Capitulo 8- Bombas de todo tipo
Capítulo 8
Bombas de todo tipo
"Me he acostumbrado a la guerra y a las bombas. El ruido de las bombas es el más fuerte que he oído"
Zita Gaier - Christine.
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Ginebra, Suiza
COMPLEJO DE LA HERMANDAD FLOR DE LIS
GEMELOS BIOQUÍMICOS DE LA HERMANDAD DAMIEN Y VASILISA SOKOLOV AL FINAL
(Ashley Benson y Drew Van Acker)
Damien Sokolov, la mano derecha y consejero del Underboss de la Hermandad, Aleixandre, no solo es el hijo de uno de los herederos de la primera línea sanguínea, es decir, su madre es prima hermana de la Boss Aleksandra. Él se ha formado en estudios más allá de ser un simple soldado más de la mafia, pertenece a esta, sí, fue creado a imagen y semejanza de la crueldad de la hermandad, es capaz de administrar y cobrar las deudas con sangre, igual que su hermana melliza Vasilisa, quien es la consejera de la Boss. Ambos han cobrado Vendettas a lo largo y ancho de Rusia, Italia, España y otros territorios en donde traidores asoman los morros al sentirse a salvo por haber huido, a veces con cantidades irrisorias de dinero, a veces con fórmulas magistrales creadas en los complejos, su papel no es precisamente ese, pero se han convertido en los mellizos letales, los justicieros que matan con sus propias manos y lo disfrutan.
Es una cuchilla lista para cortar pues dentro de su mente la oscuridad consumiéndole es envolvente, no es posible escapar de su encanto. Los actos crueles son solo la muestra de la erupción volcánica en su pecho que se hace llamar ira, los mellizos lo padecieron desde pequeños no solo por su formación despiadada en La Hermandad, sino por la herencia maldita impresa en sus genes irascibles.
Un placer insano les recorre las venas al tener la vida de alguien en sus manos, una descarga de adrenalina los orilla a la crueldad vista ante sus ojos desde pequeños, la Hermandad los moldeó así, pero Vasilisa y Damien no solo tienen en su vida las armas y las drogas, ambos mostraron desde adolescentes un interés desmedido en otra área de la organización: la bioquímica, por ello una vez terminaron su formación como cualquier miembro entrenado de forma casi inhumana de esta mafia, entraron a los estudios de la investigación biológica, luego a la química y finalmente química fármaco biológica, ella sobre todo ha descubierto vacíos en las fórmulas fallidas, sobre todo a las del proyecto actual: El oro y plata líquidos.
Han trabajado duro como nunca antes; sin embargo, lo necesario para hacer una réplica con una fórmula incompleta perdida entre los años desde los 90s, proveniente de una Praetor brillante en el área, adelantada a su época; no obstante, esta mujer prefirió morir antes de revelar la verdad, pues su creación podría cambiar el mundo, sobre todo el militar, pues dejaba una carta abierta para el caos, la sumisión y el control absoluto, pero con ella muerta y su investigación completa desaparecida, lograr una copia exacta es casi imposible debido a la complejidad de los compuestos creados y su función practica en los objetivos; no obstante, es difícil usarla en estos si no está completada y como muchos saben, presenta diversidad de fallos.
La luz del crepúsculo vespertino se cuela por la ventana de su oficina en la parte superior del complejo de Ginebra, Suiza, mientras él observa la figura del péndulo de Newton, las esferas chocándose por un lado y transfiriéndose entre estas el movimiento para que se golpee del otro y así sucesivamente hasta crear un bucle sin final. La ansiedad lo consume, Aleksandra les exige respuestas a Vasilisa y a él, quiere saber porqué en unas personas los compuestos funcionan y en otras no del todo, pero aquella explicación está lejos de ser resuelta, al menos hasta descartar que no se trata solo de la falta de la fórmula original.
Por ello ambos deben discutir sobre los posibles problemas desprendidos de los fallos estructurales en las cadenas de ADN.
