Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 7

7

Jungbin levantó la pluma del papel. Acababa de escribir su nombre y de dibujar su firma. Acababa de firmar el contrato que sellaba la relación que de ese momento en adelante tendría con el señor Kim. Tragó saliva e intentó convencerse de que aquella había sido la mejor decisión que podría haber tomado, aunque no podía negar que el hecho de comenzar a pertenecerle a alguien le aterraba un poco.

Sólo era eso: pertenecerle al señor Kim. Simplemente eso a cambio de vivir en su mansión, teniendo una habitación a su libre disposición; de que él la mantuviera, incluso dándole un cierto monto para que ella gastase en lo que quisiera; un auto propio que pasaría a su nombre para que pudiese movilizarse a cualquier parte sin tener que depender de él ni de su chofer. Todo a cambio de ser completamente suya.

¿Y cuáles eran los límites del acuerdo? El señor Kim podía disponer de ella como se le diera la gana, por supuesto, siempre velando por su bienestar e integridad. No le haría nada que dejase marcas permanentes y tampoco le haría heridas con objetos cortopunzantes, aunque Jnugbin sabía que aquello no significaba que estaría exenta de sangrar por algún otro método.

También había otros detalles, como el hecho de que cuando se encontrara en la residencia del señor Kim debía vestir únicamente un vestido de algodón de color negro, que fuera de ésta ella podría utilizar la ropa que él le había proporcionado y que cada vez que lo acompañase a algún lugar tendría que mantenerse callada, a no ser que él le ordenase lo contrario. No podía verlo directamente a los ojos, ni responder sin que se lo pidieran, sobretodo si se encontraban en medio de un castigo.

Y tenía que utilizar un anillo especial en el dedo medio de su mano izquierda, algo que le demostraría al resto que tenía dueño.

Levantó la vista para encontrarse con la del hombre que la observaba con los ojos oscurecidos.

—Por mucho que quiera, no puedo tocarte hasta que firmes el contrato —le había dicho momentos antes, cuando le había tendido la pluma.

Y Jungbin había firmado. No podía negar que se sentía ansiosa por comenzar, quería que él la tocara de maneras en las que no se imaginaba que se podía. Y es que, de cierto modo, tenía la esperanza de poder realizar la fantasía que había tenido con él noches atrás. Y lejos de sentirse mal o avergonzada, no podía esperar a que llegase ese momento.

El sonido de su celular la hizo sobresaltar y romper el contacto visual que sabía que no debía seguir manteniendo. Revisó de quién se trataba, aunque no lo necesitaba, porque sabía que se era su hermano. Estuvo a punto de colgar la llamada entrante, pero la voz profunda de Kim la interceptó:

—Contesta. Dile que en una hora estarás allí para llevarte tus cosas. Cuelga.

Ella tragó saliva antes de hacer exactamente lo que le había ordenado:

¿Dónde estás, Jungbin? —Fue lo primero que escuchó por el auricular—. Iré a buscarte inmediatamente, mándame tu ubicación.

—Estaré en tu apartamento en una hora —respondió de la manera más firme que pudo, ignorando todo lo que Jungkook le había dicho—. Me llevaré mis cosas y no volveré a molestarte.

Y, con la mano temblorosa, bajó su móvil para colgar, sin dejar tiempo a que su hermano pudiese replicar. Se sobresaltó cuando el señor Kim soltó una pequeña carcajada.

—¡Qué rebelde eres, Jungbin! —Murmuró para sí mientras buscaba algo entre los cajones de uno de los tantos muebles—. Tendré que corregir eso.

La chica bajó la cabeza. Quizás lo último que le había dicho a Jungkook había estado fuera de lugar, después de todo, Kim no se lo había ordenado. Tendría que acostumbrarse a no disgustarlo para evitar ser castigada, aunque tampoco podía negar que los castigos le provocaban un poco de curiosidad.

—Ven aquí —le ordenó él después de volver a sentarse sobre el sofá.

Jungbin tardó un segundo en entender qué significaba el hecho de que se estuviese palmeando los muslos. Torpemente se puso de pie y caminó con las piernas temblorosas hacia él, dejándose caer lentamente sobre las musculosas piernas que le habían sido señaladas momentos antes. Su cuerpo, tenso, se estremeció al sentirlo tan cerca. Su calor corporal le quemaba la espalda, los glúteos y las piernas, desde donde tenía contacto directo con Kim hasta donde los separaba lo que parecía un infinito espacio que a la vez era insignificante.

El par de manos grandes aparecieron frente a ella al ser rodeada por los brazos musculosos, enseñando una argolla tan simple que cualquiera podría pensar que se trataba de una de matrimonio, a excepción por el pequeño detalle en la cabeza, donde una insignificante letra N había sido grabada.

