Capítulo 20- Sangre Sokolov
Capítulo 20
Sangre Sokolov
"Los viejos problemas familiares todavía están
aquí para acosarnos o complacernos".
Shelley Berman.
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México
Base de la UTCCO, Sinaloa.
KLAUS
HACE DIEZ AÑOS
—No podemos seguir tras humo, Cabo Roux, su padre será influyente pero no es dueño de la policía ni del ejército Francés. No hay más pistas de su hermano ¿De dónde quiere tirar? —bramó el policía, mientras golpeaba la mesa enojado, estaba harto de la familia respirándole en la nuca, aparecían cada santo día de Dios a ser un incordio por un muchachito perdido, de forma clara, nunca había pasado ese proceso como víctima y por ello no lo entendía ni sentía empatía por las lágrimas derramadas de los familiares.
Habían pasado ya tres meses desde el día fatídico, nombrado así por mi mente angustiada llena de exasperación, cada día luego de eso se había convertido en un verdadero calvario, una procesión interna donde las espina se clavaron en el alma sin intensión de dejarla ir como garrapatas alimentándose de mi sangre perdida en la culpa maldita, de una mente que solo reverberaba como un lucero tan solo un sentimiento.
—¿Entonces qué hará? ¿lo dejará? ¡Por eso existen otras milicias como la UTCCO, para compensar vuestra ineptitud! —le grité al imitar su acción violenta con ínfulas de intimidarme—. No sirven ni para limpiarse el culo.
—¡¿Cómo dijo?! ¡mocoso insolente! A detención veinticuatro horas— murmuró acercándose rápidamente—, su hermano se puede ir a la mierda, como tantos otros desaparecidos.
Sus palabras solo encendieron en mí la alarma que despertaba al demonio en mi interior, una violencia extrema se apoderaba de mí bajo provocaciones incluso mínimas, y este me llevó a darle un puñetazo, seguido de otro y otro hasta sacarle sangre por la nariz, ya de por si era un mecha corta de mucho cuidado, ese tío tocándome las narices empeoraba todo. Finalmente, cayó al suelo como un bulto de papas, pero nada sació mi ira por sus palabras, entonces le propiné una patada en las costillas antes de sentir manos sujetarme para alejarme de él, mientras sus dueños soltaban improperios en francés, solo entre tres lograron retener la cima de la rabia, el cielo de mi desespero, porque me agité, mordí, hasta di cabezazos, pero me pusieron un arma en la frente.
Luego de eso me arrastraron a las celdas de la estación, un lugar mohoso donde olía a humedad, solo había un banco de metal adosado a dos costados seguidos de los barrotes, frío al contacto, allí me recosté poniéndome un brazo cruzado en la frente, mi mano estaba salpicada de rojo y me encantaba, era un catalizador de mi agresividad de mi violencia inherente a mi personalidad. Al otro lado del pasillo, otros presos silbaban y me llamaban por apelativos ofensivos porque yo iba vestido como empezaba a vestirme de un traje gris entero sin corbata con camisa de botones rojo vino tinto.
—Hey, niño de papi, ¿qué hiciste? —se burló uno con una risa irritante.
—Le acabo de romper la cara al teniente a cargo de esta puta ratonera —empiezo al ponerme de pie para dar pasos hasta los barrotes, ellos estaban tan solo a cinco baldosas cuadradas de distancia, entonces sao las manos por los espacios libres, apoyando los codos en las barras horizontales—, Si no queréis terminar igual de vapuleados que él, dejen de tocarme los cojones.
—Ven aquí, a ver si te tengo miedo —replicó otro
—Callaos la boca, o cuando pongáis un pie fuera visitarán el hospital.
No sé si eso los convenció, pero cerraron la bocaza, al menos en mi contra, hablaban de sus propios problemas dándome miradas de soslayo, yo volví pronto al banquillo para recostarme con la chaqueta del traje a modo de frazada y allí me quedé dormido, después de todo ya era de noche cuando me metieron allí.
Me desperté cuando escuché mi apellido gritado, entonces me levanté de la superficie para agitar la cabeza dispersando el sueño, pronto me ladran que estoy libre, mientras abren la puerta, el policía se nota enojado, dice cosas entre dientes donde me insulta por tener las influencias suficientes como para salir tan rápido cuando hubo una agresión a un funcionario público. Fuera de la zona de las celdas, aguardaba mi padre con dos de sus escoltas, pero diferente a como me imaginé lucía preocupado, eran pocas las ocasiones en donde esa pila de hielo gélido se comportaba como un padre, menos aún luego de culparme por la desaparición de Kai.
