CAPÍTULO 43
43
Namjoon tragó saliva al encontrarse con el rostro de Jungbin atravesando la puerta de la cafetería. Había pasado una buena cantidad de días después de su pequeño encuentro en el puente Banpo, situación que no había podido sacarse de la cabeza en ningún momento.
Durante el día recordaba lo hermosa que se veía con la punta de la nariz enrojecida producto del frío, la manera en la que sus ojos se habían encontrado apenas ella se había bajado del taxi y la manera en la que simplemente le había dejado solo, pero con nuevas esperanzas. Por las noches no dejaba de recrear aquel beso que ella le había dado y que había sido capaz de revolucionar todo su cuerpo.
La necesitaba de todas las maneras posibles, pero no quería centrarse únicamente en el aspecto sexual.
Jungbin lo buscó con la mirada y, contrario a lo que esperaba, no mostró ningún tipo de expresión. No sonrió de la manera en la que solía hacer, apenas pestañeó. Namjoon observó en silencio mientras se acercaba, notando que se veía completamente diferente a la muchacha que recordaba, aquella que corrió de casa meses atrás. Ya no era una muchachita, era una mujer.
—Buenas tardes —saludó ella cuando se sentó al otro lado de la mesa.
—Hola, Jungbin.
Se sentía estúpido por responder de esa manera tan tonta y se sorprendió a sí mismo sonrojándose cuando Jungbin le dedicó una mirada fugaz.
—¿Cómo estás? —Insistió él.
—Bastante cansada, la verdad —respondió, sacando de su bolso un portafolio que comenzó a hojear —. Entre mi trabajo en la cafetería y el que me ha dado Seokjin, apenas me da tiempo de estudiar, menos de descansar.
Los ojos de la chica se elevaron para ver el rostro de Namjoon y evaluar el cambio de su expresión. Notó cómo los músculos del cuello se le tensaron al escuchar el nombre de su hermano mayor, pero la pequeña sonrisa no abandonó sus labios.
—Jungbin, sé que cuando te fuiste ...
—Cuando me echaste, querrás decir —lo corrigió.
Namjoon soltó un suspiro y asintió con la cabeza, dándole la razón.
—Sé que cuando te eché me dejaste claro que no querías nada de mí, pero puedo ayudarte. Todavía tengo tu tarjeta, puedes seguir utilizándola.
Ella frunció el ceño.
—¿Qué insinúas? —Preguntó —. Puedo valerme por mí misma, Namjoon, no te he pedido que vengas para que me digas algo como eso.
Namjoon bajó la vista hacia la mesa, sintiéndose avergonzado. Todavía no pedían nada, había querido esperarla para ordenar algún tipo de café y algún pastel, pero ella parecía demasiado concentrada en su portafolio como para siquiera pensar en eso.
Le hubiese encantado estar cenando con ella en un restaurante y de hecho había intentado convencerla de ir a uno, pero Jungbin había insistido en aquella cafetería. La chica no tenía en mente nada formal y quería que el encuentro se diera de la manera más pública posible, pues estaba segura de que si se encontraban más íntimamente las cosas acabarían como la vez anterior.
—¿Te gustaría un trozo de pastel? —Preguntó él después de un par de minutos de silencio—. ¿O quizás un café...?
Jungbin levantó la vista hacia los carteles que mostraban las porciones que la cafetería tenía para ofrecer. ¿Sería correcto dejar que él la invitara después de haberle dado un sermón acerca de qué no necesitaba de su dinero?
No era que a Jungbin le faltase el dinero, pero tampoco le sobraba. Podía darse ciertos lujos personales de vez en cuando, como ir a la cafetería mientras revisaba los parciales que Seokjin le pedía.
Terminó por asentir con la cabeza y ambos se levantaron en dirección a la caja. Se fijó entonces en que Namjoon nuevamente iba vestido con jeans, algo que solo había visto una vez antes, y que realmente le sentaban de maravilla.
No parecía más que un muchachito con ese tipo de ropa.
—Bienvenido —murmuró la chica al otro lado del mostrador, fijando únicamente sus ojos sobre él.
¿Acaso Jungbin era demasiado baja que ninguna mujer parecía notar su presencia cuando se encontraba a un lado de Namjoon?
