Capítulo 39- Lucifer es mujer
Capítulo 39
Lucifer es mujer
"Todo hombre tiene un diablo y
no descansa hasta encontrarlo"
Michael Wincott
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Tijuana, México
Despacho de abogados Portillo & Asociados
Emiliano camina de un lado al otro, mientras piensa en Kattleya Sokolov, es una mujer hermosa, lo ha encantado con sus ojos, pero tiene la misma sensación que con la extraña de la UTCCO, aunque sospecha que son la misma; sin embargo, muchos tienen los ojos color miel como ellas, si son dos mujeres diferentes, por ello lleva un vaso whiskero con alcohol dentro para empinárselo de un trago, su obsesión ha crecido desde ver a la sobrina de la Boss, sólo puede pensar en ella, porque si es enemiga de su tía, es de verdad fuerte, no se deja y eso lo vuelve loco.
Ese es otro punto, los ojos y el carácter fuerte le gritan que la identidad real de aquella quien lo acorraló en su hacienda es Kattleya Sokolov, nada se lo saca de la cabeza, es como un carrusel, dándole vueltas, ni siquiera puede concentrarse en su trabajo porque está acostumbrado a controlarlo todo y poder saberlo también, pero esto, sin tener acceso a los expedientes de la UTCCO para corroborar es difícil.
Su tarea es más dura de lo pensado, los soldados de esa milicia no se venden al mejor postor como sucede en otras, una cantidad moderada de dinero hacen cambiar la lealtad de cualquiera, menos ellos, sobre todo los de Antinarcóticos, al parecer fue el escuadrón quienes llegaron a la hacienda, al menos eso dicen sus insignias al hacerle zoom a la cámara. La mujer se ha convertido en una tarea imposible, por eso piensa en que mejor investiga a Kattleya, si son una sola, lo llevará a ella pronto y ese es su objetivo.
Necesita tener a la hechicera de ojos miel, su mirada dorada le cuenta una historia sobre la fuerza y el carácter de ella, entonces la desea tener no sólo como mujer, para eso están otras, lo más importante es la forma arrolladora de ser, no tembló aquel día como muchos hacen en su presencia, no dudó en mandarlo a la chingada sin contemplaciones, así demostró temple, necesario para este negocio. De pronto, su teléfono suena, es su hija Yésica quien caza a otro objetivo, un político que le hace la vida imposible a los narcos, sobre todo a los cargamentos del Patrón de los cielos.
Le reporta tenerlo en sus manos a las afueras de Tijuana, la verdad no entiende como una joven de su edad es capaz de lo que muchos hombres incluso militares no pueden, aunque piensa que todo es gracias a la Boss, la entrenó para eso precisamente.
—Mándame la ubicación, quiero verlo agonizar —pide con malicia y su hija la manda sin demora—. Estaré ahí en treinta minutos.
—Está bien, no te tardes, no puedo quedarme mucho, lo sabes.
Al otro lado de la comunicación, Yésica mira a su capturado quien trata de zafarse y hablar, pero tiene cinta en la boca y está bien sujeto a la silla, sus ojos denotan una ira desesperada, aunque también ve miedo de repente, por eso le arranca la cinta de la boca para dejarlo hablar, de todas maneras están en una gruta de montaña, nadie lo puede escuchar.
—¡Eres una desgraciada! —espeta de primero—. Tú y tu padre.
—No sé de qué padre habla, soy huérfana —trata de excusarse, aunque él ya viene en camino y será evidente su parentesco.
—No te hagas la idiota, eres la hija adoptiva de Emiliano Portillo, te he visto en reuniones... —comenta en otro alarido—. una mujer con tus atributos no se puede olvidar —es casi un cumplido, pero el hecho de llamarla "idiota" detona la ira ya burbujeante de su cuerpo y por ello le da un puño en la cara con las manoplas de metal en sus dedos.
Va vestida con su traje negro de motociclista pegado al cuerpo, lo usa para moverse a toda velocidad, aunque para arrastrarlo hasta aquí debió sacar una camioneta de la casa de su padre.