—Me alegro de verte, Klaus, ese lugar debe ser solo para criminales —gritó la última palabra en una clara indirecta hacia los oficiales. Mi expresión extrañada debió decirle todo, pues se lanza a explicarme cosas que no pedí—, Lo sé, jamás muestro mi cariño, pero lo tengo, de ser lo contrario no te ayudaría como lo hago.
—Gracias, Antoine —murmuré con sospechas, mientras caminaba hacia él en medio de los cubículos de la estación, con policías haciendo sus deberes. Una vez lo alcanzo nos marchamos, pero empieza una conversación esperada.
El investigador privado contratado por él, encontró un registro de un jet privado en una pista donde se sospechaba que llegaban cargamentos de drogas; sin embargo, jamás se pudo comprobar, igual no importaba, solo era relevante la ubicación por donde se registraron protocolariamente seis personas adultas, un adolescente y la tripulación, el problema era que podría ser Kai o podría ser una familia cuantiosa con suficiente dinero para pagar un vuelo o en sí mismo, el avión completo. Subimos en su convoy de seguridad para iniciar el recorrido hacia casa de la abuela, una construcción conservada de mediados de siglo XX considerada como un patrimonio, pues era majestuosa tanto por dentro como por fuera con apenas modificaciones hechas a lo largo de los años.
Antoine retomó su relato, me contó que las fechas coincidían, así como la hora; sin embargo, no serían más que especulaciones, por ello planeaba ir él mismo a los hangares de la pista para obtener videos de seguridad pues al investigador le negaron ello, pero justo cuando lo dijo su móvil sonó, contestó su llamada, pero él, de por sí blanco como leche, palideció y así se mantuvo hasta colgar, hasta su escolta se preocupó.
—¿Qué pasó? —indagué curioso.
—¿Todo bien, General? —también preguntó el guardia en el puesto del copiloto.
—Sí, Aguirre, estoy bien... —lo dijo con una dificultad sospechosa y solo puedo pensar en que algo le pasó a Kai, porque en microsegundos dentro de una mente ansiosa como la mía podían pasar escenarios catastróficos con un simple estímulo malo, pero la realidad era distinta—. Están muertos, todos están muertos ahí.
—¿Ahí en dónde? ¿de qué hablas?
—En la pista, todos los trabajadores han sido asesinados, las cámaras arrancadas y los sistemas bloqueados...
Me despierto de golpe con sudor frío corriéndome por la frente como un torrente interminable, miro el reloj de la pared e indica las seis de la mañana, la temperatura de la habitación está fresca y me levanto para ir directo a ver a Krystel luego de tender la cama. Está aún dormida, aunque se ha enrollado en las sábanas y su vestido se arremolinó dejándome ver sus piernas como un espectáculo donde soy el único privilegiado para verlo, pero debo bañarme por ello me encamino al baño, mientras escucho como se revuelve, tal vez se despertará pronto y ya estoy adentro cuando escucho cómo habla en sueños.
Mueve la cabeza de un lado al otro como si tuviera una pesadilla, es allí donde su murmullo se vuelve más claro.
"Ya no te tengo miedo, nunca más me herirás de nuevo, Alek..." conversa como si hablara con alguien, pero se empieza a agitar violentamente además de soltar lágrimas, por ello me cierno sobre ella para despertarla, pero en cuanto abre los ojos me toma del cuello con ambas manos restringiéndome el aire, pero aun así tengo más fuerza, por ello la tomo por las muñecas llamándola por su apellido, en un momento logra derribarme al suelo y se pone encima de mí, entonces nos giro para finalmente poder inmovilizarle las muñecas sobre la cabeza, mientras despotrica.
—Joder, Sánchez, ¿qué le pasa? —bramo y eso parece hacerla caer en cuenta de a poco como si los cables se le reconectaran en el cerebro.
—¿Comandante? ¿qué... qué hago aquí?
—Explíquemelo usted, carajo —la suelto pronto para ponerme en pie e incitarla a hacerlo, aunque se vea confundida como nadie más—, ¿Ya está bien?
—Sí, perdóneme por favor. ¿Qué hago aquí con usted? no entiendo.
—Fui a buscarla a LADVICOM como un imbécil, la creía desaparecida, pero no, estaba en una fiestota de la leche.
—Lo siento muchísimo, luego de nuestra pelea no sé porqué...
—Usted es un jodido incordio que me soba constantemente los cojones.
—¿Literal o figurativo? —dice con una de sus frases salidas de todo como solo ella puede—. Debería ver su cara, Comandante.
—Luego dice que soy yo el de los afrodisiacos —explico, mientras trato de no sonreírme, quiero estar serio, supuestamente estoy enojado con ella, pero esa picardía a veces sexual me saca el buen genio.
—¡Klaus! —grita Tomás, parecer tocar la puerta de entrada, aunque no sé qué cojones hace tan temprano aquí—. ¡Klaus Roux! Venga ya, debemos salir a operativo, han identificado un lugar donde está Alexei Sokolov.
La emoción de mi mirada no se compara con la de ella, joder, es una promesa de muerte de unos mortales ojos de oro. Es la primera en ponerse en pie para atalajarse y poder salir como un tren supersónico de la hostia,
—¡Nos vemos en armería! ¡Comandante y Comandante! —exclama como niña emocionada por dulces en Halloween para emprender la carrera. Hasta Tomás flipa cuando ella pasa cual Fittipaldi en pista contra los demás corredores.
—¡Eh! ¿Y qué le pasa a esta tía? —enuncia con una sonrisa—, ¿se le ha ido la pinza?
—Nehh, esa mujer es así —contesto con la misma sonrisa—, encantadoramente así.
—Jmmm, Yisus Crist, veo a un Klaus caer —canturrea, mientras lo dejo pasar, lleva el uniforme de operativos a medias pues viste el pantalón militar negro con diversos bolsillos, la camisa de elástico negra manga larga, arriba lleva el chaquetón azul turquí, sobre este el chaleco reforzado antibalas con la sigla UTCCO tejida en la espalda en tono rojo.
—Pero ¿tú de qué vas? no he dicho nada extraño.
—Sí claro, el mismo de siempre ¿No? El "No quiero nada serio con nadie más" —asiento con la cabeza, pero se ríe en mi cara, por ello solo tomo mi toalla para meterme a bañar.
Bajo la ducha pienso en Krystel, en su forma extrovertida de ser, en cómo es explosiva cuando la situación cambia, Dios, no debería, pero me encanta la condenada, como ninguna otra en muchísimo tiempo, si siquiera Ivanna, me enloquece de forma inesperada, pero lo mejor de todo es como trata a Pau y ella a Krystel, cada vez más se van encariñando más una con la otra y eso me gusta aunque también me preocupa, ¿qué haré con mi hija cuando acabemos la misión y Sánchez se quede aquí y yo deba irme a España? Es un problema cojonudo porque no hay forma de mantenerlas en contacto, simplemente sería inconveniente para todos.
Me baño lo más rápido posible para no dar tiempo a nada más sino poder salir a capturarlo. A los cuatro minutos salgo para vestirme, saco el uniforme completo y me visto con el chaleco me lo pongo en el camino, mientras hablamos sobre el lugar, parece estar en Baja California Sur, en una carretera saliente de la Paz por la ruta 286, zona árida donde hay escasas construcciones, pero al parecer se refugia allí, pues es una península de México, técnicamente está cerca de Mazatlán, pero el océano los separa, por ello de seguro creyó estar a salvo.
Salimos entonces para ir por el pasillo y tomar el ascensor hacia el primer piso, así cuando salimos ya el sol calienta que da gusto, entonces nos encaminamos hacia la armería donde Tomás termina de ponerse todo, el chaquetón con el chaleco, delante lleva ETAN, como nuestros Escuadrón Táctico Anti narcóticos. Saludo a los Brigadieres Fox y Falcon con un movimiento de cabeza, hoy parecen coquetear dada las miradas lanzadas, así como la forma de inclinarse, los veo mientras tomo las armas, un fusil de asalto Heckler & Koch MP5, dos pistolas SIG Sauer P320, granadas y estrellas arrojadizas, mejor conocida como Shuriken, vienen del Japón medieval y tienen bordes afilados con varias formas y estilos como estas, estrella o cuchillos, de igual forma meto varias municiones en los bolsillos y aseguro los cuchillos militares en sus vainas.
Este lugar es considerablemente grande recubierto por mallas especiales de donde cuelgan fusiles, subfusiles, pistolas, granadas, cuchillos, shuriken y todo artefacto usado para la guerra, hay un gran mesón negro que empieza en la parte de atrás, viene recto hasta la mitad del espacio y luego gira a la derecha, dándole forma de L, para distribuir las armas, allí tres soldados hacen las formas para saber quién sacó qué arma, de esa forma hay control porque si se comete un crimen con esta, se sabrá quien la sacó, en este momento hay más dada la afluencia para sacar las armas, pues deben hacerle una a cada uno.
Pronto estamos casi listos, los Praetor y los UTCCO, por ello doy la orden de mando para ir a los hangares de helicópteros y nos marchamos hacia allí donde al llegar se organizan en bloque de diez personas cada uno y cinco unos junto a otros. Tomás, Krystel, Samara, y los Brigadieres nos ponemos en frente, hacia la derecha los Praetor, a la izquierda nosotros.
—¡¿Están preparados, Cuerpo Élite?! —vocifero con fuerza—, los Praetor irán bajo el mando de sus líderes, ambos, los UTCCO serán bajo mi mando y de segunda al mando la Capitana Krystel Sánchez como lo hemos hecho siempre ¿De acuerdo?
—¡Sí, señor! —responden con ánimo, aunque el sol pique como un jodido puercoespín en el asterisco, son las ocho de la mañana, pero el clima está para freír huevo en la carrocería de los coches, venga ya, pero igual debemos ir a pesar de ser molienda de sudor.
—Si capturamos a Alexei Sokolov, le quitaremos un gran pilar a esta unión de Portillo, Petrova y Sokolov —sigo alentándolos, mientras camino de ida y vuelta con las manos unidas en la espalda—, además si confiscamos los Dioses del Olimpo, será un gran logro.
Responden afirmativamente al terminar mi discurso, por ello nos vamos pronto a los helicópteros UH-1D para abordarlos, aunque antes de hacerlo veo a Falcon y a Fox, él le dice "Te cubriré la espalda, Cerecita" y ella le responde que lo hará de vuelta porque ambos deben volver sanos y salvos, esos dos tienen algo más allá, pero realmente fuerte, no es algo pasajero o leve, no, parece una conexión fuerte, irrompible, la mirada en sus ojos cuando están uno junto al otro o como lo hacen ahora mismo, en fin, de esa historia me enteraré después... que soy un cotilla de alto nivel, no hay más para decir.
Krystel se sube tras de mí y por ello puedo apreciarla, su nariz aunque esté cubierta, sus ojos almendrados con un color como la salida del sol, majestuosa, milagrosa, hermosa; sin embargo, ella tiene la mirada perdida como si su cuerpo estuviera sentado frente a mí, pero su mente estuviera en otro lugar. En un momento se da cuenta de mi mirada y me regresa una con los ojos achinados como si sonriera bajo la máscara, aunque no se vea del todo feliz. Atravesamos el océano tan solo con el ruido de las aspas de la hélice hasta la llegada, no sé cuanto después, ya visualizamos tierra y por los audífonos que llevo me informan el pronto arribo al lugar, aterrizaremos en pleno piso desértico para no tener contacto con edificios o carreteras y evitar accidentes unos a un lado del objetivo, otros en el otro frente para evitar escapes, es una encerrona en toda la regla.
Bajamos como hormigas negras para correr hacia las construcciones, al parecer están abandonadas, son edificios de cinco pisos con las ventanas rotas, la pintura desteñida y maleza en los bordes por el descuido, aunque es un espacio considerablemente grande, crea caminillos engañosos perfectos para perderse si buscas algo, aunque en el frente hay una más grande, de igual forma divisamos hombres, aparentan normalidad, pero parecen escoltas de seguro armados bajo sus camisas negras con el signo de La Hermandad, quienes empiezan el tiroteo en cuanto notan nuestra presencia, por ello nos ocultamos en los bloques de los apartamentos para evitar ser blanco, algunos avanzan por los caminos más adelante, aunque su ejército es más grande de lo pensado.
Cuento cinco hombres, pero entre los bloques hay más camisas negras como personas en el jodido tomorrowland bebidos hasta el culo sin saber en que planeta están, pero estos llevan M16 y MP5 dispuestos a convertirnos en colador, disparo el fusil y me cubro con una pared para repetir una y otra vez, pero también lanzo una granada de fragmentación, esta onda explosiva estalla vidrios aun en pie del primer piso, pero afecta a los atacantes, entonces al haber despejado el camino logro avanzar aunque debo hacerlo de a fragmentos para no ganarme una bala a lo pendejo, por mucho que quiera llegar primero a joderle, no me arriesgaré, mi hija me espera en casa. Paso calle por calle con rapidez dándole de baja a varios en el camino y los Praetor que vienen de frente también lo hacen.
Trato de ubicar a Krystel para asegurarme de que está bien, pero no la veo, menos con tanto alboroto y tantos vestidos de la misma forma, las balas atraviesan el aire en un vaivén cargado de peligro, una diminuta parte de un cargador es letal si llega a darle a alguien como una herida segura, me pego de espalda a uno de los edificios cuando debo cambiar el cargador del fusil, pero al asomarme para disparar otra vez y poder atravesar la calle, cae una granada cerca de mí; en consecuencia, su onda explosiva me afecta arrojándome al suelo por un momento y es por ello que desde el suelo puedo ver los pies de alguien quien viene hacia mí y me ayuda a llegar del todo al otro lado, pero escapa apenas lo hace.
Uno llega a mi posición, pero desde el suelo le hago una barrida de pies hasta hacerlo caer y darle un tiro en la cara de costado y ponerme en pie para acribillarlo desde arriba, llega otro, pero no tarda en caer porque le voy un culatazo en la nariz, eso le causa un torrente de sangre y continuo con ello mismo, mientras veo a Krystel por el camino que tomó, lo carmesí queda esparcido por todo mi uniforme hasta dejarlo inconsciente y una vez fuera de combate, le quito una pistola con la cual le doy un tiro en la cabeza, justicia poética dirían algunos. De esa manera puedo adelantarme para seguirle los pasos a Sánchez, va como un tren bala hacia la construcción más grande es como una casa o salón comunal, vete tú a saber, pero es tan solo de dos pisos y no tiene ventanas, solo tablones cruzados. Llego a dos calles cerca, lo justo para escuchar los gritos de Sánchez.
—¡Te lo mereces! ¡no hiciste nada por evitarlo, te voy a matar! —grita Krystel, mientras dispara desde la esquina de un bloque hacia la casa, esta tiene una entra lateral desde donde le disparan a ella, veo un poco borroso, pero escucho bien—. ¡Eres igual de culpable de esta puta marca!
—¡Nunca estuve de acuerdo! —espeta él devolviéndole los tiros—, ¡pero aquí somos tú o yo y no pienso morir!
En ese momento llega una persona al lado de Alexei, algo le dice y pronto se mueve hacia dentro cuando una camioneta frena en seco junto a la puerta hasta ponerse de costado ocultándolos de la vista, pero tarda más de hacerlo que Krystel en lanzarle una granada, esta cae en el parabrisas y no da tiempo a nada, explota en llamas porque es incendiaria, entonces el fuego detona una explosión de los gases de la camioneta hasta hacer volar pedazos de todo hacia los lados, pero ello le da espacio para poder correr hacia atrás, Krystel como una cazadora implacable va tras sus pasos con fiereza, como si no alcanzarlos le costara la vida, mi visión se aclara más y puedo seguirla.
—¡Sánchez, tenga cuidado! —le grito a la espalda, pero ella solo me grita que estará bien, pero me pide cubrirla, eso hago cuando veo acercarse hombres de La Hermandad, derribándoles como piezas de ajedrez. Vamos por la naturaleza desértica, parece interminable y no entiendo hacia donde cree que va, aunque toma forma cuando me fijo en la montaña por donde se puede subir.
Corremos hasta alcanzar la zona montañosa por donde escalamos, a estas alturas los hombres de Alexei se reducen a dos pues Krystel les ha atinado en la parte de atrás de la cabeza a cada uno, pronto cuesta arriba veo una formación rocosa y el ruido sutil de un arroyo, entonces veo una obertura entre dos piedras de tamaño colosal por donde Sokolov se desliza, pero Krystel se tropieza con algo y va a parar al suelo con un golpe seco; sin embargo, apenas la he alcanzado cuando ya se ha puesto de pie como una fiera con las garras afiladas cortando hasta el suelo donde pasa, aunque no logro entenderlo del todo, sí, todos en la UTCCO deberíamos correr tras los traficantes así, pero ella parece cegada, como cuando mató al Legionarius a cuchillazos, una ira virulenta la consume como si de un ácido se tratase, se nota en sus ojos una llama de rabia pura.
Llegamos a la piedra y la ayudo a meterse por el agujero.
—No debía venir, Comandante —dice cuando ha caído por el otro lado al arroyo y a su vez más adelante hay una pequeña cascada por donde nos lanzamos dada la poca altura, nos movemos tras ellos quienes caminan chapoteando, mientras intenta correr, pero el agua no lo permite del todo.
Grandes formaciones rocosas blanquecinas nos rodean hasta el final de estas, el agua está fría y se me cuela por la tela de todo el uniforme, pero el sol brillante sobre nuestras cabezas nivela la temperatura un poco, el sonido de la cascada es relajante, pero me es imposible hacerlo, mientras pasamos por allí, nos encontramos con otra pequeña cascada y desde allí se ve el resto del arroyo, así como la tierra a lado y lado.
—¡Claro que no! pero no puedo dejar sola a una subordinada sola a merced de un Sokolov.
—No tiene ni idea de lo que habla y es mejor así.
—¿Qué quiere decir? —replico, mientras lucho con el agua para poder caminar y joder, es una lástima porque el lugar es hermoso, justo para disfrutar un rato en tranquilidad, pero ahora no puedo fijarme en eso de más. Alexei nos lleva ventaja, Krystel aprovecha su situación para disparar; sin embargo, ellos se agazapan o se mueven de forma constante.
—Olvídelo, Comandante, debemos seguir, nos podemos joder en igualdad de condiciones.
—¿Qué cojones significa eso, tía? —exclamo con extrañeza, el arroyo sigue, pero Alexei ni corto ni perezoso toma camino a tierra de nuevo. Nosotros salimos momentos después, escurrimos agua que da miedo, vamos, parecemos un maldito trapeador en una inundación para entrar a la vegetación escasa hasta alcanzar una explanada de tierra pareja, pero dos motos aparecen con conductores vestidos de negro y cascos del mismo color, en una de esas se monta Sokolov, la otra, lleva un pasajero con un bidón, manejan mientras lo rocía en línea recta cubriendo gran terreno en poco tiempo, entonces encienden una línea de fuego con lo que parece ser gasolina por el aroma esparcida y por eso se crea una gran llamarada.
Krystel quiere seguir tras ellos, aunque es lógicamente imposible, han encendido de lado a lado y el fuego empieza a consumir vegetación seca. La sujeto entre los brazos porque de verdad pretende ir tras ellos aun con el fuego y entonces suelta una frase en ruso, ese idioma no es mi fuerte, pero entiendo "Los mataré a todos, hijos de puta", pero mierda, ni siquiera sabía que hablara ruso la condenada, en su maldito expediente no dice que hable eso. Todo se consume en fuego y el humo nos empieza a hacer toser, por ello debemos correr devuelta hacia el arroyo donde ella patea rocas, grita frustrada, le pega a las paredes de roca, joder, pero que movida más extraña, aunque empieza a acostumbrarme su modo: A lo maldita sea.
—¡Cálmese Sánchez, podía pasar y lo sabíamos! —espeto cuando le sujeto las muñecas, se ha jodido los nudillos contra las rocas, por ello los tiene pelados y con un poco de sangre.
—Déjeme, soy una incompetente, debí meterle un tiro a la cabeza.
—¡¿Y por qué no lo hizo como con sus escoltas?! A esos se los ha cargado en cero punto un segundos —le pregunto, mientras aun intento domarla, pero es salvaje, un huracán desmedido y destructor por donde pasa.
—¡Porque la muerte es la salida fácil para un marrano como ese! ¡Y como todos los putos cerdos de mierda con el apellido Sokolov! —vocifera con ira real entintando su voz.
—Es cierto, pero no puede hacerlo así, es arriesgado, debe tener una estrategia, un plan.
—¡¿Usted lo vio?! Salieron a correr sorpresivamente, no tenía tiempo de hacer junta directiva, chingada madre —la suelto al no poder sostenerla más, aunque no vuelve a pegarse, entonces algo me impulsa a tomarla de las mejillas y acercarla a mi rostro, su mirada destella con la indignación adherida a esta, pero al tenerme cerca se calma un poco.
—Tenga cuidado, joder... no quiero perder un soldado como usted —le susurro encantado aun con las ganas de matar en sus ojos, así, vuelta una salvaje con los colmillos afilados me encanta.
—Usted no es el ejemplo de mesura, Don Leviatán ¿o sí?
—Una cosa es matar a una persona de forma violenta sin ponerse en peligro, otra correr tras el traficante con escoltas por todo el campo traviesa sin apoyo de ningún tipo y pocas municiones.
—Dicho así suena estúpido —baja la cabeza y suelta mi agarre como si se acordara de algo de repente, tal vez en Ángel «¿Habrán vuelto a su relación ese día?» me pregunto pues se ve hasta culpable.
—Es estúpido, no lo dude, joder... venga ya, estamos otra vez en medio de la puta nada solos, parecemos tener el don de perdernos de la faz de la tierra, si nos dejan los helicópteros por su culpa, tendrá que llevarme a espaldas de vuelta a Sinaloa —exclamo al recordar nuestra aventurilla en la cabaña, pero vamos, ahora no hay ganas sino de volver a escurrirme porque debo tener agua de arroyo hasta en la uretra, mierda.