No le gustó la manera en la que esa chica lo observó, aunque tampoco podía culparla. Namjoon era un hombre tremendamente atractivo y fácilmente llamaba la atención. Pero aún así, se sintió disgustada, sobre todo teniendo en cuenta de que Namjoon y ella ya no eran absolutamente nada.
Sin embargo...
—Hola —dijo, poniéndose por delante de él—, queremos dos americanos fríos y dos trozos de pastel de mango.
La chica pareció notar su presencia por primera vez y asintió con la cabeza para luego teclear en su computadora.
Jungbin tenía claro que ella y Namjoon ya no eran nada, pero aún así se amaban mutuamente, aunque ella no se lo hubiese dicho todavía en voz alta. No estaba mal marcar un poco el territorio, ¿no?
—Son veinte mil wones.
La chica sacó de su cartera la tarjeta. Ya había mandado a volar la idea de pagar su propio consumo en aquella cafetería para darle una lección a Namjoon, pues pagaría lo de él también para darle una lección a esa chica.
—Jungbin —interrumpió Namjoon cuando ella estaba a punto de pagar—, puedo pagar yo, no hay problema.
Lo único que recibió fue una mirada de reojo por parte de la chica e inmediatamente escuchó sonar la máquina de pagos. Se impresionó de que Jungbin pudiese llegar a ser tan desafiante y testaruda. Jamás la había visto comportarse de esa manera...
Antes jamás le hubiese desafiado, pero antes había un contrato de por medio que especificaba la manera en la que Jungbin debía comportarse. Y aquello le hizo preguntarse si es que ella había estado fingiendo ser de esa manera y ahora mostraba su verdadera personalidad o si realmente había cambiado.
Cuando estuvieron de vuelta en la mesa ella decidió guardar aquel portafolio y ponerle atención al hombre que tenía enfrente. Después de todo, había sido ella quien lo había citado allí.
—Quería discutir algunas cosas contigo.
El corazón de Namjoon se aceleró al escuchar aquello y terminó de darle un sorbo a su café para centrar toda su atención en ella.
—Dijiste que me amas, ¿cierto?
—Te amo —afirmó él.
Jungbin asintió con la cabeza.
—Te pedí que lo demostraras y dijiste que estabas dispuesto a hacerlo —bajó la vista hacia su trozo de pastel que permanecía intacto y luego frunció el ceño—. ¿Qué es lo que esperas esta vez de mí?
Él corrió la vista un momento, sorprendido por aquella inesperada pregunta, pues no se había cuestionado aquello.
Solo sabía que necesitaba a Jungbin de vuelta en su vida.
—Quizás espero que todo vuelva a ser como antes.
Ella lo observó en silencio y al cabo de un segundo soltó un suspiro.
—Las cosas no volverán a ser como antes, Namjoon —afirmó—. Yo no volveré a firmar ningún tipo de contrato, así que si lo que buscas es otra mascota, estás en el lugar equivocado.
Guardó sus cosas en el bolso, sintiéndose decepcionada de lo que acababa de escuchar. Jamás volvería a firmar algo como eso, no era lo que ella estaba buscando en él. Jamás lo buscó y solo pudo darse cuenta de la manera más dolorosa posible. Y todavía le dolía, pues se acababa de dar cuenta de que él la buscaba por esa razón.
¿No había dicho que la amaba? Le resultaba una manera muy extraña de amar.
—No me refería a eso —se apresuró a aclarar él, tomándola por la muñeca para que Jungbin no se alejara—. Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes, quiero tenerte cerca de mí a cada momento y que me dejes consentirte. Quiero ser tu novio, Jungbin, y que tú seas mi novia.
Y quería un montón de cosas más, pero no encontró las palabras para decirlo.
Jungbin volvió a acomodarse en la silla y después de un momento terminó por darle el primer bocado a su pastel. Se sentía como una paranoica, pensando cosas que no eran y pasando por alto las cosas que claramente estaban allí. No tenía sentido que Namjoon la quisiera de vuelta como sumisa, era cierto, era su mente la que le estaba pasando una mala jugada debido a los nervios.
Porque sí, estaba muy nerviosa.
—Bien —dijo entonces—, podemos ser novios, pero debo decirte mis exigencias.
Namjoon pestañeó un par de veces. ¿Exigencias? Jungbin jamás había pedido algo como eso, así que se acomodó en su asiento con curiosidad.
