CAPÍTULO 40
40
Aquella tarde, Namjoon volvió a casa con una extraña sensación de amargor en la boca, diferente al vacío que sentía diariamente. Las luces de la residencia estaban encendidas, evocándole los mismos recuerdos que lo habían mantenido taciturno durante meses, pues era como si Jungbin todavía estuviera en casa con él, pero cuando llegaba a la cocina para cenar, se encontraba con aquella muchacha cuyo nombre apenas recordaba.
¿Se llamaba acaso Soyeon? ¿Suyeon?
La muchacha apenas lo vio entrar a la habitación se arrodilló e inclinó la cabeza hacia abajo, en señal de completa sumisión.
—Buenas noches, señor.
Namjoon la observó desde su lugar, sorprendido de sí mismo de sentirse ligeramente asqueado por aquel comportamiento que años antes le hubiese encantado y hubiese aplaudido con gracia.
—No es necesario que hagas eso, Soyeon, ya te lo había dicho —dijo en voz baja mientras caminaba hacia la isla, donde había un plato de comida ya listo para él.
Se le formó un nudo en la garganta al ver lo que la chica había cocinado: lasaña. La última vez que había visto a Jungbin, ella había cocinado eso con mucho esmero para celebrar que finalmente había aprobado su examen de conducir. Él la había despreciado de tantas maneras diferentes aquella noche que ni siquiera fue capaz de sentarse un momento con ella para celebrar su esfuerzo.
Aquella fuente permaneció en el refrigerador un par de días hasta que el olor comenzó a volverlo loco.
Se negaba a desecharla, pero tampoco quería comerla. Era como si se estuviera aferrando al último acto de amor que Jungbin había hecho por él, retribuyéndole por todas las veces que Namjoon le había cocinado, la había alimentado y la había cuidado, queriendo mostrarle que ella también podía hacerlo con él.
—Es Sujin, señor, mi nombre es Sujin —dijo la chica, poniéndose de pie—. Y sí, lo sé. Me ha pedido durante meses que no lo haga, pero no importa cuánto me esfuerce por complacerlo o desagradarlo, jamás me toma atención.
Namjoon quitó la vista del plato de lasaña y lo fijó sobre la chica que lucía ya enfadada con él. Indudablemente, era hermosa y parecía ser todo lo que él había buscado antes en una sumisa.
Pero no era Jungbin.
—Llevo meses aquí —continuó ella—, en esta casa hermosa. Usted me ha regalado cosas que jamás siquiera hubiese imaginado tener..., pero no lo entiendo, señor. Hemos firmado un contrato y no ha hecho nada para hacerlo cumplir —la chica hizo una pausa y soltó una pequeña carcajada desesperada—. No se ha molestado en darme siquiera un castigo o algo, apenas me mira... ¿Acaso estoy haciendo algo mal?
Los ojos se Sujin lo miraron suplicantes, pero Namjoon no logró conmoverse en lo más mínimo.
Todo era culpa suya, había pensado que con otra mujer podría borrar el recuerdo de Jungbin de su mente. Creyó que podría sacar un clavo con otro clavo, pero lo único que hizo fue enterrar todavía más a la chica dentro de su corazón.
No había sido capaz de tocar a Sujin, ni siquiera de darle una caricia en la mejilla, y en aquel momento lo entendió. Estaba siéndole fiel todavía a Jungbin, a pesar de que ella ya no estaba con él y le costó admitirse a sí mismo que esperaba que ella estuviera haciendo lo mismo.
¿Por qué era tan egoísta? ¿Por qué ella seguiría siéndole fiel a alguien que la había desechado de tal manera? Quizás ya había conocido a alguien más o había sido su propio hermano quien había decidido comenzar a mover sus fichas.
Quiso jalarse el cabello al sentirse tan desesperado y se repitió a sí mismo que las cosas no funcionaban de esa manera tan retorcida en la que su cabeza lo hacía pensar. Seokjin era un buen hermano y lo seguiría siendo, incluso si Namjoon había sido una mierda antes.
—Por favor, vete —dijo despacio.
La chica abrió los ojos más de lo normal y se quedó un momento frente a él, como si estuviera esperando algo más, pero nada sucedió. Así que terminó por darse media vuelta y subir las escaleras.