—Si me llamas idiota de nuevo, mi padre no podrá verte agonizar como quiere porque te arrancaré el corazón antes de que llegue —amenaza ella inclinándose sobre un muy mareado Roberto Castro quien escupe sangre con saliva frente a la mujer de ojos celestes lista para matarlo en cuanto le digan como un perro asesino entrenado.
—Él es el patrón de los cielos —afirma el hombre con tanta seguridad que parece tener las cosas claras—. Por eso no lo encuentran, es un fantasma oculto a plena vista.
—Bravo, bravo, bravo, ¿cómo lo sabes? —dice ella con sarcasmo y una sonrisa diabólica—. Él cubre bien su rastro.
—Me pare... cía extraña su forma de... actuar y lo seguí varias veces —espeta el hombre al sentirse mejor—. Hasta que lo vi entrar en una bodega llena de cocaína.
—¿Quién más lo sabe?
—Jamás te lo diría —aquellas palabras sólo detonan la ira de Yésica quien le da otro golpe, esta vez, abriéndole la piel del pómulo—. ¡Deja de golpearme!
—Si hablas tal vez te salves... dime quién más lo sabe y saldremos de todo esto —murmura ella con malicia, no tiene intensiones de dejarlo ir, al menos no vivo, pero necesita que suelte la lengua.
—No soy tonto, niñita, de aquí salgo muerto, y proteger a mi familia es primero —en realidad Roberto no le había dicho a nadie por protegerlos a todo, se había tragado sus sospechas, después de todo, no tenía pruebas, si se habían públicas se las exigirían y al verse sin nada sería demandado por injuria y calumnia, pero al menos dejaría tras de sí a un muy atormentado Portillo preocupado por quién más sabría la verdad.
—A ver, Roberto, te lo pongo de esta manera... o me dices quién más lo sabe, o exterminaré a cada persona de tu familia y a quien hayas conocido para estar segura de que no abran la boca.
—Eres una maldita enferma, ¿cómo no te han encerrado?
—Porque soy buena en lo que hago —se jacta con una sonrisa macabra—. La mejor, por eso no hay como yo.
—¿Y sabes a quién le sirves realmente?
—¿Soy la sicaria del patrón de los cielos, sí... —responde Yésica al darle la espalda para ir a su mochila donde elementos de tortura esperan para ser usados
—No, me refiero si sabes para quien trabajas aun con lo que te hicieron.
—Habla ya, tu balbuceos me dan dolor de cabeza.
—El hombre que mató a tu madre obedecía órdenes del Boss transitorio de La Hermandad, Aleixandre Sokolov, era un dealer de su maldita droga, porque tu madre era una puta adicta que ni siquiera sabía quién era tu padre, porque lo hacía drogada hasta la coronilla y...
La bofetada de Yésica de nuevo con una manopla lo sorprende hasta lograr romperle un diente por lo duro del metal, así como la correspondiente sangre por montones, la mujer siente la ira bullir dentro de su pecho, quiere destazarlo con el machete afilado como sus propias manos, lista para cortarlo por la mitad y quedar sin ningún remordimiento en su conciencia.
—Mejor cállate o adelantaré tu hora.
—¡No me voy a callar! —brama él aunque es una mezcla de sangre y saliva en su boca—. Ese hombre era empleado de Aleixandre Sokolov y como tu madre no tuvo con qué pagar, la mandó a asesinar... todo este tiempo has estado tras el rastro equivocado.
—¿Por qué demonios sabes tanto de mi madre? —gruñe con los ojos abiertos de par en par inyectados en sangre.
—Fue muy conocido su crimen, más aún cuando Portillo te adoptó, pero luego hizo negocios con la Boss, los culpables de la muerte de tu madre, que ironía... además, luego de descubrir la verdad.
Todo en la cabeza de Yésica da vueltas como una noria, algo se quiebra dentro de ella, por eso cae de rodillas sosteniéndose la cabeza consumida pon una punzada llena de recuerdos dolorosos, listos para destrozarla en pedazos. Aquella maldita noche llega a su cabeza para golpearla como un coletazo de T-rex, las luces se encienden en su mente como en la habitación cuando su madre la metió en el armario pidiéndole estar quieta y callada.
Entonces algo sonó, como si hubiera estallado una bomba, para estar acompañado de gritos que bramaban el nombre de su madre, ella trató se esconderse bajo la cama, mientras su hija la veía por una pequeña hendija del closet, la pequeña temblaba como hoja de árbol en otoño a punto de caer de la rama, entonces vio al hombre por fin, estaba de espalda y un llavero con símbolos de póker le sobresalía del bolsillo de su pantalón negro.
—¡¿Dónde está mi dinero?! —gritó con rabia pura en sus venas—. Justina, dime que lo tienes o ya sabes... ¿dónde está tu hija? Si me la das saldarás tu cuenta porque si la vendo ganaría más de lo que me debes.
—¡Mi hija no, Pedro! —chilló la mujer aterrada al poner sin intensión la mirada por un segundo en la puerta del armario, pero consciente de que cualquier gesto podría delatarla, la retiró de inmediato, por fortuna el hombre no se percató de aquel gesto o la historia pudo haber cambiado—. Ella no está, fue con mi madre... Pedro, dame dos días y lo conseguiré todo
—Ya no tienes tiempo, te he dado más mercancía, más tiempo porque me caes bien, Justina, pero no rodará mi cabeza por cubrir la tuya, el dinero o te mato aquí y ahora —la mujer quedó paralizada por unos instantes donde lágrimas silenciosas le corrían por las mejillas, entonces el hombro lo entendió: no había dinero y pagaría por ello con su vida, entonces sacó una navaja de su bolsillo y las llaves de póker cayeron para empaparse de la sangre que salía de su cuello abierto de lado a lado, su marca personal, los degollamientos... luego de eso, con el descaro a flor de piel, abusó de ella, todo ante los ojos hasta entonces, inocentes de la pequeña.
Cuando la mancha roja alcanzó el armario colándose por debajo, los hombre se había esfumado, por eso Yésica salió de su escondite en shock, cayó de rodillas para acercarse arrastrándose sobre la sangre hasta alcanzar a su madre ya fallecida, a quien sacudió con fuerza, mientras gritaba su nombre con alaridos de dolor, esto llamaron la atención de los vecinos y fue así como pronto llegó la policía, quienes la encontraron desvanecida sobre el charco de sangre por un desmayo, su mente no pudo con tanto.
La realidad vuelve a golpearla como un huracán, porque la voz de su padre resuena en la gruta muy cerca de su posición, por eso lanza el objeto en su dirección, este se estrella contra la pared de roca haciéndose añicos.
—¡¿Me hiciste entrenar con la gente que mató a mi madre?! —brama apenas Emiliano entra a la gruta y esto lo deja desconcertado por un momento.
La detonación de sus demonios sólo acaba de empezar.
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Carretera Culiacán, Sinaloa
Base Praetor
KLAUS
La pregunta de Cata queda en el aire por algunos momentos, me deja con pensamientos de porqué esa lacra de la sociedad se acercó a la niñera, aunque sí hay una teoría en mi mente, quiere meterse en mi familia sin tener idea de que tenemos su rostro impreso en un expediente, mis pensamientos van más allá hasta llegar al del oro: quiere a Paulina, se quiere llevar a un miembro de mi familia de nuevo.
Ese maldito imbécil no sabe con quien se ha topado, a mi hija no la toca ni Dios. entonces prácticamente la interrogo, toda información de ese hijo de puta me la dice, se acercó a ella en el parque cuando Paulina jugaba con chicas de su escuela de señoritas cuando el tipo con la cicatriz se acercó a cortejarla, a decirle que era hermosa, y así fue durante dos semanas, aparecía con chocolates, rosas, algún postre, a ella no le pareció extraño porque en realidad es guapa, a pesar de sus cuarenta y un años se ve rozagante y mucho más joven.
