CAPÍTULO 3
3
Aquella mañana Jeon Jungbin se había levantado un poco más temprano de lo normal, había partido inmediatamente a la ducha y luego se había enfrentado a su reflejo en el espejo. No acostumbraba a utilizar maquillaje, simplemente sabía lo básico como aplicarse sombra de ojos, delinearse o pintarse los labios.
Realmente no se molestaba en arreglarse para ir a clases, pero ese día quería verse decente porque vería nuevamente a ese hombre tan apuesto que tanto había llamado su atención.
Todavía no se imaginaba qué era lo que él tenía para ofrecerle, pero el sólo hecho de pensar en verlo una vez más le provocaba mariposas en el estómago. Tenía claro que probablemente estaba malinterpretando toda la situación, porque le parecía completamente extraño que alguien de la talla de Kim Namjoon se llegara a fijar en alguien como ella, tan torpe, tan insípida.
Salió del baño y se encaminó a su habitación para preparar su bolso.
—¿Y ese milagro? —La voz de Jungkook a su espalda la hizo sobresaltar—. Te has arreglado.
La chica no respondió nada, pues su hermano tenía razón, pero no tenía razón para ser tan hostil a una hora tan temprana.
—¿Verás a un chico? —Insistió su hermano.
Jungbin se giró en su dirección, con el bolso colgado en el hombro, y negó con la cabeza. ¿Acaso era tan obvia? No podía decir nada acerca de Kim Namjoon por dos simples razones: Jungkook la regañaría por "coquetear" con los comensales del restaurante; y porque no permitiría que se viera con un hombre desconocido.
—Sólo tuve ganas de verme mejor —respondió en voz baja mientras salía de su habitación.
Su hermano mayor la siguió la mirada, permaneciendo apoyado contra el marco de la puerta con los brazos cruzados, y una sonrisa irónica se formó en sus labios.
—Te hacía mucha falta.
La chica detuvo su paso, a medio camino de llegar a la cocina para buscar algo para desayunar, y, sin siquiera pretenderlo, su labio inferior comenzó a temblar levemente. Aquel había sido un comentario que la había herido, aunque se reprendió a sí misma porque ya debería estar acostumbrada. Su madre hablaba de la misma manera que hacía Jungkook, por lo que no era la primera vez que tenía que soportar ese tipo de ofensas.
—Ya voy tarde —susurró, cambiando la dirección de sus pasos.
—¡No olvides tu turno en el restaurante! —Le recordó Jungkook antes de que ella cerrara la puerta.
Jungbin se quedó un momento de pie, con la mano todavía sosteniendo el pomo de la puerta con una fuerza que le hizo acalambrar los dedos, intentando calmar a su corazón acelerado. El corazón le dolía de la misma manera en la que le había dolido cuando su madre le pidió que se fuera de casa.
Y es que nunca podía hacer nada bien.
Ni siquiera el hecho de querer verse linda un solo día.
Inmediatamente sintió la necesidad de volver al baño de la casa de su hermano para arrancarse todo el maquillaje que tanto le había costado que quedara bien, pero tampoco quería volver a verlo, no hasta ya entrada la noche, cuando ya volviese de su "cita" con el señor Kim y tuviese que afrontar los regaños de su hermano por haber enviado a alguien más a cubrir su turno.
Antes de salir del lujoso edificio se hundió en la capucha de su sudadera, rogando por que nadie en la calle la notara. Aunque sus planes se vieron frustrados cuando se encontró con Minhyuk en el transporte público, algo que jamás le había sucedido.
Como decía la Ley de Murphy, todo lo que podía pasar, pasaría.
Agachó la cabeza, centrándose en ver la pantalla apagada de su celular, esperando que el chico no la viera o que pensara que estaba demasiado ocupada viendo algo importante, cosa que no era cierta, pues jamás le enviaba mensajes a nadie ni tampoco nadie le escribía. Aunque, como nunca, la pantalla se iluminó, mostrando una notificación que provocó un nudo de nervios en el estómago de Jungbin.
