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CAPÍTULO 5


5

Jungbin no había vuelto a recibir llamadas ni mensajes del señor Kim y ciertamente ella no se sentía capaz de buscarlo después de haberse tocado mientras pensaba en él. ¿Cómo podría siquiera mirarlo a la cara?

Aunque no podía negarlo, se moría de ganas de volver a verlo.

Sin embargo, la cotidianidad de su vida no le permitía pasar mucho tiempo fantaseando en cómo sería su vida si es que viviese con él, pues debía preocuparse de rendir bien en la universidad y de esforzarse en el restaurante de Jungkook para mantenerlo contento, o lo menos enojado posible. Todo se basaba en ir a clases por la mañana, escapar del profesor Kim y de Minhyuk, trabajar en el restaurante y volver a casa para dormir.

Aunque no podía evitar preguntarse cómo sería su vida en la casa del señor Kim, sin necesidad de trabajar, simplemente preocuparse por la universidad y tenerlo contento.

—Jungbin —la llamó uno de los chicos con los que trabajaba—, te piden en la mesa seis.

La chica frunció el ceño, aunque inmediatamente asintió con la cabeza y agradeció. Ella no se encargaba de ese sector del restaurante, Jungkook no lo permitiría, puesto que se trataba de las mesas más exclusivas, las que debían ser reservadas con mayor antelación que las normales. Era demasiado torpe para atender a ese tipo de gente, todos lo sabían, menos el que estaba pidiendo su presencia allí.

Era un viernes en la noche, el día más agitado de la semana, en el que el restaurante se llenaba aún más de lo normal. Jungbin no había dejado de moverse de un lado a otro, tal cual robot, yendo y volviendo a la cocina para entregar pedidos y los platos sucios. Se dio un momento para entrar al baño antes de irse a la mesa seis, nuevamente se le habían soltado los cabellos de la coleta alta que estaba utilizando, así que se mojó las manos con agua y los peinó hacia atrás, dejándolos nuevamente en su lugar por un periodo que seguramente no duraría más de diez minutos.

Iba en camino a la mesa, con la tableta abrazada a su cuerpo, cuando tuvo la sensación de salir corriendo. A lo lejos podía ver la cabellera del profesor Kim Seokjin perfectamente peinada hacia atrás. Retrocedió un par de pasos y su espalda impactó con alguien, un estruendo se escuchó en toda la sala cuando los platos y vasos que llevaba otra chica cayeron al suelo. El rostro de Jungbin palideció al notar que todos los ojos, incluidos los del profesor Kim, estaban sobre ella e instintivamente sintió ganas de llorar. Se disculpó con la chica que la fulminaba con la mirada y se dispuso a ayudarle a recoger los fragmentos de porcelana que se habían desparramado por el suelo.

Ahogó un grito cuando sintió una de las puntas de uno de los tantos cristales penetrar por su piel y rasgar dolorosamente. Inmediatamente soltó todo lo que había logrado recoger para poder presionarse la herida que se había formado en la palma de su mano.

—Déjalo —le dijo la chica de mala gana antes de ponerse de pie y llevarse todo lo que le cupo en la bandeja de color negro.

Jungbin se puso rápidamente de pie, con la mano tiritando al no poder apaciguar el dolor, y se sobresaltó cuando se encontró con un cuerpo fornido frente a ella.

—¿Estás bien? —Las cejas espesas del profesor Kim estaban arrugadas de la preocupación.

El labio inferior de la chica tembló, sabiendo que había hecho el ridículo frente a un montón de gente adinerada y que Jungkook la regañaría una vez llegase a la cocina. Asintió con la cabeza y terminó por hacer una reverencia.

—Le asignaré otro mesero, siento muchísimo la demora.

Y cuando estuvo a punto de darse vuelta, Kim apoyó su gigante mano sobre su hombro.

—Esperaré por ti —aseguró—. De todas maneras, mis hermanos todavía no llegan.

Ella tragó saliva. Así que nuevamente se trataba de una cena familiar... Y eso sólo podía significar una cosa: nuevamente se encontraría con Kim Namjoon. Asintió con la cabeza y volvió lo más rápido posible al sector del personal del restaurante para poder detener el sangrado.