Por lo menos, la han tenido contenta por la creación de las nuevas drogas, el Teseo, el Prometeo y el Ares con diferentes efectos en el cuerpo y alta probabilidad de adicción. Lisa creó las dos primeras con anotaciones de la creadora original del oro y plata líquidos, Damien la última, la cúspide de algo diferente. Alguien toca la puerta de su oficina, es Gael, el Katepano (1)* favorito de la Boss, quien entra una vez se le indica, pues debe mostrar el mismo respeto con los miembros superiores Sokolov, aunque estos no sean sus jefes directos.
—Señor, la Boss requiere de su presencia en la sala oval del edificio A —murmura en su tono robótico con la mirada perdida en la nada—. Es con respecto a los dioses del Olimpo.
Fue aquel el nombre asignado para describir las tres drogas sin mencionarlas del todo. Para el oro y la plata líquidos, los dioses del inframundo.
—Está bien, Gael, enseguida voy —la cabeza rubia del muchacho se inclina para marcharse.
Vasilisa entra un segundo después, cuando el joven aún está ahí y por ello casi chocan, él pide excusas de su forma distante de las emociones que ya no puede procesar de forma normal, es igual a muchos soldados en las filas; sin embargo, ella le sonríe de forma cálida, pues ha empezado a sentir cosas por el joven aunque es conocedora de su incapacidad de devolver sus atenciones como lo harían cualquiera de los pretendientes aguardando por ella, Damien la reprende a sabiendas de la imposibilidad del amor entre ambos y no sólo por la condición mental de Gael, sino por las prohibiciones de una Sokolov involucrándose con un soldado del Ejército de la Flor de Lis, pues para todos eran solo piezas en un tablero de ajedrez, podrían ser reemplazados con facilidad; por ende, les consideran inferiores, o al menos la mayoría sí, Damien no es uno de ellos, así como la misma Boss quien a pesar de su frialdad, llegaba a ser compasiva.
Gael se marcha y los mellizos se quedan a solas, pues deben discutir la mentira que le dirán a la Boss sobre los dioses del olimpo, pues hay cosas ocultas aun...
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Sinaloa, México.
Inmediaciones de Mazatlán,
KRYSTEL SÁNCHEZ
Una vez ha sido abatido, pasamos por encima del cadáver, mientras él recarga su fusil, pero no ha terminado cuando noto a uno de ellos agazapado tras una mesa volcada apuntándole a Klaus...
—¡Comandante! —le grito halándolo del brazo para disparar al costado donde está el atacante no visto por él, masacrándolo en cuestión de segundos porque le doy por toda la cara dejándolo como un colador de agujeros de bala antes de caer. Al Comandante o empotro contra la pared interior para checar si siguen ahí—. ¡¿Está bien, mi Comandante?!
—Sí Capitana... Ya le debo dos —contesta al recargar su fusil con el cargador.
—Y me seguirá debiendo porque no permitiré que le pase nada, mi deber es cuidar a mi Comandante —digo con firmeza y él me mira de forma rara para volver a su tarea. Corremos debajo del pasillo de la parte de segundo piso aun en pie para entrar en una de las habitaciones donde hay dos de los escoltas, pero hasta el final quienes no tardan en disparar, hay una especie de escritorio al que vuelco para cubrirnos y cada uno de nosotros se encarga de uno de ellos, el Comandante se asoma para disparar, pero ellos también están tras mesas volcadas
Saco una granada para retirarle la chaveta y lanzarla al otro costado donde explota volviendo pedazos los objetos y a ellos dejarlos heridos con una llamarada brillante como un nuevo amanecer para acabar con los pocos hombres restantes con disparos desde varios ángulos.
Pronto todo se ha quedado quieto en una tranquilidad indiscutible; no obstante, no se siente bien, es como ese momento de silencio previo a un desastre natural, en el cual te has convencido de que todo está bien y nada se pondrá peor, eso te acecha, está en tu sombra a la espera del momento perfecto para atacar.
Mi abuelo materno, aún con vida, lo describe como "La calma tensa es el aviso del desastre", y eso siento ahora, una extraña mezcla de incertidumbre con recelo a la expectativa del monstruo. Nos reagrupamos en la parte central de la casa, el claro dónde está la fuente, pero ahora hay un agujero en el lado oeste además de los muertos. Hablamos sobre seguir explorando a pesar de la gran posibilidad de que Portillo solo haya estado allí para hacerse ver por el dron y mandarnos una falsa alerta, atrayéndonos como moscas a la miel.