Era el señor Kim.
Número desconocido
A las siete en punto habrá un auto
esperándote afuera del campus. Sé
puntual.
No lo tenía agendado y era un número privado, pero sabía que era él. Sentía cómo su voz se plasmaba en cada palabra escrita, en aquella orden tan pequeña que le hizo estremecer y remojarse los labios, sedienta de algo que desconocía.
—¿Jeon Jungbin? —La voz a su lado la hizo sobresaltar.
Bloqueó inmediatamente el celular, esperando a que Minhyuk, que acababa de acercarse a invadir su gustosa soledad, no hubiese alcanzado a leer nada. Se giró hacia él, con una sonrisa nerviosa, y le hizo una pequeña reverencia a modo de saludo.
—¿Estás bien? Te ves pálida. ¿Leíste algo que te incomodó? —Interrogó a la chica, tomando asiento a su lado.
Jungbin apretó el móvil entre sus manos. Minhyuk no tenía idea de cómo se le habían retorcido los músculos con tan sólo leer un mensaje y que lo que más temía era que alguien pudiese haberla descubierto en algo tan íntimo como haberse acalorado con un par de palabras que ni siquiera había escuchado.
—Estoy bien —musitó, guardando el celular dentro de su bolso y quitándose la capucha—, sólo estoy un poco cansada...
—¡Ya veo! El restaurante —Asintió él—. ¿Quieres pasar por la cafetería? Te invito.
La chica abrió la boca, para responder algo que no llegó a salir, y precisamente se vio interrumpida por la llegada a la parada que estaba justo afuera del campus, por lo que tuvieron que apresurarse en bajar para no llegar tarde a clase.
Avanzaron en pleno silencio, donde la chica rogó que Minhyuk olvidara la propuesta que acababa de hacerle, aunque cuando ya habían cruzado la entrada él se detuvo, apretando un poco más de lo debido el asa de su mochila e insistió:
—¿Qué dices?
El cuerpo de Jungbin se tensó y el único pensamiento que fue capaz de tener fue el desear desaparecer inmediatamente de allí. No le gustaban las situaciones incómodas, por lo que no quería comprometer a Minhyuk a tomarse un café con la chica más extraña de la carrera.
—Jungbin, ¿me permites un momento? —Una tercera voz se unió a la conversación.
Ambos jóvenes se giraron para encontrar el radiante rostro del profesor Kim. Nuevamente estaba peinado hacia atrás y los pantalones color beige que llevaba a juego con un chaleco sin mangas de color blanco le daba un aire más intelectual.
—Es sobre el último parcial —aclaró y luego se giró para Minhyuk para saludarlo con un asentimiento de cabeza.
—Bueno... Nos vemos luego —dijo el chico—. ¡Adiós!
No tuvo tiempo de relajarse porque inmediatamente el profesor se acercó un par de pasos y tuvo que apretar con fuerza las asas de su bolso para evitar que las manos le temblaran.
—¿Sucede algo? —Preguntó en un hilo de voz.
Una pequeña risa se escapó de los labios de Kim Seokjin y Jungbin levantó la vista, sorprendida.
—Creo que estoy convirtiéndome en una especie de guardia personal —le respondió, con una media sonrisa en los labios.
Y finalmente se alejó.
La casa del señor Kim Namjoon era mucho más grande de lo que Jungbin se hubiese imaginado y parecía más bien una especie de mansión. O eso creyó cuando se bajó del auto que la había ido a recoger a la universidad. Porque él no había ido personalmente, sino que había enviado a su chofer.
Cuando estuvo frente a la puerta de entrada, otro hombre la recibió y la guio hacia adentro, conduciéndola por unos pasillos amplios de suelos de porcelana clara y paredes color perla llenas de cuadros que parecían bastante caros.
