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CAPÍTULO 20

20

El señor Kim le había prometido que aquel día la llevaría a cenar y Jungbin se había asegurado de hacer valer aquella promesa, recordándoselo cuando la había llevado a su habitación la noche anterior. Así que se había levantado temprano en la mañana y se había metido a la ducha para prepararse mentalmente para lo que significaría pasar un día más con Jiwoo. Su cuerpo estaba adolorido, sobre todo el sector de sus glúteos, por lo que tuvo que jabonar con especial cuidado de no agravar aquel persistente dolor.

Aquel domingo no tenía muchas más cosas que hacer, pero igualmente decidió quedarse dentro de su habitación, haciéndole creer al señor Kim que estaba demasiado ocupada con los deberes de la universidad como para bajar. Sin embargo, no había podido dejar de pensar en qué debería vestir aquella noche, pues se había propuesto una cosa: lograr que toda la atención del señor Kim se dirigiera a ella.

Estuvo al menos media hora mirando dentro de su armario, pasando la mano entre los colgadores y las prendas dobladas, intentando encontrar el atuendo perfecto. Por un segundo quiso reírse de sí misma. Jamás se habría imaginado que estaría intentando tan fervientemente llamar la atención de un hombre que, además, era su dueño. Pero allí estaba, sacando con ojos brillantes el vestido negro que él mismo le había comprado hacía un tiempo atrás sin la idea de utilizarlo para una ocasión específica, sino porque le había gustado cómo se veía Jungbin en él.

Su corazón se aceleró al recordar la sonrisa con hoyuelos que le había dedicado al ella recordarle la cena prometida.

—A las seis te esperaré en el recibidor —le había dicho, con los ojos casi cerrados por culpa de la sonrisa.

No podía ser que un simple recuerdo provocara ese tipo de reacciones en ella, poniéndola tan ansiosa por verlo, pero allí estaba, mirando la hora cada dos por tres, contando los minutos restantes para comenzar a alistarse, y observando reiteradamente el vestido, preguntándose qué tipo de maquillaje le quedaría mejor.

No era que Jungbin fuese una maestra en la estética, pero poco a poco había estado instruyéndose en el mundo del maquillaje con videos que había visto en redes sociales. Y aquel era el momento de poner a prueba sus habilidades adquiridas. Se había decidido por algo sencillo en los ojos, la parte que más dificultad tenía para ella, por lo que sus labios rojos eran los protagonistas.

A las seis en punto se encontraba bajando la escalera arriba de unos tacones y con su cuerpo enfundado en el vestido negro que tanto le había gustado a Kim. La argolla brillaba sobre su pecho, anunciándole al mundo que esa chiquilla poseía dueño.

Jungbin no podía negarlo, se sentía bien.

El señor Kim ya la esperaba frente a la puerta. Bien vestido, como siempre. Y se giró hacia ella cuando escuchó el taconeo a su espalda. Sus ojos la recorrieron de arriba hacia abajo, dándose el tiempo necesario para admirar cada pequeño detalle, y finalmente le sonrió.

Jungbin no supo dónde se encontraba Jiwoo, si es que andaba por allí, pero decidió no arruinarse la velada pensando en ella. Se subió al auto del señor Kim, ambos inundados en el silencio que, según sintió Jungbin, decía mucho más que las palabras. El ambiente era cómodo, pero había cierta tensión entre ellos cada vez que sus ojos se encontraban.


Jungkook
Necesito hablar contigo.


Ese era el mensaje que su hermano acababa de mandarle, finalizando una larga lista de textos que habían llenado el chat durante el día anterior, insistiendo en retomar urgentemente el contacto. Soltó un suspiro y terminó por teclear una respuesta, preguntándole qué era lo que quería.

Quizás había sido el poder del vestido que llevaba puesto o el efecto que había provocado en el señor Kim, pero aquella noche Jungbin se sentía confiada. Sentía que todas las cosas irían como esperaba y eso era algo que la llenaba de ilusión.

—¡Kim Namjoon! —Exclamó una voz masculina cerca de ellos.

Acababan de llegar al restaurante y el garzón apenas se había marchado rumbo a la cocina para dejar su orden. Un hombre de edad ya avanzada apareció frente a su mesa, con una sonrisa despreocupada, y sin pedir invitación se había sentado con ellos, llamando a otros dos hombres a unirse.

La ilusión de Jungbin se había desmoronado en el preciso momento que se vio rodeada de hombres que mantenían una alegre conversación entre ellos.

—Me pareció que eras tú —comenzó el mismo hombre que se había acercado inicialmente—, ¡y sí que estaba en lo cierto! —Levantó la mano para llamar la atención del garzón—. ¡Tráigame su mejor vino!

Jungbin soltó un suspiro que pasó desapercibido para todos los hombres y se dedicó a observar un momento al señor Kim, quien había mandado a volar aquella mirada brillante de deseo y, supuso Jungbin, había puesto la expresión que utilizaba al momento de trabajar. Se había olvidado del momento tan especial que estaban teniendo, aunque Jungbin no pudo culparlo, pues el trabajo jamás lo abandonaba.

—Creo que es el momento perfecto para terminar de afinar los detalles de nuestro trato —opinó otro de los hombres, y el resto de los invasores estuvo de acuerdo.

Kim soltó una pequeña carcajada y negó con la cabeza.

—¿Ahora? —Cuestionó con una sonrisa cordial.

—No hay que dejar para mañana lo que se puede hacer hoy —agregó el tercer hombre.