Pronto nos hemos dispersado, el Comandante y yo hacia el exterior por el pasillo amplio de entrada, este conecta entre la formación circular de dentro con la de afuera, por ello desde la puerta se ve esa parte perfectamente, pero una voz grita algo irrisorio, por ello corremos hacia allí para encontrarnos con una pared destruida, pero dentro de esta hay restos óseos como si alguien hubiese sido empalado allí mucho tiempo atrás, trato de ver hacia más adentro de la pared, pero está vaciada en cemento; sin embargo, no dudo que pueda haber más restos a lo largo de toda la hacienda, ya los Praetor nos habían alertado de tal escena.
Ellos encontraron cuerpos en la hacienda Petrova, cadáveres en descomposición de militares, incluidos de la UTCCO (2)*, estaban emparedados en los pisos del sótano y algunos entre las paredes, con su cadena militar bien acomodada como si fuera una intención, dejarlos así como una advertencia, entonces nos menciona el total aproximado encontrados ese día, pues hay un equipo completo en revisión de la hacienda palmo por palmo. Por ende, la posibilidad de tener ante nuestros ojos otra aberración, no me sorprende para nada, aunque no me hace inmune al impulso de vómito además de la sensación horrible dentro del pecho.
He estado el Irak, Siria, Afganistán y otros lugares con conflictos militares, políticos y con células rebeldes terroristas y aun no me puedo acostumbrar a la muerte, ¿Algún día se puede lidiar con esa entidad monstruosa? Aquella dama vestida con ropón negro, que con solo un movimiento de su hoz arrebata la vida de alguien, ¿de verdad alguien se acostumbraría sin siquiera sentir nada? Hasta el clima parece anunciar una tragedia, los nubarrones grisáceos se acumulan sobre nuestras cabezas con una amenaza clara de un aguacero de al menos unas cuantas horas ininterrumpidas.
Camino lento con la mano puesta en la pared como si pudiera sentir la energía cargada de muerte y crueldad dentro de esta, la verdad siempre he creído en ello, todo se carga de nuestros sentimientos negativos o positivos y en este momento no siento más que oscuridad. Hasta el Leviatán junto a mí parece afectado, aunque no tanto como yo o si lo está, lo sabe disimular muy bien. Masculla entre dientes "Hijos de puta, os voy a encontrar", más no expresa nada en voz alta, solo dejándome de pie frente a la pared sin decir una sola palabra.
Tengo ganas de llorar por la carga en esta casa, pasó cuando visité el acorazado hundido de Peral Harbor el USS Arizona, como otros también en el fondo, en donde murieron cientos de marinos el día del bombardeo de Japón contra Estados Unidos en la segunda guerra mundial, fue un día gris en la historia de Hawái, el despertar de todos fue el sonido de las bombas arrojadas por aviones y además torpedos que al impactar contra los acorazados empezaron a hundirlos más fácilmente al explotar el casco bajo el nivel del agua, esos dos ataques simultáneos implicaron que muchos hombres quedaran sin una vía de salida y terminaron hundiéndose junto con el acorazado. Si algo se le puede reconocer a Isoroku Yamamoto, Comandante del ataque, fue su precisión y mente fría para atacar en horas de la mañana temprano cuando muchos aún estaban empezando su día.
Tengo un nudo en la garganta y por ello me alejo, pero cuando llego a la fuente otro soldado grita haber encontrado un cuerpo en otra pared; no obstante, si lo veo de cerca son las paredes como tal sino un anexo de estas, agregada después o al menos eso parece, el Comandante aparece para ver el nuevo descubrimiento y ello solo enciende otro fuego en su mirada al notar lo mismo que yo: el cuerpo lleva una placa militar, advertido por los Praetor ya; sin embargo, verlo con nuestros propios ojos es diferente, entonces Klaus se harta y dice querer marcharse, pero no hemos terminado de salir al escuchar el grito de un soldado por encontrar maletines negros, por ello devolvemos un par de nuestros pasos.