Jungbin lo sabía, aquel anillo gritaba a los cuatro vientos "propiedad de Kim Namjoon", lo que le preocupó por un momento fue el si el mundo entendería el significado que tenía.

Levantó su mano y estiró los dedos, esperando a que el señor Kim lo encajara en su dedo medio, pero, en cambio, la gigantesca mano acarició el dorso de la suya.

—Tus dedos son tan delgados —susurró, porque no había necesidad de hablar más fuerte al tenerla sentada sobre él, y a Jungbin se le erizó la piel de la nuca—, tanto que este anillo se resbalaría.

Entonces una gargantilla apareció frente a sus ojos, del mismo color plata que la argolla, y de la que Jungbin sospechó sería utilizada para llevar el anillo a modo de collar, aún más a la vista del resto. Los dedos hábiles del señor Kim aseguraron la fina cadena, rozándole la piel ya erizada y provocándole un estremecimiento.

—Jamás salgas sin ella, ¿sí?

La voz, que se había puesto ligeramente ronca, la hizo suspirar, acompañada de la pequeña y desinteresada caricia que estaba dándole uno de los dedos en el hueco que se formaba en su cuello. No podía ser que simplemente con un roce como tal estuviese volviéndose loca. Cerró los ojos, disfrutando del fugaz momento, como si ella no fuese más que un animal al que su dueño está dándole mimos.

Y, ciertamente, en eso se había transformado: la mascota de Kim Namjoon.

—No saldré sin ella, señor —respondió con la voz jadeante.

Una pequeña palmada en su muslo la hizo sobresaltar, haciendo que abriese los ojos rápidamente.

—Callada —gruñó él a su espalda, aunque inmediatamente su voz se suavizó para volver a hablar: —. Prepárate. Iremos a lo de tu hermano.

El panorama del día era el siguiente: irían al apartamento de Jungkook a buscar todas las cosas que Jungbin tenía, que realmente eran bastante pocas, y luego irían al centro comercial para comprarle ropa. No era nada del otro mundo, pero la chica se encontraba con las manos convertidas en un par de puños mientras miraba por la ventana del auto del señor Kim, intentando hacerle ver que estaba concentrada en algo diferente a no dejar de pensar en el escándalo que haría su hermano cuando la viera.

Jungbin sabía que Jungkook no haría como si nada hubiese pasado, lo conocía.

—Así que —la voz del señor Kim interrumpió el silencio que reinaba entre ellos—, ¿qué tipo de relación tienes con tu hermano?

Ella le dio una mirada fugaz por el rabillo del ojo al hombre que conducía a su lado y volvió a concentrarse en los árboles que rápidamente desaparecían de su vista por el espejo retrovisor mientras, sin darse cuenta, jugueteaba con la argolla que llevaba colgada.

—Soy una carga para él, no es posible que me vea de otra manera.

Kim quitó los ojos del camino por una fracción de segundo y rápidamente volvió a fijarlos al frente, pero con el ceño fruncido.

—¿Por qué dices eso, Jungbin?

Ella vaciló por un segundo. No quería hablar sobre eso porque se le hacía doloroso, a pesar de que era la realidad que le había tocado vivir. Siempre había sido de esa manera.

—Jungkook no perdió oportunidad para recordármelo —murmuró.

—Pero —insistió él— no entiendo por qué serías una carga. Estudias duro, trabajas duro y, además eres su hermana menor... —Kim dejó la frase a medio terminar.

Quizás se había dado cuenta de que lo que acababa de decir podía no significar nada para Jungkook.

—Eres valiosa, Jungbin, que nadie te haga pensar lo contrario —finalizó.

Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de la chica y el pecho le cosquilleó al escuchar aquello. Probablemente era la primera vez que alguien le decía algo como aquello y, de cierta manera, le resultaba un poco doloroso que lo hubiese escuchado por primera vez viniendo de alguien que ni siquiera era parte de su familia, o que realmente no era nadie de ella.

Aunque, hacía pocos minutos que sí era algo suyo, era su dueño.

El sonido del freno de mano la hizo percatar de que se encontraban ya en su destino, por lo que nuevamente los nervios volvieron a aparecer. Bajó la vista hacia sus manos, poniendo falsa atención sobre la costra que se había formado en donde se había herido la noche anterior, cuando realmente estaba evitando a toda costa tener que bajarse del auto.

—¿Quieres que vaya contigo?

Jungbin se dio un momento para meditar y terminó negando con la cabeza.

—Entonces te esperaré fuera del apartamento, ¿sí? Cuando necesites puedes llamarme.

Y así lo hizo, el señor Kim se quedó fuera mientras ella encajaba en la puerta la llave que Jungkook le había dado cuando llegó a vivir allí. Sentía que llevaba un montón de tiempo fuera, aunque únicamente había transcurrido una noche, y se sorprendió a sí misma cuando pensó en que quizás no extrañaría mucho vivir allí, después de todo, siempre había sido de la misma manera: Jungkook le dejaba vivir en su apartamento, nunca la había hecho parte de ello.

