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CAPÍTULO 4



4

Jungbin soltó un suspiro y algo dentro de ella se removió. No estaba muy segura de lo que quería decir el señor Kim, pero la oferta le sonaba tentadora.

—Esa sería la única decisión que tendrás que tomar, luego yo haré todo por ti —siguió él mientras le quitaba un mechón de cabello del rostro—. Además, te ofrezco compensación económica, transporte y vivienda.

La boca de la chica se entreabrió.

—¿Vivienda? —Preguntó—. ¿Dónde?

—Aquí.

Jungbin se imaginó por un momento llevando una vida lujosa, viviendo en aquella mansión y siendo atendida por los trabajadores del señor Kim. Todo eso por obedecerlo en lo que a él se le ocurriera, aunque aquello podría abarcar muchas cosas y Jungbin no conocía de cerca a Kim Namjoon como para saber qué límites podría o no sobrepasar.

De pronto recordó a su hermano, irritado por tener que mantenerla y soportarla todos los días en su casa, una casa a la que ni siquiera había sido invitada. La oportunidad que se le estaba presentando le ayudaría a salir de ahí y no seguir molestándolo. Tampoco tendría que seguir trabajando en el restaurante, por lo que no volvería a regañar a nadie por ser tan torpe.

—¿Qué dices? —La voz de Kim la sacó de sus pensamientos.

—Yo... —De pronto su garganta pareció cerrarse y tuvo que tragar saliva para deshacer aquel nudo en su garganta—. Yo... No lo sé.

Los ojos de Kim analizaron milimétricamente su rostro y, pese a que Jungbin pensó que se molestaría, una sonrisa ladina se formó en sus labios. Por un segundo la muchacha se sintió hipnotizada por el aroma tan agradable que desprendía su cuerpo, que la envolvía de tal manera que se le nublaba la mente, haciéndola incapaz de pensar algo que tuviera coherencia. Observó deseosa aquellos labios, sintiendo el impulso de acortar los pocos centímetros que los separaban para probarlos, pero no se atrevió a mover siquiera un músculo.

—Necesitas tiempo para pensarlo —susurró y su aliento le hizo cosquillas en el rostro, provocando un incipiente sonrojo en las mejillas de Jungbin—. Lo entiendo y realmente estoy orgulloso de que puedas negarte a algo de lo que no estás segura —se inclinó un poco más hacia adelante, rompiendo la distancia entre ellos—, porque quiero que aceptes lo que te haré porque quieras que te lo haga...

Las pestañas de Jungbin revolotearon y cerró los ojos por un momento, esperando el ansiado contacto sobre sus labios. Un contacto que jamás se concretó. Se preguntó entonces cuáles serían las cosas que él quería hacerle, qué implicaba el hecho de que ella aceptara lo que le estaba proponiendo.

Se sintió estúpida y tuvo que regañarse mentalmente. Por supuesto, era segunda vez que veía a Kim, no había posibilidad de que se besaran, y sin tener en cuenta de que no parecía haber un interés romántico por parte de él.

Abrió los ojos, sintiendo un poco de vergüenza, y se encontró con el señor Kim volviendo a su lugar anterior en el sofá. Se sentó con las piernas abiertas y Jungbin tuvo que alejar de su mente los escenarios que comenzaba a crear, en los que él le pedía que se acercara y se sentara sobre sus muslos.

—Quiero saber a qué se refiere con obedecerle.

El hombre entrelazó los dedos sobre su regazo y le regaló una sonrisa adornada con un par de hoyuelos. De pronto, su semblante había cambiado radicalmente, pasando de verse extremadamente severo a lucir juvenil y amable.

—Seré lo más claro posible, Jungbin: si digo que tienes que actuar de cierta manera, lo haces; si digo que tienes que permanecer en silencio, lo haces; si te digo que tienes que desnudarte inmediatamente, lo haces. Sin rechistar.

La sensación de calor se acrecentó en las mejillas de la muchacha, tornándolas rojas. Finalmente había entendido por dónde iba el asunto, aunque no podía asegurar si es que se encontraba de acuerdo o en desacuerdo, si es que la idea le gustaba o le repugnaba. Su mente se encontraba en blanco, en parte por el nerviosismo de sentirse observada por aquellos ojos tan profundos, pero no pudo pasar por alto que, sin intención, sus muslos se encontraban tensos y apretados, una reacción poco normal en ella.

Abrió la boca para hablar, pero no logró pronunciar palabra. Entonces Kim se adelantó:

—Piénsalo. Ya sabes cómo encontrarme, estaré esperándote.

Jungbin no pudo esperar más y tomó su bolso para huir de aquella mansión que, tarde había notado, escondía a un residente un tanto oscuro. Volvió a ponerse la capucha antes de comenzar a trotar en dirección a la avenida por la que podía tomar un bus que la dejase en casa. Necesitaba una manera de desahogarse, pues las palabras del señor Kim Namjoon seguían dándole vueltas, una y otra vez, como si de un disco rayado se tratase.

