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CAPÍTULO 33

33

Jungbin pudo ver cómo la garganta de Namjoon se tensó al tragar saliva. Jamás lo había visto de esa manera, ni si quiera un cuarto de lo intimidado que se veía en ese momento.

Kim Namjoon siempre le había parecido un hombre inalcanzable, en todos los sentidos, por lo que se había sorprendido cuando este había puesto su atención sobre ella. Un hombre seguro de sí mismo y tan enigmático como guapo. Malditamente guapo. Alguien que parecía jamás haberle temido a nada, ni siquiera a la mismísima muerte porque sabía que con un simple chasquido de dedos podía tener todo bajo control. Pero en aquel momento, mientras él la sujetaba con fuerza por la cintura, lo sintió como una persona común y corriente, no muy diferente a ella.

La mujer había fijado sus ojos sobre los de su hijo, como si pudiera leer a través de ellos, olvidando la presencia de Jungbin junto a él. O ignorándola a propósito. La chica posó suavemente la mano sobre la espalda de Namjoon y le acarició, en un intento de demostrarle que ella todavía estaba allí para él.

—Había pasado un tiempo desde que no te veía —dijo la mujer, cambiando de pronto su dura voz por una gentil.

Entonces miró a la muchachita que se encontraba aferrada al cuerpo de su hijo. Pequeña, bonita y joven, muy joven. La única vez que había visto a Namjoon con una mujer había sido hacía muchos años antes y luego sólo se había encontrado con la excéntrica de An Jiwoo, aquella amiga que lo había perseguido durante toda su vida, jurando que nadie notaba el amor que sentía por Namjoon.

A pesar de que no aprobaba la diferencia de edad entre ellos, quería creer que aquella chiquilla era mejor que la loca de la amiga.

—Sí —murmuró él, de pronto recobrando la compostura—. Mamá, ella es Jeon Jungbin.

Volvió a observarla con detenimiento. ¿Cuántos años le sacaba Namjoon a Jeon Jungbin? Quizás unos diez. Quiso arrugar el rostro ante la idea de que ella fuera la novia de su hijo, a pesar de que él no la presentó como tal. Pero el agarre a su cintura decía algo totalmente diferente. Namjoon era un hombre reservado, ella misma se había encargado de criarlo de esa forma, y no andaría abrazado a cualquier mujer frente a los ojos de todos los socios si ella no significara algo especial para él.

Sus ojos se detuvieron en aquella argolla que brillaba elegantemente sobre el pecho de la chica. ¿Qué significaba aquello? Desde donde estaba podía darse cuenta de que él se lo había entregado. ¿Sería algún tipo de alianza entre ellos? Algo así como una prueba de amor...

Aguantó la risa al pensar algo como aquello. Namjoon jamás entregaría una prueba de amor, eso no estaba en su lenguaje.

Se mordió la lengua, ahogando las palabras venenosas que querían salir por su boca. ¿Acaso no podía encontrarse una chica que todavía no saliera de la preparatoria? Así terminaba de criarla e instruirla en lo que necesitaba tener en una esposa. No podía decir un comentario como aquel, daría una mala impresión a la chica. En cambio, dibujó una pequeña sonrisa y estiró la mano para estrecharla a la muchacha.

—Mucho gusto —dijo ella de manera cautelosa.

Con aquella simple frase la mujer se dio cuenta de una cosa: ella no era del agrado de la muchacha. Su sonrisa se ensanchó ante la mirada incómoda de Jungbin que oscilaba entre el rostro de la mayor y el de su hijo, como si estuviera intentando entenderlo sin que este pronunciara una sola palabra.

Ella no lo entendía, jamás lograría leer a Namjoon. Sólo ella, su propia madre, podía hacerlo, pero por el simple hecho de haberlo parido. Lo conocía mejor que cualquiera, incluso que sí mismo.

—No sabía que vendrías —dijo él, mirando con detenimiento su rostro.

La mujer ensanchó su sonrisa.

—Sería imposible que me perdiera la celebración del aniversario de esta empresa que has levantado tú solo.

Namjoon otra vez tragó saliva, pero sonrió de la misma manera en la que ella hacía.

—Que disfrutes de la fiesta, madre —sentenció, finalizando la corta conversación.

Jungbin hizo un asentimiento con la cabeza, despidiéndose de manera cordial de la mujer cuyo nombre todavía desconocía. ¿Quería conocerlo realmente? Lo único que quiso durante esos cortos minutos fue salir corriendo, pero no podía dejar solo a Namjoon en una situación tan incómoda.

Se aferró a él mientras se abrían paso entre las personas, caminando hacia una de las esquinas del salón en el que se estaba desarrollando la primera parte del evento. Los garzones iban de un lado hacia el otro, entregando copas de champán y pequeños bocados de cóctel, y cuando uno de ellos pasó cerca de la pareja, Namjoon tomó una copa y se la zampó en menos de tres segundos.

