CAPÍTULO 23
23
El consejo de Hyorin había sido simple: comprar lencería para llamar la atención del señor Kim. Aunque la chica poco sabía acerca de quién era el hombre a quien Jungbin tanto deseaba impresionar, pero había sido una sugerencia acertada, pues no había otra manera posible aparte de tener su atención en el ámbito sexual.
—El negro es un clásico —la asesoró su compañera, tal y como si fuera una especialista en el tema—, pero el rojo también es un buen color. Todo depende de lo que te haga sentir más cómoda.
Había tantos estilos para elegir, pero Jungbin seguía sintiéndose perdida, agobiada por la cantidad de productos frente a sus ojos. Y ni siquiera se atrevía a tomar un colgador porque estaba segura de que no había posibilidad de que ella luciera bien con eso puesto. Aquello era para mujeres con curvas definidas y seguras de sí mismas, no para ella.
Jimin las había esperado afuera de la tienda alrededor de una hora, de vez en cuando dando miradas curiosas a Hyorin, que parecía dar instrucciones seguras a Jungbin con toda la confianza existente. Sin duda, creyó que era una relación extraña, pues no había sido más allá del viernes de la semana pasada cuando Jungbin parecía odiarla. Era extraño, pero se sintió aliviado al pensar en que la chica quizás podía tener una amiga nueva.
—No debes dudar de ti, Jungbin —la animó Hyorin mientras caminaba por el centro comercial con un helado en la mano—. Simplemente ponte eso —apuntó la bolsa que la otra chica llevaba en la mano— y dile "¡quiero que dejes de andar con esa bruja!". ¡No podrá decirte que no!
Jungbin esbozó una sonrisa al escucharla. La cosa no era tan fácil como ella creía, pues realmente no tenía derecho alguno para exigirle algo al señor Kim.
Aquella tarde había comprado tres conjuntos de lencería, luego había invitado a Hyorin y a Jimin a tomar un helado y finalmente había llegado a casa a la hora perfecta para que Namjoon y Jiwoo la vieran atravesar el umbral con las bolsas de aquella tienda tan conocida de ropa interior. Pero ya no había tiempo para arrepentirse o avergonzarse, por lo que se fue directamente a su habitación después de haber saludado a ambos con un asentimiento de cabeza. Sabía que ambos habían puesto especial atención al logo de su bolsa y que el señor Kim no tardaría en subir a su habitación.
Y no se equivocó, pues a los pocos minutos de haber cerrado la puerta sintió tres golpes que le indicaban que él se encontraba al otro lado.
La chica ni siquiera había logrado ponerse uno de los conjuntos y por un momento se debatió de si debía dejar al señor Kim esperando afuera para hacerlo, pero los nervios terminaron por ganarle y abrió la puerta lentamente, encontrándose con aquel rostro que tan loca la traía.
Los ojos de Kim inmediatamente viajaron hacia la bolsa que descansaba sobre la cama de la chica y luego se fijaron en el rostro de Jungbin. Los ojos de dragón parecían echar llamas, aunque ella no supo identificar el motivo.
—Compraste lencería —apuntó él, dando un paso dentro de la habitación.
Jungbin tragó saliva y murmuró una respuesta afirmativa mientras cerraba la puerta de la habitación. Aquel era su momento, supuestamente, pero no podía alejar la inseguridad de su mente. Inseguridad por la reacción que tendría el señor Kim después de que ella hubiese ocupado su propia tarjeta de crédito para comprarse cosas, tarjeta que se le había conferido confiando en que la utilizaría responsablemente.
Incluso llegó a creer que no había sido una buena idea comprar aquello, pero todo acabó cuando él se sentó sobre la silla que había junto al escritorio, con las piernas muy abiertas y los ojos oscurecidos, y le dijo:
—¿Qué estás esperando para enseñarme?
El cuerpo de la chica tembló, aunque no estuvo segura de si se trataba de miedo o de excitación, y se acercó a una de las bolsas para sacar con cuidado la tela de encaje de color rojo. Sabía lo que Kim quería, así que no demoró en llevar sus manos hacia el borde de su blusa y tirarla hacia arriba, quedando únicamente en sujetador bajo su atenta mirada. Podía sentir sus ojos siguiendo cada movimiento que hacían sus manos, quitando su falda y luego la ropa interior de algodón que siempre utilizaba.
Un estremecimiento recorrió a su cuerpo desnudo, provocando que los pezones se le endurecieran y su piel se erizara. Estaba completamente desnuda frente a él, quien no hacía nada más que observarla y aquello era más que suficiente para encenderla, como si una llama se extendiera desde su pecho hacia el resto de su cuerpo. Y él se encontraba de la misma manera, pues mientras Jungbin se tomaba su tiempo para subir la tanga de encaje por la extensión de sus piernas, lo escuchó respirar con pesadez.