Sebastián, Teniente, es quien lo ha encontrado y revisa de forma minuciosa, veo un tiro en su pierna desde lejos, aunque nada grave.
—¡Hay una bomba en cada maletín! ¡retirada! —exclama con uno de los bolsos entre sus manos, totalmente aterrado, está con Luis y Ana, dos de mis soldados—. Quince segundos.
Todos corren por donde pueden, en cuestión de poco, muchos han salido, menos quienes están más heridos.
—¡Sebastián! ¡Luis! ¡Ana! —grito queriendo regresar e ir a ayudarlos, pues están heridos, pero Klaus me hala con tanta fuerza que logra zarandearme en medio de mis quejas—. ¡¿Qué hace, Comandante?! ¡déjeme ir por mis soldados! —dada mi terquedad, me toma por las piernas para alzarme y colgarme por su espalda como si fuera un bulto, así nos alejamos en medio de mis reclamos pues me tiene tan bien sujeta que no logro soltarme y lo último que veo antes de la detonación es la mirada aterrada de Sebas y Ana, mientras cojean, segundos después, explotan los artefactos haciendo volar pedazos de todo por todas partes, una llamarada se eleva y la onda explosiva de al menos tres detonaciones simultáneas como si hubiera más bombas, nos tira al suelo a ambos, causándonos raspones en los brazos, en mi caso hasta en la frente, mientras solo podemos ver cómo explota la hacienda en pedazos y una llamarada cegadora en donde mis queridos soldados quedaron atrapados, pues según veo solo quedaban ellos dentro.
Siento el cuerpo pesado, pero encontramos fuerza para reincorporarnos y buscar un salida mientras grito por el miembro perdido de mi equipo, pero por si fuera poco, la balacera se retoma, para ellos no fue nada, de seguro están en una posición donde no les afecta para nada, ocultos fuera. La casa ha quedado reducida a solo escombros con una línea ascendente de humo grisáceo como única muestra de la explosión violenta. Me quedo con la mirada fija en los pedazos de la casa como si quisiera ver de pronto a Sebastián caminar invicto hacia mí o a Luis soltándome una broma como siempre lo hace, tal vez a Ana siendo tan dulce como siempre, pero lo único que veo en destrucción. Los ojos se me llenan de lágrimas, estoy de rodillas con la mirada fija en el fuego con ellos en mi mente.
—No hay nada que pudiera hacer por ellos, solo seguir adelante —dice Klaus con frialdad haciendo un llamado a la cordura, es lo más lógico según los estatutos, pero mis reglas son diferentes: nadie se abandona, aunque me doy cuenta de algo, su boca suelta palabras faltas de emociones, pero su mirada se ve abatida, parece sentir la muerte de los soldados también en su pecho.
De repente, uno de ellos me localiza, es de los García, una familia aliada de Portillo a quien hace menos de un mes le maté a su hermano en un operativo, mientras trabada de matar a la empleada por pensar que nuestra llegada fue por ser una soplona. Le atravesé el cuello y luego la cabeza de lado a lado, pobre mujer, que desgracia quedar bañada en la sangre asquerosa de él. Mateo se llamaba, ahora, su hermano gemelo, Marcos me persigue incansablemente como a un animal de presa, pero en realidad él es el conejo, yo soy el águila. Le disparo sin piedad; sin embargo, encuentra la manera de cubrirse justo antes del impacto. Klaus y yo tratamos de encontrar un punto para cubrirnos, pero no hay nada cerca más que las ramas y arbustos, es cuando aparecen más con Marcos, unos diez listos para matarme.
El Comandante y yo seguimos corriendo para meternos en la vegetación de forma profunda en busca de tener un lugar desde donde podamos disparar; no obstante, una sucesión de disparos impactan contra el árbol a mi lado, haciendo volar astillas por todos los sitios. Klaus se gira para ponerme a su espalda y protegerme dándole un contraataque para seguir sumergiéndonos aún más y más.
—¿Quién es él? —pregunta Klaus avanzando entre la naturaleza densa de espaldas a ratos y vuelve de frente igual a mí con el dedo en el gatillo del arma—, ¿Qué tiene contra usted, Sánchez?