—Siento haberlo involucrado, no debía seguirme.
«Lo sé, pero algo me llevo a pegarme como bomba lapa»
Cuando volvemos aún están allí y un Comandante nos pregunta a dónde fuimos, le informamos de forma lastimera lo sucedido, eso lo hace mirarnos extraño, pero nada más, expresa su descontento aunque no dice mucho, después de todo, yo soy el Comandante del cuerpo élite. Gustavo llega a mi pie para informarme de los caídos en combate, no hubo bajas de nuestra parte, sino de los esbirros de La Hermandad. Krystel se muestra afectada por lo sucedido, pero no puedo hablar con ella, Samara y Nicolás llegan a preguntarle "Que chingados fue a hacer sola" «Y yo no cuento, según veo»
—Comandante —dice Valeria al llegar, ella continua coqueteándome y me dejo, para qué negarlo—, encontramos algo, venga conmigo por favor...
—Vale —Krystel voltea como el exorcista para quedarse viéndome como si tuviera los siete demonios de Emily Rose adentro, mientras me acerco a la casa y veo hacia el bloque de edificios donde un montón de cuerpos adornan como si fueran decoraciones de halloween en casa de un admirador de sacrificios humanos, mierda.
Entramos junto a la camioneta ya apagada pues es la única puerta de acceso al parecer, dentro no está tan jodido como fuera, hay un comedor de metal redondo, una salita con mesas de esquina y lámparas, además de un pequeño cuartito donde aguarda una cama doble perfectamente tendida. Vamos, que este tenía el tres estrellas dentro de la pocilga.
Nos acercamos a la habitación donde hay un pequeño escritorio con un portátil abierto aunque tiene una barra de borrado en proceso tomo un lápiz para tratar de darle cancelar, pero está bloqueado, Valeria me apunta hacia un lado donde un mapa de México aguarda, este tiene hilos rojos, verdes y amarillos conectados con chinches de cabezal en plástico, además a un lado del mapa una foto de Krystel, su hermana, su madre, nuestro Regente Ricardo Pontevedra, Samara y Nicolás como si fueran un equipo, blanco de la persecución.
—Nos preocupa esto, Comandante, si Krys es blanco de un Sokolov es peligroso.
—No tiene que decírmelo ¿tengo cara de petardo? —replico de mal humor porque me siento extraño al saberla en peligro, me importa más de la cuenta, eso está mal para mi cabeza.
—No señor, discúlpeme, solo que estoy algo nerviosa, Krys es una amiga muy cercana, pero no traté de verlo como tonto —murmura con la vista clavada en la foto
No respondo, tengo mayores problemas, ¿Qué hace Krystel Sánchez, su familia y sus seres queridos en la pared de un mafioso? No lo sé, pero lo averiguaré.
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Horas después estoy con Teresa en mi oficina, sentado en el borde del escritorio, uno de madera oscura casi negra tintado con vetas naturales, tiene junto al agujero de la silla, tres cajones, con la gran ventana atrás, una pared de cristal cubierta por persianas verticales por donde se cuela la brisa leve que las mueve de forma ligera en un vaivén constante. En el lugar huele a vainilla del incienso consumiéndose poco a poco en una tablita larga donde se apoya el extremo tipo palillo y de esta manera cae la ceniza en esta misma sin dejar todo de perdido.
La puerta no está enfrente sino diagonal a la derecha desde nuestra posición y por estar medio abierta puedo ver actividad en el piso y frente al escritorio al otro lado de la oficina, hay un sillón mullido de color negro pegado a la pared bajo las repisas donde reposan algunas plantas y decoraciones variopintas a modo de un poco de color a la oficina, además hay una pared entre el ventanal de cristal y el sofá al otro lado de frente donde hay una gran biblioteca llena de libros de todo tipo, color y tamaño y varios temas.
—Te metes en problemas por una tía que acabas de conocer —regaña ella, mientras me cura el labio roto y la ceja por el estrellón contra el pavimento, odio ir a los hospitales, pasé mucho tiempo cuando lo de Kai, mi madre entraba constantemente y yo con ella pues no podía dejarla sola, Antoine llevaba su propia carga en busca de nuestro miembro más amado—, digo, me agrada, mucho más a Ivanna, me encanta verte de otro humor para variar y es una chica increíble, pero por favor, te has puesto a jugar al "Atraviesa el campo tras el traficante de los cojones por seguir una subordinada a lo pendejo" sin refuerzos.