Se quedó de pie frente a él cuando la lencería cubría nuevamente sus partes íntimas y se atrevió a mantener su mirada por un par de segundos. Él se había acomodado sobre la silla, echando las caderas hacia adelante y apoyando sus codos sobre los brazos de la silla para así juntar las yemas de sus dedos.
—Ven aquí.
Jungbin obedeció y, sin pensárselo mucho, se sentó a horcajadas sobre él, dejando sus rostros a unos pocos centímetros de distancia. La mano del señor Kim viajó hacia su trasero y lo apretó, como si ya conociera su cuerpo de memoria y supiera perfectamente dónde se encontraba cada uno de los atributos de Jungbin.
—¿Por qué lo has hecho? —Le preguntó él.
La voz le salió ronca, pero Jungbin notó que no estaba enfadado. Se tomó un momento para responder mientras se acomodaba sutilmente sobre el cuerpo del hombre, logrando que sus entrepiernas se rozaran y que él soltara un pequeño suspiro.
—Creo que sabe la respuesta a esa pregunta —respondió en voz baja.
La mano de Jungbin se afirmó de la corbata gris atada al cuello del señor Kim para comenzar a soltarla a la velocidad más lenta que le permitieron sus manos temblorosas. Jamás se había atrevido a desvestirlo, ni siquiera había hecho el intento, hasta ese momento, y se sorprendió cuando él bajó la mirada con una media sonrisa en los labios para ver cómo lo hacía. Estaba incitándola a seguir adelante y ella no desaprovechó la oportunidad, terminando por lanzar la tela al suelo cuando esta quedó totalmente desatada.
—¿Qué es lo que quieres de mí, Jungbin?
Los ojos de la chica le recorrieron el rostro y se fijaron en sus labios. No podía decirle todo lo que buscaba en él, pero sí lo que él realmente podía darle.
Con la mano derecha desató el primer botón de la camisa, mostrando parte de la piel morena del cuello del señor Kim. Tragó saliva. Aquello no era suficiente, así que desató el siguiente botón para poder cumplir su propósito.
—Sólo un poco de su atención —respondió antes de inclinarse hacia él.
Sus labios se pegaron a la piel de su cuello una y otra vez, dejando un camino de besos húmedos que subieron lentamente hacia la mandíbula, pero que no se atrevieron a pasar de allí. El olor a su perfume estaba embriagándola, pues jamás se había acercado tanto a él. Jamás había sentido la osadía que se estaba apoderando de su cuerpo y que la envalentonaba aún más con cada gemido y suspiro que escuchaba. Continuó quitando los botones a medida que sus besos comenzaban a bajar, llegando a la altura de su clavícula. Debajo de la ropa olía a él, en todo su esplendor, y aquello provocó que los músculos de su vientre se retorcieran.
Las manos masculinas la sujetaron del trasero, moviéndola para restregarla contra su entrepierna dura y caliente. Jungbin gimió en medio de los besos y pequeños mordiscos que repartía, quería tenerlo dentro lo más pronto posible, pues no le había bastado con la noche anterior. Aunque a la vez, quería disfrutar intensamente lo que estaba haciendo con él, aprovechar que tenía la oportunidad de brindarle placer por su cuenta.
Dejó la camisa abierta hasta la cintura del hombre, dejando ver la piel de su pecho trabajado que inmediatamente fue recorrida con las yemas de los dedos de Jungbin. Su cuerpo estaba caliente bajo su toque, lo que la hizo ahogar un suspiro y volver a su trabajo. Se inclinó hacia sus pectorales y con la lengua delineó la forma de estos, desde abajo hacia arriba, hasta que su músculo se unía con su pecho y desaparecía. Escuchó un jadeo que le hizo arder las mejillas. Estaba tan caliente que su ropa interior se había empapado sin siquiera tocarse, estaba lista para recibirlo.
Su cabello fue jalado, obligándola a incorporarse en su lugar, y se encontró con las mejillas enrojecidas del señor Kim, que había cambiado su expresión radicalmente, luciendo completamente impresionado.
—Debería castigarte por este atrevimiento —susurró cerca de su rostro.
Los ojos de Jungbin nuevamente se desviaron hacia los labios del hombre. Kim había lanzado aquella advertencia, casi como una amenaza, pero en fondo sabía que no haría absolutamente nada por corregir ese comportamiento tan osado en Jungbin. Había sido la única que se había atrevido a tanto y él, apenas creyéndolo, la había dejado continuar porque quería saber hasta donde era capaz de llegar.