Abrió el botiquín de manera torpe y con ambas manos ensangrentadas para sacar un trozo de gasa para envolver su herida. Su labio inferior ya no temblaba porque había comenzado a apretar la mandíbula, aunque eso no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos, deslizándose lentamente por sus mejillas, y su pecho comenzó a doler por aguantarse las ganas de sollozar en voz alta. Apretó sus manos en un par de puños, a pesar de que eso hizo que se le volviese a abrir la herida y la gasa se manchara de color escarlata, provocándole dolor una vez.

No quería siquiera encontrarse con su hermano porque estaba segura de que se encargaría de recordarle lo inútil que era, como si ella no se hubiese dado cuenta ya. Como si no llevase sintiéndose como la persona más estúpida desde la primaria, cuando su desgracia había comenzado. Como si no tuviese que lidiar todos los días con la mala suerte de ser ella misma y no otra persona.

Su celular comenzó a vibrar, asustándola, pero no tuvo el valor para sacarlo de su bolsillo porque seguramente sería Jungkook. Sacó la venda que cubría su mano y sacó un envase nuevo para que la sangre no se viese de manera tan grotesca, pues lo primero de lo que debía encargarse al trabajar de mesera en un restaurante era de verse impecablemente limpia.

Se apresuró en guardar y botar todo lo que había utilizado y, sin que ninguno de los otros meseros la viera, se escabulló hacia el baño de empleados para limpiarse el rostro, aunque su llanto todavía no se detenía. Aprovechó la ocasión para volver a peinarse y para nuevamente lavarse la cara, porque nuevamente le habían caído lágrimas.

—¡¿Alguien ha visto a Jungbin?! —Escuchó la voz de su hermano en el pasillo.

La chica cerró los ojos un segundo, evaluando qué tan bueno sería quedarse escondida en el baño hasta que terminara el turno para luego escaparse sin que nadie la viera, pero eso era algo poco realista. De todas formas, tendría que ver a Jungkook en casa. Así que se preparó mentalmente y salió.

Y no lo vio en el pasillo, por lo que supuso que se había ido a la cocina nuevamente a atender sus asuntos.

Entonces Jungbin comenzó a caminar en dirección a la mesa del profesor Kim, quien llevaba más de diez minutos esperándola, aunque no alcanzó a dar muchos pasos cuando escuchó nuevamente a su hermano:

—¡Allí estás, pequeño pedazo de mierda!

Su cuerpo se giró lentamente en dirección al mayor, con la vista fija en el suelo y las manos entrelazadas en la espalda. Jungkook dio un par de pasos largos, acortando la distancia que había entre ellos y Jungbin retrocedió, alejándose en dirección a donde se encontraban los comensales, pero no llegando siquiera a salir del área de servicio.

—¡Me tienes harto, Jungbin! —Exclamó en voz baja, evitando hacer un escándalo—. ¡¿Sabes cuánto dinero me has hecho perder este mes sólo en la compra de platos nuevos?!

La chica tragó saliva. No respondió nada. Ni siquiera se atrevió a mirarlo, por lo que permaneció con la cabeza gacha escuchando cómo el chico la insultaba.

—¡¿Cuándo vas a dejar de ser una carga?! ¿No crees que ya es hora de que madures y comiences a ser una persona funcional? ¡Es que me sorprende que realmente no sirvas para nada! —Terminó con una carcajada irónica.

¿Qué podía replicar la chica? Después de todo, Jungkook no estaba diciendo ninguna mentira, aunque eso no evitaba el dolor que le provocaba escuchar esas palabras. Se mordió el labio inferior, evitando que este volviese a tiritarle.

—¡¿No dirás nada?! —Insistió su hermano y luego se pasó la mano por el rostro—. No sé por qué me sorprendo, nunca dices nada...

Jungbin abrió la boca para responder, a pesar de saber que la voz le saldría temblorosa, pero se vio interrumpida por una tercera voz:

—Jungbin, ¿está todo bien?

Se giró para observar al señor Kim Namjoon vistiendo un impecable traje gris con camisa blanca y corbata negra. La observaba desde arriba con el ceño fruncido mientras su mirada se intercalaba entre su rostro y el de su hermano. Los ojos de la muchacha se iluminaron al verlo, en una mezcla de emoción y vergüenza, pues no quería que la viera en ese estado: con los ojos rojos y cristalizados. Kim se aclaró la garganta antes de hablar nuevamente:

—Seokjin me dijo que te habías accidentado, así que vine a ver cómo estás.

—Señor —interrumpió Jungkook—, no puede estar aquí. Le debo pedir que se retire a su mesa.