Estaba haciéndolo otra vez. Estaba nuevamente desechando a una persona como si se tratara de una bolsa de basura. Salió de la cocina, sintiendo que el mundo comenzaba a darle vueltas, y se encerró en su oficina. Sabía que no estaba pensando con claridad, pero inevitablemente su mente divagaba hacia todas las cosas malas que había hecho durante toda su vida. Se sentó sobre la silla del escritorio e intentó concentrarse en cómo se sentía el acolchado cuero negro bajo su cuerpo. Sin embargo, el recuerdo de Jungbin sobre él llegó a su cabeza.
No había un lugar en aquella casa que no le hiciera pensar en ella.
Se jaló el cabello, aunque no le dolió lo suficiente como para apaciguar el pinchazo que sentía en el pecho, e inevitablemente las lágrimas comenzaron a caerle por las mejillas. Para él no era común llorar, estaba prohibido, pues le recordaba los momentos de vulnerabilidad cuando era pequeño y cada vez que sus ojos se cristalizaban recordaba a su madre ordenándole que dejara de llorar.
Su cuerpo parecía haber corrido kilómetros en una maratón, pero no había hecho nada más aparte de estar sentado y pronto sintió que su hiperventilación lo conducía a experimentar sensaciones extrañas. Se le durmieron las piernas, como si hubiese estado sentado durante horas, y los latidos de su corazón atormentaban sus pobres tímpanos con cada latido.
—¡¿Señor?! —Una voz se hizo presente en la habitación—. ¿Señor, está bien?
No había notado cuándo se había abierto la puerta.
Su rostro fue acunado entre unas suaves y tibias manos que inmediatamente le hicieron sentir más seguro. Namjoon levantó la vista y entre sus lágrimas pudo distinguir la silueta de una mujer de cabello largo que le susurraba suavemente palabras que no lograba entender del todo.
¿Acaso era Jungbin?
Sujetó las muñecas de la chica con fuerza, temiendo que se alejara de él, queriendo aferrarse para que no se volviera a ir, y quiso pedirle que por favor volviera, que había sido un imbécil que la necesitaba para seguir con vida. Pero no salieron más que jadeos de su boca.
—¿Jungbin? —Preguntó al juntar todas sus fuerzas.
—No, señor, soy Sujin —respondió la chica—. Ahora, respire profundo conmigo, ¿está bien?
Namjoon no pudo hacer otra cosa que obedecer lo que ella le pedía. Respiró al ritmo que la chica le indicaba hasta que su logró estabilizar su respiración y los latidos de su corazón, aunque apenas fue consciente de lo que había pasado, se alejó con brusquedad.
—¿Qué haces aquí todavía? —Preguntó con la voz ahogada.
Estaba agradecido de que ella hubiese acudido a su rescate, pero le hubiese encantado que realmente se tratara de Jungbin, pese a que eso fuera imposible.
—Sólo venía a despedirme... —Murmuró con la vista gacha—. Señor, ¿está bien? ¿Hay algo que pueda hacer por usted? —Hizo una pausa y al no recibir respuesta continuó: —. ¿Quién es Jungbin?
—Eso no te incumbe.
—¿Es su exnovia? —Insistió la chica—. Señor, yo podría hacerle olvidar a quién fuera si me da la oportunidad. No hay nada que no estuviese dispuesta a hacer por usted.
Namjoon fijó su vista sobre ella. Pese a que todavía le pareciera hermosa, ahora su presencia le repugnaba. ¿Cómo siquiera se atrevía a insinuar que ella podría borrar el rastro de Jungbin de su cuerpo, de su corazón y de su alma? No le llegaba ni a los talones, Sujin era un asqueroso gusano comparado a la hermosa mariposa que era Jungbin.
—Vete.
—Pero, señor, por favor...
—¡No me hagas repetirlo una última vez! —La amenazó, apuntándola con el dedo—. Vete o yo te sacaré.
Se tragó la bilis que quiso subir por su garganta mientras la chica comenzaba a darse media vuelta, sintiéndose derrotada. Estaba asqueado de sí mismo, otra vez, pues lo único que sabía hacer era herir al resto.
Las manos de Namjoon se aferraron al volante de su auto con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Observaba a lo lejos la entrada del edificio donde vivía Jungbin, se sentía como un maldito psicópata, pero no encontraba otra manera de acercarse a ella.