—El señor Kim la espera en la sala de estar —le dijo el hombre y se detuvo frente a una puerta abierta.
Ella dio un paso hacia adentro y su zapato resonó en toda la sala. Se encogió de vergüenza y miró hacia atrás, pero el hombre ya se había marchado. Tomó aire profundo y siguió su camino.
Dentro le esperaban varios pares de sofás, de distintos tamaños y todos del mismo tapiz negro de cuero. El señor Kim estaba sentado en un sillón de un cuerpo, con las piernas bien abiertas y un vaso en la maño. Jungbin sintió que su corazón se aceleraba de un momento a otro sólo de verlo. Caminó hacia el sofá contrario al de Kim y se sentó, poniendo el bolso que llevaba todos los días a la universidad sobre sus piernas, aún sosteniendo las asas con fuerza.
—Jeon Jungbin —la saludó él.
Y la manera en la que pronunció su nombre le pareció deliciosa. Se remojó los labios y tuvo la intención de sonreír, pero se encontraba demasiado nerviosa y en su lugar hizo una mueca extraña con los labios.
Los ojos de Kim Namjoon la observaban insistentemente y tuvo que bajar la mirada hacia el suelo para evitar que el nerviosismo siguiera acrecentándose.
—¿Por qué viniste?
Ella levantó la vista y pestañeó un par de veces, un poco impresionada.
—Yo... —Murmuró—. Usted me invitó a venir.
Él se rascó la nariz con la mano libre, intentando ocultar la sonrisa que se estaba formando en sus labios. Jungbin se sintió pequeña e inmediatamente se arrepintió de estar ahí, pues realmente no tenía ningún motivo más que la curiosidad. No conocía a Kim Namjoon y si se ponía a pensarlo bien, haber accedido a ir a su casa sólo porque él le había ofrecido algo que ni siquiera tenía la certeza de que existiera había sido algo estúpido. Era cierto que era el hermano del profesor Kim, pero eso no aseguraba su seguridad.
—Creo que debería irme —dijo.
—¿No sabes por qué viniste, Jungbin? —Preguntó, sin darle importancia a lo que ella acababa de decir—. Ayer dije algo que te llamó la atención, ¿no? ¿Quieres saber a qué me refería?
Ella tragó saliva y fue incapaz de levantarse de su asiento para marcharse como acababa de decir. Se abrazó a su bolso, encorvando la espalda y recogiendo ligeramente las piernas, y no se atrevió a responder nada.
Algo que pareció molestar ligeramente al señor Kim.
—Responde.
Su corazón dio un salto y rápidamente asintió con la cabeza.
—La verdad es que me dio curiosidad —musitó.
Él le dio un trago a su vaso y lo dejó sobre la mesa de café que los separaba, justo sobre un posavasos de cristal.
A Jungbin le faltaban demasiadas cosas en su vida y quería saber qué era lo que Kim Namjoon podía ofrecerle con tanta facilidad. También le intrigaba el cómo él se había dado cuenta de sus carencias y por un momento se sintió transparente porque Kim parecía poder ver a través de ella.
—Yo igual tengo un poco de curiosidad —confesó él, relamiéndose los labios—. Desde el momento que te vi por primera vez me di cuenta de algo, ¿sabes?
—¿De qué?
Kim se echó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas. Su mirada en ningún momento se había apartado del rostro de Jungbin y sus ojos parecieron oscurecerse de una extraña pasión.
—Te gusta que te digan qué hacer, ¿no es así? Te gusta acatar órdenes, y lo haces sin pensarlo dos veces. Prefieres que el resto decida por ti, incluso si eso te afecta de manera directa, porque no tienes aún el valor de hacerlo por ti misma.
Ella se quedó muda. ¿Realmente era tan fácil de leer o Kim Namjoon era una especie de mentalista? No había manera de saber algo como eso sobre una persona a simple vista. Sin embargo, aquello le hizo cuestionarse a sí misma, dándose cuenta de que tenía razón. Siempre había acatado las órdenes que le daban, nunca se había atrevido a llevar la contraria a nadie.