—Para empezar y como ya te lo mencioné: no volveré a firmar ningún contrato. No volveré a comportarme de esa manera a no ser que ambos lo acordemos durante el sexo. Tampoco volveré a utilizar ese anillo —se humedeció los labios, sorprendida de que la voz ni siquiera le hubiese temblado. Continuó: —. En este momento estoy viviendo con Hyorin y no tengo planes de que eso cambie en un tiempo —aunque aquello no era del todo cierto, pues sabía que era cuestión de meses hasta que Jimin llegase al apartamento a vivir con ambas—. De todas maneras, no volveré a vivir en tu casa. Jamás.
—¿Por qué? —Cuestionó Namjoon, abriendo los ojos por la sorpresa.
¿Cómo iba a ser posible que todo volviera a ser como antes si Jungbin y él no volvían a vivir juntos en algún momento? ¿Cómo siquiera podría soportar las noches en solitario? En aquel momento sentía que estaba volviéndose completamente loco sin sentir el aroma de Jungbin en la almohada.
—Esa es la casa en la que alojas a todas tus sumisas, Namjoon, y yo no soy tu sumisa. Ya no.
Namjoon asintió con la cabeza lentamente, comprendiendo lo que Jungbin quería decir.
Y era cierto, ella no estaría dispuesta a utilizar alguna de las camas o habitaciones que habían sido utilizadas antes por otras mujeres. Y el cuarto de castigos..., eso tampoco quería volver a utilizarlo. Si las cosas iban a ir en serio, lo que menos esperaba era que mientras estaba con ella tuviera un recuerdo diferente con otras mujeres en cada rincón de la casa. Quería completa exclusividad, como la que ella le había dado a él siempre.
Lo que Jungbin no sabía era que Namjoon era incapaz de siquiera pensar en el rostro de otra mujer. Ella era la dueña de sus pensamientos, sus recuerdos y sus sueños. Solo ella. Pero aún así, lo entendió.
—Entonces, ¿qué haremos cuando...? —Preguntó titubeante—. ¿Qué haremos cuando queramos...?
—Puedo ir a tu casa durante el día, pero no volveré a vivir allí —le aclaró ella—. Estoy bien con Hyorin.
Él bajó la vista hacia su café a medio terminar, su mente iba a mil por hora, intentando encontrar una solución a lo que Jungbin había dicho. No quería pasar tanto tiempo lejos de ella y, si es que ella se lo permitía, quería que estuvieran juntos la mayor cantidad de tiempo posible, pero aquello no sería posible si no vivían juntos.
Quiso darse un golpe en la frente cuando se dio cuenta de que estaba intentando buscar excusas para pedirle otra vez que vivieran juntos. Quería estar con ella y ya, ya eran adultos.
Se moría por tenerla entre sus brazos mientras dormía.
—Y, por último, no quiero volver a tener a An Jiwoo cerca.
Namjoon pareció apenas poner atención a la última petición de Jungbin, pues era la más fácil de cumplir. Jiwoo se había enojado tanto cuando él le había pedido que se fuera que prácticamente se podía decir que ya no eran amigos. Aunque ciertamente no se arrepentía, prefería estar lejos de ella y más si es que ella se dedicaba a hablar mal de Jungbin cada vez que podía.
—¿Tienes tiempo para ir a otro lado? —Preguntó de pronto Namjoon.
Jungbin frunció el ceño y miró la hora en su celular. No era como si le sobrara el tiempo, pues a pesar de que aquel fuera su día libre en la cafetería, todavía debía atender sus deberes con Seokjin y estudiar para sus exámenes. El semestre ya estaba acabando. Además, debía buscar los regalos de navidad para sus amigos, pues aquella festividad estaba a la vuelta de la esquina.
Pero no podía negarlo, se moría de la curiosidad por saber qué era lo que tramaba Namjoon.
Terminó por asentir con la cabeza y lo siguió cuando él se puso de pie. Entrar nuevamente a su auto se sintió como una mezcla de emociones positivas y negativas, aunque ninguna de ellas atrajo malos recuerdos. Sólo estaban Namjoon y ella cada vez que la iba a recoger a la universidad, cuando salían a cenar afuera y cuando simplemente salían juntos por allí.