—Marcos García, hace poco maté a su hermano en un operativo y desde entonces me está buscando, pero no conoce mi rostro completo, solo ha visto mis ojos, la forma de mi cuerpo... ¡Abajo, Comandante! —grito de repente echándome al suelo al notar la trayectoria de un lanzacohetes, este impacta varios metros atrás, de esa manera explota en la maleza incendiándola en segundos, no apuntaron bien; sin embargo, la onda llega a nosotros, a mí me deja un pitido en el oído y creo que a él también.
Volvemos a correr hacia la dirección contraria al fuego cada vez más agresivo «Maldita sea, van a hacer un incendio forestal» seguimos dándoles tiros ocasionales hasta encontrar un árbol con el ancho suficiente para no ser atravesado por un arma como las suyas. Recargo con mi penúltimo cargador, para asomarme y alcanzar a disparar a ellos, el Comandante hace lo mismo, pero hace una pausa para sacar una granada de mano de humo a la cual le saca la chaveta y la lanza con fuerza. Pronto la nube grisácea llena el ambiente, de inmediato corremos hacia más allá.
—Espere, voy a despistarlos —me quito el aditamento en la cintura ya vacío hacia el camino contrario. Continuamos al notarlos salir del humo, cayendo en mi trampa.
—¿Seguimos por aquí? —susurra Klaus con cautela.
—Sí, debemos perderlos, luego vemos cómo regresar —de repente la lluvia anunciada empieza a caer en ligeras gotas al inicio, para hacerse más fuerte hasta alcanzar gotas enormes, estas impactan contra nosotros, pero debemos seguir. De pronto piso sobre un agujero cubierto por hojas y ramas secas y me voy dentro donde caigo sobre mi tobillo derecho lastimándolo, entonces profiero un quejido de dolor antes de ver al Comandante sobre el hoyo.
Me extiende la mano para ayudarme a salir, pero le toma algo de esfuerzo, a pesar de no ser muy profundo, pero es estrecho por eso debo apoyar mi pie izquierdo contra los bordes, pero me resbalo por estar mojado con la lluvia y voy de culo al piso, embarrándome de lodo
—¿Está bien, Capitana?
—¡Sí! solo me golpee un poco, nada grave —contesto cuando siento algo deslizarse en mis pies y al ver me encuentro una serpiente naranja oscuro con negro y una franja blanca, por ello grito desesperada. Le temo a las serpientes de todo tipo, en mi cautiverio una de las torturas fue dejarme picar de serpientes venenosas que luego de horas de sufrimiento, a veces parálisis, otras ardor como fuego en el cuerpo, luego eran contrarrestadas por antídotos para el veneno creados por los bioquímicos, más efectivos en comparación con los normales, por ello lograban contrarrestar los síntomas a tiempo, pero la fobia por esos animales aumentaba a cada mordedura. Klaus pregunta qué pasa y le explico, entonces vuelve a tenderme la mano.
Esta vez movida por el pánico logro apoyar ambos pies en el lado del hueco frente a mí aunque duela y me voy trepando con la ayuda de él hasta que me puede abrazar la cintura y me saca. Estoy histérica, lloro desesperada y él me pregunta porqué, pero no encuentro voz, solo sollozos porque flashes de hace diez años me perturban, las serpientes, los colmillos, las consecuencias en mi cuerpo, entonces me abraza, mientras me cuelgo de su cuello.
—¡¿Qué pasó ahí abajo, joder?!
—Ser...serpiente, una maldita serpiente —exploto aun abrazándole y él en lugar de menospreciarlo como lo hicieron mis altos mandos antes de ser Capitana, me engancha en su cadera y de esa manera me aferro más al abrazo, mientras él me sostiene de los muslos echándome hacia más arriba y dejarme casi colgada, para caminar a paso apresurado hacia otros matorrales donde nos escondemos sobre todo al escuchar a nuestros perseguidores cerca, entonces nos mete como puede en lo denso para acuclillarnos y él pone una mano sobre mi boca para callar un poco mis sollozos, aunque aún lloro junto con temblores. Cuando pasan, los dientes me castañean, pero con el ruido de la lluvia no es notorio, el frío hace estragos en mi cuerpo por estar empapada y Klaus se aferra a mi cuerpo como si tratara de darme calma, cuando los vemos perderse hacia el sur, él me suelta.