Los pretendientes no le faltan, incluso tuvo un esposo, pero este se fue porque ella puso a Pau por encima de cualquier cosa, ese hombre quería que ella dejara el trabajo y nosotros le dijimos que podía irse sin problemas, no la íbamos a retener por las malas, ya nos había dado muchos años, pero ella misma quiso quedarse, porque ama a Paulina como su propia madre no lo hizo, por ello él se cansó. En cualquier caso, no brincaron alarmas por su coqueteo, por eso la llevó a cenar una noche.
Me cuenta que a veces lo pilló mientras se fijaba en la niña, pero se zafó al decir que le parecía muy curiosa, eso sí le pareció extraño y por eso dejó de frecuentarlo, llevó a las niñas a otro parque y hasta ahí llego, eso fue la semana pasada. Termino el café tranquilizándola y agradeciéndole por contarme, para salir al gimnasio luego de darle un beso a Pau quien aún está profunda, salgo al sol para ir por donde me indicaron que estaban las salas de entrenamiento, quiero perderme un poco en el ejercicio, llevo un maletín deportivo con el uniforme limpio pues voy en pantaloneta y camisa sin mangas.
Cuando llego voy a las caminadoras primero, mientras pienso en mi hija, no quiero que le pase nada, no me lo perdonaría, ella es lo más bello de mi vida y me encantaría presentarle a su tío Kai porque estuvo seguro de que sería consentidor, un cómplice como lo era para nuestros primos pequeños, él amaría a mi niña, pero pensar en ello sólo me recuerda a Lía y su cercanía, aunque ella no debe tener idea de que estamos en la base Praetor.
Averiguaría por la nuestra en Mazatlán, en todo caso eso me compra algo de tiempo, aunque no sé cuando regresaremos ahí, será pronto según nos han dicho. Luego del cardio, voy a las pesas desde donde veo a Isabella e Isaac, entran haciéndose cariñitos y él marca su territorio con ella y viceversa, son bastante dominantes, ellos se ponen en su tarea como yo, aunque no me acerco porque no tengo ánimo de sonreír.
Todo se pone negro a mi parecer aunque tener a Pau conmigo me alegra, además el asunto con Krystel también, como Tomás dijo, ella me hace bien, ya no soy una fiera sin cadenas como estaba con Ivanna, aunque es incierto nuestro futuro, al vivir cada uno a un costado del océano, deberíamos renunciar a nuestra vida ella o yo, pero estoy dispuesto a hacer de todo con tal de llevármela, todo en España es más cómodo, Kirem vive en Madrid para atender a su madre, puedo conseguir un traslado de su hermana en la universidad, soy capaz de llevamos a sus amigos para que no los extrañe... sí, así de loco estoy por ella.
En fin, quiero convencerla, pero parte de su encanto es ser voluntariosa.
Cuando he acabado con las pesas me voy a las duchas para bañarme y así cambiarme al uniforme en los baños, una vez listo salgo de nuevo listo para trabajar, por ello voy a la sala de planeaciones del CEPI en donde está Torres con escuadrón el Foxtrot-Bull listo para el operativo, él ya le avisó a mi cuerpo élite y empiezan a llegar de a poco junto al General Praetor Erick Volkov.
Cuando llega Krystel viene seguida del pegote de Ángel quien le trae la mano en la cintura aunque ella se lo quita de encima con sutileza, sin dejar de verme, entonces todos ponemos atención en la pared donde se proyecta un mapa donde está la bodega tomada desde el satélite, en realidad no es muy difícil, si no hay resistencia, entraremos como Pedro por su casa, pero si son tan importantes, si habrá interferencia.
Pronto nos piden hablar sobre los autos aunque no preguntan demasiado sobre cómo los descubrimos, pero como siempre, llega el imprudente.
—Yo tengo una pregunta —indaga Ángel con cara de querer matar a medio país con una metralleta circular—. ¿Cómo y por qué estaban tan alejados y solos? —gruñe dejándonos frío, aunque no me voy a dejar—. Digo, si era oficial, debieron ir con un escuadrón.