Como había supuesto, no se trataba de algo romántico, simplemente se trataba de Kim intentando satisfacer sus retorcidos gustos sexuales.

Pero se sentía tan confundida respecto a todo lo que había escuchado, y más aún porque no se sentía para nada escandalizada. Lo único en lo que podía pensar era en el por qué Kim Namjoon la había elegido a ella para algo tan íntimo. ¿Qué era lo que hacía especial a Jungbin? Porque, claramente, ese hombre podría tener a cualquier mujer que desease a sus pies. ¿Por qué una cría como ella le parecía elección más idónea?

Su celular comenzó a vibrar, anunciando la desesperada llamada de su hermano, que probablemente estaría furioso por no haberla visto llegar a trabajar y haber tenido que recibir a aquella desconocida persona que habían enviado a cubrirla. Se subió al bus, justo cuando el cielo parecía comenzar a oscurecer por culpa de las nubes, e ignoró la llamada de su hermano, silenciando su teléfono. Quizás habían anunciado lluvia para la tarde, pero ella no se había molestado en revisar el pronóstico del tiempo, entre que Kim no quería abandonar sus pensamientos y el problema que había tenido con Jungkook esa mañana.

Tampoco era como si le molestara mojarse, pues no pretendía ir al restaurante, ni tampoco tenía nadie más con quien encontrarse. Y cuando llegó a casa de su hermano, lo único que hizo fue darse un baño, quitarse todo el maquillaje y meterse entremedio de las sábanas. No salió para comer, ni siquiera cuando llegó Jungkook y se quedó a media reprimenda porque pensó que estaba enferma, y que por eso había enviado a alguien para cubrirla.

¿Qué era lo que le sucedía? Porque desde que había salido corriendo despavorida, sus pensamientos respecto a Kim Namjoon se habían intensificado, impidiéndole hasta utilizar su celular para despejarse por un momento.

El hombre no quería salir de su mente. Tampoco las imágenes mentales que Jungbin había comenzado a desarrollar conforme más vueltas daba a su ofrecimiento. ¿Cómo se sentiría ser dirigida en todo momento por él? ¿Por qué, si el hecho de seguir ciegamente las órdenes de alguien parecía algo tan descabellado, a ella no le parecía tan terrible?

Recordó entonces la manera demandante en la que le había hablado y cómo sus ojos la observaban, intentando decirle algo de manera implícita, con ese brillo tan extraño que le había parecido curioso. Se quitó las sábanas de encima, sintiendo nuevamente el calor apoderándose de sus mejillas, y decidió que era momento de ponerse el pijama de conejitos rosas. Su favorito, a pesar de que se lo había regalado su madre un par de meses antes de echarla de casa.

La pantalla de su celular se iluminó, llamando su atención de pronto, y Jungbin se apresuró a tomarlo, teniendo la esperanza de que el señor Kim, por alguna razón, le hubiese enviado un nuevo mensaje.


Lee Minhyuk
Que tengas buena noche.
¡La oferta de hoy sigue en pie!


Se sintió mal. Mal porque se había decepcionado del remitente del mensaje, porque no tenía interés en conversar con Minhyuk, y menos de pasar un rato con él tomando café. Se pasó las manos por el rostro, reprendiéndose a sí misma por ser de esa manera y pensando en qué podría responder a aquel mensaje, una manera de rechazarlo que no fuese descortés porque no quería que la única persona que la trataba de manera decente en la facultad se alejara por su desagradable carácter. Aunque entonces tendría al profesor Kim, que parecía andarla vigilando por los pasillos, pero sería demasiado extraño para el resto ver a una estudiante compartiendo con un profesor, que además era el más guapo del campus.

Un repentino trueno la hizo sobresaltar, anunciando una violenta lluvia que había estado aplazándose durante toda la tarde y que por fin comenzaba a librarse. Decidió que respondería al siguiente día por la mañana y que ya era momento de dormir.

Era perfecto: la oscuridad de su habitación, el sonido de las gotas de lluvia impactando contra la ventana y su mente que seguía torturándola, repasando todas las expresiones faciales que Kim Namjoon había hecho durante aquella tarde, como si de una película se tratase.

Terminaría volviéndose loca.

Soltó un suspiro antes de girarse para quedar recostada sobre su espalda, mirando el techo de su habitación, y por un momento se preguntó cómo sería vivir con él, aceptando la propuesta que le había hecho con tanto fervor. Quizás obedecer no sería algo que se le dificultase tanto, puesto que jamás había sido una persona rebelde y siempre prefería guardar silencio ante la mayoría de las situaciones, le gustasen o no.

—Quiero que aceptes lo que te haré porque quieras que te lo haga —recordó entonces aquella frase.