—Tranquilícese, Sánchez, haga respiración consciente, inhale profundo, sostiene y luego exhale poco a poco —me indica en susurros, mientras limpia lodo de mi rostro con delicadeza, como si tocarme pudiera romperme como una hermosa porcelana, Sigo sus instrucciones poco a poco y me ayuda—. Eso así.
—Gracias, Comandante —murmuro una vez me he calmado un poco más—. Debemos salir de aquí ya, de seguro regresan.
—En cuanto usted se sienta mejor, no nos moveremos hasta que eso pase —impone con firmeza aun en tono bajo, entonces sigo en respiraciones controladas; de esa manera, me calmo en pocos minutos cuando se despejan las memorias.
—Sigamos, Comandante, podemos tener un resfriado o algo peor —le digo con seguridad, él me da una mirada con los ojos entrecerrados hasta aceptar, por ello salimos de los matorrales para caminar, pero olvido lo del tobillo y al apoyarlo me duele—, me lastimé en la caída.
—Trépese en mi espalda —se pone frente a mí sin pensarlo dos veces—. Yo la llevaré.
Obedezco y atravesamos la vegetación empapados pues el aguacero parece eterno, mientras atravesamos la naturaleza tipo montaña a veces escasa a veces densa, vamos en silencio, pero apenas me lo puedo creer «¿El gran Leviatán me lleva de burrito? ¿por qué?» puede ser consideración, aunque nada es seguro. El corazón me late fuerte tanto por la cercanía como por saber a los atacantes por ahí.
A los pocos minutos encontramos una casa al parecer abandonada
—¿Qué dice, Comandante? ¿entramos?
—No hay de otra, no podemos seguir bajo la lluvia —murmura; no obstante, revisamos el perímetro y al comprobar el abandono entramos para cerrar las puertas y ventanas, al menos las que no están rotas pues tienen tablones. Una vez dentro él hace un repaso del lugar, las paredes tienen la pintura raspada y crea vetas en toda su extensión como si un animal salvaje hubiera pasado sus garras allí. Hay pocos enceres, entre estos un viejo sillón raído apoyado en una pared, un par de sillas talladas en madera consumida por las polillas hacia la zona izquierda junto a un comedor redondo también de madera, justo frente a la cocina donde no hay absolutamente nada, pero hay una cama en la única habitación que tiene, pero solo está el colchón forrado en un cobertor protector.
El olor a tierra mojada por la lluvia ambienta el espacio, junto al constante choque de las gotas contra el techo dándome la sensación de que de un momento a otro se vendrá abajo por la fuerza bestial del aguacero. Terminamos de revisar a fondo toda la casa pasando por encima del suelo empolvado, así como la cocina y todo lo que hay dentro de las cuatro paredes, donde el aroma a humedad está impregnado de forma leve.
El Comandante al final suspira profundo poniendo el fusil a un lado para preguntarme si estoy bien, pues una de las balas penetró mi brazo y aún sigue dentro; sin embargo, la adrenalina no me permitió sentir el dolor completo hasta ahora, siento punzadas y sale gotas de sangre que corren por la camisa hasta terminar en el suelo. Entonces él toma un cuchillo y rasga la manga para dejar expuesta la herida revisándola. La verdad me duele más perder a miss soldados de forma tan vil al balazo, me siento vacía, el dolor se arremolina en mi pecho al recordar cómo he perdido a miembros de mi Brigada por culpa de Portillo y sus hombres hijos de puta; sin embargo, pronto hallo la forma de distraerme...
—¿Tiene algo debajo del uniforme, Capitana? Necesito curarla y ponerle una venda en el tobillo.
—Una camisa de tirantes, pero nada que usted no haya visto ya —respondo insolente y con ello me gano una mirada traviesa con una sonrisa. No es la mejor manera de desviar el dolor, pero me sirve.
—Es usted muy descarada, ¿se lo han dicho, Sánchez? —replica, mientras evalúa de cerca el balazo.
