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CAPÍTULO 21

21

Otra vez iban en silencio, pero ya no era agradable como al momento de ir al restaurante. Jungbin iba con la cabeza gacha, mirando sus dedos mientras estos se tocaban nerviosamente unos con otros. Todavía no entendía qué era lo que había molestado tanto al señor Kim, pero quería pedirle perdón de todos modos, aunque cada vez que quería hablar las palabras no llegaban a salir de su boca.

Frenó el vehículo con brusquedad cuando estuvieron fuera de casa y él se bajó inmediatamente, por lo que Jungbin le imitó. Fue arrastrada inmediatamente hasta el interior de la mansión. Supo inmediatamente dónde la llevaría, aquello no parecía otra cosa si no un castigo, pero estaba preparada y lo aceptaría en silencio.

—¡Has vuelto, Namjoon! —Lo recibió Jiwoo.

Pero el señor Kim apenas le dedicó una mirada, tirando de Jungbin por la muñeca para que le siguiera el paso. Incluso en una situación como aquella, se pudo dar el lujo de dedicarle una media sonrisa a la mujer que los había quedado mirando confundida.

Sin dudas, había logrado su cometido de la noche.

Se sorprendió cuando, en vez de caminar hacia la puerta que estaba debajo de las escaleras, se encontró subiéndolas y entrando a su habitación. Kim la dejó sentada sobre el colchón y se plantó frente a ella con mirada severa, provocando que Jungbin tragara saliva.

—¿Por qué hiciste eso? —Soltó entre dientes.

Jungbin levantó lentamente la vista hacia su rostro, sus ojos brillantes y redondos se encontraron con los ojos de dragón oscurecidos, tan profundos como la negrura de la noche. Intentó encontrar una respuesta a lo que le acababa de preguntar, algo coherente, pero cuando él la miraba de esa manera su mente se nublaba y no era siquiera capaz de recordar cómo se llamaba.

—No sabes lo que has hecho, ¿cierto, Jungbin?

La chica no respondió nada, entonces el señor Kim se inclinó hacia ella, apoyando las manos sobre el colchón a cada lado de su cuerpo. Acercó su rostro hacia el de Jungbin, que se había quedado congelada en su lugar sin saber cómo reaccionar, hasta que sus narices chocaron y sus respiraciones se mezclaron. Sus ojos incrustados sobre los de ella ni siquiera parpadearon cuando le dijo:

—Súbete el vestido hasta la cintura y recuéstate.

El aire escapó de los pulmones de Jungbin por medio de un suspiro y fue incapaz de volver a respirar por un par de segundos. Sus manos bajaron lentamente hasta el borde del vestido, bajo la atenta mirada de Kim, y lo arrastraron hacia arriba, tal cual él le había ordenado. Pero él no desvió la vista de sus ojos, no hasta que la espala de Jungbin estaba completamente apoyada sobre el colchón. El hombre soltó un suspiro que provocó un estremecimiento en la chica y los ojos oscurecidos comenzaron a bajar lentamente, pasando por sus pechos, su cintura expuesta y finalmente aquel punto en el que sus piernas se juntaban.

—Vas a tener que hacerte cargo de lo que provocaste —la amenazó mientras se ponía de rodillas en el suelo.

Jungbin abrió la boca al sentir las manos cálidas tomarla por las rodillas y separar sus piernas. El frío del ambiente hizo contacto con su piel sensible, a medio humedecer, robándole un suspiro. Podía sentir los ojos del señor Kim fijos en su entrepierna, examinando cada detalle como si quisiera guardar aquella imagen en su memora, por lo que sintió la necesidad de incorporarse y cambiar de posición.

Era vergonzoso ser vista de aquella manera.

Pero él volvió a sujetarla, esta vez con una sola mano. El cuerpo pesado la obligó a volver a su lugar y sus manos fueron recogidas por sobre su cabeza, siendo sujetadas por las muñecas. El señor Kim volvió a dedicarle una mirada severa, negando con la cabeza, mientras con su mano libre se aflojaba la cortaba y luego la quitaba para amarrar las muñecas de Jungbin.

—Quieta.

Esa única orden bastó para que ella no volviera a moverse, por más vergüenza que le causara ser admirada por el hombre que ella tanto admiraba.

