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CAPÍTULO 39

39

—¿Qué tal ha estado Jungbin? —Le preguntó al muchacho que estaba de pie frente a él con un montón de papeles en las manos.

Jimin se aguantó las ganas de poner los ojos en blanco y se limitó simplemente a aplanar los labios. Llevaba escuchando a diario aquella pregunta, de lunes a viernes, sin falta, a alguna hora del día. Dejó los papeles sobre el gran escritorio de madera y cruzó las manos frente a su cuerpo.

Aquel día las cosas eran diferentes, hacía un par de semanas había sido el cumpleaños de Jungbin y el señor Kim había decidido dar un espectáculo al mandarle un arreglo floral. En parte había sido culpa suya, pues él había sido quien le había dado la nueva dirección de la chica, aunque tenía más que claro que, si no se la daba, la averiguaría de todas maneras.

—Está enfadada conmigo, señor.

El señor Kim frunció el ceño y bajó la vista hacia la pantalla de su computador. No era necesario que Jimin le explicara la razón, ya la sabía.

No debió haber hecho eso, pero no pudo evitarlo. No había podido alejar a la chica de su mente ni un maldito segundo, al contrario de lo que creyó que sucedería. No había podido dejar de pensar en ella y todas las tardes al llegar a casa, buscaba inconscientemente su presencia en la cocina, en la habitación o en la biblioteca.

Ella se había ido, él la había echado.

—Entiendo —respondió en voz baja.

—Si ya no hay nada más que necesite, me retiro —dijo el chico después de un par de segundos de silencio.

Namjoon volvió a levantar la vista cuando el cuerpo de su secretario comenzaba a dar la vuelta y se apresuró en preguntar:

—Pero, de todos modos, ¿cómo está ella?

Jimin se quedó a medio camino hacia la puerta, con el cuerpo a medio girar hacia su jefe. Había tantas cosas que podía decirle, cosas como que ella ya estaba saliendo adelante poco a poco y que gracias a su maldito regalo todo se había ido a la mierda. Aunque tampoco podía exponerla de esa manera, después de todo, la consideraba una amiga y lo que menos pretendía era avergonzarla de esa manera.

Era lo mínimo que podía hacer después de haber soltado información tan valiosa al señor Kim.

—Señor, no sé por qué cree que yo podría saber eso.

—Eres novio de su amiga, ¿no es así? Pasas mucho tiempo en su casa y apenas vas a la tuya —respondió, mirándolo fijamente a los ojos—. Tu inquilino me lo dijo.

Jimin apretó los puños a cada lado de su cuerpo, forzándose a sí mismo a mantener la calma. Era cierto, no podía subestimar al señor Kim, él tenía todo el poder en la palma de su mano y no temía en hacer uso de él.

—Ella está bien —se limitó a responder.

Kim Namjoon se quedó mirándolo en silencio. Jimin lo notaba diferente, tal y como le había dicho a Jungbin, aunque por fuera pareciese seguir siendo el mismo de siempre, algo había cambiado en su interior y todavía no podía descifrar qué era exactamente. Asistía al trabajo como de costumbre, pero a menudo parecía quedarse ensimismado mientras miraba la pantalla del computador, sin hacer nada realmente. Siempre había sido un hombre reservado, pero su introversión estaba llevándolo al extremo.

Y Jimin debía admitirlo, le daba un poco de tristeza verlo de esa manera, pero cuando recordaba la manera en la que Jungbin había llorado por su culpa, durante meses, aquella tristeza terminaba en rabia. Sentía que lo desconocía completamente, aquel hombre que tenía enfrente en aquel momento, el que había desechado de tal manera a su amiga, no era el mismo con el que llevaba años trabajando.

O quizás siempre había sido de esa manera, solo que no había logrado encontrar a ninguna mujer que provocara lo que Jungbin provocó en él.

—Gracias, Jimin.

Finalmente, el chico se retiró de la oficina, nuevamente dejándolo solo con sus propios demonios.

Inevitablemente pensó en ella, como lo hacía todos los días durante todo el día. Era simplemente un imbécil que tenía miedo de sus propios sentimientos y esa había sido la razón por la que siempre buscaba relaciones no convencionales, solo mascotas que le permitieran saciar sus deseos. Aunque con Jungbin todo había sido diferente, siempre, y quizás aquella debió haber sido la primera alarma que decidió ignorar.

