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Capítulo 5

Historia Original de chanchanchan12











GULF

No puede ser. No puede ser.
No puede ser.

Volví a mi casa manejando tan rápido que aún me costaba creer que ningún oficial de tránsito me hubiera detenido por exceso de velocidad.

Y lo peor de todo, es que si
algún policía me detenía, yo
iba a confesar.

Me encontraba en un estado
de shock y culpa que lo iba a
confesar.

¡Se la había mamado a mi
profesor!

Entré corriendo al baño de mi casa y comencé a cepillarme los dientes de forma frenética.

Incluso la lengua. Hice tanta presión que tras unos minutos de espuma, mi boca dolía completamente.

Pero mi boca se encontraba
sucia. La polla de ese hombre
había entrado en ella. No podía ir a besar a mi novia
luego y que sienta que mi
boca olía al miembro de otro
hombre.

¡Sería ridículo! No podría
explicarlo.

Pero mi boca no era la única
sucia, sino que todo mi cuerpo se encontraba cubierto por una fiebre que me costaba mantenerme en un sano juicio.

Entré a bañarme, sin importarme el tener que
volver a ponerme la misma
ropa después.

El agua caliente me serenó.

Pude bajar la ansiedad y,
aunque las imágenes de lo
que pasó estaban grabadas
en mi mente como si fuera
fuego, estaban perdiendo el
poder desestabilizador que me generaron.

¿En qué pensaba cuando se
me ocurrió acostarme con ese hombre para aprobar una materia?

Y lo peor es que ni siquiera
era un plan que se me ocurrió y decidí llevarlo a cabo solo, sino que lo compartí con mis dos mejores amigos, con quien
compartíamos el problema
de no poder aprobar Derecho
Romano, impartida por el
profesor Suppasit.

-¿Gulf? -la voz de mi madre sonó del otro lado de la
puerta. -¿Eres tú?

No iba a responderle que por supuesto que era yo, porque
dudaba que un ladrón entrara en la casa a usar una ducha.

-Sí, mamá -le dije. -Me estoy bañando.

-Bueno, Mía está aquí -dijo mi madre. -Apresúrate o llegarán tarde a la iglesia.

Genial. Sencillamente genial.

Tenía que calmarme. De lo
contrario, Mía notaría que algo me sucedió y de ninguna
manera ella se podría enterar
de lo sucedido.

Y yo soy una persona confiada.

Jamas muestro duda o temor. Ese el macho del que Mía se enamoró. No podía permitirme caer.

Salí de la ducha, me puse el
bóxer y me miré al espejo.

Un Gulf confiado me devolvió la mirada y, entonces, me pude sentir más seguro.

De todos modos, mayor
seguridad me daría si me
comía una menta.

-Mi amor, ¡te extrañé tanto! -exclamó Mía, rodeándome con sus brazos delgado.

Mía era una chica preciosa
que había conocido gracias
al grupo de jóvenes de la Iglesia. Nos dedicábamos a hacer obras de caridad.

Ella, a simple vista, era una muchacha obediente y entregada a hacer el bien al
prójimo, pero lo que más me
enamoró es que tenía un cierto enojo en su interior que de vez en cuando salía a relucir.

Fueron esos matices, a fin de cuenta, los que me enamoraron e hicieron que la
amara con locura.

Por eso, fue tan inevitable
sentir culpa cuando me dio un beso.

Pero, ¿a qué se debía la culpa?

Todo lo sucedido había sido
por ella.

Mi padre, el Juez Federal de
Bangkok, no estaba a gusto conque tuviera una relación hasta que no terminaran mis estudios.

-Puedes cogerte a todas las
chicas de la ciudad, pero no te enamores hasta que no tengas el título -me había dicho, en una de esas pocas veces que me hablaba.

Sus consejos, como siempre,
eran órdenes disfrazadas.

Por eso mismo, él no estaba al tanto de mi relación con
mía. Algo que no costaba
demasiado mantener en
secreto, puesto que nunca
estaba en la casa y no lo tenía en ninguna de mis redes sociales. Además, no asistíamos a los mismos
eventos.