—Bajábamos de la montaña, ¿por qué? recibí información de que Portillo se pasaba por un restaurante mirador, según ellos iba a estar ahí, la idea era seguirlo, pero no había nada, creo que fue un farol para sacarnos de la base... —miento con habilidad igual de serio, nadie podría decirme que es mentira, joder—. ¿Por qué? ¿ya vas a empezar a insinuar cosas? Ponte los cojones y dilo de frente.
—¡Yo no insinúo nada! —replica, aunque más que furioso se ve herido—. Krystel es mi mujer, Roux, no dejará de serlo.
—¡¿De qué mierda estás hablando, imbécil de pacotilla?! ¡Ahora sí eres un puto majareta de los cojones! Es mi segunda al mando —replico enojado, no sé ni porqué, tal vez por mi odio a dar explicaciones—. ¡No estoy metido con Sánchez! ¿lo entiendes o tu única neurona funcional no hace sinapsis? María aún está en mi cabeza —me excuso con tanta seguridad que hasta yo mismo me lo creo—. Ahora, cállate o te callo, estás advertido.
—¡Bueno, bueno!, ¡¿de qué me han visto cara?! ¡¿de consejero matrimonial?! —explota Volkov dándole un golpe a la mesa—. ¡Si tienen problemas resuélvanlos fuera de aquí, si Roux se coge a Sánchez no puede importarme menos!
—A ver, General, yo estaba callado, este gaznápiro fue quien quiso meter a Sánchez en esto, no yo, con sus celos estúpidos —bramo indignado, no me van a restregar por culpa de él—. ¡Loco, enfermo, celoso psicópata!
—¡Ya me quitaste a una novia!
—Y no te voy a quitar dos —«Ya lo hice» espeto de vuelta con un pensamiento muy distinto—. Cierra la puta boca si no hablarás de la misión.
—Roux tiene razón, Montemayor, cállese si no aportará nada, aunque bueno, nada más hay que decir —comenta Volkov al sentarse—. Roux como siempre será madre de la misión, todos bajo su mando.
Salimos todo de la sala y como estoy en el rincón más lejano de la puerta, me tardo en hacerlo, por eso el imbécil de Montemayor me espera cruzado de brazos.
—Qué vergüenza, Ángel, eres un animal —espeto al tratar de salir, pero me empuja con fuerza, debo admitir que ya no es tan fácil darle una paliza como antes, se ha metido al gimnasio y es más fornido el cabrón.
—¿Vergüenza? Tú no conoces la vergüenza —replica cuando paso por su lado y lo empujo con el hombro, pero sólo logro enfurecerlo, por eso me pone una mano en el hombro para girarme y me manda un puño, pero lo esquivo con precisión y le devuelvo el golpe para darle aparte un cabezazo.
—¡Oigan! —grita Volkov cuando sale—. Esto no es bar de lucha libre, mierda, si no se comportan les juro que voy a mandarlos a las celdas en el círculo ocho bajo tierra... su amigo Falcon —se dirige a mí de frente—. Las conoce muy bien, ¡Pregúntele a ver si quiere pasar setenta y dos horas ahí!
—Yo no empecé, métalo preso a él, se lo merece —espeto para marcharme cuando veo a Krystel caminar hacia la armería, va cual cohete en el cuatro letras, como si huyera del Lucifer en persona, pero no puedo darle atención ahora, tenemos que irnos, pronto serán las diez de la maña y acaba de salir la orden de allanamiento, mientras vamos en camino.
Una vez allí tomo un fusil FAMAS-G2, así como sus cargadores, para meterlos entre los bolsillos del uniforme en el pecho, así como granadas y pistolas en fundas colgantes del hombro, además un cuchillo en otra adosada al muslo derecho, en los bolsillos del pantalón pongo otra granada, pero de humo, así como una aturdidora, muy útil para tomar ventaja. Cuando todos nos hemos proveído, lo vehículos ya nos esperan fuera, hay dos humvee y camionetas de platón en donde nos subimos en un minuto.