Le hubiese encantado pensar que en aquel momento era su novia, como estaba a punto de ser en ese momento, y tampoco creyó jamás iniciar una relación de manera tan fría como aquella, pero lo que sí tenía claro era que debía resguardar su corazón.
Los últimos meses había sufrido demasiado.
—Jimin —dijo Namjoon cuando el chico le respondió al otro lado de la línea—, coordina una reunión con el señor Lee. Dile que es urgente.
Jungbin se estremeció al escucharlo hablar de esa manera. De pronto era nuevamente el señor Kim Namjoon, ese hombre dominante que terminaba por volverla completamente loca. Y le gustó recordarlo, dándole órdenes y siendo duro con ella.
El camino en el auto fue silencioso y todo se redujo a Namjoon recibiendo una corta llamada por parte de Jimin y rápidamente llegaron al destino. Se detuvieron frente a una hermosa propiedad cercana a la casa de Namjoon. Era grande, aunque no tanto como su casa, con un bello antejardín y bastante elegante. En la puerta les esperaba un hombre de avanzada edad que sostenía un pequeño portafolio y que gentilmente le abrió la puerta del auto a Jungbin para que pudiera bajarse.
—Estuve pensando en muchas opciones para ustedes —comenzó el hombre luego de presentarse, mientras los llevaba hacia el interior de la vivienda vacía— y personalmente hice una lista de casas que podrían gustarles.
El señor Lee siguió explicando acerca de la arquitectura de aquella casa tan hermosa, explicando la disposición de las áreas y el por qué sería una buena elección comprarla. Jungbin tomó la manga de la chaqueta de Namjoon, llamando su atención:
—¿Qué es esto? —Le preguntó en voz baja.
—¿Nos disculparía un momento, señor Lee? —El anciano asintió sonriente y los dejó solos en la cocina. Cuando se encontraron solos, Namjoon dio un paso hacia ella y la tomó de la mano—. Jungbin, quiero estar contigo.
—Lo estaremos —afirmó—, pero no entiendo qué está pasando. ¿Acaso vas a... comprar una casa nueva?
Él asintió orgullosamente con la cabeza.
—Dijiste que no volverías a vivir en mi casa y lo entiendo —su mirada recorrió la habitación que únicamente tenía las encimeras puestas, indicando que se trataba de la cocina—. ¿No te gustaría que viviéramos en otro lado? Quizás... deberíamos empezar de cero, ¿no crees?
Jungbin se quedó sin aliento y también miró a su alrededor. Por un momento se imaginó cómo sería vivir en aquel lugar, ambos juntos, solos y felices. ¿O quizás no tan solos? ¿Acaso Namjoon quería en algún momento tener hijos? ¿Ella lo deseaba? Negó con la cabeza, alejando aquellos pensamientos tan precipitados y volvió a girarse hacia él.
—Pero, Namjoon, yo... —Se detuvo al no encontrar las palabras—. No creo que sea necesario, estoy bien como estoy ahora.
Namjoon la tomó suavemente por las mejillas, obligándola a verlo directo a aquellos ojos fieros de dragón que en ese instante la miraban con ternura. El contacto en su piel se sintió como fuego y su cercanía la hizo sentir acalorada, tanto que las mejillas se le pusieron rosadas.
—Jungbin, escucha —dijo lentamente—, te amo y quiero estar contigo. Si tú también lo quieres, busquemos un lugar nuevo. Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, sólo necesito tu aprobación.
Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas. Por supuesto que quería, pero todavía no podía sacar todos los miedos de su cabeza. En ese momento, el problema era ella, pues Namjoon estaba demostrándole que haría cualquier cosa para hacerla feliz.
¿Era momento ya de bajar sus defensas?
Se aferró a las solapas de la chaqueta de Namjoon y se puso de puntas para juntar sus labios en un corto beso. Él la miró con los ojos muy abiertos, deseando que el contacto entre ambos hubiese durado más, pero contento por haberlo recibido nuevamente. No quiso volver a besarla por miedo a perder el control, aunque se juró a sí mismo que pronto volvería a ser suyo.
—¿Qué dices, Jungbin?
—Sí —asintió con la cabeza a la vez que una lágrima caía por su mejilla—. Sí. ¡Sí!
Creo que Nam ya está perdonado, qué opinamos de lo que hizo? Es un hombre que resuelve o no? Yo quiero creer que sí.
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