Sus piernas volvieron a separarse, pero su entrepierna no volvió a ser observada, sino que los ojos del señor Kim se fijaron en los suyos a la vez que se inclinaba hacia adelante y su boca se perdía entremedio de sus piernas. El cuerpo de Jungbin se retorció en un espasmo cuando la lengua experta presionó suavemente justo donde debía hacerlo, sobre el botón de nervios que era su clítoris. Quiso echar la cabeza hacia atrás, cerrar los ojos y disfrutar tranquilamente del placer que comenzaba a acalorar su cuerpo, pero se quedó hipnotizada viendo aquellos ojos que la miraban lascivamente, demostrándole que le encantaba hacerla estremecer y que sabía perfectamente cómo hacerlo.

Gimió con cada lamida, succión y beso que recibió y su cuerpo reaccionó perfectamente a ellos, logrando estar completamente húmeda en un par de minutos. La lengua del señor Kim resbalaba por la longitud de sus labios y se perdía en su entrada, apenas penetrándola, manteniéndola al borde constantemente, concentrando con cada segundo que pasaba aquella sensación que se había instalado en la parte baja de su vientre y que le avisaba que ya no faltaba mucho para alcanzar la cima.

Sus piernas tiritaron a cada lado del rostro del señor Kim, quien inmediatamente se dio cuenta de lo que estaba a punto de suceder. Y se detuvo.

Jungbin levantó la cabeza para mirarlo, con los labios entreabiertos y las mejillas enrojecidas, preguntándole con la mirada qué era lo que había sucedido. Kim se alejó y comenzó a ponerse de pie, toda la piel que rodeaba su boda, incluyendo su mentón, estaban brillantes, llenos de los fluidos que él mismo había provocado en Jungbin. Se limpió los labios con la lengua, pareciendo saborear los restos que habían quedado sobre él, y con la mano terminó de limpiarse.

—¿Eres virgen?

El interior de la chica tembló con aquella pregunta y tuvo que obligarse a responder algo coherente.

—No, señor.

Kim volvió a pasarse la lengua sobre los labios y levantó ligeramente las cejas.

—Voltéate.

Con cierta dificultad, la chica se giró y quedó de estómago sobre el colchón. Las manos del señor Kim la tomaron por la cintura y elevaron su trasero, dejándola apoyada sobre sus rodillas y con rostro sobre la cama. Sus piernas temblaban producto de ese orgasmo frustrado y sentía su clítoris palpitar, reclamando volver a llegar a tal punto que la haría retorcerse de placer. Las manos del señor Kim se posaron sobre su trasero marcado por la varilla que había utilizado la noche anterior y lo apretaron con tanta fuerza, enterrando sus dedos en la piel enrojecida.

—No podía dejar que te corrieras, Jungbin —habló él con voz ronca a su espalda y la chica escuchó el sonido de la bragueta del pantalón siendo abierta—. No, porque te quiero apretada y pulsando cuando te folle con mi polla.

Las manos de Jungbin, que descansaban debajo de su mejilla, formaron puños con el cubrecama, arrugándolo producto de lo ansiosa que le había puesto lo que acababa de escuchar. Agarró aire cuando sintió la calidez del cuerpo de Kim justo en la parte trasera de sus muslos y en su trasero. Él tampoco se había quitado la ropa, apenas se había bajado el pantalón y la ropa interior para sacar su miembro hinchado y acariciarlo mientras admiraba el cuerpo de Jungbin ofrecérsele en aquella posición.

Se había mojado la ropa interior sin tener la necesidad de tocarse, pero necesitaba acariciarse antes de penetrarla. De otra manera acabaría en el mismo segundo que sus pieles se encontraran. Llevaba aquella incómoda erección desde que había entrado al baño de mujeres en el restaurante y Jungbin no había ayudado a calmar su imaginación utilizando aquel vestido sin nada debajo.

Había querido montarla sobre el lavabo y penetrarla allí mismo.

Acercó su miembro hinchado hacia ella, sin poder creer que ese momento finalmente ocurriría, y con la mano libre separó uno de los glúteos de la chica, dejando a la vista aquella entrada que deseaba llenar desde hacía tanto tiempo. Incluso en sueños. Y entró despacio, con cuidado de no lastimarla independientemente de si estaba chorreando en fluidos. Soltó un suspiro cuando estaba completamente cubierto de ella, de aquel canal cálido, húmedo y que punzaba a su alrededor, apretándolo y soltándolo constantemente. Cerró los ojos por un segundo, concentrándose en no correrse, pues masturbarse antes no había sido suficiente.

El cuerpo de Jungbin tembló de placer, ansioso por conseguir un poco de fricción, y soltó un sonoro gemido cuando la primera embestida llegó, lenta y dura. Estaba tan sensible que creyó sentir las venas hinchadas del miembro que estaba en su interior, cada milímetro de piel que la penetraba, pero quería más.

—Más rápido —pidió en un susurro.

Su cabello fue jalado y su cabeza se levantó. La respiración agitada del señor Kim se instaló sobre su oído y su voz jadeante le dijo:

—Dilo otra vez.

—Más rápido, señor —soltó en medio de un gemido.

Y su deseo fue concedido inmediatamente. Las caderas comenzaron a golpear su trasero con mayor vigor, manteniendo la misma dureza inicial. El cuerpo de la chica se sacudió en un espasmo, nuevamente sintiéndose llegar al clímax cuando los dedos hábiles de Kim comenzaron a acariciarle el clítoris, tan suavemente que creyó volverse loca.

—¡Oh, mierda! —Exclamó él en un susurro luego de escucharla gemir nuevamente.

Estaba volviéndose loco intentando controlar su orgasmo sólo porque no quería que se acabara. No quería dejar de follar a Jungbin, pues había llegado a ser incluso mejor de lo que había esperado. Pero no creía poder seguir controlando la situación, no viéndola en aquella posición, con la espalda curvada de manera perfecta y su trasero moviéndose al ritmo de cada embestida por culpa de la inercia.

—Vamos, Jungbin, córrete para mí —susurró en su oído—. Déjame sentirte.

El gemido tembloroso que recibió como respuesta puso fin a su sufrimiento sólo para inducirlo a uno mayor. El cuerpo de Jungbin se sacudió con violencia cuando el orgasmo se apoderó de ella y su interior apretó con fuerza el miembro, una y otra vez, cerrándose sobre él y luego soltándolo para finalmente volver a cerrarse. Kim cerró los ojos con fuerza, pero aquello no fue suficiente para controlarse. Soltó con cuidado el cabello de Jungbin y sacó su miembro y se masturbó mientras que con la otra mano sujetaba el cuerpo debilitado de la chica.

No pasó más de un segundo cuando su liberación salió disparada hacia la espalda de Jungbin, al igual que la noche anterior, pero esta vez ensuciando el costoso vestido, y tuvo que darse un momento para recuperar el aliento. Recostó a la chica sobre el colchón y se puso de pie.

Jungbin abrió los ojos inmediatamente para mirarlo. Se había alejado de ella, pero para caminar hacia el armario, lo que inmediatamente alegró su corazón. Con cuidado la ayudó a desvestirse y a ponerse un pijama limpio. Todo había cambiado, ya no la miraba con lujuria, simplemente se estaba preocupando por ella y aquello hizo que su emocionado corazón comenzara a latir con fuerza contra su pecho.

Kim dejó el vestido en el cesto de la ropa sucia, asegurándole que lo llevarían a limpiar al otro día, y luego abrió la cama para que la chica se metiera entre las sábanas. Jungbin, por su parte, estaba embobada mirándolo, creyendo que era el hombre más perfecto que alguna vez había visto, no sólo físicamente. Quiso lanzarse sobre sus brazos y besarlo, besarlo hasta que le ardieran los labios, pero se limitó a sostenerle la mano cuando él se dispuso a marchar.

—¿Qué ocurre? —Le preguntó con suavidad.

Ya no quedaban rastros del hombre que la había hecho gemir y eso, lejos de desagradarle, provocó mariposas en su estómago, pues se dio cuenta de que era capaz de amarle en todas sus facetas.

—Quédese, por favor.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios y Jungbin pudo ver los hoyuelos que tanto adoraba.

—Esperaré hasta que te duermas y luego me iré a mi habitación.

No. No era lo que ella quería, pero quién era Jeon Jungbin para reclamar más del señor Kim Namjoon, su amo. No era lo que quería, pero era un comienzo, así que le sonrió de vuelta y le hizo un lugar en la cama para que se recostara a su lado.

Así fue como Jungbin se rindió al sueño mientras observaba con devoción el rostro del señor Kim, pues no se había atrevido a romper más barreras y pedirle que la abrazara.

Pero era un comienzo, después de todo.

im speechless...

sólo quiero saber si es que toda la tensión acumulada valió la pena

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