Salimos disparados hacia el punto, por fortuna, el lugar es sobre la misma carretera y punto cardenal de la base y por eso el camino no tarda más de diez minutos. Cuando llegamos el vehículo no se detiene por completo cuando ya estamos con lo pies en tierra, de esa manera rodeamos la bodega cuando uno del equipo cae al parecer con un tiro, pero no hubo sonido, puede ser un silenciador.
Así es difícil establecer de dónde pueden venir las balas, por eso nos ponemos piso a tierra y reptamos por esta has que puedo ver la punta de un silenciador salir por una ventana rota, entonces lo reporto de inmediato.
—Esquina Este en la ventana quebrada —digo al comunicador al acercarme a una de las paredes laterales, a la vuelta de la esquina pues la bodega se compone de dos cuadrados, uno más atrás que el otro, pero unidos, por eso desde el cielo parecería un escalón, allí le saco la chaveta a una granada como las usadas en la segunda guerra mundial, pero mejorada por el departamento de desarrollo de armamento militar, para enviarla hacia él, pronto escuchamos el grito y por la ventana lo veo envuelto en llamas, por eso salimos con rapidez.
Así derrumbamos la puerta trasera para meternos, pero cuando lo hacemos, la puerta elevadiza al costado de la carretera se abre para revelar tres grúas en donde se llevan varios autos al mismo tiempo, aunque todavía hay una cantidad considerable dentro, así como el hombre en llamas, entonces aceleran para irse por un lado de la vía aunque les disparen pues las balas rebotan en la cabina, están hechas para resistirlo, esto es una operación muy pensada en realidad, las grúas aceleran y yo corro hacia una camioneta con platón junto con un equipo para ir tras ellos, van hacia la ciudad.
De esa manera emprendemos a su espalda para pegarnos, desde donde disparo al hombre que va sujeto de la parte de arriba y hace eso mismo contra nosotros, pero ninguna bala le da al desgraciado, al contrario, está muy bien como para soltar la correa de uno de los autos para dejarlo rodar hasta nosotros, por fortuna el piloto es hábil logra esquivar el vehículo que empieza a dar vueltas arrugándose contra el asfalto.
Así empieza una lucha en donde ya salvar los autos es lo segundo, porque la prioridad es huir para evitar la cárcel, por eso los suelta todos, pero ambas grúas se topan con un equipo de refuerzo que viene en dirección contraria y por eso deben frenar en seco, pero el peso de la parte de atrás les gana y son estás las que se vuelva ahora, por ello hay un desastre de autos arrugados como papel y dos grúas de costado por donde salen los conductores, su copiloto y de atrás quien soltaba los autos.
Tratan de salir a correr hacia las montañas, pero al intentarlo los dos primeros son acribillados y eso les da una lección a los demás, por eso les exigimos alzar las manos para evitar sorpresas, y lo hacen, por ello los mandamos a poner contra el suelo con la muñecas atrás para arrestarlos, aunque no sé, llevan unos chalecos extraños, parecen antibalas, pero son más delgados como si llevara una placa más fina, por eso una vez están listos, ordeno que se alejen todos con un grito autoritario.
—Un hombre está atrapado en una habitación. La habitación sólo tiene dos salidas posibles: dos puertas. A través de la primera puerta hay una habitación de cristal sobre la que hay una enorme lupa. El sol abrasador fríe instantáneamente a cualquiera que entre. Por la segunda puerta hay un dragón que escupe fuego. ¿Cómo escapa el hombre?... —murmura como los otros.
La sonrisa malévola de los tipos termina de confirmarlo, mientras retrocedemos, sacan como pueden algo del bolsillo trasero de sus pantalones iguales como uniforme y como están arrestados en esa posición los dejamos perfectos para su jugada sin saberlo. No tarda mucho en haber múltiples explosiones, no sólo de ellos, sino de las grúas y los autos, por todas partes sale una onda explosiva que nos derrumba como piezas, adheridas al piso con una jodida pega instantánea.