La chica, al sentirse excluida de la conversación, tomó su celular y revisó la conversación con Jungkook. Todavía no había respondido, pero sí había leído su mensaje. Frunció los labios y cuando creyó que todo se acabaría allí, su celular comenzó a vibrar y el nombre de su hermano apareció en la pantalla.

Se excusó en voz baja, logrando que los hombres notaran su presencia por primera vez, y se fue rápidamente en dirección al baño de mujeres que, para su suerte, se encontraba totalmente vacío.

—¿Hola? —Atendió.

Se había tomado su tiempo decidido qué debería hacer, aunque aquella llamada había sido la excusa perfecta para escaparse de la mesa.

¡Dios, Jungbin! —Escuchó que su hermano suspiró de alivio—. Al fin contestas.

—¿Qué es lo que quieres?

¿Así es como tratas a tu hermano mayor?

Jungbin cerró los ojos por un momento, contando hasta diez y luego hasta cincuenta. ¿De qué manera se suponía que debía responder a Jungkook después de lo que había ocurrido entre ellos?

—Escucha, Jungkook, estoy algo ocupada. Por favor, sé breve.

Casi se imaginó que él estaba poniendo los ojos en blanco, lo conocía demasiado.

¿Podemos vernos?

—¿No me dirás qué es lo que quieres?

Eso es lo que quiero: verte.

La chica guardó silencio. Realmente no quería verlo.

—Debo pensarlo.

Por favor, Jungbin...

Alguien tocó la puerta del tocador de mujeres, lo que extraño a la chica ya que se trataba de un baño con diferentes cubículos, por lo que cualquier chica podía entrar cuando se le diera la gana.

—Debo irme —le dijo a su hermano antes de cortar la llamada.

No alcanzó a hacer nada más cuando la puerta fue abierta, mostrando la silueta del señor Kim, que le dedicó una sonrisa de medio lado.

—¿Está todo bien? —Le preguntó.

Y dio un paso dentro del baño, cerrando la puerta detrás de su cuerpo. Jungbin dio un paso hacia atrás, volviendo a poner la distancia que él había roto, pero su trasero chocó con el lavabo.

—Ha recordado mi existencia —soltó, dibujando una sonrisa irónica en sus labios.

Kim levantó ambas cejas, impresionado por la respuesta que había recibido, y en menos de un segundo la distancia entre ellos había desaparecido. Jungbin se apegó al mueble que estaba a su espalda y desvió los ojos hacia la puerta, de pronto recordando que se encontraban en un baño público de mujeres.

—¡Qué atrevida! —Ronroneó el hombre, acorralándola contra el lavabo—. Jamás podría olvidarme de ti, Jungbin, y menos si estás usando este vestido.

La repentina cercanía le quitó el aliento e hizo que se le pusieran las mejillas coloradas, pues el calor corporal del señor Kim la había abrasado. Levantó la vista lentamente hasta encontrarse con los ojos que la miraban brillantes, de la misma manera que momentos antes, y que parecían querer comérsela viva.

—Pues no lo parecía hace un rato —insistió.

—Pero aquí me tienes —contraatacó él, encorvándose para alcanzar a susurrarle al oído. Su dedo se posó sobre el cierre del vestido y delineó el camino que debería seguirse para bajarlo—: en el baño de mujeres, deseando quitarte el vestido.

La chica soltó un suspiro tembloroso y un estremecimiento la recorrió, viajando directamente a su vientre que se retorció en regocijo. La mano de Kim siguió bajando, llegando a su espalda baja con una lentitud que le pareció tortuosa y finalmente acunando la curva que formaba su trasero. Jungbin gimió despacio cuando ambas manos se enterraron sobre sus glúteos y atrajeron su cuerpo hacia la pelvis del señor Kim, todo en un mismo movimiento.

Kim aguantó la respiración un segundo cuando sus manos traviesas habían recorrido toda la extensión del trasero de la chica.

—No traes ropa interior.

Jungbin tuvo que aguantar las ganas de dibujar una sonrisa de victoria en sus labios. Por supuesto que lo había hecho a propósito, pero no creyó que él lo notara hasta que se encontrasen nuevamente en casa. Movió las caderas hacia adelante, en un movimiento que parecía imperceptible, pero que le permitió volver a sentir la creciente erección del señor Kim. Él soltó un jadeo y sus dedos se clavaron nuevamente sobre su trasero, tan fuerte que las marcas del día anterior volvieron a dolerle.

—Sus socios deben estar esperándole, señor —susurró, aunque no quería que ese momento terminara.

Escuchó algo parecido a un gruñido y en menos de un segundo Kim estaba parado en la puerta del baño, mirándola severamente. Jungbin pestañeó confundida, sin saber qué había ocurrido. ¿Acaso se había molestado con ella? ¿Había sido algo que había dicho o era por el hecho de no llevar ropa interior?

—Vuelve a la mesa. Ahora.

Y lo vio salir del baño.

La chica tragó saliva. Aquella había sido una orden clara y debía cumplirla si no quería consecuencias negativas. Rápidamente se refrescó el rostro colorado y se acomodó el cabello que se había despeinado ligeramente para volver a la mesa.

Allí se encontraba el señor Kim con el abrigo de Jungbin en una mano y con el bolso de la chica en la otra. No la miró cuando llegó, no le dijo nada, sino que se refirió a los hombres que parecían estar tan confundidos como la chica:

—Agradezco mucho la velada, pero debemos irnos.

—Pero ni siquiera ha llegado la comida, quizás podrían esperar...

—No —lo cortó Namjoon, cambiando su tono cortés a uno severo—, debemos irnos.

omg pero qué paso aquí?????

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