Los ojos oscuros del señor Kim ni siquiera se dieron la molestia de dedicarle una mirada al hermano mayor de la chica, simplemente permanecieron examinando su enrojecido y ligeramente hinchado rostro, buscando una respuesta a lo que acababa de decir.

La mirada de Jungbin volvió a cristalizarse, esta vez por sentirse protegida, que alguien estaba allí para defenderla o, aunque fuese, para preguntarle si se encontraba bien. Antes de poder controlarlo, un sollozo escapó de sus labios. Ya no lograba soportar las ganas de derrumbarse, ya no soportaba más.

—Vamos —la mano del señor Kim fue tendida en su dirección.

—¿Qué? —Jungkook soltó una carcajada—. Jungbin, nuestra conversación no ha terminado. ¡No puedes irte sin más!

La chica analizó por un segundo la situación. Por un lado, se encontraba Jungkook, preparado para darle la reprimenda de su vida. Por otro, estaba el señor Kim, con su varonil mano tendida hacia ella y unos ojos profundos que intentaban entender qué era lo que estaba sucediendo dentro de su cabeza.

Giró su rostro para observar a su hermano, que la observaba con los ojos extremadamente abiertos, brillantes de ira, y luego se giró en dirección a Kim. No estaba segura de si luego llegara a arrepentirse. Estiró su propia mano en dirección al hombre y la posó con cautela sobre la gran palma abierta de piel morena, sabiendo que aquello sólo podía significar que estaba firmando un contrato con el mismísimo diablo y que ya no había vuelta atrás.

Kim Namjoon dibujó una pequeña sonrisa en sus labios, revelando sus hermosos hoyuelos, y tiró de la chica hacia él, apoyando su mano entonces sobre su espalda para guiarla hacia afuera. Antes de comenzar a caminar le dedicó una mirada a Jungkook para decir:

—Se irá. Y también renuncia.

—¡¿Y quién mierda eres tú?!

Kim observó a Jungbin caminar en dirección a la salida del restaurante, por lo que se apresuró en buscar una de las tantas tarjetas de presentación que guardaba en el bolsillo de su camisa y se la tendió a Jungkook. No esperó una respuesta por parte del chico, ni tampoco estaba dispuesto a seguir escuchando a un crío que era, al menos, cinco años menor que él. Hizo una seña con la mano a sus hermanos, indicando que se marcharía sin comer, y terminó por salir del local.

Afuera, el delgado cuerpo de Jungbin volvía a sollozar, dándole la espalda en un intento de que no la viera en ese estado. Namjoon la rodeó y se plantó justo frente a ella. Su índice empujó suavemente del mentón de la chica hacia arriba para conseguir que lo mirara, aunque grande fue su sorpresa cuando, en un movimiento brusco, Jungbin se encontraba rodeándolo con sus brazos a la vez que dejaba salir todo su llanto.

—Gracias, señor —dijo con la voz ahogada por las ropas del hombre.

Kim Namjoon no era un hombre de afecto físico, nunca lo había sido, pero ese acto tan puro le ablandó el corazón. Y es que nunca había conocido alguien como Jeon Jungbin y, por la misma razón, jamás había deseado a alguien de la manera en la que lo hacía. Terminó por rodear el cuerpo pequeño de la muchacha con sus brazos fornidos, atrayéndola más a su cuerpo.

Jungbin no supo si habían transcurrido únicamente un par de segundos o un par de minutos, pero se sentía embriaga por el olor y el calor corporal del señor Kim, y podría haberse quedado allí para siempre, amarrada a su musculosa cintura, disfrutando de ese el inesperado abrazo que ella misma había comenzado. Sin embargo, sabía que él estaba esperando una respuesta a aquella pregunta que hacía días le había planteado. Claramente, el hecho de estar ella con él en ese preciso momento decía mucho acerca de su decisión, pero Kim Namjoon le daba la impresión de ser un hombre de palabras claras, de respuestas certeras y límites establecidos, por lo que sabía que debía ser específica.

Muy a su pesar, su agarre se fue aflojando, dándole el espacio para retroceder medio paso hacia atrás y mirarlo directamente a los ojos.

—Acepto, señor.

Los perfectos dientes de Kim aparecieron como perlas brillando bajo la plateada luz de la luna y Jungbin se quedó sin aliento ante tanta hermosura.

—Buena chica —respondió antes de volver a tenderle la mano para llevarla hacia su auto.

Disfruten estas actualizaciones seguidas mientras duren :( ya me toca volver a la estudiasión

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