—¿Jungbin? —Escuchó la voz de su hermano desde la cocina.

Se quedó parada a medio camino, esperando a que la figura delgada de su hermano apareciese. Probablemente estaría muy enojado con ella, o quizás simplemente la había echado de menos y se había dado cuenta de que le gustaba tenerla ahí más de lo que le gustaba aceptar. En cambio, desde el otro lado del pasillo, saliendo del baño, apareció una muchacha vestida únicamente con una camiseta de su hermano.

La boca de Jungbin se abrió levemente. Sabía que la conocía de algún lado y, cuando se dio cuenta de que era la misma muchacha con la que había chocado la noche anterior, un nudo se formó en su estómago. La chica se quedó inmóvil, mirándola de vuelta y formando un ambiente extremadamente incómodo.

—¡Gracias a Dios! —Escuchó a exclamar a su hermano a su espalda—. Pensé que no volverías a aparecer...

Y él también se quedó en silencio cuando se encontró con la extraña escena.

Jungbin se giró lentamente en dirección a Jungkook, encontrándose con que le faltaba la camiseta y únicamente se encontraba en pantalones deportivos. Un exquisito olor a carne hervida en vino emanaba desde la cocina y la chica supuso que su hermano se encontraba cocinando para él y su acompañante, aunque le hubiese gustado creer que estaba cocinando para ella porque jamás lo había hecho.

—Vine a buscar mis cosas —murmuró, retomando su camino hacia la habitación y pasando por el lado de la chica.

Ni siquiera recordaba su nombre, menos con aquella sensación molesta en su estómago. No entendía por qué se sentía herida, pues tenía claro que Jungkook tenía el derecho a tener su propia vida, una en la que ella no estuviese molestándole.

Entró a la habitación y comenzó a meter toda su ropa en la maleta con la que había llegado a Seúl, aunque no se molestó en que quedase ordenada o bien doblada. Se puso de rodillas a un lado de la cama para sacar la cajita metálica de sus tesoros y los pocos pares de zapatos que tenía.

—¿Puedes explicarme una cosa? —Jungkook la había seguido y estaba parado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados—. ¿Quién es ese hombre y cómo lo conociste?

Jungbin levantó la vista, por detrás de su hermano se encontraba la otra chica mirando la escena con curiosidad. Su sangre hirvió, aunque no estuvo segura del porqué, y terminó por negar de la cabeza.

—No es asunto tuyo —respondió mientras volvía a guardar sus cosas.

Metió el portátil y sus preciados libros en uno de sus bolsos, pero no alcanzó a cerrarlo porque desde su libro favorito, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, uno de los pocos regalos que su hermano le había hecho por su cumpleaños, cayó una fotografía en la que salían ambos de pequeños, abrazados y con una sonrisa en los labios. Había sido tomada antes de que fuesen lo suficientemente conscientes de las diferencias que tendría la vida con cada uno.

—Soy tu hermano, Jungbin —replicó Jungkook, viendo cómo ella se agachaba para recoger la fotografía del suelo.

La chica se dedicó a contemplar un momento la imagen que tenía entre las manos y se preguntó en qué momento se había ido a la mierda su relación. ¿Cómo había sido que, siendo tan unidos de pequeños, todo hubiese desencadenado de la manera en la que había pasado?

—Eso desde hace mucho tiempo que te da igual —le respondió, dejando la fotografía sobre el escritorio—. No creas que no sé que desde hace tiempo quieres deshacerte de mí y ya puedo darme cuenta por qué —pegó una mirada a la chica que seguía husmeando la conversación de los hermanos.

Jungkook siguió su mirada, pero no hizo ni dijo nada para que la muchacha se fuera, y luego puso los ojos en blanco por un segundo.

—¿Te irás a vivir con él? —Continuó interrogando—. No lo entiendo, Jungbin, ¿por qué crees que alguien como él querría estar contigo? ¿No te parece sospechoso?

La chica apretó la mandíbula mientras se colgaba los bolsos al hombro y ajustaba la maleta para arrastrarla. Su rostro se había puesto rojo, como todas las veces en las que se enfadaba y se aguantaba las ganas de mandar todo a la mierda.

—Ya no seguiré estorbándote, Jungkook, quédate con eso.

—Jungbin... —Replicó él, con tono cansado.

—¡¿Qué quieres de mí entonces?! —Soltó, perdiendo los estribos por un momento—. ¡¿Qué tan miserable tengo que ser para que estés satisfecho?! ¡Me voy de aquí! ¿No es eso lo que querías desde hace tanto tiempo? ¡Al fin podrás vivir tu vida con tranquilidad, ahora déjame!

Qué opinamos de Jk? Próximo capítulo empieza el salseo jj

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro