38
—Creo que esta es la última —dijo Jungbin, estirando la mano para entregar la hoja.
Seokjin la recibió en silencio y revisó todo lo que Jungbin había corregido de ese parcial. Como siempre, estaba perfecto. Por eso le había ofrecido la oportunidad para trabajar junto a él en la universidad, pues realmente necesitaba una especie de ayudante.
—¿No podíamos simplemente terminar mañana? —Habló nuevamente la chica.
Se veía cansada. Demasiado cansada. Y con justa razón, pues habían estado toda la tarde revisando los parciales de todas las asignaturas que Seokjin dictaba, cosa que él le había pedido ya que se acercaba el final del semestre y debían entregar todas las calificaciones a tiempo.
—No debemos dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.
Seokjin guardó el parcial en un archivador y se levantó para tomar su abrigo y su maletín. Ya eran alrededor de las nueve de la noche, lo que significaba que había aprisionado a Jungbin más de doce horas en la universidad. Tomó la chaqueta de la chica y la ayudó a ponérsela antes de que ambos salieran de la oficina.
—Te llevaré a casa.
—No es necesario, Seokjin, pero gracias.
—Es tarde, Jungbin, no podría seguir mi vida con tranquilidad si algo te pasara —insistió.
Jungbin aceptó en silencio, solamente porque creyó que su cuerpo no aguantaría un viaje en bus hasta el apartamento que compartía con Hyorin. Por suerte, el viaje era bastante corto porque ambas se habían encargado de encontrar un lugar que se encontrara cercano a la universidad, el lugar donde pasaban la mayor cantidad del día, así que, en menos de diez minutos, Seokjin estacionaba el auto afuera del edificio y se bajaba con ella.
—¿Qué haces? —Preguntó Jungbin al ver que él la seguía hacia el interior del edificio.
—Te acompaño hasta la puerta —le respondió con voz melosa, indicando la obviedad de la respuesta.
Jungbin puso los ojos en blanco y soltó una carcajada.
—Sí, ya lo sé —dijo—, pero ¿por qué?
Seokjin no respondió nada, simplemente se subió junto a ella al ascensor y caminó detrás suyo en dirección a la puerta del apartamento. Jungbin tampoco dijo nada, pero no quitó aquella expresión de confusión de su rostro en ningún momento.
Quizás quería pasar a saludar a Hyorin..., aunque era poco probable.
La chica terminó por poner el pin de acceso de la puerta y la abrió con lentitud, esperando a que Seokjin finalmente se decidiera por despedirse. Sin embargo, su atención se desvió hacia la oscuridad dentro del apartamento, lo que sugería que Hyorin no se encontraba en casa.
Aquello estrujó el corazón de Jungbin por un segundo.
—¡Sorpresa! —Escuchó una voz masculina proveniente del interior de la casa.
Jungbin abrió los ojos, intentando encontrar al dueño de aquella voz entre la oscuridad de la sala. De pronto la luz se encendió y pudo distinguir a Minhyuk parado detrás del sofá, con los brazos estirados hacia arriba, y a Hyorin saliendo del mismo lugar con el ceño fruncido.
—¡Tenías que esperar hasta el tres, Minhyuk! —Lo regañó con la voz agudizada—. ¡Ahora arruinaste la sorpresa!
De detrás de los muebles comenzaron a salir algunas pocas personas con expresión de fastidio y reclamando que llevaban demasiado tiempo en aquella posición como para que no valiera la pena. El rostro de Minhyuk se puso rojo de forma violenta y se apresuró a perderse dentro del apartamento, en dirección a la cocina.
Jungbin observó toda la escena boquiabierta. Las personas se acomodaron por la casa, comenzando conversaciones alrededor de la mesa del comedor que estaba repleta de cosas para comer y vasos de color rojo. Seokjin le puso la mano sobre la espalda, incitándola a entrar y finalmente cerrar la puerta.
Esa había sido la razón por la que la había acompañado hasta allí, porque Hyorin había organizado una fiesta para ella.
—¡Feliz cumpleaños, Jungbin! —Su amiga se acercó a ella para darle un abrazo apretado y luego le entregó una caja envuelta en papel de regalo—. Ábrelo cuando estés sola.
Estaba sin palabras por la emoción que sentía y, a la vez, por la tristeza que la inundaba. Jamás le habían hecho una fiesta sorpresa de cumpleaños, tampoco sus celebraciones habían sido demasiado extravagantes. Simplemente se trataba de ella, su madre y Jungkook sentados alrededor de la mesa mientras comían pastel. Jungbin jamás había tenido amigos como los que tenía en ese momento.
Jamás había tenido amigos.
Aceptó el abrazo que le dio Jimin, a quien seguía viendo regularmente porque se había vuelto el novio de Hyorin, y luego el abrazo que le dio Seokjin, pidiéndole disculpas por haberla tenido aprisionada tantas horas y excusándose en que solamente cumplía lo que Hyorin le había pedido.
Su corazón latía con felicidad, contento por estar rodeada de tan buenos amigos y de gente que se preocupaba por ella. Volvió a abrazar a su amiga, murmurando un agradecimiento que provenía desde lo más profundo de su ser, y se dedicó a disfrutar de la pequeña fiesta que le habían organizado.
Habían pasado meses desde que vio por última vez a Namjoon, desde que él la había echado de su casa de manera tan abrupta. En aquella ocasión, sintiendo su corazón destrozado, solo pudo recurrir a quien más le había ofrecido ayuda, y que también le había advertido qué le sucedería si es que continuaba su extraña relación con Namjoon. Seokjin la había acogido sin dudarlo e incluso le había ofrecido quedarse durante el tiempo que necesitara, pero Jungbin no quería abusar de su buena hospitalidad.
Su corazón todavía seguía roto, no podía negarlo. Pero desde que se había mudado con Hyorin a aquel apartamento, las cosas habían estado cambiando para mejor para Jungbin. Tenía una amiga que le prestaba su hombro para llorar, su oído para escucharla y su tiempo para estar con ella hasta que se sintiera mejor. Poco a poco, había logrado dejar de pensar a diario en Namjoon y su mente solo llegaba a él en las noches de insomnio en las que Jungbin inevitabalmente comenzaba a divagar.
—Jungbin —Minhyuk se acercó de pronto a ella para susurrarle al oído—, alguien te ha dejado un paquete en la recepción.
La chica lo miró con picardía, aunque no encontró la complicidad en el rostro de su amigo. Aquel paquete no había sido mandado por él a modo de regalo de cumpleaños, sino que había sido enviado por otra persona. Esperó pacientemente cuando él se ofreció a ir buscarlo por ella, para que no se perdiera ni un instante de su fiesta, aunque durante esos escasos minutos no fue capaz de disfrutar ni un poco, pues los nervios se la estaban comiendo viva.
Finalmente, Minhyuk apareció nuevamente con un hermoso arreglo orquídeas presentadas en diferentes colores y Jungbin no pudo aguantarse las ganas de acercarse ni bien él había dejado el arreglo sobre la mesita de café.
La chica observó curiosa las flores, exóticas, hermosas y delicadas y por un segundo, mientras estiraba la mano para tomar la tarjeta blanca que reposaba entre ellas, pensó en cuál sería el mejor lugar para ponerlas. Quizás en el centro de la mesa del comedor o directamente dentro de su habitación, para poder admirarlas apenas abriera los ojos en la mañana. Sin embargo, sus ilusiones cayeron abruptamente cuando leyó el mensaje de la tarjeta:
Feliz cumpleaños, Jungbin.
Saluda atentamente,
Kim Namjoon
Hyorin, quien había notado la repentina palidez en el rostro de su amiga, se acercó a Jungbin y asomó la cabeza por encima del hombro de la chica. Minhyuk, desde su posición pudo admirar el rostro blanco de Jungbin y el rojo de Hyorin. La muchacha se había enfurecido tan de golpe que su cara completa se había puesto colorada y no quiso escuchar las advertencias de Jimin, que le pedía no perder la compostura frente a la gente, simplemente comenzó a maldecir en voz alta:
—¡Ese imbécil de mierda! ¡Ya se las verá conmigo! ¡Dime su dirección, Jimin, voy a golpearlo tan fuerte en las bolas que olvidará hasta su nombre de mierda!
Mientras el chico intentaba calmar a su novia, Seokjin se acercó silenciosamente a Jungbin para ponerle una mano sobre el hombro.
¿Por qué Namjoon había hecho algo como eso?
Aquella pregunta retumbaba en la cabeza de ambos, pero Jungbin no pudo evitar llegar a la conclusión de que simplemente quería hacerla sentir miserable. ¿Por qué se molestaría en mandarle flores para simplemente escribirle la tarjeta más fría existente? Era como si únicamente quisiera recordarle que alguna vez habían estado juntos y que él todavía existía.
¿Cómo era que había averiguado su dirección?
Kim Namjoon podía hacer lo que se le diera la gana. Pudo averiguar datos de su vida en el pasado, cosas que nadie más sabía, simplemente para demostrarle que él tenía el control de la situación en todo momento. Averiguar una simple dirección no sería un problema para él.
El recuerdo de aquella sonrisa perfecta inundó su mente y por un instante casi pudo sentirse envuelta por aquellos brazos fuertes. Su corazón pegó un salto, recordándose a sí mismo que aquello ya no volvería a suceder, que Namjoon jamás volvería a estar en su vida y que sería mejor botar aquella tarjeta a la basura, junto con las hermosas flores.
Una lágrima cayó por su rostro y, aunque se apresuró en limpiarla y hacer como que nada ocurría, sus amigos más cercanos pudieron notarlo.
Y quizás aquella había sido la razón por la que, cuando la fiesta ya había acabado, todos se habían ido y Hyorin coincidentemente había entrado al baño, Jimin murmuró apenado:
—Lo siento mucho.
Jungbin lo miró con la cabeza inclinada hacia el lado, con curiosidad, mientras lavaba los vasos que habían ocupado los invitados.
—¿Por qué?
—Lo que ocurrió es culpa mía —respondió con un hilo de voz, demasiado avergonzado para admitirlo en voz alta—. Yo fui quien le dio tu dirección al señor Kim.
Jungbin se quedó inmóvil un instante, sintiéndose lentamente poseída por la amargura de la traición. Jimin sabía todo lo que había ocurrido entre ambos, sabía cómo había terminado todo y lo mucho que ella había sufrido, y cuánto seguía sufriendo, porque había estado allí, permaneciendo como un amigo que también era el novio de su mejor amiga.
Porque Jimin se le había acercado una vez se enteró de que Jungbin ya no habitaba en la casa del señor Kim. Le había mostrado su apoyo, cómo haría cualquier amigo, pero realmente la había traicionado.
—No te preocupes, no importa —dijo ella finalmente, volviendo a lo suyo.
—No, Jungbin, de verdad lo siento mucho —insistió—. Creí que... No sé qué fue lo que creí, pero él me la pidió y no pude evitarlo —su mirada abatida se fijó en la cerámica del piso—. Es como si fuera otra persona, jamás lo había visto así...
La chica cerró la llave del agua de golpe mientras se mordía la lengua, pero las palabras lograron escapar de su boca de todas maneras:
—Creo que ya había escuchado algo como eso, meses atrás, ¿lo recuerdas? —Soltó con brusquedad, girándose hacia él para hacerle frente—. Me dijiste que nunca lo habías visto de esa manera y luego todo se fue a la mierda.
El muchacho corrió el rostro hacia otro lado, claramente avergonzado. Entonces, un poco más calmada, Jungbin finalizó:
—Los dos lo sabemos, Jimin, él no me extraña.
Aquellas palabras habían sido como cuchillos en el corazón de Jungbin. Le había dolido demasiado pronunciar en voz alta aquello que había estado rondando por su cabeza los últimos meses.
Namjoon no la extrañaba, para nada, y aquello le había quedado clarísimo más adelante cuando la chica se encontraba en el centro comercial buscando algo que regalarle a Minhyuk para su cumpleaños y lo había visto, encontrándose de frente con los ojos de dragón que, sin quererlo, todavía lograban volverla loca y provocarle temor al mismo tiempo.
Hubiese deseado que aquello jamás ocurriera, quizás así se hubiese evitado el llanto que se apoderó de ella en el camino de vuelta a casa. Pero allí estaba él, Kim Namjoon, caminando en la misma dirección que Jungbin, pero en el sentido contrario, como si el destino hubiese confabulado en desgracia de la chica. Había cientos de lugares en la ciudad y ciertamente los tres habían coincidido: Jungbin, Namjoon y la chica que lo acompañaba.
Aquella chica, más linda que Jungbin, no paraba de parlotear mientras caminaba colgada de su brazo. Vestía las mismas prendas de lujo que él le había comprado a ella cuando vivieron juntos y Jungbin no pudo evitar preguntarse si se trataba de una especie de uniforme que daba a sus sumisas. La chica nueva no dejaba de hablar, pero Namjoon no le prestaba la más mínima atención, porque sus ojos se encontraban fijos en Jungbin, quien había decidido que sus piernas no dejarían de moverse para dejar atrás aquella desagradable escena.
—¡Jungbin! —La llamó Namjoon cuando ella ya comenzaba a alejarse. Se había soltado del agarre de su nueva chica, que observaba todo con confusión, y había avanzado un par de pasos hacia la nombrada—. ¿Recibiste mis flores?
Jungbin tragó saliva antes de voltearse, intentando lucir lo más tranquila que su acelerado corazón le permitió. Su vista se fijó en los gentiles ojos con los que Namjoon la observaba, totalmente diferentes a la última vez que lo había visto.
¿Cómo se atrevía?
—Sí —se limitó a responder.
—Quise llamarte, pero creo que cambiaste tu número.
No era cierto, Jungbin todavía tenía el mismo número de teléfono, sino que había sido ella quien bloqueó el número de Namjoon y luego lo había borrado de su agenda de contactos. Todo para evitarse el impulso de llamarlo en alguna ocasión.
—No estoy interesada en hablar contigo, Namjoon —respondió, desviando la vista hacia la chica que la miraba con el ceño fruncido—. No intentes llamarme otra vez, ni tampoco me envíes regalos.
Se obligó a seguir su camino, pues si se quedaba un segundo más ambos la verían quebrarse, y sintió la mirada fija de Namjoon sobre su espalda, como si se tratara de un par de clavos hundiéndose en su piel.
Hola a todas! He vuelto (no creo que por mucho tiempo) y finalmente les he traído el capítulo 38 de esta historia. Siento lo aburrido, mucho texto, etc, y me encantaría leer qué es lo que piensan de lo que ocurre.
Recuerda dejar tu voto, significa mucho para mí 🩷
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