Mi oído tiene un pitido y me siento mareado, ha sido un golpe por los cuatro costados, no me ha explotado por milagro, pero quedo inconsciente por unos instantes. Cuando abro los ojos de nuevo sólo puedo ver el incendio que consume los autos y siento el calor asfixiante, pues están alrededor de nosotros y por eso nos dejaron knock out, además me saco el comunicador porque las voces empeoran todo, el humo me da carraspera en la garganta y quiero moverme, pero el cuerpo pesa, por ello es alguien más quien debe sacarnos arrastrándonos por debajo de los hombros y otros arrojan nieve carbónica sobre las flamas.
Oído que notifican de nuestro bienestar cuando me recupero un poco, esto sentado en el asfalto a una distancia considerable de los autos explotados y Valeria la amiga de Krystel está agachada para hablarme.
—¿Cómo se encuentra, Comandante? —pregunta en medio del caos, mi cabeza quiere estallar como una supernova, mientras no enfoco la mirada, ella por otra parte pide ayuda médica, mientras otros arrastran al equipo también.
—Bien, estaré bien... sólo ayude donde la necesiten —murmuro en bajo, no por ser patán, pero los demás requieren más que yo—. Vaya, la llamaré si me siento mal.
Ella me mira dudosa por unos momentos hasta ir a colaborar, según puedo ver de a poco, algunas explosiones parecieron amputar a algunos soldados porque la sangre corre y les faltan algunas extremidades. Es una escena dantesca por completo entre el fuego y los soldados herido quienes dejan rastros de sangre por donde pasan arrastrándolos, mientras están inconscientes.
Pronto veo a Tomás quien viene corriendo hacia mí para agacharse y checarme, ya casi me siento bien, aunque este dolor de cabeza no se quitará pronto. El General Volkov exige informe de la situación, pero mi amigo es quien da parte, entonces cuando la vista se enfoca me pongo en pie, he dejado tirado el fusil y sólo quedé con las pistolas.
—Ehh, siéntate, no seas burro —espeta al tratar de sentarme de vuelta, pero no me dejo, tengo un trabajo y lo terminaré, se lo debo a quienes han perdido partes de su cuerpo por este atentado, porque yo los guie a esto, mi consuelo es que en la bodega quedaron más autos enteros, incautaremos algo por lo menos.
—No puedo, ya me siento bien —respondo al sacar una pistola—. ¿Qué informes hay?
—Una de las grúas fue retenida por el retén que pusieron los Praetor, esa al parecer salió antes de las otras dos —murmura sin chistarme, sabe cómo soy, no me quedaré con las manos cruzadas—. Pero no han reportado detonaciones hasta ahora. En la bodega todo bien, han empezado a revisarlos, aunque es difícil, son bajos y no todos caben ahí.
—¿Qué sabes de Sánchez? —pregunto directo sin vergüenza, ahora es mi mujer, estoy preocupado.
—Está bien, picarón, quedó a cargo del grupo en la bodega, es quien da las órdenes ahí —se sonríe, pero no puede decir nada cuando llega Gustavo, trae malas noticias, más de la mitad del equipo que estaba conmigo ha resultado herido de gravedad.
—Esto es una putada, Klaus, sólo falta que explote la otra grúa... —se queja con ira en su mirada—. ¿Cómo te sientes? Deberías sentarte.
—Eso le dije, pero no quiere escuchar para nada —reprende Tomás acusándome—. Ya viene el Comando Médico, vale?
—Comandante Roux, aterrizará un helicóptero para usted con un equipo a bordo, debe rastrear a dos fugitivos en las montañas —espeta Volkov por el comunicador—. Llegará en tres minutos, prepárese.
—Señor, aquí el Comandante Tomás Ibarra, déjeme ir a mí, el Comandante Roux está aturdido —se mete de inmediato él para cubrirme, como el gran amigo que es.
—Dijo Roux, no Ibarra —espeta Maddox de pronto, no sé en qué momento ha llegado ese hijo de puta, porque haberme dado el permiso para traer a Pau no le quita eso—. Él es el mejor en búsqueda y captura.
—Entonces déjeme ir con él para...