Namjoon jamás se había esforzado tanto en buscar una sumisa, ellas siempre llegaban a él. En todos los casos se había tratado de mujeres con experiencia en ese tipo de relaciones, mujeres que ya habían tenido dueños anteriormente y que ya sabían qué hacer para complacerlo. Jungbin no era nada de eso, no era más que una muchacha común y corriente, una chica malditamente hermosa que inmediatamente había llamado su atención en aquella cena familiar en el restaurante.

Y se había interesado más en ella cuando Seokjin comenzó a parlotear lo inteligente que era.

Había sido interés genuino, por primera vez. Quería tenerla entre sus brazos, ver cómo su piel se enrojecía con cada nalgada que podría darle y cómo sus ojos se llenaban de lágrimas al sentirse tan confundida al traspasar la delgada línea entre el dolor y el placer. La quería para él, sin importarle si su hermano mayor parecía estar interesado en ella.

Era egoísta, lo sabía, y se odiaba por eso. Y por otro par de cosas más. Pero finalmente había logrado tenerla entre sus brazos, en su casa, vistiendo aquel vestido negro que poco dejaba a la imaginación, y cuando había logrado darle su primer castigo, la bestia dentro de él no se había apaciguado. Quería todavía más.

¿Qué otro tipo de cosa podría darle aquella chiquilla inocente?

Lo entendió después, cuando su corazón se aceleraba al ver aquello ojos redondos y brillantes que lo miraban con devoción, cuando un cosquilleo se instalaba en su estómago al verla sonreír o cuando se descubría a sí mismo suspirando con el simple hecho de mirarla. Jungbin le hacía sentir cosas que creyó haber enterrado en un lugar muy profundo de su ser y lo hacía con tanta facilidad y espontaneidad que le resultaba aterrador.

Se había prometido a sí mismo que no se permitiría nuevamente tener el corazón roto, pues no quería volver a sentirse tan vulnerable por culpa de una persona. No podía entregarle todo su ser a alguien y cederle el control, dejar que lo destrozaran nuevamente. Namjoon aprendía de sus errores y, sin excepción, había aprendido de ese.

Miró la hora en su reloj y se levantó del escritorio, nuevamente dejando su trabajo sin terminar. Anteriormente jamás se habría permitido hacer algo como eso, pero estando sin Jungbin no era capaz de hacer nada como acostumbraba.

—Hasta mañana —se despidió de Jimin al salir de la oficina.

No supo si el muchacho le respondió, caminó como un robot hacia su auto y luego condujo hacia el restaurante en el que se encontraría con sus hermanos. Después de meses, Taehyung había vuelto a organizar una cena familiar, quizás creyendo que las cosas habían logrado calmarse para Namjoon después de lo ocurrido con Jungbin.

Porque todos habían terminado por enterarse de la estupidez que había cometido.

—Creímos que no vendrías —dijo su hermano menor cuando Namjoon se unió a la mesa.

No respondió nada, quería ignorar el hecho de que había llegado tarde cuando antes siempre llegaba, al menos, diez minutos antes de la hora acordada. El ambiente se había tornado pesado, incómodo, con una conversación forzada en la que fácilmente Namjoon perdió el interés.

Daría lo que fuera para poder estar con Jungbin en ese momento. Había sido tan estúpido al actuar de esa manera, pues de otra manera sí estaría con ella en ese momento. La extrañaba demasiado, a cada momento del día.

La extrañaba tanto que le dolía.

Se pasó las manos por el rostro cuando sintió que los ojos se llenaban de lágrimas por quinta vez en el día, pero sus ojos vidriosos no pasaron desapercibidos para sus hermanos.

—¿Estás bien? —Le preguntó Seokjin, dejando a medias la conversación anterior.

Namjoon se limitó a asentir con la cabeza.

—Claramente hay algo que te está molestando y ya no puedo hacer como que no me doy cuenta —dijo el menor de los hermanos mientras dejaba el tenedor sobre el plato, dispuesto a olvidarse de su comida hasta resolver el problema—. Sabes que puedes decirnos cualquier cosa, Namjoon.

El recién nombrado levantó la vista para verlos a ambos. Sus ojos lucían ligeramente más hinchados y debajo de ellos había un par de ojeras que podrían pasar desapercibidas para quien no lo conociera, pero Seokjin y Taehyung fueron capaces de distinguirlas con facilidad.