Pero mis intenciones con Mía
eran serias y, para que ella
pueda pasar la noche en mi
casa, tenía que tener el tan
bendito título que mi padre
quería.

Entonces, si ella valía la pena
el sacrificio, ¿por qué la culpa?

Descartaba completamente
que fuera por la infidelidad.

La había engañado un par
de veces antes con chicas de
ocasión, sin nombres pero
con muchas tetas, y jamás me había despertado ni un recuerdo más que el deseo
de un par de pajas antes de
dormir.

No importaba. Me sentía culpable pero tenía que evitar que ella lo percibiera.

-¿Cómo te fue en tu examen? -me preguntó. -No me escribiste en todo el día.

-Fue complicado -respondí. -De hecho, no. No me fue bien. Pero tuve que hablar con el profesor para que analice la posibilidad de darme otra oportunidad. Me rebajé a suplicarle, porque sino tendría que repetir la materia todo el próximo año.

-Yo creo que deberías usar tu apellido para convencerlo de que apruebe -me recomendó. -No es ético, pero si en la Universidad presentas una queja contra él, no van a dudar en hacerte pasar.

-Lo he pensado -asumí. - Pero creo que es mejor si primero intento por las buenas, ¿no crees? Es más meritorio.

-Tú tienes mucho orgullo,
mi amor -se burló ella,
apretándome un cachete. -El orgullo es pecado.

Mamarsela a tú profesor,
también.

Fue hace dos semanas cuando se me ocurrió la estúpida idea que, desconozco, nadie intentó
impedírmela aludiendo que
era una estupidez. No sé si
fue la marihuana, la cerveza
o una combinación del estrés
por los exámenes finales, pero esa noche que nos reunimos a estudiar, se me ocurrió proponer la idea.

FLASHBACK

Quedamos en reunirnos en la
casa de Up, ya que tenía la
casa liberada.

Perdimos gran parte de la
tarde en un partido de fútbol
improvisado, en una cancha
llena de barro gracias a la
lluvia que hubo durante la
mañana.

En resumen, empezamos mal.

Cuando finalmente nos
bañamos y nos sentamos con los apuntes y libros para estudiar sobre el Derecho
Romano, la frustración fue
instantánea. Durante años
habíamos dejado de lado la
materia.

-Ya sé que nos puede alegrar la noche -dijo Toey.

Extrajo del bolsillo de su
pantalón corto un armado de
marihuana. Yo jamás la había
probado, pero lo cierto es que mi frustración era más grande que todos los prejuicios que yo podía tener por la droga.

Me hice bien, a decir verdad,
aunque me hizo decir
estupideces de las que me
arrepiento.

-Me contaron de una forma de aprobar esto sin que tengamos que estudiar -les dije a mis amigos. -Aunque tengamos que sacrificar nuestra hombría.

-¿Hablas de ofrecerle sexo al profesor? -preguntó Up.
Siempre fue el más perspicaz
de los tres. -Yo también
escuché los rumores.

Toey se rió.

-Yo me apunto -comentó, para sorpresa de ambos. - Necesito recibirme, empezar a trabajar de esto e irme de la casa de mis padres.

No podía creer lo que dijo.

¿Realmente no le importaba
acostarse con un hombre con
tal de irse de su familia?

Bueno, ante esa idea tampoco
podía juzgarlo mucho.

-¿De verdad lo harías? -le
pregunté.

-Bueno, estamos en la
universidad -dijo Toey, encogiéndose en hombros.
-Se supone que debemos
experimentar estas cosas.

-Pero no somos gays -le
recordó Up. -¿O acaso tú sí?

-No, pero tampoco acostarse
con un hombre te vuelve gay,
Up -le respondio. -Se trata de algo importante como nuestra carrera. Y si esto lo podemos resolver de esta forma, no veo cuál es el
problema.

Up se llevó el dedo al mentón y ese fue el momento en donde me sentí que estaba viviendo una película
surrealista.

¡Mis amigos de toda la vida no podían estar hablando en
serio!

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