¿A qué se refería con eso? ¿Qué podría ser lo que él le haría? Quiso dar rienda suelta a su imaginación, pero únicamente terminó imaginando escenarios que nuevamente hicieron que las mejillas se le pusieran coloradas. Se sentía como una adolescente hormonal porque, se había dado cuenta, ese era el efecto que el señor Kim lograba sobre ella. Simplemente con un par de palabras ya la tenía comiendo de su mano, aunque ella quisiera ocultarlo.

Quiso cerrar los ojos, pretendiendo dormir, pero sobre sus párpados se proyectó la escena que llevaba momentos queriendo suprimir. Tenía la sensación de que Kim Namjoon no era una persona muy cariñosa en la cama, sino que, más bien, se trataba de esos hombres que preferían evitar los romanticismos, los besos y los movimientos suaves, y que incluso disfrutaban de jalar el cabello y dar nalgadas fuertes.

Los músculos de su vientre se retorcieron. Lo único que podía ver era a ella apoyada sobre sus rodillas y sus manos, con la cabeza tirada hacia atrás producto de los tirones de cabello y a Kim inclinado sobre ella mientras le marcaba el cuello y la espalda con chupetones. Las caderas del hombre se movían a un ritmo lento, pero a la vez duro, impactando cada vez contra sus glúteos.

—Vamos, gime para mí —pudo escuchar casi como si hubiese sido real.

Entonces abrió los ojos y miró nuevamente el techo de la habitación. El cuerpo de ardía por culpa de los escenarios lascivos que tan vehementemente su cabeza fabricaba y lo tenía claro: su entrepierna ya comenzaba a sufrir lo efectos de aquellos escenarios imaginarios. Podía sentir cómo el clítoris le palpitaba, seguramente ya hinchado y listo para ser estimulado.

Su mano derecha formó un puño indeciso que por un segundo se negó a bajar, pero que finalmente terminó cediendo porque la bochornosa sensación de estar encendida le estaba exigiendo atención. Sus dedos se colaron directamente dentro de su ropa interior y acariciaron suavemente el botón de nervios ya hinchado, provocándole un suspiro entrecortado. Cerró los ojos con fuerza, ya rendida a terminar lo que su tramposa mente había comenzado, y se imaginó que aquellos dedos que la acariciaban realmente eran la lengua del señor Kim haciendo presión sobre ella mientras la observaba intensamente desde su posición. Increíblemente, sus ojos lucían aún más atractivos entremedio de sus piernas, hipnotizándola y haciéndole entender qué tanto la deseaba.

Arqueó ligeramente la espalda y sus labios se abrieron, soltando un pequeño jadeo, cuando el señor Kim introdujo uno de sus anchos dedos en su interior. Estaba empapada, podía escucharlo decírselo de manera orgullosa, pues había logrado llevarla a ese estado apenas tocándola. Otro dedo fue introducido, a la vez que los labios se cerraban sobre su clítoris, y, con los dedos ligeramente curvados hacia arriba, buscó el punto en su interior que sabía que la haría estallar, provocándole el primer espasmo.

De pronto, el contacto cedió, y su cuerpo se giró, quedando acostada sobre su estómago y con el rostro sudado enterrado en la almohada. Kim la acomodó para que su culo quedase en altura, apoyándola únicamente sobre sus rodillas, y guio su grueso miembro hacia su entrada. Jungbin tuvo que ahogar el gran gemido que salió de su garganta, hundiéndose aún más en la almohada. Tenerlo completamente dentro era una experiencia completamente diferente, pues prácticamente podía sentir las hinchadas venas haciendo contacto con sus paredes internas.

Su cabeza se echó hacia atrás cuando él formó una coleta con su cabello y jaló.

—Gime más fuerte —le ordenó.

Los músculos de Jungbin se cerraron sobre el hinchado miembro, sintiendo que ya estaba próxima a acabar.

—No puedo —respondió en un susurro.

Kim soltó un quejido y se echó hacia adelante para morder con fuerza el cuello de la chica.

—Gime —dijo una vez más.

Y ella lo sabía: el señor Kim no iba a repetir nuevamente esa orden. Ella tenía que obedecerle sin cuestionar. Entonces lo hizo, comenzó a soltar los gemidos que había estado reprimiendo, dándole en el gusto al hombre que con tanto entusiasmo se la estaba follando.

Sus piernas temblaron y pronto los músculos de su vientre comenzaron a palpitar, apretando y soltando el miembro que tan bien la había hecho acabar.

Entonces abrió los ojos, nuevamente se encontraba mirando el techo de su habitación, y cuando la sensación de calor comenzó a abandonar su cuerpo, quitó su mano del escondite entremedio de sus piernas. Tuvo que limpiarse la frente sudada con la sábana, a la vez que una sensación amarga la embriagaba.

Cuánto le hubiese gustado que realmente fuera el señor Kim quién se la había follado y no sus propios dedos.

No sé, yo a Nam le daría todo, hasta mi inexistente virginidad...

Capítulo hoy porque mañana es lunes y hay que empezar la semana de manera bonita jiji

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