—Sí, Comandante, Maddox me apodó "Miss México insolente" —me sonrío pues así soy yo, no soy tímida en ningún sentido, prefiero el descaro a ser una mojigata, haciéndose pasar por mosca muerta, más aún cuando busco escapar de la realidad.
—Pues muy bien le queda, esa boca respondona le meterá en problemas algún día, se lo aseguro "Señorita no te importa" —se sonríe de nuevo, nada que ver con el sujeto de más temprano en la pista de aterrizaje—. Como sea, tengo que sacar esa bala, ¿lo resistirá, Capitana?
—Créame, Comandante, he pasado por cosas peores y no hablo del entrenamiento de la UTCCO —susurro al perderme en las capas de recuerdos, la tortura, los gritos, los vejámenes, todo está clavado como una estaca en mi psique descontrolada—. Adelante.
—¿Puedo preguntarle algo?
—¿El Comandante Roux pidiendo permiso? Esa no la vi venir —saca un pequeño tubito con alcohol de uno de los compartimentos del traje, estamos obligados a llevar un mini botiquín tan solo con cosas básicas, además una venda, gasas individuales, una pequeña pinza y lo que entre en el bolsillo del canguro. Riega el líquido sobre la herida arrancándome un jadeo de dolor de mandíbula apretada, pues aunque soy fuerte, el ardor sigue ahí, pero duele aún más cuando con ayuda de la pinza logra alcanzar la bala para irla halando de a poco, para removerla al completo pronto. La sangre corre; sin embargo; hubo tanta sangre, mi propia sangre, derramada en mi pasado que no me escandaliza, solo me preocupa quedar débil por la pérdida de esta.
—Siga así y ya verá... ¿por qué en su expediente no hay antecedentes? —pregunta, pero no me lo esperaba, después de todo, tengo a todos en México convencidos de que no hay nada que buscar en mi pasado, ayudada por Richi.
—¿Por qué me pregunta eso? ¿vio mi expediente?
—Veo el expediente de todos con quienes trabajo, Capitana, no puedo entrar en territorio enemigo sin saber las habilidades de los soldados a mi mando, pero usted... usted no tiene pasado ¿Por qué?
—No hay nada en él realmente valioso, solo dolor —espeto sin más y él no hace más preguntas; sin embargo, por la mirada en sus ojos, no se quedará con eso.
Al terminar limpia el reguero de sangre en mi brazo con una gasa, para poner otras limpias que taponan la herida, encima otra cubriéndolas y finaliza con la venda. La lluvia lejos de parar se vuelve más agresiva y por los bordes del techo comienzan a salir pequeñas goteras.
—Bueno, parece que estaremos un buen tiempo, póngase cómoda —murmura y es entonces cuando reparo en su pelo negro que escurre aun gotas, sus ojos verde oscuro y el uniforme justo a su cuerpo. De pronto, se quita el chaleco y la camisa manga larga para escurrirla lo más posible en busca seguro de evitar pasar demasiado tiempo con algo tan mojado y pescar algún resfriado, pero es para mí como un encendedor iniciando una llamarada.
—¿Respondería otra pregunta, Sánchez? —indaga sacudiendo la prenda como si no le importara mucho, aunque el tono de su voz le delata, está interesado en saber algo.
—Depende de la pregunta, Comandante —mi respuesta es casi cortante, si pregunta más por mi pasado, no podré contenerme.
—¿Hace cuanto sale con Ángel Montemayor?
—¿Por qué quiere saber eso, Comandante? —doy una pregunta a su pregunta porque suelo hacer eso antes de contestar y por ello él se molesta reclamándome eso precisamente—. Está bien... llevamos tres años, hace seis meses nos comprometimos y antes de que pregunte, terminamos hace poco porque él estaba comportándose extraño, así que lo seguí una noche, le vi entrar en un bar de teiboleras para clientes VIP, me lo negó por supuesto, sabía que lo haría, pero no pudo hacerlo pues le había tomado fotos, por ello ni pudo refutar, además lo eso de dejarme plantada se le hizo costumbre aunque fueran fechas importantes y... ¿por qué estoy contándole mi vida? seguro ni le importa.