—No sé qué me pasó —me defiendo haciéndome el loco—. La adrenalina, supongo.
—Sí claro, salte por la tangente ahora —replica cuando presiona el algodón más fuerte a propósito y por eso meto un pequeño brinco. Ella es una exe—, Ups, lo siento, primito, pero me emocioné.
—Pero de qué vas tú, ¿Qué cojones quieres que diga? ¿Qué estoy enamorado? No, nunca me enamoraría de una subordinada, tenlo claro, nada más que sexo, ¿está claro?
En ese momento la puerta entreabierta se abre y Krystel está ahí «Mierda»
—Perdone que entre, Comandante, el General Nieves me dijo que le trajera este comunicado —se ve autómata, me lo estira y pide permiso para retirarse, da pasos al pensar que lo tiene; sin embargo, la detengo.
—No tiene permiso para retirarse, Capitana, no dé un paso más.
—¿Por qué, señor? —pregunta entre dientes—, me esperan Nicolás y Samara.
—Tengo que hablar con usted, Teresa, salte un momento —le digo a ella quien guarda sus instrumentos y promete volver para terminar, saluda a Krystel de salida—. ¿Qué le pasa? Parece el soldado zombie del otro día.
—No sé a qué se refiere —se excusa encogiéndose de hombros como si no le importa nada—, así soy, ¿por qué pregunta?
—Sí, claro, debería verse, parece drogada, pero sin emociones.
—No estoy de humor, Comandante, el maldito Alexei se me escapó y como si fuera poco empezó un pinche incendio forestal —vuelve a excusarse, mientras camina frente a la biblioteca como si buscara algo allí, pero parece solo querer evitar mi mirada.
—Ya... ¿no será por haberme escuchado? —pregunto, mientras me acerco a ella con los brazos cruzados, con una ceja arqueada y media sonrisa, de cierta manera me gusta que le afecte, soy un maldito, sí.
—¿Qué somos solo sexo? ¿por qué me afectaría la verdad? —me devuelve y eso me borra la sonrisa—, Eso somos y nunca seremos más, yo me encargaré de eso... si no es más, permiso para retirarme.
—¿Cómo sabías que Alexei estaba en la casa? Fuiste directo allí —abro el paquete de tabaco aun cuando no debería, le ofrezco a ella y lo toma para encenderlo con el mechero que saco de mi bolsillo
—Ese hombre es jactancioso, prefiere lo grande a lo estrecho, si había un espacio más amplio no lo dudaría, aunque fuera en medio de la miseria —espeta inhalando del cigarrillo—, presumido, altivo, pedante, hijo de puta.
—¿Me puedes explicar por qué cojones le gritaste eso? Es de la marca que tienes en tu espalda ¿No?
—No, no puedo, es personal y usted no es nada mío.
—¡Entonces coja esa puerta y pírese! —exploto porque ella me trate de extraño, no me gusta y menos me gusta sentirlo.
—Adiós, señor —replica con sarcasmo al irse.
—No quiero verle la cara en dos días ¿Entendió?
—Pues no me verá la cara en dos días, hasta en tres, no sabe cómo soy de hábil cuando quiero evitar a alguien.
Me quedo solo y consumo cigarrillo, me quedo pensativo sobre lo ocurrido ¿Por qué corrí tras ella sin esperar apoyo como lo hubiera hecho normalmente? Algo en mi cabeza no funciona bien cuando estoy cerca de Sánchez y eso no me gusta para nada, debo cortarlo de raíz o me causará problemas, no es sano, de hecho, es tóxico ir y volver, pelea tras pelea, para luego enrollarnos, no puede ser más inconveniente pienso al sonreírme casi de forma involuntaria por el calibre de lo dicho en mi mente, en eso entra una llamada de Ivanna y le contesto con un poco de pesadez, aunque me da una sorpresa, está calmada, sin gritos ni reclamos con celos e histerias, ha cambiado de actitud, incluso me cuenta algo sorpresivo: Pau y ella están en paz
Aquello me parece sospechoso, pero no por Iv, joder, sino por mi hija, yo la amo como a nadie, pero es un diablillo en potencia cuando quiere y ese trato me suena a plan macabro de Paulina Roux Demirel, me quito un cojón si no es así; sin embargo, me alegra, la nueva actitud de ella me gusta, hasta hacerme pensar si debo dejar de farandulear por las calles para ponerme serio con una, más quien puede ayudarme a encontrar a Kai; sin embargo, una tercera figura aparece en mi radar...
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