, o tal vez, pensó, era producto de los pensamientos sobre lo que sucedería en contados minutos.
Llevaba cuatro años en un ir y venir de lugares con hombres armados, mientras su mente, cada día más lejana, se sentía embotada todo el tiempo, lejos del mundo había dejado atrás su propio ser, Gael jamás se hubiera reconocido a sí mismo si estuviera en sus cinco sentidos; sin embargo, ya no lo estaba. Se miró en el espejo retrovisor del auto, sus ojos azules y cabello rubio eran distintivos y vitales para su labor de cobrador pues tenía un aspecto tan angelical que nadie sospecharía su verdadera naturaleza bestial. Pronto un hombre apareció en la puerta del negocio frente a él haciéndole la seña, por eso encendió las luces por un segundo a modo de "Recibido" sus hombres no tardaron en bajar del auto y ofrecerle un paraguas, aunque para sus pies no hubiera mucho que hacer, el agua corría libre por el pavimento en cantidades industriales.
Se bajó y acomodó su traje sin corbata para ir dentro del establecimiento, llevaba un arma tipo pistola en la pretina del pantalón como siempre lo había hecho desde sus inicios, pero sus hombres tenían fusiles en el auto así como más pistolas en sus cintos. Una vez dentro del acogedor lugar, ubicó la mesa de su objetivo a donde llegó directo y sin invitación a sentarse en la mesa sorprendiéndole, pues de todas las personas del mundo, encontrarse en el restaurante con Gael Alias "Paimon" (1)* un demonio con cientos de ejércitos espectrales a su servicio, era lo último en lo que pensaba pues le creía lejos, en la parte asiática de Rusia, por ello había salido a la calle, pero el color de su rostro se le fue al ver al rubio con la mirada mortal.
—Maxim Petrov —espeto Gael, mientras el hombre pensaba en mil formas de escapar de la bestia, pero sabía que de seguro todo estaba cercado con sus hombres de seguridad—. Eres un hombre muy fácil de encontrar ¿lo sabías?
—No... no me escondo si es lo que... piensas —Maxim tragó en seco, mientras las manos le temblaban, se hallaba solo, esa noche no quiso salir con su convoy de seguridad pues no quería ser tan evidente, además sólo cenaría y volvería al interior del Kremlin por lo pronto, donde se escondía a plena vista como un político, pero ni siquiera ello fue suficiente para librarlo de Paimon.
—Sí te escondes, de mí, pero te he encontrado y tienes tres minutos para darme una explicación sobre porqué no me has pagado.
—No es fácil, he tenido inconvenientes y...
—No tuviste inconvenientes para pedir los cinco millones de euros ¿o sí? —espetó Gael al alzar la mano para llamar al servicio y una vez llegó, ordenó un vodka seco—. En esa ocasión no te vi inseguro.
—Creí poder con eso, pero os negocios se han dificultado.
—¿De qué me ves cara, Maxim? Estoy al tanto de tus negocios cada día más prolíferos de donde podrías sacar para pagar el maldito préstamo, pero no has querido... y yo no estoy aquí para irme por las ramas, en este momento veinte de mis hombres han irrumpido en casa de tu esposa con tus hijos —sacó su móvil para mostrarle una foto donde su mujer estaba brutalmente golpeada además de amordazada junto a sus tres hijos pequeños.
Maxim ardió en ira, trato de buscar su arma, pero Gael lo tenía todo planeado justo como lo hacía siempre, sacó un cuchillo de cacería dentro de su ropa y lo enterró en la mano del hombre hasta atravesarla y enganchar en la mesa de manera, su mano había quedado empalada con el cuchillo. El grito de dolor alertó a los comensales quienes quedaron en silencio absoluto, sólo a la espera de qué sucedería.
—Escúchame, grandísimo hijo de la gran puta, tienes veinticuatro horas para pagar el dinero, mientras tanto mis hombres se quedarán en tu casa y si no lo haces, yo mismo le atravesaré una bala en cada una de sus cabezas.
—Eres un desgraciado —espetó Maxim, mientras trataba de quitar el cuchillo, pero había sido clavado con mucha fuerza, además cuando trataba de moverlo una oleada de dolor le volvía a recorrer todo el cuerpo.
—El Underboss te ha sentenciado, y sabes que cuando lo hace nadie sobrevive —escupió Gael poniéndose en pie. Su corpulencia era extraña al tener en cuenta su edad, pero imponía en todo sentido, salió donde uno de sus hombres aguardaba por él con el paraguas. Una vez de vuelta en el auto hizo la llamada a su Boss para anunciar que la tarea había sido asignada, debía regresar a su apartamento en el centro a la espera de nuevas órdenes.
Iba en camino cuando su móvil replicó con la llamada de Vasilisa, ella, como creadora el compuesto usado en él como en tantos otros más, debía supervisar todas las tareas, sobre todo en él, uno de los pocos en quienes había funcionado, por ello era su creación más sagrada, aunque no era el único en realidad, sí había sido el mejor resultado. Vasilisa se muestra curiosa por cómo manejo la situación con Maxim pues era conocida la crueldad de Gael, su tono es seco como siempre, pero indaga más y más
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