—¡Hágalo si le da la maldita gana, pero Roux se monta en ese tiesto sí o sí! —grita de nuevo él mismo—. Ya deben divisar el helicóptero.
—No es necesario —digo, aunque me tambaleo un poco, a decir verdad—. Puedes quedarte.
—No te dejaré solo, nada más mírate, rebotas como borracho —espeta con demasiada rabia, seguro hacia el General o, mejor dicho, los dos porque se dan la mano los cabrones—. Vamos, ya aterrizó.
—Suerte, son un dúo imparable —dice Gustavo quien queda a cargo, así mismo lo anuncio, entonces se gira para ayudar a los heridos como puede, mientras llega la atención médica.
Tomás y yo avanzamos hacia el vehículo para subir a este, mi cabeza va mejor, aunque aun me siento extraño, no al 100%, pero debo trabajar para calmar la lengua de los Generales, después de todo pueden revocarme el permiso para tener a Pau en la base, tan rápido como me lo dieron. Desde el aire, los cuerpos se ven peor porque se ven por completo como una pintura horrible, entonces nos vamos hacia el costado donde está el río Tamazu por uno de sus brazos.
Aterrizamos cuando aún este no se ve porque han sido vistos a mitad de camino, por eso llegamos a una vía con tierra a lado y lado del camino con vegetación abundante, pero al otro costado veo algo curioso, es un altar con una pequeña capilla a un lado de una figura de un esqueleto con un traje de bata con una de sus manos alzada. Me lo quedo viendo hasta que alguien habla.
—La capilla de la reina muerte —comenta el muchacho, mientras baja del helicóptero un fusil como el que tenía antes.
—¿Qué? —le pregunto de vuelta confundido en cierta medida.
—Lo que ve se llama "La capilla de la reina muerte", Comandante —me explica y logro darle sentido—. Se le apareció a una mujer llamada Maria Isabel en una tienda de esoterismo en el mercado.
—Curioso, muy curioso, jamás había visto un altar a una carabela —murmuro al mirar a todos lados para estar al pendiente—. Con flores y todo.
—Sí, señor, tenemos algunas particularidades aquí en México, a mi abuela e hija le encantan, viven conmigo —se sonríe antes de caer por un disparo en la cabeza, pero no parece francotirador porque entra por detrás de la cabeza a lo que supongo es una altura baja para uno, aunque todo es posible con estos criminales hijos de puta.
De nuevo terminamos en la tierra para movernos así por donde sonó el disparo cuando se alza una voz.
—Retrocedan o... —disparo a los pies que se ven por los matorrales hasta hacerlos caer y cuando lo hacen les doy en otras partes como la cabeza y el torso.
—¡Malditos sean! aguante, jefe! —grita otro, pero al moverse revela su posición y los demás lo acribillan para dejar como colador de jugos, agujereado por todas partes, tratamos de ubicar más de ellos cerca, pero el movimiento va hacia el río, por eso ordeno avanzada, Volkov me exige tener a David Gallegos y Carlos Benjumea vivos porque son fueron lugartenientes de Portillo, aunque no sé cómo demonios se ven, capaz ya les disparé y se desangran por ahí.
Avanzamos hasta casi alcanzarlos, porque mientras corren no pueden disparar con precisión, por ello no nos dan en ninguna ocasión, pero nosotros le damos a uno por detrás de la rodilla, cae entonces con un grito y dejo a dos vigilándolo para seguir hasta alcanzar el río en una carrera como puedo, Tomás va a mi lado al pendiente y me pregunta dos veces si estoy bien, mientras corremos hasta alcanzar el río en donde hay una corriente, pero ellos se lanzan.
Aparece el helicóptero con una ametralladora circular para apuntarles y así darles muy cerca como una advertencia, los disparos levantan tierra en todas direcciones cuando ellos se arrojan al agua.
—Señor, se metieron al río —digo por el comunicador.
—¿Y qué espera para ir por ellos? ¿una lancha de pesca? —replica Maddox
«Genial, tras de mareado, herido y ahora putamente mojado, que día de mierda»
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