—Si no me importara no hubiera preguntado una mierda, Sánchez —escupe con grosería acercándose—, Sólo quiero saber si sigue siendo el mismo hijo de puta que fue con mi hermana o tal vez porque soy un cotilla —sonríe con travesura.
—Creo que es por eso último, mejor dicho —le devuelvo la sonrisa—, bueno el caso es que estaba en una despedida de soltero de un amigo y me lo demostró, pero aun así no hemos vuelto, aunque no estoy segura de querer dejar ir todos nuestros planes o lo todo lo atravesado juntos... ¿puedo preguntar yo ahora?
—A ver con qué sale la metralla respondona, adelante.
—¿Por qué se odian tanto? Ángel no ha hecho más que despotricarme sobre usted apenas supo de mi asignación como su segunda al mando.
—Ángel no tiene nada de ángel, desde niños buscaba opacarme y nunca supe porqué, traté de ignorarlo; sin embargo, no pasó con los años, se volvió peor y en un punto decidí no darle mi atención a ese toca narices de los cojones, eso hasta ver cómo le rompió el corazón, la dignidad y la reputación de Kass, me volví loco, vi todo en rojo, tomé mi auto para ir a su casa y cuando lo tuve enfrente le tiré dos dientes con los golpes, era un animal salvaje en esos momentos, las personas alrededor apenas pudieron contenerme, pero parecía un brote psicótico de nuevo —suspira, mientras tuerce los ojos con fastidio—, pasé tres días preso hasta que mi padre me sacó, teníamos ambos unos veintiún años para entonces.
—No entiendo, ¿la reputación de Kass? ¿por qué?
—Porque el cabronazo le tomó fotos a la sábana con sangre y las mostró como si fueran fotos del prom de la escuela, le dijo a Kass fácil, perra y zorra, todo por hacerme daño, él sabía que si la dañaba es como si me lo hubiera hecho a mí, porque si algo protejo en la vida es a mi familia, Kassandra, Paulina e incluso Catalina su nana.
Apenas lo puedo creer.
—Ese no es el Ángel que yo conozco —niego con la cabeza poniéndome en pie del suelo en donde he estado sentada, él me mira cruzado de brazos en una posición donde sus tatuajes resaltan más y es cuando noto la caligrafía cursiva con el nombre de Paulina entre los arabescos impresos en su piel—. Han pasado once años desde entonces ¿No? Los humanos cambian.
—Sí, los humanos, Ángel Montemayor no tiene humanidad... ¿Alguna vez le ha contado sobre Siria e Irak? —suelta con ira en el tono de voz, entonces niego con la cabeza, ante esa respuesta silenciosa, bufa con molestia—, se nota, no lo defendería tanto, es más, dudo que se hubiese enamorado de saberlo.
—También dijo que le había dado un brote psicótico de nuevo, ¿tuvo ataques así antes? —pregunto, pero guarda silencio como es lo usual.
—Digamos que... hubo un agujero negro de culpa y remordimiento en mi cabeza que me orilló a eso —se acerca poco a poco a mi posición junto a la mesa para retirar mi pelo mojado de mi rostro como si buscara distraerme para no seguir con mis preguntas—, no se lo puede decir a nadie, Sánchez, nadie a parte de mi familia lo sabe. He evadido las pruebas con dificultad.
—¿Y por qué me lo cuenta a mí?
—Digamos que le siento más cercana que otros compañeros de trabajo y no solo por haber pasado la noche juntos...
«Dios, nosotros, solos en una cabaña sin nadie más, con la tensión sexual entre ambos, no puede terminar bien»
En teoría sigo soltera; por ende, puede pasar cualquier cosa sin haberle fallado a Ángel.
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(1)*Katepano, rango del antiguo ejército romano, lo usé a voluntad en la organización, aunque NO tenga las mismas funciones que se realizaban en ese tiempo.
(2)*Capítulo 9 y 10 de Cenizas Quedan, secuela de Donde hubo fuego mi otra saga
militar.
VASILISA SOKOLOV
(Ashley Benson)
DAMIEN SOKOLOV
(Drew Van Acker)
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