Jimin le había dejado en claro que no volvería a participar en algo que incluyera su nombre y el de Jungbin en la misma oración, por lo que había perdido el nexo más directo con la chica. Sus otras dos opciones eran Seokjin y Taehyung, pero no había vuelto a hablar con ellos desde la cena en la que ciertas cosas habían resultado tirantes. Su última opción era acercarse por sí mismo, pero aquello implicaba hacer cosas como las que hacía en ese preciso momento.
Se pasó las manos por su ahora rapada cabellera. Le había costado mucho acostumbrarse a no tener cabello. Realmente todavía no podía hacerlo, sentía que le faltaba una extensión de su cuerpo, pero había sido la mejor decisión que pudo tomar cuando su apariencia dejó de importarle tanto. Con el cabello a esa altura no necesitaba peinarse, así que lo llevaba bien.
Terminó por negar con la cabeza y encendió el motor del auto, apresurándose en salir de allí antes de que alguien pudiera verlo. Tampoco quería meterse en problemas judiciales, pero lo que más le importaba era que Jungbin no se diera cuenta de que había estado horas esperándola.
Él no era de esa manera, ¿qué le pasaba?
¿Por qué no podía simplemente bajarse del auto y tocar la puerta del apartamento de la chica?
La mirada de desagrado y decepción que Jungbin le había lanzado la última vez que se vieron llegó a su mente, causándole un escalofrío. Probablemente aquella era la verdadera razón por la que tenía miedo de acercarse.
Últimamente el tiempo pasaba de manera extraña para Namjoon. Recordaba haberse levantado la mañana del lunes para irse al trabajo, luego había pestañeado y se encontró sentado frente al escritorio con Jimin frente a él con expresión interrogante, como si le hubiese hecho una pregunta cuya respuesta estaba esperando. Después volvió a pestañear y se encontró nuevamente en casa, pero con una botella de whisky en la mano. Otra vez había pestañeado y se encontraba frente al escritorio de su oficina, intentando leer algo que no lograba comprender.
Y precisamente aquello le estaba sucediendo una vez más, por lo que se encontraba con la espalda totalmente apoyada sobre el acolchado asiento de la oficina del trabajo, pestañeando de vez en cuando mientras observaba el techo blanco. Jimin entró en silencio y se plantó a su lado, observándolo preocupado.
—¿Señor?
Namjoon respondió con un gruñido, sin siquiera dedicarle una mirada.
—Creo que es hora de buscar ayuda —continuó el muchacho.
—¿Ayuda? —Repitió el hombre, fijando su vista sobre él.
Jimin se entristeció al verlo con los ojos enrojecidos y el rostro hinchado. Si pensó que el señor Kim había cambiado drásticamente cuando Jungbin se había ido, aquel hombre que tenía enfrente era totalmente irreconocible. Se entristeció todavía más al darse cuenta de que se estado cada día empeoraba más y que él simplemente parecía dejarse arrastrar por la miseria.
—Sí, señor. Me he dado el tiempo de hacer una lista con los mejores terapeutas de la ciudad —Jimin dejó una hoja sobre el escritorio, justo frente a Namjoon—, así puede elegir el que más le guste.
Namjoon incorporó su cabeza y arrugó el rostro al leer al menos unos veinte nombres en esa lista.
—No necesito un terapeuta, Jimin.
—Señor —dijo entonces el chico, cambiando el gentil tono de su voz a uno más firme—, hablo en serio cuando le digo que estoy muy preocupado por usted. Es un hombre completamente diferente, apenas puedo reconocerlo —se aclaró la garganta y volvió a su tono de voz normal para decir: —. Por favor, elija un nombre de la lista y yo me encargaré de arreglar una cita. Puede dejar todo en mis manos.
Namjoon soltó un suspiro. Él tampoco se reconocía a sí mismo, pero le aterraba admitirlo en voz alta. Sabía que sus acciones no correspondían a él, pero no había mucho que pudiera hacer. Ya no sentía ánimos de nada. Cerró los ojos un instante, queriendo confiar en el juicio de Jimin, y finalmente, cuando los abrió, leyó todos los nombres de la lista frente a él y señaló con el dedo uno de los tantos nombres.
Pobrecito Nam, pero se lo merece o no? Llegará a tiempo para recuperar a Jungbin? Las leo
Recuerda dejar tu voto, significa mucho para mí 🩷
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