—¿Estás bien? —Le preguntó Jungbin, intentando buscar su mirada.

Él aplano los labios luego de dejar la copa en una mesa cercana y asintió con la cabeza. Sin embargo, su corazón se encontraba acelerado y sentía que poco a poco su mundo comenzaba a dar vueltas. Sintió que las rodillas le temblaban y tuvo que afirmarse del cuerpo de Jungbin, quien ya se encontraba sosteniéndolo por la cintura. Entonces se encontró con aquellos ojos preciosos que lo observaban preocupados, con aquella calidez tan característica suya, y lentamente la calma comenzó a volver a su cuerpo.

—Sí —susurró luego de remojarse los labios con la lengua—, es sólo que... mi madre es un poco...

Ella le acarició la mejilla. No era necesario que continuara porque ella lo entendía, pues su relación con su madre también era complicada, y, por primera vez desde que había conocido a Kim Namjoon, sintió que eran iguales. No eran más que dos personas que habían sufrido a lo largo de su vida por culpa de quienes los habían dado a luz.

—Namjoon —una voz conocida se hizo presente detrás de Jungbin—, ¿estás bien?

Taehyung, el menor de los hermanos Kim, acudía al rescate de su hermano mayor. Detrás de él, tomando un poco de distancia, se encontraba Seokjin, igualmente mostrándose preocupado, pues ambos habían visto a lo lejos el fugaz encuentro de Namjoon con la madre de los tres. Jungbin cuidadosamente retrocedió un par de pasos, dejando el espacio necesario para que los hermanos pudieran conversar con mayor tranquilidad y se posicionó cerca del mayor.

Afortunadamente, el pequeño espectáculo estaba pasando desapercibido para el resto de los asistentes a la fiesta, pero igualmente Taehyung decidió llevarse a Namjoon fuera del salón, a un lugar en donde pudiesen estar más tranquilos. Por su parte, Jungbin se giró para mirar a Seokjin, quien parecía haberla estado ignorando desde que se habían encontrado en el ascensor.

—Nuestra madre es un ser horrible —se limitó a decir él, mirando a la distancia.

La mujer no se veía en ningún lado, parecía únicamente haber aparecido para atormentar al hijo que poseía más responsabilidades familiares y después se había esfumado entre la multitud. Seokjin tragó saliva, agradeciendo no haber sido el que tuvo que lidiar con ella, pero sintiendo lástima por Namjoon.

Jungbin no dijo nada. ¿Qué podía decir? A pesar de morir de la curiosidad, sabía que se trataba de un tema delicado. Sin embargo, Seokjin siguió hablando, casi como si supiera que la chica quería saciar su sed de curiosidad:

—A Namjoon siempre le tocó la peor parte de ella. Taehyung y yo no recibimos más de un golpe en la nuca y una reprimenda a medida que crecíamos, pero... Namjoon siempre fue el elegido para seguir con el legado y aquello significaba que no tenía derecho a equivocarse.

La chica se compadeció al imaginar a Namjoon como un niño pequeño que tenía que cargar con ser el futuro de la exitosa familia Kim. No podía siquiera pensar en lo horrible que debió haber sido crecer con ese peso sobre sus hombros, con una madre que le exigía más que debía. Su estómago se encogió ante la tristeza y asintió con la cabeza.

Quizás aquello explicaba muchísimas cosas acerca de la personalidad de Namjoon.

Namjoon soltó un jadeo tembloroso y se pasó las manos por la cara. Ciertamente se encontraba mucho más tranquilo que momentos antes, pero le hacía falta algo.

—Si necesitas, puedo darte medicación —ofreció Taehyung—. Ya sé cómo te pones con mamá.

El mayor negó con la cabeza y se apoyó en la pared que estaba detrás de su cuerpo. Era cierto, cuando se trataba de su madre perdía el control de sí mismo, por eso había sido que se había marchado de casa lo más rápido que había podido a cualquiera de las residencias que pertenecieran a la familia Kim. Sabía que era un afortunado, cualquier otro chico de diecisiete años no hubiese tenido elección y tendría que haberse quedado en casa, soportando todo hasta que tuviera la independencia económica para irse. Él no tenía aquella independencia, pero sí tenía las tarjetas de crédito de su madre a su entera disposición.

Aquella había sido su época más rebelde, pues inicialmente se había negado a utilizar aquel dinero que provenía de la mujer que tanto le había hecho sufrir y se había propuesto trabajar y ganar el dinero por sí mismo. Pero había un hecho irremediable, él nació y fue criado en el seno de una familia pudiente, demasiado pudiente, y estaba acostumbrado a pequeños y grandes lujos que no era capaz de pagar con un trabajo de medio tiempo en un restaurante. Así que, finalmente, se había rendido y había ocupado dichosas tarjetas. Sabía que eso era lo que su madre esperaba que hiciera, lo que lo hizo sentir miserable durante un buen tiempo.