—Estoy bien, de verdad.

Seokjin soltó un suspiro de cansancio. Los tres sabían la razón por la que Namjoon se comportaba de esa manera y ya estaba harto de seguir fingiendo, pero tampoco podía darle puñetazos en el rostro hasta que finalmente soltara todo.

O eso le había dicho Taehyung, porque ganas no le faltaban.

—Namjoon, no somos estúpidos —soltó, sin poder controlar su lengua.

El menor de los hermanos le dio una mirada de advertencia.

—¡¿Qué?! —Le preguntó—. Estoy cansado de esto, todos lo sabemos.

Namjoon permaneció mirando la mesa en silencio, como si fuera un niño que acaba de ser descubierto haciendo algo muy malo, y Seokjin tuvo que tragar su rabia al no esperarse esa reacción por su parte.

—Sé que ustedes siguen viéndola.

Todo su círculo seguía teniendo contacto con Jungbin, menos él. ¿Cómo no podrían seguir en contacto con ella si era una persona tan hermosa? Por un segundo se sintió asqueado de sí mismo por todo lo que estaba sucediendo. Por haber alejado a la mujer que amaba de esa manera y por querer seguir sabiendo de ella, como si fuera un psicópata.

Sus hermanos no se sorprendieron al escucharlo y aquello sólo logró asquearlo más.

—Nam —dijo Taehyung—, de verdad, puedes decirnos cualquier cosa que necesites soltar.

—Espera, Tae —intervino el mayor de los tres, negando con la cabeza—, yo tengo algo que decir antes. Namjoon, no puedes seguir haciendo esto, debes hacerte responsable de tus actos y aceptar lo que le has hecho a Jungbin.

Namjoon entrecerró los ojos mientras miraba a su hermano mayor, pero no dijo nada, lo que le indicó a Seokjin que podía continuar:

—No puedes sacarla de tu vida tan repentinamente y luego, de esa misma manera, volver a aparecer. No puedes hacer y deshacer a las personas a tu antojo, las cosas no funcionan así.

—¡Por Dios, Jin! —Exclamó Taehyung, sabiendo que todo posible acercamiento a Namjoon se había ido a la mierda—. Lo siento mucho, Nam...

—Déjalo, tiene razón —interrumpió y luego se giró hacia Seokjin—. ¿Disfrutas de estar a solas con Jungbin ahora que no estoy por allí? ¿Harás igual que la última vez?

—No todas las cosas se tratan de ti —respondió el mayor y luego se puso de pie, abrochando el botón de su chaqueta—. Ya estoy harto, ¡me voy!

Los dos menores se quedaron viendo cómo Seokjin se alejaba de la mesa y salía del restaurante. Namjoon soltó un suspiro exasperado mientras se pasaba las manos por el rostro. Taehyung lo observó en silencio, todavía apenado por lo que acababa de pasar.

Sabía que había una pequeña probabilidad de que las cosas terminaran de esa manera cuando organizó la cena, pero esperaba que Seokjin fuese más comprensivo con su propio hermano. Él tampoco estaba contento con lo que Namjoon había hecho, pero no se sentía con las facultades para opinar de la vida privada de su hermano, incluso si eso implicaba quedarse viendo cómo alejaba a la mujer que amaba.

—No puedo olvidarla, Tae —murmuró de pronto su hermano, sorprendiéndolo—. Creí que podría, pero lo único que hago es amarla cada día más.

Taehyung se acomodó en la silla, apoyando la espalda completamente en el respaldo de esta.

—¿Ella lo sabe? ¿Sabe que la amas?

Namjoon tragó saliva y sintió una clavada en el pecho. Jamás se lo había dicho.

—No.

—¿Y qué harás al respecto?

—No lo sé.

Taehyung se puso de pie y de su bolsillo sacó su billetera, de la que sacó un par de billetes que dejó sobre la mesa. Namjoon lo miró con los ojos muy abiertos, sin entender lo que estaba haciendo.

—Vete a casa, Nam —le dijo—, tienes muchas cosas en las que pensar y una decisión que tomar.

Uuh, qué pensamos de este capítulo? Todavía quedan un par de preguntas por responder, quién será esa chica que acompañaba a Nam en el centro comercial? Cuál va a ser la decisión que Nam tome? Será lo suficientemente valiente como para volver por Jungbin?

Finalmente hice un pov de Nam, espero que les haya gustado

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