Había obedecido a su madre cuando le había dicho que mudara a Seúl porque la tenía harta. Obedeció a Jungkook cuando le puso las condiciones para quedarse con él en su casa. Acataba todas las órdenes que su hermano le daba cuando se encontraba trabajando en el restaurante. Y acató la disfrazada orden del señor Kim cuando le propuso ir a su casa.
—Cuando te vi llamaste mi atención y Seokjin lo notó, por lo que me sugirió que me acercara a ti y que te conociera, pero me di la libertad de adelantarme unos pasos mientras esperaba a que me llamaras.
Se puso de pie y caminó con elegante gracia hacia un gran estante que cubría toda la pared de la sala de estar. Estiró el brazo y tomó un archivador de color negro que se mezclaba entre las tapas duras de los que parecían ser libros extremadamente caros. Se giró hacia ella y puso sus ojos sobre la primera página.
Aquella tarde estaba vestido con una pura camisa blanca y un pantalón negro. Unos anteojos redondos adornaban sus ojos de dragón y le daban un aire más intelectual. También tenía el cabello negro nuevamente peinado hacia atrás. Todo eso le hacía verse impecable, prolijo.
—Jeon Jungbin —comenzó a leer—. Nacida en Busan el diez de octubre del año dos mil dos. Padres: Jeon Seohyun y Lee Yejin. Hermano: Jeon Jungkook —levantó la vista por un momento para mirarla—. Calificaciones del preescolar sobre la media y no se detectaron problemas. Calificaciones en la primaria sobre la media, pero...
—Deténgase —lo interrumpió Jungbin.
Vio cómo Kim apretó la mandíbula irritado, pero no le importó. Había cosas de su pasado que no necesitaba que le recordaran, pues ya era suficiente con tener todavía aquellas heridas abiertas.
Kim Namjoon cerró la carpeta de golpe y la dejó sobre un mueble de por ahí antes de acercarse lentamente hacia ella, con una mirada que a cualquiera hubiese asustado.
Jungbin estaba asustada.
—Mira, Jungbin, me encantaría dejarte claras un montón de cosas sobre mí de maneras que quizás no te agradarían, pero primero necesito tu aprobación.
—¿Aprobación? —Preguntó antes de darse cuenta.
Él sonrió, pero esa sonrisa era diferente a las otras que le había dado anteriormente. Escondía algo macabro que a la chica hizo que se le erizara la piel de la nuca.
—Eso nos lleva a lo que quiero ofrecerte, eso que tanto te falta.
El señor Kim apoyó cada mano en los brazos del sofá en el que Jungbin estaba sentada e inclinó su cuerpo hacia adelante, dejando sus rostros a unos pocos centímetros de distancia. La chica pestañeó un par de veces, sorprendida, pero no se alejó, pues el calor que desprendía el cuerpo de Kim le encantó.
—Te gusta obedecer, ¿cierto? —Le susurró.
Su aliento olía a whisky y Jungbin se sintió embriagada de pronto. Sus ojos se posaron sobre los seductores labios del hombre y por un momento se preguntó cómo se sentiría besarlo, luego levantó la vista y lo miró por entre sus pestañas.
—Sí.
El hombre se relamió los labios, queriendo ocultar una sonrisa.
—¿Qué opinas sobre obedecerme?
Uf,, qué opinamos sobre obedecer a Nam?
NO TIENEN IDEA CUÁNTO TIEMPO ESTUVE BUSCANDO UN GIF QUE PESARA MENOS DE 3 MB MALDITO WATTPAD
(Actualicé nuevamente porque la historia llegó a 100 lecturas y pues quería ser una persona bondadosa y humilde y hacer esto a manera de agradecimiento)
Gracias por leerme!
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