—¿Dónde está Jungbin? —Preguntó, manteniendo los ojos cerrados.

La extrañaba. De cierta manera, sentía que la necesitaba para poder calmarse. Ella le había dado la estabilidad necesaria para no colapsar anteriormente en el salón. De no ser por la chica, podría haber roto a llorar como un chiquillo.

—Iré a buscarla.

Apenas había cumplido la mayoría de edad, Kim Namjoon había obtenido un puesto importante en K&A mientras paralelamente sacaba adelante la carrera de Negocios en la Universidad Nacional de Seúl. Tenía completamente claro que un muchacho de esa edad jamás podría trabajar en aquel puesto, pero su madre hacía años había hecho la elección: Namjoon sería el heredero del puesto de director general de la empresa familiar, que cada día los volvía más y más ricos. Pero esa decisión llevaba una gran responsabilidad, pues el hermano del medio de los Kim debía aprender a hacer todo de manera perfecta, eso implicaba tanto obtener calificaciones perfectas en la escuela como aprender a hacer un buen negocio, teniendo vista visionaria en cada una de sus inversiones.

Se estremeció cuando el recuerdo de la varilla que utilizaba su madre llegó a su mente, aquella que utilizaba para disciplinarle desde que a la temprana edad de cinco años ya había sido el elegido. Lo había dicho el médico, Kim Namjoon poseía una inteligencia indiscutible por sobre el promedio, lo que lo hacía un mejor candidato en comparación a su hermano mayor Seokjin. Aquello lo había convertido en una especie de patriarca desde que había alcanzado la adolescencia, tiempo en el que su padre ya había fallecido y en el que su madre había dictaminado que debía hacerse cargo de las finanzas de la casa, junto a todo lo que podía significar eso, como el tener que madurar antes de tiempo mientras sus hermanos todavía tenían las libertades de no tener ningún tipo de responsabilidad.

—¿Namjoon? —Aquella suave voz le hizo abrir los ojos.

Jungbin se presentaba ante él como un ángel que llegaba a salvarlo de sus propios problemas. La chica no esperó respuesta y enredó los brazos alrededor de su cintura, fundiéndolo en un sorpresivo abrazo que inmediatamente le hizo relajar los músculos de su cuerpo. Le gustaba su olor tan delicado que le recordaba a las flores que crecen en medio del bosque, le entregaba calma y una sensación de bienestar que llegaba a darle miedo.

—Gracias por venir —murmuró contra su cabeza.

Ella se incorporó y los ojos redondos brillaron bajo la tenue luz del pasillo en el que se encontraban.

—No voy a dejarte, Namjoon.

Él sonrió y recibió con gusto el corto beso que ella le regaló. Ya no sabía a qué le temía más, si a la presencia de su madre o a la calma que le entregaba Jungbin. Tragó saliva, sintiendo una extraña sensación en el pecho, y la apretó nuevamente contra su cuerpo.

—No quiero volver —admitió en voz baja.

Había pasado mucho tiempo sin que quisiera huir de sus responsabilidades, pero el interactuar con su madre le había hecho retroceder una buena cantidad de años, haciéndole recordar hechos dolorosos y estresantes.

—No lo hagas —Jungbin se alejó de su cuerpo y le tomó la mano—. Vámonos.

Namjoon miró en dirección al salón en donde la fiesta seguía transcurriendo con normalidad. ¿Cómo siquiera era posible que el anfitrión se retirara tan temprano? Pero el simple hecho de pensar en volver a pisar el mismo suelo que el monstruo de su madre le revolvió el estómago. Realmente no quería hacerlo, no quería encontrársela por allí, fingiendo que no había hecho de su vida un infierno para convertirlo en lo que ella quería.

—Yo... no puedo —respondió de igual manera.

—Debe haber alguien que se haga cargo del evento, ¿no es así? —Namjoon asintió con la cabeza ante aquella pregunta, sintiéndose como un niño pequeño—. Podemos irnos.

—¿Adónde vamos? —Taehyung apareció en el pasillo, siendo seguido de Seokjin.

Namjoon miró los tres rostros que lo observaban expectantes. La decisión estaba en él, como siempre, pero en aquel momento no sentía como si el peso del mundo reposara sobre sus hombros, sino que únicamente se sentía como un muchacho común intentando decidir qué sucedería aquella noche. Apretó la mano de Jungbin y asintió con la cabeza.

—Vamos —dictaminó.

Y fue seguido por la chica y sus dos hermanos en dirección a la salida del hotel.

Uuh acabamos de ver un poco de la historia de Nam, qué les pareció? Podemos entender un poco ahora su manera de comportarse? A mí en lo personal me da un poquito de pena, pobre bebé. Qué piensan sobre la madre de los Kim?

Recuerda dejar tu voto, significa mucho para mí 🩷

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