Y allí lo tenía, con la polla tan dura que sentía que se le iba a reventar. Y es que se le había puesto dura solamente viéndola cambiarse a aquella lencería tan atrevida. Se sentía abrumado por la cantidad de sensación que la chica le había provocado únicamente besando su cuello, algo que estaba seguro jamás le había sucedido.
Soltó su cabello con brusquedad, dejándola libre nuevamente, pero la cabeza de Jungbin se quedó allí, manteniéndole la mirada fija. Los ojos de dragón la veían brillantes, de una manera que nunca había visto en él, casi como si estuviera invitándola a seguir adelante. Invitándola a bajarle el pantalón y montarlo hasta hacerlo acabar.
No sólo era cosa de Jungbin, pues era lo que él realmente quería.
La chica se movió para quitarle el cinturón y el botón del pantalón, y sacó el miembro que tanto estaba pidiendo por atención. Estaba húmedo y terminó por empaparse cuando la mano de la chica lo acarició de arriba hacia abajo.
—Vamos, no te tardes —le pidió él, con un dejo de desesperación en sus palabras.
Jungbin levantó la vista ante aquella súplica y se dio cuenta de que tenía el completo control de la situación. Él estaba ansioso por penetrarla y ella también lo estaba, lo que más quería en el mundo era volver a sentirse llena y la única manera de hacerlo era si es que lo tenía a él embistiéndola como la noche anterior.
Llevó el miembro hacia su entrada y con la otra mano corrió hacia el lado la tanga, dejando el camino libre. Lo único que debía hacer era dejarse caer lentamente sobre él y se sentiría extasiada nuevamente con aquella sensación, pero antes de hacerlo se atrevió a hablar:
—Por favor, no me deje, señor.
Él pestañeó un par de veces al no esperar oír algo como eso y se quedó boquiabierto mirándola.
—¿Por qué dices eso?
—Ya lo sabe —respondió, dejándose caer levemente sobre él.
Él miembro apenas la penetró, pero Kim cerró los ojos al sentir la gloria de estar rodeado de su calidez y echó la cabeza hacia atrás.
—Sé clara, Jungbin.
—No me deje por pasar el tiempo con otra mujer.
Kim frunció el ceño, aún con los ojos cerrados, e intentó levantar las caderas para terminar de entrar en la chica, pero ella se levantó levemente y rompió todo el contacto entre ambos. Entonces abrió los ojos y se encontró con Jungbin, que lo observaba con una intensidad que le hizo querer aguantar la respiración.
—Jamás lo haría —aseguró.
Ella se remojó los labios y nuevamente se dejó caer levemente. El miembro del señor Kim esperaba ansioso en la entrada empapada de Jungbin, pero no logró avanzar más.
—Ya lo ha hecho —asintió con la cabeza ella— y no me gusta para nada.
La boca del señor Kim volvió a abrirse. Sentía que comenzaría a volverse loco pronto, pues el hormigueo del placer en su miembro no dejaba de aumentar y su respiración se volvía cada vez más pesada.
—No lo volveré a hacer —soltó en medio de un jadeo.
—Prométalo.
—Lo prometo.
Entonces ella se dejó caer completamente y ambos soltaron un gemido cuando Kim estuvo completamente dentro. Él cerró los ojos, sintiéndose extasiado, y tuvo que tensar cada músculo de su cuerpo, luchando por no correrse cuando Jungbin comenzó a mover las caderas lentamente.
Su interior tembló al sentirse llena. Era justamente lo que había estado deseando, en lo que había estado pensando cada vez que su mente comenzaba a divagar. Y es que, después de que él se la había follado la noche anterior, se había hecho aún más imposible dejar de pensar en Kim Namjoon.
—Voy a correrme, Jungbin —gimió él, abriendo los ojos para mirarla—. Quiero correrme en tu boca.
Ella obedeció y se puso de pie para finalmente arrodillarse entre sus piernas. Engulló el miembro brillante, bañado en los fluidos de ambos, y succionó a la par que comenzaba a mover su cabeza de arriba hacia abajo. El señor Kim soltó un último gemido, mirando cómo ella se la chupaba con tanta seguridad, y se dejó ir, dejando que sus músculos pudieran destensarse. Jungbin aceptó todo gustosa y cuando el miembro de Kim dejó de temblar se incorporó para mirarlo.
—Buena chica —susurró él, acariciándole la cabeza.
Ella quiso sonreír, no por el cumplido que acababa de recibir, sino por haber conseguido lo que quería. Pero terminó inclinando la cabeza, buscando más cariño del que él le proporcionaba, mientras volvía a deleitarse con la vista del pecho desnudo frente a sus ojos.
Pues nada, sólo quería escribir smut.
Qué opinamos de Jungbin? Les leo
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